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Conexión Beatles - Sus canciones y 836 temas más
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Libro electrónico480 páginas5 horas

Conexión Beatles - Sus canciones y 836 temas más

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Este no es un libro para (solamente) leer. Es una invitación a la escucha activa de música que, aunque conozcas, redescubrirás con nuevos matices y detalles.

También es una provocación para que te atrevas a disfrutar de grupos y músicos nuevos para ti.

Estas páginas reúnen una cuidada selección de más de mil canciones de más de cuatrocientos músicos y grupos musicales que se hizo con rigurosidad para asegurar que fuera divertida, original y sorprendente.

No ha sido flor de un solo día (A Day In The Life). Cuenta el autor que, en ocasiones, se ha sentido como atravesando un largo y tortuoso camino (The Long And Winding Road), pero que no perdió el deseo de tomar tu mano (I Want To Hold Your Hand) y guiarte por un viaje mágico y misterioso (Magical Mystery Tour) para que te sientas bien (I Feel Fine) y descubras más del universo Beatles y del rock (Across The Universe).
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 sept 2023
ISBN9788468576022
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    Vista previa del libro

    Conexión Beatles - Sus canciones y 836 temas más - Luis Miguel Martínez

    Prólogo

    Se me hace algo complicado prologar un libro sobre música rock habiendo sido arrinconado por una paradoja: ni yo he sido músico de rock ni he conseguido nunca escribir mi propio libro. La coartada que preciso, sin embargo, no es difícil de comprender y arriesgado es de contrariar: no se trata de saber, sino de predisponernos a escuchar… y aprender. Y es que siento una motivación especial para escribir estas líneas por varias razones, algunas de ellas disimuladas detrás de señales que me animaron, de manera definitiva, para aceptar la invitación del autor.

    Primero de todo, mi iniciación al mundo musical adulto llegó de manos de una profesora de inglés quien, teniendo yo la edad de once años, nos pidió que escuchásemos con atención una canción para, posteriormente, rellenar los huecos en el papel con el vocabulario que faltaba en la letra. Aquel I Want To Hold Your Hand supuso el pistoletazo de salida para mi insaciable curiosidad musical y, sin yo saberlo todavía, el germen del camino profesional que iba a elegir posteriormente. Aquella primera canción me llevó a otra, y poco tardé en crear mis cintas de cassette con portadas artesanales llenas de pequeñas carátulas que recortaba de la revista Discoplay, creando así mi colección musical. Puede que si por aquel entonces ya hubiera existido la obra que ahora tienes entre manos, mi conocimiento musical hubiera avanzado a pasos agigantados. Y es que este es el valor que tiene este título, y esta es la razón por la que no es un título más en la estantería masiva de publicaciones sobre la música rock.

    El autor, a costa de imaginación, conocimiento casi enciclopédico, inspiración, agilidad y una resolución a golpe de pentatónica, realiza asociaciones melodiosas e inverosímiles entre canciones y músicos partiendo de diferentes títulos de canciones. Si bien el primer título siempre es un tema de The Beatles —¿acaso podría existir mejor punto de partida hacia Oz?—, el segundo título hace referencia a otro término dentro de una ecuación inesperada, que te deja descolocado e, irremediablemente, con ganas de más y más, como si de una adicción se tratase. De manera totalmente natural las ideas fluyen y asocian aspectos que quizás uno, si no se lo cuentan así, nunca se para a pensar. Mientras se va avanzando en la lectura, uno se da cuenta, primero, de lo poco que sabe; y segundo, que no hace falta leer demasiado para, apenas con una página, sentirte más sabio en lo que respecta a títulos, estilos, temáticas, inspiraciones y legados. Como anécdota y recomendación puedo decir que cada vez que Luis Miguel me mandaba un capítulo, conducía desde o hacia el trabajo escuchando esos discos o canciones en Spotify. Su estrategia podría ser la de un músico de jazz improvisando a partir de un motivo inicial, sin saber dónde nos va a llevar ni cuán diferentes vamos a ser al término de su hazaña particular. Solo nos queda confiar, delegar en quien sabe todo aquello que, como bien hubiera entendido Epicuro, nos permite identificar placer y felicidad, felicidad y placer. ¿Acaso la música no consigue este propósito sin apenas pretensiones?

    Y por lo que respecta a este libro, raro será que te encuentres con asiduidad publicaciones que no solo te enseñen, sino que te entretengan, te enganchen y despierten tu curiosidad de la misma manera que esta obra lo consigue. Luis Miguel, tan entrenado en el arte de motivar, inspirar, profundizar y acompañar en su labor profesional como terapeuta ocupacional, ha conseguido trasladar su propia experiencia y baúl de conocimiento musical a la palma de tus manos, como si te dijera él mismo «aquí tienes lo que necesitas para, al menos (y no es poco) ponerte en camino».

    Sin darte apenas cuenta tus ojos van a desplazarse por cada lección de conocimiento de esta obra partiendo de títulos concretos, y derivando en múltiples referencias afines por motivos inimaginables. Los hechos musicales irán avanzando por tus dedos a través de una primavera musical, extremadamente personal, pero inevitablemente universal al mismo tiempo. Las referencias pertenecientes a la biografía Beatle sirven de reclamo y de repaso, si ya eres conocedor de sus historias y anécdotas; o de aprendizaje, si todavía no has pasado de los de sobra conocidos discos rojo y azul de los de Liverpool. ¿Cómo se puede empezar con Carry That Weight y terminar con los Everly Brothers? ¿Cómo empezar con Here Comes The Sun y terminar mencionando la banda sonora de la película Billy Elliot? ¿Cómo tratar el tema del machismo en las letras de John Lennon para acabar desembocando en el Stairway To Heaven de Led Zeppelin? ¿Qué nexo de unión hay entre Drive my car y Aretha Franklin; entre All You Need Is Love y Creep, de Radiohead? En estas sorpresas radica la originalidad de esta obra, predestinada a mi parecer a ocupar las estanterías de todo buen aficionado al rock y a la música popular que nos ha venido acompañando toda la vida.

    El camino de la música, como tú bien sabes, lector, es vasto, inmenso, y a veces confuso y desconcertante. Muchas veces me he visto en una tienda de discos divagando, ensimismado en mis pensamientos y dando vueltas a mi frustración al darme cuenta de que por muchas vidas que viva, quizás no sea capaz de escuchar todos los discos que han ocupado los corazones de millones de personas a lo largo de décadas y décadas. Pero al menos, y eso es mucho más de lo que yo y muchos otros aficionados a la música podrían haber soñado, tenemos Conexión Beatles: sus canciones y 836 temas más para dejarnos guiar, llevar, entretener y enseñar. ¡Que los acordes te acompañen!

    Diego Harris

    Madrid, año 2023

    Nota del autor

    Algunos de los músicos citados en este libro han fallecido durante su escritura y edición. Nuestro recordatorio y reconocimiento a Christine McVie, David Crosby, Jeff Beck, Jerry Lee Lewis, Sinéad O'Connor y Tina Turner.

    Prefacio

    Más de uno se preguntará: «¿otro libro sobre The Beatles?; ¿en serio?». Pues sí. Y eso a pesar de que no hay una fecha conmemorativa que sea la impulsora de este proyecto. Al menos no a priori. Porque rastreando entre los hitos de The Beatles, resulta que en este 2023 se cumplen 60 años de la publicación del primer álbum oficial de la banda. Cifra redonda. Seis décadas de la aventura más extraordinaria en la cultura popular del último siglo.

    Seis décadas que han dado para toneladas y toneladas de artículos, publicaciones, catálogos, enciclopedias y bibliografías varias. Y eso que solamente nos estamos refiriendo a lo escrito en negro sobre blanco. Por tanto, el reto de ofrecer algo nuevo en algo tan «trillado» era un reto mayúsculo. Y a la vez era un reto apasionante. Y en la balanza pesaron más la pasión y las ganas que el miedo y las inseguridades.

    Que también las hubo. Como por ejemplo, el acercamiento a The Beatles desde una postura de un simple aficionado a su música. No soy ni periodista ni músico. Ni siquiera me considero un beatlemaniaco de manual. En absoluto. Soy simplemente un terapeuta ocupacional a quien en sus ratos libres le gusta estar acompañado de música. De buena música. Y The Beatles han sido responsables directos de la mejor música que se haya compuesto de 60 años a esta parte.

    Pero claro, la buena música no es solo patrimonio de The Beatles. Solamente en el campo del rock and roll (el estilo musical que ellos mamaron y luego ellos mismos beatificaron) hay centenares de obras maestras de otros tantos músicos sublimes. Y es ahí donde radica el sentido de Conexión Beatles: sus canciones y 836 temas más. Dar a conocer todas, absolutamente todas sus canciones publicadas oficialmente mientras existieron como banda (que son exactamente 209) y conectarlas con las obras de otros artistas. Contemporáneos suyos, anteriores y posteriores a ellos. Honestamente pensamos que este enfoque no se ha dado hasta ahora, o al menos con la profundidad con que se ha tratado en esta obra.

    Y en este punto más de uno se preguntará: «un momento, un momento, ¿un libro sobre The Beatles que no lo ha escrito ni un periodista ni un músico? ¿Escrito por un terapeuta no sé qué? ¿Es una tomadura de pelo?». Pues no. Y os lo voy a intentar demostrar en las siguientes líneas, a través de mi relación con la música a lo largo de mi vida.

    El año 2023 es el año que cumplo 50 años. Otra cifra redonda. Entre una y otra hay diez años de diferencia. En casa de mis padres siempre hemos escuchado a The Beatles. Pero no gracias a mis padres, sino por mis hermanos mayores. Ellos, aunque muy pequeños, sí estaban en este mundo mientras The Beatles desarrollaban su carrera musical. Y les encantaba. Por tanto yo, aunque no quisiera, tenía a The Beatles constantemente en mi cabeza.

    Recién cumplidos los siete años asesinan a John Lennon. Se produce entonces un boom extraordinario de revivalismo de The Beatles en prácticamente todas las emisoras de radio del país durante meses (recuerdos de televisión al respecto tengo pocos). Ahí estaba yo, descubriendo nuevas canciones de este grupo hasta entonces inéditas para mí. Y alucinando con un gran número de ellas.

    En esa mi primera infancia también me brotan recuerdos de otra banda que fascinaba a mis hermanos: Pink Floyd. Era la época en que su álbum Animals estaba en pleno apogeo. Y yo no paraba de pensar, con el lenguaje de un niño de cuatro ó cinco años: «¡qué música tan distinta y tan rara!». No entendía bien sus canciones, que además eran eternas. Y See Emily Play, aunque no era del álbum Animals, me producía cierto miedo y rechazo por esos aullidos como de lobo que hay en la canción que yo asociaba a una peli de terror. Todo lo contrario a la música de The Beatles, con la cual me daban ganas de saltar y de bailar.

    Recuerdo también con mucha nitidez que hubo un tiempo en que las canciones que más pinchaban las emisoras eran Because The Night, de Patti Smith, Do Ya Think I’m Sexy?, de Rod Stewart y Moonflower, de Carlos Santana. Constante e incesantemente. Queen y Wings también sonaban mucho. Y todo confluye en esos años de finales de los 70. Por ejemplo, el desembarco de grupos y músicos extranjeros para actuar en el programa Aplauso. Mis hermanos esperaban impacientes el momento de emisión de ese programa. Y cuando actuó Status Quo, en el salón de mi casa se detuvo el tiempo. Y en una tienda de discos muy cerca de mi calle me regalaron mi primera cassette: Diamond Cut, de Bonnie Tyler.

    Fui descubriendo ya desde muy pequeño nuevas canciones y nuevos grupos y cantantes. Pero siempre con un pie en la música de The Beatles. Estas primeras experiencias descritas han marcado decisivamente mi inclinación hacia la música en inglés, la cual siempre he seguido y nunca he abandonado.

    Llegan los 80 y continúo con mi aprendizaje. Que en gran medida viene de la mano de la emisora Radio 80 Serie Oro. Ahí emiten canciones que en otras emisoras no pinchan. Escucho por primera vez temazos del calibre de Ballrooms From Mars, de T. Rex, Jessica, de The Allman Brothers Band, Dear Mr. Fantasy, de Traffic o Lucky Man, de Emerson Lake & Palmer. Y por primerísima vez escucho de principio a fin una canción mítica que estaba en boca de todos y que las radios, por su excesiva duración, no emitían al completo. Era Stairway To Heaven, de Led Zeppelin. ¡Qué regalo para mis oídos! ¡Qué colección de canciones tan fascinante!

    También en los 80 el diario El País pone en marcha un coleccionable semanal sobre la historia del rock. Con los artículos de Diego A. Manrique, José M. Rey y otros periodistas y entendidos en la materia se me abre una nueva ventana de conocimiento. Son artículos rigurosos y estupendamente escritos que leo y releo una y otra vez. Además era un coleccionable ilustrado en blanco y negro. Por primera vez veo fotografías de gente como Otis Redding, The Byrds o de la ya nombrada Pink Floyd. Y de un señor bigotudo y desgreñado que ya había visto anteriormente en algún otro momento y lugar, pero que hasta entonces no asociaba a la figura de Frank Zappa.

    Sigo descubriendo nuevas canciones y nuevos grupos y cantantes. Pero sin perder nunca de vista a The Beatles.

    Mi primera cassette que compré con mi dinero fue cuando cumplí 14 años. Y nada de música facilona. Me da por adquirir Thick As A Brick, de Jethro Tull. Un bautismo por todo lo alto. Cuando cumplí los 15 me autorregalé Led Zeppelin IV. Con ambos discos flipé. Profundizo en la música de Pink Floyd y The Doors sobre todo. Me cautivaba la figura de Jim Morrison.

    Y es el momento de hacerse de una tribu urbana. Simpatizo con los heavies, me caen bien y su música me despierta curiosidad. De puertas para fuera soy heavy, pero de puertas para dentro me gustan más otros estilos. Todos ellos en relación con la pericia musical. Me fijo en bandas cuyos integrantes son instrumentistas de primerísimo nivel. Aparecen con fuerza Jimi Hendrix (héroe de la guitarra) y las bandas británicas del rock progresivo, especialmente Yes.

    Nuevas canciones y nuevos grupos y cantantes. Pero siempre en el espejo retrovisor The Beatles.

    Y por fin irrumpe una banda contemporánea a mí con la cual me siento plenamente identificado. Con The Black Crowes se puede decir que es la primera vez que me convierto en un fanático seguidor. Una edad muy buena para hacerse fan de un grupo nuevo, los 17 años. Y acto seguido se produce el terremoto del grunge. Nunca he disfrutado tanto de la música como entre los 17 y los 22 años. Que coinciden también con mi absoluta devoción por The Rolling Stones y por Janis Joplin. El final de mi adolescencia y primera adultez fue extraordinaria en este sentido.

    Porque se añade el hecho de empezar a asistir a mis primeros conciertos de música en vivo. Lo que era pasarlo bien yendo a las fiestas de los pueblos a escuchar en la plaza a la banda de turno ahora se transforma en algo más serio y profundo. Y más regocijante. Y sigues ampliando conocimientos por lo que te sugiere un amigo, lo último que has leído en una revista especializada, lo último que has visto en un programa de televisión o lo último que has escuchado en un programa de radio.

    Nuevas canciones y nuevos grupos y cantantes. Y de reojo siempre la música de The Beatles.

    Diversifico mis gustos. Me encanta el rock en todas sus vertientes y también los estilos aledaños a él. Poco a poco expando mi mente a estilos musicales completamente ajenos al rock, de otras latitudes geográficas y en otros idiomas. Y lo que voy descubriendo me gusta. Me gusta mucho (me rindo, por ejemplo, ante Edith Piaff y ante Paco de Lucía cuando interpreta la música de Manuel de Falla). Así hasta la fecha. La primera ópera a la que asistí fue Rigoletto, de Giuseppe Verdi, hace menos de tres años. Hasta ese momento no me sentía preparado. He asistido a conciertos de música sefardí. A recitales de poesía. He estado en tablaos flamencos. He sido incluso alumno de talleres de danzas del mundo, donde me he familiarizado con la música folclórica de un sinfín de procedencias. Pero las sensaciones que me ha proporcionado y transmitido el rock no las he vuelto a sentir con tanta intensidad como con otras músicas.

    El rock y The Beatles. The Beatles y el rock. Mis primeros amores, que siguen siendo una parte fundamental de mi vida. Y a los que he querido rendir un homenaje en este libro. Sincero, honesto y sentido. Soy muy afortunado al haber pasado por estas experiencias, y lamento que las nuevas generaciones escuchen música con base en estudios de mercado. Y que los propios músicos se dejen arrastrar por los likes y dislikes de las redes sociales. Mick Jagger dijo, no mucho tiempo atrás, que si The Rolling Stones hubiesen nacido en estos días, nadie les hubiese dado una oportunidad. Sobre esa base, incluso el talento y la música de The Beatles seguramente no hubiese tenido acomodo ahora mismo. No hay moralejas ni sentencias al respecto. Simplemente es así. Las nuevas generaciones adoptarán sus propios referentes basados en unos códigos que a mí se me escapan, pero que sospecho poco tienen que ver con el talento y la valía musical.

    Pero traigo buenas noticias. En todas estas páginas hay recogida una cantidad infinita de talento, maestría y arte con mayúsculas. Espero que la lectura de esta obra sea de vuestro agrado.

    De A Day In The Life

    a All Apologies (Nirvana)

    Comenzamos fuerte. Con uno de los mejores y más icónicos temas de The Beatles. A Day In The Life en realidad se compone de dos canciones diferentes que aparentemente no tienen relación alguna entre sí. John Lennon y Paul McCartney trabajaban por su cuenta en dos ideas. Es lo que sucede cuando te atascas en un proyecto, le pides al compañero consejo y si él te da la solución apropiada lo aprovechas. Se unen fuerzas y surge algo mágico.

    Similar es lo que sucedió con Layla, de Derek and the Dominoes. Muchas son las virtudes de este tema. Por eso es un clásico. Eric Clapton en el summum de su amor no correspondido mientras su guitarra y la de Duane Allman se desbocan. Pero hay tiempo para la calma y, al igual que sucedía con A Day In The Life, la parte final de piano es un añadido que no estaba previsto en la estructura de la canción. Su responsable fue Jim Gordon, el batería de la banda.

    Jim Gordon tenía problemas mentales muy graves que le llevaron a atentar —con resultado fatal— contra su madre. Sin llegar a tales extremos, Peter Green, fundador y guitarrista de Fleetwood Mac, estuvo a punto de asesinar a su propio mánager apuntándole con un rifle. Afortunadamente el incidente se resolvió con el internamiento de Peter en una institución mental. Y es que el consumo abusivo de LSD le devoró. Pero en sus mejores momentos hacía maravillas como I Need Your Love So Bad.

    El LSD fue consumido como si fuera agua por una enorme cantidad de músicos. Syd Barret, el líder absoluto de los primeros Pink Floyd, sufrió tal deterioro que fue imposible que pudiera no solo continuar como miembro de Pink Floyd, sino que no pudo seguir con una carrera musical coherente. La metamorfosis de un genio en un despojo humano. See Emily Play es una de sus aportaciones más brillantes. No solo para Pink Floyd, sino para toda una época.

    Drogas, aislamiento, mala gestión de la fama, depresión y desórdenes mentales. Un cóctel fatídico. A Kurt Cobain le arrastró todo esto. Tanto que la única salida que vislumbró fue la de descerrajarse un disparo en su domicilio. La noticia paralizó a toda una generación que quedó huérfana de su mayor referente. Y quedó la imagen del suicidio como algo romántico. All Apologies es uno de los mejores temas de Nirvana.

    A Day In The Life

    Derek and the Dominoes, Layla

    Fleetwood Mac, I Need Your Love So Bad

    Pink Floyd, See Emily Play

    Nirvana, All Apologies

    De A Hard Day’s Night

    a Communication Breakdown (Led Zeppelin)

    A Hard Day’s Night se tradujo aquí en España como ¡Qué noche la de aquel día!, llevando al equívoco de si hablaban de un día duro o todo lo contrario. El caso es que Lennon se quejaba de que había trabajado como un perro y que tendría que estar durmiendo como un tronco. Una sensación muy común en la mayoría de los mortales. Y aparte está la cuestión de estar constantemente perseguido por tus propios fans. Sí, se puede decir que comprendemos a John Lennon.

    Pero cuando eres un esclavo, estas consideraciones parecen minucias. Un año más tarde que los Beatles publicaran A Hard Day’s Night, Bob Dylan publica su álbum Bringing It All Back Home, en donde se incluye Maggie’s Farm, las reflexiones de un esclavo contadas en primera persona mientras dice constantemente que ya no va a trabajar más en la granja de Maggie, sufriendo maltrato y vejaciones. Bob Dylan en modo contestatario.

    Men at Work fue un grupo australiano que tuvo un gran éxito, especialmente en su país de origen y en Estados Unidos, con el tema Down Under. Yo recuerdo cuando era niño que era un tema que sonaba constantemente en las emisoras de radio. A quienes no les suene de nada esta banda, puedo decirles que han vendido más de 30 millones de copias de sus discos en todo el mundo. Cifra nada despreciable.

    También hay músicos que antes de dedicarse a la música profesionalmente fueron trabajadores, y el caso de Tony Iommi es muy particular. Se seccionó la última falange de dos de sus dedos de la mano derecha en la prensa donde trabajaba. Para seguir tocando la guitarra tuvo que adaptar una prótesis y cambiar la afinación de su instrumento. ¿El resultado? El sonido más reconocible del heavy metal. Y ahí está Paranoid, el tema prototípico de Black Sabbath.

    Paranoid —según han confesado en varias ocasiones los propios miembros de Black Sabbath— era un intento de aproximarse a Communication Breakdown, de Led Zeppelin, tema publicado en Led Zeppelin I. Qué grande tienes que ser cuando eres fuente de inspiración para otros ya con tus primeros temas. Jimmy Page, Robert Plant, John Paul Jones y John Bonham no se bajaron nunca del pedestal de superestrellas. Fuente de inspiración para una cantidad ingente de músicos y grupos.

    A Hard Day’s Night

    Bob Dylan, Maggie’s Farm

    Men at Work, Down Under

    Black Sabbath, Paranoid

    Led Zeppelin, Communication Breakdown

    De A Taste Of Honey

    a Wind Of Changes (Scorpions)

    A Taste Of Honey pertenece a Please Please Me, su primer álbum, que incluye temas propios pero también material de otros artistas y compositores. The Beatles se fijaron en una composición de Bobby Scott y Ric Marlow, siendo Paul McCartney el vocalista principal de la canción. Desde mi punto de vista pasa por ser uno de los mejores temas de este, su debut.

    Bobby Scott también es coautor de He Ain’t Heavy, He’s My Brother, cuya versión más conocida es la que hicieron The Hollies con mucha pulcritud y sensibilidad. Cuenta la historia real de dos niños vagabundos que llegan a un hospicio refugiándose del frío invernal. El niño mayor carga a sus espaldas a su compañero más pequeño. El sacerdote que les atiende le pregunta: «¿pesa mucho?». La respuesta es el título de la canción.

    He Ain’t Heavy, He’s My Brother es pura sensibilidad y solidaridad. Y el paso más solidario que ha dado el rock en su historia es el movimiento ideado por Bob Geldoff para recaudar fondos para combatir la hambruna de Etiopía y Somalia a mediados de los 80. Los conciertos de Live Aid en Londres y en Filadelfia movilizaron millones de conciencias. Todo gracias a un músico que lo más relevante que había hecho hasta la fecha había sido formar The Boomtown Rats y conseguir ser número uno con I Don’t Like Mondays

    …Y haber sido protagonista de la película The Wall basada en el álbum homónimo de Pink Floyd. Una escena que siempre me viene a la mente cuando recuerdo esta película es la del afeitado de cejas de Bob. The Wall, el disco multiplatino de Pink Floyd, se abría con In The Flesh? Una excelente apertura para un álbum emblemático, sin duda.

    In The Flesh? también fue el tema que abrió el concierto promovido por Roger Waters en el verano de 1990, que reunió a una pléyade de músicos de primer nivel para celebrar la caída del muro de Berlín. Fue Scorpions el encargado de abrir el evento. Pero esta banda, además, se subió al carro de esperanza y optimismo que supuso la caída del telón de acero publicando su propia canción, Wind Of Changes. Como metáfora, el silbido de Klaus Meine en el tema. Una acertada visión de los tiempos que corrían y que a los miembros de Scorpions, como alemanes, les tocaba muy de cerca.

    A Taste Of Honey

    The Hollies, He Ain’t Heavy, He’s My Brother

    The Boomtown Rats, I Don’t Like Mondays

    Pink Floyd, In The Flesh?

    Scorpions, Wind Of Changes

    De Across The Universe

    a Venus In Furs (The Velvet Underground and Nico)

    Across The Universe, al igual que tantas otras canciones de The Beatles, ha sido ampliamente versionada. Y eso que es una canción sobresaturada de instrumentos de cuerda y viento. La versión de Fiona Apple (de quien hablaremos más adelante) es muy estimable; pero para ilustrar este apartado nos quedaremos con la versión de David Bowie para su álbum Young Americans.

    Porque nos da pie a reseñar que aparte de Across The Universe, Young Americans contiene una de las canciones más celebradas de Bowie. Fame (coescrita con el mismísimo John Lennon) estableció a Bowie como una megaestrella en Estados Unidos. Sin embargo, el tratamiento de la fama en esta canción es bastante mordaz, con líneas como «la fama te pone allí donde las cosas están vacías». Bowie, que veía venir lo que le esperaba en USA, se escaparía poco tiempo después a Berlín para huir del acoso mediático.

    Los que actualmente están ensimismados con ser la banda más famosa del mundo y a quienes las desventajas de la fama parecen no afectarles son los miembros de Coldplay. Coldplay es, hoy por hoy y pese a quien pese, el rey planetario de la música. Para lo bueno y para lo malo. Dentro de lo bueno (lo muy bueno) está Clocks. Un temazo, se mire por donde se mire.

    Pink Floyd fue especialista y pionera en la utilización de efectos sonoros en sus obras. Si escuchas a Pink Floyd y no notas algún sonido raro en cualquiera de sus canciones, no es Pink Floyd. Así es su tema Time: se inicia con el sonido de varios relojes y despertadores que dejan al oyente abrumado cuando empiezan a sonar. Se incluye en su disco The Dark Side Of The Moon, otro hito de popularidad en el rock…

    … Tanto por su contenido como por su continente. Si pensamos en portadas famosas del rock no hay una igual a la de este disco. Tal vez la portada de Andy Warholl que diseñó para el primer disco de The Velvet Underground (titulado The Velvet Underground And Nico) puede competir con ella. Es la portada del famoso plátano pelable. Otra cubierta atractiva que incluía temas tan turbadores como Venus In Furs. La visión personal de Lou Reed sobre el sadomasoquismo.

    Across The Universe

    David Bowie, Fame

    Coldplay, Clocks

    Pink Floyd, Time

    The Velvet Underground and Nico, Venus In Furs

    De Act Naturally

    a The House Of The Rising Sun (The Animals)

    Act naturally es una canción cantada por Ringo. Todos los Beatles han tenido una relación estrecha con el cine, tanto como banda como cada uno por separado. Pero Ringo delante de la cámara tenía una chispa especial, mostrándose como el más divertido y natural, como dice la canción. Un tipo que no para de tomar el pelo a los periodistas que le entrevistan.

    Ringo dio un paso más allá en el mundo del cine. Fue el director de Born To Boogie, film que recoge uno de los conciertos de T. Rex en Londres. Si a principios de los 60 reinaba la beatlemanía, en los 70 no se dejaba de hablar de la «bolanmanía». Todo lo que tenía que ver con Marc Bolan se seguía con un fervor inusitado en el Reino Unido. Y es que Marc Bolan era un tipo muy carismático y un gran músico. Una muestra es Ballrooms From Mars. Un tema fundamental para la época que aquí en España versionaría años después Radio Futura.

    Los años de Marc Bolan y T. Rex son los años del glam rock. El Reino Unido se inundó de solistas y bandas que por el mero hecho de maquillarse ya eran noticiables. Una de las mejores bandas del periodo, sin duda, fue Sweet. Su llegada a España por primera vez generó un gran revuelo. Y es que seguíamos en la España franquista. Su canción más exitosa y que continúa pinchándose en las radios es Ballroom Blitz. Sin pretensiones, salvo la de pasar un rato muy divertido.

    Otra banda glam que cosechó éxito tras éxito durante una larga temporada fue Slade. Curioso caso el de Slade. En su época preglam llevaban todos sus músicos el pelo rapado y según iban creciendo en popularidad se dejaron crecer el pelo y añadieron cada vez más complementos a su vestuario. Uno de sus tantos temas reconocidos es Cum On Feel The Noize, con faltas de ortografía y todo.

    Chas Chandler fue quien puso sus ojos en Slade y los llevó al estrellato. Pero ¿quién era el tal Chas Chandler? Nada más y nada menos que el bajista de The Animals, uno de los grupos punteros de lo que se dio en llamar en Estados Unidos «la invasión británica». Desde Newcastle directamente al estrellato con The House Of The Rising Sun. Una canción que tuvo tanto éxito como cualquier tema de The Beatles, convirtiéndose en una dura competencia para los de Liverpool.

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