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Los Juegos Olímpicos
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Libro electrónico137 páginas1 hora

Los Juegos Olímpicos

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Los Juegos Olímpicos son la competición deportiva internacional más prestigiosa. Todos los atletas del mundo sueñan con participar en ella, ganar medallas, ver ondear la bandera de su país y escuchar el himno. Los Juegos Olímpicos nacieron en el siglo VIII antes JC en Grecia. Para que podamos seguir en las mejores condiciones esta edición de 2012, en Londres, François Laforge, deportista y escritor de libros de deportes, proporciona aquí, de manera sintética y accesible a todos, la información necesaria sobre las competiciones que han tenido lugar desde los Juegos de la Antigüedad hasta los Juegos modernos, a partir de 1896 hasta el año 2000, incluyendo también los de Londres que se van a celebrar este año. El autor presenta los grandes cracks que marcaron para siempre la historia de los Juegos Olímpicos, las anécdotas más famosas, los lugares y el calendario de esta XXX Olimpiada que se va a celebrar en Londres. Este evento monumental hace contener el aliento a de decenas de miles de espectadores, y a miles de millones de telespectadores. Para celebrarlo, para ayudarle a entender lo que significan los Juegos, para que pueda hablar con su familia o con sus amigos de la historia y de las disciplinas que tendrán éxito en agosto de 2012, ¡aquí tiene un libro indispensable!
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 jul 2012
ISBN9788431553234
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    Los Juegos Olímpicos - François Laforge

    Los JUEGOS

    OLÍMPICOS

    FRANCOIS LAFORGE

    LOS JUEGOS

    OLÍMPICOS

    A pesar de haber puesto el máximo cuidado en la redacción de esta obra, el autor o el editor no pueden en modo alguno responsabilizarse por las informaciones (fórmulas, recetas, técnicas, etc.) vertidas en el texto. Se aconseja, en el caso de problemas específicos —a menudo únicos— de cada lector en particular, que se consulte con una persona cualificada para obtener las informaciones más completas, más exactas y lo más actualizadas posible. DE VECCHI EDICIONES, S. A.

    Traducción de Gustau Raluy Bruguera. Diseño gráfico de Roser Chillón.

    Fotografías de cubierta: © Shariff Che’Lan/Fotolia (arriba), © Orlando Florin Rosu/Fotolia (abajo a la izquierda) y © Thinkstock.

    Fotografías de contracubierta: © Thinkstock (arriba) y autor (fotografía inferior)

    Fotografías de las solapas: © SportG/Fotolia (lanzamiento de martillo) y © Thinkstock (imágenes restantes).

    © De Vecchi Ediciones, S. A. 2012

    Diagonal 519-521, 2º 08029 Barcelona

    Depósito Legal: B. 19.405-2012

    ISBN: 978-84-315-5323-4

    Editorial De Vecchi, S. A. de C. V.

    Nogal, 16 Col. Sta. María Ribera

    06400 Delegación Cuauhtémoc

    México

    Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o trasmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento de información y sistema de recuperación, sin permiso escrito de DE VECCHI EDICIONES.

    Agradecimientos

    Gracias a Margaux, por sus bonitos y valiosos recuadros.

    Gracias a Christophe, por haber aceptado acompañarnos en esta aventura y, sobre todo, por las emociones olímpicas que nos ha transmitido junto con los «expertos».

    Gracias a Erik y Jean-Charles, por sus conocimientos especializados, sobre todo en lo relacionado con el deporte.

    Gracias a quienes han dedicado su tiempo a releer las pruebas de este libro.

    Y, por último, muchas gracias al equipo de redacción de DVE España, por la confianza que han depositado en mí.

    FL

    Prólogo

    Los Juegos Olímpicos,

    un estado de ánimo sin igual

    El más bello mitin de atletas, el acontecimiento más fantástico del planeta, una comunión entre deportistas que va más allá de lo estrictamente deportivo, todo esto representan para mí los Juegos Olímpicos. Durante casi tres semanas el mundo es como nos gustaría que fuera, generador de complicidad, de amistad, de reciprocidad, todo ello en un contexto de armonía y simplicidad que antes nunca había conocido. Tuve el honor de participar en los Juegos Olímpicos, en este sueño de infancia, en Pekín, como integrante de la selección francesa de balonmano.

    Estando allí, uno puede cruzarse todos los días con atletas de la talla de Usain Bolt, Rafael Nadal, Nalbandian o Manu Ginobili, y encontrarse comiendo o cenando a su lado; uno tiene la ocasión de hacerse una foto posando junto a Kobe Bryant durante la ceremonia inaugural, con total naturalidad, porque el palmarés, el sueldo, la religión o el nivel de audiencia del deporte practicado no importan. Esto sólo es posible en los Juegos Olímpicos. Todos nos sentimos orgullosos y estamos felices de estar allí. No hay etiquetas, sólo una acreditación que te dice: «Formas parte de la gran familia del deporte». Será una tontería, ya lo sé, pero me parece maravilloso, especialmente por la comunicación que se establece entre las personas y el respeto que se palpa entre los pueblos. No es ningún tópico, es la realidad.

    Inmediatamente después de la final del torneo, con la medalla en el cuello, nos saludamos con un voluntario chino en el gimnasio. Vi que miraba la medalla con tantas ganas de tocarla que se la colgué en el cuello. Al ver la situación, más de cien voluntarios se aglomeraron para hacerse una foto con la medalla. ¡Qué recuerdo! Y todo se prolongó semanas después de los Juegos, de París a Toulouse, con los saques de honor en los partidos de ceremonia. Y cada vez experimentaba una enorme satisfacción viendo la felicidad en los ojos de los niños, en la sonrisa de los adultos (que por un momento se convertían en niños grandes).

    Una medalla olímpica tiene el poder de dar felicidad a cualquier persona, ya sea el presidente de la República —que, a decir verdad, se la puso con algunas reticencias, ¿quizá por superstición?—, ya el hombre con quien hablé al regresar de China, que me contó las dificultades por las que estaba atravesando y me dio las gracias —a mí, un simple jugador de la selección francesa de balonmano— por la felicidad que le hicimos vivir en los Juegos.

    También me di cuenta de que ser campeón olímpico te abre las puertas a un mundo que, semanas antes, no era más que un sueño.

    La noche después de nuestra victoria, los deportistas franceses se reunieron todos en el club Francia de Pekín (el lugar donde los atletas franceses y sus familias pueden estar juntos). Aquella noche estaban todos los que me habían hecho soñar. No los citaré a todos, pero imaginad lo que representa estar allí, rodeado de grandes deportistas como Marie-José Perec, David Douillet, Richard Dacoury, Florence Masnada, Fabien Galthié... Y yo, un jugador de balonmano, viviendo un sueño despierto. Yo sólo quería participar en los Juegos, pero en aquellos momentos noté que las leyendas del deporte me daban la bienvenida y que pertenecía a su mundo. En tan sólo una noche me había incorporado a su mundo. ¿No es algo increíble?

    Más allá de los momentos mágicos relacionados con las victorias, me quedaría con la formidable historia humana que viví con mis compañeros de equipo —una aventura que perduró después de los Juegos— y con el descubrimiento del espíritu olímpico. Durante las tres semanas que duró la estancia, nunca vi a nadie triste o irritado en la villa olímpica. Y, sin embargo, alguien debió de pasar por malos momentos. Pero no se percibió ningún signo de frustración o de descontento estando juntos en la villa o en el comedor.

    En efecto, los deportistas están tan felices de estar en los Juegos que pocas cosas más les importan: dan todo lo que tienen y aprovechan aquel momento fuera del tiempo, fuera del mundo,

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