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La fábrica de emociones
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Libro electrónico73 páginas7 horas

La fábrica de emociones

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Un hombre despierta a un tiempo y un mundo inexactos. En apariencia corresponde a un futuro distópico en que una raza de alienígenas domina la ciudad y a sus habitantes. Pero eso no es más que una perspectiva de la realidad. ¿Dónde está él, y quién es?, eso es lo que le atormenta, en lo que no deja de pensar. Recuerda a Molly, su amor, la mujer de su vida. Molly aparece con diferentes edades y en diversas circunstancias a su alrededor, en sus recuerdos. Pero ¿quién es Molly, quién era, existió alguna vez de verdad?
Miguel Narganes ha escrito un relato inclasificable, a medio camino entre la ciencia ficción, el existencialismo y el misticismo cuántico. Pero ¿quién es Miguel Narganes y qué lugar ocupa el autor, el narrador en la literatura postmoderna?
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento21 jul 2015
ISBN9788416341719
La fábrica de emociones

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    La fábrica de emociones - Miguel Narganes

    Un hombre despierta a un tiempo y un mundo inexactos. En apariencia corresponde a un futuro distópico en que una raza de alienígenas domina la ciudad y a sus habitantes. Pero eso no es más que una perspectiva de la realidad. ¿Dónde está él, y quién es?, eso es lo que le atormenta, en lo que no deja de pensar. Recuerda a Molly, su amor, la mujer de su vida. Molly aparece con diferentes edades y en diversas circunstancias a su alrededor, en sus recuerdos. Pero ¿quién es Molly, quién era, existió alguna vez de verdad?

    Miguel Narganes ha escrito un relato inclasificable, a medio camino entre la ciencia ficción, el existencialismo y el misticismo cuántico. Pero ¿quién es Miguel Narganes y qué lugar ocupa el autor, el narrador en la literatura postmoderna?

    La fábrica de emociones

    Miguel Narganes

    www.edicionesoblicuas.com

    La fábrica de emociones

    © 2015, Miguel Narganes

    © 2015, Ediciones Oblicuas

    EDITORES DEL DESASTRE, S.L.

    c/ Lluís Companys nº 3, 3º 2ª

    08870 Sitges (Barcelona)

    info@edicionesoblicuas.com

    ISBN edición ebook: 978-84-16341-71-9

    ISBN edición papel: 978-84-16341-70-2

    Primera edición: junio de 2015

    Diseño y maquetación: Dondesea, servicios editoriales

    Ilustración de cubierta: Héctor Gomila

    Queda prohibida la reproducción total o parcial de cualquier parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, así como su almacenamiento, transmisión o tratamiento por ningún medio, sea electrónico, mecánico, químico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin el permiso previo por escrito de EDITORES DEL DESASTRE, S.L.

    www.edicionesoblicuas.com

    Nada es lo que parece

    Cuando despertó al fin, advirtió, de nuevo ligeramente exasperado, que ese mundo que había abandonado hacía apenas algunos minutos, aún resistía allí. Pensaba, quizá de manera inútil, que aquel lugar ya debiera haber desaparecido definitivamente bajo la cal de los años para siempre; que realmente aquel turbio pasado, que latía como un segundo corazón bajo su pecho, no debería nunca haberle acompañado otra vez hasta aquella sala de espera en aquel pequeño hospital de provincias; al menos no de esa manera, la misma manera lastimosa de siempre: gimiendo como un perro desgraciado, tal vez agradecido a la mano que se le tiende, pero a la vez rabioso por sentir temor a perderla; un pasado enfermizo como un animal paranoico y apaleado.

    La decisión de regresar a la ciudad maldita ya había sido lo suficientemente dolorosa; puede decirse que había agravado su reciente enfermedad hasta el coma, cosa que había intentado ocultar como pudo a Molly, su mujer, en los días precedentes al viaje. Ella decidió quedarse para sus asuntos, las cosas que en aquel entonces motivaban sus anhelos, fuera de aquella relación agotada y por fin atrozmente confusa que habían mantenido al menos durante los últimos veinte años, perdida felizmente en el brillante camino de sus itinerantes exposiciones de pintura, sus lienzos inacabados y otro género de actividades que la tenían definitivamente olvidada, letalmente atrapada en el curso de los días.

    Tenía programado nuevamente acudir a un evento que acontecía en una sala de exposiciones denominado algo similar a la «Academia de Habitantes», fuera lo que fuese aquel nuevo entretenimiento que se habían buscado ella y sus más queridas amigas por evitarse la vida y, ante todo, la compañía de sus aburridos y ausentes maridos.

    Algún imbécil pretencioso, pensaba a menudo, en tanto bebía sin parar, igual a ese Sebastián de la galería de arte con el que su mujer, sabía de sobras, tenía relaciones y que tanto desprecio mutuo se profesaron sin disimulo alguno el uno hacia el otro en las escasas ocasiones en que tuvieron por fuerza que coincidir, un terco embaucador de ojillos de rata y elaborados clichés las tendría sofronizadas con vagas sabidurías milenarias; entretenidas con hilarantes y burdas vivisecciones a corazón abierto de algún artista recién triunfante en el sofisma encanallado de las galerías de arte; voluntariamente enclaustradas, tal si estuvieran fascinadas bajo el hechizo de un encantador de serpientes, en alguna celda-habitación de la inmensa y desolada gran ciudad; pero eso ya, después de tantos años de matrimonio y desamor, realmente apenas importaba. Que fornicara o se dejase embaucar por quien desease; eso no sería nunca más su problema; ya no más.

    A fuerza de ser sinceros, habré de asegurar que habían fallecido otros familiares en el curso de la última década: otras personas que había conocido ampliamente y que habían ocupado años atrás un lugar casi fundamental en su concepción del mundo. Aun así nunca se había permitido regresar hasta que recibió la noticia de la muerte de Sara. Hacía años que no había vuelto a verla, largos y suaves años de condena en que su razón de madre se fue deteriorando conforme la enfermedad la invadía y la habitaba definitivamente, expulsando de su seno a la mujer tranquila y dichosa que siempre pareció ser o intentar emular; a pesar del mundo, del distanciamiento inexorable y doloroso entre sus hijos, de los sucesos y los golpes de la vida.

    … Sara… Su madre se había llamado Sara hasta que la demencia la expulsó de aquel amasijo de células en que consistía y ya no fue más nunca Sara; solo la imagen reflejada en un burdo espejo de feria donde lo que era ella, no el recuerdo del calor de sus ojos claros, ni la tibia sentina de su seno, ni siquiera la luz de ternura en sus palabras, había quedado brutalmente deformado y desorganizado. Luego, cuando apenas era un despojo paralizado y exánime, ya no importó gran cosa que quedara al cuidado de las monjas en el hospital: ya no era

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