Los aMores de mi vida
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Es de este modo que, durante «los primeros amores de la vida», una caricia tibia y mínima enamora a la protagonista. Estar enamorada implicará, entonces, conocer y resignar el propio deseo, las propias necesidades.
Sin embargo, Luciana escribe para destejer la trama. Nos trae este libro para hablarle a la esperanza: las experiencias pueden ser aprendizajes que hacen que el camino recorrido se vea con más claridad; como en Alicia, quien persiguió al conejo blanco, ingresó a su vacío, se descubrió amada por ella misma, y abrió un nuevo portal: el de las maravillas, el de la posibilidad de un presente diverso, de un futuro feliz.
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Los aMores de mi vida - Luciana Lombardo
Triza N.° 1
A la madriguera de cabeza
Llamaremos Mateo
al origen las M y nos remontaremos al 2010. Es preciso señalar que en esos días estaba cursando el secundario y que Mateo marcó la primera forma de vincularme con otro, tanto emocional como sexualmente. Las otras M llegarán más adelante para recordarme que la basura no aguanta demasiado debajo de la alfombra. Me encontraba en cuarto año, tenía dieciséis y estaba estudiando materias inclinadas hacia carreras que no me gustaban ni un poco. Nadie te pregunta nada de chica o, por lo menos, a mí jamás me consultaron si quería bautizarme; si prefería los autitos Hot Wheels en vez de la Barbie; si deseaba irme a Disney en vez de hacer una fiesta de quince; o si me gustaría asistir a un colegio artístico, bachiller o mercantil. En definitiva, ganó el fabuloso perito mercantil con sus horas interminables de Matemática, Física, Química, Administración y Contabilidad. Pero en ese entonces no me quejaba ni me atrevía a llamarlo pérdida de tiempo: estaba más ocupada en vivir mi adolescencia que en otra cosa. Mis amigas eran mi mundo, aunque después iría descubriendo que en un mundo perfecto también entran los grises (y el negro azabache), y otros de los motivos por los cuales asistía con mucha frecuencia era el chico más lindo del cole, obviamente. Si bien no tenía contacto con él y lo observaba desde lejos como en toda novela romántica, lo más emocionante de todo no era que se concretara algo, sino mantener esa ilusión idílica de que en algún momento podría pasar; mientras tanto, expresaba mi fanatismo buscándolo en los recreos o guardando las fotos que se encontraban subidas a su Fotolog en mi computadora de escritorio. Pero no me iba a acercar ni a intentar alguna estrategia, porque a esa edad te anticipás al rechazo más rápido que una bala y te enamorás enseguida de la persona que responde a tu mismo nivel de autoestima. Es por eso que, si bien siguieron mis gritos de fanática por los pasillos cada vez que veía al chico S, Mateo se ganó el podio por conquistar un corazón que solamente necesitaba un par de halagos para cubrir una carencia gigante y tapar el miedo a la soledad.
Conocí a Mateo en el cumpleaños de un amigo de ese entonces, porque, seamos sinceros, y que tire la primera piedra la persona que sigue llamando amigos y amigas a la gente del secundario. No se acercaba al perfil del chico S para nada, más bien se trataba de esas personas tímidas que cuando entran en confianza comienzan a soltar chistes inimaginables y no sueltan la lengua. Me gusta pensar que no hay gente tímida, sino selectiva. Y que estas son sumamente inteligentes como para observar, analizar y seleccionar lo que les conviene, y Mateo era así; me observó, me analizó y me seleccionó, porque sabía que podía amoldarme tal y como quería, y yo estaba dispuesta a ser la del comentario: viste que Azul sale con tal
. Por consiguiente, me dejé llevar por esas largas conversaciones que tuvimos en ese primer encuentro para luego pasar semanas enteras chateando por MSN. Un dato no menor es que Mateo y yo asistíamos al mismo colegio, pero en diferentes turnos. Eso hacía que tuviéramos distintos temas para charlar y que existiera una cierta tensión y misterio entre los rastros que el otro dejaba por los pasillos, entre la mañana y la tarde. Estaba enamorada sin saber bien lo que eso implicaba o lo que se suponía que debía sentir, pero yo estaba enamorada. Íbamos juntos a los cumpleaños, boliches y fiestas; poco a poco empezamos a unir nuestros grupos de amigos y amigas. Éramos una de las tantas parejas de la escuela y nuestra foto aparecía en el Facebook de chimentos que crearon algunos estudiantes para contar los secretos que había en el colegio, incluyendo profesores, exalumnos y exalumnas. Mateo andaba en skate todas las tardes después del cole y yo lo iba a ver, a sacar fotos, a contemplar y sentir orgullo por mi novio, por tener un novio. También compartimos nuestra primera experiencia sexual, pero eso tampoco es un dato romántico, ya que me tocó desmitificar la primera imagen que nos imponen, desde los cuentos de hadas hasta las primeras charlas de