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Santa Bárbara Rebelde: Historia oral de la insurgencia sindical en un pueblo minero, 1970-1990
Santa Bárbara Rebelde: Historia oral de la insurgencia sindical en un pueblo minero, 1970-1990
Santa Bárbara Rebelde: Historia oral de la insurgencia sindical en un pueblo minero, 1970-1990
Libro electrónico321 páginas4 horas

Santa Bárbara Rebelde: Historia oral de la insurgencia sindical en un pueblo minero, 1970-1990

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Esta obra es el producto de conversaciones grabadas con quienes residieron en la región minera del sur de Chihuahua. La historia oral narra las experiencias de mineros jóvenes que, en los años setenta del siglo pasado, decidieron oponerse al liderazgo local y nacional del sindicato.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 mar 2023
ISBN9786075397641
Santa Bárbara Rebelde: Historia oral de la insurgencia sindical en un pueblo minero, 1970-1990

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    Santa Bárbara Rebelde - Gerardo Necoechea Gracia

    Santa_Barbara_Portada.jpg

    Santa Bárbara Rebelde

    Historia oral de la insurgencia sindical

    en un pueblo minero, 1970-1990

    ———•———

    Científica

    Colección Historia

    serie testimonios

    SANTA BÁRBARA REBELDE

    Historia oral de la insurgencia sindical en un pueblo minero,

    1970-1990

    ———•———

    Gerardo Necoechea Gracia

    SECRETARÍA DE CULTURA

    INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA


    Necoechea Gracia, Gerardo

    Santa Bárbara Rebelde. Historia oral de la insurgencia sindical de un pueblo minero, 1970-1990 [recurso electrónico] / Gerardo Necoechea Gracia. -- México : Secretaría de Cultura, INAH, 2023.

    1.8 MB; ilus.; – (Colec. Historia, Ser. Testimonios)

    ISBN: 978-607-539-764-1

    1. Mineros – Sindicatos – Santa Bárbara (México) – Testimonios – 1970-19902. Mineros – Sindicatos – México – Historia – Siglo XX 3. Trabajadores metalarios – Sindicatos – México 4. Industria minera – México – Historia oral – Siglo XXI. t. II. Ser.

    LC HD6534.M5


    Primera edición digital (ePub): 2023

    Producción:

    Secretaría de Cultura

    Instituto Nacional de Antropología e Historia

    Imagen de portada: Colección Particular de Ricardo Llanas.

    Póster publicado por la Sección 11 del Sindicato Nacional Minero-Metalúrgico,

    apareció en el pueblo de Santa Bárbara el 1 de mayo de 1981.

    D. R. © 2023 Instituto Nacional de Antropología e Historia

    Córdoba 45, col. Roma; C.P. 06700 alcaldía Cuauhtémoc Ciudad de México

    informes_publicaciones_inah@inah.gob.mx

    Las características gráficas y tipográficas de esta edición son propiedad

    del Instituto Nacional de Antropología e Historia de la Secretaría de Cultura

    Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción

    total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento,

    comprendidos la reprografía y el tratamiento informático,

    la fotocopia o la grabación, sin la previa autorización

    por escrito de la Secretaría de Cultura / Instituto

    Nacional de Antropología e Historia

    ISBN: 978-607-539-764-1

    Hecho en México

    SCINAH21negro

    A Everardo Barraza 1954 - 2021

    In Memoriam

    Everardo sufrió y gozó el trabajo minero por varios años. Reflexionó al respecto y decidió que no era suficiente mejorar el trabajo, mejorar el sindicato: ¡Había que cambiar el mundo! Con esa chispa incendió los túneles e iluminó la mina. Muchos años después, en 2014, nos citamos para entrevistarlo, y la primera vez comentó que me vio de lejos y reconoció a un compañero de camino. Esa entrevista, en la que también estuvieron Javier Molina y Jesús Vargas, fue la semilla del presente libro. Gracias al entusiasmo y perseverancia de Everardo, la semilla dio fruto, aunque desafortunadamente él ya no conoció la publicación. Su chispa ahora es el legado que levantamos para iluminar la noche.

    Éramos unos jóvenes amigos, 20 y 18 años,

    nos conocimos en la mina.

    Él ocupaba el puesto sindical más modesto,

    era delegado del sindicato en la mina

    pero el de más contacto con sus compañeros.

    Desde ahí mostró su temple

    a pesar de que era un jovencillo

    contaba con el aprecio y cariño de los viejos y rudos mineros.

    Ricardo Llanas

    Índice

    ———•———

    Introducción

    I. Crecer en un pueblo minero

    II. La huelga de 1975

    III. La escuela nocturna y la brigada ideológica

    IV. Ahí ‘tan los rojillos: estudiantes y brigadistas rojos

    V. El poder formal lo tenían ellos, pero en realidad lo teníamos nosotros

    VI. La del 75 fue económica la huelga del 81 fue política

    VII. Cuando estaban los rojillos, la empresa no hacía esto

    VIII. Conversación de despedida

    Introducción

    ———•———

    Durante una década, al iniciar el último cuarto del siglo xx, jóvenes que residían en Santa Bárbara, Chihuahua, y trabajaban en las minas, persistente y exitosamente enfrentaron a Industrial Minera México y a la dirigencia sindical charra. Localmente eran reconocidos como los rojos y en el ámbito nacional pertenecían al intento desde la izquierda por subvertir el orden sindical y social del país. Casi medio siglo después, accedieron a participar en entrevistas de historia oral con el fin de narrar su experiencia. El presente libro es el resultado. El lector curioso, antes o después de internarse en esta fascinante historia, encontrará útil la descripción concisa de las circunstancias generales en que ocurrió la insurgencia obrera en el país y en particular dentro del sindicato minero; también querrá conocer algo más acerca del lugar y de quienes cuentan esa historia. Ése es el propósito de esta introducción, que además elabora una escueta explicación acerca de la historia oral.

    ¿POR QUÉ HISTORIA ORAL?

    El título de este libro incluye la frase historia oral y me parece pertinente explicar el uso del término. En primer lugar es necesario explicar que aquí empleo una de las varias modalidades posibles de la historia oral, que consiste en editar y publicar los recuerdos de participantes en los hechos que aquí se narran. En segundo lugar, son necesarias al menos algunas palabras respecto del problema de edición de las entrevistas. Por último, abordaré una pregunta que me parece particularmente relevante: ¿qué añade la historia oral?

    Lo que conocemos como historia oral en realidad se refiere a la historia oral moderna. Las diversas civilizaciones del mundo recurrieron, y siguen haciéndolo, al relato oral para dar cuenta del pasado. La conformación de la disciplina histórica, en cambio, se desarrolló mediante la exclusión de la evidencia oral y posicionó la fuente escrita como única capaz de aludir con exactitud a los sucesos pasados. Por esa razón, en la segunda mitad del siglo xx hubo que distinguir un modo de hacer historia, cuya particularidad era generar, conservar y usar fuentes orales, y por eso la conocemos como historia oral moderna.

    El empleo de fuentes orales empató la práctica histórica con los usos en otras disciplinas académicas, en particular la sociología y la antropología. Los historiadores, que no tenían entrenamiento en técnicas de entrevista, empezaron por seguir el ejemplo de sociólogos y antropólogos hasta que la repetición devino en la propia entrevista de historia oral. Más importante, antropología y sociología ya contaban en su haber con la historia de vida como forma de conocer y entender una cultura o segmentos sociales. La historia oral, en cierto modo, se desarrolló en contrapunto con esas prácticas.

    Esto sucedió de distintas maneras en los campos historiográficos nacionales, y lo ocurrido en México nos interesa en particular. En el campo de las fuentes orales fue importante la influencia de Robert Red­field y la escuela de sociología de Chicago, porque posiblemente la primera investigación que deliberadamente recurrió a las historias de vida como fuente, y como producto académico por sí mismo, fue la de Manuel Gamio sobre los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos. Después vinieron importantes trabajos como Juan Pérez Jolote de Ricardo Pozas Arciniega y Los hijos de Sánchez de Oscar Lewis.¹ Los historiadores orales mexicanos reconocen y admiran esta influencia del trabajo antropológico, al mismo tiempo que tratan de diferenciar su uso de la fuente oral. Una manera de hacerlo ha sido enfatizar el carácter de fuente que tiene el documento producto de la entrevista de historia oral. Quizá eso explica el avance en la creación de archivos de la palabra en contraste con la dilación en la enseñanza y en las publicaciones de historia oral.

    Otra manera de diferenciar el trabajo histórico con fuentes orales ha sido el énfasis en la historia temática. En este caso, la investigación empieza por la selección de uno o varios sucesos encadenados de importancia histórica y la identificación de personas que los vivieron. El historiador procede a entrevistarlos de manera intensa sobre ese momento de su vida y procura producir entrevistas que sean comparables entre sí. El destino de esas entrevistas es, primero, el archivo en que serán conservadas. Después, cuando el historiador usa esa evidencia, complementa y contrasta las fuentes orales con variedad de fuentes escritas (periódicos, documentos de archivo, censos, diarios personales) y elabora un texto histórico.

    La historia de vida y la tradición oral son los otros dos caminos abiertos al historiador oral.² Ambos, en México, han recibido menor atención por los historiadores que por otros estudiosos de la sociedad. El excelente trabajo de Alicia Olivera sobre la tradición oral alrededor de los restos óseos supuestamente pertenecientes a Cuauhtémoc se erige como modelo y razón suficiente para ensayar esta vertiente de la historia oral. También hay notables publicaciones de historias de vida, como la de Patricia Pensado Leglise, Adolfo Sánchez Rebolledo, un militante socialista, pero su número es escaso en relación con lo que guardan los acervos orales en las bibliotecas.³

    Estos diferentes caminos producen, a su vez, diferentes formas de exposición de la historia oral. Dolores Pla, por ejemplo, realizó uno de los más completos trabajos históricos sobre los refugiados españoles que llegaron a México debido a la derrota del gobierno republicano, usando la colección de historia oral en el Archivo de la Palabra del Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah). En el transcurso del trabajo no pudo menos que darse cuenta de que los entrevistados no solo contaban sus experiencias relacionadas con aquel momento, sino toda su vida y que, además, hacían una interpretación de ella. Por esa razón experimentó una forma alterna de exponer la historia en su libro El aroma del recuerdo.

    Una de las formas más atractivas y productivas de exposición consiste en seleccionar partes de entrevista que atañen a algún suceso o serie de sucesos, editarlas y ofrecerlas propiamente como historia oral. Se trata de un híbrido entre historia de vida e historia temática. Eso es precisamente lo que hizo Studs Terkel en Hard Times, An Oral History of the Great Depression, acerca de la gran debacle económica de la década de 1930 en Estados Unidos.⁵ El libro es reconocido como ejemplo a seguir, de manera que esta forma de exposición es común en la historiografía norteamericana.⁶ El trabajo del historiador oral italiano Alessandro Portelli ha sido igualmente importante; en su libro La orden ya fue ejecutada, seleccionó y editó entrevistas para dar cuenta de la compleja historia de la masacre perpetrada por el ejército nazi de ocupación en Roma, en 1944.⁷

    Algunos textos en la historiografía mexicana siguen patrones parecidos de presentación. Renato Ravelo publicó en 1978 Los jaramillistas, y la segunda edición se anuncia como la primera historia oral mexicana. Relatos de familias en situaciones de crisis, de Patricia Safa y Jorge Aceves, y Manantial de historias, coordinado por Mario Camarena y Alejandra Rosas, combinan la edición de entrevistas con comentarios y análisis. Voltear el mundo de cabeza es una selección de historias orales de la militancia de izquierda en la segunda mitad del siglo xx en México, Brasil, Argentina y Nicaragua.⁸ El presente libro sigue este camino híbrido de presentación.

    La forma de exposición supone un reto importante en la edición de las entrevistas. Transcripción y edición han sido objeto de debate y experimentación entre los historiadores orales. Portelli ha escrito sobre la experimentación literaria para que el texto escrito semeje el estilo de la oralidad.⁹ Los historiadores orales experimentan en la dirección contraria buscando el mismo efecto de guardar la huella de la emisión oral original. Es común, cuando se discurre al respecto, recurrir a la frase traductor traidor, porque efectivamente la transcripción implica la traducción del lenguaje oral al escrito y, por lo tanto, la traición. Así, por ejemplo, si bien es cierto que hablamos en prosa, también es cierto que ni hablamos en párrafos ni con puntos y comas; la introducción de estas convenciones del lenguaje escrito modifica la oralidad, en ocasiones de manera severa.¹⁰ Al mismo tiempo, en esa traición hay un continuo de prueba y error, nunca satisfactorio pero siempre enriquecedor porque brinda una comprensión más profunda, íntima si se quiere, del recuerdo relatado. En ello nuestra mejor aliada es la literatura, no porque pretendamos iluminación literaria sino porque el esfuerzo experimental de los escritores —el caso de Svetlana Alexievich—¹¹ construye caminos transitables para quienes nada más, pero nada menos, buscamos la imposible fidelidad del texto al lenguaje hablado.

    La idea guía, por supuesto, es hacer el texto escrito legible e inteligible, teniendo en cuenta que leer y escuchar son acciones muy distintas. Pero esta guía no siempre es lo certera que parece. Una y otra vez, la tarea se detiene y hay que sopesar si la legibilidad debe inclinarse hacia la escueta y directa claridad informativa o ser fiel a los barroquismos del recuerdo cuando deambula buscando palabras o permite evocaciones entrometidas que apuntan en otra dirección; si evitar las repeticiones que cansan la lectura o reproducirlas porque revelan el énfasis, el ánimo; si adherirse a la correcta ortografía o guardar las contracciones y los modismos del habla que revelan regionalismos. En fin, entre información y significado, buscamos quizás un equilibrio imposible pero deseable, porque, como dice Samuel, respetar lo más posible la voz de quien recuerda hace que la sintaxis sea difícil, pero el efecto final es memorable.¹²

    En la edición de las entrevistas seguí algunos criterios prácticos. No alteré el orden de la estructura temporal no lineal del recuerdo, aunque en ocasiones reduje u omití digresiones concernientes a sucesos del presente en el que platicábamos o de lo sucedido a personajes incidentales a los sucesos narrados. En algunos casos modifiqué contracciones comunes al habla pero no a la escritura, y que por sí no confieren ningún significado: por ejemplo, tons por entonces. Fuera de ello, no introduje palabras mías que sustituyeran las de los entrevistados. En general conservé repeticiones que parecían denotar énfasis, asombro o alguna otra intención, y en cambio eliminé repeticiones o muletillas que son comunes al hablar mientras la imagen del recuerdo adquiere forma; el lector, en ausencia de la gestualidad que acompaña a estas repeticiones, las encuentra tediosas. Por último, decidí conservar la forma de pregunta y respuesta que constituye la conversación histórica, porque explica que el relato siguiera ciertos caminos y no otros y porque revela que las respuestas no ofrecen pasivamente testimonio de lo vivido ni son informe de sucesos. Posiblemente terminé cediendo al imperativo de las normas en la prosa escrita mientras sudaba la gota gorda en el empeño de labrar un camino distinto, como nos recuerda Claudia Canales que suele suceder.¹³

    Esta importancia conferida a la edición está ligada a comprender la entrevista de historia oral no meramente como fuente de información. Sin duda los entrevistados informan sobre sucesos que vivieron en el pasado. Al hacerlo, y en su esfuerzo por recordar y explicar, elaboran una narración que interpreta lo vivido, de manera semejante al trabajo que el historiador lleva a cabo. Los entrevistados son de esa manera historiadores de su propia experiencia y por esa razón el título de este libro afirma ser historia oral.¹⁴

    Los mineros de Santa Bárbara relatan sus luchas en oposición a la empresa y a la burocracia sindical que traicionó sus intereses entre las décadas de 1970 y 1980. Similares luchas ocurrieron entre trabajadores de todo tipo en esos años, razón por la que activistas sindicales y observadores contemporáneos acuñaron la frase insurgencia sindical para caracterizar el momento. Existe un creciente número de testimonios autobiográficos escritos por activistas de la protesta social y la izquierda de esos años. Suelen ser más conocidos los relatos de quienes participaron en organizaciones políticas armadas que los de quienes participaron en luchas obreras.¹⁵ Son pocos los relatos obreros en primera persona mientras que son algo más comunes las compilaciones de extractos editados.¹⁶ Estas historias orales desde Santa Bárbara añaden su voz a las narraciones en primera persona de lo acontecido.

    Estudiosos y académicos también se ocuparon de la insurgencia sindical y siguieron dos grandes líneas de investigación. Una de ellas fue el estudio detallado de las huelgas ocurridas; la otra indagó los enfrentamientos ideológicos y prácticos de propuestas sindicales opuestas, en particular entre los llamados sindicatos oficiales, calificados como charros, y los independientes, considerados como democráticos. El problema que recorre ambas líneas es el de la lucha por la independencia y la democracia sindical, aunque los términos en sí no fueron objeto de investigación. Fue más común, debido a la perspectiva de activismo político que animó a los autores, elaborar crónicas acompañadas de breves análisis que extraían lecciones importantes y prescribían tácticas a seguir en próximas situaciones.¹⁷ La mayoría de los estudios fueron realizados simultáneamente o a poca distancia temporal de los sucesos; después, hacia el final de la década de 1980, el énfasis de los estudiosos del trabajo y los trabajadores cambió a la par que cambiaba el entorno laboral, y las preocupaciones que habían motivado estos primeros estudios desaparecieron. Los historiadores interesados en los trabajadores apenas empiezan a incursionar en la investigación de este periodo.¹⁸

    La presente historia extiende esta vocación cronista, con la particularidad de que lo hace desde el interior de los sucesos y —por así ­decirlo— desde una mirada horizontal y parcial. Al mismo tiempo, dos temas recorren esta historia: las luchas obreras y la relación entre ­izquierda y clase obrera. Es en referencia a estos temas que el relato de las experiencias vividas llena importantes huecos en nuestro conocimiento ­histórico.

    Los estudios existentes con frecuencia aluden a la acción obrera espontánea, llegando incluso a criticar el espontaneísmo.¹⁹ Esos estudios, en cambio, anteponen idealmente la organización de izquierda que inyecta dirección política a la acción. En consecuencia, aluden a grupos que aparecen ya constituidos en el momento de desafiar los liderazgos sindicales entronizados durante largo tiempo. Poco o nada sabemos de su trazo en el tiempo. Gracias a Barraza, Molina y Llanas, aquí conocemos de la organización clandestina inicial del Grupo Centro en Santa Bárbara, y ese conocimiento abunda sobre lo ya descrito acerca de Monclova, la mina La Caridad, o los trabajadores del Metro en la Ciudad de México.²⁰ Estas descripciones detalladas nos acercan a comprender mejor las ideas y redes de relaciones personales que se pusieron en movimiento, y desmienten toda noción de espontaneísmo en el surgimiento concreto de la insurgencia. En los estudios rara vez aparecen otros espacios de sociabilidad que no sean el establecimiento de trabajo, la calle o instituciones gubernamentales. En Santa Bárbara fue importante la escuela secundaria nocturna, de manera similar a lo que ya Besserer, Díaz y Santana habían destacado para la organización sindical de los mineros de Cananea en la década de 1930. En lo que expresan los de Santa Bárbara resuena el eco de lo dicho por un minero de Cananea respecto de que el maestro comunista les empezó a abrir los ojos.²¹ La educación, por una parte, como proveedora de ideas nuevas y horizontes más amplios y, por la otra, la escuela como espacio autónomo de encuentro y organización con hombres y mujeres activistas de izquierda. Los recuerdos sobre la escuela muestran que la relación entre trabajadores e izquierda no estuvo limitada a cuestiones de ideología y programa, sino que abrazó las relaciones de convivencia cotidianas. Los recuerdos también dejan ver a mineros que eran jóvenes estudiantes de izquierda, así como a sus coetáneos involucrados en el movimiento estudiantil de las ciudades capitales. Al mismo tiempo, la presencia de la izquierda en la escuela la convierte en tercero interesado en proyectar otra salida a la disputa que René Medina identifica entre el Estado y las empresas por el control de la educación.²²

    Aun centrados en el espacio laboral, esta historia abre nuevas vetas o complementa aquello sobre lo que sabemos poco. Barraza, Molina y Llanas brindan una mirada distinta sobre la preparación previa y la construcción de redes solidarias para sostener la huelga, o acerca de la difícil negociación entre los disidentes locales y el secretario general del sindicato nacional; Aguirre, desde otro ángulo, ofrece el recuerdo del sentimiento que las huelgas despertaban en una niña que observaba el silencio, la preocupación y el júbilo que acompañaban los conflictos obreros. La presente historia también contribuye a nuestro conocimiento de las acciones en el trabajo —paros espontáneos, manifestaciones de descontento, tácticas de tortuguismo— que revelan que el espacio laboral es de continua disputa. Esta evidencia de acciones y situaciones que de otra manera dejarían escaso o nulo registro es una de las valiosas contribuciones de la historia oral.

    El otro tipo de contribución de la historia oral concierne a la interpretación que los entrevistados hacen de la historia vivida. La historia oral introduce la subjetividad de los individuos, de manera que los recuerdos que refieren no expresan la experiencia directa, sino la experiencia mediada por la cultura y el tiempo. Así, en primer lugar, esta historia oral nos ofrece la interpretación que los mineros entrevistados tienen hoy de las experiencias que vivieron hace medio siglo y, por lo tanto, incorporan lo que ese medio siglo de vida les ha enseñado acerca del mundo. La verdad que refieren no es la del hecho escueto e inmutable que extraemos del documento de archivo, sino la verdad de la experiencia que incorpora sentimiento y reflexión para dotar de significado lo vivido. Al mismo tiempo, estas historias orales proporcionan indicios de cómo esa subjetividad se fue construyendo a través del tiempo. En lo que cuentan, vemos cómo las capas de experiencias se van sedimentando y creando nuevos entendimientos de lo vivido y cómo este entendimiento va en consecuencia conformando un punto de vista de clase. De la Garza señalaba que los estudios realizados, aunque movidos por el ánimo de la participación política, miraban desde fuera; además, influidos por la idea de que la conciencia de clase debía ser inyectada por los intelectuales, negaban la capacidad subjetiva de los trabajadores para desarrollar su conciencia. La historia oral, porque introduce la subjetividad del recuerdo, proporciona una visión histórica desde el interior de ese proceso que transforma la experiencia en conciencia.

    ¿Cuál fue el proceso de reflexión y transformación que vivieron? Esta historia muestra que conciencia y práctica no fueron producto exclusivo de algún espacio determinado, como propusieron cantidad de trabajos que consideraron la estructura industrial y la organización del trabajo centrales para determinar la conciencia y práctica política obrera.²³ En primer lugar, la mirada personal y subjetiva se extiende de manera difusa tanto por el modo de vida como por el modo de lucha. Por eso es importante que el primer capítulo ofrezca un atisbo de lo que era la vida en un pueblo minero; igual importancia tiene conocer los variados espacios de sociabilidad que aparecen en el tercer y cuarto capítulos. En segundo lugar, la experiencia requiere acumulación a través del tiempo para conformar la conciencia. El segundo capítulo descubre a jóvenes que se consideraban a sí mismos inexpertos para llevar a cabo una huelga exitosa en 1975, para después, como muestran los capítulos cinco, seis y siete, pasar por las experiencias de montar un desafío al poder de una gran empresa y de una burocracia sindical taimada, dura y en contubernio con empresa y autoridades gubernamentales, y llevar a cabo una huelga en 1981 que demostró madurez política y trascendió las circunstancias inmediatas. En el transcurso de esas experiencias, los recuerdos dejan ver el tránsito de una lucha por la democracia limitada a la institución sindical, a la exigencia de expandir la democracia a la conducción del espacio laboral; transitan también hacia una comprensión de sí mismos como agentes autónomos de su propia historia y portadores de un legado de experiencia rebelde útil para generaciones siguientes, como lo expresan en el último capítulo. En conjunto, el libro ofrece la verdad épica —como diría Benjamin— que estos mineros conformaron a través del tiempo y expresaron en sus recuerdos.

    LA INSURGENCIA SINDICAL DE LA DÉCADA DE 1970

    La movilización popular y las ideas radicales de izquierda ocuparon el centro del escenario político mexicano en distintos momentos del siglo xx. Uno de esos momentos transcurrió de mediados de la década de 1960 a mediados de la de 1980. La protesta se presentó en oleadas que se tocaron entre sí, aunque la intensidad no fuera igual. Grupos de campesinos, estudiantes, trabajadores de todo tipo, migrantes del campo a la ciudad y comunidades indígenas recurrieron a la movilización callejera, a la huelga, la toma de tierras y los enfrentamientos armados para demandar mejoras en su situación, reformas políticas y reconocimiento a su participación política; hubo también quienes pujaron por una transformación social total que desembocara en el socialismo. En esta pluralidad de grupos y de posturas políticas, los obreros protagonizaron enfrentamientos contra el capital y contra los liderazgos espurios en sus sindicatos, que atravesaron los años señalados y cuyo momento más intenso es comúnmente denominado insurgencia sindical.

    La insurgencia sindical fue, en parte, resultado del crecimiento de la economía industrial, que se inició tímidamente en la década de 1930 y aceleró su ritmo en la posguerra. Este segundo proceso de industrialización resultó en aumento del número de trabajadores fabriles asalariados y, a

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