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Todo lo que la democracia no es y lo poco que sí: Defensa de una concepción democratica realista
Todo lo que la democracia no es y lo poco que sí: Defensa de una concepción democratica realista
Todo lo que la democracia no es y lo poco que sí: Defensa de una concepción democratica realista
Libro electrónico238 páginas2 horas

Todo lo que la democracia no es y lo poco que sí: Defensa de una concepción democratica realista

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Este libro nos sorprende con su exposición de una controversia en el corazón de la teoría democrática. Asume el reto enorme de esas preguntas imposibles que todos creemos poder responder hasta que, con la segunda o tercera crítica, quedamos sin palabras. ¿Qué es la democracia? Intentarlo es como entrar en un laberinto. En 1997 Collier y Levistky encontraron en la literatura 550 posibles respuestas. Si la democracia es "el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo" como dijo Lincoln, ¿deberíamos llamar democrático a un gobierno donde el pueblo ha decidido no gobernarse e investir para ello a un "dictador elegido"? Pero si la democracia impone límites también al pueblo, ¿en qué sentido podríamos decir que la democracia es el gobierno del pueblo? Algunos consideran que la democracia son derechos humanos, justicia, igualdad. ¿Algún ejemplo en este mundo violador de derechos humanos, injusto y desigual?"
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 jun 2015
ISBN9789587725001
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    Todo lo que la democracia no es y lo poco que sí - José Fernando Flórez Ruiz

    Flórez Ruiz, José Fernando.

    Todo lo que la democracia no es y lo poco que sí : defensa de una concepción democrática realista / José Fernando Flórez Ruiz. -- Bogotá : Universidad Externado de Colombia, 2015.

    207 páginas ; 21 cm. – (Teoría política y del Estado ; número 1)

    Incluye bibliografía.

    ISBN: 9789587723632

    1. Democracia 2. Filosofía de la democracia 3. Sociología política 4. Derechos humanos 5. Paz -- Teorías I. Universidad Externado de Colombia. II. Título III. Serie

    321.8 SCDD 21

    Catalogación en la fuente -- Universidad Externado de Colombia. Biblioteca - ENC

    Septiembre de 2015

    ISBN Digital 978-958-772-500-1

    © 2015, JOSÉ FERNANDO FLÓREZ RUIZ

    © 2015, UNIVERSIDAD EXTERNADO DE COLOMBIA

    Calle 12 n.º 1-17 Este, Bogotá

    Teléfono (57-1) 342 0288

    publicaciones@uexternado.edu.co

    www.uexternado.edu.co

    Primera edición: septiembre de 2015

    Diseño de cubierta: Departamento de Publicaciones

    Composición: Marco Robayo

    Diseño e-pub por Hipertexto

    Prohibida la reproducción o cita impresa o electrónica total o parcial de esta obra, sin autorización expresa y por escrito del Departamento de Publicaciones de la Universidad Externado de Colombia. Las opiniones expresadas en esta obra son responsabilidad del autor.

    A Verónica

    PRÓLOGO

    Este libro de JOSÉ FERNANDO FLÓREZ RUIZ y la nueva colección de la Universidad Externado que con él se inaugura llegan a buena hora y sobre todo en buen lugar. Porque como contribución a la teoría democrática, abona un campo que en el país no cuenta con un cuerpo de literatura definido. Como ocurrió durante muchos años con el derecho constitucional, que fue escrito en Colombia con criterio más administrativista, más orgánico que dogmático y más preocupado por el poder que por los medios para controlarlo (QUINCHE, 2002), veinticinco años después del comienzo del cambio la filosofía política, y dentro de ella la teoría democrática en el país, siguen sin terreno propio, compartiéndolo con el derecho constitucional. En Colombia se necesita una perspectiva de filosofía política y de teoría de la democracia mucho más robusta, más normativa que descriptiva, más inspiradora de, que inspirada por, el precedente constitucional, con otros autores y con otros textos, con otras técnicas de argumentación distintas a las del derecho constitucional.

    Los diferentes puntos de vista sobre la democracia son limitados e inevitables. En perspectiva histórica, para ubicar las democracias en el tiempo, la de los antiguos y las nuestras, y para poner en contexto, en su lugar y en su específico momento, a los grandes filósofos debatiendo, dando y respondiendo argumentos, enzarzándose en discusiones que pudieron comenzar hace dos mil o doscientos años y aún no terminan. Muchos de estos debates a veces pasan por debajo del visor del derecho constitucional. Es simplemente el precio de que mucho en esos debates de la filosofía política y la teoría democrática no llegue a concretarse al nivel que sí proporciona el derecho constitucional. Otras veces pasan y se distorsionan un poco. En Colombia, por ejemplo, faltó una perspectiva de teoría democrática para una buena adaptación de la democracia participativa, la cual terminó siendo una cuestión de referendos y revocatorias del mandato, cuando en el amplio repertorio de reformas del modelo los mecanismos de participación directa iban muy por detrás en orden de importancia de otros cambios más profundos a la democracia representativa como la participación de los trabajadores en la administración de las empresas, o de los estudiantes en la universidad, de los medios públicos de comunicación, de las asambleas de ciudadanos seleccionados por sorteo y de los consejos locales para la deliberación ¹ .

    El país se alista para una discusión muy intensa sobre la legalización y refrendación de los acuerdos de paz de La Habana. Ojalá no olvide la parte de ese debate que mejor puede ayudarle a resolver la teoría de la democracia. Pueden serle útiles, por ejemplo, el modelo de democracia deliberativa para conducir muchos aspectos de discusión, transparencia y decisión política en este proceso (PARKINSON y MANSBRIDGE, 2012), filosofías políticas alternativas como el republicanismo cívico (PETTIT, 1999; MARTÍ y PETTIT, 2010), otras formas de representación política electoral y no electoral, descriptiva, aleatoria, civil y meritocrática (WILLIAMS, 1998; MANSBRIDGE, 2003; SAWARD, 2009; WARREN, 2008; PETTIT, 2013), nuevos procedimientos más participativos y deliberativos para hacer y reformar constituciones (FISHKIN, 2011; LANDEMORE, 2014; EISENSTADT et al., 2015) y diseños institucionales para concretar de formas no plebiscitarias la participación del pueblo (WARREN y PEARSE, 2008; FISHKIN, 2009; GRONLÜND y Setälä, 2014).

    JOSÉ FERNANDO FLÓREZ, abogado constitucionalista de la Universidad Externado y candidato a Doctor en Ciencia Política de la Universidad Panthéon-Assas (Paris II), en este libro y otros textos suyos ha levantado, con herramientas teóricas y empíricas de la teoría democrática, un puente entre las instituciones de la Constitución y su fundamento democrático. Viene de trabajar con esta óptica temas polémicos de diseño institucional: el debate insomne entre presidencialismo y parlamentarismo que entre nosotros se despierta cada tres o cuatro años, el voto obligatorio y necesario para Colombia en su criterio, y la institución de la reelección presidencial en Amérinca Latina, oponiéndosele y proponiendo, como se hizo en la reforma constitucional de equilibrio de poderes aprobada este año, su eliminación mediante norma constitucional solo reformable en referendo o asamblea constituyente, no por el Congreso.

    Ahora FLÓREZ nos sorprende con su exposición de una controversia en el corazón de la teoría democrática. Asume el reto enorme de enfrentar esas preguntas imposibles que todos creemos poder responder hasta que, con la segunda o tercera crítica, quedamos sin palabras. ¿Qué es la democracia?

    Intentarlo es como entrar en un laberinto. En 1997 COLLIER y LEVISTKY encontraron en la literatura 550 posibles respuestas. Si la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo como dijo LINCOLN, ¿deberíamos llamar democrático a un gobierno donde el pueblo ha decidido no gobernarse e investir para ello a un dictador elegido? Pero si la democracia impone límites también al pueblo, ¿en qué sentido podríamos decir que la democracia es el gobierno del pueblo? Algunos consideran que la democracia son derechos humanos, justicia, igualdad. ¿Algún ejemplo en este mundo violador de derechos humanos, injusto y desigual?

    Aquí, como en muchas otras controversias, unos prefieren ser realistas o minimalistas y apoyar un concepto mínimo de democracia que, a costa de la parte más amable y de tantas expectativas, sirva para describir lo que la democracia es: ante todo, un procedimiento, un método para tomar decisiones a gran escala; no un gobierno del pueblo; un gobierno, si acaso, de élites intercaladas por una mayoría electoral. Pero esta definición deja insatisfechos a todos quienes creen que la democracia es mucho más que una regla de mayoría aplicada cada cuatro años para remplazar a unos privilegiados por otros privilegiados. A esto estas personas –maximalistas o idealistas en algún grado respecto a la postura minimalista– no le llamarían democracia. La democracia, dirían, no son solo elecciones; la democracia es participación del pueblo, deliberación pública, no intercambio de élites sino elección de representantes vinculados a los intereses y deseos del pueblo; la democracia es respeto por derechos fundamentales como la libertad de expresión y garantía de la igualdad entre ciudadanos libres, aun contra cualquier mayoría; democracia es separación de poderes, Estado de derecho, respeto con la Constitución y el orden de leyes vigente.

    FLÓREZ es un teórico de la democracia realista o minimalista, y en este libro explica por qué. La defensa de la concepción minimalista atraviesa toda la obra como hilo conductor. A ella sirven la crítica general al maximalismo esbozada en los capítulos 1 y 5, la presentación del debate en el capítulo 2, la crítica específica –acertadamente dividida en teórica y empírica– de los capítulos 3 y 4, y el capítulo 6 que, junto con el Epílogo, pasan de la crítica al maximalismo a las ventajas de la concepción minimalista.

    Este es un libro de debates. El tema del libro es un debate, pero, además, FLÓREZ sube al ring a viejos y nuevos contrincantes en la teoría democrática en otras controversias más particulares: a la teoría idealista de la representación política como correa de transmisión de la voluntad de los electores vs. la teoría realista de la representación como mera ficción; a la noción maximalista de derechos humanos como la parte indecidible de la democracia vs. su concepción minimalista como recursos contra mayoritarios; a la teoría idealista del bien común y la voluntad general vs. la negación realista de uno y otra; a la concepción del ciudadano pleno y participativo del maximalismo vs. la concepción minimalista del ciudadano alienado; al modelo idealista de la democracia constitucional vs. la comprensión realista del constitucionalismo como límite y no extensión de la democracia.

    A muy buen ritmo, del derecho a la ciencia política, del argumento al dato, del caso hipotético al ejemplo histórico, FLÓREZ recorre todas estas discusiones. En cada controversia deja ver dónde están los extremos, dónde están algunos de los autores más importantes, cuáles son los argumentos, las críticas y las réplicas, de qué lado están las pruebas y dónde está él en el debate. Ahora el lector puede tomar partido. Atraviesan el libro, entre otras, teorías institucionalistas, teorías económicas de la democracia, teorías de la representación, de los derechos humanos, de la elección racional, modelos de democracia, la teología política y el derecho constitucional. El texto de FLÓREZ cuenta también con una dimensión normativa importante apoyada en sus opiniones acerca de cómo deberían, por ejemplo, combinarse mecanismos democráticos y contra mayoritarios, o tecnificarse la democracia, o garantizarse los derechos de los ciudadanos y de las minorías, o modificarse algunas instituciones como la reelección presidencial.

    FLÓREZ enseña el debate, y en distintas partes se detiene a explicar algo que podría pero no debería nunca estar ausente de un libro de teoría como este: un argumento sobre por qué y para qué es una discusión relevante, cuáles son los réditos específicos de contar con una perspectiva minimalista de la democracia y cuáles los riesgos de asumir posturas maximalistas. Él lo aclara, pero me gustaría hacerlo a mí también: la crítica de Flórez no es contra la democracia, sino a una aproximación a la democracia que él no comparte. Pero Flórez trabaja para la democracia con el argumento de fondo del libro: si ahorramos en aspiraciones, si nos decantamos por una concepción procedimental más acotada, dejaremos de culparla por todo lo malo que no puede evitar. Tendremos que ser más agudos y buscar los responsables de la pobreza, de la desigualdad y de la violencia en otra parte. Los modelos económicos o la disparidad entre naciones pueden ser mejores candidatos que la democracia para descargar nuestras frustraciones.

    El segundo aspecto del argumento a favor de la democracia de FLÓREZ es que con un concepto recortado apreciaremos mejor y valoraremos lo que la democracia sí es y sí puede alcanzar. FLÓREZ muestra el valor pacificador de la democracia, su capacidad para, hasta cierto punto, ayudar a evitar la guerra entre Estados democráticos y dentro de ellos asegurar la trasmisión pacífica del poder de un gobierno a otro. No es para nada trivial decir que la democracia son principalmente elecciones. Como ha dicho PRZEWORSKI (1999), trivial puede parecer desde el punto de vista idealista que ha normalizado el hecho de que haya votaciones y hoy demanda más. El minimalismo, en cambio, no ha querido aún dejar de sorprenderse ante el milagro de un mecanismo cuya decisión de poner el poder en manos de alguien es obedecida sin necesidad de la fuerza y aun en sociedades altamente conflictivas.

    SCHUMPETER (1988) en los años cuarenta escribió el clásico del minimalismo, Capitalismo, socialismo y democracia, una obra de cuyas críticas realistas se siguen defendiendo setenta años después pensadores de la democracia en la otra orilla. Luego de SCHUMPETER, al minimalismo no le faltan nombres importantes: KENNETH ARROW, KARL Popper, NORBERTO BOBBIO, GIOVANNI SARTORI y ADAM PRZEWORSKI.

    El minimalismo muchas veces ha prendido las alarmas, y ha obligado a los mejores a corregir sus argumentos. El libro de HANNA PITKIN (2014) sobre representación sería menos bueno si no hubiera tenido que defender de las tesis realistas de SCHUMPETER y ARROW su concepto de representación como un verdadero actuar en interés de los electores. El minimalismo ha movilizado también la investigación empírica sobre la democracia; en todos estos años ha puesto a dudar y motivado a más de uno a averiguar si la democracia trae desarrollo, si ayuda a la paz, si la representación política es verdadera representación. Y la teoría de la democracia todavía tiene que lidiar con muchas preguntas difíciles: ¿cómo creerles a los políticos elegidos con los votos de un partido que después de la elección nos representarán a todos, sin distinciones partidistas (PRZEWORSKI, 1999)?, ¿por qué insistir en llamar mandato a lo que en verdad es confianza ciega que cada cuatro años los electores depositan en sus nuevos representantes?, ¿cómo la mayoría puede llegar a vivir tan mal en una democracia si en una democracia decide la mayoría?, ¿por qué el gobierno del pueblo no distribuye mejor entre el pueblo (ROEMER, 1999)? Siempre el minimalismo ha sido un adversario importante y respetable, el miembro del jurado exigente y pragmático que siempre contrapregunta y al que siempre hay que responder.

    Pero también el minimalismo ha enfrentado críticas severas ² . Creo que los argumentos sistémicos varias veces lo han puesto en aprietos. Argumentos sistémicos como los de P ITKIN (2014), M ANIN (1998) y M ANSBRIDGE (2003, 2011) en el campo de la representación, V ERMEULE (2011) en el de la Constitución, o P ETTIT (2012) y R OSANVALLON (2010) en el de la legitimidad democrática, intentan mostrar que aunque individualmente las instituciones de la democracia puedan tener defectos –las elecciones los tienen, la representación también–, la democracia está compuesta por muchos arreglos e instituciones, formales e informales, que distribuidas con acierto pueden llegar a funcionar muy bien juntas, no por separado. Así mismo están todos los argumentos de grado que apoyan el concepto de democracia de C HURCHILL como el mejor mal sistema de gobierno. Estos argumentos reconocen algo de verdad en el minimalismo: democracia no es igual a justicia, derechos humanos o igualdad. Pero esto no es suficiente: la democracia, de nuevo con todos sus defectos, es todavía más representativa o más justa que todas sus alternativas.

    También la oposición minimalismo vs. maximalismo puede revisarse. Puede describirse la democracia con toda crudeza sin renunciar a un proyecto normativo ambicioso. Un filósofo moral nunca diría que debe mentirse por el simple hecho de que la gente mienta (ESTLUND, 2011). Tampoco el teórico de la democracia está obligado a conformarse con los hechos. Utopofobia ha llamado DAVID ESTLUND (2011, 2014) el temor a los ideales democráticos cuando parecen muy distantes a la realidad. Contra un ideal, dice ESTLUND, no basta el argumento de que es poco probable que suceda así en nuestro mundo. Tendría relevancia moral contra un ideal este mismo tipo de argumento si sostuviera no su improbabilidad, sino su imposibilidad (simplemente, a nadie debe exigírsele lo que no puede cumplir). Hay una diferencia importante entre decir que debemos desconfiar de una verdadera representación porque es poco probable que la gente exprese con su voto una decisión razonada a decir que porque es imposible que la gente tome una decisión razonada debemos desechar el ideal de la representación. Esto cuenta, lo primero no. Porque una teoría normativa perfectamente puede exigir más de lo probable, dentro de lo posible. Una teoría normativa puede demandar más de los ciudadanos, por ejemplo. Este no es el fin del minimalismo, por supuesto. Pero sí le impone una carga de argumentación mayor. El minimalista tiene que tratar de explicarnos, como lo hace Flórez en este libro, no solo que los votantes actúan irracionalmente, sino que no pueden actuar racionalmente; no solo que los políticos mienten, sino que no podemos evitar que lo hagan; no que la voluntad general no exista, sino que no puede existir.

    Pero sobre esto FLÓREZ tiene un punto que yo comparto: una teoría normativa acerca de lo que la democracia debe ser es más atractiva si resiste ataques de ambos flancos, normativos y empíricos. Nada de esto obra en contra ni de la visión ni de la creatividad política de una buena filosofía política (WOLIN, 2004). La fantasía es un recurso válido para entender mejor la realidad: el Leviatán, estados de naturaleza y contratos entre los hombres, velos de la ignorancia y manos invisibles son instrumentos de la imaginación, no de la mentira.

    ***

    Este libro servirá como introducción a la teoría de la democracia para estudiantes, profesores y

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