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Amor y Rendicion Llave al Reino de los Cielos
Amor y Rendicion Llave al Reino de los Cielos
Amor y Rendicion Llave al Reino de los Cielos
Libro electrónico354 páginas5 horas

Amor y Rendicion Llave al Reino de los Cielos

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Información de este libro electrónico

Dios quiere que todos Sus hijos regresemos a El. El y Sus santos angeles nos esperan para darnos una bienvenida real a su reino de gozo, abundancia y paz. Pero, en un estado impuro, El no puede recibirnos. El trabajo de sanacion del alma debe comenzar aqui y ahora donde sea que el o ella se encuentre. Para poder regresar a Dios, el abandono del yo ego con todas sus artimanas macabras y destructivas a la voluntad divina de Dios se hace necesario.

Desde que el primer espiritu se separo de Dios, en la llamada caida de los angeles; ha sido el mas ferviente deseo de nuestro Senor unirnos nuevamente a El, y entregarnos una vez mas nuestro perdido estado de satisfaccion y felicidad, nuestro verdadero patrimonio. Con este proposito fue creada la esfera terrestre para que sirviera como el planeta escuela en donde las almas morarian temporalmente, y se prepararian para este inevitable retorno a su morada eterna desde donde descendieron. En este imperfecto ambiente de dualidad, desafios, confusion, dolor, y sufrimiento, los tambien imperfectos espiritus podian corregir y eliminar sus imperfecciones, pecados o formas erradas de proceder que le separan de su creador. Y al pasar por este proceso de purificacion estar nuevamente listos para reclamar su posicion perdida de hijos e hijas.

Desde que el primer ser humano piso tierra, Dios ha querido de nosotros, esencialmente, muy poca cosa. El reclama que nos rindamos a El, que les obedezcamos, y vivamos bajo sus divinas leyes. Esta no es una demanda arbitraria como podria parecer. Para mostrarnos el camino y demostrarnos que esto es posible; desde el principio de los tiempos nos ha enviado sus profetas, su hijo primogenito, Jesus, santos, y muchas diferentes encarnaciones divinas aqui a la tierra. En su trascendental sabiduria nuestro senor sabe que solo amandole a El sobre todas las cosas, y obedeciendo sus leyes universales, tanto como humanamente nos sea posible, podemos permanecer cerca de El y consecuentemente, felices, libres y satisfechos.

El trabajo que nos corresponde a todos hacer en este mundo es el trabajo de purificacion del alma; la gran obra de liberar el alma de las ataduras del pequeno ego. Cuando a traves de nuestro propio esfuerzo, sana y armoniosa disciplina, bajo la sublime guia de la intuicion, podamos domar y entrenar nuestro ego a que se someta, rija, y conduzca bajo la voluntad de Dios en vez de la voluntad del yo inferior, la meta habra sido lograda. Podremos en amor, y verdad, unidos a nuestro creador, entrar al reino de los cielos, y disfrutar de todas las maravillas que en El se encuentran. Paz, amor, gozo, radiancia, belleza, abundancia y felicidad sin fin.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento7 jul 2023
ISBN9798888511220
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    Vista previa del libro

    Amor y Rendicion Llave al Reino de los Cielos - Juan DeJesus Burgos

    Table of Contents

    Introducción

    Capítulo I: Dios nos quiere de regreso. El plan de Dios desde el principio

    Capítulo II: Entendiendo el camino

    Capítulo III: El camino debe ser entendido. Para que todos sigan el gran mandamiento

    Capítulo IV: Encontrando el camino. El reino de los cielos es muy real

    Capítulo V: Armaduras para la jornada. Amor–confianza, entrega–amor

    Capítulo VI: Solo hacia delante, Jesús ha tocado mi alma

    Capítulo VII: Algunas historias de mi infancia

    Capítulo VIII: Realizaciones en el camino

    La verdad divina no se encuentra en la superficie

    Para realmente conectar con la verdad es necesario sentir la verdad

    Capítulo IX: La realidad divina se ha sentido. Un llamado a alma

    Conclusión

    Sobre el Autor

    Amory rendición llave al Reino de los Cielos

    Juan De Jesús Burgos

    ISBN 979-8-88851-121-3 (Edición de bolsillo)

    ISBN 979-8-88851-122-0 (Digital)

    Derechos de autor © 2023 Juan De Jesús Burgos

    Todos los derechos reservados

    Primera Edición

    Todos los derechos reservados. Nada de mi publicación puede ser reproducida, distribuída, o transmitida de ninguna manera, incluyendo fotocopias, grabaciones, u otro método electrónico, sin antes un permiso escrito del publicador. Para solicitar permiso, hacerlo al publicador vía la dirección dada a continuación.

    Covenant Books

    11661 Hwy 707

    Murrells Inlet, SC 29576

    www.covenantbooks.com

    Introducción

    Primeramente, me gustaría aclarar que este libro puede que no sea para todo el mundo. Si usted es una persona para quien, en esta etapa de su desarrollo espiritual, las cosas materiales es lo más importante, sobrevivir a cualquier precio tiene prioridad, sobre todo, y acumular posesiones materiales con este propósito ocupa su mayor enfoque en la vida, puede que este libro no tenga mucho sentido para usted.

    Pero, si es usted una de estas personas, que sea en esta vida, o en vidas pasadas, ha logrado entender no con el intelecto o mente pensante, pero con su sentir que las riquezas, fama, renombre, posesiones materiales, y comodidades jamás podrán satisfacer este gran anhelo que existe en lo profundo de su ser, que este vacío interno solo puede ser llenado en la unión del alma con su Creador. Entonces este libro es la herramienta indicada para usted en esta etapa de su evolución espiritual. Continúe leyendo y encontrarás que al final del libro habrá logrado conocerse mejor a sí mismo y tener más claro el propósito de su vida en este mundo. Habrá logrado establecer más firmemente esta insólita unión con su espíritu interno desde donde derivará toda satisfacción, belleza, abundancia, y felicidad sin igual.

    Pero si no es usted unos de estos privilegiados, de igual manera, continúe leyendo, porque el solo hecho de que este libro se encuentre en sus manos en este momento es una indicación clara de que está usted en este bendecido camino que le conducirá a entender que fuera de Dios no hay felicidad completa, pero con Él y en Él hay felicidad en todo.

    Estas escrituras que usted comenzará a leer incluyen inspiraciones de mi alma. Mis percepciones y entendimientos derivan de todo el material espiritual que he leído, de mis propias experiencias espirituales y de las realizaciones de una vida dedicada a la búsqueda espiritual.

    El propósito de estas es inspirar al lector a iniciar su propia búsqueda espiritual, para que pueda penetrar a las regiones más profundas de su psique y a través de su propio esfuerzo y dedicación, obtener la experiencia e incentivo necesario para que pueda alcanzar el lugar que todo ser humano anhela alcanzar, el reino de los cielos, reino de amor, paz, verdad, y felicidad inagotable.

    El GPS de nuestra intuición solo desea llevarnos de regreso a nuestra morada espiritual con Dios. Él sabe que no puede llevarnos hasta allá hasta que no estemos preparados. Cualquier giro que tengamos que hacer en nuestras vidas será parte del proceso de preparación, y este será usado por el GPS interno para conducirnos al destino final, aunque estos giros y curvas no hayan formado parte de la ruta inicial. Este sistema de guía interna no tiene prisa porque cuenta con muchas reencarnaciones para lograr su propósito, en verdad tiene toda la eternidad a su disposición. Siempre que sea necesario sencillamente se calibrará.

    Entonces, verdaderamente, no hay errores en la vida. Todo lo que nos acontece, todas las experiencias por las cuales pasamos cada día y a lo largo de nuestra vida son creadas por nosotros mismos, estemos consientes de esto o no. Todo forma parte del proceso de purificación que nos prepara para el regreso final a nuestra mansión eterna. Nuestra mansión eterna no es, necesariamente, un lugar en el tiempo y el espacio. Es más bien un estado de conciencia y crecimiento espiritual que logramos alcanzar a través de nuestro propio esfuerzo y la ayuda divina de Dios. Es un sentir interno de paz, amor, armonía y gozo sin igual que nos llegará como resultado de la unión de nuestra alma individual con el espíritu interno. Es de esta unión, de este elevado estado del ser, desde donde provienen todas las cosas bellas y creaciones maravillosas manifestadas.

    Es en esta conciencia cósmica de Cristo donde toda creación tiene su substancia, de donde todo emana. No se dirá de este reino de vida y amor helo aquí o helo allí, porque este reino existe en lo profundo de nuestro ser. La morada de Dios o reino de los cielos es una de completa felicidad. Todo lo que existe existirá, o haya existido, jamás existe con el propósito de traer felicidad a nosotros los hijos de Dios. Lo bueno existe con este propósito, y lo supuesto malo existe para prepararnos y enseñarnos a valorar y apreciar lo bueno. Todo tiene una razón de ser, y un propósito en el plan divino de Dios. Nada ocurre al azar, sencillamente porque sí. Todo fue creado con la premeditada visión de complementar el plan divino de salvación.

    Este plan encierra que hay un precio a pagar por la felicidad. Como todo en este mundo tiene su precio, también ser feliz tiene su propio costo. Nada nos he dado gratuitamente; aunque a veces tendemos a creer lo contrario en la ausencia de mejor conocimiento. De alguna manera hasta la salvación tiene que ser ganada. El precio a pagar por la realización del ser Divino es el sacrificio del yo–ego. Duele mucho abandonar el ego porque hemos llegado a pensar que el ego es quien somos, que esta es nuestra identidad, y que si lo abandonamos pereceremos, moriremos. Pero esto no es más que una mentira más del ego. Uno no perece, uno no muere. Es todo lo contrario, al rendir al ego más y más, y reemplazar las maneras del ego con las maneras del espíritu, el ego se disipará, y gradualmente el yo superior tomará control.

    Esto fue lo que nuestro Señor amado Jesús vino a demostrarnos, entre tantas otras cosas, con sus enseñanzas, con el ejemplo de su vida, y sus obras, con su crucifixión y muerte, con todo esto quiso demostrarnos que, si no estamos dispuestos a sacrificar nuestro ego humano con todos su pseudo placeres, con su temporal seguridad y comodidad, con todas las cosas materiales de este mundo, nunca podremos alcanzar este estado sublime de perfecto amor, felicidad, y paz. Dicho de manera diferente, el precio a pagar por la reformación del alma es vivir una vida de entrega y agrado a Dios, vivir en acorde con sus leyes divinas, tanto como humanamente nos sea posible. Esta manera correcta de vivir puede ser lograda a través de la rendición de nuestra voluntad propia a la voluntad de Dios. Es esto lo que Dios demanda y espera de cada uno de nosotros sus hijos en este mundo. La entrega total de la voluntad de nuestro propio ego a su voluntad divina. Solo al hacer esto podremos sentir su presencia y vivir en paz, armonía y alegría.

    Sin embargo, este completo abandono a la voluntad del Padre Celestial solo podrá ser obtenido cuando ya no existan obstáculos en nuestra alma que lo impidan. Cuando podamos liberar el alma de todas las ataduras del ser inferior, que también mora en nosotros a la par con nuestro ser superior. Y esta liberación y sanación de nuestra alma podrá paulatinamente llegar a ser nuestra a través de la práctica del amor, la obediencia, la fe, la confianza, la sinceridad y la humildad de corazón. En la medida que el alma vaya alcanzando claridad, podremos rendirnos cada vez más a los designios de Dios. Y en la misma medida que podamos entregarnos, iremos experimentando incrementadamente las virtudes divinas. Aunque este camino espiritual que nos lleva a Dios parece angosto y difícil, la ayuda Divina siempre estará disponible para aliviar nuestra carga. Solo tenemos que pedirla. Por estrecho que sea el camino jamás será tan estrecho que Jesús no pueda ir a nuestro lado. Firme en la fe, la confianza, la perseverancia y el amor, un día llegaremos.

    Capítulo I

    Dios nos quiere de regreso. El plan de Dios desde el principio

    Al principio de las cosas no había nada. Completamente, nada existía en ninguna forma, aspecto, o idea. Oculto detrás de la nada y permeando todo el espacio vacío, solo una cosa existía. Esta misma cosa había estado siempre allí, está allí, y por siempre allí estará. De esta autocreada cosa, todas las cosas que ahora existen surgieron. Allí, envolviéndolo todo, y como la materia misma de todo, había estado y por siempre estará el amor. De este eterno amor el Dios creador se proyectó a sí mismo. Porque Dios es amor y amor es Dios. El infinito mar de energía, de amor que fue, es, y por siempre será, es lo que hemos venido a llamar Dios, El Creador, El Todopoderoso, Jehová, Yahvé. Y muchos otros nombres han sido dados a través del curso de la historia humana a esta inconcebible fuente de poder ilimitado. Y a esta energía divina también podemos llamarle amor. Por eones de tiempo el Creador exudó, se movió, y existió en la cuna de su propia naturaleza, felicidad constante, gozo sin fin. Este Padre piadoso no pudo contenerse. Su entero componente era amor, y la naturaleza del amor es compartirse. El padre se sintió comprometido a compartir su esencia.

    Y Dijo Dios: Que sea la luz, de esta infinita fuente de energía surgió la luz. El primer hijo concebido de esta fuente infinita e inagotable fue la luz. La primera creación del Padre fue luz, y de la luz y a través de la luz todo lo demás fue creado. La porción única de Dios, proyectada de Él, manifestada en la creación, fue el espíritu, o conciencia cósmica de Cristo. Yo soy la luz del mundo, afirmaría Jesús millones de años más tarde. Esto es así, porque Jesús fue realmente la personificación en este mundo de la conciencia cósmica de Cristo, la primera creación del siempre existente padre energía. Y la palabra estaba con Dios, y la palabra era Dios (porque Jesús estaba con Dios, era parte de Dios en forma de energía, luz, o palabra). Todas las cosas fueron hechas por Él y sin Él nada fue hecho. En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres, (Juan 1:1–4. Énfasis mío).

    En otras palabras, la misma naturaleza del Padre, o el mismo Padre, como amor, había sido proyectada como su primera concepción. Esta primera proyección, La pureza más elevada de energía vibracional del Padre como conciencia de Cristo lo crearía todo desde el principio. Por medio de los poderosos rayos vibracionales de la conciencia de Cristo, todo podía ser manifestado porque esta energía creadora venía directamente del padre. Y esta misma conciencia cósmica de Dios se cristalizaría millones y millones de años más tarde, en este mundo, como Jesús. Jesús confirmaría esto con las palabras: Antes que Abraham, yo soy, porque verdaderamente antes que el mundo existiera ya Jesús como conciencia cósmica existía en el Padre. Jesús fue la encarnación de Dios aquí en la tierra. Naturalmente, la misma naturaleza de Jesús era aquella de su Padre, puro amor. Entonces, dicho de otro modo, Jesús fue el mismo amor encarnado en este plano terrenal.

    Al ser nuestro Señor, el primogénito del Padre, tomo la gigantesca responsabilidad de encarnar en la tierra como un ser humano normal, y con el ejemplo de su vida, sus enseñanzas, su trabajo, crucifixión y muerte, demostrar a todo espíritu viviente que el poder del amor lo conquista todo, aun la tal llamada muerte. Y por medio del amor y la obediencia al Dios padre, Él abrió la puerta del cielo para que todos los hijos errantes de Dios puedan nuevamente regresar a su reino perdido. En la medida que vayan alcanzando un grado evolutivo de conciencia, y libremente decidan hacerlo.

    Jesús, en su infinita sabiduría derivada del Padre, sabía que no había oportunidad para nosotros los espíritus caídos de regresar de nuevo a Dios, de no ser por la intercesión de uno de los espíritus no caídos o espíritus puros. Se dice que esta intercesión consistía en que uno de estas creaciones divinas debía venir aquí a la tierra y experimentar directamente en un cuerpo físico el sufrimiento humano sin apartarse de Dios.

    Aunque no era necesario que fuera el mismo Jesús, quien tomara esta inmensa responsabilidad, Él decidió que era el espíritu más apropiado para cumplir dicha misión. De esta manera, la justicia divina sería mejor servida y todos los espíritus caídos, desde el último hasta el primero, tendrían la oportunidad de regresar nuevamente a Dios. En verdad, cualquiera de los altamente puros y elevados espíritus pudo haber ejecutado la gran tarea divina, o por lo menos intentarlo. Pero por razones extremadamente intrínsecas y sublimes, por su gran amor a la humanidad, Jesús quiso que fuera Él. Desde el principio de los tiempos, hasta el gran final, cuando ya todo cese de existir. El amor o consciencia cósmica de Cristo ha sido, y por siempre será la fuerza o poder conducente en toda la creación; el arquitecto, el constructor, el material o bloques de construcción, el sostenedor de todo lo que existió, existe, y por siempre existirá. Y ahora permanecen estos tres, la fe, la esperanza y el amor, pero el mayor de ellos es el amor, (1era de Corintios 13:13).

    Fue esta fuerza poderosa del amor la cual movió a Dios a crearnos en este mundo. Fue a través del amor y por amor que Dios estableció sus divinas leyes para que rigieran el universo. Es su amor y compasión por todos nosotros, sus hijos caídos, el cual desde el gran principio de todas las cosas le ha llevado a continuar enviando sus ángeles, arcángeles, profetas, y encarnaciones divinas de todos los niveles y apariencias a guiarnos, protegernos e instruirnos. Siempre que caemos en el abismo de la ignorancia, eligiendo, priorizando lo material, lo externo, lo creado en vez del Creador, y al hacer esto desviarnos, o apartarnos de sus divinos preceptos, Dios ve la necesidad de reeducarnos. Y a veces en maneras no muy sutiles nos muestra el camino de regreso a Él. Estos emisarios divinos han estado actuando aquí en la tierra en diferentes tiempos y en diferentes aspectos. Pueden manifestarse como enfermedades, pestilencias, en formas humanas, etc. Pero siempre con el mismo propósito, el de mostrarnos el conducto de salida, purificarnos y liberarnos de las garras del poder de la oscuridad, del apego al mundo material, o la ilusión de maya. Aunque estos procesos de purificación y liberación usualmente no ocurren en maneras placenteras, siempre son la medicina, el antídoto inevitable que necesita la humanidad, de tiempo en tiempo, para poder sanar y enderezar el camino de las peligradas almas.

    Indudablemente, todo lo que Dios hace es por amor. Por amor y compasión envió a Moisés a liberar a los esclavizados israelitas de las manos opresoras de los egipcios. Unos tras otros, el Señor continuó enviando a la tierra a profetas, santos, y encarnaciones divinas de todos los calibres. Con el propósito de mostrarnos, y guiarnos por el camino de regreso a Él. A pesar de que los seres humanos en su ignorancia y falta de entendimiento usualmente sacrificaban y mataban a estos enviados de Dios, Él nunca se ha dado por vencido. Todos estos actos de crueldad perpetrados a sus mensajeros de entonces nunca disminuyeron su amor y compasión. Sus agentes de amor y poder continuaron llegando a la tierra. No solo para inspirar y guiar a los primeros hijos elegidos de Dios, sino también para mostrarnos a nosotros, el resto de la humanidad, su manera de proceder, su perdón y amor incondicional. Tan grande es su amor por nosotros, que al final hasta a su propio hijo nos envió. Y aunque aparentemente corrió la misma suerte que las demás entidades antes enviadas, no fue así; porque Jesús venció la muerte y estableció para siempre el plan divino de salvación.

    Fue puro amor lo que llevó a la conciencia cósmica de Cristo a encarnar en este plano material. Al ver este gran espíritu que todos los esfuerzos anteriores por hacer volver las descarriadas almas a Dios habían sido frustrados, el Señor mismo, en su primera proyección, optó por venir a la tierra y encarnar en el cuerpo de Jesús. La venida de Jesús a este mundo marcó la culminación de todos los intentos anteriores. Marcó el intento máximo de Dios de traer nuevamente a Él a todos sus hijos por medio de su plan divino de salvación. Dios mismo, en la presencia de su hijo primogénito, había tomado forma humana para dejar establecido en este mundo, de una vez y por todo el tiempo necesario, su nuevo pacto de salvación para todas las almas. Él vino a guiar e inspirar sus extraviados hijos de regreso a su patrimonio innato de amor, felicidad, belleza, abundancia, y gozo rebosante. Vino a direccionarnos de nuevo a nuestro perdido reino a través de su plan divino.

    En esta nueva era, el bienestar del alma debe tener prioridad. De este punto en adelante, todas las almas encarnadas deberán regirse bajo las leyes de amor y hermandad; deberán rendirse a Dios. Y vivir, en todos los aspectos de la vida, guiada por el espíritu interior. Con todas sus obras, con sus palabras, con su vida, y finalmente con su crucifixión, muerte y resurrección, Jesús buscó prepararnos para nuestro regreso al reino celestial. Jesús nos demostró que la única manera de regresar de nuevo a Dios era por medio de la práctica del amor y la entrega total a Dios, en el sometimiento del yo–ego a la voluntad divina.

    Con su resurrección, Jesús demostró magníficamente al mundo y a toda la creación que ni siquiera la muerte tiene poder alguno sobre el amor. Porque Dios es amor, amor es vida, vida es luz a la cual la oscuridad de la muerte jamás podrá tocar, mucho menos extinguir. Donde hay vida, no puede haber muerte. La muerte no tiene poder sobre la vida. Sin amor nada puede ser permanente. Y el amor todo lo hace permanente. Este inmenso sacrificio de Cristo Jesús finalmente había abierto la puerta del cielo para que todos los hijos caídos y extraviados tuvieran la oportunidad de regresar a su eterna morada con su Dios. Resulto ser, entonces, que todas las enseñanzas y mensajes de los profetas, santos, sabios y encarnaciones divinas, fueron nada más que trabajo preparatorio para la gran venida de Cristo a la tierra, el hecho más insólito en toda la historia de la humanidad.

    ¡Dios nos ama tanto! Si pudiéramos sentir, aunque fuera una diminuta partícula de su amor, quedaríamos atónitos y le amaríamos sin cesar; verdaderamente por encima de todas las cosas. Desde aquella vez lejana que nos separamos de Él, Él no ha cesado de idear toda manera posible para traernos de regreso. Él ha estado tratando de transmitirnos su mensaje de todos los tiempos que solo en su seno podemos encontrar verdadera seguridad, felicidad, abundancia y paz. ¡Pero alas, aún seguimos sin entender!

    Continuamos rechazando las leyes divinas y preferimos la oscuridad y limitaciones de este mundo en vez de su luz, en vez de su omnisciente sabiduría y posibilidades infinitas. Insistimos en querer seguir actuando separadamente bajo el ilusorio velo del ego; y creyéndonos que sabemos más que Dios, aunque conscientemente no nos demos cuenta. ¡Qué trágico es todo esto para nosotros los humanos! Con esta manera de ser dividimos la consciencia de nuestra alma. En este estado de confusión producto de nuestro ego humano, todo lo percibimos o de un extremo o del otro. En lugar de conectar con la verdad de Dios en donde sola una realidad existe, seguimos divididos, confundidos, e inseguros. En esta manera de existir de falsedad, mentira y confusión nunca encontraremos paz para nuestra alma porque permitimos que el ego sea nuestro guía. Y el ego ha sido un mentiroso desde el principio, en él no hay verdad. Mientras insistamos consciente o inconscientemente en permanecer en la nébula de la irrealidad del ego, y rechacemos someternos a la mano de Dios, distorsión, temor, e inseguridad será nuestro lugar en la vida. Amor, seguridad, paz, felicidad y verdad continuarán evadiéndonos.

    Pero nuestro gran Dios no presta atención a nuestra ignorancia y mala conducta. Él no altera su amor incondicional para con nosotros a pesar de nuestro mal comportamiento. Su gran amor siempre está ahí, pacientemente esperando que volvamos a recibirle. En este aspecto divino Dios se asemeja a un limosnero, esperando siempre la limosna de nuestro amor. Aunque nuestra testarudez insiste en la oscuridad en vez de la luz de su amor; Él, pacientemente, espera nuestro retorno. Constantemente nos llama regresar a Él. Y es que Dios no sabe ser diferente. Su naturaleza es amor, y esta naturaleza jamás cambia. Todo lo que existe en este mundo es símbolo de su amor. La realidad del mundo del espíritu de Dios es claramente palpable en todo lo que existe aquí en la tierra. Con todo lo que existe, el Señor nos expresa su amor y nos llama a regresar a Él.

    Con la sincera sonrisa de otro ser humano, con el cantar de las aves, con el fresco amanecer, en el amor de un amante, en la belleza y fragancia de las flores, en la inmensidad del océano, en el verdor de la naturaleza, a través de todo lo bueno, positivo y noble, nuestro Padre celestial exclama: Por favor, regresa a mi querido hijo(a). Cuando finalmente escuchemos su voz y nos entreguemos a su divina voluntad, empezaremos a ver todo como realmente es. Porque estaremos en la verdad. Hasta que esto no suceda, Él seguirá resonando su mensaje a través de las edades.

    Dios persistentemente nos seguirá diciendo:

    Por favor regresen a mí, mis hijitos pródigos, transciendan este mundo material. ¡Aquí no hay nada sustancial para ustedes! Yo he creado este plano material solo para que puedan probarme su amor, y aprendan a elegir a su creador en vez de las cosas creadas. Solo para entretenerlos por un tiempo y puedan corregir sus errores, pecados, sus maneras destructivas, negatividades, e impedimentos. No se apeguen a nada de aquí. Esta sabia decisión de entregarse a mi amor deben tomarla por ustedes mismos porque les he dado libre albedrío. No puedo obligarles a nada, ni interferir; ni siquiera puedo ayudarles a menos que ustedes me otorguen el permiso para hacerlo, a menos que pidan mi ayuda. Miren por ustedes mismos, mis queridos hijitos, que todo lo que parece tan real en este plano ilusorio de vida inevitablemente tendrá un final. ¿En dónde se encuentra eternidad aquí?, ¿en dónde existe seguridad durable?, ¿y dónde pueden ustedes encontrar felicidad, paz, y abundancia sin fin en este mundo? No hay base duradera en ninguna creación material. Yo les he dado la sabiduría de discernir hijos míos, úsenla para su beneficio. No tomen muy en serio nada de las cosas de este mundo. Todo aquí es pasajero. Todo no es más que un sueño efímero. En todas las cosas esfuércense por captar el mensaje simbólico que busco transmitirles. Entiendan, por medio de sus propias experiencias, que mi mundo invisible, impenetrable con sus cinco sentidos, es la única realidad que existe. Aprendan esto mis hijos, y busquen mi amor en todas las cosas. ¿Por qué insisten, hijitos amados, en permanecer en la oscuridad cuando les ofrezco camino de luz y amor? Todo lo que pido es que se entreguen a mí, que moren en mí, y obedezca mis leyes divinas. Pero esto es solo para que puedan ser establecidos en mi reino de amor y verdad, y puedan vivir en regocijo, armonía, abundancia y paz, ahora y por toda la eternidad. Todo lo que deseo es que se me entreguen sin reservaciones ni restricciones para yo poder guiarlos y resucitarlos de este mundo de dolor, sufrimiento y confusión. ¡Quiero hacerlos míos, otra vez y para siempre!.

    El amor es la vida de todas las cosas. Es la energía divina que mantiene al universo en su lugar. Es el amor que todo lo restaura, armoniza y sana. El amor, todo lo conquista y todo lo cura. Por esto el mandamiento más grande dado por Dios al hombre es: Amarás a tu Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. En la práctica de este mandamiento quedan cumplidos todos los demás mandamientos. Si amas a tu Dios por encima, o en todas las cosas en este mundo, y a tu semejante como a ti mismo, estarás en paz con Dios. Agradar a Dios significa adherirse y vivir de acuerdo a estos preceptos divino. Y esto es porque el espíritu de amor de Dios está permeando todas las cosas creadas, si de verdad le amamos a Él, no podremos evitar amarlo en todo lo que existe; porque todo está hecho del material de su naturaleza.

    El amor es la repuesta y solución a todos los problemas y dilemas de la vida. Todo lo que se necesita es amor. Si aplicamos amor a todos nuestros asuntos cotidianos, y lo hacemos todo con amor y por amor, nuestras vidas se volverán armoniosas y felices. Necesitamos amor por Dios, primero y, sobre todo, amor por nosotros mismos, amor por nuestros semejantes, y amor por toda la creación de Dios. Demostramos que amamos a Dios al amar lo correcto, la justicia, la paz, lo bello, y todos los atributos divinos. Necesitamos sentir que estamos justificados ante Dios. Necesitamos actuar justamente con nosotros mismos, con los demás, y con toda su creación, tanto como humanamente nos sea posible.

    Dios, en realidad, nos necesita más a nosotros para hacer su trabajo en este mundo que lo que nosotros lo necesitamos a Él. Hay muchos seres humanos que van por la vida negando a Dios e ignorándolo. Y así viven toda su vida, y mueren, según ellos, sin haber necesitado a Dios. Nunca llegaron a entender que la misma vida en ellos era Dios. Pero Dios necesita y cuenta con nosotros para hacer el trabajo de su amor en este mundo. Sin nuestra dispuesta cooperación, la labor de amor en este plano material no sería posible. Dios quiere, no solo que tú y yo regresemos a Él, sino también que traigamos con nosotros a tanto de sus descarriados hijos como sea posible. Todo lo que necesitamos hacer es ponernos a su disposición, rendirnos a Él, su poderoso espíritu de amor, a través de nosotros, hará todo lo demás.

    A pesar de que la jornada de regreso a Dios parece larga y difícil, la dificultad temporal se vuelve suave y llevadera una vez que nos hayamos comprometido a Él de todo corazón. En la compañía de su divino espíritu, y sus amorosos ángeles, el camino se transforma en sendero de paz, armonía, belleza y felicidad. Guiados por el poder de la intuición, su voz divina en nosotros, todos los obstáculos serán armoniosamente superados. Ciertamente, al entregarnos a nuestro ser divino interno, y permitirle que nos guíe, hasta en las cosas más triviales de la vida, paz y solazo, serán nuestros compañeros en todo lo largo del camino. La gran paz, el gozo interno, y el descanso de espíritu que sentiremos claramente nos indicará que estamos en el camino correcto. Una vez establecida nuestra conexión interna con este ser superior, habremos cumplido con nuestro destino, con nuestra misión en esta vida.

    La consciencia de Cristo lo es todo

    La fuerza de vida o conciencia cósmica de Cristo lo abarca todo. Esta es la materia prima con la cual todo lo que existe ha sido hecho. Esta fuerza poderosa que todo lo permee e impregna se manifiesta en diferentes tamaños, colores, y formas en toda la creación. Al cambiar sus rayos vibracionales da vida y forma a toda cosa creada. Todo lo que podemos sentir, percibir, ver, experimentar, o tocar, y aun lo que está más allá de nuestros cinco sentidos, es nada más y nada menos que la proyección de esta conciencia universal, o yo superior. Este es nuestro mismo ser interno operando en lo externo. El cual a través de la condensación de su infinito poder materializa todas las cosas en este transitorio mundo.

    Al ser todo así, es espíritu a lo que llamamos nuestros cuerpos físicos; es espíritu lo que nutre y sostiene nuestros cuerpos en forma de alimento, de agua y en los rayos de la energía solar; es espíritu lo que respiramos como aire; es espíritu a lo que amamos como nuestros padres, esposas, e hijos; y es espíritu el amor con el que los amamos. Y es también espíritu lo que los ama a ellos a través de nosotros. Es esta misma energía de espíritu condensada

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