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Valle Inquietante. Inteligencia artificial.
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Libro electrónico274 páginas3 horas

Valle Inquietante. Inteligencia artificial.

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Futuro cercano. La sociedad no es lo que muchos esperaban que fuese, más bien, lo que muchos otros temían. Google, Amazon, Meta, Apple, Microsoft… las grandes tecnológicas son más poderosas que nunca. La línea entre gobiernos y empresas se ha difuminado. Los países poderosos luchan y pelean para no perder su poder.

Los desastres climáticos, el crimen, la corrupción… son aún más comunes. La comida, los trabajos, la vivienda y el combustible son escasos, crimen y desesperación abundan.

Pero algo es de hecho mejor. La humanidad tiene ahora ayudantes. Los robots son ahora una parte inseparable de nuestra sociedad. Han conquistado casi todo aspecto de la vida moderna. Pueden desempeñar casi cualquier tarea, de las comunes y corrientes, como pintar, cocinar, podar, cuidar de ancianos y niños… a pilotar naves espaciales. Esto era la pesadilla de mucha gente años atrás, pero la verdad es que la falta de trabajo y muchas otras de las catástrofes pronosticadas están pasando, sí, pero no por su causa.

Incluso algunos agentes de policía son ahora robots, siendo el más temible de ellos el Roguard. Es una máquina formidable, un robot imbatible. Fuerte, rápido, duro. Completamente equipado con decenas de accesorios y armamento. Incorruptible, incansable, un verdadero campeón de la ley y el orden. Miles de ellos vagan por las calles, corriendo a los criminales de ellas, limpiando, vigilando la ciudad. Pueden funcionar en modo dron o en modo autónomo. De cualquier modo, si están detrás de ti, estás arrestado, o eres historia. Pero los cazadores empezaron a ser la presa. Alguien está yendo tras ellos, alguien encontró el modo de combatirlos.

Cierto día, una joven celebridad es baleada en medio de una multitud. Nadie vio nada. La ciudad está en tumulto. El mismo día, un camión de policía es embestido por un auto, y cuatro Roguards, que estaban en el camión de policía, son destruidos por los atacantes. Rob, nuestro aventurero, y Lisa, una joven encantadora, estaban adentro. Se conocieron en el camión. Lisa había sido detenida y estaba ahí por una falta menor, y Rob no recuerda por qué estaba ahí.

Se las arreglan para escapar de la escena, pero aún están en peligro. Unos hombres empezaron a perseguirlos, pero, ¿por qué? No lo saben. Lisa sospecha que Rob es la razón, pero él solo puede recordar el nombre de su madre, Sarah, y poco más. No puede hallar un medio para contactar a su familia, o para averiguar quién es, pero él sabe a dónde ir si algo como esto pasaba. Lisa y su padre, Rick, ayudarán a Rob a alcanzar su destino, pero no será fácil. Los perseguidores no paran, la ley no los ayuda, e incluso los Roguards podrían estar tras ellos. Hay más gente en riesgo, no obstante. ¿Cómo puede Rob proteger a los suyos cuando ni siquiera recuerda quiénes son? Él cree que puede huir y salvarse, pero, ¿a qué costo? ¿Estaría segura su familia? Lisa y Rick están en riesgo ahora también, y por causa de él. Ellos lo ayudan porque creen que es la víctima, pero, ¿es ese realmente el caso? ¿Cómo puede estar seguro?

Ve con Rob y Lisa en su aparentemente insuperable carrera de obstáculos, y mientras tanto sumérgete en un mundo que, antaño, parecía imposible, o muy, muy lejano, pero que ahora se cierne más cerca cada día. Rob averiguará muchas cosas en su camino. Quizás, algunas de ellas, puedan enseñarnos algo a todos nosotros.

IdiomaEspañol
EditorialDennis Verneu
Fecha de lanzamiento6 ene 2023
ISBN9798201546083
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    Valle Inquietante. Inteligencia artificial. - Dennis Verneu

    En un mundo que está en caos político, social y ambiental, ¿cómo puede la raza humana sobrevivir otros 100 años?

    Stephen Hawkins, 4 de julio de 2006, en Yahoo! Respuestas.

    PRÓLOGO

    Nueve de cada diez . Esa es la razón de por qué a las máquinas se les hace muy difícil ser mejor que los seres vivos, y mucho más que los seres humanos. Porque nueve de cada diez veces, las cosas son lo que parecen. Y esa es la razón, a su vez, de por qué cualquier ser vivo, aún el más simple, es capaz de comprender y descifrar su entorno en una fracción de segundo y actuar en consecuencia. Porque una fracción de segundo es suficiente para ellos para identificar casi cualquier cosa, aún si no han visto ese objeto o no han estado en ese ambiente antes. ¿Piensas que esto es una exageración? Veamos.

    Mira cualquier objeto que esté en tus alrededores. Cualquiera. ¿A qué sabe, a qué tiene gusto? Extraña pregunta... ¡pero apuesto a que sabes! Intenta con otro objeto, incluso la pared vale. ¿Estás sonriendo? Sí, tú tienes una buena idea de a qué sabe cualquier objeto, aun si nunca antes lamiste el control remoto (cosa que supongo no hiciste). En efecto, tu conjetura es tan exacta que, nueve de cada diez veces (aproximadamente, por supuesto) resultará muy precisa. ¿Cómo es esto posible? Porque tu cerebro, basado en experiencias pasadas, las cuales puedes o no recordar, en el tacto, y en la vista (entre otras cosas) puede adivinar en un microsegundo a qué tiene gusto la pata de la mesa. Impresionantes como son, las computadoras son solo datos y circuitos. Los algoritmos son solo otro conjunto de datos, arreglados de una manera ordenada por alguien para que signifiquen algo en un sistema físico designado para interpretar dicho significado. Si tú y yo asistimos al mismo concierto, los cambios que ocurrirán en mi cerebro cuando yo escuche la quinta sinfonía de Beethoven serán completamente diferentes de los cambios que ocurrirán en tu cerebro, el cual es único debido a una vida de experiencias únicas, entre otras cosas. Esto es el por qué, como Sir Frederic Bartlett demostró en su libro Recordando (1932), de que nunca dos personas repetirán una historia que han oído de la misma manera y el porqué de que, con el tiempo, sus recuerdos y cuentos divergirán más y más. Ninguna copia de la historia es hecha jamás; más bien, cada individuo, al oír la historia, cambia hasta cierto grado. Suficiente como para que cuando les pregunten por la historia tiempo después (en algunos casos días, meses o aun años después de que Bartlett se las contara por primera vez en ese caso) ellos puedan reexperimentar el oír la historia hasta cierto grado, aunque no muy bien en la mayoría de los casos, como tú mismo habrás experimentado alguna vez cuando relatando una historia tu cónyuge o amigo insistían fastidiosamente en corregirte tu relato.

    Otra prueba. ¿Qué pasaría si un humano, o aun un perro o un gato, pisaran por primera vez en su vida una pista de hielo, descalzos? Aunque las pistas de hielo son una rara vista en nuestro recalentado mundo, quizás tú estás visualizando una divertida escena, y probablemente lo sería. Pero piensa en esto. Incluso ese animal, el cual nunca tocó hielo en su vida, en un segundo inferiría que está pasando, qué tiene que hacer para evitar daño, y qué podría hacer para escapar a un lugar seguro, lo que eventualmente lograría después de aprender cómo moverse en esa resbalosa superficie, no importa cuán torpemente. O quizás no pueda escapar por sí mismo y se sentaría ahí hasta que su dueño o alguien más lo rescatara, pero incluso eso es una decisión consciente y procesada con un cierto resultado esperado.

    Todo esto es mucho más que un experimento cómico, no obstante. Sus implicaciones son de amplio alcance. Hoy más que nunca, debido a que la llamada Inteligencia Artificial, la verdadera, no el algoritmo de búsqueda de Google, está en boga como nunca antes. Si eres lo suficientemente viejo podrías recordar Boston Dynamics, un fabricante de robots famoso muchos años atrás por sus robots, y porque Google los compró. Sus robots podían caminar en dos piernas, saltar, bailar, subir y bajar escaleras, y hasta hacer saltos mortales. Otro emulaba a un perro. Aquello de la pista de hielo no fue mi idea; alguien en aquellos tiempos puso uno de sus robots en un lago helado. A pesar de sus miles de sensores, giroscopios, cámaras, chips y procesadores, el robot, como era esperable, solo cayó y quedó en el hielo tirado, moviendo repetidamente sus miembros en vano. Por supuesto, después de que el video se volvió viral, la compañía actualizó su producto estrella. Más sensores, más programación, más poder, nuevo hardware, nuevos zapatos y todo lo que imagines... hasta que lo consiguieron. Los robots podían ahora moverse en superficies heladas, y salir de ellas, sin ningún daño. Pero, ¿quiénes son los inteligentes en ese caso? ¿El robot, o sus creadores?

    Con todo, algo comenzó a quedar claro. No importa cuántas hazañas las máquinas y los robots puedan lograr, simplemente están haciendo lo que su código les dice que hagan. Ellos no imaginan soluciones, o se hacen preguntas existenciales; funcionan siguiendo las instrucciones en el código. Cierto, algunas máquinas pueden resolver problemas extremadamente complejos en segundos, pero solo por ensayo y error. Sí, quizás a una velocidad de cien millones de operaciones por segundo, pero aun así por ensayo y error.

    Por ejemplo, si eres todavía más viejo, podrías recordar (o haber leído acerca de eso) cuando por primera vez una computadora (Deep Blue) venció al campeón mundial de ajedrez, Garri Kasparov. ¿Era Deep Blue más inteligente? No. Venció a Garri por fuerza bruta. La computadora podía probar miles de posibles movimientos y sus resultados por segundo, mientras que el pobre Garri podía procesar como máximo un par por segundo. El mérito, en todo caso, es para los programadores y los creadores de la máquina. Algo similar se puede decir de lo que pasó veinte años después, cuando AlphaGo, un programa desarrollado por Google, venció al campeón chino de Go (un juego de mesa chino con muchos más millones de posibles posiciones que el ajedrez). Es cierto, AlphaGo era mucho más poderoso que Deep Blue, pero para vencer al campeón jugó millones de partidas contra sí mismo, hasta que encontró la forma de vencer a un humano. Y, también verdadero, los programas modernos aprenden por sí solos a jugar juegos de posición y posibilidades. Sin embargo, aún hoy, necesitan millones de iteraciones, mientras que un humano puede aprender a jugar ajedrez o Go a un nivel razonablemente satisfactorio jugando unos pocos cientos de partidas.

    Porque los humanos pueden descartar intuitiva y naturalmente los movimientos que no producen buenos resultados, los cuales en ajedrez son la mayoría, cabe aclarar. Y esto en sí mismo es increíblemente más complejo y difícil de lo que parece a simple vista. Sabemos que los números son infinitos. Uno aprende eso a los cuatro o cinco años cuando nuestro padre o madre nos está enseñando a contar, y uno pregunta la pregunta obvia: ¿Cuál es el último número?. Ellos nos dicen que no, no hay tal cosa como el número más grande, o el último, son infinitos.

    Sin embargo, el infinito es mucho, mucho más grande y más infinito de lo que nuestra intuición supone, porque no solo los números son infinitos, también lo son las posibilidades. Por ejemplo, supón que tienes en tu estante una enciclopedia compuesta de diez tomos, del 1 al 10. Puedes ponerlos en orden: del 1 al 10. O al revés, del 10 al 1. O, si quieres que tus amigos pregunten por qué los ordenas incorrectamente (solo porque sí), puedes ordenarlos así: 1, 3, 2, 5, 4, 7, 6, 9, 8, 10. Aquí mencionamos tres posibles combinaciones u órdenes. ¿Cuántas posibilidades, crees tú, que existen? Vamos, confía en tu intuición. ¿Cien? ¿Mil? ¿Diez mil? Bueno, a menos que seas bueno con los números o estés acostumbrado a las estadísticas, la respuesta te sorprenderá: es factorial de 10, es decir, 3628800. Sí, puedes ordenar tu simple enciclopedia de diez tomos de tres millones seiscientos veintiocho mil ochocientas maneras diferentes. Impresionante, ¿no? Seguramente puedes ganar más de una apuesta con tus amigos cuando ellos te pregunten por qué ordenas mal los tomos.

    ¿Cuántas neuronas tiene tu cerebro? Miles de millones. ¿Cuántas células hay en tu cuerpo? Billones. ¿Cuántas estrellas? Innumerables. ¿Cuántos átomos en el universo? Incalculable. Piensas que esos números son abrumadores. Pero, ahora añade a eso, cuántas posibles conexiones hay entre ellos. ¿Entre las neuronas (sinapsis), células, átomos, protones, electrones...? Eso sí que te vuela la cabeza. Sin embargo, los seres vivos viven y medran, navegando el vasto y desconocido océano de infinitas posibles combinaciones de eventos como experimentados marineros, sin ninguna brújula o mapa aparentes.

    Volviendo al tema, en ese entonces los robots avanzados eran una novedad, divertidos e impresionantes artilugios con un futuro algo incierto. Pero ahora los robots han demostrado ser mucho más que eso. Ellos son hoy en día trabajadores, bomberos, policías —o más bien guardias metálicos armados—, choferes, limpiadores de casas y calles, mayordomos, mineros, cirujanos, astronautas... Su ayuda y habilidades son invaluables y, hasta cierto punto en nuestro muy complicado mundo, irremplazables.

    Así que, como sabes, los robots y los humanos viven juntos, o más bien, coexisten, con más o menos éxito (dependiendo de lo que consideras éxito), pero en un clima mucho menos apabullante y beligerante que el que la gente pronosticaba décadas atrás.

    1 - ENCENDIDO

    Tres de la mañana. El aire está helado, la noche oscura como boca de lobo. Cinco agentes están fuera de un almacén abandonado en las afueras de la ciudad. Tres en la gran puerta frontal, y dos afuera de la puerta trasera. Adentro hay tres furgones, muy reforzados. Sus motores están encendidos, y algunos hombres están cargando grandes cajas por la puerta trasera. Todos ellos están armados con pistolas y armas largas. Minutos después, uno de ellos cierra la puerta trasera de uno de los furgones, lo golpea dos veces con su palma, y grita:

    —Muy bien, vámonos, ¡muévanse, muévanse!

    Uno de los oficiales dice por la radio:

    —¡Procedan, ahora!

    Los dos agentes en la parte trasera rápidamente entraron al almacén, ordenando a los hombres que salieran de los furgones. Los tres agentes en el frente hicieron lo propio. Tres hombres salieron de una camioneta con sus manos arriba y dos agentes se acercaron para esposarlos. Nadie se mueve dentro de los otros dos furgones, y el agente líder otra vez grita, ordenándoles que salgan. De repente, ambos furgones empiezan a acelerar rápidamente hacia la puerta frontal, una al lado de la otra. Los agentes las esquivan y los furgones salen del almacén, destrozando las puertas delanteras con sus barras reforzadas.

    —Agente Cinco, quédate acá. Agentes Dos, Tres y Cuatro vengan conmigo. Los cuatro agentes empiezan a perseguir las camionetas por calles internas, corriendo a toda velocidad.

    Una pequeña ventana en la puerta trasera de cada van se abre, y una gran arma automática sale por ella, disparando ferozmente a los agentes con un ruido estruendoso. Los agentes responden los disparos, pero las camionetas son a prueba de balas, hasta los neumáticos. La batalla continúa y los furgones comienzan a ganar velocidad a medida que se acercan a un camino recto, que conduce a una salida fuera del complejo y hacia la autopista.

    —Dos y Tres, vayan por el furgón azul. Cuatro, conmigo.

    —No permitan que atraviesen los portones. Los agentes Dos y Tres van tras una furgoneta. La ametralladora continúa disparándoles, pero ellos alcanzan el furgón, uno por cada lado. La furgoneta no se detiene. Ambos agentes empiezan a disparar al vidrio de la puerta delantera, pero resiste. Mientas el agente que está en la derecha sigue disparando, el agente en la izquierda salta hacia la puerta del conductor y se apoya en el estribo. Con un rápido movimiento, él arranca al conductor del volante y lo saca fuera de la furgoneta. Luego se tira de la camioneta la cual, ya sin conductor, se estrella contra una gran columna, cien metros antes del portón de salida.

    A la misma vez, los agentes Cuatro y Uno van tras la segunda furgoneta. Hacen la misma maniobra que la otra pareja de agentes, pero esta vez, por una rendija en las ventanas, en cada puerta aparece un arma similar a una calibre 0.50 y empieza a dispararles. Tres balas impactan en el agente Cuatro, derribándolo. El agente Uno se da cuenta de que no podrá saltar a la puerta, así que se acerca al furgón y trepa al techo. La camioneta sigue acelerando, acercándose a la salida. El agente Uno, agachado, empieza a avanzar hacia el frente del furgón. De un salto, aterriza en el capot y gira, viendo de frente a los tres ocupantes a través del parabrisas con barras. Él sabe que no pueden dispararle; el vidrio es a prueba de balas así que si disparan las balas podrían rebotar dentro de la cabina, lo que no sería bueno para ellos. El agente saca de su bolsillo un pequeño dispositivo y lo pone cerca de la tranca del capot, cerca del radiador. Dos segundos después, el dispositivo explota, liberando el capot, y dejando un gran agujero en el chasis. Él arroja dos dispositivos idénticos a través del agujero, directamente al motor, y salta de la furgoneta. Los ocupantes piensan en abrir la puerta y saltar, pero no hay tiempo. Un instante después el motor explota, y la camioneta vuelca debido a la fuerza de la explosión; a treinta metros de la puerta de salida.

    EN UN CENTRO DE COMANDO, a veinte kilómetros del sitio de la redada, hay varias cabinas de realidad virtual. De cinco de ellas sale un oficial.

    —Bien hecho, muchachos, nueve criminales menos en las calles. —Hey, jefe —un joven y vivaz agente dice—, ¿cuándo dejaré de ser la niñera? ¡Yo también quiero algo de acción!

    —Todo el mundo tiene que pagar derecho de piso, Sargento. Estás haciéndolo muy bien, sigue trabajando, esto no es tan fácil como parece —respondió el agente Uno.

    2 - ARRANQUE

    Los robots despiertan muchos sentimientos. Algunos los aman, a otros les agradan, a otros les disgustan, otros los aborrecen, y algunos son completamente indiferentes a ellos. Yo mismo aún no he elegido un lado o definido una posición. Pero, a pesar de todo eso, lo que nadie puede negar es que son inofensivos. Bueno, la mayoría. Porque la mayoría honra el origen de su nombre, que viene del checo robota, que significa trabajos forzados, y está relacionado a rabota (servidumbre). El término fue acuñado por la obra de K. Čapek R.U.R.: Robots Universales de Rossum, escrita en 1920. Y ese es ciertamente el caso ya que los robots han reemplazado a los humanos en ejecutar tareas repetitivas y peligrosas que ellos prefieren no hacer o son incapaces de hacerlas por un sinfín de motivos, o que tienen lugar en ambientes extremos tales como el espacio exterior, un edificio en llamas, o el fondo del océano. Por años, el uso de robots en combate militar ha hecho surgir dudas éticas. Las posibilidades de la autonomía robótica y sus potenciales repercusiones han sido tratadas en ficción y en numerosos ensayos y podría ser una genuina preocupación en el futuro.

    En la mayoría de los países del mundo, después del SARS-CoV-3 y la pandemia de sarampión, y las dos crisis mundiales de alimento que le siguieron, el crimen creció a un nivel totalmente nuevo, y eso no es poco decir. Asaltos, robos, asesinatos, corrupción... todos los índices sobrepasaron los límites conocidos. Los partidos políticos estaban cada vez de acuerdo en menos cosas, pero todos se dieron cuenta de que había que hacer algo; y algo drástico, no algo superficial para tapar el ojo electoral. Así, varias organizaciones y países se unieron y una nueva organización fue creada. ROPOL. Y un nuevo programa internacional fue establecido. Trajo algo de orden al caos; sin embargo, su logro más notable, por lejos, fue el Roguard. A los más viejos, les hacía acordar a Robocop, un robot híbrido de una película de los 80, y con razón.

    Los Roguards eran robots con forma humana, bípedos, dos brazos, dos manos, una cabeza. Pero Robocop era un juguete en comparación. Eran enormes, como los jugadores de la NBA (los corpulentos, no los flacuchos), relativamente livianos, superrápidos, extremadamente robustos, e increíblemente fuertes. No tenían armas incluidas en su diseño, pero siempre portaban un pequeño arsenal. Eran casi imparables. A prueba de balas y de agua, el fuego y los químicos no les hacían ni un rasguño. Provistos con cientos de cámaras para todas las longitudes de onda del espectro, sensores, micrófonos, incluso radar y sonar; era imposible cegarlos. El único modo de pararlos era encerrándolos, ponerles un tanque encima, o cortarles una pierna. Pero aun eso no era tarea fácil. Los Roguards de grado militar podían ser golpeados con un pequeño misil y todavía caminar o nadar. Y algunos Roguards estaban equipados para volar, por si acaso.

    Tan pronto como fueron anunciados, los defensores de los derechos humanos, políticos desconocidos y activistas buscando sus quince minutos de fama, negacionistas, gremios policiales, neohippis, y muchos otros cuyo único propósito en la vida es estar contra algo y asegurarse de que todo el mundo lo supiera... todos pusieron el grito en el cielo.

    Pero eventualmente todas esas voces disminuyeron, porque el plan funcionó. Incorruptibles, incansables, conectados constantemente a internet, con radios y GPS y mapas y reconocimiento facial, cuando no estaban en una misión se paseaban por las calles cazando a cualquiera que estuviera en la lista de buscados del gobierno. Y no te podías esconder, a menos que vivieras en el desierto, en la Amazonia, o en las cloacas. Si cualquier cámara en las calles capta tu cara, o si te cruzas con uno de ellos (están permanentemente escaneando las caras de todos a su alrededor) y sucede que estás en la fatídica lista, dentro de minutos estarías rodeado por varios de ellos. Pero no temas, solo usan la fuerza como último recurso. Si te entregas, eres cortésmente llevado a la estación de policía más cercana, ileso, en una pieza. Eso sí, por otro lado, si te resistes, muestras animosidad o representas una amenaza, probablemente saltearías la estación e irías directamente al hospital, o la morgue.

    Pueden operar de dos maneras. La mayor parte del tiempo, mientras patrullan, lo hacen en modo autónomo, imponiendo respeto en las calles, disuadiendo a cualquier criminal desprevenido, y aun ayudando a los bomberos o cualquier otro en necesidad. Ciudadanos ejemplares. Pero cuando están en una misión, pueden actuar como drones, comandados por un oficial humano remotamente. Ellos son bípedos y tienen dos brazos no solo porque este es uno de los mejores y más ergonómicos diseños encontrados en la creación, sino porque es el diseño natural para ser operado por un humano. El agente está dentro de una cabina de realidad virtual, rodeado

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