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República Stone: Diario de Viajes con los Rolling Stones por el Mundo
República Stone: Diario de Viajes con los Rolling Stones por el Mundo
República Stone: Diario de Viajes con los Rolling Stones por el Mundo
Libro electrónico286 páginas5 horas

República Stone: Diario de Viajes con los Rolling Stones por el Mundo

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Pasá y mirá, te invito a recorrer 40.000 kilómetros en 5 meses. ¡Relajate, yo manejo! Eso sí, es probable que no puedas pegarte una ducha caliente por unos días..., que sólo comas algo al pasar, sufras algún susto y duermas muy poco, quizás unas pocas horas en el auto o en algún típico motel de ruta, sí, como esos de las películas.
Deberás tener espíritu viajero y aventurero, pero la recompensa será redituable: conocerás Estados Unidos de punta a punta y también Canadá, irás a San Pablo y, en un par de oportunidades, a Río de Janeiro. En síntesis, verás 37 shows de los Stones en un extenso y fantástico periplo sin fin. ¡Ah y los 12 de Buenos Aires, por supuesto! De yapa, los shows de Mick Taylor, el debut de un Stone por estas tierras, y la inolvidable noche de Keith Richards en Vélez. ¡Cómo olvidarlo! Precisamente ese es el lema del libro, Stones en la Argentina, los Rolling Stones y nuestra Argentina. El público, la prensa, los políticos, las amistades, los discos, nuestras sensaciones y fundamentalmente su música.
También iremos a Europa y, en otra hermosa locura, alquilaremos un auto en Madrid y manejaremos dos días contrarreloj para llegar a Suecia. Luego habrá emociones mezcladas en Noruega, Dinamarca, Suiza y un par en Alemania. Todo en auto y con pases V.I.P, pero resignando el sueño, las comidas de la abuela y el confort, así que a poner primera, abrocharse el cinturón y tomar la ruta. ¡Eso sí, con mucho rock and roll!
Como regalo final iremos a camarines, los veremos ensayar un par de temas, charlaremos con Keith, con Ronnie, con Charlie y cruzaremos algunas palabras con Mick. ¿Se justifica? Si realmente sos fan, creo que ni lo dudás. Entonces, ¡vamos, acompañame!, esta vez, yo invito.

IdiomaEspañol
EditorialMusic Brokers
Fecha de lanzamiento9 may 2013
ISBN9781301853922
República Stone: Diario de Viajes con los Rolling Stones por el Mundo
Autor

Music Brokers

Since its inception in 1997, Music Brokers has been dedicated to the exploration and application of the many business strategies that exist in an atmosphere as dynamic and chimerical as the music industry and publication. In order to accomplish this task, a group of specialized professionals has been assembled with experience in the following areas: graphic design, marketing and branding, new media technologies, logistics, licensing and distribution. Today the company is widely known and respected throughout the territories of the US, Europe and Latin America.

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    República Stone - Music Brokers

    República Stone - Diario de viaje con los Rolling Stones por el mundo, es una crónica de aventuras como fan, detrás de la banda que me tatuó el alma. Representa parte de mis días en la Tierra dedicados a coleccionar material del grupo, a transitar kilómetros con el fin de volver a emocionarme y vibrar en un nuevo show en vivo y el de cumplir el anhelado sueño de conocer personalmente a mis eternos ídolos. Aquí está volcado mi profundo amor por los Rolling Stones y mi debilidad por el héroe que me marcó desde siempre: Keith Richards.

    En estas páginas los invito a recorrer mis travesías detrás del grupo, los intensos periplos, las decepciones, alegrías, intimidades y logros de quienes le pusieron banda sonora a mi vida. Los inolvidables conciertos en Buenos Aires, las visitas solistas, la discografía argentina como nunca antes se analizó, un paseo por mi colección y un vistazo de cómo los vio la prensa local a través de los años.

    Tiene fragmentos empapados de objetiva información, de datos precisos, de fechas, números y cuidado material de archivo con toda la impronta periodística, fruto de años de investigación. Y a la vez está cargado con la subjetividad del fan guiado por la pasión, por la locura de seguir a su banda de cabecera para ver un nuevo show, conseguir un viejo ítem de colección o lograr el soñado encuentro con sus héroes. En una suerte de contienda entre Dr Jekyll y Mr Hyde, el fan y el periodista se debaten en forma oscilante con un objetivo común: intentar transmitir el sentimiento de amor por los únicos e irrepetibles Rolling Stones.

    Si es verdad que antes del último respiro se auto proyecta una suerte de compacto filme de vida: imagino que en el mío habrá tiernas imágenes de la familia, también de viajes, otras con algunos logros personales, postales con goles memorables de mi Independiente querido y sin dudas escenas y audio de infinitas instantáneas de los Rolling Stones.

    Espero puedan disfrutar de este libro tanto como yo lo hice recordando, recopilando y fundamentalmente escribiendo.

    - Diego Perri

    *****

    Stones hasta el fin de los tiempos

    Por Buddy Guy

    Los Rolling Stones hablan por sí mismos. Son una de las bandas más grandes de rock and roll de todos los tiempos. Nacieron en el momento justo y colaboraron de forma invalorable para mucha otra gente, como Ike & Tina Turner, B.B King y entre las cuales me incluyo.

    Cuando comenzaron a hacerse famosos, todos estaban excitados, pero Keith y otros miembros solían decir: un momento, esto es música que ustedes ya tenían. De hecho para una entrevista televisiva, Mick Jagger accedió a realizarla con la condición de que lo dejaran llevar a Muddy Waters. Los productores del show preguntaron quién era, cosa que ofendió a Mick: ¿me están diciendo que no saben quién es Muddy Waters? El nombre de nuestra banda proviene de una de sus famosas grabaciones y eso no lo puedo admitir.

    En 1981 hubo una reunión cumbre entre los Rolling Stones y Muddy Waters en Checker Board Lounge, el club que poseía por entonces. Grabaron varios temas e hicieron una suerte de película con ese material. Yo estaba ahí pero nunca la vi y nunca me pagaron, así que cuando lean el libro sabrán que aún me lo adeudan.

    Todos los hombres británicos fueron geniales para el blues, cuando explotó hacia fines de los ‘50 y los ‘60, y empezaron a salir los Claptons, los Stones, los Jeff Becks, y toda esa camada de músicos grandiosos. Abrieron muchas puertas que teníamos cerradas. Ellos las abrieron por nosotros.

    No sé como definir a los Stones. ¿Cómo explicar eso amigo? En realidad es un fenómeno inexplicable, simplemente lo hicieron y se salieron con la suya. Pusieron su música donde había que ponerla y en el tiempo exacto. Abrieron un nuevo mundo respecto a lo que era el blues. En los inicios todos tocaban blues: los Claptons, los Rod Stewarts, los Stones, etc. En Estados Unidos, la norteamérica común y corriente no sabía que eso no era nada nuevo. Los propios Stones, siendo ingleses, vinieron a decirnos que no era nuevo Muddy Waters, ni Howlin’ Wolf y toda esa gente que ya estaba tocando desde hace rato. Entonces ellos lo hicieron, los Stones lo hicieron y también todos los demás, que jamás podrán ser reemplazados. Los Stones van a ser los Stones hasta el fin de los tiempos.

    Si decís que no te gustan estos tipos, tenés algo mal. Deben gustar porque en cualquier punto del mundo donde tocan, no se puede conseguir un ticket para verlos, creo que eso lo contesta por sí solo. Los Rolling Stones son por lejos los más grandiosos.

    ¡Qué puedo decir de Keith!. ¿Cómo no me va a gustar Keith? En el filme Shine A Light, me regaló su guitarra, aunque el desgraciado no la firmó y todavía estoy esperando que lo haga. La tengo colgada en una pared de mi club en Chicago (Buddy Guy’s Legends), pero no está autografiada... ya lo voy agarrar, tarde o temprano y haré que me la firme...

    Buddy Guy - Teatro Gran Rex

    Buenos Aires, Argentina.

    Miércoles 16 de mayo de 2012.

    *****

    PRÓLOGO

    Los Rolling Stones y la Argentina tienen una relación absolutamente singular, que nace a fines de la década de los 70 en el under del centro porteño y en algunos focos del Gran Buenos Aires, se amplía en los 80’s y se masifica en los 90’s. El profundo respeto y admiración que la banda recibe en nuestro país es único. En la Argentina, los Stones son la banda de rock and roll más popular y emblemática. En cada una de sus visitas al país, la ciudad de Buenos Aires se paraliza por una suerte de locura e histeria colectiva que envuelve a todos sus seguidores: hombres, mujeres, jóvenes, adultos y hasta familias completas caen rendidos a sus pies. Tres o más generaciones de diferentes clases sociales se unen en ese microclima absolutamente especial, creado tanto por la presencia del grupo como por la conmovedora aventura de verlos tocar en vivo.

    Los Rolling Stones llenan estadios y convocan multitudes en todo el mundo, pero aquí es diferente. Por el calor, el color, la locura y el apasionado amor que genera tan sólo la mención de su nombre, su intocable marca registrada. Lo que sucede con los Stones no es comparable con ninguna otra banda de rock and roll. Derriba barreras. El amor por sus canciones (viejas o nuevas), su historia y sus shows fluye con naturalidad, desborda el ámbito musical y se convierte en graffiti, gorro, remera, calco y bandera. El fan argentino une la pasión rockera con la futbolera: el fenómeno se extiende por toda Latinoamérica y eso sí se transforma en un verdadero rasgo regional, originado en la nación stone argentina.

    Los aficionados locales tienen una fuerte identificación con la banda a través del famoso logo de la lengua roja, que trasciende lo sonoro y se apoya, fundamentalmente, en la imagen. Quizás muchos no sean estudiosos del grupo, no conozcan sus canciones y ni siquiera tengan sus discos, pero sienten absoluta afinidad por su actitud, por la postura, por la rebeldía, más por lo que fueron que por lo que son. Porque a pesar de las inalcanzables diferencias culturales, sociales y económicas entre artista y fan, los Stones resultan auténticos, representan la cara, la voz y el sonido del rock.

    Hay un estilo de vida Stone en la Argentina, personificado por una porción de público que se identifica con la música e imagen, con sus influencias y derivados. Hay seguidores marcados por ciertos rasgos puntuales que determinaron una suerte de ghetto regional y se ganaron el respeto entre sus pares, pero en general son detestados por otros públicos.

    Los jardineros, el flequillo, el pañuelo y demás signos visuales característicos de estas tribus nacieron a mediados de los 70’s, crecieron en los 80’s y se masificaron y sobrevivieron hasta el día de hoy con las visitas del grupo y la proliferación de los clones locales en la fiesta farandulera y menemista de los 90’s.

    Entre finales de la década de los 60 y comienzos de los 70, la moda argentina se concentró en el Instituto Di Tella y la zona que se llegó a conocer como la manzana loca por sus negocios, bares y por el propio Instituto. Fue un lugar clave donde se crearon tendencias y los gritos de la moda que rápidamente se propagaron a las cercanías: plaza San Martín y más tarde la feria artesanal de Plaza Francia. La cultura hippie incluía a cualquiera con guitarra, prendas diferentes y pelo largo. Era el centro de la Buenos Aires vanguardista de entonces. Pero fue recién hacia finales de 1977 cuando la cultura rockera picó fuerte en Galería del Este, casualmente al lado del Instituto Di Tella, ubicada en peatonal Florida con entradas por Maipú y Marcelo T de Alvear, a pasos de Retiro. El epicentro fue el local de ropa Little Stone, promocionada por la caricatura de un flequilludo y más tarde con las prendas de Reggae’s Circus. Recuerdo también stickers de jeans Little Stone con una fotografía a todo color de Keith Richards. Todo eso colaboró con la construcción del estereotipo stone actual. El impacto vino de la mano de Carlos Sáez, un ex banquero y joven amante de la música que supo imprimir su sello a personales e innovadores diseños. Su inspiración fue el rock y el look de las bandas anglosajonas del momento, con fuerte influencia del punk, el heavy y la new wave. Sáez –quien con el tiempo, crearía las marcas de ropa Cemento, Ona Saez y Osx– supo vestir a Sui Generis, Vivencia, Riff y a músicos internacionales como Santana y Roberto Carlos. Para otros, el culpable del golpe de Little Stone fue su socio, Carlos Alberto Lafont (Pino) a quienes le atribuyen la creación de la ropa de cuero, las mágicas vidrieras con cigarrillos encendidos en la mano de los maniquíes y demás recursos inéditos por esos años. Puede decirse que Little Stone fue, para la tribu rockera porteña, el paralelo perfecto a Sex –el local londinense de Malcolm McLaren donde se originó la moda punk– y los Sex Pistols.

    Tal como en la actualidad hay jóvenes agrupados en comunidades contraculturales como los emos, darks, neo-punks, floggers, skaters, cumbieros y otras, la juventud argentina de fines de los 70’s se dividía entre los chetos, los grasas o pardos y los stone. Eran las principales tribus urbanas, a las cuales poco más tarde se le sumarían los punks.

    Los chetos eran principalmente de las zonas más pudientes de la ciudad: es decir de zona norte y de barrios como Belgrano, Recoleta, Devoto o Adrogué. Lucían chombas Lacoste, pantalones blancos, zapatos náuticos y la típica forma de hablar con la papa en la boca. Su vida nocturna se concentraba en clubes como GEBA, Gimnasia y Esgrima de Villa del Parque, Ferro Carril Oeste, Casa Suiza, y Círculo de Devoto. Su música la disparaban Alejandro Pont Lezica, Pato C, DJ Bronco o Rafael Sarmiento y venía desde Ibiza y otras ciudades top de Europa. Cuando se trataba de rock, los chetos preferían lo progresivo de Yes, Pink Floyd y Genesis, o el pop sutil de Alan Parsons, Supertramp, Queen o Elton John.

    Los pardos o grasas eran la antítesis de los chetos. De naturaleza bolichera, amantes de los autos: Fiat, Ford, Chevrolet, Torino, con ropa barata o con segundas marcas como Flecha, Lois o Rica Lewis y musculosa o camisa leñadora. Sus gustos pasaban por la música disco, por cantantes melódicos como Sandro, Sergio Denis, Cacho Castaña o Pimpinela, y si había rock era el de Creedence o Johnny Rivers.

    Los stone, en tanto, usaban jardineros de jean, carpinteros o pantalones con rayas verticales, camisas floreadas, faja a la cintura, zapatillas Topper blancas, a veces revestidas con la misma tela de la camisa o en su defecto las importadas All Star. La música era el rock de los Rolling Stones, Led Zeppelin, Deep Purple o Kiss. Eran amantes de los shows en vivo. Esa singular raza con la lengua tatuada en la piel aún hoy se mantiene viva y a sus derivaciones, en forma despectiva se las suele llamar como viejita Rolling Stone. Flequillo obligatorio y pelo hasta los hombros, pañuelo de seda al cuello, campera de jean o de corderoy cortita con opción a pantalón vaquero Oxford o de corderoy. Pueden lucir también pullóveres peruanos y enteritos, a veces sin remera debajo, es decir enterito pegado al cuerpo.

    Son chicos y chicas de barrio adeptos a la cerveza (cuya botella pasa de boca en boca), al tabaco, a la fraternal reunión de amigos en la esquina y al porro. Incondicionales de la cultura del aguante, aunque no suelen enarbolar ninguna bandera política ni son militantes sociales y llevan el proletariado con cierto orgullo. Su aguante es al rock y a la filosofía de pasarla bien. Dicen que ser stone es algo así como un sentimiento, una verdadera forma de vida, pues antes de los Rolling Stones no existía la famosa trilogía de sexo, drogas y rock and roll.

    Esta cultura o sub-cultura suburbana es única, un rasgo absolutamente personal y argentino, que no existe en ninguna otra parte del mundo. No es fácil entenderla o definirla, pero no resulta difícil identificarla.

    Desconozco exactamente cuales son las diferencias entre el rolinga y el stone, –si es que las hay– creo que el stone es como un rolinga de nivel. El rolinga lleva la lengua más como estandarte, pero no es un verdadero conocedor de la banda. En cambio el stone sabe de que se trata e inclusive tiene sus discos. La filosofía de ambos es la de un pibe con trabajo básico (fábrica, negocio, cadete, motoquero), que puede solventar la salida con su minita, el rocanrol como credo y las reuniones diarias bañadas en birra y faso con el club de la esquina. Son tradicionalmente futboleros y con suerte tienen secundario completo. Ese es el estereotipo clásico. Sería tarea para un sociólogo el análisis más profundo de la raza.

    Demuestran cierta rebeldía desde su actitud arrogante y desde su imagen: rea, barrial, enemiga de las instituciones, de las estructuras y de la formalidad. Afectos a los malos modos, al vocabulario básico y archienemigos declarados del concheto y el careta. El stone y el cheto son como el agua y el aceite. Son algo así como los mods y rockers ilustrados del Quadrophenia de los Who.

    Mucha gente no puede apreciar la obra de los Rolling Stones porque, literalmente, no soporta al público de la banda en la Argentina. Porque lo relaciona con los malos hábitos, con la vagancia o la violencia. El clima de muchos de los shows a los que acude el fan rolinga no es el mejor, suele condimentarse de actos de vandalismo y las razones son varias: peleas callejeras, hurtos, estado de ebriedad y permanente pedido de dinero al transeúnte de turno en el clásico: me da un peso p’ la birra. Sabemos que esa es sólo una porción, pero una porción bien vistosa, llamativa, ruidosa, pero que en definitiva es una muestra contundente de parte de nuestras faltas y carencias como sociedad. Y no se trata de ser conservador, se trata de aspirar a un modelo más desarrollado, abierto, pacífico y civilizado. Se trata de educación. En síntesis: de un ser mejor. ¿O será entonces ni más ni menos que el hombre no comprendido invocado por los Stones ya en 1967 en ‘2000 Man’?.

    Esa nación stone burlona del pop (aunque muchos de los éxitos del grupo sean grandes muestras del género), enemiga del punk (pese a que los Stones hayan sido uno de sus grandes inspiradores) y, en algún punto, fiel al reggae (quizás por su filiación porrera y porque los Stones colaboraron con buena parte de los artistas jamaiquinos desde fines de los 70’s) suele ser, por su conducta, el terror de los productores y en especial de los operativos de seguridad en los shows. Un público heavy, que debería aprender el diccionario básico precisamente del fan del heavy metal: fiel, pacífico, modesto y respetuoso. Esa nación stone podría emparentarse con los seguidores del grupo en el caos de Altamont. Claro, eso fue en California en 1969, pero parece como si hubieran congelado esa imagen. Se detuvieron en esa figura, en esa actitud y al parecer jamás evolucionaron. Un comportamiento casi primitivo, de la edad de piedra y no precisamente de las piedras rodantes. Por supuesto, no es un tema que atañe sólo a esa porción de gente. Ojalá sólo fuera eso. Esos patrones se ven tristemente expandidos a buena parte de la sociedad y se traducen en falta de educación, de cultura, de preparación y principios, que a la vez terminan siendo nuestro accidente ferroviario de Once, nuestro Cromañón y tantos otros actos gobernados por la negligencia. Basta ensayar un cuadro comparativo entre el comportamiento de la gente en las gradas del fútbol inglés y las tribunas del argentino actual para sacar conclusiones de donde estamos parados. El pronóstico es muy poco alentador y la verdad es que la realidad duele...

    Volviendo a los Stones, el disco Still Life de 1982 y el filme de esa misma gira: Let’s Spend The Night Together fueron en nuestro país una suerte de bautismo para toda una generación. Con el correr de los años y tras la aparición de las bandas locales que tomaron como espejo la imagen y sonido de los Rolling Stones, nació la patria stone. Una suerte de movimiento que va desde el más primitivo rock barrial, también denominado como rock chabón, representado por el fan de Lugano o Floresta hasta el ambiente más glamouroso de zona norte. El amplio abanico contiene también a los seguidores de la herencia Stone, de bandas como Aerosmith, Black Crowes y Primal Scream, hasta llegar a The Verve, quienes utilizaron un sampler del riff de guitarra del tema Stone ‘The Last Time’ como base de su más grande hit: ‘Bitter Sweet Symphony’.

    Esa patria es también la que impulsó a crear en los 90’s todo un circuito rockero en su entorno: Museo Rock, donde las entradas venían con una foto impresa del grupo, el bar La Leyenda (ambos en San Telmo), Riders de Palermo, La Negra en Congreso, Margarita en Belgrano, Viejo Correo y El Templo en Flores, Satisfaction en Constitución o el mismísimo videobar Gimme Shelter, que en su publicidad mostraba una foto de Jagger arrastrándose por el piso. El circuito contaba con sucursales en buena parte del Gran Buenos Aires, la costa atlántica y el interior del país.

    La tribu alcanzó el cénit y la masividad en los 90’s y fue el trampolín para que un vasto listado de bandas influidas por los Stones lograran la popularidad o el culto por esos años: Ratones Paranoicos (pioneros del culto Stone desde los 80’s), Los Piojos, La Renga, Viejas Locas, Blues Motel, Guasones, Heroicos Sobrevivientes, Jóvenes Pordioseros, La 25, Turf y otras. Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota también se beneficiaron por esta ola, aunque su historia tiene también otros condimentos.

    El crecimiento de ese público junto a otros guiños regionales con trasfondo sociológico fueron señales inequívocas de la fuerte influencia ejercida por Jagger, Richards y compañía en nuestro país que, tal como vemos, los llevó a reclutar fans de características únicas.

    Quizás los Rolling Stones no son más populares en nuestro país que en otros lugares del mundo. En su último gran tour mundial hicieron más de 80 shows en estadios repletos por todo Estados Unidos, 50 en Europa, 5 en Japón y tan sólo 2 en la Argentina. Pero la audiencia en muchos de esos puntos es fría, distante, no muy expresiva. Aquí, en cambio, los contagia el revoleo de remeras, la fidelidad con que se corea cada uno de los estribillos, los riffs y hasta los solos de guitarra. El furor y la pasión del fanático local, hacen inclinar la balanza y la banda admite que el mejor lugar para tocar es la Argentina. Para muchos de nosotros son un espejo, una forma de vida.

    Aunque vivan en Inglaterra o en Estados Unidos, en Francia, en Jamaica, o en Irlanda, los sentimos argentinos. Aún siendo parte del jet set, multimillonarios, amigos de presidentes, de reyes, príncipes o de la corona. Aunque Mick tenga título de Sir o Keith resulte una indescifrable incongruencia científica. Aunque hayan sido junkies, exiliados, chicos malos políticamente incorrectos, o hayan pasado del encuentro en el tren al avión privado, se muestren más afines a los deportes de caballos, al cricket o al billar que al fútbol o estén más cerca del caviar que del asado. A pesar de todas las distancias, los sentimos argentinos.

    En un país donde se hace gala de la controversia, las rivalidades y las contiendas, la polémica Beatles-Stones no podía quedar afuera en nuestro Boca-River cotidiano, si bienlo más inteligente sería poder disfrutar de ambos. Sin embargo, en los más jóvenes la elección se inclina mayoritariamente por los de Dartford. Quizás a causa de nuestra propia convulsión histórica, de nuestras crisis, especialmente por los tiempos de violencia, opresión, dictaduras e injusticias sociales de todo tipo, nos acercamos más a las banderas rebeldes de los Rolling Stones que a la supuesta pulcritud de los Beatles. Los de Dartford siempre fueron más viscerales, más sanguíneos que los de Liverpool. Los Beatles pueden ser más grandes que Jesucristo, pero en este infierno el tiempo está del lado de sus Majestades Satánicas.

    No hay dudas que los Stones fueron los primeros arrogantes del show business, los que patearon el tablero de muchas estructuras preestablecidas, y no es casual que gocemos de sus escándalos y excesos. El argentino medio es atrevido, atorrante, desvergonzado y su desfachatez se acomoda mejor a la idea de sacar la lengua y reclamar satisfacción que al estilo más sobrio de los Beatles. Los Stones, además, se mantienen activos, exitosos y vigentes, mientras que la música de los Beatles podrá mantener su vigencia, pero la banda se separó hace ya más de cuatro décadas. Los Beatles de alguna forma son parte del pasado; los Stones, no. Por eso los Rolling Stones, al menos por adopción, son más argentinos que cualquier otro grupo anglosajón.

    El hecho que continúen vivos y aún rodando agranda la leyenda, la eleva a mito antes de tiempo. Y el fan local no deja nunca de emocionarse y de agradecer transmitiendo su especial devoción, porque sabe que son únicos e irrepetibles. Cada profundo surco marcado en sus rostros es un capítulo de la mismísima historia del rock, historia que acaso nadie puede contar mejor que ellos. Aquí los sentimos así, como una genuina pasión argentina y, a la vez, como parte indispensable del patrimonio cultural del mundo.

    *****

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