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Galileo Galilei en el ángulo oscuro
Galileo Galilei en el ángulo oscuro
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Libro electrónico373 páginas5 horas

Galileo Galilei en el ángulo oscuro

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La inédita, oscura, y desconocida vida privada de Galileo Galilei. Esta obra de ficción, se acerca al lector amante de la historia de su tiempo.

Galileo Galilei fue en lo público excepcional, pero en su faceta privada e íntima un libertino descomunal, esta última faceta muestra el ángulo oscuro de su vida y es más desconocida... El autor de esta narrativa histórica lo hace con todo el rigor pero dejando espacio para integrar personajes de ficción. Sin desvirtuar la realidad, crea una atmósfera de intriga, bajas pasiones y un hilo conductor donde se mezclan las luchas de poder en la Iglesia Romana, con mención especial para la Compañía Jesuita y donde el crimen y el veneno, tienen espacio en esa época de grandes conflictos en el seno de la Curia.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento16 sept 2016
ISBN9788491127154
Galileo Galilei en el ángulo oscuro
Autor

Antonio Graña

Antonio Graña nace en Vigo en el año 1950. Después de la buena acogida de su anterior libro Nuestras vidas de la Editorial Cardeñoso. Su autor Antonio Graña, invita a nuestros lectores a leer la novela histórica que lleva por título "Galileo Galilei en el ángulo oscuro".

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    Galileo Galilei en el ángulo oscuro - Antonio Graña

    2016, ANTONIO GRAÑA

    © 2016, megustaescribir

           Ctra. Nacional II, Km 599,7. 08780 Pallejà (Barcelona) España

    Algunos de los personajes mencionados en esta obra son figuras históricas y ciertos hechos de los que aquí se relatan son reales. Sin embargo, esta es una obra de ficción. Todos los otros personajes, nombres y eventos, así como todos los lugares, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a Thinkstock, (http://www.thinkstock.com) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    El texto bíblico ha sido tomado de la versión © La Bilblia de Jerusalén

    ISBN:   Tapa Blanda             978-8-4911-2716-1

                 Libro Electrónico     978-8-4911-2715-4

    Contenido

    AGRADECIMIENTOS

    INTRODUCCIÓN

    ÁRBOLES GENEALÓGICOS

    PISA

    1564

    I   Dos familias: los dei Sauco

    y los Astai-Medici

    II   Carletto dei Sauco, la criada

    Claudia, y el bastardo Carlo

    III   Con Galileo Il raccolto

    en el Estudio General de Pisa

    IV   Un Monacato convertido en burdel

    V   Muerte de Vinccenzo Galilei y

    esponsales en Palacio Agostini

    ROMA

    I   Cuatro genios matemáticos, a caballo de los siglos XVI y XVII. Los toscanos Galileo Galilei y Ostilio Ricci,

    el bávaro Christopher Clavius y el portugués

    Petrus Nonius.

    II   Galileo Galilei, manirroto y endeudado.

    Sono rotto, ho bisogno di soldi con urgenza

    GIOVANNI DE’MEDICI

    I   Giovanni de’Medici, hijo natural

    del Grande Duque Cosimo I

    LA FLOTA TOSCANA RUMBO A MARSELLA

    I   Echar punto por escuadría

    II   De Livorno a I`f

    III   El Goliardo. Príncipe de los berreaderos

    IV   La Rebelión…y el premio

    LA ENCOMIENDA DE BOHEMIA

    I   Regreso triunfal de I`f

    II   El discurso geo-político de

    Fernando I de’Medici

    III   El reencuentro con Paolo Scineli

    IV   Vilaggio, Il Castigliano

    EL LARGO CAMINO: DE PISA A PRAGA

    I   Pisa, Verona, Trento, Innsbruck, Bolzano,

    lago Chiemsee, Salzburgo y por fin… Praga!

    II   Paolo Scineli y Félix Lope de Vega

    en Sevilla, camino a Lisboa.

    III   Lisboa: Paolo y Lope en el galeón Sâo Martinho,

    durante la empresa de Inglaterra, la

    Felícisima Armada de Felipe II. 1588.

    PRAGA

    I   Marina Gamba, amante de Galileo Galilei.

    Una donna de facile costumme

    II   El palacio Esotérico y el Exotérico. Una xuntanza en el Callejón del Oro. Tycho Brahe, Johannes Kepler,

    MaHaRal, Rodolfo II Emperador, Paolo Scineli,

    la sombra de Galileo y yo.

    III   "Sobre el copo de seis picos,

    un regalo de año nuevo": Johannes Kepler.

    IV   Galileo, en las orgías de Palacio Sagredo

    V   Asesinato en la Iglesia de Nuestra Señora del Týn

    VI   Mortem nihil fieri, excelentiam.

    PROPOSTA DELLA LONGITUDE.

    GALILEO GALILEI.

    I   Amor se vuó ch`i torni giogo anticho

    ESPAÑA EN LOS TIEMPOS DE FELIPE III

    I   El cortejo del Virrey de Nápoles, Conde de Lemos, Félix Lope de Vega enfermo

    II   El jesuita Padre Anselmo, y la receta Borgia.

    La cantarela y la triaca Magna. Veneno y antídoto

    III   El informe Lavagña: El fracaso de la propuesta

    de la longitud. "Il celatone de Galileo se cuela en

    el Leitâo de Bairrada

    IV   La Compañía de Jesús en Arganda del Rey

    GALILEO TRAICIONADO

    I   La celada

    EL FIN… PENDIENDO DE UNA SOGA

    I   Los tercios, resistían y vencían.

    II   Don Gómez Suárez de Figueroa,

    III Duque de Feria.

    III   La victoria triste de La Valtelina

    BIBLIOGRAFÍA

    Ha volado mi imaginación hasta finales del siglo XVI y comienzos del XVII. Una época donde tiene lugar la vida de mis protagonistas, unos de ficción, como Carletto dei Sauco y Paolo Scineli y otros reales, Galileo Galilei y Giovanni de’ Medici Albizzi, este último un ilustre desconocido en España y del que intento rescatar su memoria.

    Esos siglos son en Europa, y más concretamente en Toscana, épocas de grandes contrastes, pues a una vida de gran magnificencia en el contexto del mundo artístico, se une también la de una gran depravación en todas las capas sociales y hasta los mayores vicios y pecados de simonía en la Iglesia, que no he querido pasar por alto. Máxime con la cantidad de acontecimientos que ocurrieron en esos años: Concilio de Trento, inicio de la guerra de los Treinta Años, episodio de la Armada Invencible y un largo etcétera.

    Después de mi primera publicación, Nuestras vidas, ahora someto al juicio del lector esta novela histórica. Han sido largos años para escribirla con todo el rigor histórico que me ha sido posible y por ello, termino con las palabras de una gran escritora:

    El talento es algo bastante corriente; no escasea la inteligencia sino la constancia (Doris Lessing)

    AGRADECIMIENTOS

    El camino para escribir este libro ha sido muy largo, costoso a veces, otras frustrante, pero siempre excitante. Al menos eso pienso yo, aunque para los más cercanos quizás no tanto, pero a todos debo agradecer que hayan sido compañeros de viaje.

    Por ello, quiero agradecer a aquellos que han sopesado, ponderado y corregido el texto. Sin ellos sería imposible su publicación.

    Quiero agradecer expresamente a Javier Barbi, Fina Pérez Sousa y Juan Piñol, correctores del manuscrito, así como a Marichu Ramos-Sabugo, por su aliento para que el manuscrito saliera del túnel y viera la luz después de las horas invertidas en la corrección ortográfica y de estilo literario.

    Vigo 31 de Diciembre de 2015

    INTRODUCCIÓN

    Me llamo Gabriel del Sauce, estudié historia moderna y dentro de ella, me apasioné con el Renacimiento. Un raro suceso de mi infancia disparó en mí la vocación, y no fue otro que el hallazgo en nuestra casa de un manuscrito escrito hace casi 500 años, más concretamente en el 1634. Su autor, Carletto dei Sauco, un toscano ilustre, lo escribió para su último descendiente, un hijo natural de nombre Carlo; y en él le cuenta su infancia, juventud y adolescencia hasta llegar a un final trágico. Escrito en ocasiones con crudeza, fina ironía y hechos escabrosos muy naturales en su época, narra sus aventuras y desventuras en compañía de Galileo Galilei y de otro personaje histórico apenas célebre, de nombre Giovanni de’ Medici, hermano de Fernando I de Medici III, Gran Duque de Toscana. Mi pariente y escritor, Antonio Graña, da vida a lo que oscureció el tiempo, creando personajes de ficción como el de Paolo Scineli, enmarcándolos en la época de finales del Renacimiento italiano. La vida de Galileo Galilei es de sobra conocida, pero en el manuscrito de Carletto dei Sauce, se plasman aspectos notables, muy personales y confidenciales propios de quien compartió niñez y juventud, que ayudan a completar el retrato de tan ilustre genio matemático y astrónomo. El manuscrito llegó a las manos de mi familia cuatro siglos después en condiciones casi perfectas y remarco el casi, pues la portada había desaparecido, así como unas cuantas hojas, amén de otras que el tiempo acabó por desdibujar, pues fueron presas de la humedad y la polilla. Solo me resta ahora, antes de presentar a "GALILEO GALILEI en el ángulo oscuro", explicar cómo llegó hasta la familia dei Sauce en el siglo XX, el manuscrito de Carletto escrito en el siglo XVII.

    De aquel verano del año 1963, recuerdo que prácticamente fue el último en que nos habíamos reunido todos los primos con edades muy parecidas. Lo hicimos en casa del abuelo José, hombre que hacía honor a su nombre, piadoso al límite y que solo leía libros de medicina o religiosos.

    Aquel verano el abuelo había decidido que su vieja casa solariega necesitaba una reforma. Ese año se procedió a unir dos viviendas y dejarlas como en su origen, año 1728, tal como pone en el escudo.

    Un día de ese verano, los obreros se encontraban trabajando. El ruido de martillos, buriles y demás herramientas que empleaban en labrar la piedra, era intenso y para escapar de él marché con alguno de mis primos a montar una trastada.

    Ya de vuelta a casa, se acercó el abuelo y mandó llamar a su hijo Luis; nos reuniríamos los tres en un salón donde raramente nos dejaban entrar. Este, perfectamente encerado, con retratos de señores antiguos, tenía una gran mesa de nogal para doce comensales, estando en un extremo un velador y un tresillo. El abuelo me pidió que me sentara, -¡Ahí va! ¡Se enteró el abuelo de la trastada, se me acabó el veraneo!, pensé. Me rogó que lo que iba a enseñarme y a contarme, nunca fuese dicho por mí, como mínimo hasta que él muriera, y mientras esto me decía, llegó el tío Luis.

    El abuelo hizo ademán de que lo siguiéramos; pasamos al salón y de ahí a una galería orientada al sol, como nuestras solanas gallegas. De allí, caminamos hasta un corredor con muebles viejos, también antiguos, y en general, todo lo que puede albergar un desván, que siempre me había dado miedo de pequeño. Al fondo el repostero, que mi corta vida no había visto, siempre inmutable, con sus desvaídos colores, los hilos de oro ennegrecidos y dos caballeros, el uno con espada, el otro con garrote, y con una leyenda sauco y tente tieso. Era el cachondeo de todos los primos que interpretábamos lo de tieso más por lo fálico que por lo guerrero, con gran mosqueo de los mayores de la familia.

    El olor a acre humedad, se desprendía detrás de donde había estado colgado el repostero. Ahora, tras de sí, aparecía un pequeño túnel o pasillo en penumbra, con anaqueles donde los hongos vivían a sus anchas. Acercamos unas velas y me sorprendió que para estar tapiado, todo estaba en orden. Las revistas y los libros que comencé a ojear no estaban deteriorados por el tiempo.

    De un estante el abuelo retiró una caja, al tiempo que se volvía a escuchar el ruido monótono de un cantero al otro lado de la pared, en el pequeño trozo del pasillo cegado.

    Tío Luis era mi preferido. Hombre jovial y cariñoso, contrastaba en él, por un lado su masculinidad a primera vista, con su atildada vestimenta de estilo afrancesado que se veía en las revistas de modas de la época: su pañuelo anudado al cuello de manera descuidada en apariencia, sus chaquetas de ante y sus zapatos de piel chocaban con el ambiente miserable que se respiraba en España en el momento en que el General estaba a punto de celebrar los 25 años de paz.

    A una indicación del abuelo, tío Luis, se subió a un taburete y cogió un gran caja de madera, los tres nos dirigimos al salón donde antes habíamos estado y de la gaveta del escritorio sacó un llavín con el que abrió la caja, con parsimonia. De ella extrajo un conjunto de pliegos enmohecidos, y pregunté, qué era, pues mi curiosidad iba en aumento. El abuelo por respuesta me dijo que todo a su tiempo, y con un ademán, le pasó la palabra al tío Luis.

    -¡Gabriel, hay cosas que conocemos y hablamos de nuestros antepasados, y otras que ocultamos. Hoy has de conocer algunas de estas últimas pues el abuelo te quiere dejar un cumplimiento. Se ve mayor y… quiere confiarte un secreto! Cuando apenas yo tenía 30 años, continuó diciendo, España estaba en guerra. Yo había dirigido un pequeño equipo quirúrgico en el frente norte, y cuando acabó la contienda, me quedé vacío, sentí que me faltaba adrenalina. Guiado por sentimientos de juventud respiraba los olores de la fe católica y mi sangre hervía de calor con los continuos recuerdos al Imperio, a los tercios y a las hazañas de estos, ¡mala mezcla para destilar tan joven y con tan pocas razones!

    Al acabar la guerra civil, sentí la necesidad de seguir combatiendo. Estaba dirigiendo en esos momentos el laboratorio de un hospital militar en Madrid. Intentábamos aislar un germen que después se utilizaría, purificándolo, para su aplicación en guerra bacteriológica. Era la continuación de los estudios que fueron cortados cuando comenzó la guerra. Tenía 33 años, había recibido la segunda estrella de seis puntas y decidí incorporarme a la División Azul destinada a combatir el comunismo en Rusia para luchar con el eje y matar al demonio en su propia guarida.

    Al principio no me hicieron mella ni las incomodidades del viaje, ni el desorden y la poca disciplina de nuestra tropa. Pensaba que los alemanes del Reich eran como unos nuevos lansquenetes al servicio del Imperio Español, pero la realidad era mucho más amarga; ellos nos consideraban, a los que íbamos a combatir, individuos inferiores solo por encima de judíos y eslavos, pero muy por debajo de sajones y nórdicos.

    El viaje fue infernal, pero nuestra juventud compensó con creces las inconveniencias del mismo: hambre, sueño y frío fueron nuestros peores enemigos, aunque esto no era nada comparado con lo que nos esperaba en el frente ruso.

    A los pocos días de llegar, de recibir las primeras instrucciones y vituallas, nos vimos embarcados en la cruda realidad de la guerra. Combatíamos casi en estado de congelación. A mi puesto sanitario avanzado llegaban hombres abiertos en canal por la metralla, reventados por los obuses o abatidos por los cosacos, que surgían de la nieve como demonios blancos. Todos los días morían muchos de ellos por congelación, a lo que había que añadir el debilitamiento por la hambruna. Pasábamos días enteros sin comer, pues los enlaces de la intendencia estaban cortados.

    En una de las ofensivas rusas de enero, nuestro puesto avanzado sanitario saltó por los aires. El pequeño hospital quedó borrado como el viento borra las huellas. Cuando volví en mí, no recordaba nada. Un intenso dolor en la pierna me despertó; estaba empezando a gangrenarse y los médicos no sabían qué actitud tomar, si cortar o esperar. Decidieron trasladarme a un hospital en Dusseldorf donde no había comenzado todavía el martilleo de la aviación aliada y que vendría después. El hospital para heridos de guerra se encontraba en un barrio elegante muy próximo al barrio monumental, y donde la sala de operados era un babel: españoles de la División Azul, italianos, holandeses y así hasta una docena de nacionalidades; nos ayudábamos y nos compadecíamos mutuamente y aunque fervorosos fascistas, el dolor, el hedor de la sala y las privaciones, habían ido minando nuestro entusiasmo militar y patriótico.

    El continuo bombardeo que comenzó a los dos meses de llegar nos trasladaba a la cruda realidad.

    Cierto día, ayudándome de muletas, me acerqué a la Konin Strasse. Iba buscando algún regalo para traer a casa y en una tienda de cosas raras, clavé mi vista sobre un cuadro que me llamó mucho la atención; un paisaje holandés que jamás saldrá de mi memoria, y que lamentablemente desapareció con la guerra.

    En las raras ocasiones en las que cesaban los bombardeos, me acercaba hasta allí. El dueño se mostró siempre amabilísimo conmigo; hablaba un raro español, contestaba con evasivas a algunas de mis preguntas y me di cuenta que estaba atenazado por el miedo.

    Procuré tranquilizarlo hasta que poco a poco gané su confianza. Sentí una tremenda pena, pues me imaginé lo que más tarde me confirmó el anticuario; creía encontrar el último salvavidas posible para su salvación.

    Era un judío sefardí con raíces en la ciudad toledana. Me llevó a la trastienda y se ofreció a regalarme el cuadro y lo que quisiera de lo que tenía escondido, pues los secuaces de Himmler, el jefe de la Gestapo, habían arramplado con todo. Llevaba durante generaciones viviendo en Alemania y aunque judío, la Gestapo no había podido jamás confirmarlo. Prometí ayudarlo y urdir un plan, pero para ello necesitaba tiempo.

    Al día siguiente me presenté de nuevo en la tienda. Iba a ser trasladado pronto a España en un convoy sanitario, atravesando la Francia de Vichi. El conductor sería un portugués del que me había hecho muy amigo y que prometió ayudarme. Sacaríamos al judío como un enfermo terminal infecto-contagioso, con lo que sería improbable que perdieran el tiempo en comprobarlo. Le expusimos el plan y le convinimos que se preparase rápido; dentro de una semana debía estar preparado.

    Para hablar de los detalles quedamos por la noche en su casa, donde guardaba oculta una preciosa colección de pintura holandesa del XVIII, así como una espléndida biblioteca. Lo tenía, en la medida de lo posible, controlado; una falsa pared medianera daba a una estancia lóbrega semi-blindada para albergar los cuadros y los mejores libros, que pensaba recuperar al acabar la guerra.

    Le sorprendió nuestro apellido, dei Sauco, españolizado como del Sauce y, con lágrimas en los ojos, quiso regalarme una reliquia: me entregó una caja que contenía un legajo, esta misma caja y este mismo legajo que ahora tu abuelo te enseña y de la que te hace depositario con condiciones. Enseguida me di cuenta del porqué de la pícara sonrisa. Era un manuscrito cuyo autor se apellidaba como nosotros dei Sauco.

    -¿Sería un pariente?, - pensé.

    Como sabes, nuestra familia es oriunda de Italia, venida a España hace más o menos dos siglos. Cambiaron el apellido para castellanizarlo, transformando dei Sauco en del Sauce. Nuestro linaje hunde sus raíces en la Toscana y, Carletto, el autor del manuscrito, es muy posible que sea un antepasado. Al leerlo saldrás de dudas, dijo tío Luis. Se lo traduje al abuelo a la llegada a España; conviví con muchos italianos en las dos guerras y algo chapurreo aunque, como comprenderás, con dificultad. Lo que en estos pliegos se dice quizás sea importante para completar ciertos aspectos de la historia del siglo XVI y XVII. Al leer mi traducción, aunque mala, da idea suficiente de su importancia, pues verás que quien lo escribe se apellida como nosotros y puede que sea un ancestro nuestro.

    A ti te encomienda el abuelo el deber de hacer una correcta disección, remarcando la palabra disección y no traducción, pues el tío Luis era cirujano hasta para hablar de estas y otras cosas, y continuó diciendo, tú acabarás el trabajo emprendido por nosotros para cuando el abuelo falte o cuando tú lo creas conveniente y alcances la edad para ello.

    Pero en cuanto al abuelo, él puede admitir el proceder de este pariente y aunque siente un profundo respeto por lo que de su vida cuenta, hay lagunas de las que no beberá; es ya viejo y no desea que se sepa mientras viva, las andanzas de este antepasado. Nació católico, apostólico y en la fe de Roma y así quiere morir. Y remachó: la dignidad y la lealtad es bien más poderoso que la hacienda. Además, la mucha nobleza y blasón no eximen al hombre de rectitud.

    Mi abuelo y el tío Luis, por desgracia fallecieron, y yo quise ser fiel al compromiso adquirido. Me licencié en Historia y, al acabar la carrera, sintiendo que me quemaba la curiosidad por conocer el mundo de Carletto -el escritor del manuscrito-, me trasladé a Italia. En la Universidad de Florencia me especialicé en Historia Italiana del final del Renacimiento y principios del Barroco.

    Visité muchos de los sitios donde Carletto había vivido, como el Monasterio de Certosa, a escasos kilómetros de Florencia. Asistí a un taller en la sala del pintor Gioto, sobre el gran matemático Ostilio Ricci, que había sido profesor en Pisa de Galileo Galilei, de Giovanni de’ Medici y de Carletto dei Sauco. En este lugar conocí a unos españoles interesados en este matemático, preceptor y maestro de hombres tan ilustres, pero que también estaban investigando los orígenes de sus antepasados y que eran poseedores de unos pliegos de los tiempos de mi manuscrito.

    Las coincidencias de la vida, a veces, parecen más ficción que realidad. Su apellido coincidía con los de una familia romana originaria de la Umbría, que Carletto cita con gran profundidad y detenimiento en el manuscrito escrito y dedicado a su hijo Carlo. Con su consentimiento los cito: los Barbi; esta familia ejerció influencia en la juventud de Carletto durante su estancia en la capital de los Estados Pontificios.

    Casualidades del azar hicieron que ahora fuéramos a cruzar nuestros destinos, ellos, sus descendientes, y yo, el traductor del manuscrito de Carletto dei Sauco. Él lo escribió en Venecia, y tras acabarlo, dio fin a su vida; una decisión que ya había tomado antes de forma muy meditada.

    Partes del manuscrito fueron borradas por el tiempo, estando ininteligibles, y he intentando arreglarlas a la luz de los tiempos. Muchas palabras hoy en desuso, y que obligarían al lector a buscarlas en un diccionario, las he intercambiado por sinónimos más actuales. De igual forma, nombres de prendas, localizaciones geográficas, cargos y sinecuras, he intentado minimizarlos para hacer más ágil la lectura y adaptarla a nuestros días. He querido mantener los escasos diálogos en italiano contenidos en los pliegos del documento, porque quien los escribió, subrayó esos vocablos y frases, quizás para dar más fuerza vital a esos sucesos.

    El resto, al trasladarlo del italiano vulgar de hace cuatro siglos, lo he adaptado en lo posible desde la perspectiva de la narrativa de este siglo XXI, pero sin desvirtuarlo. Busqué sinónimos de las palabras del italiano viejo, y las transformé en expresiones de un castellano hoy casi en desuso. Creo que al hacerlo así cumplo una doble función, pues sin desvirtuar lo escrito, doy vida a términos léxicos hoy fuera de nuestro lenguaje coloquial y que fenecen poco a poco. Lo he estructurado en forma de capítulos, con un índice, para mayor facilidad de lectura.

    Un pliego que estaba separado, es una carta dirigida a su hijo bastardo de nombre Carlo. A él dedica el manuscrito, y la carta va anexa al final del libro; en ella muestra la tragedia de su vida y su desconsuelo por no haberlo tratado en el interregno que va de su infancia a su mocedad.

    Por último, decir que cedí el manuscrito, at eterna, al archivero y bibliotecario del Monasterio Veritá Infinita, bañado este por el Adriático, en la región de la Emilia.

    Mi deuda con el Fráter Angélico, por haberme permitido vivir allí durante casi un año, dándome las pocas comodidades que los frailes tenían y que yo acepté como si fueran las del mejor de los hoteles, bien merecen mi donación.

    Además por haber financiado esta edición Prínceps, bien ganada tiene esa dádiva. Opino que nunca debió de salir de la península itálica, y ahora ya reposa allí. Pienso que ese habría sido el deseo de mi abuelo.

    Gabriel del Sauce

    ÁRBOLES GENEALÓGICOS DE LOS HABSBURGO DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA, Y SU PARENTESCO CON LOS HABSBURGO DEL SACRO IMPERIO ROMANO GERMÁNICO.

    I

    FEDERICO III de HABSBURGO * Leonor de Portugal y Aragón

    Emperador del SIRG, (Sacro Imperio Romano Germánico)

    (Innsbruck, 1415 - Linz, 1493)

    I

    MAXIMILIANO I SIRG * María de Borgoña

    (Wiener Neustadt, 1459 - Wels, 1519)

    I

    FELIPE I de Castilla * JUANA I

    (Brujas, 1478 - Burgos, 1506)

    ÁRBOL GENEALÓGICO DE LOS GRANDES DUQUES DE TOSCANA

    COSME I de’ Medici * Leonor Álvarez de Toledo

    Nombre secular: Cosimo dei Giovanni de’ Medici

    Primer Gran Duque de Toscana

    (Florencia, 1519 – Florencia, 1574

    Con su amante Eleonora Albizzi tuvo a Giovanni de’ Medici, (Florencia, 1567 - Murano, 1621)

    ver biografía

    I Hijo de Cosme I

    FRANCISCO I de’ Medici * Juana de Habsburgo-Jagellón

    Segundo Gran Duque de Toscana

    (Florencia, 1541 – Florencia, 1587)

    I Quinto Hijo de Cosme I

    FERNANDO I de’ Medici * Cristina de Lorena

    Nombre secular: Ferdinando dei Cosimo de’ Medici

    Tercer Gran Duque de Toscana

    (Florencia, 1549 – Florencia, 1609)

    I

    COSME II de’ Medici * María Magdalena de Austria

    Cuarto Gran Duque de Toscana

    (Florencia, 1590 – Florencia, 1621)

    I

    FERNANDO II de’ Medici * Victoria della Rovere

    Nombre secular: Ferdinando dei Cosimo de’ Medici

    (Florencia, 1610 – Florencia, 1670)

    Quinto Duque de Toscana

    I

    COSME III de’ Medici * Margarita Luisa de Orleans

    Nombre secular: Cosimo de Ferdinando de’ Medici

    (Florencia, 1642 - Florencia, 1723)

    Sexto Duque de Toscana

    I

    JUAN GASTÓN de’ Medici

    Nombre secular: Gian Gastone de’ Medici

    Séptimo y último Gran Duque de Toscana

    (Florencia, 1671 – Florencia, 1737)

    PISA

    1564

    I.

    Dos familias: los dei Sauco

    y los Astai-Medici

    El cálamo tiembla entre mis manos al comenzar este relato, para el que me ayudaré con el frasco de láudano de opio que me ha preparado Marco, mi boticario aquí en Venice. Quiera Dios que me conserve la vida y pueda acabarlo, para con ello exculparme ante ti.

    Nací en la ciudad de Pisa, el día de la epifanía de nuestro señor, en el año de 1564, con lo que habré vivido 70 años. Nuestra ciudad estado, grandiosa e independiente, lo fue tal hasta el año 1406, desde esta fecha depende de la República de Florencia, hoy gobernada por el Gran Cosimo II de’ Medici, Gran Duque de Toscana. Vos habéis de saber que no te engaño si te digo, ya a las puertas de encontrarme en este trance, que el Gran Duque trajo muchos bienes a Pisa: alivió de la peste a nuestra ciudad, además de hacer de ella una belleza sin fin. Construyó grandes edificios, palacios e iglesias, como la de Santo Stefano dei cabalieri, donde fue bautizado tu hermano Vinccenzo. El Campo dei Miracoli fue el escenario de mi niñez, ahí transcurrieron mis juegos, mis aprendizajes y sueños, pero también los comienzos de mis desgracias, que me acompañaron en mi vida disoluta y a la que debo poner fin.

    Mi abuelo, al que no conociste, era un hombre atípico para estos tiempos: inculcó a mi padre el saber y el conocimiento, dedicando media vida a la observación de los cielos y al estudio de las matemáticas de Euclides. Hombre de gran fortuna, gobernaba Il arsenale, donde yo de niño veía salir las barcazas allí construidas, desde los balcones de nuestra casa. Era muy respetado, no en vano pertenecía a la comunidad de los doce ancianos, que junto a la hermandad de los doce humildes, decidían sobre los dilemas de gobierno de esta ciudad; hasta que él y otros trescientos gentilhombres fueron considerados peligrosos, lo que conllevó a la conquista de Pisa por la República de Florencia, en el año de 1509.

    El abuelo Pietro, descendía de una muy antigua familia, los dei Sauco; grandes condotieros, que a través de alianzas con otras familias, prestaban su fortuna y sus soldados mercenarios, a la mejor ocasión y por necesidad de guerrear en otras ciudades-estados.

    Un antepasado nuestro, en el 1116, partió con sus doce galeras en ayuda de los genoveses, a una expedición para asaltar Mallorca e Ibiza. La expedición la comandaba Ramón Berenguer III El Grande, titulado Conde de Barcelona. El asalto a esas islas fue un éxito, pero nuestro antepasado fue mortalmente herido, además de perder gran parte de su flota. El Conde honró a nuestro antepasado con sus favores, además de una gran cantidad de florines y un escudo a perpetuidad, el mismo que cuelga de los reposteros en los salones de nuestra casa-palacio.

    Tal era su fortuna, que de él se decía que tenía tres millones de florines de oro en el Banco Mediceo de Florencia. Esta cifra es todavía hoy inmensa, teniendo en cuenta que en el año 1512, el Virrey de Nápoles impuso a los habitantes de Firenze, pagar 60.000 florines de oro a la Santa Alianza, por los agravios al Rey de España. La fortuna fue mantenida y acrecentada durante generaciones, de facto, mi padre fue un

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