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El Origen De Skywoman
El Origen De Skywoman
El Origen De Skywoman
Libro electrónico98 páginas51 minutos

El Origen De Skywoman

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EL ORIGEN DE SKYWOMAN es una novela infantil apta para todos los públicos y muy recomendable para aquellos adultos que aún creen en el poder de la imaginación.

Narra la historia de Clarita, una niña de un barrio pijo con una visión muy particular de todo cuanto la rodea. Con un sentido del humor ácido, una visión ingenua y una forma de expresarse de lo más natural, relata en primera persona como llega a convertirse en Skywoman, una superhéroe, gracias a su desbordada imaginación. Todo comienza la primera vez que sus padres la llevan al centro de la ciudad junto a sus hermanos mayores, los gemelos Gonzalo y Diego, que le hacen la vida imposible y que no tienen hacia ella el menor gesto de cariño. Este se supone es un viaje iniciático hacia la madurez, pues sólo cuando se es mayor sus padres llevan a sus hijos al centro. Ella, que no está acostumbrada a salir de la urbanización de chalets en la que reside, se pierde en la feria del cómics. El encuentro con los superhéroes ejerce una gran influencia en ella, que debe vencer sus miedos, sin éxito, para superar la prueba de perderse en la ciudad, lejos de casa y en un lugar lleno de gente disfrazada. La prueba es superada gracias al rescate de Lobezno y los tres Samuráis y de esta forma, pasa a ser Skywoman en su imaginación, la novia de Superman. Así, el viaje al centro de la ciudad que se suponía un viaje hacia la madurez para ella se convierte en un viaje hacia la fantasía.

En sus aventuras Fantástico-realistas, Clarita nos va presentado a su familia, su perro, su barrio y su niñera, por ese orden. En definitiva, se trata de la vida de una niña en un barrio bien. Pero todo cambia cuando Clarita se da cuenta de que tiene dos mundos: uno, el de la niña pija que es y otro, el que conoce a través de su niñera, la tata Trinidad, una joven filipina que ha dejado a sus hijos en su país, algunos más pequeños que ella, al cuidado de su madre mientras ejerce de interna en su casa. Toda una paradoja que a ella se le irá revelando como cruel. En el mundo de Trinidad hay otras niñeras de diferentes países y situaciones de lo más diversas y duras y, también están sus hijos, que vienen a jugar al parquecito de la urbanización. Un día Clarita se da cuenta de la verdadera realidad: ella es una niña rica, es la “señorita” y esos niños no pueden ser sus verdaderos amigos pues no son de su mismo status. Sólo cuando están todas las niñeras juntas, con sus hijos y los niños que cuidan, esa barrera se rompe. Clarita prefiere a esos amigos que a los del colegio, que no tienen nada interesante que contarle mientras sus otros amigos (filipinos, musulmanes, ecuatorianos...) sí tienen muchas cosas que contar gracias a sus culturas.

Pero, cuando su madre descubre la reciente amistad que hace Clarita con Amîr, un niño musulmán, el miedo y los prejuicios hacia un posible terrorista en potencia aparecen en su madre, que le prohíbe esta amistad. Clarita, que lo ve todo con sus ojos de niña, no entiende la prohibición y se rebela. Sólo podrá ser amiga de Amîr bajo la personalidad de Skywoman, que se convertirá así en la heroína de los hijos de las niñeras...

IdiomaEspañol
EditorialEmooby
Fecha de lanzamiento20 jul 2011
ISBN9789897140853
El Origen De Skywoman
Autor

Carmen Pombero

Carmen Pombero nace en Sevilla en 1973. La quinta de siete hermanos, se cría en el seno de una familia rodeada de inquietudes artísticas. A los catorce años comienza su carrera como actriz pero en 1997, tras un periodo de formación en New York, regresa a Sevilla para dedicarse a la dirección y dramaturgia y se hace cargo del grupo de teatro universitario de la Facultad de Medicina, ganando en 1999 el Primer Premio del Certamen de Teatro Joven Europeo. Tras estudiar en la escuela de cine de San Antonio de los Baños, Cuba, comienza a escribir para televisión y empieza su reconocimiento como dramaturga. Obtiene diversos galardones como el Premio Internacional Rafael Guerrero de Teatro Mínimo, Premio María Teresa León a la mejor autora de habla hispana o Premio Martín Recuerda al mejor autor andaluz. Desde entonces, su obra se estrena y publica con éxito en Argentina, México, Uruguay, Costa Rica, Perú, Los Ángeles, New York o Texas y es objeto de estudio en universidades americanas y francesas.Desde el 2000, afincada en Madrid, trabaja como guionista y ha colaborado con directores afamados como Benito Zambrano, Félix Sabroso y Dunia Ayuso o Ángeles González-Sinde y en obras televisivas de la productora de Pedro Almodóvar. En el mundo de las miniseries para televisión y las TVmovies consiguió el reconocimiento de la crítica y el público gracias a los biopics PAQUIRRI y LA DUQUESA, que la situaron como una de las guionistas más solicitadas de España.En el 2007 decidió dar un salto más y probar con la narrativa. Desde entonces compagina su labor como dramaturga y guionista con la de escritora de cuentos de terror, publicados en diferentes fanzines argentinos y españoles, y los nanocuentos y relatos infantiles. EL ORIGEN DE SKYWOMAN es su primera novela y en ella se dan cita las señas de identidad de toda la obra de su autora: fuerte crítica social, mezcla de fantasía y realidad con marcado simbolismo y humor ácido a raudales.

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    El Origen De Skywoman - Carmen Pombero

    VIAJE AL CENTRO DE LA CIUDAD

    –Clarita, hoy vamos a ir al centro –dijo mi papá con una gran sonrisa.

    Inmediatamente, me puse a dar saltos de emoción.

    –¡Al centro, al centro! ¡Por fin!

    Los domingos por la mañana son los únicos días que hacemos algo en familia porque Trinidad –nuestra niñera– descansa. Mi familia son: mi hermano Diego, mi hermano Alonso, nuestro perro Hipólito, papá y mamá. Vivimos en una urbanización al otro lado del río y para ir al centro hay que cruzar un gran puente. Un puente que yo no había atravesado aún porque el centro era algo reservado a mis hermanos mayores, que iban allí con mamá para comprarse pantalones nuevos. Ese domingo, por primera vez, yo también iría.

    –¿Y qué vamos a hacer, papá? –le pregunté superfeliz.

    –Vamos a ver una exposición.

    ¡Una exposición! Vaya suerte la mía. No sólo viajaba al centro sino que además, iba a una exposición.

    –¿De cuadros, de estatuas, de tesoros antiguos?

    –De cómics –contestó mi papa con aire importante.

    –¿De cómics? –le pregunté. Yo conocía perfectamente los cómics porque mis hermanos se pasaban el día leyéndolos, pero no sabía que existían exposiciones de cómics.

    –Habrá gente disfrazada de superhéroes y actividades. A tus hermanos les hace mucha ilusión ir. Verás qué bien lo pasamos.

    Hubiera preferido que mi primer viaje al centro fuese para hacer algo que me gustase a mí. Pero estaba claro que en mi casa mandaban los hombres que eran mayoría. Mamá decidió por sí misma que como era mi primera salida al centro de la ciudad, tenía que vestirme lo más cursi posible. Me puso un vestido rosa que odio con unos lacitos blancos que odio más todavía. No contenta aún, me peinó con dos coletas. Cuando todos estuvimos listos, salimos de casa en plan familia, o sea mis hermanos a su aire detrás de nosotros, mamá estrujándome la mano y papá delante del todo, dirigiendo el paso. Como veréis no venía Hipólito, nuestro perro, porque él nunca va al centro. Yo daba saltitos de lo contenta que estaba y mamá me iba riñendo para que me estuviese quieta como las personas normales. Eso es imposible cuando un niño está emocionado de verdad como lo estaba yo. Saltaba tan entusiasmada que el camino se me hizo cortísimo.

    Después de andar por unas cuantas calles de la urbanización que me sabía de memoria, llegamos al puente. Sólo lo había visto en el coche cuando pasábamos cerca para ir a casa de la abuela. En vivo y en directo era enorme y estaba muy alto. Sentí mucho miedo y me quedé quieta como cuando Hipólito ve un gatito y se queda paralizado. Mamá tiró de mí.

    –Clarita, vamos. No tenemos toda la mañana.

    Mis piernas no funcionaban y mi cuerpo se echaba hacia atrás él solo. Mis hermanos empezaron a reírse y a decir a la vez tiene miedo, tiene miedo. Ellos, como son gemelos, todo lo dicen a la vez. Me da mucho coraje. Papá se agachó para hablarme al oído:

    –Clarita, es sólo un puente.

    –¿Y no se cae? –pregunté mirando de reojo al agua que se veía allá abajo, muy muy abajo.

    –No hija, los puentes están hechos de una manera que es imposible que se caigan.

    A mí eso me parecía muy difícil de entender. ¿Por dónde se sujetaba el puente para no caerse? Sólo tenía dos pilares al principio y otros dos al final, justo en cada orilla. En medio, por donde pasaba el agua y que era la parte más peligrosa, no había nada que lo sostuviera. Papá me dio una charla sobre ingeniería que no entendí pero me tranquilizó saber que para hacer un puente había que pensar tanto y dibujar muchos planos. Mamá me cogió de una mano y papá de otra para que no tuviese miedo. Los gemelos iban delante metiéndose conmigo, que es lo que más les gusta hacer en el mundo. Al cruzar el puente, las piernas me temblaron como la batidora con la que Trinidad (mi tata) me prepara el batido. Yo no podía dejar de pensar que si el puente se caía o yo me caía al agua, papá saltaría para rescatarme. Lo malo era que yo había visto nadar a papá en la piscina de la urbanización y no lo hacía nada bien. Mamá tampoco nadaba porque se quedaba tomando el sol todo el rato. Y los gemelos lo único que hacían era tirarse en bomba o darme ahogadillas para hacerme sufrir. O sea, que si el puente se caía, yo moriría ahogada seguramente. Así que me agarré fuerte a las manos de papá y mamá y empecé a andar lo más rápido que sabía para cruzar lo antes posible. Mamá y papá me siguieron con la lengua afuera. Tanto corrí, que dejé a los gemelos atrás.

    Y así llegamos al otro lado, al que todos llamaban centro. Lo primero que me sorprendió fue que las calles eran mucho más anchas que en mi urbanización. En las aceras podían andar dos padres con un carrito de bebé sin que al cruzarse con alguien el carrito tuviese que bajar a la calzada, que es lo que pasa en mi urbanización. Además, en el centro, los edificios eran más altos y con menos árboles. Había mucha gente y andaban más rápido de lo que se anda en mi calle. Y eso que era domingo y se supone que no hay prisas... Las niñas vestían tan cursis como yo. También debía ser su primer día en el centro. Los niños corrían por las aceras y sus padres les reñían. Mis hermanos no corrían porque miraban escaparates. Se paraban delante de todos y papá, mamá y yo teníamos que esperarles cada dos por tres. En el centro había muchísimos escaparates. A mí todos me parecían un tostón hasta que descubrí uno de muñecas. Me quedé parada porque tenía una casa de Winnie the Pooh súper guay y cuando me di cuenta, estaba sola. Papá, mamá y los gemelos habían seguido andando, olvidándose de mí. Miré a todas partes y los vi al final de la acera junto al semáforo. Papá le reñía a Alonso, seguramente porque le habría pegado a Diego. Alonso es muy pegón, pero Diego es más malvado. Digamos que Diego piensa en cómo hacer el mal y Alonso hace el mal, sin planear nada. Como mi familia no había desaparecido, seguí mirando el escaparate e imaginando historias de mi Winnie the Pooh en esa casa tan guay, hasta que mamá vio que yo no estaba con ellos. Se puso nerviosa, miró a todos lados y al fin me vio con mi cara pegada al escaparate.

    –Clarita, no te separes de nosotros que te puedes perder –dijo al tiempo que tiraba de mí arrancándome un brazo.

    Cuando mamá y yo alcanzamos al resto, los gemelos ya habían dejado de matarse y caminaban cogidos del hombro (ellos tan pronto se quieren como que se odian). Papá, por si acaso, caminaba junto a ellos, vigilándoles de cerca como si fuese un maestro antipático. Me dio mucha pena dejar atrás la casa de Winnie, pero se me olvidó enseguida cuando vi una heladería cien veces más grande que la de mi urbanización. Paré en seco a mamá de un tirón de brazo y le señalé la heladería en plan niña mimada. No hizo efecto. Pasé al plan B: llorar. Mamá me soltó una retahíla con su voz de madre que quiere educar bien

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