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Una guerra contra la pobreza: Voluntarios del Cuerpo de Paz, interacciones y desarrollo comunitario en Sudamérica en los años sesenta
Una guerra contra la pobreza: Voluntarios del Cuerpo de Paz, interacciones y desarrollo comunitario en Sudamérica en los años sesenta
Una guerra contra la pobreza: Voluntarios del Cuerpo de Paz, interacciones y desarrollo comunitario en Sudamérica en los años sesenta
Libro electrónico329 páginas4 horas

Una guerra contra la pobreza: Voluntarios del Cuerpo de Paz, interacciones y desarrollo comunitario en Sudamérica en los años sesenta

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Información de este libro electrónico

Los jóvenes voluntarios del Cuerpo de Paz de Estados Unidos son los grandes protagonistas de este libro. Inspirados en la épica de John F. Kennedy y comprometidos con la superación de la pobreza a nivel global, dejaron sus casas para trabajar por dos años en proyectos de desarrollo comunitario. Todo eso en el contexto de una década fascinante marcada por el idealismo, las tensiones ideológicas y los grandes conflictos de la Guerra Fría.
Se rescatan aquí sus experiencias desde el entrenamiento inicial hasta sus años de servicio en comunidades urbanas y rurales sudamericanas. Lo íntimo y lo público de su labor se abordan a través de testimonios personales, cartas, diarios de vida, boletines, informes, prensa, evaluaciones y documentación inédita del Cuerpo de Paz.
Una guerra contra la pobreza propone una mirada amplia del papel histórico del Cuerpo de Paz en Sudamérica. Se estudian aquí las iniciativas modernizadoras de Estados Unidos y el diálogo con los planes de acción de gobiernos e instituciones locales. En este marco se aborda la mediación que los voluntarios hicieron, en terreno, entre las distintas miradas sobre pobreza y desarrollo en Sudamérica.
Se trata de un libro de interés para un público diverso que incluye a historiadores y cientistas sociales, así como un amplio espectro de profesionales vinculados a iniciativas públicas o privadas sobre pobreza y desarrollo. De igual modo, es un libro de lectura obligada para jóvenes voluntarios que trabajan en desafíos similares el día de hoy en América Latina.
IdiomaEspañol
EditorialFCEChile
Fecha de lanzamiento1 jun 2023
ISBN9789562893183
Una guerra contra la pobreza: Voluntarios del Cuerpo de Paz, interacciones y desarrollo comunitario en Sudamérica en los años sesenta

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    Una guerra contra la pobreza - Fernando Purcell

    Primera edición, FCE Chile, 2023

    Purcell, Fernando

    Una guerra contra la pobreza. Voluntarios del Cuerpo de Paz, interacciones y desarrollo comunitario en Sudamérica

    en los años sesenta / texto y trad. de Fernando Purcell. – Santiago de Chile : FCE, 2023

    254 p. ; 21 × 14 cm – (Colec. Historia)

    Título original: The Peace Corps in South America

    ISBN 978-956-289-315-2

    1. Cuerpos de Paz (Estados Unidos de Norteamérica) – División de Voluntarios – América del Sur – Siglo XX 2. Cuerpos de Paz (Estados Unidos de Norteamérica) – América del Sur – Siglo XX 3. América del Sur – Condiciones sociales – Siglo XX 4. América del Sur – Relaciones internacionales – Estados Unidos de Norteamérica – Siglo XX 5. Estados Unidos de Norteamérica – Relaciones internacionales – América del Sur – Siglo XX I. Ser. II. t.

    LC HC60.5 Dewey 361.6 P692g

    Distribución mundial en español

    Traducción de la edición en inglés:

    The Peace Corps in South America por Fernando Purcell

    © Fernando Purcell, bajo licencia exclusiva de Springer Nature, Switzerland AG, Springer Nature 2019. Todos los derechos reservados.

    D.R. © 2023, Fondo de Cultura Económica Chile S. A.

    Av. Paseo Bulnes 152, Santiago, Chile

    www.fondodeculturaeconomica.cl

    Fondo de Cultura Económica

    Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14110 Ciudad de México

    www.fondodeculturaeconomica.com

    Coordinación editorial y diagramación: Fondo de Cultura Económica Chile S. A.

    Diagramación: Macarena Rojas Líbano

    Fotografías de portada: Superior: Estudiantes universitarios chilenos colaborando en sus vacaciones de verano como voluntarios, 1967. Archivo Fotográfico, Museo Histórico Nacional. Inferior: Trabajadora social chilena con pobladores de una zona periférica de Santiago, 1962. Archivo Fotográfico, Museo Histórico Nacional.

    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra —incluido el diseño tipográfico y de portada—, sea cual fuere el medio, electrónico o mecánico, sin el consentimiento por escrito de los editores.

    ISBN 978-956-289-315-2

    ISBN digital 978-956-289-318-3

    Diagramación digital: ebooks Patagonia

    www.ebookspatagonia.com

    info@ebookspatagonia.com

    Índice

    Agradecimientos

    Introducción

    I. El entrenamiento en la década de 1960

    1.1. Distancia con los países subdesarrollados

    1.2. Esferas formativas en los centros de entrenamiento

    1.3. Experiencias en terreno y la circulación de ideas sobre entrenamiento

    II. Confrontar la pobreza en casa

    2.1. Entrenamiento y pobreza en el extranjero

    2.2. Trabajo de campo en Estados Unidos

    2.3. Fortalecimiento de las diferencias

    2.4. Desafío global

    III. El fértil pero diferente escenario sudamericano

    3.1. Chile: La Iglesia Católica y la Promoción Popular

    3.2. Acción Comunal en Colombia

    3.3. El Programa de Cooperación Popular en Perú

    IV. Dificultades y frustración en terreno

    4.1. Conflictos y diferencias con las instituciones anfitrionas en Sudamérica

    4.2. Idealismo juvenil y sensación de frustración

    V. Voluntarios y los conflictos ideológicos de la Guerra Fría

    5.1. Universidades como campos de batalla

    5.2. Dificultades en Ayacucho, Perú

    5.3. Expulsiones en universidades chilenas

    Epílogo

    Bibliografía

    AGRADECIMIENTOS

    Este libro es fruto de muchos años de investigación durante los cuales he acumulado una larga lista de personas e instituciones a quienes debo profunda gratitud por su apoyo.

    Quisiera reconocer el apoyo especial entregado durante muchos años por el Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile. También estoy agradecido con todas las instituciones que proveyeron apoyo financiero para esta investigación. El proyecto fondecyt regular 1110050 de conicyt, Chile, financió viajes de investigación a archivos y bibliotecas en Estados Unidos y Sudamérica. La Vicerrectoría de Investigación de la Pontificia Universidad Católica de Chile proveyó recursos durante estadías en Boston College y en la Universidad de California, Davis. El Hemispheric Institute on the Americas en uc Davis también proporcionó apoyo. Durante las etapas iniciales de este proyecto, tuve la oportunidad de exponer resultados parciales e investigar en London School of Economics and Political Sciences y en la Universitá degli studi di Napoli L'Orientale.

    También recibí generosas contribuciones de una serie de universidades en Estados Unidos, Sudamérica, Europa, y Asia, que permitieron breves visitas durante las cuales presenté hallazgos de mi investigación. En Estados Unidos, quisiera reconocer a California State University, Los Angeles, Columbia University, uc Davis, uc Irvine, uc Santa Barbara, University of Connecticut, Storrs, University of Oregon, y Yale University. En Sudamérica, mi gratitud va a Universidad de los Andes de Bogotá, Pontificia Universidad Católica de Perú, Universidad de San Andrés en Argentina, Universidad de la República en Uruguay, y Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro en Brasil. También quisiera agradecer a National University of Singapore, donde participé en el seminario internacional Unlearning Cold War Narratives: Toward Alternative Understandings of the Cold War World.

    En cada una de estas locaciones recibí apoyo de muchos académicos. En particular, quisiera agradecer a Nara Milanich, Chuck Walker, Andrés Reséndez, Gabriela Soto-Laveaga, Mark Overmyer-Velázquez, Mark Carey, Santiago Muñoz Arbelaez, Ricardo Arias, Hugo Fazio Vengoa, Camilo Quintero, Claudia Leal, Jorge Lossio, José Luis Bendicho Beired, Aldo Marchesi, Roberto García Ferreira, Sergio Serulnikov, Odd Arne Westad, Stefan Rinke, Maria Rosaria Stabili, Raffaele Nocera, Valerio Giannattasio, y Masuda Hajimu.

    Dada la cantidad de documentos examinados en el curso de mi investigación, este libro no habría sido posible sin el apoyo de innumerables bibliotecarios y archivistas que colaboraron conmigo desde las siguientes instituciones: Library of Congress D.C.; National Archives, College Park; John F. Kennedy Library, Austin; Center for South Western Research, University of New Mexico, Albuquerque; O'Neill Library en Boston College; McKeldin Library en University of Maryland; Sterling Memorial Library en Yale University; Peter J. Shields Library en uc Davis; lse Library at London School of Economics and Political Science; Archivo Nacional de Chile; Biblioteca Nacional de Chile; Archivo Nacional de la Administración de Chile; Biblioteca de Humanidades de la Pontificia Universidad Católica de Chile; Archivo Histórico Riva-Agüero en Lima; Biblioteca Luis Ángel Arango en Bogotá; Biblioteca de la Fundación Getulio Vargas; y la Biblioteca de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro.

    Estoy igualmente agradecido con varias personas que me ayudaron a compilar información y que me dirigieron hacia diferentes fuentes. Javiera Soto Hidalgo y Magdalena Araus, que trabajaron como ayudantes de investigación por varios años, merecen mención especial. También aprecio el apoyo para encontrar fuentes específicas de María José Cumplido, Camila Gatica, Montserrat Sánchez, Teresa Campino, y Juan Carlos Villamizar. Marcelo Casals se unió en la etapa inicial de la investigación y juntos escribimos un artículo sobre el tema que constituye la base de uno de los capítulos de este libro. Estoy agradecido con William San Martín, Vanni Pettinà, Tanya Harmer, Nicolás López, Gabriel Nachar y Francisca Valenzuela por su tiempo y comentarios en los primeros borradores de los capítulos, y de Bárbara Silva por su apoyo en la edición de este libro. Por supuesto, cualquier deficiencia que este trabajo pueda tener es de mi exclusiva responsabilidad.

    También quisiera reconocer las contribuciones de académicos con quienes participé en diferentes conferencias y seminarios, en particular Molly Geidel, Victoria Langland, Karin Rosemblatt, Tore Olsson, Tim Lorek, Andra Chastain, Diana Schwartz, Heidi Tinsman, Sarah C. Chambers, Ángela Vergara, Joaquín Fermandois, Jeffrey F. Taffet, Cecília Azevedo, y la fallecida Olga Ulianova. Mis agradecimientos también para Benedetta Calandra y Marina Franco, que me invitaron a publicar un artículo en La guerra fría cultural en América Latina. Alfredo Riquelme y Tanya Harmer también incluyeron mi trabajo en su volumen editado, Chile y la guerra fría global. También agradezco a las revistas Historia Crítica e História Unisinos por proveer un espacio para artículos que surgieron desde mi investigación y a Palgrave Macmillan por publicar la versión en inglés de este trabajo.

    En la Facultad de Historia, Geografía y Ciencia Política de mi universidad, debo agradecer a una larga lista de colegas, iniciando con Patricio Bernedo y Pablo Whipple. También agradezco a colegas que fueron cercanos al proyecto de distintos modos, como Catalina Balmaceda, María José Cot, Nicolás Cruz, Ximena Illanes, José Ragas, Claudio Rolle, Rafael Sagredo, Olaya Sanfuentes, Sol Serrano, Bárbara Silva, y Jaime Valenzuela. También estoy agradecido por las conversaciones con antiguos voluntarios del Cuerpo de Paz, David Joslyn, Allan Watters, Brian Loveman y Kay Muldoon-Ibrahim.

    Finalmente, mi amor e infinita gratitud a mi familia extendida, así como a mi familia nuclear Elina, Lucas, Maite, y María, quienes toleraron mis ausencias y demostraron, como siempre, un apoyo y amor incondicional.

    INTRODUCCIÓN

    El Cuerpo de Paz fue un proyecto de voluntariado establecido en marzo de 1961 por el presidente John Kennedy. Buscaba que jóvenes norteamericanos se desplegasen por distintas naciones del entonces denominado Tercer Mundo, colaborando en proyectos de desarrollo comunitario en zonas urbanas y rurales por un período de dos años. Fueron cerca de 20 mil los voluntarios que llegaron a Sudamérica durante la década de 1960, definida por Kennedy como la década del desarrollo.¹ Así se abocaron al desafío de ayudar a distintos países a diagnosticar sus necesidades, a solucionar sus problemas sociales y económicos, y a promover la imagen internacional de Estados Unidos. En la práctica, el proyecto fue establecido como una de las tantas iniciativas que anhelaban, a través de intervenciones modernizadoras, acortar la distancia entre naciones subdesarrolladas y aquellas que habían alcanzado la cúspide del desarrollo. Pero estos esfuerzos modernizadores no fueron impulsados por la buena voluntad de un grupo de personas e instituciones como el Cuerpo de Paz; más bien, fueron inspirados por profundos factores ideológicos, por lo que los voluntarios que acogieron el llamado de Kennedy se vincularon directamente con las grandes batallas de la Guerra Fría, caracterizada por la confrontación global entre capitalismo y socialismo, que alcanzó su punto más alto entre 1945 y 1989. Fue un conflicto en el cual Estados Unidos promovió una visión ideológica universal y excluyente predicada en la presunción de que las economías capitalistas eran el motor esencial de la modernidad. Esta visión era opuesta al comunismo, el tipo particular de socialismo propugnado por la Unión Soviética que se centraba en la lógica del control estatal y planificación racional.

    La Guerra Fría implicó una serie de efectos económicos, sociales, culturales, tecnológicos y ambientales que se produjeron globalmente en diversos tipos de espacios y contextos. En particular, este libro aborda uno de los niveles más importantes de la Guerra Fría, al estudiar los esfuerzos globales para superar la pobreza, examinando cómo esos esfuerzos se desenvolvieron en espacios y comunidades locales donde tuvo presencia el Cuerpo de Paz.²

    El Cuerpo de Paz fue construido y promovido como un proyecto único, excepcional. Sus creadores buscaron transformarlo en un faro que iluminara el mundo como respuesta simbólica y efectiva a los desafíos para lograr el desarrollo de pequeñas comunidades pobres del mundo. Para ello, fue fundamental imprimirle el sello identitario del trabajo abnegado de voluntarios que estaban dispuestos a hacer un sacrificio para mejorar las condiciones de vida de sujetos desposeídos en tierras lejanas y ajenas. El boletín oficial del Cuerpo de Paz, Peace Corps Volunteer (Voluntario del Cuerpo de Paz), frecuentemente hacía eco del carácter ejemplar de la institución para todo el mundo, al publicar artículos como el de noviembre de 1962 con el siguiente titular: El Cuerpo de Paz: una idea adoptada por 43 naciones. Esta visión se alineaba con el alcance global al que Estados Unidos aspiraba con sus variados esfuerzos de Guerra Fría. Se informaba en el artículo que varias naciones habían elegido la conferencia sobre habilidades humanas en la década del desarrollo organizada en Puerto Rico, para anunciar que ellos estaban comenzando a implementar sus propios programas similares al Cuerpo de Paz.³ Las referencias a otras iniciativas parecidas en diferentes partes del mundo estuvieron cargadas de un tono egocéntrico, que hacía suponer que desde otros países se estaba imitando lo que ellos hacían desde 1961.

    Pero la verdad es que el Cuerpo de Paz, en tanto institución dedicada a distintas formas e iniciativas de desarrollo comunitario, estaba lejos de ser un programa excepcional. La historiadora Agnieszka Sobocinska ubica al Cuerpo de Paz junto a instituciones como el Australia's Volunteer Graduate Scheme (Programa de Voluntarios Graduados de Australia) o el Voluntary Service Overseas (Servicio Voluntario en el Extranjero) británico como iniciativas que formaron parte del amplio proceso de generación de discursos coloniales traducidos a través de la idea de desarrollo, por lo que argumenta que los marcos nacionales para el análisis de este tipo de instituciones que proliferaron en las décadas de 1950 y 1960 deben ser dejados de lado.⁴ Tal como demuestra el historiador Daniel Immherwahr en su libro Thinking Small, no solo Estados Unidos, sino que muchos países del mundo estaban involucrados en este tipo de iniciativas por aquellos años. Incluso la nación norteamericana ya estaba trabajando desde hacía algunos años en un ambicioso programa en Filipinas y había establecido en 1954 la Community Development Division (División de Desarrollo Comunitario) en el marco de su agencia de colaboración internacional. En 1956 su despliegue involucraba 47 programas distribuidos en 23 países de todo el mundo. Si bien la Community Development Division no utilizaba voluntarios, esfuerzos de este tipo existían en otras partes del mundo. Esto ocurría en el contexto de una época, como la de mediados del siglo xx, caracterizada por el florecimiento de cientos de iniciativas y proyectos enfocados al desarrollo a pequeña escala, comunitario, como complemento a otro tipo de esfuerzos de carácter más estructural.⁵

    Pero más allá de la realidad global, dentro de la cual el proyecto del Cuerpo de Paz se diluye en términos de excepcionalidad, la institución logró transmitirle a sus voluntarios y a la opinión pública de Estados Unidos la idea de que se trataba de un programa único. Bajo esta visión, el Cuerpo de Paz estaba construyendo una forma de acción comunitaria verdaderamente distinta, revolucionaria. Esto explica que voluntarias como Janet Boegli, ubicada en Chile, se sorprendiera al haber encontrado a muchas personas involucradas en trabajos de desarrollo comunitario. Con frecuencia siento que es un error hablar del Cuerpo de Paz como si fuera la única organización preocupada de los pueblos subdesarrollados, escribió Boegli en una carta. En referencia a quienes ella conoció, que estaban comprometidos con el combate de la pobreza rural en el sur de Chile, escribió que Chile tiene muchas organizaciones del tipo, muchas personas trabajando en esto, mencionando instituciones oficiales como el Ministerio de Agricultura, el Servicio Nacional de Salud, y el Instituto de Educación Rural de la Iglesia Católica.⁶ Pero independiente de lo anterior, otros voluntarios así como la sociedad de Estados Unidos creían genuinamente que el Cuerpo de Paz era algo especial y diferente.

    John Kennedy le había otorgado un aura épica a la iniciativa, incluso antes de que el Cuerpo de Paz fuese realidad. En octubre de 1960, en su famoso discurso en la Universidad de Michigan, Ann Arbor, durante la etapa final de su campaña presidencial, Kennedy sembró las semillas de lo que florecería, en su típico estilo carismático.⁷ Y lo hizo preguntándole a los jóvenes, ¿Cuántos de ustedes que serán doctores están dispuestos a pasar sus días en Ghana? Técnicos o ingenieros, ¿Cuántos de ustedes están dispuestos a trabajar en el Servicio Exterior y dedicar sus vidas a viajar alrededor del mundo?. Estas palabras fueron complementadas con un claro mensaje del sentido de libertad y valor que el entonces candidato le asignaba al involucramiento directo de los jóvenes en el mundo, en el marco de la Guerra Fría: De su voluntad de hacerlo, no solo para realizar uno o dos años de servicio, sino de su voluntad de dedicar parte de sus vidas a este país, depende la respuesta sobre si una sociedad libre puede competir [en la Guerra Fría].⁸ Es así como desde sus inicios el Cuerpo de Paz fue construido en torno a valores épicos, heroicos. La administración Kennedy describió al Cuerpo de Paz como una agencia única, una fuerza que trasciende los intereses políticos y estratégicos para abrazar un idealismo apasionado imbricado en lo más profundo de la cultura americana.⁹ Todo esto impactó profundamente en el país, lo que explica que miles de personas acudieran al llamado a formar parte del Cuerpo de Paz. En diciembre de 1970, casi 10 años después de inaugurado el proyecto, alrededor de 50.000 voluntarios habían servido en la institución, lo que da cuenta de la enorme popularidad e impacto del Cuerpo de Paz.¹⁰ La institución había recibido 305.399 postulaciones, una impresionante demostración de cómo el interés sobrepasó con creces la capacidad de la institución de absorber esa demanda.¹¹

    Los medios de comunicación locales y nacionales dieron amplia cobertura al Programa. En 1966, la revista Look dedicó una de sus portadas a la iniciativa, incluyendo retratos de voluntarios pintados por el famoso ilustrador, pintor, y fotógrafo de la era, Norman Rockwell.¹² Medios de amplia circulación global como National Geographic, también ayudaron a reforzar el carácter excepcional y épico del proyecto. En un artículo de 1964 titulado Embajadores de solidaridad: el Cuerpo de Paz, Sargent Shriver, el primer director de la institución, afirmaba con entusiasmo en una entrevista que nunca nadie ha intentado crear un Cuerpo de Paz. Destacó la amplia presencia en el mundo, la cordial bienvenida a los voluntarios a nivel global y una serie de logros asociados al trabajo en zonas urbanas y rurales. El artículo incluía un mapa que mostraba, destacados en azul, aquellos países con presencia de voluntarios. Para 1964 el mapa del mundo ya se había teñido de azul en América Latina y el Caribe, así como también en África occidental y oriental, Medio Oriente, el Sudeste asiático, Asia Oriental y Oceanía.¹³ Sin embargo, en este amplio reportaje los actores importantes eran los miles de sacrificados voluntarios esparcidos alrededor del mundo. Tal como se señaló en la revista, Los voluntarios del Cuerpo de Paz han renunciado a la oportunidad de vivir cómodamente en casa. Ellos van a lejanos países para trabajar por un mero pago de subsistencia bajo difíciles, a veces peligrosas, condiciones, agregando que Nada es más asombroso para la gente en el exterior que ver a jóvenes estadounidenses eligiendo dejar América —especialmente la América que los extranjeros conocen por las películas— para compartir sus vidas.¹⁴ Mientras los discursos de Kennedy enfatizaban la cualidad de sacrificados de los voluntarios, un tono similar subyacía en interacciones con la pobreza del Tercer Mundo. Durante las primeras décadas de la Guerra Fría los discursos populares del sacrificio marcaron tanto a los revolucionarios de izquierda, quienes debían vivir con los pobladores sufrientes y estaban dispuestos a poner en riesgo sus vidas, como a voluntarios de élites que abandonaron sus espacios de confort para combatir la pobreza y a los fervientes desarrolladores comunitarios que desde su interacción con los pobres, abandonando incluso sus países, sentían que ayudaban a contener el comunismo y construir la paz mundial.

    La popularidad del Cuerpo de Paz creció rápidamente, así como su asociación prioritaria con Estados Unidos más que con el Tercer Mundo, cuestión que ha marcado la producción historiográfica. Gerard T. Rice, en su trabajo The Bold Experiment, prioriza la visión de Estados Unidos al abordar la política detrás de la institución, desde sus orígenes anteriores a 1961, evaluando el éxito de los niños de Kennedy en relación con los tres grandes objetivos trazados: ayudar a los países más pobres a conseguir el desarrollo, combatir el anti-americanismo en el mundo y ayudar a los estadounidenses a conocer mejor la cultura del denominado Tercer Mundo.¹⁵ Para la historiadora Elizabeth Cobbs Hoffman, el Cuerpo de Paz fue el primer movimiento de masas de los jóvenes estadounidenses en la década de 1960, pero más allá de que ese colectivo haya trascendido las fronteras de Estados Unidos, el análisis de la autora se centra en el espíritu de la época y en el aporte del Cuerpo de Paz a la construcción de la nación al confirmar sus valores y sentido de misión como el principal país democrático del mundo.¹⁶ Para ella, los inicios del proyecto del gobierno de Kennedy simbolizan una forma ideal de altruismo en donde aparecen imbricados una serie de atributos propios del carácter nacional. Más recientemente, el historiador Michael R. Hall ha enfatizado cómo a lo largo de la historia, desde su origen en 1961, el Cuerpo de Paz, ha servido como un poderoso símbolo de los valores americanos.¹⁷ Stanley Meisler ha insistido en la idea de la centralidad que debe tener el estudio del trabajo de los voluntarios, pero en relación con las tensiones en torno a la elaboración de políticas en Washington.¹⁸ Otros académicos, como la historiadora brasileña Cecília Azevedo, se concentran también en el fuerte lazo entre el Cuerpo de Paz y las raíces profundas de la identidad de los estadounidenses. En su caso, vincula al Cuerpo de Paz, tanto a nivel de los voluntarios como en el plano institucional, con las tradiciones político-religiosas que componían el universo simbólico de Estados Unidos, dando un espacio preponderante al sentido de misión que asumió la institución en los años 60.¹⁹ Es así como se puede argumentar, sin que esto implique una crítica negativa al valor de los trabajos ya realizados, que en la historiografía sobre el Cuerpo de Paz ha predominado una perspectiva muy centrada en Estados Unidos.²⁰ Este tipo de visión no es un error, ni distorsiona la comprensión histórica del Cuerpo de Paz, sin embargo, marginaliza la significancia del trabajo de los voluntarios en terreno, y sus interacciones con personas e instituciones de otros países en el marco de lo que se convirtió en un enorme esfuerzo global para superar la pobreza durante la Guerra Fría.

    Recientemente se han comenzado a renovar las miradas sobre el Cuerpo de Paz y resulta muy interesante cómo se ha ido insertando su historia dentro de otro tipo de narrativas más amplias, globales. En particular, Molly Geidel usa al Cuerpo de Paz como ventana de observación, apelando a categorías de análisis de género, sexualidad e imperialismo en el mundo de posguerra, más allá de la esfera nacional. Aquí la autora estudia la configuración de un nuevo orden global, caracterizado por un tipo de control social que fue articulado a partir de una teoría de la modernización cargada de visiones masculinas que habrían facilitado la hegemonía de Estados Unidos.²¹

    Este libro, al igual que el de Geidel, busca refrescar las miradas del Cuerpo de Paz abordando aspectos que van más allá de las ideas, significados, misión y simbolismos asociados a sus voluntarios y la institución en Estados Unidos. Con este fin, el libro examina el impacto que tuvo el trabajo en terreno —además de las iniciativas de desarrollo comunitario promovidas desde países sudamericanos— en los voluntarios, su trabajo y la institución. Por otro lado, el libro también presta atención al involucramiento que la institución tuvo en materia de desarrollo comunitario en Estados Unidos durante el período de entrenamiento de sus

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