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Transformandose en Arjona
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Transformandose en Arjona

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Pareciera que pocas personas son indiferentes al efecto de la música del guatemalteco Ricardo Arjona; millones de fanáticos, a lo largo de Hispanoamérica, abarrotan los estadios donde se presenta... mientras miles de incrédulos no pueden resistir la tentación de plasmar su animadversión en las redes sociales, expresando cuánto odian al cantautor y lo poco que valoran la fuerza de sus letras.

En esta novela las personas que gustan de su música experimentarán de cerca los episodios más significativos de los años en que Arjona luchaba contra todas las circunstancias y cómo, venciendo todas las probabilidades, fue dando pasos valientes hacia el momento en que, finalmente, el mundo de la música le abriría las puertas... y le ofrecería uno de los sitios reservados para los artistas más queridos y populares de la canción latinoamericana.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento5 ago 2015
ISBN9781311039286
Transformandose en Arjona
Autor

Héctor Arriola

Escritor guatemalteco. Su primera novela "Marcados", cuyo tema gira alrededor de importantes hechos ocurridos durante la 1a. visita de Juan Pablo II a Guatemala, mientras ejercía el poder el controversial General Efraín Ríos Mont, obtuvo el 3er. lugar en el Premio Guatemalteco de Novela a los 21 años de edad.Autor también de "6 semanas de ilusiones" (un drama juvenil convertido en película por el autor mismo como un proyecto de bajo presupuesto); Los otros cuatro títulos de sus novelas:- Cuando Abras los Ojos"- Hombres Valientes- Probidad- Transformándose en Arjona

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    Transformandose en Arjona - Héctor Arriola

    Introducción

    La vida de Edgar Ricardo Arjona Morales constituye un ejemplo de la gran importancia que representa mantenerse realizando la actividad que más nos apasiona. En este ejercicio de la imaginación, se han tomado muchas de las entrevistas en que, someramente, Arjona ha compartido los episodios de su pasado que más significancia él mismo les ha atribuido... en su camino desde una familia humilde, en un país donde nadie más ha destacado como una estrella pop internacional, hasta la posición de fama de la que actualmente disfruta.

    Internet está lleno de breves relatos biográficos en donde se detallan episodios de su vida de manera confusa y desordenada, que realmente constituyen una colección de copy–paste que se tornan frustrantes para la persona interesada en conocer íntimamente a este fascinante artista.

    Este trabajo es fruto de una extensa investigación respaldada por grandes esfuerzos por mantener un orden cronológico coherente y verdadero. El lector podrá encontrar escenas biográficas y novedosas que constituyen un pilar importante en la formación de una estrella de la música que ha sabido mantenerse vigente durante más de veinticinco años.

    Este libro, lejos de transcribir lo que tantas veces se ha escrito sobre la vida del cantante, ha dejado de lado las frases ya repetidas y se ha convertido en una lectura que le parecerá fresca, gracias a su desarrollo a manera de novela, incluso al más conocedor de la trayectoria de Ricardo Arjona. Las escenas se han seleccionado por haber sido corroboradas por fuentes cruzadas, intentando dejar afuera todo lo que probablemente clasifica como falso o dudoso.

    Siendo el autor de esta obra un guatemalteco y contemporáneo del cantante, se le ha facilitado alimentar la narración con detalles y eventos que rodeaban la vida del protagonista en la época en que sucedieron los eventos más destacados, de modo que la novela representa un testimonio en donde los acontecimientos y los numerosos diálogos, se narran de una forma muy similar a como probablemente podrían haber ocurrido.

    1992 - De este lado del sol

    El espigado y apuesto extranjero se encontraba, nuevamente, navegando las aguas de la adversidad. Otra vez se veía a sí mismo esforzándose para mantenerse enfocado en las perspectivas de su futuro. Casi parecía estar contando los pasos que lo separaban del viejo edificio en donde vivía, justo en el medio de la ciudad más grande del mundo... sepultado en el denso smog del Distrito Federal.

    Apenas podía creer lo que le acababa de suceder. No era posible que le dijeran eso, después de haber vivido, los cuatro años anteriores, luchando contra todos los rechazos, siempre esperanzado por las pequeñas oportunidades que se le habían ido presentando, una a una, disfrazadas de problemas, obstáculos, contratiempos y carencias.

    Sí. Tenía ya cierto reconocimiento como compositor musical, pero, aunque Capetillo, Muñecos de Papel, Microchips, Bibi Gaytán y Yuri habían empezado a cantar su música para el mundo, se había traducido en muy poco dinero para él. Había actuado en 30 capítulos de una exitosa telenovela pero en un papel tan secundario que nadie lo reconocía por las calles; lo cual le convencía de lo acertada que había sido su decisión de rechazar el papel que le habían ofrecido para tomar parte en otra telenovela; hasta había cantado en Siempre en Domingo. Total para qué. Él había llegado al país para encontrar la manera de dar el gran salto a España, en donde le habían dicho que podría también ganarse la vida cantando de manera similar a como había hecho en Suramérica... y no para que se rieran de su falta de preparación actoral.

    ¿Cómo podía ser posible que después que, finalmente, su compañía Sony le había autorizado la realización de su primer LP, los ejecutivos no se atrevían aún a tomar ninguna acción y sus canciones, tan arduamente trabajadas en Texas con su propio dinero, aún estuvieran empolvándose en alguna gaveta? Y ahora esto: hacía poco más de una hora se había enterado que, lo que supuestamente sería su primer sencillo, gracias a un proyecto específicamente diseñado para presentarlo al público mexicano como un canta–autor y que incluía una gran producción en Madrid, le acababan de notificar oficialmente que el LP Del Otro Lado del Sol sería retirado de las salas de ventas sin que hubieran tenido la oportunidad de promocionarlo lo suficiente. Lo que significaba era que también seguiría el mismo destino que Animal Nocturno: posiblemente nadie lo escucharía jamás.

    Y aun peor: claramente le dijeron que todavía no tenían idea de alguna otra estrategia para lograr que el público lo conociera antes de lanzar Animal Nocturno. Les daba miedo que la carga emocional de sus canciones fuera demasiado para el común de las personas y terminaran rechazándolo antes de que su carrera despegara. En pocas palabras: creían que Animal Nocturno era demasiado diferente como para dejarlo volar sin que conocieran previamente al cantante. Del Otro Lado del Sol, por el contrario, les pareció un vehículo perfecto para que la gente se enamorara de Ricardo Arjona y estuvieran más abiertos a las canciones del que debería ser su segundo LP.

    Por fin entró a su viejo, descuidado y deprimente edificio y, a diferencia de lo que siempre le sucedía, no pudo percibirse respirando con mayor tranquilidad que en las calles vaporizadas por el gas tóxico que envuelve a la capital mexicana.

    Casi sentía que no tenía fuerzas para sostener el sencillo fólder en donde, con tanto entusiasmo, había ordenado la noche anterior sus poco profesionales partituras, que convertían en algo tangible las creaciones de su mente. Empezó a subir hacia su apartamento, el cual ni siquiera podían pagar sin sentirse asfixiados. Si no fuera por el pequeño negocio de importación y venta que su esposa había logrado iniciar hacía algún tiempo, con el dinero que sus suegros les habían prestado, sabía que quizá hacía tiempo hubiera tenido que buscarse algún empleo que los mantuviera para mientras. Apenas llevaban tres meses de casados pero le sorprendía darse cuenta que su relación como pareja había mejorado. Trataba de convencerse de que el suyo sería distinto a la mayoría de matrimonios en el mundo. Le satisfacía darse cuenta que su esposa continuaba creyendo en él. Aparte de las pocas ocasiones en que trataba de convencerlo, con mucho tacto, de que buscara algún empleo tradicional mientras continuaba tratando… en realidad parecía que continuaba creyendo en él. Pero si un día de estos a ella se le acababa la paciencia… ¿cómo culparla?. Lo había visto esforzarse, durante tanto tiempo, apenas con la esperanza de que su situación económica cambiaría finalmente… y era poco el dinero que podía mostrar, y nada le sobraba para ella ni para su hija de seis meses de edad.

    A mitad de camino se dio cuenta que no quería llegar al quinto nivel. ¿Cómo podría decirle, después de haber pasado tantas semanas luchando y ausentándose para la producción de un segundo LP... que un detalle legal acababa de poner todo su esfuerzo en el congelador? Tuvo que contener los deseos de lanzarlo todo al basurero antes de llegar, pero, mentalmente, ganó la milésima batalla de su vida contra el deseo de darse por vencido. Introdujo la llave en el picaporte de la maltrecha puerta, que lo ponía todos los días a resguardo de los duros golpes que la vida, en ese difícil país, se empecinaba en propinarle constantemente. Demoró un par de minutos en animarse a girar la llave, y decidió que no tenía otra alternativa más que entrar.

    Si muchos artistas lo habían hecho en el pasado: ¿por qué él no? Amaba su producción, pero sentía en su interior que ya había pagado un precio suficientemente alto por mantenerse soñando con que algún día muchas personas amarían su música. Si había logrado vender sus canciones a varias editoriales para conseguir el dinero con el cual financiar Animal Nocturno, ¿iba a darse por vencido por un inconveniente legal? El ejecutivo le dijo que sus abogados intentarían resolverlo pero que el dinero que les pedían les parecía exagerado, pero, por ahora, seguirían esforzándose en negociar… principalmente porque era mucho lo que ya habían invertido en la producción.

    Era una esperanza. Una más de tantas que había visto estrellarse violentamente en el suelo después de que éstas intentaron emprender el vuelo hacia el horizonte detrás del cual se escondían sus ilusiones. Cerró la puerta tras él.

    Debió hacer un esfuerzo gigantesco por responder con un hola al cariñoso saludo de su compañera de hogar. Percibió vacilación en esa delicada voz femenina, a la que escuchaba a diario desde hacía ya casi cuatro años. ¿Se había enamorado de ella sólo porque a ellale gustaban sus canciones? ¿Seguía amándola porque le decía que creía en él, que no se diera por vencido, que tarde o temprano alguien iba a creer en ellos? ¿O sólo porque era la madre de su hija? A veces sospechaba que esas palabras de aliento no eran otra cosa más que el eco de la proyección audible de sus propios pensamientos. Pero de alguna manera se daba cuenta que era afortunado al poder regresar a pernoctar sin sentirse, además de apabullado, también solo.

    – Hay un contratiempo con la promoción del LP. Alguien en Guatemala está tratando de aprovecharse de la situación. Pero los abogados están seguros que es sólo cuestión de tiempo para que nos den luz verde.

    Era una mentirilla. Por primera vez le dio gusto que Leslie no le respondiera. Ella no requería saber toda la verdad. Él sólo necesitaba que ella continuara creyendo en él un poco más, sintiéndose lo menos desgraciada posible. Contarle que había sido tan estúpido como para pensar que alguien le iba simplemente a ceder los derechos de una canción que había grabado hacía tiempo en su país, y la cual prácticamente nadie había escuchado hasta entonces, era algo demasiado irreal para ser creíble. Decidió entonces que mantener la ilusión de su compañera no sólo la haría más feliz sino que él estaría de mejor estado de ánimo para seguir avanzando.

    Al salir de Sony se había detenido frente a un teléfono público y le había dicho a su amigo, Benjamín Espinoza, que se las tendría que arreglar solo para entretener a la escasa clientela que llegaba los jueves por la noche. Decidió que empezaría de una vez, una vez más. No iba a darle, a las dificultades de ese día, la satisfacción de verle sintiendo lástima por él mismo ni una sola hora más. Suficiente desánimo había experimentado en el metro camino a casa. Pero de alguna manera le habían bastado las escasas tres ca–lles que tuvo que caminar para recuperar la esperanza en él mismo.

    Sentía, muy dentro de su ser, que no había sido un error lo vivido en esos años desde que dejó su añorada Guatemala. Creía que no habían sido una locura los meses de aventuras que transcurrió en las calles de Río de Janeiro y Buenos Aires, donde, entre otras cosas, el formalizar su relación con Leslie, a quien había conocido allí mismo, le había dado mucha inspiración. Tenía la certeza de que cada uno de esos pasos, por muy oscuros e improductivos que a un observador, ignorante de la llama que llevaba dentro, pudieran parecerle, estaban abriendo una brecha que no solamente lo conduciría a él a realizar sus anhelos sino que alimentarían la llama de esperanza de otros muchos que, en el futuro, al igual que él, se atreverían a apostar la sensación de falsa seguridad a cambio de esos sueños que crecen en la soledad de los corazones optimistas en todo el mundo.

    Entró en la cocina y sujetándole la cintura por detrás, le dio un tierno beso en la cabellera.

    – ¿Te ayudo? –le ofreció sinceramente, sin poder contenerse de participar en una de sus pasiones, sabiendo además lo mucho que Leslie la odiaba: preparar comida.

    – No, amor. No te preocupes; ya casi está todo listo. ¿Tienes hambre?

    – Claro. No comí nada afuera.

    No se atrevió a verle de frente por temor a que ella pudiera leerle de nuevo como un libro abierto. Se dirigió a la pequeña habitación que les servía a ambos de estudio y dormitorio y guardó, en el viejo escritorio, sus partituras, que pronto estuvieron encima de las más de doscientas canciones que había compuesto en el transcurso de su vida. Caminó lentamente hacia la cuna colocada en una de las esquinas de la habitación y donde dormía Adria, y no pudo evitar volver a preguntarse cómo era posible que su primogénita fuera tan hermosa.

    Un par de minutos después, mientras continuaba hipnotizado con la visión de su hija, sintió el abrazo que su esposa le daba por detrás, sujetando una cervea Tecate en cada mano. Ricardo tomó la que se miraba más llena y, aún preso en los brazos de ella, saboreó el intenso sabor amargo disfrutando el aroma del lúpulo. Se dio la vuelta e intercambiaron un corto beso.

    – Voy a trabajar un poco antes de comer.

    – No vayas a despertar a la nena.

    – Okey.

    Caminó hacia la cama y abrió la mesita de noche en donde estaban sus partituras. Colocó las que llevaba sobre ellas y tomó todo el montón. No terminaba de convencerse de que Sony se sentiría lo suficientemente presionada para iniciar la promoción si les proponían un nuevo álbum. ¿Diecisiete canciones? ¡Qué difícil iba a ser elegirlas! Y seguro que algunas de ellas necesitarían muchos arreglos… Respiró profundo, sonrió pensando en lo afortunado que era al poder dedicarse exclusivamente a lo que amaba y pronto su mente se las había arreglado para quitarle toda la carga negativa a la experiencia que había atravesado esa misma tarde.

    Errores del pasado

    –Tenemos problemas con Del Otro Lado del Sol –le dijo el ejecutivo de Sony antes de que Arjona o De Llano tuvieran la oportunidad de acomodarse en los asientos frente al amplio escritorio de madera.

    –¿De qué se trata? –quiso saber De Llano, a quien habían adelantado algo de la situación; sin embargo quería que su representado escuchara todo de boca de ellos.

    Ricardo Arjona volvió a experimentar la sensación de desasosiego que tantas veces se le había presentado en los últimos dos o tres años; tanto así que ya empezaba a sentirse incómodo cuando veía que las cosas parecían ir demasiado bien. Y ese momento de su vida no era la excepción: a pesar de que los ejecutivos se mostraban reacios a lanzar Animal Nocturno, le habían presentado la opción de sacar antes un LP un poco más ortodoxo, para que el público lo conociera mejor antes de enfrentarse con la carga que llevaría el álbum que con tanto esfuerzo propio había logrado grabar. Ahora todo parecía propicio para el inicio de las actividades de promoción y, por más que pensaba en los posibles obstáculos, no se le había ocurrido ninguno que pudiera entorpecer los planes actuales.

    – Ricardo… –dijo mirando de frente al altísimo y delgado artista– Nos enteramos que firmaste un contrato por Del Otro Lado del Sol en Guatemala. ¿Es cierto?

    – Bueno… sí. Pero, hasta donde yo sé, sólo era para el casete que allí distribuyeron. No creo que haya llegado ni a El Salvador. Y, además, los derechos son míos.

    – Parece que no. Nos enviaron por fax el contrato que firmaste y ellos tienen los derechos.

    – ¿Y qué pretenden? –preguntó De Llano.

    –No lo sé. Pero recibimos una llamada hace dos días informándonos que consideraban inapropiado que hubiéramos lanzado el LP.

    – ¿Dijeron que ellos tienen los derechos? –intervino Arjona.

    – Eso dijeron.

    – Es mentira –dijo Ricardo, indignado–. Si ustedes no tuvieran interés, ellos lo olvidarían. Y, a lo sumo, habrán reproducido unas quinientas copias.

    – Eso no es relevante –le dijo el ejecutivo–. El asunto es que, hasta que ellos no autoricen, estamos con las manos atadas. Nos arriesgaríamos a una demanda.

    – ¿Y ya les dieron una cifra? –preguntó De Llano.

    –Sí. Y aunque ya rebajaron la cantidad inicial, aún es desproporcionada con la realidad. Difícilmente llegaremos a una cifra con la que nos sintamos cómodos como para continuar promocionando el disco. –Y dirigiéndose a Ricardo, añadió:– Fue un gran error firmar ese documento. No tiene sentido. Ya habías firmado con nosotros.

    – Que había grabado esa canción, no era un secreto. Fue la grabación que les entregué y con la que conocieron la canción. Por eso les había propuesto el título Gitano Urbano, para diferenciarnos más.

    Ricardo decidió hablar poco, como le había recomendado De Llano, sintiendo una presión en el pecho. Frustrado e impotente, paseó la mirada por la amplia oficina adornada por varias réplicas de discos de platino y fotografías de los más importantes artistas de la firma. El ejecutivo continuó:

    – Así que vamos a retirar de las discotecas todo el material, casetes y discos que haya en venta. Sólo con esa condición, la gente de Guatemala aceptó posponer cualquier acción legal mientras negociamos los derechos. De verdad lo siento, Ricardo.

    Los dos visitantes se retiraron y recorrieron en silencio el largo y estrecho pasillo que los llevaría hasta el lobby. Arjona sintió la presencia de cada una de las estrellas de Sony, cuyas miradas, desde las fotografías que flanqueaban su paso, parecían recriminarle otro más de sus muchos errores en el camino recorrido.

    Se despidieron de la recepcionista, con quien Ricardo ya había empezado a hacerse amigo, y salieron del edificio. Sin titubear, De Llano se esforzó por levantar el ánimo de su representado:

    – Dale esperanzas a Leslie. Dile que tenga un poco más de paciencia. Cuando nos avisen que solucionaron lo de los derechos, arrancamos con todo. Pronto estaremos de gira y después vendrá Animal Nocturno –Ricardo dejó escapar la sonrisa que la persona que más creía en él le había producido–. Pero no nos confiemos; termina las canciones que tienes a medias y se las mostramos. Si no reaccionan, abrumémoslos con tu música hasta que no tengan más alternativa que liberar tus discos. Pero sonríe, hermano, que durante el resto de tu vida no vas a hacer otra cosa más que lo que amas, ¿verdad?

    –¿Y si presionamos definitivamente por el lanzamiento de Animal Nocturno? Yo siento que es el momento. Sé que la gente está lista para mi música.

    – Sí. Han reaccionado bien en los conciertos. Pero ellos tienen miedo. Esperemos unos días más a ver qué pasa con esto.

    – ¿No quieres que contacte a alguien en Guatemala, para ver si nos pueden facilitar el trámite o ceder los derechos?

    – No sin que lo consultemos antes con Sony. Y estoy seguro que no lo aprobarán. Mejor esperemos.

    – Supongo que puedo mantener viva la esperanza.

    – Sin el supongo, Ricardo. No vayas a dejar de pensar positivamente ahora, precisamente ahora que estamos tan cerca. Además, estoy seguro que Animal Nocturno va a ser una sensación. Sólo hay un obstáculo antes, pero presiento que es el final. Ánimo y a trabajar, hermano.

    Los caminos de Ricardo Arjona y Luis De Llano Macedo, hijo del legendario productor español Luis De Llano Palmer, se cruzaron dos años antes gracias al proactivismo que el artista guatemalteco siempre ha demostrado. De alguna manera se las arregló para poner un casete Demo en las manos del importante productor mexicano. Gracias a las amistades que hizo mientras intentaba entrar en alguna disquera, se enteró que De Llano estaba por iniciar la producción de una telenovela con características poco comunes y le recomendaron que le llevara un demo. Arjona vio nuevamente otra oportunidad y se volcó de lleno a pulir una vieja canción que trataba sobre el enamoramiento de una joven poco agraciada pero de bello corazón: después de muchas horas de gran esfuerzo, Arjona había logrado grabar La Mujer Que No Soñé, la cuál, eventualmente, mantendría a Eduardo Capetillo en el primer lugar de popularidad y haría soñar a millones de jovencitas no tan bellas, alrededor del mundo, en el día en que un apuesto joven se fijara que por dentro eran mucho más bonitas que las más populares chicas de sus ciudades. De Llano oyó el demo y le gustó lo que escuchó. De inmediato se puso en contacto con el guatemalteco y le comunicó su decisión de utilizar esa canción como el tema de la nueva telenovela. Arjona nunca olvidará la gran alegría con que él y Leslie celebraron ese logro a pesar de que sabían que no le permitirían cantarla; desde hacía mucho, De Llano había decidido que Capetillo interpretaría la canción que eligieran.

    A pesar de ello, la relación del cantautor con el representante no hizo más que estrecharse durante los siguientes meses. Y lo que ambos consideraban la realización de sus esfuerzos, parecía estarse consolidando finalmente. Ahora De Llano era el vicepresidente de Programación Musical para Televisa, y Ricardo se sentía cada día más afortunado de conocerlo.

    – Hagamos lo que hablamos –le dijo De Llano–. Revisa todas las canciones del LP que sacó Rodven en Venezuela, y presentémosles la idea de sacar el mismo LP aquí. Seguro que los convenzo de que allí tenemos otro álbum, por si insisten en querer lanzar algo antes de Animal Nocturno y no logramos nada con Del Otro Lado del Sol.

    – Pero busquémosle otro nombre –dijo Arjona–. Eso de 17 Éxitos me suena muy petulante, ¿con qué derecho le podemos llamar éxitos si pocas personas las han oído?

    – Bueno. Pensemos en una alternativa.

    – De todos modos voy a pensarlo bien. Me preocupa mucho que el Arjona que escribió esas canciones ya no exista. Y la gente va a pensar que yo aún soy ese.

    – Tus canciones son muy buenas. No sé cómo podías componer tan bien cuando apenas eras un adolescente. Van a hallar su público. No te preocupes. –Y palmeándolo en el brazo, añadió:– Sólo no vayas a olvidarte del bambú asiático –le dijo sabiendo cuánto le gustaba dicha anécdota a su representado–. Pronto cambiará todo. Ya verás. ¿Cómo está la nena?

    – Rebién. Aunque llora mucho. La llevamos con el médico y nos dijo que está todo normal. Dice que es así porque así es su carácter.

    – Pues a Leslie no creo que haya salido… ni a ti…

    – Seguro que son los genes de mi señora madre…

    Y se despidieron con un abrazo, como siempre. Ricardo sonrió al sentir el gran entusiasmo que emanaba de Luis De Llano y que le había permitido éxitos tan grandes. En ese mismo momento se dirigía a una reunión de pre-producción para la película que produciría con su mundialmente famoso Grupo Garibaldi.

    Ricardo tuvo que caminar mucho para llegar a la estación del metro. No podía darse el lujo de gastar dinero en una guagua, un pesero ni mucho menos un vocho. Además, intentó convencerse a sí mismo, el ejercicio es algo que siempre necesitará. Su situación económica había mejorado un poco desde que firmara con Sony hacía ya más de un año, y fue fantástico porque hacía ya mucho que su amigo Yani Kefalas le había enviado, desde Guatemala, el último de los quetzales que ahorró durante sus aventuras en América del Sur y que le había pedido que, bajo ninguna circunstancia, le enviara más que lo que correspondía mes a mes.

    Ya sentado en el metro, Arjona pensó en su hija Adria; nunca se imaginó ser capaz de sentir tanto por un ser humano tan pequeño. La veía tan frágil pero a la vez tan aguerrida, que estaba seguro que siempre lo necesitaría. Sabía que si habían decidido iniciar una familia fue porque la firma con Sony y la grabación de Animal Nocturno les hizo creer que en cuestión de meses su situación económica cambiaría notablemente, sin embargo más de un año después todo seguía trabado. Pero aún así, no se arrepentía. La sola existencia de su hija lo hacía inmensamente feliz. Se preguntó si sería ella la razón principal por la que había hecho lo que había decidido hacer tan sólo unas semanas antes en los Estados Unidos de Norte América…

    La ciudad del pecado

    Miércoles 29 de julio de 1992

    Aunque al principio no le gustó la idea de viajar a los Estados Unidos para apoyar a Leslie en las conversaciones que sostendría en Nevada con un par de empresarios que les habían recomendado, con cada minuto que pasaba en California su entusiasmo no había hecho más que crecer. Había aterrizado en Los Ángeles el día anterior, en un vuelo directo desde el D.F. y Leslie ya estaba esperándolo en Las Vegas. Ella había viajado con Adria dos días antes pero hacia Puerto Rico. Allí pasó un par de días con su mamá y, después de recibir el dinero que le prestaron, les dejó a la pequeña durante tres días más.

    Siempre había disfrutado inmensamente el conducir un automóvil. Y la experiencia siempre le había parecido más placentera cuando se trataba de conducir uno rentado, porque era un automóvil de modelo muy reciente; lo cual era un gusto que rara vez había experimentado en su vida. Le daba pena reconocer que habían ya transcurrido cuatro años desde que se deshizo de su primer automóvil, un cacharrito de un color tan llamativo que hacía voltear cabezas de medio Guatemala cuando andaba por las calles. En Argentina no había tenido auto ni tampoco en Brasil; en México aún no había sentido la necesidad; el metro le parecía tan genial que se preguntaba si alguna vez necesitaría uno.

    Se sentía muy bien y se daba cuenta que se debía a que, finalmente, había conseguido dormir con tranquilidad dos noches consecutivas. Desde que su hija había nacido, a mediados de abril, las noches tranquilas en que podía recargar sus baterías, para continuar su lucha, habían desaparecido. Y la noche anterior, después del viaje y con el sueño acumulado, sus planes de salir a algún lugar de esa enorme ciudad se vieron truncados cuando se quedó dormido casi al llegar a su habitación. Lamentó mucho que la temporada de la NBA hubiese ya finalizado aunque, de todos modos, los Lakers de Los Angeles fueron eliminados en la primera ronda a manos de quienes llegarían a perder la final contra los Chicago Bulls de Michael Jordan. Por su parte, los Dodgers andaban de gira, así que no hubo deporte profesional para él.

    Despertó temprano esa mañana y decidió que Los Ángeles de día no eran tan atractivos como para mantenerlo alejado de Las Vegas. Así que se apresuró a alquilar un vehículo económico en Budget y tomó rumbo a la ciudad de las apuestas legales.

    En el camino volvió a jugar con la idea de complacer a Leslie proponiéndole casarse. Desde que se conocieron en Buenos Aires, él siempre le había dicho que no creía que el matrimonio fuera algo para él. Le insistía en que sí creía y sentía ser capaz de pasar junto a ella el resto de sus días, pero que consideraba que el hecho de escucharse el uno al otro prometer ante Dios que pasarían juntos el resto de sus vidas, sin importar qué, era algo que haría más daño que beneficio a su relación. A todos sus amigos, incluso a sus hermanas, les había confesado, incontables veces, que jamás se casaría. Se justificaba diciéndoles que cuando las personas saben que el otro puede decidir no seguir a su lado, o cambiarlo por alguien más sin mayores explicaciones, ésa persona se siente obligada a realizar actos de amor con más frecuencia que las parejas casadas.

    Ahora las cosas habían cambiado. Y Leslie era tan bella y tan gentil que le era fácil imaginarse pasando el resto de su vida junto a ella. Además la familia de ella lo adoraba. Su mamá estaba encantado con el padre de su nieta; el hermano de Leslie, Miguel Ángel Mejía, de apenas diez años de edad y con un talento extraordinario para las artes, sentía un vínculo muy especial con Ricardo debido a que, al igual que él, ya había empezado a destacar en el mundo artístico; de hecho: dos disqueras norteamericanas estaban muy interesados en firmarlo.

    Y ahora estaba Adria. Una pequeñina con apenas noventa días de vida, a la que consideraba la niña más bonita que había visto en su vida; lo cual, le daba pena reconocer, no le sorprendía: Leslie era una mujer agraciada, agradable y amorosa; no cabía duda que una madre tan hermosa sólo podría procrear una bebé igual de bella. Nunca sería capaz de abandonar a su hija; cuando Leslie le ganó el debate acerca de si tener o no hijos, él había decidido que siempre estaría allí para ese único hijo o hija con el que había estado de acuerdo. Y aunque ese embarazo no fue buscado, estuvo tranquilo pues sabía que eventualmente iba a suceder. Quería estar con ella cuando aprendiera a caminar, cuando dijera sus primeras palabras, cuando entrara al colegio y cuando cumpliera sus quince años. Estaría más que encantado si fuese su única hija para siempre; había convivido con dos mujeres toda su vida y sus hermanas le habían demostrado lo maravillosas que pueden ser las niñas la mayor parte del tiempo. Así que ahora estaba jugueteando con la idea de casarse. Si nunca iba a separarse de ellas dos, ¿por qué iba a continuar siendo tan cabeza dura de despreciar el matrimonio? Después de todo: ¿no aumentaría las posibilidades de mantenerse unidos el que sellaran su relación con una boda?

    Unos kilómetros antes de llegar a Las Vegas volvió a convencerse de que era mejor ni siquiera ilusionar a Leslie con esa posibilidad; no, el matrimonio no era algo para él. Estaba convencidísimo de que una boda no hace más que empeorar las relaciones. Desde su época de adolescente había conocido a varias mujeres lindísimas, de quienes incluso había llegado a sentirse enamorado, con las cuales nunca había llegado a profundizar ninguna relación. No tenía duda de que su excompañera de estudios Norma de León, una de las mujeres que más le habían llegado a gustar, al igual que las otras, habían decidido mantenerlo a cierta distancia precisamente por la audacia con que gritaba a los cuatro vientos que nunca iría al altar. Llegó incluso a pensar, poco después de conocer a Leslie, que también ella huiría de ese loco que despreciaba el matrimonio.

    Pero desde que la música le llevó a Leslie a su vida en Buenos Aires, se dio cuenta que ella tampoco le daba mucha importancia a eso de casarse. Así que, mientras ya empezaba a reconocer el famoso aspecto de las calles de Las Vegas, sin poder evitar preguntarse si la dama del barrio de la Recoleta que había conocido en Buenos Aires habría realizado su sueño de llegar a esa ciudad, se dio cuenta de lo mucho que le agradaría poder volver a verla. Volvió a pensar en sus propias circunstancias y luego de recordar la manera tan similar con que Leslie veía la vida, se sintió convencido y seguro de que el matrimonio no sería jamás parte de su vida. Empezó a desacelerar, poco a poco, para empapar su sentido visual con la visión de la ciudad del pecado. Y mientras empezaba a preguntarse por dónde quedaría el hotel donde estaba alojada Leslie, entró a la ciudad en que haría exactamente lo que acababa de proponerse nunca hacer.

    * * * * * * * * * * * *

    Ricardo nunca se había considerado alguien a quien le gustaba apostar, pero algo acerca de Las Vegas hace que las personas caigan en una especie de trance y la mayoría no puede evitar hacer cosas totalmente locas.

    El cantautor miraba maravillado los atractivos rótulos de los casinos y creyó, a pesar de que aún estaban iluminados por el sol de la tarde, que nunca había visto una ciudad tan impresionante. Sin poder evitarlo se estacionó enfrente del hotel con el rótulo con la palabra casino más grande que vio.

    Se quedó frente al volante, con el aire acondicionado aún encendido, decidiendo si se atrevía a entrar o no. Tenía casi quinientos dólares en el bolsillo y sentía la seguridad de que podría, al menos, ganar unos seiscientos dólares adicionales si pasaba algunos minutos sentado frente a una mesa de veintiuno.

    Por una parte se sentía tranquilo porque Leslie tenía todo el dinero que necesitaban para cerrar el trato de la compra/venta de ropa, si finalmente ella decidía que les convenía. Su pasaje ya estaba pagado; su habitación estaba en el presupuesto que manejaría Leslie; y estaba ya a punto de terminar dos canciones para un par de cantantes de De Llano. Aunque Animal Nocturno aún estaba en el congelador, Del Otro Lado del Sol ya se estaba vendiendo aunque muy modestamente; pronto estaría de gira promoviéndolo y recibiría algunos viáticos nada despreciables. En poco tiempo repondría su dinero si llegaba a perderlo pero estaba seguro que no llegaría a eso. Decidió que haría el intento durante unos minutos, y si la cosa iba bien y se sentía con confianza, continuaría; si no empezaba a ganar se marcharía a buscar el hotel de su pareja.

    Así que, lleno de confianza, apagó el auto y salió. Inmediatamente sintió una oleada de aire hirviendo, como nunca antes había experimentado. Ni en las playas de Brasil jamás sintió un golpe de calor tan intenso. Cerró la puerta y, después de verificar que no había dentro de su modesto auto nada que pudiera parecerle muy atractivo a un ladrón, costumbre adquirida en su país, no pudo pensar en nada más que entrar en el acogedor ambiente del casino.

    * * * * * * * * * * * *

    Había estado ya antes en el interior de varios casinos de primera clase, pero nunca con tanto dinero en su bolsillo. Siempre había intentado ganar más para poder darle algún gusto a Leslie y ese día se sentía muy diferente. Había escuchado muchas veces que dinero llama dinero y realmente creía que sus billetes iban a multiplicarse.

    Se sorprendió de que dicho casino no lucía tan bien como se imaginó y se decepcionó un poco. Pero con el corazón latiendo cada vez más aprisa, localizó una mesa que estaba dentro de su rango presupuestario y se quedó a cierta distancia, intentando familiarizarse con el movimiento del casino. Le llevó unos treinta minutos alcanzar el nivel de confianza con el que, estuvo seguro, podría interactuar en la mesa de la misma manera que los otros jugadores que ya estaban sentados, y en cuanto se desocupó una silla dio un par de vacilantes pasos hacia ella, dando tiempo a que alguien que la mereciera más que él la tomara. Se decepcionó otro poco de que nadie hiciera ningún movimiento por impedirle sentarse y más nervioso de lo que había estado en mucho tiempo, tomó su posición. La guapa croupier le preguntó cuánto dinero cambiaría y él sacó doscientos dólares de su bolsillo. Pocos segundos después recibió las primeras malas cartas de una seguidilla de más de diez y pronto se dio cuenta que había perdido la mitad de su dinero.

    Una hora después salió del casino, con unos pocos dólares sobrevivientes, sintiéndose el ser más estúpido y miserable sobre la tierra. Se metió rápido en el auto y lo encendió; una vez estuvo seguro de que nadie lo veía, golpeó varias veces el volante del coche gritando: ¡estúpido, estúpido, estúpido!

    Después de unos minutos volvió a calmarse y se alegró de haber llegado a perfeccionar el dominio sobre su mente que le permitía recobrar el control de sus pensamientos en tan sólo unos pocos segundos. Repitió mentalmente el mantra que lo había acompañado durante los anteriores años de dificultades y pronto estuvo respirando con calma. Le extrajo una sonrisa a su rostro y empezó de nuevo a poner las cosas en perspectiva. Ejecutó el ejercicio de visualización en el que, con los ojos cerrados, mira el lugar en donde está y fue alejándose mentalmente hasta que se vio a sí mismo desde la altura. Continuaba alejándose

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