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El domino de Dios
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Libro electrónico60 páginas51 minutos

El domino de Dios

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Información de este libro electrónico

¿Existe Dios o es sólo el resultado del miedo humano?

Este ensayo intenta esclarecerlo con evidencias nunca antes aportadas.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento11 dic 2012
ISBN9781301828548
El domino de Dios
Autor

Sebastián Jarré, Sr

SEBASTIAN JARRE (Buenos Aires, Capital Federal, Argentina, 4 de septiembre de 1976). Estudió Electrónica, en el República Francesa, participó en las segundas olimpiadas de electrónica y telecomunicaciones ganando menciones diversas, estudió Licenciatura en Matemáticas en la Universidad de Buenos Aires y trabajó durante años en los oficios más diversos que puedan imaginarse: ilusionista, FX, diseñador de prestidigitaciones, periodista, y desde hace años como Scrum Master y QA/QC Leader . Vivió en España durante años, luego en Venezuela y en Estados Unidos donde trabajó como ilusionista, desarrollador de páginas web, escritor part time e investigador.Podéis encontrar más libros en su web: https://www.cosmogono.comCortometrajes: bewarenight.com

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    El domino de Dios - Sebastián Jarré, Sr

    EL DOMINÓ DE DIOS

    Sebastián Jarré

    Smashwords Edition

    © 2012 Sebastián Jarré

    Más información sobre el tema y material ilustrativo en :

    http://www.sjarre.com.ar

    AMNESIA

    Acabo de abrir los ojos y descubro que no sé dónde estoy, por qué estoy y quién soy. Me sobresalta esto mismo: no saber con certidumbre quien soy. Mi débil memoria me trae algunas respuestas. Sé que nací en una región geográfica llamada Buenos Aires, en un país (esto es, un pedazo de tierra llamado continente) conocido como Argentina. También sé que este cuerpo, por medio del cual razono, es el compendio, ni final ni total, de una ley biológica llamada evolución, o selección natural. Esta ley, que algunos consideran teoría, definió mis brazos, mi cara, mis ojos, mi nariz, cada capilar y cada pie, cada órgano y, entre más cosas, el cerebro: el artilugio que ahora me permite asumir que sé algo.

    Saber que esto que soy, un organismo biológico, demandó millones de años y millones de sacrificios de otros organismos biológicos a la evolución me da una corazonada poderosa de dónde vengo: soy un residuo necesario de una lucha que empezó antes de que yo naciera, antes siquiera que naciera ser humano alguno; la lucha por la vida, el antojo de unas leyes a lo largo de los siglos, el capricho de una célula que no quiere morir.

    Si me informo un poco voy más allá: descubro los avances de la ciencia y, con ello, más trazas -o pistas razonables – sobre la pregunta De Dónde Vengo. De modo, pues, que ya tengo, cuando menos, dos respuestas provisorias a mis inquietudes iniciales al abrir los ojos: ¿dónde estoy?: en la tierra, un planeta, una mota de polvo azul confinada en un universo obeso, que cada día se vuelve más gordo (se expande). De donde vengo: probablemente de polvo cósmico, de una sustancia esencial para la vida denominada carbono; luego, un paciente y considerablemente largo proceso llamado selección natural que formó lo que ya dije (mis ojos, mi boca, éstos dedos que sostienen esta pluma).

    Aun adolezco de saber Quién Soy. Me descalzó un momento y noto el frío del suelo; mis dedos no se acostumbran y necesito volver a calzarme: es la necesidad instintiva de no ceder a una inminente molestia que tiene matices con el dolor. Y el dolor me conduce a otra inevitable pregunta: ¿adónde voy cuanto este organismo biológico que soy deje de funcionar? Si me informo un poco descubro al respecto algunas cosas: oigo, leo e investigo sobre fantasmas, demonios, psicofonías de muertos, voces del más allá, casos de salidas extracorporales, hierbas locas y alucinógenos y reencarnaciones sucesivas: nada. Por sobre todas las cosas, planeando silenciosamente, se proyecta la sombra de la duda.

    La generosa duda se instala sobre mí: me empuja, dócilmente al principio y luego con inusitada violencia hacia la perversa idea de que no hay nada más: que morir no debe significar vivir. Adónde vamos: a ningún lado. O mejor: a todos lados, somos absorbidos por la naturaleza, nos convertimos en su imprescindible abono.

    Sigo adoleciendo de algo: Quién Soy. Un organismo biológico, una máquina de supervivencia, eso está demasiado claro, pero ¿y qué más? ¿Una conciencia?. ¿Un cerebro? ¿Un autómata celular que cede a respuestas del entorno más o menos amigables? La respuesta no la puedo saber, no la tengo aun: la siempre presente amnesia me lo impide descubrir ¿Pero acaso la definición de Quien Soy no entraña lo que busco? ¿Es Amnesia? ¿Pero cómo podría serlo si quizá jamás hubo forjado un recuerdo, una experiencia?: si Quien Soy es algo que todavía no se definió.

    No puedo olvidar algo que todavía está en formación.

    El último momento de aliento no será demasiado tarde: será el momento esperado; la curación final de la amnesia. Porque lo que se formó no podrá seguir formándose. Estará concluido.

    Pero en tanto esto suceda, hay un camino por recorrer. Un mapa donde trazar puntos para comprender un poco mejor la amnesia.

    NOSOTROS: LOS HUERFANOS

    Soy consciente que abordar este tema es un alarde de estupidez de mi parte. Lo aclaro de antemano: no pretendo convencer a nadie de las cosas que digo. Más bien las digo como si estuviera en una habitación de paredes grises (¿por qué no violetas? ) hablando solo, con un sahumerio oloroso agolpando su humo rancio contra el raso: un loco hablando consigo mismo pero siendo consciente que quizá en algún momento haya receptores del otro lado. ¿Y por qué no?

    Al

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