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Debajo del sol: Eclesiastés
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Libro electrónico251 páginas5 horas

Debajo del sol: Eclesiastés

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Esta serie, a la que pronto se añadirá un nuevo volumen, Ester, también ayuda a aplicar la Palabra <> a la problemática moderna. Es una exposición detallada y comentada, por capítulos, muy accesible para el lector poco familiarizado con el texto bíblico, pero con detalles que contribuyen al enriquecimiento del saber de aquellos que profundizan más en temas teológicos. Es la Palabra fresca aplicada a la vida contemporánea. El lector podrá saborear la riqueza de este libro, en el cual se concluye que la verdadera libertad se halla solo cuando se vive la vida a la manera de Dios. <> (Eclesiastés 12:13).

IdiomaEspañol
EditorialZondervan
Fecha de lanzamiento3 ene 2012
ISBN9780829782721
Debajo del sol: Eclesiastés
Autor

Hector Hermosillo

Héctor Hermosillo, más conocido por el público de habla española a por su talento como músico, es pastor de Casa de Luz, la iglesia hispana de Willow Creek. Antes de su llegada a Willow Creek en el 2006, Héctor fue guitarrista principal y director musical de artistas latinos famosos como Luis Miguel y Emmanuel. Es fundador y director musical de la agrupación, Torre Fuerte, banda musical pionera de la música cristiana en español. Recientemente, participó como copresentador del programa «Club 700 Hoy» junto a Amarilis Rivera.

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    Lectura fácil de seguir y con mucho material que se puede poner en práctica diariamente.
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    Magnífico !!
    Un libro q' cautivó mi atención, desde el comienzo, sin haber tenido ninguna referencia previa de él.
    De una vigencia y pertinencia admirables.
    Daniel Contesse González

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Debajo del sol - Hector Hermosillo

1

UNA SED INSACIABLE

AL SON QUE TE TOQUEN …

«Extraños en la noche» es una canción que popularizó e inmortalizó el famoso cantante norteamericano Frank Sinatra en 1966, y que mi suegro, el general de brigada del ejercito mexicano Miguel del Castillo, a quien su familia llamaba amorosamente Periquín, silbaba. Imitaba el sonido de esta canción con la boca siempre que estaba ocupado en alguna actividad que requería de toda su atención. Esta costumbre de silbar era algo muy característico de él y pasó de una generación a otra. Así fue que su décima hija, mi hermosa y amada esposa, Gabriela, adquirió tal costumbre. A diferencia de su papá, ella se la pasa silbando: silba si está o no ocupada, si conduce o no el auto, si cocina o no. Gaby tiene una necesidad de silbar todo el tiempo. Este hábito, no obstante, tiene aspectos positivos y negativos a la vez. Por ejemplo, en el caso de mi suegro, se podía predecir que estaba concentrado trabajando al escucharle silbar «Extraños en la noche». En el caso de Gaby, esta costumbre facilita su ubicación, algo muy provechoso especialmente en ambientes amplios. Recuerdo que por razones de salud tuvimos que mudarnos a la ciudad de Cuernavaca en el estado de Morelos, México. Allí vivimos en una casa muy grande, de unos 600 metros cuadrados de construcción, en la que tratar de encontrar a uno de mis hijos era una ardua tarea, pero encontrar a Gaby no lo era; a ella todos la ubicábamos con facilidad porque siempre silbaba, no solo la tonada de «Extraños en la noche», sino también algunas otras de su agrado. Sin embargo, este hábito de silbar en el caso de Gaby tiene su lado negativo: cualquier música que la atrape por su popularidad o ritmo inmediatamente se le pega como catarro y queda completamente «contagiada» de tal melodía. En una ocasión, Gaby fue a realizar sus compras en un mercado ambulante llamado también «sobre ruedas» que cada lunes se colocaba justo en frente de la puerta de nuestra casa. Al regresar, Gaby se dirigió a la cocina y comenzó a preparar los alimentos como es su costumbre. Inmediatamente, yo reconocí que había llegado, no precisamente por el sonido de la puerta sino por su silbido, pero en esa ocasión algo no andaba bien. La melodía no era «Extraños en la noche» ni ninguna de sus tonadas habituales, sino que era el estribillo de una canción popular y, diría yo, hasta de mal gusto, una de esas canciones que atenta contra la moral y las buenas costumbres. Gaby, por su parte, permanecía ajena y continuaba silbándola porque dicha melodía se le había pegado. Al darse cuenta, ella se horrorizó y se preguntaba: ¿En qué momento la escuché? Lo peor de todo fue que este estribillo insistió en acompañarnos el resto del día, de la semana y del mes. Aunque deliberadamente escuchábamos música hermosa e inspiracional, este malvado estribillo afloraba una y otra vez en forma amenazante tratando de hacer nuestras vidas miserables. Todavía hoy nos causa risa recordar este episodio. Desde aquel entonces presto mucha más atención a los estribillos que entona mi esposa en su hábito de silbar.

Un estribillo es un recurso poético formado por un verso o conjunto de versos, cuya particularidad es la repetición entre estrofa y estrofa, y que ha sido usado con mucho éxito en la composición de música popular. El estribillo, y su constante repetición, termina por hacer popular y «pegajosa» a las canciones. Pero, al igual que en la historia que acabo de narrar, existen «estribillos» en nuestra vida que se repiten y se repiten, y no son más que recordatorios del vacío y del dolor que muchos hemos vivido en el pasado y que continuamos experimentando en el presente; además, amenazan nuestro futuro con su incansable repetición. A pesar de que existen versos hermosos que tratan de alejarnos de esa realidad, estos estribillos terminan por llevarnos a entonar, reconocer e incluso bailar a su «son» peculiar que nos acompaña a lo largo de nuestra vida. ¿Cual podría ser en tu caso el estribillo o la constante de tu vida? ¿Qué posibilidad hay de que pueda cambiar?

En este honesto y poético libro conoceremos el estribillo en la vida de Salomón. ¿Cómo será el estribillo del hombre más sabio y más rico de toda la historia? ¿De dónde lo sacó? O, ¿dónde lo aprendió? ¡A través de la lectura de este libro lo sabremos!

1:1. Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén.

En esta obra, Salomón no usa su nombre para identificarse como el autor, sino que se refiere a sí mismo numerosas veces como el Predicador haciendo referencia a las palabras de aquel que acumula experiencias llenas de sabiduría y que luego las presenta en medio de la asamblea o congregación. En este versículo declara ser «hijo de David, rey en Jerusalén». Más adelante, en el versículo 12 de este mismo capítulo, lo reitera: «Yo el Predicador fui rey sobre Israel en Jerusalén».

Eclesiastés es la transliteración del término griego ekklesias-tes al español. Significa predicador y deriva de ekklesia, que significa «asamblea». El equivalente en hebreo es cojelét, el cual designa el oficio de predicador y deriva de la raíz cajál, que significa convocar o dirigirse a una asamblea.

TODO ES VANIDAD

1:2. Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad.

La palabra «vanidad», que aparece 37 veces en el libro de Eclesiastés, significa literalmente vapor y es también una representación metafórica de la conclusión a la que Salomón llegó acerca de todo lo que el hombre hace y atesora en su experiencia debajo del sol, sin Dios, sin fe y sin esperanza.

¿Qué es el vapor? En el lenguaje del Eclesiastés, es algo sin sustancia, transitorio y fugaz, totalmente vacío. En el lenguaje bíblico, «vanidad de vanidades» se refiere a que la vida sin Dios es fútil, carente de sentido y de propósito. Salomón expresa que si no tiene la verdadera esencia de la vida, todo lo que el hombre hace es vano, como el vapor. Cuando el hombre le da la espalda a Dios, no sabe ni de dónde viene ni a dónde va, y desconoce el propósito de su existencia.

Al final del libro, en el epílogo, el autor utiliza la misma frase. Después de todo su discurso y antes de llegar a una conclusión y darnos una enseñanza práctica para nuestras vidas, expresa nuevamente: «Vanidad de vanidades, dijo el Predicador, todo es vanidad» (Eclesiastés 12:8). El libro de Eclesiastés comienza y concluye con un estribillo, como si fuera una canción.

La Biblia nos instruye a buscar las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. «Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra» (Colosenses 3:2). Tengamos una perspectiva bíblica, eterna, divina de la vida, y vivamos así nuestra vida. Salomón quitó su mirada de las cosas de arriba y durante todo este tiempo volvió su mirada abajo, debajo del sol.

TANTO ESFUERZO, ¿PARA QUé?

1:3. ¿qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con el que se afana debajo del sol?

El Predicador introduce una pregunta retórica para persuadir a su audiencia: ¿Qué provecho? La palabra «provecho» quiere decir ganancia o ventaja, pero nada de lo que el hombre hace tiene permanencia o significado duradero en sí mismo. El punto es que aunque la sabiduría, la justicia, las riquezas, el placer, el trabajo, el vigor, el prestigio, la fama y muchas cosas más del hombre tienen desde la óptica humana o mundana algunos resultados positivos, la dura realidad es que ningún esfuerzo humano proporciona un beneficio perdurable o eterno.

A continuación, inicia su discurso para explicar por qué en su experiencia alejado de Dios descubre que nada en sí mismo tiene un propósito sino el que Dios le ha dado. Comienza el desarrollo de su argumento presentando varios ejemplos importantes en los siguientes versículos.

1:4. Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece.

Mientras el ser humano nace, crece, se reproduce y muere, la tierra permanece y es un testigo presencial de la vida, efímera y transitoria, que se vive lejos de Dios y sin significado.

Hablando de testigos silenciosos, recuerdo una vez que viajé a Queens, Nueva York, y quedé impresionado con un cementerio que estaba ubicado en el camino del hotel a la iglesia. Este cementerio es el más grande que jamás haya visto. Un detalle que llamó mi atención: hay casas a lo largo de la carretera que pasa por el cementerio; ciertamente no se puede saber dónde empiezan los vivos y dónde los muertos.

La Biblia afirma que si alguno ha muerto y cree en Cristo no morirá eternamente (Juan 11:25); pero aquel que vive sin Cristo debajo del sol, aunque vivo, está muerto (1 Juan 5:11-12). Nos preguntamos, ¿quiénes son los vivos y quiénes son los muertos? Cuando reflexionamos acerca de la vida, un cementerio es como el monumento a la fragilidad y a la temporalidad del ser humano. Generación va, generación viene, pero los cementerios perduran, como testigos de que nuestro paso por este lugar es solo temporal.

LA MONOTONíA DE LA VIDA DEBAJO DEL SOL

1:5-6. Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta. El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo.

El Predicador no pretende juzgar al viento ni al sol, sino dar ejemplos para explicar que la naturaleza se mueve en forma continua y cíclica. En este punto Salomón considera que la vida del hombre está sujeta a ciclos.

Chicago, aunque hermosa, es una ciudad muy congestionada, por lo que muchas personas que allí trabajan prefieren vivir en los apacibles suburbios de Illinois. Sin embargo, esto las obliga a buscar medios alternativos de transporte. El sistema de trenes Metra es el más conveniente por ser el más seguro, económico y rápido. Innumerables personas acuden día tras día a sus lugares de trabajo por este medio. Tengo un amigo que trabaja en Chicago y que me relató su rutina de traslado diaria: todos los días sale de su casa muy temprano para llegar a la estación del tren a una hora específica; estaciona su vehículo casi siempre en el mismo lugar y luego se dirige a pagar el estacionamiento. El tren llega siempre en hora y él procede a abordarlo. «Es curioso, Héctor — me comenta—, pero prácticamente veo los mismos rostros sentados en los mismos asientos todos los días». La mayoría de las personas que viajan diariamente con él en el tren a esa hora son las mismas. Mi amigo, generalmente, encuentra su lugar desocupado. «Parecería que me está esperando —comenta—. Hay como un código de respeto entre nosotros». Siempre, en silencio y sin reglas escritas, casi todos los pasajeros habituales se conocen: si no de nombre, por lo menos, de vista. Nadie conversa con nadie. Al llegar a Chicago, mi amigo se baja y se dirige a pie a su lugar de trabajo. Después de su jornada diaria, regresa a la estación y vuelve a tomar el tren, esta vez de regreso a casa, a su punto de partida. Así, todos los días. El tiempo que emplea en ir y venir del trabajo, de puerta a puerta, es bastante considerable, unas tres horas diarias. Pero si hacemos un ejercicio y pensamos que muchos de los que abordan un vagón del tren han tenido o tendrán la misma rutina diaria durante su vida productiva, digamos unos 40 años, concluimos que al finalizar su vida laboral habrán pasado unos 40 meses, con todas sus horas, minutos y segundos, en un viaje continuo, rutinario y repetitivo.

1:7. Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo.

Al igual que el sol y el viento, el agua sigue su misma rutina monótona a lo largo de los siglos. El libro de Job, se refiere a este fenómeno natural en otras palabras: «Él [Dios] atrae las gotas de las aguas, al transformarse el vapor en lluvia, la cual destilan las nubes, goteando en abundancia sobre los hombres» (Job 36:27-28). Evidentemente se refiere al ciclo de evaporación y condensación del agua. Este proceso fue considerado un «descubrimiento» cientos de años después que Job y Salomón lo describieran en la Biblia; Salomón reiteró exactamente lo mismo que Job había expresado cientos de años antes. Obviamente, ambos hombres fueron dirigidos e inspirados por el Espíritu Santo.

Es importante destacar que la Biblia tiene una unidad sin igual. Es el libro más extraordinario jamás escrito. Su formación tardó dieciséis siglos: se comenzó aproximadamente en el año 1.500 a.C., con Moisés, y culminó en el siglo I de nuestra era con el apóstol Juan y el libro de Apocalipsis. Participaron más de 40 autores, de diferentes épocas, nacionalidades e idiomas, y de distintos niveles socioculturales y, sin embargo, no contiene ni una sola contradicción. El tema y la figura central es Jesucristo. La Biblia no es un libro de ciencia, sino un libro de fe. Por lo tanto, la Biblia no necesita ser validada por la ciencia, pero esta concluye siempre: «La Biblia tenía razón».

1:8. Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír.

Como músico, este versículo me llama la atención. La Biblia declara que al final de los tiempos la ciencia aumentará (Daniel 12:4) y esto se ha hecho más evidente en los últimos 50 años. En lo referente al campo del audio y cómo me afectó en lo personal, hemos pasado por los casetes normales, los de cromo y los metálicos que reducen el «ruido» de baja frecuencia de las grabaciones; después salió la tecnología del «sistema dolby» y disminuyó más el «ruido», pero el oído aún deseaba oír mejor y entonces, llegó la alta fidelidad; y cuando se creía que ya no podía haber otro nivel de sonido, descubrieron la tecnología digital, absolutamente sin nada de «ruido». Ahora comenzó la era de los megahertz (MHz).

Sinceramente, ahí la verdad que me perdí; yo todo lo digital lo oigo igual. Hay gente que dice que percibe distorsiones digitales y que oye no sé qué y no sé cuánto. El oído no se cansa de escuchar. Antes, las radios tenían una bocina y luego dos, y se decía: «¿Cuántos oídos tienes?» «Pues por eso es estéreo, porque tienes dos oídos»; pero luego salieron radios con cuatro bocinas. Con el tiempo, apareció la bocina del frente, y después el amplificador de los sonidos graves, el diseño de subwoofer, con el pretexto de que a esa bocina no la vas a oír, ¡la vas a sentir!

Hoy en día, la novedad son los televisores de alta definición. Yo me acuerdo que mi mamá no necesitaba de alta definición para estar pegada a la televisión y llorar con las telenovelas. La televisión de alta definición llegó a mi vida cuando ya no veo bien, ¿de qué me sirve? Cada día el hombre dedica más tiempo a mirar televisión y, obviamente, menos a leer la Biblia. Más a observar la vida debajo del sol y menos tiempo atento al consejo de la Palabra de Dios. Por eso tenemos tanto dolor, tanto fastidio, tanto hastío. «Nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de escuchar».

1:9. ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol.

En este versículo podemos apreciar que el autor hace uso de la repetición, recurso característico de la poesía hebrea que ni delata pobreza en el vocabulario del autor ni errores en el texto. Por el contrario, la repetición añade belleza y enfatiza la idea que se quiere ilustrar. «¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. [Y lo repite] ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará. [Y la conclusión, el énfasis] No hay nada nuevo debajo del sol».

No obstante, el apóstol Pablo en 2 Corintios 5:17 asegura que «si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas». Dios es capaz, en su misericordia y gran poder, de hacer en ti nuevas todas las cosas. En suma, debajo del sol no hay nada nuevo, pero en Cristo son hechas nuevas todas las cosas, más allá del sol. Para los hombres será imposible, pero para Dios todo es posible (Mateo 19:26).

CONDENADOS AL OLVIDO

1:10-11. ¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido. No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.

Piensa en el pasado … Por ejemplo: ¿Qué equipo ganó la copa mundial de fútbol hace tres mundiales? Personalmente no me acuerdo. ¿Quién puede decir rápidamente los nombres completos de sus tatarabuelos o, para hacerlo menos difícil, el de sus bisabuelos? No hay memoria. Y entonces nos preguntamos ¿y la historia? La historia registra algunos hechos o acontecimientos importantes, que son innumerables y no tenemos memoria de ellos. El Predicador presenta una advertencia en este pasaje: así como nos hemos olvidado del pasado y de nuestros antecesores, nosotros también estamos condenados al olvido.

1:12-13. Yo el Predicador fui rey sobre Israel en Jerusalén. Y di mi corazón a inquirir y a buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo del cielo; este penoso trabajo dio Dios a los hijos de los hombres, para que se ocupen en él.

En la cultura hebrea el corazón era considerado el órgano central y en él se originaban los pensamientos del ser humano. La Biblia se ocupa del corazón como el sitio de la actividad y de la actitud moral, ética y espiritual, más que el mero órgano en sí. Jeremías nos advierte cuán engañoso y perverso es el corazón del hombre (Jeremías 17:9-10). Por eso los procesos mentales e intelectuales del hombre no nos han llevado al éxito económico, ni social ni familiar. Porque el hombre debajo del sol sin Cristo permanece sin rumbo, extraviado, perdido.

Leemos en Génesis 6:5: «Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos [es decir, todos sus planes, intenciones y propósitos] del corazón de ellos era de continuo solamente el mal». Por tanto, en una vida debajo del sol, los procesos mentales e intelectuales de un corazón perverso, engañoso y endurecido, y voluntariamente alejado de Dios solo conducen a resultados fatales y dramáticos. El hombre no considera a Dios en sus caminos, porque Dios claramente nos ha dado a elegir la vida para que vivamos, pero el hombre escoge la muerte. Jesús dice en Juan 3:19: «Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas».

Dice el necio en su corazón: «No hay Dios» (Salmos 14:1), pero el problema del necio no es solo creer como necio, sino pensar, comportarse y vivir como necio.

«Y di mi corazón a inquirir [esto significa consultar

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