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Leer a Marx
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Libro electrónico194 páginas3 horas

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La crítica de Marx a la economía política es vital para entender la crisis del capitalismo contemporáneo. Sin embargo, la naturaleza de su relevancia y algunos de sus principios clave siguen siendo poco conocidos. Esta iluminadora obra une el trabajo de tres de los más importantes estudiosos de Karl Marx –Slavoj Žižek, Agon Hamza y Frank Ruda–, para ofrecer una nueva y radical reinterpretación del marxismo que explica los fracasos del neoliberalismo y sienta las bases de una nueva política emancipadora. Evitando las triviales comparaciones entre la visión del mundo de Karl Marx y nuestra escena política, los autores muestran que la relevancia actual y el valor del pensamiento de Marx se pueden explicar mejor al poner sus principales ideas en diálogo con aquellos que han intentado reemplazarlas. Leyendo a Marx a través de Hegel y Lacan, de la física de partículas y de las tendencias políticas modernas, los autores proporcionan nuevas formas de explicar la crisis en el capitalismo contemporáneo y resistir al fundamentalismo en todas sus formas.

«Leer a Marx no es solo una llamada a ver la renovada importancia de Marx en la actualidad; también revela la potencia de la intersección entre la filosofía y Marx. Presenta revelaciones en cada página que apuntan hacia cómo podríamos pensar un marxismo filosófico». Todd McGowan, Universidad de Vermont

«Los autores de este oportuno libro invierten el enfoque convencional de entender a Marx criticando a Hegel; parten de Marx y luego se dirigen a Hegel. De este modo abren todo un nuevo horizonte intelectual». Kojin Karatani, Universidad de Columbia
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 oct 2023
ISBN9788446054207
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    Leer a Marx - Slavoj Zizek

    cubierta.jpg

    Akal / Cuestiones de antagonismo / 104

    Leer a Marx

    Slavoj Žižek, Frank Ruda y Agon Hamza

    Traducción: Ana Useros Martín

    La crítica de Marx a la economía política es vital para entender la crisis del capitalismo contemporáneo. Sin embargo, la naturaleza de su relevancia y algunos de sus principios clave siguen siendo poco conocidos. Esta iluminadora obra une el trabajo de tres de los más importantes estudiosos de Karl Marx –Slavoj Žižek, Agon Hamza y Frank Ruda–, para ofrecer una nueva y radical reinterpretación del marxismo que explica los fracasos del neoliberalismo y sienta las bases de una nueva política emancipadora. Evitando las triviales comparaciones entre la visión del mundo de Karl Marx y nuestra escena política, los autores muestran que la relevancia actual y el valor del pensamiento de Marx se pueden explicar mejor al poner sus principales ideas en diálogo con aquellos que han intentado reemplazarlas. Leyendo a Marx a través de Hegel y Lacan, de la física de partículas y de las tendencias políticas modernas, los autores proporcionan nuevas formas de explicar la crisis en el capitalismo contemporáneo y resistir al fundamentalismo en todas sus formas.

    Slavoj Žižek es director internacional del Birkbeck Institute for the Humanities, Universidad de Londres, e investigador sénior en el Instituto de Sociología de la Universidad de Liubliana, Eslovenia.

    Frank Ruda es profesor de Filosofía moderna y contemporánea en la Universidad de Dundee, Escocia.

    Agon Hamza es profesor de filosofía política en el Institute of Social Sciences and Humanities en Skopje, Macedonia del Norte.

    «Leer a Marx no es solo una llamada a ver la renovada importancia de Marx en la actualidad; también revela la potencia de la intersección entre la filosofía y Marx. Presenta revelaciones en cada página que apuntan hacia cómo podríamos pensar un marxismo filosófico».

    Todd McGowan, Universidad de Vermont

    «Los autores de este oportuno libro invierten el enfoque convencional de entender a Marx criticando a Hegel; parten de Marx y luego se dirigen a Hegel. De este modo abren todo un nuevo horizonte intelectual».

    Kojin Karatani, Universidad de Columbia

    Diseño de portada

    RAG

    Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

    Nota editorial:

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    Nota a la edición digital:

    Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

    Título original

    Reading Marx

    © Slavoj Žižek, Frank Ruda, and Agon Hamza, 2018

    © Ediciones Akal, S. A., 2023

    para lengua española

    Sector Foresta, 1

    28760 Tres Cantos

    Madrid - España

    Tel.: 918 061 996

    Fax: 918 044 028

    www.akal.com

    ISBN: 978-84-460-5420-7

    Notas sobre el texto

    El primer capítulo, Marx lee la ontología orientada a objetos, ha sido escrito por Slavoj Žižek; el segundo capítulo, Marx en la caverna, por Frank Ruda, y el tercero, Imprimir negatividad: Hegel lee a Marx, por Agon Hamza. La introducción y la conclusión son de autoría colectiva.

    Introducción

    Encuentros inesperados

    Este libro lo han escrito tres filósofos. Su intención es encontrar maneras diferentes (y aún así inexploradas) de leer a Marx. Este proyecto colectivo dedicado a la obra de Marx (El Capital es una de sus fuentes primarias, pero en absoluto la única) se sitúa dentro de la específica coyuntura filosófica y política en la que nos encontramos. Es, de hecho, una situación peculiar, aunque no del todo única. Para demostrar su peculiaridad, así como su carácter único, echemos un ojo rápido a la «breve historia» del marxismo y del comunismo. El marxismo tiene una historia «breve» en comparación con otras, como la historia victoriosa de la democracia, cuya defectuosa forma política de su infancia (que excluía a las mujeres y las personas esclavizadas en la antigua Grecia) tardó mucho más tiempo en actualizarse de lo que en general nos gusta recordar. Si revisamos las situaciones históricas previas y el estado del «marxismo» o del «comunismo» dentro de ellas, podemos reconocer determinadas semejanzas con la situación actual. Son semejanzas, porque concebir la emancipación (o revolución) dentro de estas configuraciones históricas parecía casi tan imposible como lo parece hoy (quizás incluso más, si es que la imposibilidad puede tener grados).

    Con una perspectiva marxista sobre la historia del marxismo, por lo tanto, podemos aprender inmediatamente que esas imposibilidades (por ejemplo, la de la emancipación) no son estrictamente ontológicas, sino que siempre están históricamente determinadas y, por lo tanto, son específicas. La imposibilidad de concebir una completa transformación de un sistema político dado no es simplemente conceptual, sino que está también determinada por una situación histórica concreta; depende de una específica articulación de puntos de imposibilidad particulares. Con una perspectiva marxista sobre la historia del marxismo, las categorías modales muestran su cara histórica. Pero esto no es todo lo que podemos aprender con esta perspectiva. Podemos también aprender que las prácticas reunidas bajo el nombre de «marxismo» o «comunismo» a menudo implican la conversión de una imposibilidad históricamente específica en una nueva posibilidad (de emancipación); una transformación modal que también implicaba siempre una especie de autoafirmación, una Selbstbehauptung, del propio marxismo, de sus premisas centrales, de sus axiomas. Pensemos únicamente en la afirmación de que puede haber diferentes organizaciones de la sociedad, que primero tuvo que establecerse y después encontrar un referente histórico en la Comuna de París, que se tomaba entonces como el punto de partida de las transformaciones en Rusia.

    Pero, como han defendido muchas otras voces –no marxistas–, de la historia del marxismo se puede también aprender, y se debería aprender, en último término, que convertir lo que previamente parecía imposible en una nueva posibilidad se produce con el alto coste, no solamente de tolerar la violencia y crear sufrimiento a millones de personas, incluyendo injusticias innombrables, sino de producir nuevas imposibilidades estructurales o, sencillamente, de limitarse a desplazar las anteriores. Así, lo que parecía una conversión práctica, desde una perspectiva así, nos demuestra que precisamente esas imposibilidades deberían no tocarse porque, de otro modo, el único resultado es la catástrofe.

    Así pues, ¿dónde estamos hoy? ¿Cuál es nuestra posición en términos de esta historia?

    En primer lugar, el año 2017 señala el 150 aniversario de la publicación del primer volumen de El Capital. Este hecho histórico en sí suscita una serie de cuestiones (sobre la validez y relevancia potencial, filosófica, ideológica, epistemológica y política, etc. del pensamiento de Marx), que están determinando las coordenadas de nuestra situación presente y la historia en la que se originan, a la vez que están siendo determinadas por estas. Estas cuestiones son, tanto directa como indirectamente, las que aborda este libro. Lo que vais a leer no es por lo tanto un elogio o una defensa incondicional de Marx; tampoco es un intento de diseccionar lo que está vivo y lo que está muerto en el pensamiento de Marx, a la manera en la que Benedetto Croce, en una ocasión desgraciada, intentó dividir la filosofía de Hegel en las partes relevantes e irrelevantes para la contemporaneidad. Lo que podéis esperar más bien es un intento de leer, y por lo tanto de pensar, con Marx como si fuera un contemporáneo.

    En segundo lugar, nuestra común creencia es que, incluso en la coyuntura filosófica y política actual, hay una necesidad conceptual que todavía tenemos que determinar. Parafraseando la famosa fórmula del primer Hegel de una «necesidad de la filosofía», hay una necesidad de Marx, una necesidad que nos empuja a volver a la obra de Marx. ¿Por qué? La situación histórica actual se percibe en general como una en la que podemos observar una clausura en aumento de las posibilidades y de las iniciativas prácticas que persiguen la emancipación; podemos ver por todas partes una regresión descarada a las formas previas de dominación y un empleo del poder político que parecía que había sido invalidado por la historia desde hace mucho tiempo, pero que hoy vuelve con renovadas fuerzas. Pensemos en el auge de los nuevos modos de política autoritaria, incluyendo tanto los movimientos y partidos nacionalistas «populistas» como formas de explotación y producción de valor aún más autoritarias: el infame capitalismo con valores asiáticos (que, después de todo, no tiene nada que ver con Asia en sí), que parecen deshacer lo que Fukuyama asumió que sería el fin de la historia, es decir, el vínculo de la democracia y el capitalismo, incluyendo lo que podrían haber parecido formas de explotación históricamente abandonadas como la esclavitud. Pero, si esta necesidad de Marx hoy se localiza en una coyuntura que también está determinada por la historia del marxismo, no se puede entender adecuadamente sin tener también en cuenta el destino peculiar que ha experimentado el pensamiento de Marx.

    Por un lado, se le ha declarado muerto varias veces, a veces parecía haber sido enterrado bajo la acusación de haber sido uno de los culpables supremos, cuando no el único, de todas las víctimas que ha aparejado la historia del marxismo. Por otro lado, como ya diagnosticó Lenin en 1917, «todos los chauvinistas sociales» –el nombre que daba Lenin a los reaccionarios que se presentaban como emancipadores– «son ahora marxistas (¡no os riais!)»[1]. «Marx» se convirtió en el objetivo de operaciones que suspendían la radicalidad de lo que antaño estaba ligado a ella. Lenin describía esto de la manera siguiente:

    Después de intentar matarlos, los convierten en iconos inofensivos, los canonizan, por así decirlo, y consagran sus nombres hasta cierto punto para «consuelo» de las clases oprimidas y con el objeto de engañar a estas últimas, mientras que a la vez roban a la teoría revolucionaria de su sustancia, limando su filo revolucionario y vulgarizándola[2].

    Sin su filo revolucionario, Marx se canoniza, se vuelve un nombre sagrado, y lo sagrado siempre estuvo en oposición a lo profano, es a lo que se le exime de tener un uso práctico[3]. «Marx» se convirtió en «san Marx» (para usar una de las nominaciones polémicas que Marx y Engels emplearon en La sagrada familia). Esta transformación canonizadora de «Marx» en «san Marx» distancia su nombre de toda relación con la situación actual. Una distanciación así solo funciona si se suspenden determinados elementos, determinados contenidos que están constitutivamente ligados a su nombre, y, por lo tanto, se basa en operaciones de desplazamiento específicas: se «empuja al frente y se elogia lo que es o lo que parece ser aceptable para la burguesía»[4]. Los elementos aceptables del pensamiento de Marx se quedan en primer plano y, por lo tanto, arrojan largas sombras sobre los aspectos de su pensamiento que todavía parecen inaceptables, exagerados, audaces o, sencillamente, demasiado revolucionarios. La transformación de «Marx» en «san Marx» se manifiesta por consecuencia bajo la forma de una idolatría inofensiva que, en opinión de Lenin, permitía que en torno a su nombre se congregaran grupos políticos que no tenían ninguna relación con la idea de emancipación o revolución. Incluso aunque algunos de estos grupos pidieran de corazón un cambio, en realidad hacían todo lo que podían para evitar que ocurriera un verdadero cambio. Lenin describe esta asimilación de Marx mediante la sacralización recurriendo a diferentes operaciones: «omiten, eclipsan y distorsionan»[5] el pensamiento de Marx; es una «reescritura del marxismo»[6] para convertirlo en lo más conveniente.

    Por ejemplo, hay quien «sustituyó la lucha de clases por los sueños de la armonía entre clases» y, por lo tanto, «incluso acabó por apearse de la costumbre de pensar en la revolución proletaria»[7]. Cualquiera podía ser marxista si se olvidaba, eclipsaba y distorsionaba lo que suponía ser marxista. Lenin proporciona una lista detallada de las operaciones específicas implicadas en la reescritura de(l) Marx(ismo): por ejemplo, represión, distorsión, omisión, «mejora», negación, disimulo, simplificación, traición, vulgarización, evasión, desdén, malapropismo. Todas ellas por separado, pero, aún más, todas ellas juntas, generaron una práctica más sutil de asimilación de la resistencia a(l) Marx(ismo) de lo que hubiera podido hacerlo cualquier ataque o rechazo directo; sujetos oscuros y reactivos se reapropiaron sencillamente del nombre mismo que representaba la emancipación. Marx fue entonces transformado con eficacia en un ídolo inofensivo que podía adorarse con la facilidad que se adora a un dios de hojalata ineficaz e impotente (con «Engels» como el débil «ángel» que lo acompaña). Un ídolo así, distorsionado y mal representado, entra por lo tanto en el campo de la historia sin su martillo (conceptual) revolucionario. En opinión de Lenin, una situación histórica así suscita la pregunta de cómo seguir siendo fiel a Marx en un momento en el que el marxismo se distorsiona, que es por lo que El Estado y la revolución pretende asumir el proyecto de restablecer la verdad del marxismo, regresando a sus principios fundamentales (que para Lenin no se condensan en la lucha de clases, como se podría suponer, sino en la dictadura del proletariado). En resumen, Lenin emprende una desacralización, una profanación de «Marx» que, una vez más, solo puede hacerse si se describe la relevancia contemporánea específica del pensamiento de Marx sobre la base de la situación histórica concreta. La verdad del nombre de Marx solo puede restaurarse si se hace efectiva como una verdad de esta situación concreta específica y singularmente histórica, y no simplemente como un corpus canónico dogmático transhistórico, o como este último únicamente como una parte de la primera. Esto supone no juzgar la validez de Marx desde la perspectiva de la situación histórica, sino demostrar la validez de una perspectiva marxista para una situación histórica singular. El principio no es, por lo tanto, que se vea Marx a través de los ojos de la situación, sino que se vea la situación a través de los ojos de Marx.

    Podemos de hecho caer en la tentación de ver una relevancia contemporánea en el diagnóstico de Lenin, puesto que, aunque hoy «Marx» se considera una «antigualla», incluso el pensamiento conservador cada vez tiende a estar más de acuerdo con él. ¿Cómo es esto posible, teniendo en cuenta que sin duda no se consideran marxistas (o leninistas, etc.) revolucionarios? A menudo, la respuesta es que asumen que los análisis económicos de Marx son correctos y convincentes, pero que también asumen que las consecuencias políticas que el marxismo clásico extrae de ellos están fundamentalmente erradas[8]. El curioso destino de Marx no parece tener fin. Su postura teórica, habiendo sido dogmáticamente domada bajo la forma de una doctrina oficial estatal, y después de que, aparentemente, se extinguiera con los anteriores «Estados socialistas (marxistas) realmente existentes», se ha convertido en un objeto de estudio científico y académico, y resulta incluso de interés y relevancia para quienes previamente podrían haber figurado como sus enemigos de clase, pero que no tienen ningún interés en una teoría política y una práctica revolucionaria emancipatorias.

    Se puede también comparar la situación actual con la de la década de 1960, cuando el marxismo era aún un elemento integral

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