Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Misión vida 90+
Misión vida 90+
Misión vida 90+
Libro electrónico164 páginas2 horas

Misión vida 90+

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Anibal Gaviria Correa, presidente de la Asamblea de la Alianza de las Ciudades, propone que la esperanza de vida que corresponde a los conocimientos y a las capacidades de nuestra generación se alcance en cualquier lugar del planeta. Lograr para toda la humanidad 90 o más años de vida es la meta a la que el autor nos compromete. Nos invita a articular colectivamente a las personas, los gobiernos del mundo y las políticas públicas hacia la vida saludable con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) pero con un horizonte tangible, emotivo y humano.

Impedir que millones de niños, niñas y jóvenes mueran prematuramente cada año en el mundo por causas evitables. Poner la vida en el centro, como debe ser, ese es el propósito de Misiónvida 90+, un objetivo global por la vida y la equidad.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento26 ene 2024
ISBN9789587208719
Misión vida 90+

Relacionado con Misión vida 90+

Libros electrónicos relacionados

Bienestar para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Misión vida 90+

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Misión vida 90+ - Aníbal Gaviria Correa

    Parte I

    La desigualdad:

    el mayor reto de la humanidad

    Capítulo 1

    Cada vez más riqueza y mayor desigualdad

    En noviembre de 1976, cuando Medellín se alistaba para las fiestas decembrinas, un accidente de tránsito cobró la vida de Gildardo Montoya. Ese nombre no le dirá nada al grueso de mis lectores, pero quienes crecimos en Colombia en las décadas de los setenta y los ochenta sabemos que fue el primero que le puso música a la pregunta que millones de personas alguna vez se han hecho: ¿por qué hay desigualdad en la distribución de la riqueza?

    Claro que lo dijo de forma poética. Y grandes cantores de la época en Colombia, como Alejandro Durán, Enrique Díaz y Jairo Paternina, intérpretes de los ritmos más populares de esta esquina de América, convirtieron la Plegaria vallenata en un suceso musical que aún hoy día se oye y se baila en las fiestas de fin de año. Montoya escribió: «Óyeme, Diosito santo, tú de aritmética nada sabías; dime por qué la platica (el dinero) tú la repartiste tan mal repartida. Óyeme, Diosito santo, ¿en cuál colegio era que tú estudiabas? ¿Por qué a unos les diste tanto, en cambio a otros no nos diste nada?»⁵.

    Gildardo Montoya entregó su obra para grabación en septiembre de 1976, es decir, dos meses antes de que la muerte lo encontrara con apenas 36 años de edad, y no pudo disfrutar del éxito de su canción. Una muerte que, como tantas otras, pudo evitarse o prevenirse, como debería ocurrir en todas partes del planeta.

    En números de hoy, el mundo tiene 2668 multimillonarios que acumulan una riqueza de 12,7 millones de millones de dólares, que corresponde a cerca del 50 % del producto interno bruto (PIB) de Estados Unidos, la primera potencia mundial, y cuyo PIB para 2022 se calcula en 24,16 millones de millones de dólares⁶.

    Entre esos multimillonarios, Elon Reeve Musk, sudafricano de nacimiento, canadiense por su madre y estadounidense por adopción, está en el primer lugar del escalafón, con una fortuna que alcanza los 219 000 millones de dólares, una cifra que se equipara con la suma del patrimonio de los más de 150 millones de personas que conforman la base de la pirámide de riqueza global con menos de 1500 dólares cada uno.

    Ahora bien, la acumulación de capital y riqueza, además de estar centralizada en pocas personas, también se concentra en unos pocos territorios. De las 100 empresas con mayor capitalización bursátil en el mundo, 61 están dentro del paquete corporativo de Estados Unidos. Otras 39 están en apenas 17 países, 11 de ellas en China y algunas más en Francia, Reino Unido y Suiza (Gráfico 1).

    Así pues, los más ricos del mundo representan el 10 % de la población y concentran el 76 % de la riqueza que existe en el planeta, mientras que la mitad de los habitantes del mundo solo tienen el 2 % de la riqueza global. Esta dinámica de la riqueza, que tiende a pronunciarse antes que revertirse, se origina en el comportamiento de los ingresos. El 10 % de la población con ingresos altos obtiene el 52 % de los ingresos disponibles, lo que les permite ahorrar e invertir. Por otro lado, el 40 % de la población que tiene ingresos medios, equivalentes al 39,5 % de los ingresos disponibles, solo logra acumular un 22 % de la riqueza. Y el restante 50 % de la población, que debe repartirse el 8,5 % de los ingresos, apenas acumula el 2 % de la riqueza disponible⁷ (Gráfico 2).

    En 2022, el PIB mundial fue de 100 millones de millones de dólares. Según el Banco Mundial, el 50 % de la población del planeta solo tuvo acceso al 2 % de ese PIB mundial, lo que representa un dólar con 30 centavos cada día en promedio. En un mundo ideal, en el que el 100 % de la población pudiera acceder en iguales condiciones al PIB, cada uno de los cerca de 8000 millones de habitantes de la tierra tendría un ingreso diario de 33 dólares; un promedio ligeramente superior a los 1000 dólares mensuales, con lo que una familia podría cubrir sus necesidades, ahorrar y divertirse. Pero la realidad es mucho más aterradora, uno de los menos ricos entre los ricos, representante de los 800 millones de personas que conforman el 10 % de la población con más riqueza del mundo gana en un día tres veces más de lo que gana en un año cualquier representante del 10 % de la población más pobre.

    Más que números y estadísticas, hablamos de las condiciones de vida de miles de millones de personas en todo el planeta, seres humanos que ni siquiera sueñan con vivir como otros, sino en poder resolver sus necesidades básicas. Un asunto que depende, más que de los talentos o las posibilidades individuales, de las condiciones de desarrollo y las capacidades que despliegue la sociedad en la que están inmersos.

    Un elemento importante de análisis del progreso de los países ha sido medir su desempeño económico. La escala más tradicional para evaluar este punto es el PIB, indicador que surgió a mediados del siglo XX como una de las primeras medidas de progreso de un territorio, estandarizada por la ONU y que a grandes rasgos se define como toda la producción de bienes y servicios nuevos que genera un territorio en un periodo de tiempo específico. Sin embargo, el PIB, por sí solo, no se traduce necesariamente en mayor bienestar, calidad y esperanza de vida.

    Así lo puso de presente Zygmunt Bauman, polacobritánico de origen judío, filósofo y ensayista, quien criticó en su libro Daños colaterales, desigualdades sociales en la era global (2011) que para medir el bienestar y establecer el éxito o el fracaso del Gobierno en resolver sus problemas y enfrentar sus desafíos, se tuviera en cuenta precisamente el ingreso promedio o la riqueza media de sus ciudadanos, cuando por el contrario, debería mirarse con atención el grado de desigualdad entre los ingresos o en la distribución de la riqueza⁸.

    En esa dirección, los organismos multilaterales y académicos han buscado, cada vez con mayor intensidad, construir un índice más completo que permita evaluar no solo el desarrollo o el progreso económico, que sea más integral, y cuyos indicadores, además de medir el ingreso de las personas, la productividad de una nación o la competitividad, también revisen y hagan seguimiento al acceso a la tecnología, la sostenibilidad ambiental, la creación de oportunidades educativas, la promoción de habilidades acordes con los requerimientos de los territorios, el fomento del aprendizaje y la adquisición de destrezas, así como la promoción de la diversidad, la inclusión, la equidad y la justicia social. Brechas que fueron acentuadas por la pandemia del covid-19⁹.

    Un indicador más integral, que claramente busca superar la mirada del progreso exclusivamente económico, es el Índice de Competitividad Global 4.0 (ICG) desarrollado por el Foro Económico Mundial. Su objetivo es identificar y comparar la capacidad de los países para proveer oportunidades de desarrollo y bienestar a sus ciudadanos, entendiendo la competitividad como el conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de un país. Este índice analiza una serie de indicadores agrupados en 12 pilares de competitividad definidos y organizados en 4 categorías: entorno propicio, mercados, capital humano y ecosistema de innovación.

    En otras palabras, según esta medición, para que una sociedad logre mejorar la calidad de vida debe producir un mayor cúmulo de capital, acompañado de un equilibrio entre diferentes variables, tales como las instituciones, la infraestructura, la adopción de tecnologías de información y comunicación, la estabilidad económica, la salud, las habilidades, el mercado de bienes, el mercado laboral, el mercado financiero, el tamaño del mercado, el dinamismo empresarial y la capacidad de

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1