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La autoapropiación y sus implicaciones educativas. A los sesenta años del 'Insight' de Bernard Lonergan
La autoapropiación y sus implicaciones educativas. A los sesenta años del 'Insight' de Bernard Lonergan
La autoapropiación y sus implicaciones educativas. A los sesenta años del 'Insight' de Bernard Lonergan
Libro electrónico318 páginas4 horas

La autoapropiación y sus implicaciones educativas. A los sesenta años del 'Insight' de Bernard Lonergan

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La presente obra se articula en torno a la conmemoración de los sesenta años de la aparición del libro Insight de Bernard Lonergan. Insight recoge la tradición socrática del autoconocimiento, que pasa por Pascal y llega a su plenitud en Kierkegaard, pero lo hace articulándose con otras grandes tradiciones. La propuesta de Lonergan puede orientar nu
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 jun 2024
ISBN9786079497521
La autoapropiación y sus implicaciones educativas. A los sesenta años del 'Insight' de Bernard Lonergan

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    La autoapropiación y sus implicaciones educativas. A los sesenta años del 'Insight' de Bernard Lonergan - Alejandro Rodríguez

    Índice

    Presentación

    Francisco Vicente Galán Vélez

    La antropología filosófica y teológica de Lonergan como humanismo católico

    Robert M. Doran, S. J.

    El asombro en Aristóteles y en Lonergan

    Maurizio Marin

    Revisión epistemológica, desde los hallazgos clásicos al Insight de Lonergan

    Juan Fernando Sellés

    El exégeta y el teólogo: ¿es posible la colaboración?

    Anthony J. Kelly, CSsR y Francis J. Moloney, sdb

    En el camino de la interioridad. Formación y conciencia en B. Lonergan

    Chiara de Santis

    Lonergan y la formación

    Ivo Coelho s.d.b.

    Liderazgo humanista y educación.Un acercamiento a Lonergan y Vygotsky

    Alejandro Rodríguez Rodríguez, sdb y Francisco Sánchez Leyva, sdb

    Tutoría, investigación y transversalidad en la universidad

    Javier E. Tapia Navarro

    Presentación

    Francisco Vicente Galán Vélez

    ¹

    Estar a la altura de uno mismo

    La presente obra se articula en torno a la conmemoración de los sesenta años de la aparición del libro Insight, un estudio de la comprensión humana,² del jesuita canadiense Bernard Lonergan (1904-1984), quien fue sobre todo un teólogo,³ pero su contribución como filósofo, en específico con Insight, es notable.⁴ Como autor destaca, además de Insight, su Método en Teología.⁵ Para presentar su pensamiento hay que referirse a estos dos libros.⁶

    Aunque Insight sigue siendo un libro poco conocido, muchos de los que hemos tenido la fortuna de leerlo, hemos sido tocados por él en el corazón de nuestra existencia. Insight se asemeja a una gran montaña a la que es difícil ascender, máxime en nuestra época en la que nos hemos deshabituado a leer. El ascenso pide un máximo de concentración, de dejar la prisa por refutar lo que uno no comprende bien y de abandonar el afán de novedades. Tal vez es hasta una segunda o tercera lectura en la que uno se da cuenta de que en el ascenso anterior en realidad no había conseguido la meta.

    Insight es también un libro de algo parecido a ejercicios espirituales. Pierre Hadot comparaba la gran filosofía con la ejercitación espiritual, Insight trata de hacer esto, pues, el personaje central del libro no es propiamente Lonergan, sino el mismo ejercitante. El ideal cognoscitivo al que se encaminan las páginas de Insight es la autoapropiación de la estructura dinámica cognoscitiva del lector. Es la explicitación del dinamismo de la intencionalidad en el que hemos estado operando y, sobre todo, de sus criterios normativos cuyas exigencias ya todos conocemos, aunque confusamente.

    Insight recoge la tradición socrática del autoconocimiento, que pasa por Pascal y llega a su plenitud en Kierkegaard, pero lo hace articulándose con otras grandes tradiciones. En la obra está presente la escolástica, en particular la tradición aristotélica tomista, pero Lonergan la tuvo que releer en clave de la existencia y no como se estilaba, y que por desgracia se sigue haciendo, en clave conceptualista. Insight pretende impulsar una lectura intelectualista de Aristóteles y Santo Tomás, y eso lo preparó cuidadosamente en los artículos del verbum que precedieron a Insight, en los que trabajó esmeradamente en la lectura atenta de Santo Tomás, tratando de elevarse hasta la mente del Aquinate.⁷ Claro que esto le ocasionó reproches de muchos neoescolásticos, que hoy volvemos a escuchar en este libro en la colaboración de Juan Fernando Sellés. No es que Lonergan desprecie los conceptos, pero lo importante es la inteligencia que los concibe y los entiende. Lo prioritario no es repetir con fidelidad un sistema conceptual por grande que éste sea, tenemos que estar a la altura de nuestra época, como aprendió Lonergan de Ortega, y ello significa tener el valor de pensar por uno mismo, esforzarse por entender y discernir si en efecto es así. Cuando Lonergan estudió filosofía en los años de su formación sacerdotal, sintió cierta confusión sobre su misma vocación, pues le pareció que algo no iba bien con el conceptualismo de sus profesores neoescolásticos, fue ahí cuando leyó un libro que lo marcaría para siempre: La gramática del asentimiento de John Henry Newman. Este libro, que Lonergan dijo haber leído unas cinco o seis veces, fue el que le enseñó el tema crucial de la autoapropiación como clave hermenéutica con la que uno se puede apropiar de la herencia de alguien tan grande como el Aquinate.⁸

    En Verbum Lonergan planteó la necesidad de pensar lo dicho por Aristóteles y Tomás de Aquino sobre el conocimiento no desde un horizonte primariamente metafísico. Entender la doctrina del entendimiento agente, y su distinción del paciente, en clave metafísica, es condenarse a repetir axiomas metafísicos y a disputas interminables con el adversario que no concede validez a determinado principio. Aristóteles y el Aquinate ejercieron un método que no tematizaron para llegar a puntos capitales de su postura sobre el conocimiento, este método es el que se debería explicitar, pues es algo que en el fondo todos los que tenemos inteligencia y razón ejercemos. Newman fue un pionero en la tematización de este método al que Lonergan llamó de varias maneras,⁹ y cuyo mejor nombre parece ser el que emplea en Insight, el de método empírico generalizado.

    En un trabajo posterior a Insight, Lonergan señaló que Insight le hace al lector tres preguntas: ¿Qué es lo que uno hace cuando conoce? ¿Por qué esto que uno hace es conocimiento? ¿Qué es lo que uno conoce cuando hace eso? Lonergan propone responder las preguntas en ese orden, aunque erróneamente se puede pensar que es una suerte de cartesianismo, y por ello se le puede acusar de quedarse anclado en el pensamiento moderno que le da prioridad al conocimiento sobre el ser. De hecho, entre el discurso sobre el conocimiento y el discurso sobre el ser o la realidad, ninguno puede tener una preeminencia lógica sobre el otro, sino una interpenetración. Pues nadie puede hablar de la realidad sino porque conoce algo de ella. Nadie puede pretender decir con verdad algo del conocimiento, así sea de la incapacidad humana de conocer a la realidad, sin afirmar implícitamente que así es el conocimiento humano. El orden responde a una preocupación pedagógica de que el ideal cognoscitivo que el libro propone no sea una abstracción alienante. No se trata de la teoría del conocimiento de Lonergan, no se trata de su filosofía, se trata de que el lector reflexione y explicite sobre su estructura dinámica cognoscitiva, en la que siempre ha estado ejerciendo el conocimiento pero, sobre todo, se trata de que el lector se apropie de los criterios normativos que están en él: la atención a la propia experiencia, el imperativo de entender, la necesidad de discernir lo verdadero sobre fundamentos racionales, la responsabilidad de decidir sobre los juicios de valor a los que uno llegó. La pretensión de Insight es que esas operaciones y esos criterios se encuentran operando en todo ser humano, pero esto se hace en diversas circunstancias temporales y culturales, y los criterios normativos se ejercen sin la suficiente explicitación, por lo que el autoapropiarse de ellos es una lucha del propio sujeto consigo mismo. Pero la intensión principal es que esa estructura dinámica cognoscitiva y esos preceptos trascendentales están en primer lugar en el lector del libro, y si no es así, pues el que está equivocado es Lonergan. Esa fue la lucha por la que pasé como lector no atento de Insight, hasta que poco a poco, con mucha resistencia, empecé a entender que la metafísica no es algo en un libro, sino algo en una mente.

    Comprende cabalmente lo que es comprender, y así no sólo habrás de comprender los lineamientos esenciales de todo lo que hay por comprender, sino también tendrás una base firme, un modelo invariante, abierto a todos los desarrollos posteriores de la comprensión.¹⁰

    El reto de nuestra situación cultural

    He sostenido en muchos foros y escritos que el problema cultural más importante al que nos enfrentamos, es el de vivir en una cultura altamente diferenciada y mínimamente integrada. El saber del hombre y la mujer del sentido común parece completamente distante del saber teórico del astrofísico o del neurocientífico. Vivimos también con la conciencia de que no sólo existe un solo saber de sentido común, sino que sabemos de la multiplicidad cultural. Las diversas morales generan confusión, y en el terreno político las democracias representativas parecen vivir una crisis enorme de legitimidad, al no podernos constituir en un nosotros incluyente y plural. Este problema de diferenciación empieza desde los griegos con la distinción entre ciencia y opinión, el mundo del sentido común y el mundo de la teoría. La diferenciación pasa después por la Edad Media, con la pregunta sobre la relación entre la fe y la razón: ¿qué tiene que ver Atenas con Jerusalén? Pero es desde luego en la modernidad, con el surgimiento de la ciencia nueva y la aparición del capitalismo, en el que el ritmo de la diferenciación cultural se incrementa como nunca. En el capitalismo tardío viviremos a la par de la globalización y de la expansión de la cultura hegemónica, la presencia de las diversas voces culturales, las diversas morales y estilos de vida, que reprimidos o invisibilizados vuelven a la escena muchas veces en forma violenta. Es en este contexto en el que me parece que la propuesta de Lonergan es muy relevante y pertinente, sobre todo en el terreno de la necesidad de integración de los distintos saberes, así como en el terreno de la ética.

    La propuesta de Lonergan puede orientar nuestra política cultural, especialmente en nuestros esfuerzos educativos. Frente al problema de la falta de integración existen tres estrategias que responden a tres valoraciones del problema. Para la primera estrategia cultural la diferenciación es un mal y, por ello, esta postura pugna por volver a un pasado no diferenciado en el que supuestamente había una situación idílica, que la modernidad arrebató. Para esta postura existe una cultura clásica normativa para todas las épocas, que suele identificarse como la cultura. Hay una filosofía perenne, una teología, las lenguas cultas, la música y el arte clásicos, una única moral, etcétera. Lonergan se formó en esta postura a la que llamó clasicismo. En Método en Teología señala la necesidad de pasar de una noción normativa de cultura a una noción empírica, y encontramos ahí, en el primer renglón de la introducción: Una teología es una mediación entre una determinada matriz cultural y el significado y función de una religión dentro de dicha matriz.¹¹ Para el clasicismo la educación era un asunto de formar a las personas en los valores de esa cultura que se concebía como normativa, y la filosofía y la teología se volvían una nostalgia de aquel pasado feliz, como si todo en ese pasado hubiera sido bueno y como si todo en la modernidad y en nuestra época fuera malo. Sabemos muy bien que el Concilio Vaticano ii marca el punto de quiebre de tal idea, por lo que toca al catolicismo. Pero hoy existen aún voces integristas en nuestra tradición, así como en muchas voces del Islam o en algunos defensores de pueblos indígenas, que condenan en bloque a la modernidad y a la diferenciación.

    La segunda estrategia es la que se ha impuesto. Nos quedamos en la diferencia. Los conocimientos se especializan, la pluralidad de saberes se presenta como en una gran expo, sin que se pretenda jerarquizar, armonizar o mediar entre ellos. Y en la práctica, en la aparente pluralidad, lo que se da es un dominio de los saberes del norte, de las voces que tienen más saliva. Y entonces en el aparente respeto de la multiculturalidad, se produce el achatamiento de las culturas por la macdonalización. La proliferación de opiniones de las redes sociales trae la ilusión de que todo mundo sabe, de que no hay que esforzarse, al fin y al cabo nada es verdad y todo es lo mismo. En esta segunda estrategia debemos distinguir dos posturas. Hay quienes piensan que la integración tal vez sería deseable pero no es posible; y hay quienes piensan que toda integración sería una mentira, que lo importante es quedarse en la diferencia. Esta última postura aparentemente crítica y con una intención legítima, al condenar criterios normativos verdaderamente universales, no se da cuenta de que acaba favoreciendo la situación dominante.

    Un punto de vista verdaderamente universal

    En la tercera estrategia es donde está Lonergan. Debemos mediar entre las diferencias, sin pensar que son intrínsecamente malas, pero debemos también reconocer con la primera postura que la integración es algo deseable. Buscamos un pluralismo sin relativismo. Buscamos un enriquecimiento de los saberes, pero también una mediación dialógica entre ellos. No consideramos que hay una cultura que ya realizó los logros para siempre, pero buscamos discernir en cada cultura el desarrollo de la decadencia. Queremos educar apreciando las hazañas de las diferentes culturas, sin pensar que todo es lo mismo. Lo que apreciamos es la excelencia del espíritu humano, de quien se esfuerza por ser inteligente y razonable, de la que se sacrifica por amor y no devuelve el mal con mal, de quien da razones de la esperanza, sea mixe, griego, negra, latinoamericana, físico, religiosa o ateo. Insight dio las bases de este método empírico generalizado, de un método trascendental que quiere alcanzar un universal concreto, que quiere asumir plena y radicalmente la historia,¹² sin negar la universalidad del espíritu humano, Insight señalaba que la metafísica debía concebir la posibilidad de un punto de vista verdaderamente universal, debía afirmarlo, es decir, asumirlo el sujeto en su postura existencial, pero también debía implementarlo.¹³ Vaya idea, el problema de la metafísica incluye la implementación de ella, llevar a la práctica un punto de vista verdaderamente universal. Hay el falso universal de la macdonalización del esperanto, del latín, del inglés, del Facebook, del catecismo para todas las épocas y lugares. Insight apuntó al problema de la implementación, pero lo dejó sólo como un mero señalamiento, como una incógnita que se busca, tal como en el capítulo 8 aparece la cosmópolis, como eso que queremos para revertir la decadencia de los sesgos de la falta de advertencia a la situación, de las desviaciones egoístas y grupales de la inteligencia pero, sobre todo, de la miopía a las consecuencias del mediano y del largo plazo de las decisiones inteligentes que se toman. Esta miopía generalizada lleva a la racionalización de decir que está bien lo que uno había juzgado que estaba mal, y de claudicar en el valor de la inteligencia desapegada que se esfuerza y busca perseverar en el deseo puro de conocer.

    Lo que se necesita es una cosmópolis, que no es una clase ni un estado, que está por encima de todos sus reclamos, que los reduce a su medida justa, que está fundada en el desasimiento y el desinterés innatos de toda inteligencia, que exige al ser humano la lealtad primera, que se implementa a sí misma primordialmente por esa lealtad, que es demasiado universal como para ser sobornada, demasiado intangible como para ser sojuzgada, demasiado eficaz como para ser ignorada.¹⁴

    El problema de la implementación de un punto de vista verdaderamente universal, será desarrollado hasta Método en Teología, con la propuesta de dividir las tareas de la teología en ocho especialidades funcionales, buscando —lo que es el objetivo de un método— llevar a resultados acumulativos y progresivos, que permitan la colaboración en el bien humano. Pero las posibilidades del método propuesto en este gran libro de 1971, van más allá de la teología. Su pertinencia es para las disciplinas en las que es necesario articular la historia, la mirada al pasado, con las mejores posibilidades del futuro, el sistema que define nuestra postura. Pero más allá de la teología, la filosofía, el método trascendental es pertinente para implementar la interdisciplinariedad, la interculturalidad. La dialéctica, cuarta de las especialidades funcionales, debe discernir el desarrollo de la decadencia en cada cultura, en cada disciplina, en cada persona, qué es lo que nos ha llevado a una mejor vida y qué es lo que nos ha llevado a las estructuras del mal, a los círculos viciosos de la corrupción y la degradación.

    Por una educación humanista

    Es este espíritu transcultural, interdisciplinario, cosmopolita, ecuménico, el que permea los ensayos de este libro, que trata de abarcar la totalidad de la obra de Lonergan, así como sus múltiples facetas. Tal vez el hilo conductor lo podemos encontrar en torno a la pertinencia de la propuesta Lonerganeana para las tareas educativas a las que debemos hacer frente, así lo expone Francisco Sánchez Leyva en su ensayo de presentación del libro, quien nos remarca la importancia que tiene en toda tarea educativa y de formación, la concepción que se tenga del ser humano. Una propuesta humanista se caracteriza por defender lo irreductible del ser humano frente a enfoques totalizantes. Los humanismos defienden ciertos aspectos de nuestra humanidad, buscando que el ser humano no se reduzca sólo a algún aspecto, pero jerarquizando también lo que mejor nos define en nuestra humanidad, lo que hace que la vida humana no sea inhumana. Educar es e-vocar la excelencia de lo humano en cada uno de nosotros, y con-vocar a la búsqueda del bien humano del nosotros, tarea que pasa necesariamente por la inclusión del otro.

    El trabajo de Robert M. Doran, le permitirá al lector profundizar el núcleo filosófico y teológico del pensamiento de Lonergan. Doran, uno de los mejores conocedores del trabajo Lonerganiano, muestra a partir de tres afirmaciones de Lonergan, de sus diferentes obras, cómo su antropología filosófica y teológica están intrínsecamente relacionadas, y cómo tienen su base en el método empírico generalizado, y son una propuesta de un humanismo católico, que aspira a ser universal y no meramente sectario. En su escrito, Doran también expone sus propias contribuciones al pensamiento Lonerganeano, tanto en lo que tiene que ver con la conversión psíquica como en su clarificación de la teología trinitaria.

    Maurizio Marin trata el tema del deseo puro de conocer del que habla Lonergan, pero hace un trabajo exegético del maravillarse o asombrarse del que habló Aristóteles, autor del que es un especialista. Hay que recordar que no sólo para Aristóteles y Lonergan en el asombro está el origen del filosofar, sino que también presenta exigencias normativas al desarrollo de la filosofía y cómo señalamos al intento de poder sobrepasar los sesgos humanos que llevan a la decadencia.

    Tenemos también en la línea principal del presente libro la contribución de Chiara de Santis, quien hace una exposición muy completa de lo que aquí sólo hemos bosquejado, respecto a la autoapropiación de la estructura dinámica cognoscitiva y volitiva del sujeto como la clave de la propuesta Lonerganeana. Chiara de Santis profundiza en el talante existencial, que inicia con el conócete a ti mismo délfico, que fuera el detonante de la conversión socrática y de su misión. Este talante es fundamental en la pregunta evangélica: ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si se pierde a sí mismo?¹⁵ En un taller en el Boston College alguien le preguntó a Lonergan qué entendía por sujeto (What do you mean by subject?), seguramente la persona que hizo la pregunta esperaba una respuesta de tipo conceptual, como si su noción de sujeto viniera de la filosofía moderna o del existencialismo, y Lonergan respondió: lo que quiero significar con sujeto es usted, tú que me escuchas, tú que preguntas (I mean you).¹⁶

    En el desarrollo de las implicaciones de la obra de Lonergan para la educación y la formación tenemos el muy completo trabajo de Ivo Coelho, quien es también otro de los grandes especialistas de la obra de Lonergan,¹⁷ Coelho desarrolla las exigencias de la autoapropiación en la formación sacerdotal, un tema no tratado como tal por Lonergan. Otra aportación muy valiosa la encontramos en la obra de Alejandro Rodríguez Rodríguez y de Francisco Sánchez Leyva sobre el liderazgo humanista en la educación en Vygostky y Lonergan. Un tema que debe enriquecernos a los que trabajamos en el sector educativo.

    No podemos terminar nuestra colaboración sin invitar también al lector a acercarse a unas conferencias que Lonergan impartió en Cincinnati en 1959, en las que además de presentar su libro Insight, buscaba desarrollar algunas implicaciones para la educación que él veía.¹⁸ Aquellas conferencias están en sintonía con el tema principal del presente libro.¹⁹ Lonergan menciona que la filosofía de la educación debe responder a la pregunta: ¿cuál es el bien específico que buscamos al educar? Y si bien la respuesta que se busque puede emparentarse con las grandes tradiciones educativas de otras épocas y de otras culturas, para Lonergan debe tratar de enfatizar también lo pertinente y relevante para nuestra situación. Lonergan veía en aquel contexto tres retos, que sin duda siguen presentes en nuestra situación: 1) el de las masas, en el sentido de

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