Bajo la sombra del misterio
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El trabajo expone una colección de sucesos reales, raros, misteriosos o extraños, acontecidos al autor, a familiares y amigos, a través de los años, tanto en Cuba como en los Estados Unidos de América. Para el autor, la recopilación de estas experiencias de la cultura popular podría contribuir a un conocimiento más completo, y mejor comprensión,
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Bajo la sombra del misterio - Ramón Navarrete Pujol
BAJO LA
SOMBRA DEL
MISTERIO
Ramón Navarrete Pujol
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Publicado por Ibukku, LLC
www.ibukku.com
Diseño de portada: Ángel Flores Guerra B.
Diseño y maquetación: Diana Patricia González Juárez
Copyright © 2023 Ramón Navarrete Pujol
ISBN Paperback: 978-1-68574-433-5
ISBN Hardcover: 978-1-68574-435-9
ISBN eBook: 978-1-68574-434-2
Índice
Preliminar
El fantasma de la casa de Brígida
El misterio de Las Tres Palmas
«Son cosas del diablo, Conchita»
La caseta abandonada
El árbol del miedo
La parca y Ramonín
Susi
El espectro del colegio de Dolores
La brujería del chino en el árbol de anacahuita
El aviso salvador de la abuelita
La elección del desconocido
Curaciones por medio de rituales
Pipito curó la hernia
¿A quién corto?
Monchito es curado del asma
Milagro de sanación del agua de Lourdes
Miguelito y el tren que transformó su vida
El maestro Rojas no mentía
Fenómenos paranormales en la casa de Cuabitas
«Ella siempre sale ahí»
Espectros con turbante
Escapulario de María bajo el fuego
Jigües
Una cápsula del tiempo
La prueba del maestro
Espectros decapitados
«Supongo que serán mamá y papá»
Revelación de la identidad de una santa
El sueño de abuela
«Cunde, Cunde, ¡despierta!»
Un espíritu residente en la casa de Flora
Tierra caída del cielo
Vivencias de Mimi en la casa de Calvario
El augurio del anciano clarividente
La casa de la 32 Avenida y la 79 Calle del N.W. en Miami
Smigol: un perro con una extraña habilidad
Amarillo
Experiencia cercana a la muerte
Mirando el trasfondo de una foto de mamá
Anyone here?
Niño
¿Y el cuarto pasajero dónde está?
Un alma infantil escondida en un viejo tronco
Impresionante fenómeno poltergeist en Miami
El pesquero de Randy
La danza de las cenizas
Comunicaciones después de la muerte
Casualidades, eternas casualidades
Los rayos sí caen dos veces en el mismo lugar
¿Parálisis del sueño o agresiones de entidades paranormales?
Extraño incidente en la oficina del padre Matt
Psicofonías infantiles
Fenómeno poltergeist en Publix
Chicos en bicicleta
Viaje familiar a la playa
La casa de Hampton Road, Pensacola
Una libélula amistosa
Las pruebas de Raúl
Ama de llaves
Comprobación visual de una visitación onírica
Otros eventos poltergeist en casa
Las dos niñas
Dos sueños premonitorios
Otras experiencias con shadow people
El electricista del ático
Aterradores eventos en el bosque
El aviso: ¿premonición, casualidad, coincidencia o comunicación espiritual?
Experiencia paranormal de Roberto Fernández-Viña en el hotel Bilmore de Oklahoma City
La sanación de Mark
Las pruebas de la abuela Carmita
La fotografía
La muñeca de porcelana
Premonición
El autor desea expresar su profunda gratitud a todas las personas que, de una u otra manera, contribuyeron a la realización de este trabajo.
Para aquellos que creen ninguna prueba es necesaria.
Para aquellos que no creen ninguna cantidad de pruebas es suficiente.
San Ignacio de Loyola
La vida es eterna.
El amor es inmortal.
La muerte es un horizonte,
un horizonte no es nada más que
límite a nuestra vista.
Autor desconocido
Preliminar
Bajo la sombra del misterio expone un conjunto de experiencias reales, raras, misteriosas o extrañas acaecidas al autor, a familiares y amigos, a través de los años, tanto en Cuba como en los Estados Unidos de América.
Debemos destacar que los relatos son de la vida misma, exentos de ficción literaria y de invención popular. Sus protagonistas son gente sencilla, común, que no persigue fama ni fortuna: absolutamente lo contrario. Como todo el que se dedica a investigar o divulgar cuestiones de misterio, resultan blanco del severo e implacable ataque y escarnio de buena parte del sector no creyente de la población.
Pero, al margen de los extremos, nos preguntamos: ¿Qué sería la vida sin un toque de misterio?
Porque, aunque hasta hoy no se logren pesar, medir o reproducir en laboratorio sus eventos, el misterio es algo así como un bálsamo, como la sazón y la sal de la vida. No hay hogar, familia o comunidad, que no atesore, en su memoria, anécdotas de esta índole, que forman parte de su tradición oral, narradas alguna vez, por la abuelita, la madre, una tía, la nana u otro miembro del clan, como algo muy cierto, indiscutible.
Bajo la sombra del misterio nacemos, crecemos y fenecemos desde el principio, aunque para muchos este no exista o sea tan solo fruto de la imaginación calenturienta de ignorantes, fantasiosos, fanáticos y trasnochados escritores de ficción. Sin embargo, el misterio estará ineludiblemente presente mientras la humanidad respire, lo nieguen y lo vapuleen unos y lo disfruten con deleite otros, más abiertos de mente, conscientes de nuestra incapacidad para explicar ciertos fenómenos que escapan a la comprensión lógica de los sentidos humanos.
Por eso, contra viento y marea hallaremos al misterio cruzando las líneas generacionales del tiempo con su omnipresencia, en el infinito cielo, en el inmenso mar, en los intrincados bosques y tétricos pantanos, en las abruptas montañas, en ríos, lagos y cañadas, en oscuras cavernas y barrancos, en túneles y alcantarillas, en los viejos caminos del mundo, en olvidadas ruinas de casas, edificios y castillos, en los vetustos y lúgubres cementerios y hasta en nuestros sueños (por solo citar algunos) independientemente de la latitud, la cultura, el idioma, la etnia y la idiosincrasia, como el día y la noche, el amor y el odio, la vida y la muerte, el bien y el mal, el frío y el calor, el misterio pervivirá eternamente desprécielo quien lo desprecie y ámelo quien lo ame, cada cual tiene derecho a elegir, es el libre albedrío que nos ha regalado Dios. Eso sí, el que ha vivido las incidencias del misterio considera que posee la verdad absoluta.
A nuestro modo de ver, la recopilación paciente de estas experiencias de la cultura popular coadyuvaría a un conocimiento más completo y mejor comprensión de la psicología, las creencias y del mundo espiritual en general de cada pueblo, localidad o nación.
Ojalá que esta modesta colección de relatos contribuya, de alguna manera, al disfrute de los lectores y seguidores del misterio, así como para alimentar la vocación por investigar sobre tan vasto, ignoto y apasionante tema de lo desconocido, en sus múltiples facetas. Esa sería la mayor satisfacción del autor.
R.N.P.
El fantasma de la casa de Brígida
En el año de 1952 nuestros padres alquilaron una casa en el reparto La República, cercano al poblado de Cuabitas, a unos siete kilómetros al NNE de la ciudad de Santiago de Cuba.
Una tarde, mamá se dirigió a la vivienda de la propietaria, la señora Brígida, para pagar la renta. Al aproximarse a su entrada distinguió a un individuo, de más que mediana edad, vestido con ropa de trabajo penetrar al inmueble. Supuso que seguramente se trataba de algún familiar de paso, pues Brígida era viuda y vivía sola. Al arribar al lugar de destino se topó con la puerta cerrada. Tocó suavemente y en breve esta se abrió.
—¿Cómo está, doña Brígida?
—Algo mejor, Dorita y ¿tú?
—Muy bien, gracias. Aquí le traigo el importe del alquiler —respondió la recién llegada con una sonrisa.
—Ven, pasa, siéntate.
Después de acomodarse, Dorita dijo:
—Aprecié que tiene usted visita.
Brígida la miró extrañada y respondió:
—No, Dorita, no he recibido a nadie desde hace tiempo. —Tras breve pausa, preguntó—: ¿Por qué dices eso?
Dorita, un poco confusa, y peinando con sus ojos en derredor, contestó:
—Porque cuando llegué vi a un señor canoso, vestido con ropa de labor que entró en la vivienda..
Brígida, observándola con inocultable interés, habló:
—Tienes un don, Dorita. Aguarda un momento, quiero mostrarte algo.
Brígida se levantó del balance, se encaminó hacia el interior de su aposento y regresó con una fotografía en sus manos. Dorita la siguió con la mirada, inquieta.
La anciana preguntó entonces:
—¿Será este el visitante que captaste en el portal?
Al observar detenidamente la imagen estampada en la vieja foto, sus ojos se abrieron azorados al contemplar a la misma persona, exhibiendo, incluso, igual indumentaria.
—¡Sí, es él! —exclamó Dorita con asombro. ¿Cómo usted lo supo?
Con rostro placentero Brígida expresó:
—Ese señor era mi esposo, fallecido hace años. —Tras hondo suspiro, prosiguió:
—No has sido la primera en verle. Yo le siento todo el tiempo en casa. No desea abandonarme, es un ángel guardián para mí —sentenció.
En la despedida, junto a la portería, Brígida concluyó:
—Gracias por decírmelo, Dorita. Te felicito por ese don de ver espíritus que posees; créeme, es una bendición. Eso sí, tendrás que acostumbrarte, pues captarás muchas cosas de lo que comúnmente denominamos como el más allá cuando, en realidad, está más acá de lo que imaginamos.
El misterio de Las Tres Palmas
El río San Juan está grabado en la memoria de los que un día —ya lejano— fuimos niños en las comarcas de Boniato, La República, Cuabitas, Santa María y San Juan, entre otras. Era la playa de la gente común, el sitio de pesca, excursión y diversión de propios y extraños, y el santuario para celebraciones religiosas, que tenían su clímax precisamente el día de San Juan.
Nace en la sierra de Boniato y discurre por unos veintisiete kilómetros de norte a sur, entre lomas, llanos y quebradas, para finalmente desembocar en la costa sur, fundiéndose con las azules aguas de la playa de Aguadores.
Durante el período colonial junto al embalse de Chalons, constituía la principal fuente surtidora de agua potable de la ciudad de Santiago de Cuba.
Antaño lo recorríamos casi a diario, junto a nuestro hermano Gabriel y a la fiel perra Susi, además de primos y amigos del barrio. Por entonces poseía un buen caudal que nunca se secaba. Contenía numerosas pozas importantes como La Mamía (que ostentaba el triste récord de ahogados. La Cutara (cuyo nombre afirmaban se debía a la muerte de una anciana lavandera al caer al agua intentando recuperar su rústico calzado homónimo), Los Siete Escalones (donde alegaban que existía un remolino devorador) y la tenebrosa poza-recodo de Las Tres Palmas. De todas ellas, la última, a pesar de reportar escasas pérdidas humanas, resultaba, por amplio margen, la menos visitada.
Remontando el cauce, a partir del puente de La República hacia el este, se arribaba a un recodo donde el caudal tuerce en dirección NNW, de forma brusca, originando una curva, propiciadora de un ensanchamiento del cauce en ese punto. Las aguas se tornaban más calmadas y la frondosa vegetación de sus riberas creaba un ambiente realmente lúgubre y, a la vez, misterioso. La escasa incidencia de los rayos solares sobre las aguas determinaba que lucieran oscuras, repentino cambio paisajístico que sorprendía e impactaba al caminante.
Entre la exuberante vegetación (donde predominaban los algarrobos y salvaderas) descollaban tres esbeltas palmas reales, de apariencia antigua, bastante alineadas, exclusivas en el entorno, a tal punto de que atraían, como imán, la atención del que incursionara en el área, sin importar la edad de las pupilas que la contemplaran. Era algo inexplicable, envolvente, y las personas, sin saber por qué, lo abandonaban con celeridad. Una vez alejados, experimentaban alivio y sensación de paz y seguridad. Hasta la inteligente perra Susi se tornaba inquieta, nerviosa, como captando allí cierta anomalía. Ya fuera del punto el cambio resultaba radical, volvía su alegría, pues le encantaba nadar, cosa que evitaba en la poza de Las Tres Palmas.
Gabriel recuerda que en cierta ocasión observó a tres enigmáticos individuos, que por la parafernalia e indumentaria parecían brujos, ejecutar un raro ritual junto a las palmas. Se retiraron con premura ante su inesperada presencia.
Al cabo de los años nos enteramos, por viejos lugareños, de que la razón del enrarecido y oprimente ambiente reinante en el esquivado recodo obedecía al hecho de que la palma central constituía una especie de portal de comunicación para invocar al diablo, mediante tres contundentes toques en su recto tallo, a las doce de la noche. Había que