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El fantasma enfadado (Los juguetes de Arantxa)
El fantasma enfadado (Los juguetes de Arantxa)
El fantasma enfadado (Los juguetes de Arantxa)
Libro electrónico79 páginas37 minutos

El fantasma enfadado (Los juguetes de Arantxa)

Calificación: 3 de 5 estrellas

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Información de este libro electrónico

¡Llegaunanuevaaventura de Arantxa, laprotagonista del canal Los juguetes de Arantxa!
¡Únete a Arantxaenestanuevaaventura atravésdeltiempo!
Los padres de Arantxa han comprado una casa nueva. Pero Arantxa no quiere mudarse, así que ha puesto en marcha un magnífico plan: hará creer a sus padres que la casa está encantada.
Cuando se ponen manos a la obra activan por error la máquina del tiempo# y viajan al pasado, donde conocerán al joven Freddie y a un ¡fantasma muy pesado!
¿Encontrará Arantxa lamanera deayudar a Freddie? ¿Ypodránella y sus amigosevitar latemidamudanza?
IdiomaEspañol
EditorialBEASCOA
Fecha de lanzamiento17 sept 2020
ISBN9788448856779
El fantasma enfadado (Los juguetes de Arantxa)
Autor

Arantxa Parreño

Arantxa Parreño es la protagonista de Los juguetes de Arantxa, uno de los canales infantiles más populares de YouTube, con más de tres millones de seguidores.

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Comentarios para El fantasma enfadado (Los juguetes de Arantxa)

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  • Calificación: 3 de 5 estrellas
    3/5

    Mar 13, 2022

    Es un libro entretenido, si es para niños pero se lee muy rapido, tiene pequeñas ilustraciones y la historia es sencilla. Creo que es una buena lectura por si no tienes nada más que leer o para una tarde de fin de semana.

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El fantasma enfadado (Los juguetes de Arantxa) - Arantxa Parreño

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—No —repetía Arantxa, moviendo la cabeza de lado a lado. El pelo, recogido con una diadema plateada con orejitas de gato, se movía y le hacía cosquillas en la cara. Pero Arantxa no tenía ganas de reírse—. No, no, no, no.

Lo repetía en voz muy bajita, casi sin mover los labios. No quería que sus padres, Maricel y Ángel, a quienes espiaba por la rendija de la puerta abierta del laboratorio, la oyeran.

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Pero lo cierto es que no la habrían oído aunque hubiera gritado, porque los que estaban gritando un montón eran ellos.

—¿Y no podemos esperar un poco más? Unas semanas, por lo menos, para que Arantxa lo entienda… —exclamaba su madre, que recorría la sala de punta a punta como una pantera enjaulada, con las manos enlazadas a la espalda de su bata de científica.

—A mí también me gustaría esperar un poco, pero me temo tiene que ser esta misma semana, Maricel, de verdad. Si no lo hacemos ya, perderemos la oportunidad —decía Ángel al tiempo que movía muy deprisa los brazos, enfundados también en una bata blanca cuyas mangas aleteaban como palomas espantadas.

—Ya… —murmuró Maricel, y frenó en seco para recorrer el laboratorio con la mirada. Lo cierto es que la imagen mareaba un poco: el antiguo garaje de la casa, reconvertido en laboratorio, estaba lleno hasta el techo de baldas, todas a rebosar de herramientas, piezas sueltas, materiales de construcción, inventos viejos, inventos nuevos, inventos rotos, inventos a medio terminar y, sobre todo, muchos inventos fallidos—. Y la verdad es que aquí ya no nos caben más cosas. Necesitamos ampliar el laboratorio urgentemente.

—Sí. Y el precio por el que nos venden la casa nueva es taaaan bueno —replicó el padre de Arantxa. Se pasó las dos manos por el pelo con gesto nervioso y se humedeció los labios varias veces. Daba la sensación de que, además de a su mujer, estaba intentando convencerse a sí mismo con sus palabras.

Maricel estaba otra vez dando vueltas y vueltas por el despacho abarrotado de cacharros. Estaba tan distraída, tenía la cabeza tan en las nubes que de vez en cuando se chocaba con la esquina de alguna de las largas mesas que su marido y ella usaban para trabajar y se le escapaba un gritito de dolor.

De pronto volvió a quedarse quieta en el sitio, y el gritito que escapó esta vez de su boca no fue de dolor, sino de sorpresa. O, más bien, de incredulidad.

—Oye, Ángel, ¿y por qué nos dejan la casa tan barata de repente? —preguntó con un leve tono de sospecha en la voz—. ¿Le falta alguna pared? ¿Se le ha caído un trozo de tejado? ¿O igual es que tiene unas goteras como cataratas?

—La verdad es que no lo sé… —reconoció Ángel—. Yo creo que deben de necesitar el dinero, o les debe de correr mucha prisa venderla y por eso han bajado tanto el precio. O igual es que tiene fantasmas y no consiguen deshacerse de ella…

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