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Pensar sistémico: Una introducción al pensamiento sistémico
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Libro electrónico965 páginas21 horas

Pensar sistémico: Una introducción al pensamiento sistémico

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Hay una forma de pensar diferente y complementaria a la ciencia; este libro trata de las bases coceptuales para ello. El autor se da a la tarea de ordenar la ideas y conceptos diversos sobre los que se sustenta la teoría sistémica, de manera tal que el lecxtor encontrará una obra que congrega por primera vez los pilares para utilizar en su pensamiento las herramientas sistémicas. Con ello tendrá acceso a la comprensión de los fenómenos desde un ángulo relacional, que entiende el universo como una colosal y sorprendente trama de conexiones y relaciones en la cual los seres humanos estamos sumergidos como los peces lo están en el agua. Para comprender desde esta perspectiva se necesita una manera distintiva de contemplar la realidad que nos envuelve, cuyos alcances sopbrepasen los límites de la ciencia.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento25 sept 2012
ISBN9789587167733
Pensar sistémico: Una introducción al pensamiento sistémico

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    Pensar sistémico - José Antonio Garciandía Imaz

    PORTADA

    PORTADILLA

    Pensar sistémico

    Una introducción al pensamiento sistémico

    José Antonio Garciandía Imaz

    Editorial Pontificia Universidad Javeriana

    CRÉDITOS

    RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS

    © PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA

    FACULTAD DE MEDICINA

    © José Antonio Garciandía Imaz

    Primera edición: abril de 2005

    Segunda edición: noviembre de 2011

    Bogotá, D.C.

    ISBN: 978-958-716-773-3

    Número de ejemplares: 500

    Editorial Pontificia Universidad Javeriana

    Carrera 7' n.°. 37-25, oficina 1301,

    Edificio Lutaima

    Teléfono: 2870691 ext. 4752

    www.javeriana.edu.co/editorial

    Bogotá, D. C.

    Corrección de estilos:

    GUSTAVO PATIÑO DÍAZ

    Diagramación:

    Oscar J. Arcos

    Diseño de cubierta:

    Claudia Rodríguez

    Desarrollo ePub

    Lápiz Blanco S.A.S

    Garciandía Imaz, José Antonio

    Pensar sistémico : una introducción al pensamiento sistémico / José Antonio Garciandía Imaz. -- 2a ed. -- Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2011.

    462 p. : ilustraciones, diagramas y gráficas ; 24 cm.

    Incluye referencias bibliográficas.

    ISBN: 978-958-716-461-9

    1. CIBERNÉTICA. 2. ESTRUCTURA Y ORGANIZACIÓN. 3. PENSAMIENTO SISTÉMICO. 4. CONSTRUCTIVISMO (PSICOLOGÍA). 5. COMPLEJIDAD (FILOSOFÍA). 6. HERMENÉUTICA. 7. LA IDEA DEL CONTEXTO. I. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Medicina.

    CDD 001.53 ed. 19

    003.5 ed. 21

    Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S.J.

    ech. Julio 12 / 2011

    Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana.

    ESKAINTZA

    Infernuko sotoak zeharkatzea ezinezkoako abentura da, zembaki ia infinitu ta izengabetuak gizaki eskuharmen gaberik. Aihek, jakin gabe, izendu dira bideko kristelak arria itxuratzen dutenak.

    Aien gabezian ez ziren izango drama ta erdia, aien gabezian ez genuen izango orain izan garenok. Gizaki guztia bere sakonean toton egindutena, gukan egitendu itza.

    Orregaitik gizon gizaki maitazalea bere barruan jakinendu bat eta anitz gizon dala. Gure beiberatasuna besteekin harremanetan azaleratu da, danok daukagu gauz asko eskertzeko besteatzuri. Batzuk harrokeriaz beteta esaten dute, bakarrik atera direla aurrera bizian inor laguntza gabezian, nik esanbehar det alderantziz poztutzen naizela zeren bizia sariztatu egin naut aumbeste gizaki laguntzaile nere bizian topo egin nautelakoz. Danok daukate bere leku txukuna nere biotzean, denori zor ukatzen dizkiot gauz asko, nere zorrak asko ta aundiak dira, ta nola biotzeko zorrak sekula kitatzen dira nahiz eta ordaindu egiten dugulakoz, orri onetan hustiratzen det nere ordainketa asteko.

    Ez gara garenok, askok gara ta askok utzi dute gure baitan bere laztan, maitasun ta begirune marka bizian zehar. Emen jarraipen azaltzen diren gizakiak lagundu egin dute nere baitango ta biotzako diseinuan. Danori eskertzen dizkiot sakon sakonetik zeren nere barruan dauden zintzotasun, hondasun ta zoriontasun beraien maitasunerekin ereindu izan zen nere biotzean.

    Klaudia nere emaztea, Ander ta Isabella nere seme alabak, zer esan, oiek dira nere maitasun ta bizi guztia.

    Albaro ta Joshepa nere gurasoak, nere ondasun aundiena oien tartean azitzea.

    Arantxa, Mireia, Gotzone ta Ereide, neretzako eskuzabaleko maitasuna ta biziko poza.

    Jose Mari Imaz Mendiola, osaba biotzekua, aimbeste zordizkiot, ¿nola ordaindu bere laguntza probidentziala?. Bere Emaztea, Gloria eta José Mari ta Luis Carlos.

    Patxi Ceberio Maiza, sakonako laguna, adiskide ta anaia, ¿Nola ordaindu bere beti prestasuna?, atzo, gaur ta beti.

    Tomás Sainz ta Inés Penagos, urrutian ta bakardadean maitasuna.

    Aida Esperanza Lizkano eun peso bakarrekin urrutian lagunkide.

    Herriko lagunak, Josinazio Bakaikoa, Pello Goia, Juanes Zeberio, Francisco Javier Loban, Kato Oiarbide, Etteban Razkin, Tomás Ezkutari, Jose Javier Garziandía, Pablo Jaka, Iñaki Mariñelarena, Pello Lasa, Luis Miguel ta beste denak oroimenan beti daudenak.

    Beste lekuko adiskideak, Ricardo Morla Bologna biotz zabala Guayaquilen. Adel Magmud Hasanein, dembora pasa bainan El Cairon adiskide.

    Etxarri-Aranatz, nere herria, nere lendabiziko unibertsoa, han lendabiziko argia.

    Nere hilobiak, Karmen Mendiola, Romana Urrestarazu, Leandro Garziandia ta Basilio Imaz aittunak, Luis Karlos Mendinueta Imaz, Pello Mariñelarena Imaz lengusuak,osaba Juanito Garziandia (Txistu), izeba Manolita Garziandia. Osabak Benancio Urrestarazu, Patxi Urrestarazu, Telesforo Mariñelarena, Balbina Iriarte, Valero Mundiñano, Angela Imaz, Juana Mari Imaz, Ramón Beltza, Juanito Mendinueta, Mari Carmen Mariñelarena Imaz ta José Ramón Ansó.

    OFRECIMIENTO

    Atravesar los sótanos del infierno es una aventura imposible sin las relaciones de un infinito conjunto de personas desconocidadas. Ellos, sin saberlo, han sido los cristales que dan color a las piedras del camino.

    En su ausencia, no habría habido ni el medio ni el drama, en su ausencia no habríamos sido lo que ahora somos. Toda persona que haya llegado a la profundidad de su ser, se refiere a sí como nosotros. Por ello el hombre que ama al ser humano sabe en su interior que somos uno y muchos. Nuestro ser se ha diseñado en relaciones con otros, y por ello tenemos mucho que agradecer a otros. Algunos, desde su orgullo, afirman que se han hecho solos a sí mismos sin nadie; yo he de decir, por el contrario, que la vida me ha premiado con el encuentro de personas que me han ayudado.Todos tienen un espacio especial en mí, a todos ellos les debo mucho, mis deudas son muchas y grandes, y como las deudas del corazón nunca desaparecen, aun cuando lo intentemos, en esta página comienzo a escanciar el agradecimiento que intenta saldar mi deuda.

    No somos lo que somos, somos muchos, y muchos, a través de la vida, han depositado en nuestro ser el sello de su mirada, cariño y afecto. Las personas que aquí figuran han contribuido al diseño de mi alma y corazón. A todas ellas les agradezco profundamente porque lo que hay de bueno en mí se sembró con su amor.

    Mi esposa, Claudia; Ander e Isabella mis hijos. ¿Qué decir? Son mi vida.

    Álvaro y Joshepa: mis padres mi mayor fortuna crecer con ellos.

    Arantxa, Mireia, Ereide y Gotzone, mis hermanas: el amor generoso y alegre.

    José Mari Imaz Mendiola, mi tío del corazón, le debo tanto, ¿cómo agradecer su providencial ayuda?. Su esposa Gloria y José Mari y Luis Carlos

    Patxi Ceberio Maiza, compañero, amigo y hermano, ¿cómo agradecer su disposición y generosidad? Ayer, hoy, siempre.

    Tomás Sainz e Inés Penagos, afecto y cariño en la lejanía y la soledad.

    Iñaki Ibarra y María Elena, que me acogieron.

    Aida Esperanza Lizcano, cien pesos, la amistad en las dificultades.

    Los amigos del pueblo, Josinazio Bacaicoa, Pello Goya, Juanes Ceberio, Francisco Javier Loban, Juan Miguel (Kato) Huici, Tomás Ezcutari, José Javier Garciandía, Esteban Razquin, Pablo Jaca, Pello Lasa, Iñaki Mariñelarena, Luis Miguel Ansotegui, Ibon Jacay y todos los demás que permanecen en mi recuerdo.

    Los amigos de otras partes, Ricardo Morla Bologna, el gran corazón de Guayaquil. Adel Magmud Hasanein, amigo a través del tiempo en El Cairo.

    Etxarri-Aranaz, mi pueblo, mi primer universo, la primera luz.

    Los Escolapios que me educaron. Mis maestros del Departamento de Psiquiatría.

    Los que se fueron: Carmen Mendiola, Romana Urrestarazu, Leandro Garciandía y Basilio Imaz, los abuelos. Luis Carlos Mendinueta Imaz y Pello Mariñelarena Imaz, los primos que empezando la vida nos dejaron. Los tíos que alegraron la infancia: Juanito Garciandía (Txistu), Manolita Garciandía, Venancio Urrestarazu, Patxi Urrestarazu (mi reencuentro con la música), Telésforo Mariñelarena, Balbina Iriarte, Valero Mundiñano, Angela Imaz, Juana Mari Imaz, Ramón Beltza, Juanito Mendinueta, Mari Carmen Mariñelarena Imaz y José Ramón Ansó.

    AGRADECIMIENTO

    Debo agradecer a Lola Rico de Brieva, Jeannette Samper, Jorge Sandoval, Ricardo De La Espriella y al Dr. Miguel Uribe, quienes amablemente dedicaron su tiempo con generosidad para leer el manuscrito y contribuir con sus comentarios a corregir y mejorar sus contenidos.

    PRESENTACIÓN

    Este es un texto que nació con una finalidad: tratar de organizar la información conceptual que la sistémica utiliza para pensar y teorizar. Desde hace varios años, a la hora de dictar Teoría Sistémica a los residentes de Psiquiatría y Medicina de Familia, me encontré con que la información disponible se hallaba diseminada en diferentes libros y autores.

    Sin embargo, no existía un texto que pudiera contener entre sus informaciones lo que se encontraba disperso. Con esta inquietud me dediqué a llevar a cabo esta labor de escribir un corpus teórico que pudiera facilitar el estudio de la sistémica. No sé qué tanto lo habré logrado, con toda seguridad otros podrían hacerlo mejor y con mayor pertinencia.

    Hay muy pocas ideas mías en el libro, la mayoría pertenecen a un gran número de autores que me han servido de referencia y a quienes debo agradecer todos los esfuerzos que realizaron para pensar y conceptuar, de manera que hoy, quienes deseamos introducirnos en el campo de la sistémica, tenemos allanado el camino.

    INTRODUCCIÓN

    Había pensado que introducir la sistémica a un colectivo de psiquiatras y futuros psiquiatras iba a ser difícil. Sin embargo, la fortuna me premió con una de esas circunstancias que se presentan en el momento más oportuno. El profesor von Foester llegó a Bogotá a impartir un curso de tres días que habría de versar sobre cibernética y, como él bien dijo en aquella ocasión: he hablado de cibernética para introducirles en la sistémica, porque pienso que es la forma más elegante.

    Recuerdo que en esa oportunidad el profesor von Foester inició sus conferencias proponiéndonos un ejercicio sobre el cual había basado el título de sus conferencias, La Metáfora del Punto Ciego. El ejercicio consiste en poner frente a su ojo derecho, a una distancia de 20 cm, su índice derecho y el pulgar (como si hiciese ademán de disparar). Después debe realizar un pequeño movimiento de vaivén, acercando y alejando la mano y comprobará que la punta de su pulgar, en un punto, desaparece de su campo visual. ¿Por qué?, la explicación fisiológica de este fenómeno consiste en que en la retina, justo donde se organiza el nervio óptico, poseemos un punto que es ciego a la visión. Con el ejercicio lo ponemos en evidencia cuando el pulgar está justo en el campo de ese punto.

    Con frecuencia pensamos que nuestro campo de visión es completo y lo vivenciamos así, no nos percatamos de los huecos, vacíos o espacios ciegos. No vemos que no vemos. Algo similar acaece con nuestro conocimiento, no sabemos que no sabemos. También podría utilizarse otra metáfora para expresar esta idea, la del iceberg. Esto se refiere a nuestra relación con el conocimiento, o lo que es lo mismo, a nuestra relación con la ignorancia. La ignorancia de la ignorancia, que von Foester planteaba como un juego y divertimento circular: no vemos que no vemos, que no vemos que no vemos...

    Lo que les estoy planteando a través de este ejercicio del dedo es un movimiento autorreferencial, un movimiento circular en el que mi ojo mira mi dedo y en esa redundancia de ese movimiento autológico tomo conciencia de un fenómeno: no soy consciente de que no veo. Se dan cuenta ustedes de ¿qué es lo que quiero expresar? Sí, piensan bien, estoy transgrediendo e incitándolos a ustedes a sobrepasar la línea, la frontera de lo sabido. Les estoy hablando del conocer.¹

    El acto de conocer es un fenómeno incompleto, por más que se pretenda abarcarlo todo, siempre existe una parte que elude nuestra intención de conocer. Esta imposibilidad de conocer la plenitud de un fenómeno coloca frente al acto de conocimiento una inquietante pregunta ¿cómo hacer para actuar sin comprender totalmente? Una referencia a von Foester ilustra la respuesta.

    Con un grupo de profesores me senté detrás de un espejo que nos permitía mirar sin ser mirados; enfrente estaban el papá, la mamá, la niña, el muchacho y el terapeuta familiar. Tras una serie de preguntas se quiso indagar sobre lo que pensaban unos de otros y, entonces, el terapeuta interrogó a la mujer: ¿qué cree usted que opina su hija sobre su marido? Ella estaba sonriendo, pero al escuchar la pregunta su cara cambió completamente. Nunca se le había ocurrido pensar lo que podía opinar su hija con respecto a su marido, por lo que tuvo que inventar una historia en el acto. Inmediatamente comenzó a cambiar toda la relación entre los miembros de la familia: mientras el marido se preguntaba por qué su hija pensaba determinada cosa de él, la hija se decía, ¿cómo cree mi madre que yo pienso eso de mi padre?, etc.

    ¿Ven el efecto terapéutico de estas preguntas locas? Esto sucedió durante un rato, y cuando mis colegas se marcharon me pregunté qué pasaría si quitase el volumen y solamente viese. Así lo hice y me parecieron muy graciosos los gestos, era una locura; de repente todos se pusieron en pie, se dieron la mano, el terapeuta sonrió y yo me quedé pensando en qué era lo que había sucedido. Más tarde, el terapeuta me hizo saber que la intervención había sido un éxito y que todos se sentían muy contentos. Pero, ¿qué habían hecho realmente? Ruidos con la boca. Y eso, ¿cómo podía ayudarles?

    A eso yo le llamo magia. La magia acontece cuando sabemos cómo tratar algo que no podemos comprender. Fueron los griegos quienes establecieron la diferencia entre praxis (lo que se maneja adecuadamente) y episteme (entender el porqué de lo que se está haciendo). Así, por ejemplo, hablamos con fluidez, pero si alguien nos pregunta cómo lo hacemos, ¿cuál creen que sería nuestra respuesta? Mi teoría es que no hay respuesta para esa pregunta y quisiera demostrarles que, por principio, no hay respuesta posible. Todos, querámoslo o no, somos magos, pues constantemente y de manera competente hacemos cosas sin saber cómo. He usado una antigua palabra, magia; pero como para ciertas personas esta palabra es pura charlatanería, voy a usar la palabra sistémica, que es una palabra legítima. ¿Qué quiere decir? La sistémica es el arte de ver, averiguar y especialmente reconocer conexiones entre las entidades observadas.²

    Estamos habituados a pensar que la forma de conocer, entender, analizar las cosas del mundo es la ciencia. A ella acudimos para explicar fenómenos o acontecimientos, dar a entender cómo comprendemos ciertas cosas de la realidad. En griego existe un término, gnosis, para hacer referencia al acto de conocer, y éste aparece sumergido en muchas palabras como reconocimiento, conocedor, conocer, gnóstico, agnóstico, etc. Todas ellas expresan el concepto de saber algo, de adquirir un conocimiento. La forma clásica que hemos adquirido y heredado de los griegos para adquirir conocimiento es la ciencia, y su método ha dominado en Occidente durante varios siglos.

    Sin embargo, la ciencia es una de las formas de conocer. La raíz etimológica de la palabra ciencia se remonta hasta el vocablo ski. Esta partícula tiene varias funciones, se trata de una partícula de separación, significa separar, dividir, distinguir, diferenciar y rechazar. Aparece en muchas palabras como cisma, esquizofrenia (mente dividida), ciencia, escisión, etc. Y si seguimos el rastro de esa partícula griega llegamos a la partícula shit propia de los idiomas de origen indoeuropeo y cuyo significado es mierda. Las heces son el primer producto sobre el cual comenzamos a tener, en nuestra primera infancia, un interés de orden científico. Es un producto que se separa, se divide, se diferencia, se distingue y es rechazado por nuestro cuerpo y nos informa de la existencia de un límite entre nosotros y el mundo donde están los objetos que pueden ser sometidos al acto de conocer. La mayoría de los actos científicos se inician con la observación de un objeto, después de la descripción se pasa a la fase de estudiar las partes de los cuales está compuesto. Y en este proceso se van separando las partes, en un afán por desentrañar la naturaleza última de su esencia y composición. Un ejemplo ilustrativo es el del estudio de la materia. Se inicia por la separación, la división de las moléculas, después partes más pequeñas como los átomos, para posteriormente pasar a estudiar las partículas subatómicas (neutrones, electrones, etc.). Y, de esta forma, se sigue el proceso de reducir cada vez más el objeto de observación hasta que se llega a una parte tan pequeña que ya no se puede estudiar o bien desaparece como objeto de observación. Éste es un proceso de reducción y el reduccionismo es la característica del proceso de conocer científico. Particularidad que no debe tomarse en sentido peyorativo, sino como la expresión de un método de abordaje al conocimiento.

    Sin lugar a dudas, la ciencia y su forma de conocer son esenciales en el abordaje de fenómenos de conocimiento que tengan relación con el hecho de distinguir, diferenciar, clasificar (en principio la ciencia ordena, taxonomiza), como, por ejemplo, establecer las características de un determinado animal o bien las diferencias entre una especie y otra de animales, plantas o minerales. Conocer de manera científica puede tener inconvenientes, se centra, sobre todo, en el estudio de la materia, nos facilita la comprensión de las partes de las que se compone algo. Sin embargo, el mundo es algo más que materia, también es preciso comprender aquello entre las partes, entre las cosas, qué aspectos las unen o hace que se relacionen unos objetos con otros. Cómo un objeto que estudiamos aisladamente se conecta y se relaciona con otros objetos y su contexto.

    En este punto la ciencia comienza a tener problemas, puesto que no sabe cómo conocer a través de aquello que une. Cuando deseamos estudiar una entidad conformada por relaciones, la ciencia entra en colapso, falla. De este modo, cuando se pretende el estudio de las relaciones entre personas, sobre el lenguaje, el funcionamiento del cerebro, el estudio de una cultura, una etnia o una sociedad, es necesario preguntarse por aquello que los une y los mantiene como un todo. Sin duda estudiar a un sólo individuo para comprender una sociedad no será suficiente, es necesario abordar el mundo de las relaciones que rigen esa sociedad y cuando eso se presenta la ciencia carece de las herramientas necesarias para ello.

    Ante este hecho, no es útil reducir el objeto de observación a su mínima expresión para estudiar colectivos. La pregunta que nos hacemos es: ¿qué es lo complementario a esta categoría de cortar, diferenciar, distinguir, separar y reducir? Quizá haya que pensar en la posibilidad de identificar. Esta palabra se compone de la raíz identi (igualdad) y la raízfi de faxari (hacer). Por lo tanto, identificar tiene el sentido de hacer igualdad, unificar, unir. Identificar es mirar qué tiene de igual un objeto con relación a otros objetos. Así, en lugar de distinguir, lo que se hace es identificar; en lugar de separar o fusionar se busca conectar. El complemento a la acción de separar y distinguir será, por tanto, la acción de unir, juntar y reunir. Existe también un recorrido etimológico para esta condición de ver aquello que une y conecta cosas entre sí. Se trata de la raíz indoeuropea hen que a su vez da origen a la raíz inglesa one, una unidad. También en griego existe una raíz que expresa el mismo sentido de unificación, gen (unidad, conexión). De ella deriva la raíz syn que a su vez dará origen a las palabras sinfonía (unión de sonidos), simposio (unión de temas), síntesis (unión de aspectos en oposición), sistema (un conjunto de elementos) y otros términos que siempre expresarán el sentido de unión y conexión.

    Entonces, si la noción de separar ya no es suficiente para conocer el funcionamiento de colectividades, ¿por qué no adoptar la idea de juntar, de unir y buscar conexiones? A esto le llamamos sistémica, una forma de conocer aquellas unidades que están completas. Con la sistémica se enfatiza el aspecto de estar conectado. ¿Qué es aquello que conecta?, ¿cuáles son los elementos conectores?, ¿cuáles son las relaciones, las estructuras y organización entre los diferentes elementos de un grupo y que flotan en el vacío del espacio que los separa? Hasta ahora hemos planteado dos formas de mirar las cosas y los fenómenos, de ellas se derivan a su vez dos formas de conocer que facilitarán dos formas de comprender, una es la ciencia y la otra es la sistémica. Dos maneras de abordar y acceder al conocimiento que no se contraponen sino que son complementarias. Allá donde la ciencia encuentra sus límites es complementada por la sistémica y lo mismo sucede en sentido contrario.

    Llegados a este punto, la pregunta que nos hacemos es, ¿cuáles son los fundamentos de la sistémica? Desde la perspectiva de von Foester se reducen a tres aspectos, la cibernética (hace referencia a la causalidad), la hermenéutica (se refiere al lenguaje) y el constructivismo (que se refiere a cómo abordamos la realidad).

    La sistémica no es algo ajeno a la historia del pensamiento humano. Ha estado presente en diversos autores como Hipócrates que en sus Tratados médicos hace algunos comentarios relacionados con el pensar sistémico:

    Me refiero a esa investigación que consiste en conocer con exactitud qué es el hombre, por qué causas llega a existir y todo lo demás. Porque a mí al menos me parece que las cosas que un médico debe necesariamente saber sobre la naturaleza y esforzarse en aprender, si quiere actuar correctamente, son, qué es el hombre en relación con lo que come y bebe, qué es en relación con sus demás hábitos y qué le puede pasar a cada individuo a partir de cada cosa concreta. Y no decir simplemente que el queso es un alimento nocivo porque perjudica al que se atiborra de él. Lo que hay que decir es qué tipo de mal, porqué motivo y a qué elemento del organismo no le conviene, porque hay otros muchos alimentos y bebidas nocivas que no afectan siempre de la misma manera la salud del hombre.³

    En este párrafo Hipócrates es consciente de que todo fenómeno existente es único y por lo tanto rechaza cualquier reduccionismo basado en explicaciones lineales sobre el origen de la enfermedad. Para él, la enfermedad está relacionada con circunstancias contextuales más que por una causa mínima. En este breve párrafo insinúa cómo la enfermedad es consecuencia de la ecología del momento de la persona, y, en este sentido, su visión del fenómeno patológico es sistémica. Esta mirada es explicada con mayor claridad en otro párrafo, en el cual se corrobora cómo la enfermedad se relaciona con el ambiente más que con una causa concreta.

    Hay que conocer las salidas y las puestas del sol, de modo que se sepa prevenir los cambios y los excesos de las comidas y bebidas, de los vientos y del universo entero, de todo lo que, ciertamente, les vienen a los seres humanos las enfermedades.

    Anaxágoras de Clazómenas, filósofo presocrático, también de la antigüedad, plantea un principio de pensamiento sistémico cuando afirma que: Todo está en todo. En cada cosa están contenidas todas las cosas. En el manjar que comemos están contenidas todas las cosas.

    Demócrito, así mismo, hace un comentario donde enfatiza en la importancia de la relación en la composición de las cosas: [...] todos los cuerpos derivan de la combinación, es decir, del entrelazamiento de los átomos.

    Y la combinación es quizá uno de los conceptos más importantes del pensamiento sistémico, en el sentido que es una expresión de la trascendencia de la relación como punto central del pensar sistémico.

    Con posterioridad, Platón hizo comentarios en sus obras con un claro tinte sistémico que puso en boca de Sócrates.

    Sócrates: —Por consiguiente, según creo resulta que somos, si es que somos, o que llegamos a ser, si es que llegamos a ser, el uno en relación al otro, ya que la necesidad ata nuestro ser, pero no lo ata con otras cosas ni con nosotros mismos. Resulta, pues, que estamos enlazados el uno con el otro. De manera que, si se dice de algo que es o que llega a ser, hay que decir que es para alguien, de alguien o en relación con algo. Pero nosotros no podemos decir que algo es o llega a ser en sí mismo y por sí mismo, ni podemos consentir que nadie lo diga, según nos indica el razonamiento que hemos expuesto.

    En este comentario es evidente la trascendencia que posee para el autor la relación como resorte que constituye parte fundamental de la identidad del ser humano. Aspecto que de nuevo es señalado por su alumno Aristóteles en el libro I de la Política.

    Todas las cosas se definen por su función y por sus facultades, de suerte que cuando éstas ya no son tales no se puede decir que las cosas son las mismas, sino que del mismo nombre. Así pues, es evidente que la ciudad es por naturaleza y es anterior al individuo; porque si cada uno por separado no se basa a sí mismo se encontrará de manera semejante a las demás partes en relación con el todo. Y el que no puede vivir en comunidad, o no necesita nada por su propia suficiencia, no es miembro de la ciudad, sino una bestia o un dios.

    En todos existe por naturaleza la tendencia hacia tal comunidad, pero el primero que la estableció fue causante de los mayores beneficios. Pues así como el hombre perfecto es el mejor de los animales, así también, apartado de la ley y de la justicia, es el peor de todos.

    En el comentario, Aristóteles redunda en la inevitable necesidad de vivir en relación con otros que contiene la condición humana. El ser humano es tal, en la medida en que se relaciona con otros seres humanos y es en esa conexión donde adquiere esa naturaleza.

    Finalmente son de anotar algunos de los comentarios del estoico Marco Aurelio en su obra Meditaciones, en la cual expresa opiniones como éstas:

    Para cualquier parte de la naturaleza es bueno aquello que colabora con la naturaleza del conjunto y lo que es capaz de preservarla.

    Y conservan el mundo tanto las transformaciones de los elementos simples como los compuestos. Sean suficientes para ti estas reflexiones, si son principios básicos.

    [...] Es preciso tener siempre presente esto, cuál es la naturaleza del conjunto y cuál es la mía, y cómo se comporta ésta respecto a aquélla y qué parte, de qué conjunto es; tener presente también que nadie te impide obrar siempre y decir lo que es consecuente con la naturaleza, de la cual eres parte.¹⁰

    [...] Todos colaboramos en el cumplimiento de un solo fin, unos consciente y consecuentemente, otros sin saberlo; como Heráclito, creo, dice, que, incluso los que duermen, son operarios y colaboradores de lo que acontece en el mundo. Uno colabora de una manera, otro de otra, e incluso, por añadidura, el que critica e intenta oponerse y destruir lo que hace. Porque también el mundo tenía necesidad de gente así.¹¹

    [.] Todas las cosas se encuentran entrelazadas entre sí y su común vínculo es sagrado y casi ninguna es extraña a la otra, porque todas están coordinadas y contribuyen al orden del mismo mundo.¹²

    Como puede comprobarse, el autor hace énfasis en la importancia del vínculo, de la relación, como aspectos esenciales de la naturaleza y condiciones humanas que tienen un inevitable carácter de influencia en el comportamiento y las acciones. La idea de un todo articulado, de un sistema, está presente en la sombra de estas expresiones con un sabor que recuerda algunas de las expresiones más lúcidas de Bateson sobre el principio conector que rige el universo.

    En la Edad Media, Escoto Eriúgena también resalta la importancia de la relación como elemento de trascendencia en la existencia:

    También me admira que puedas dudar acerca de la relación, cuando ves que no puede radicar en un único e idéntico sujeto. La relación siempre implica a dos y ¿quién podrá dudar de que a partir de la tendencia mutua de dos se genera movimiento?, ¿puede haber otra razón más evidente que distinga lo que está en reposo de aquello que se muere?¹³

    Pero esta tradición del pensamiento sistémico se remonta a tiempos anteriores a la palabra escrita, la tradición oral anterior estuvo presente y fue finalmente compilada en un texto del siglo primero de nuestra era. Se trata del Tractatus Herméticus atribuido a Hermes Trismegisto,¹⁴ un tratado secreto que fue pasando de generación en generación de forma oral. Está relacionado con Pitágoras y la escuela que él fundó luego de haberse formado en Egipto. Los libros herméticos abordan una visión panteísta del universo y en sus principios pueden encontrarse elementos conceptuales de orden causal circular, sistémico y de pensamiento complejo. En la escuela pitagórica existían dos tipos de alumnos, aquellos que podían acceder a un determinado conocimiento por sus condiciones y algunos que por sus habilidades se consideraba que podían acceder a un conocimiento más complejo. Estas enseñanzas formaban parte de un cuerpo de conocimientos que hacía énfasis en la capacidad de relacionar e integrar diferentes aspectos. Esta tradición de la hermética pasó a la Edad Media y uno de sus más importantes cultivadores fue Raimundo Llulio (Ramón Llull) quien escribió un texto llamado Ars Magna Universalis, un tratado sobre la enseñanza a partir de las relaciones, en el cual sostenía que la forma más fácil de aprender era a través de las combinaciones de elementos.

    Más tarde, Alberto Magno escribe textos con un claro pensamiento sistémico, sólo que en ese momento se conocía por magia, de la que dice: La magia identifica un terreno común entre la ciencia de la astronomía, astrología en conjunto y unión con todas las ciencias naturales, con las fuerzas de las piedras, de las plantas y de todas estas áreas en poder de la naturaleza y el universo.

    Con posterioridad es Giordano Bruno quien retoma este espíritu del pensar sistémico, que se hace evidente en su forma de discurrir y disertar integrando diferentes posturas y extremos.

    No dej an de tener un tinte sistémico también algunos principios de la alquimia, como: La virtud unida es fuerte. Nada sin ti. A través de nosotros todo. Yo soy un cautivo de tu belleza. Yo venceré tu silenciosa lejanía. Tu regeneración está en mi poder. A través tuyo yo viviré.

    Paracelso planteó el principio de la homeopatía, las cosas similares se curan con cosas similares. Ya en nuestro siglo la Gestall se perfila como un precursor de la sistémica. Y como un claro predecesor y pensador sistémico nos encontramos con Bateson quien escribió en su texto Espíritu y naturaleza: ¿Cuál es la pauta que conecta al cangrejo con la langosta, a la orquídea con la rosa, y a los cuatro conmigo? ¿Y a mí y a ustedes con la ameba, en un extremo y el esquizofrénico, en el otro?.¹⁵

    TETRAPHYLUM

    La sistémica, para von Foester, se constituye a partir del entramado de tres aspectos que, como una trenza de tres lazos de pelo, van entretejiéndose para formar una unidad. Sin embargo, a esta trenza es preciso incorporarle un nuevo lazo que considero fundamental, el pensamiento complejo desde la perspectiva de Morin, con lo cual la trenza se transforma en un tetraphylum de cuatro columnas que sostienen el edificio conceptual sistémico. La primera columna es la cibernética, en la cual se fundamenta el aspecto causal de la sistémica, la causalidad circular. La segunda columna está formada por el constructivismo, que se refiere a cómo se aborda el problema de la realidad. La tercera columna es el pensamiento complejo, cuyo espíritu plantea el método de pensar desde una perspectiva sistémica. La cuarta columna es la hermenéutica, donde se sostienen el lenguaje y el arte de la interpretación.

    Es preciso aclarar un aspecto antes de pasar al planteamiento de cada una de estas disciplinas.

    Existen dos formas de explicar la conducta. El físico propone una causa que produce un efecto específico donde opera una ley de causa y efecto. A esto se le llama ley de la naturaleza, sin embargo, qué ocurre cuando los sonidos acompañan a los gestos o los gestos acompañan los sonidos. La ciencia no es muy útil para entenderlo, es preciso hacer una integración. Este es el campo de trabajo de la sistémica.

    Así pues, la ciencia y la sistémica son dos formas de llegar al conocimiento, ninguna es superior a la otra, son herramientas para propósitos diferentes. Ambas son las dos columnas de Hércules sobre las que construimos el conocimiento. Son dos formas del conocer en absoluto contradictorias. Dos modos de abordar lo desconocido que se complementan, que no compiten, que se apoyan mutuamente. El término crucial para entender la relación entre ciencia y sistémica es apoyo, de modo tal que podemos saltar de uno a otro modelo de pensamiento, siempre y cuando se sepa en cada momento donde se está, si en el espacio de la ciencia o en el de la sistémica.

    CIBERNÉTICA

    Para iniciar este tema es preciso recurrir al origen etimológico de la palabra cibernética. En su acepción original griega kybernetiké tenía el significado de navegación. De tal modo que cibernauta era el navegante y más en concreto, el timonel del barco. Éste, para mantener el rumbo o dirección del barco hacia su destino final, debía calibrar constantemente con el movimiento del timón, todas las influencias del contexto como el oleaje, el viento, sortear una tormenta, corrientes marinas y demás fenómenos naturales que desviaban al barco de su ruta original. Si el timonel mantuviera el timón en la misma posición sería muy probable que el barco se desviara de su ruta original y nunca llegara a su destino final. Es decir, había una interacción constante entre el timonel y las circunstancias que lo rodeaban, la ecología del momento. Y esa interacción era circular, el movimiento del barco estaba ligado a la interacción circular del oleaje y el timonel, el viento y el timonel.

    Para introducir el tema de la circularidad, von Foester hacía referencia a la conducta de los animales, que no puede explicarse por la física, como sí pueden abordarse otros aspectos de la naturaleza. La ciencia está habituada a encontrar las causas, los efectos y las consecuencias de los fenómenos. Pero si un científico pretendiera describir la ley del gato es muy posible que no pueda lograrlo, aunque algunos conductistas intentaron en el pasado predecir la conducta de un gato cuando se le ponía un papel delante de la nariz, también se percataron de que si colocaban un plato con leche en la cocina, el gato iba y se la bebía. Según el autor, para Bateson no pasó desapercibida esta observación, ¿qué hace que un gato al ver un plato con leche se acerque y se la beba? No es posible responder a esta pregunta sin hacer alguna modificación al planteamiento del problema. Así que Bateson pensó en un concepto al que llamó meta, porque si bien no podemos predecir el camino que el gato recorrerá hasta llegar a la leche, sabemos que sí la quiere y que desea llegar a su meta.

    Si seguimos la secuencia de cómo el gato accede a la leche, podemos visualizar cómo hay una meta, la leche, el lugar donde el gato quisiera estar; para ello debe ver la leche, ubicarse donde está la leche mediante un aparato, un sensor que le informa en cada momento dónde está situado; una vez ubicada la leche, compara su posición con la de la leche, donde quisiera estar y lo hace mediante un aparato que computa, compara: un computador; finalmente se acercará al plato después de haber recibido una orden del computador para efectuar ese movimiento.

    El computador que el gato posee en su interior organiza su movimiento como un proceso dinámico de reducción progresiva de la distancia que lo separa del plato con leche. El aparato que realiza ese proceso es un efector, y su función es menguar la distancia entre gato y plato a su mínima expresión, cero.

    En una síntesis del proceso, lo que sucede es que el estado ideal al cual se desea acceder (meta) se compara constantemente con el estado real en el que se está en cada momento. En cibernética se compara en todo momento, como acontece en ese juego que todo niño ha practicado de frío y caliente, en el que se esconde un objeto y hay que encontrarlo mientras, quien lo ocultó, dice caliente o frío en función de la cercanía o distancia del objeto escondido.

    Si se observa, en ese juego de computación se ha generado un movimiento autorreferencial, redundante, autorreflexivo, entre el sujeto y el objeto (meta), un ir y venir o venir e ir que es circular. No se precisa una ley de la naturaleza para llevar a un sistema a actuar,¹⁶ la actividad de un individuo leyendo un libro mientras se toma una taza de café no es explicable por los principios físicos, el ser humano es impredecible, ¿con qué mano tomará la taza o cuando cruzará la pierna?, ¿qué hará cuando se termine su café?, no podemos saberlo. Desde una visión cibernética no es necesario conocer cómo se logrará la meta, sino que se logrará. Si un avión sale de Miami y su meta es Bogotá, nadie puede predecir el camino exacto que llevará, existe una deriva donde está marcada la ruta, pero esto no puede ser seguido con exactitud por el avión sino que deberá ir calibrando y ajustando la dirección hacia Bogotá. Nunca un avión hace la misma ruta, con exactitud, entre las mismas ciudades, y en nuestro caso sólo sabemos que el avión llegará a Bogotá en una hora determinada con anterioridad.

    Esto introduce en la cibernética el concepto de propósito, la causa de que algo suceda está en el futuro y el efecto en el presente. Existe una causa final para que algo suceda, y a este asunto del estudio de las causas finales se lo llama teleología, (telos: fin, meta, objetivo). Para estar saludable (un estado deseable) será preciso que usted haga ejercicio con regularidad. Pero si yo pregunto a alguien ¿para qué quieres estar saludable?, entonces estoy preguntando por el propósito del propósito. La cibernética aborda el estudio de los propósitos, pero cuando nos preguntamos sobre los propósitos de los propósitos, a esto lo denominamos cibernética de segundo orden, un nivel superior y más abarcador del estudio de los propósitos.¹⁷

    La característica esencial de la cibernética es que en ella se piensa circularmente. Pero para hablar de circularidad es preciso hacer referencia a la causalidad lineal, aquélla en la que la secuencia de causa y efecto se agota en el efecto. Si tenemos una serie de acontecimientos, a, b, c, d, las posibilidades de la relación causal entre ellos pueden adoptar dos formas. La primera llamada causalidad lineal o eficiente que opera como se muestra en la figura A.

    FIGURA A. CAUSALIDAD LINEAL O EFICIENTE¹⁸

    Así a causa b, que a su vez causa c que causa d. Se trata de una secuencia de causalidad en la cual el proceso lleva a un punto donde se detiene definitivamente.

    En el caso de la circularidad o causalidad circular sucede que esa misma secuencia no se agota en el efecto final, sino que éste retroactúa de nuevo sobre la causa inicial estableciéndose de este modo un movimiento circular donde se confunden el origen y el final. Así a actúa sobre b, que actúa sobre c, ésta sobre d, y d actúa sobre a, que actúa sobre b, ésta sobre c, la cual actúa sobre d, que actúa sobre a.

    CONSTRUCTIVISMO

    En principio no hay manera de demostrar la existencia del mundo externo. Esta afirmación puede resultar, sin duda, sorprendente, no obstante, si somos honestos podemos comprobar que lo único que poseemos son unos sentidos en la superficie de nuestro cuerpo. En realidad, lo que percibimos es la causa del mundo, éste es conocido en la medida en que nuestros sentidos nos informan de él. En algún sentido, desde la experiencia inventamos el mundo. Por lo tanto no existe una forma para decidir que hay un mundo externo. Es a través de nuestros sentidos que el mundo entra en nosotros.

    Cuando digo, yo veo, es que yo veo. Esta experiencia de ver es la que me informa de algo que estimula mi visión. Por ello decimos, sentí un dolor, vi luz, etc. De esta forma se puede introducir el principio básico del constructivismo: la experiencia es la causa y el mundo es la consecuencia. Es muy probable que una afirmación tan taxativa sea insoportable e incluso le resulte ofensiva a un realista radical, sin embargo, es preciso aclarar que en el estudio de la realidad es necesario hacer una distinción para evitar las grandes confusiones y malos entendidos que existen en relación al constructivismo. La realidad (el mundo de las cosas), no puede negarse, el hecho mismo de la discusión sobre su existencia ya es un elemento que delata su existencia. Cuando alguien se pregunta sobre si ¿las cosas son o percibimos que las cosas son?, o bien ¿existe algo llamado, alma, espíritu, conciencia? ¿Qué es lo que está preguntando?, una o dos cuestiones, ¿percibimos las cosas, o realmente las cosas están ahí? Qué es lo primero, ¿la percepción de algo o el ser de ese algo? Cuando hablamos sobre la percepción de algo estamos en un abordaje epistemológico de ese algo, cuando hablamos del ser de algo nuestro abordaje es ontológico. Y es aquí donde muchas discusiones se vuelven bizantinas y sin sentido, puesto que tanto constructivistas como realistas utilizan un abordaje diferente sobre la realidad. Un constructivista al referirse a algo dirá, yo veo, yo percibo, yo construyo; mientras que un realista dirá, hay esto, hay lo otro, hay aquello. El uno se debate en el problema de cómo acceder a la realidad y por ello habla de una realidad construida, el otro piensa que la realidad es independiente de la percepción. Esta discusión tiene al menos dos mil años en Occidente y no parece tener una solución, ya que discuten sobre aspectos diferentes, los constructivistas sitúan la discusión en el terreno epistemológico y los realistas la sitúan en el ontológico. Aunque algunos constructivistas radicales se exceden e incursionan en el orden ontológico y hacen afirmaciones ontológicas sobre la inexistencia de la realidad, la posición más integradora es la de von Foester quien la ilustra con un relato:

    Hace un tiempo escribí una obra de teatro en la que intento mostrar la diferencia entre estas dos posiciones: el teatro tiene una linda cortina roja, el público espera, suena un poco de música, sube el telón. En el escenario se ven un árbol, un hombre y una mujer. El hombre mira alrededor, señala el árbol y dice: ahí hay un árbol, por lo tanto puedo decir que existe un árbol. Y la mujer pregunta: ¿cómo sabes que hay un árbol? Él responde: porque lo veo. Y ella le dice: ja, ja. Cae el telón. Fin de la obra.¹⁹

    Como expresa el autor, esta pregunta no se puede resolver, no es posible saber quién posee la razón o quién está equivocado. ¿Quién tiene el punto de vista apropiado, el hombre o la mujer? La respuesta sólo puede obtenerse más allá de la verdad o la falsedad, es preciso tomar una decisión. Si quien responde es un constructivista dará la razón a la mujer, si es realista dará la razón al hombre. Es lo que sucede siempre que las personas afrontan interrogantes indecidibles, porque no hay argumentos definitivos a favor o en contra, (si los hubiera se decidiría la solución). Ante una pregunta de este tipo (Dios existe o no existe), las personas no deciden la respuesta, eligen una respuesta. Y esta es una responsabilidad que cada uno asume frente a las cosas indecidibles como la realidad. Si decidimos y elegimos una posición constructivista, construimos de nuestras experiencias el mundo. Pero, naturalmente, en nuestra experiencia tenemos muchos fantasmas cuya influencia y presencia hacen de la construcción del mundo una conformación muy particular. Entonces, nuestra mirada posee una perspectiva idiosincrásica, cuya validez no está en cuestión, puesto que la realidad no es algo definido a priori. Con razón podría aducirse que así como es adentro es afuera,²⁰ dado que percibimos el mundo a través de nuestros sentidos, cuya función esencial consiste en traducir lo percibido según el diccionario particular de nuestras experiencias.

    Para von Foester la puerta de entrada más útil para comprender el constructivismo es la fisiología. ¿Cómo funciona el sistema nervioso? se pregunta. En toda la superficie de nuestro cuerpo poseemos células receptoras llamadas sensoriales. Su misión es informarnos con bastante exactitud sobre diferentes estímulos como, por ejemplo, la presión de un objeto sobre un brazo, u otras circunstancias. ¿Cómo se transmite esta información de presión desde el brazo al cerebro?, ¿qué acontece en ese nervio para que el cerebro lo sienta? Si colocamos una sonda electrónica que capte lo que hace el nervio y además le acoplamos un altavoz observaremos que se producen unas pulsaciones cuyo sonido es bip cuando se presiona suave, o bip, bip, bip cuando la presión aumenta. Si estimulamos el mismo nervio con un agente químico como el ácido acético, la persona sentirá la misma sensación; si le aplicamos un estímulo eléctrico también experimentará la misma sensación. ¿Por qué sucede este fenómeno? Sobre un mismo nervio se aplican tres o más estímulos diferentes y el individuo siente la misma sensación de presión.

    Como dice von Foester, este nervio sólo habla el lenguaje de la presión. Lo mismo sucede si aplicamos un estímulo con vinagre en el glosofaringeo, el individuo responde vinagre y lo seguirá haciendo independientemente del estímulo, porque ese nervio sólo conoce el lenguaje del vinagre. Esto sucede también con los demás nervios, todos hablan en su propio idioma. Este principio de especificidad de la energía nerviosa descrito en 1928 por Müller fue retomado y comprobado por Maturana y von Foester, en los años sesenta. Hoy en día se lo conoce como Principio de Codificación Indiferenciada, y puede enunciarse como: la actividad eléctrica de una célula receptora, y de todas las células nerviosas. Codifica solamente la magnitud de la perturbación que ocasionó su actividad y no la naturaleza física del agente perturbador que la produce. No qué, sino cuánto.²¹

    Surge así una pregunta, si una célula nerviosa no dice cuál es el estímulo, sólo que hubo un estímulo, ¿cómo se genera la imagen del universo?, ¿cómo vemos y diferenciamos los colores?, si el sistema nervioso no produce una imagen del mundo, ¿cómo construyen su mundo los organismos vivos?, von Foester recurre a tres autores para responder.

    Henry Poincaré, matemático francés, se preguntó, a finales del siglo XIX, cómo podemos ver el espacio y la profundidad si nuestras retinas tienen la forma plana. Los fisiólogos le respondieron con celeridad, porque tenemos dos ojos y cada uno ve una imagen diferente. Si miro la mano colocada sobre la línea media de mi visión con el ojo derecho, la veré proyectada hacia el lado derecho de la línea. Si la miro con el ojo izquierdo se desplaza hacia el otro lado. Pero ¿cómo sé que es la misma mano? se debió preguntar Poincaré. Si uno mueve la cabeza, toda la imagen cambia. Entonces debo moverme para ver una imagen diferente. Si correlaciono el cambio en la visión con el movimiento voluntario de la cabeza puedo hacer una interpretación que mantenga el espacio en perspectiva. Entonces

    Poincaré concluyó que para percibir el espacio era preciso añadir a la percepción la dimensión del movimiento.

    El segundo autor al que recurre es Jean Piaget, psicólogo suizo autor de un libro sobre la construcción de la realidad en el niño. Si a un niño de cuna se le da una pelota, lo más probable es que la bote afuera de la cuna. De nuevo se le coloca en la cuna, y de nuevo la saca y se repite el juego muchas veces, diciendo, en cada ocasión, la palabra pelota. Esto se constituye como una operación recurrente y recursiva que finalmente establecerá un comportamiento de juego que se llama pelota. La palabra pelota para el niño dependerá de un juego, de una acción, de un comportamiento. La palabra se conforma como un sustituto del comportamiento. Como dice von Foester: el constructivismo nos invita a pensar en términos de los objetos como nombres para el comportamiento, es decir, los objetos como símbolos del comportamiento.²²

    Finalmente, como tercer argumento, el autor hace alusión a los heridos de la Primera Guerra Mundial, con mucha frecuencia los soldados que habían recibido heridas limpias de bala en la región occipital (debido al tipo de casco que se utilizaba, de hierro prensado, las balas atravesaban y salían del cráneo dejando una herida limpia) tenían una rápida recuperación en un par de semanas, pero al cabo de un mes o dos de salir del hospital, debían ingresar de nuevo porque presentaban dificultades para moverse. Se les examinaba motoramente y no se hallaban alteraciones, lo cual hizo pensar que los soldados fingían para evitar ser reincorporados al frente. En cierta ocasión, un soldado que estaba fumando en la sala de espera de un hospital le ofreció un cigarrillo a otro que estaba junto a él. Pero éste solo respondió ¿qué?, por lo cual el primer soldado debió repetir el ofrecimiento varias veces, hasta que colocó la cajetilla de tabaco en determinada posición y así el otro pudo entender lo que le decía. El médico, al conocer este evento, se dio cuenta de que no era un problema motor sino visual lo que padecía el soldado. Al practicárseles a estos soldados con heridas occipitales una campimetría visual se comprobó que eran prácticamente ciegos, su campo visual era muy reducido. Sólo alcanzaban a tener un poco de visión periférica remanente, de modo tal que no veían los movimientos para poderlos controlar y como consecuencia no podían actuar con coherencia. Los médicos, para resolver el problema y debido a que los ojos no son los únicos que nos informan de lo que sucede a nuestro alrededor —puesto que poseemos sensores táctiles y otros que nos pueden informar sobre la posición del cuerpo incluso si cerramos nuestros ojos—, decidieron tapar la poca visión que quedaba a estos soldados y así, apoyados en su sistema propioceptor, podían moverse con fluidez porque no debían esperar las señales de los ojos que nunca llegaban. Como conclusión von Foester dice:

    Los tres ejemplos anteriores, nos aproximan a la noción de constructivismo. En los tres casos se alcanza algo con el cierre del sistema, de manera que éste opere circularmente. Y ya sabemos que cuando tenemos un sistema operativo cerrado surgen comportamientos eigen: este comportamiento lo voy a llamar espacio, éste lo llamaré pelota, y en otro caso llamo a mi comportamiento caminar, poder escribir, y cosas así. En el caso de Poincaré, el cierre se hace perceptivo mediante el movimiento del cuerpo. En idioma moderno se diría: lo motriz actuando sobre lo sensorial y lo sensorial actuando sobre lo motriz produciendo una operación completa. En el caso de Piaget sucede lo mismo: los niños construyen la realidad jugando con las cosas (tirando la pelota fuera de la cuna, mascando muñecas), porque existe una circularidad de lo motor, lo sensorial y por lo tanto se da el acotamiento. Finalmente en el caso del soldado con lesión en el cerebro, su posibilidad de orientarse se recuperó cuando el círculo interrumpido entre la acción motora y la sensorial se restableció a través de otros canales sensoriales.²³

    HERMENÉUTICA

    Hablar de hermenéutica implica hablar del lenguaje. Existe entre ambos una estrecha relación que no es posible eludir. El lenguaje es el medio con el que conocemos y con el que transmitimos conocimiento. Además organiza la experiencia, provee de un aparato simbólico y de conocimientos previos y es el vínculo fundamental con la sociedad en que vivimos. La hermenéutica o arte de la interpretación sólo es posible en el lenguaje que la vehiculiza. Por lo tanto, no se puede hablar de hermenéutica sin hablar de lenguaje, como no se puede hablar de lenguaje sin hablar de hermenéutica. Al fin y al cabo, el lenguaje es una traducción, una interpretación o mediación entre nosotros, el universo y los otros. La mediación hermenéutica del lenguaje permite la adquisición de conocimientos provenientes de la experiencia, la cual se delimita en las palabras. Se adquieren conocimientos provenientes de la cultura a la que pertenecemos y en la que estamos enraizados merced al lenguaje mismo.

    Mediante las palabras se puede objetivar un conocimiento en la medida en que es expuesto. Se almacenan los conocimientos de todo tipo que en un futuro serán fuente de nuevos conocimientos; permite la conexión con los otros, categorizar, nombrar los objetos, el contexto, tipificar los conocimientos, en suma, mediar, traducir e interpretar.

    No obstante, el lenguaje tiene sus limitaciones, las cuales no permiten ir al individuo más lejos que los límites de su lenguaje, como diría Wittgenstein.²⁴ Sin el lenguaje no podríamos adquirir conocimientos, sería muy difícil la intersubjetividad dado que sin ese aparato simbólico no podría superarse el plano concreto de los hechos para abordarlos desde la abstracción que supone pasar del hecho concreto a la escena de lo universal. El lenguaje también es el elemento que va articulando el mundo de los significados particulares de cada uno, formándose, de ese modo, la intersubjetividad, lo social. El lenguaje es el sustrato fundamental de lo social. ¿Cómo es posible que varias personas estén de acuerdo en denominar el objeto que ven, como mesa? Para ello el ser humano ha inventado una herramienta que le permite compartir sus experiencias de forma efectiva y lograr, al decir de Maturana: una coordinación de coordinaciones de acciones consensuadas²⁵ lo que habitualmente conocemos como lenguaje. Su misión es la de servir de espacio para concordancias de las diversas perspectivas y así construir un mundo compartido, un universo interpretado.

    Ahora bien, construir un mundo compartido con la mediación del lenguaje no es tan fácil. Si hacemos un recuento de cómo funciona el lenguaje cuando observamos a otros hablar, podemos describirlo como un proceso en el que se bombea aire a través de la laringe, pasa por las cuerdas bucales que son vibratorias, el sonido emitido es modulado con los labios, la lengua y, finalmente, salen palabras. Quien las escuche deberá tratar de traducir los sonidos en significados y sentidos y, posteriormente, con sus propios sonidos responderá con coherencia al primero. Uno de los principios hermenéuticos dice que es quien escucha y no quien habla el que determina el significado de una expresión. En la conversación este acontecimiento se da como un vaivén constante de orden recursivo que va acotando el significado que se establece como una interpretación permanente de los ruidos particulares de cada uno. Interpretar lo que escuchamos es el ejercicio hermenéutico cotidiano al cual nos exponemos en nuestra relación con el universo, y para ilustrar cómo nuestra existencia es un acto hermenéutico, nada mejor que las palabras de von Foester:

    Las personas interesadas en el lenguaje saben lo que significa la palabra semántica. En los comienzos de la evolución de la lingüística, la semántica era algo nebuloso: se tenía un sonido, por ejemplo: pelota, y se buscaba cómo se integra su concepto a otras nociones —esfera, lanzar, juego—. Con el paso del tiempo y una mayor comprensión del sistema nervioso se amplió la información sobre la estructura semántica. Como se sabe comúnmente, los nervios crean más y más conexiones, formando redes que se distribuyen en todas direcciones. Si partimos del argumento de la estructura organizacional acotada recursiva, encontramos que una cosa tan extraordinariamente complicada adopta comportamientos operativos estables. La estabilidad interna de la red que interactúa con estos diversos impulsos nerviosos se manifiesta de manera externa: la red semántica de la palabra gafas se manifiesta a través de mi manejo correcto de las gafas. No existe una palabra gafas en algún lugar aislado, sino una red de elementos que puede, dentro de esa estabilidad operativa, producir la palabra y la acción. La estructura relacional semántica es algo muy similar a un sistema nervioso interactivo: es una especie de estructura relacional nerviosa.

    Volvamos entonces al asunto de la explicación. Las explicaciones enlazan las descripciones de manera semántica, es decir, que si alguien pregunta qué es un caballo, hay diversas maneras de describirlo. Se puede decir: allí va uno, o es un animal de cuatro patas que la gente monta. Cuando se dice esto último se espera que en la estructura semántica de quien escucha haya un conocimiento sobre patas, sobre el número cuatro y sobre animal. Uno trata de dejar que el que escucha conecte en su estructura semántica la pregunta —¿qué es un caballo?— con el acervo que ya posee. Como ven, el mismo proceso de la explicación tiene muy poco que ver con los caballos. Tiene que ver con la semántica y las conexiones que ocurren en el cerebro.

    Voy a darles otro ejemplo, porque es muy difícil aceptar la idea de que es quien escucha y no quien habla el que determina el significado de una frase. Tengo un amigo muy querido que se llama Jhon Lilly, quien se hizo famoso con el estudio de las capacidades lingüísticas de los delfines. Descubrió que éstos tienen una gran variedad de sonidos. En el lenguaje humano, estas vocalizaciones se denominan unidades lingüísticas o fonemas. Nosotros tenemos alrededor de ochenta, y los delfines unos dos mil. Lilly pensó que una tal cantidad debía corresponderse con un sistema auditivo capaz de diferenciarlos. Hizo estudios neurológicos de la corteza auditiva de los delfines y encontró que era diez veces más grande que la del hombre. Formuló entonces la siguiente hipótesis: de acuerdo con esta gran cantidad de fonemas y la mayor capacidad de la corteza auditiva es posible que los delfines se comuniquen lingüísticamente con sonidos. Fue por esta época que Lilly nos visitó en la Universidad de Illinois. Rápidamente nos pusimos de acuerdo sobre el siguiente experimento: colocamos un parlante que emitía, grabada en una cinta de audio, una sola palabra en bucle, es decir, la palabra se repetía indefinidamente, a todo volumen y con ruido; reunimos aproximadamente a doscientas personas, a cada una le dimos un lápiz y una hoja de papel, y se les pidió que anotaran la palabra que escuchaban en el parlante. La palabra que escogimos entonces fue cogitate.

    Imagínense: uno está sentado, con una hoja de papel y un lápiz, esperando una palabra nueva y, de repente, pareciera que la máquina comenzara a decir: arbitrar, arbitrar, arbitrar. Y que luego dijera: para atrás, para atrás, para atrás, y así sucesivamente. Se recogieron las respuestas y obtuvimos unas setecientas cincuenta palabras alternas: agitar, anotar, arbitrar, artista, para atrás, brevedad, candidato, etc. Setecientas cincuenta palabras alternas, cuando lo que decía la cinta desde hace una hora era cogitate. Realizamos entonces la experiencia en el departamento de psicología de un hospital cercano a la Universidad. Resultó que las personas entendían palabras que reflejaban su estado de perturbación emocional: la palabra tragedia, por ejemplo, surgió muchas veces. Uno de los psiquiatras se enojó tanto, que fue contra la máquina y la desbarató para ver si no había más que una cinta allí adentro. Creía que estábamos haciendo trampa.

    Les puedo citar muchos ejemplos pero, a modo de conclusión, quiero llamar su atención sobre una idea que para mí fue muy aleccionadora. Ustedes recuerdan a Pavlov, el hombre que ganó el premio Nobel por la idea del reflejo condicionado: se le mostraba un trozo de carne a un perro y éste comenzaba a producir saliva ante la expectativa de esa buena comida; entonces se hacía sonar una campana y se le daba el pedazo de carne. Esta acción se repitió muchas veces durante la semana. A la semana siguiente, y ésta es la parte clave del experimento, con sólo tocar la campana, sin siquiera mostrarle la carne, el perro salivaba. Un psicólogo experimental polaco, Konorsky, quiso replicar el experimento de Pavlov para comprobar que tenía un dato inexacto: repitió el experimento mostrando la carne al perro y sonando la campana durante una semana, pero con una modificación crucial: sin que el asistente supiera, sacó el badajo de la campana de tal manera que cuando éste la movió, sólo hubo silencio y... ¡El perro salivó! Y Konorskiy sacó la consecuencia: el tañido de la campana no era el estímulo para el perro, ¡era el estímulo para Pavlov! Pero a Konorsky no le dieron el premio Nobel por este experimento. El que escucha y no el que habla es quien determina el significado de una expresión.²⁶

    PENSAMIENTO COMPLEJO

    El cuarto pilar que sostiene el edificio sistémico lo constituye el pensamiento complejo. Aun siendo la complejidad un vasto territorio de difícil delimitación, en el abordaje de la sistémica el interés radica en su utilidad como método de pensamiento en el sentido de Morin.²⁷ Este método está basado en un pensamiento relacional, donde adquieren especial importancia las conexiones, el establecimiento de redes entre los conceptos, las

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