iajamos a la Sevilla del siglo XVI junto a la escritora Susana Martín Gijón (Sevilla, 1981) para adentrarnos en su última novela, , un monumental que retrata a la sociedad de entonces en una ciudad estratégica para el comercio entre el Nuevo y el Viejo Mundo. Siempre he sido muy lectora de novela histórica, no Quería hablar de las personas sin voz, de los desheredados, y entre ellos, quienes menos oportunidades tenían, que eran las mujeres. Ambas son huérfanas, pero mientras una tomó el camino pecaminoso, como dirían entonces, la otra profesa en el convento de las carmelitas descalzas. En España, hace siglos, la violencia y el salvajismo estaban muy naturalizados. Las condenas a la hoguera se vivían como una grandísima celebración en la ciudad, y así lo quise retratar al comienzo del libro. Han sido dos años de trabajo muy muy intenso, hasta el punto de plantearme en algún momento dónde me había metido. Pero al final ha compensado el resultado. Debía interiorizar la época y el lenguaje que utilizaban entonces porque si no, no podía escribir, no podía fluir la escritura con naturalidad. Sí, a finales de ese siglo fue su etapa de máximo esplendor. Fue la capital comercial neurálgica del Nuevo y del Viejo Mundo. Por ella entraban todas las mercancías de la Flota de Indias que venían de las Américas. Todos esos cargamentos de oro o de plata, de riquezas, después se distribuían por España y por toda Europa. Sí, quise hablar de las desigualdades, de esos claroscuros que conllevaban ese crecimiento desproporcionado que sufrió Sevilla. Había mucha riqueza, todo el mundo quería irse a las Indias y esperaba conseguir un pasaje a través del puerto del Guadalquivir, pero también existía una clase muy pobre. Sí, para documentarme. Ya había leído todo lo que hay sobre navíos del siglo XVI y hablado con un catedrático especializado de la Universidad de Sevilla. Pero en un afán de conocer al máximo una galera, fui a visitar una réplica de la Nao Victoria, la de Magallanes que hay fija en Sevilla, cerquita de la Torre del Oro. Me sirvió para ver las partes del barco, imaginar un poco mejor cómo sería la vida a bordo. Gracias a la Fundación Nao Victoria pude también recorrer durante unos días toda la costa del Cantábrico. El mundo de la navegación me fascinó, aunque el mareo es brutal si hay tormenta en el galeón.
