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Me río o caño. Transformación del rió Arzopispo: Cinco relatos y creación sonora
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Me río o caño. Transformación del rió Arzopispo: Cinco relatos y creación sonora
Libro electrónico179 páginas2 horas

Me río o caño. Transformación del rió Arzopispo: Cinco relatos y creación sonora

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Este libro da cuenta de algunas transformaciones que sufre el río Arzobispo en su recorrido por Bogotá y en determinados momentos de su historia. Los cinco relatos que integran esta obra narran los cambios del río a través de su relación con tres tipos de personajes: la mujer indígena, que presenció las primeras transformaciones en la época de la Colonia; el habitante de la calle que vive en el río y el transeúnte, que vive en la localidad de Teusaquillo, en la parte baja del Arzobispo.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento14 abr 2020
ISBN9789587873610
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    Me río o caño. Transformación del rió Arzopispo - Juan Carlos Castillo Barrios

    Música del agua y poesía de la vida

    Gerardo Ardila¹

    Juan Carlos Castillo me pidió que preparara un prólogo para su libro, basado en los comentarios que hice hace dos años sobre su tesis para recibir el título de Magíster en Estudios Artísticos por la Universidad Distrital Francisco José de Caldas de Bogotá. Hoy, al revisar de nuevo mis palabras, escritas antes de oír la música que hizo parte medular de su sustentación, reconozco algunas ideas tibias en las dos páginas que envié entonces y me admiro por mi incapacidad para encontrar en esos días las razones de mi reacción emocional desbordada frente a la experiencia sonora. Los sonidos, la música electrónica cuya partitura estaba escrita en la vida misma, me produjeron una taquicardia: no podía respirar, no podía hablar, no podía impedir que el llanto me inundara. Emoción, pérdida de control, incapacidad del habla y el sonido retumbante de mi corazón hinchando los límites de mi cuerpo hasta el tope expansivo de las paredes del cuarto; muchos intentos para explicar un todo inexplicable.

    Vuelvo a ver la conexión, las relaciones que vislumbré entre varios temas, compuestos por cursos convergentes como arroyos que se encuentran en una zona álgida, inoculada en los oyentes a través de la música maravillosa: el primer afluente es la historia de un río urbano degradado en caño, para adecuarlo a las urgencias de la renta del suelo urbano, un producto de la terrible ruptura mental de los nexos entre la naturaleza y la vida humana. El segundo afluente es la historia y las percepciones del río contadas por sus habitantes, desarrapados moradores de la oscuridad de los caños cubiertos por la ciudad inhóspita, en cuyas narraciones aparece siempre el otro, habitante de la ciudad iluminada y caliente. El tercer afluente es la historia del recorrido personal del compositor para formar un grupo de juego con sus colegas músicos. Y, por último, la explosión de las sensaciones y de los sentidos de las cosas, la música, y con ella el gran problema de hacerla una experiencia vital irrepetible y liberadora, creada desde la confluencia de tan variados torrentes: una historia (la del río); unas vidas humanas pautadas desde antes de ser vidas (los habitantes del río, los habitantes de la ciudad, los músicos, los oyentes); y una sociedad creadora de una cultura excluyente que genera sentidos y significados encajados en una perspectiva-prisión que anula la experiencia vital, la que nos deja sin aliento.

    Este libro articula la investigación histórica, la exploración sociológica y un sentido del arte —a modo de libertad— que opera como un puente en su camino hacia la creación sonora, y le da sentido a cada uno de los pasos seguidos por el autor (compositor) para alcanzar la satisfacción del descubrimiento de la partitura en el cauce del río; una partitura que debe ser leída con todos los músculos, con los nervios y tendones, para lo cual el compositor se prepara con cada uno de sus compañeros de viaje. De juego, como lo indica en el libro. El texto tiene la estructura y el estilo de una novela, sin pretensiones cientificistas excluyentes, pero pleno de paisajes y experiencias vividas por actores que son a veces agua, a veces sombras y olores, a veces hombres y mujeres, a veces todo a una vez. Y los sonidos, la música, se hacen luz en la oscuridad de los recovecos subterráneos y se hacen corazón trayendo hasta el oído las palpitaciones de los cuerpos acuosos tensados por el miedo, la incertidumbre y por la ronda inminente de la muerte que obliga a valorar cada instante de la vida.

    La reflexión sobre el trabajo de investigación y creación como un juego, presentado por el compositor a partir de la observación de su hija de cinco años, rememora el famoso Metálogo del antropólogo y ecólogo Gregory Bateson, titulado Sobre los juegos y la seriedad, basado en una conversación entre un padre y su hija, a partir de la cual el autor plantea que todo el conocimiento opera bajo las reglas básicas y universales del juego. El paso siguiente, en el trabajo del maestro Castillo, es el de reconocer que toda investigación y creación deambula sobre una cuerda floja (o templada a diferentes tonos) construida por el azar y la contingencia. Su narración nos lleva a otro de los grandes pensadores e investigadores de nuestra época, Stephen Jay Gould (1989), quien concibe la historia y la evolución como un proceso estocástico, cuyos nodos principales están marcados por contingencias. Aunque toda su obra se construye sobre esta idea básica, es en su libro The Wonderful Life, donde despliega con detalle (a modo de novela) sus planteamientos más profundos acerca de la evolución, y en donde la evidencia del papel jugado por la contingencia en las características de la vida misma se hace mucho más explícita e incuestionable.

    El ejercicio realizado por el señor Castillo se desenvuelve dentro de los parámetros más lúcidos, aunque menos acartonados y rígidos, de la investigación científica contemporánea que reconoce en el arte —y en su manera de descubrir y construir realidades— un estilo y un camino, que se valen de un guion general para lanzarse a la aventura de descubrir lo no pensado, lo no realizado, lo no esperado: la contingencia alimenta la incertidumbre, sin la cual no hay sorpresa posible; no existe ningún avance sobre los rieles obligatorios de las certezas. Pero este método implica la renuncia a la posibilidad de la repetición, no deja lugar para la redundancia: cada vez que los músicos tocan sus juguetes se enfrentan con una partitura que cambia a cada momento, como cambia la vida.

    El amor, junto con la pasión por las búsquedas, llevan a la comprensión de la experiencia del conocimiento como éxtasis. Averroes, en el siglo XII, o Thomas van der Hammen, en el nacimiento del XXI, estuvieron de acuerdo en que no hay conocimiento posible por fuera del éxtasis, de la experiencia sensible de entregarse al mundo con el cuerpo entero y con el alma: somos alma y cuerpo, y la aventura del conocimiento es trasformadora porque nos toca por igual en los sueños que en la digestión. La aventura de Juan Carlos Castillo es una invitación (casi una angustia), alegre y amorosa, para retornar al río, para descubrir el carácter despectivo y el terrible peso político de las palabras cuando transformamos al río en caño, cuando borramos la historia y perdemos de vista las responsabilidades que nos competen a cada uno en la destrucción del universo y de los vínculos invisibles, pero poderosos, del paisaje y de la naturaleza con la vida biológica y espiritual de los seres humanos. Los ambientalistas encontrarán aquí una luz, una esperanza, una historia, un camino. Pero los artistas y los músicos podrán ver en este libro una manera de expresarse, de investigarse a sí mismos, de recorrerse usando los juguetes con los que construyen sus historias y dan sus peleas por la vida.

    Castillo es capaz de dar la palabra a los habitantes del río. Uno de esos hombres de las sombras describe con precisión de caminante y con lenguaje de poeta su amor por ese mundo invisible para los que no vemos y ya no podemos oír: en la 45 con 30 confluyen dos fuentes de agua diferentes: una delicada, de mal olor, contaminada; otra que él solo puede calificar de deliciosa. Él quiere recurrir de nuevo, regresar, al agua deliciosa que consume con su cuerpo y con su alma, al río donde encuentra su propio sagrario, lejos de la sociedad y de la gente, íntimo.

    Donald Lathrap, tal vez uno de los más grandes conocedores y amantes del Río Amazonas, nos enseñó que la gente amazónica no es gente de selva, sino gente de río, porque sus vidas están vinculadas al río, a sus ciclos, a sus lugares, a sus cadencias, a sus ritmos… Eso mismo nos muestra Juan Carlos Castillo, usando las mismas palabras y argumentos. Los habitantes de esta historia no son gente de la calle, habitantes de la calle, sino gente del río, habitantes del río. Así como lo es Juan Carlos, que logra mostrar a sus compinches de juego las múltiples maneras de liberar a sus juguetes para dejarlos vivir la creación sonora: esta parte fundamental de la vida que despreciamos ahogados en nuestra ignorancia y ahítos en nuestras nuevas formas de consumir, mientras creemos construir nuestros oscuros objetivos vitales.

    Después de vivir la experiencia de la música del río este libro desemboca en John Cage y en el estudio precioso de Cage que hizo Carmen Pardo (2014): el hacer de Cage se dirige hacia la multiplicidad y la no-linealidad. El arte debe ser sentido y no comprendido porque, según el compositor, la comprensión al creerse en posesión de las cosas, hace que no se sienta la necesidad de la experiencia (p. X). El regalo de Castillo es polimórfico: de las palabras como juego, del juego como método, del método como ruptura y libertad, de la libertad al sonido producido por la lectura de una partitura viva, cambiante, escrita en la naturaleza de un río vapuleado y maltratado por el afán del dinero y habitado por una sensibilidad extraña al gusto y a la interpretación; Castillo nos conduce a las entrañas de la ciudad para explorar nuestra propia conciencia y cuestionar nuestra pasmosa tranquilidad conviviendo con la muerte; nos invita a reconocer las huellas que eso que acontece como arte deja en el sentido de una racionalidad hecha sensibilidad.

    Este libro es innovador en más de un aspecto. Juan Carlos Castillo se deja arrastrar por la fuerza del juego, del azar, de la contingencia, del amor, de la belleza del lenguaje y de los sonidos, de las imágenes y de las historias, sin perder de vista la seriedad y el cuidado por un método, el método de la libertad. La unidad sagrada de cuerpo y espíritu. La libertad para buscar nuestro destino como humanos, hoy refundido en los avatares de nuestros afanes por satisfacer las modas, los rigores, los caminos trillados. Nos muestra otras sensibilidades posibles en el mundo oscuro subterráneo, lejanas para los que perdimos las orejas y cegamos los ojos en medio del ruido y de la luz: los olores, los sabores, los colores, los ritmos, y la música del agua.

    Esta cuidada edición permite que lleguen hasta los lectores cada uno de los regalos que Juan Carlos Castillo nos ofrece desde la renovada ternura de los niños.

    Bogotá, 12 de abril de 2019

    Referencias

    Bateson, G. (1972). Steps to an ecology of mind. Collected essays in anthropology, psychiatry, evolution, and epistemology. Northvale, New Jersey: Jason Aronson Inc.

    Gould, S. (1989). La vida maravillosa. Barcelona: Editorial Crítica.

    Pardo, C. (2014). La escucha oblicua, una invitación a John Cage. Madrid: Editorial Sexto Piso

    Presentación

    En mis años de infancia recuerdo que el abuelo me recogía en el colegio y, camino a casa, cruzábamos el Parque Nacional (ubicado en la calle 39, entre carreras 5 y 7). Esta era una oportunidad para asomarse al río Arzobispo y atravesar su curso sobre un puente de madera que era parte del recorrido. Años más tarde, en la adolescencia, como prueba de valor frente a los amigos, ingresaba con ellos al canal del río y caminábamos sobre su curso pasando por debajo de la carrera séptima, la carrera trece, la avenida Caracas, entre otras vías bajo las cuales transcurre canalizado.

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