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Historia del dinero
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Historia del dinero

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Obra donde se trata la historia del dinero desde su aparición hasta nuestros días; entre otras cuestiones, se aborda aquí: las razones por las cuales al oro y la plata se les consideró la materia monetaria por excelencia; el papel moneda y los bancos; los vínculos entre banca y poder; los bancos centrales y sus funciones y facultades; cómo se creó el dinero en la economía moderna; una síntesis del período en que reinó el oro como patrón monetario; las razones por las que el dólar alcanzó su supremacía después de la Segunda Guerra Mundial; las causas por las cuales colapsaron los acuerdos monetarios tomados en esa oportunidad; la retirada del respaldo en oro al dólar y sus consecuencias; el funcionamiento de los mercados de divisas en nuestros días; los problemas del actual Sistema Monetario Internacional; los complejos vínculos entre el dinero y las crisis; y una revisión sobre las criptomonedas.
IdiomaEspañol
EditorialRUTH
Fecha de lanzamiento30 jul 2020
ISBN9789590621796
Historia del dinero

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    Historia del dinero - Francisco Soberón Valdés

    Capítulo 1

    Orígenes del dinero

    ¿Qué es el dinero?

    Aunque el dinero es algo que todos manejamos a diario y hablamos sobre él como quien tiene un absoluto dominio con relación al tema, nos sorprenderíamos de la variedad de respuestas que obtendríamos si en un pequeño grupo de personas lanzamos la pregunta: ¿qué es el dinero? Algo parecido sucede con las definiciones de los especialistas. Algunos lo consideran como: el conjunto de activos que las personas utilizan para comprar y vender bienes y servicios a otras personas regularmente; otros lo ven como cualquier cosa que sea aceptada como un medio para pago de deudas, mientras que hay quienes lo señalan como una mercancía especial que tiene el desempeño de equivalente general en el intercambio de mercancías, un común denominador de todas las transacciones económicas, o simplemente como un objeto que por consentimiento general se usa para los compromisos comerciales y que sirve como medio de pago y medida de valor. Y así, sería muy variado el número de definiciones que se encontraría.

    De manera usual, el ciudadano común lo identifica con los billetes y las monedas que utiliza diariamente. Sin embargo, todas estas consideraciones no llegan a cubrir el vasto y complicado mundo del dinero. Adam Smith lo llamó la gran rueda de la circulación y el gran instrumento del comercio (Smith, 1956: 241). Marx fue mucho más allá que todos sus predecesores y ya a mediados del siglo xix nos alertaba de la complejidad del tema cuando afirmaba: el dinero no es un objeto, es una relación social (Marx, 1987: 43), e insistía en que las ilusiones sobre el sistema monetario se debían a la ignorancia de que el dinero, bajo la forma de un objeto natural con propiedades determinadas, representaba una relación social de producción (Marx, 1973: 31). Tres décadas más tarde, Federico Engels nos advertía que cuando los hombres inventaron el dinero, no sospechaban que habían creado un poder social nuevo, el poder universal único ante el que iba a inclinarse la sociedad entera (Engels, 1975: 132). Son tan complejas las relaciones que se establecen a partir del dinero, que en su larga e intensa vida, Gandhi llegó a la conclusión de que se podía confiar en las promesas de la gente sobre cualquier cosa, salvo si se trataba de dinero (Gandhi, 2013: 152).

    Para agregarle aún más complicaciones a este panorama, en la economía moderna es difícil precisar con certeza qué es dinero y más complicado aún resulta medirlo con exactitud, a partir del nivel de desarrollo de la banca, la evolución vertiginosa de las innovaciones financieras apoyadas en la informática y las telecomunicaciones, y el surgimiento de un sistema bancario a la sombra (al que me referiré con más detalles en otra parte de este libro) constituido por organizaciones financieras bastante menos reguladas que los bancos tradicionales, pero con funciones muy parecidas a las de estos.

    Como destaca un renombrado economista estadounidense, el efectivo y las cuentas contra las cuales se puede emitir cheques son dinero y son fáciles de medir; pero todo se complica cuando se trata de calcular la capacidad adquisitiva de las tarjetas de crédito, los distintos tipos de líneas de crédito que pueden o no utilizarse, o los saldos de las cuentas de ahorro que puede transferirse a las cuentas de cheques. En estas circunstancias, no es fácil trazar una línea divisoria entre los activos que pueden llamarse dinero y los demás. Las monedas que llevamos en el bolsillo forman parte claramente de la cantidad de dinero y un edificio claramente no, pero hay muchos activos que se encuentran entre estos extremos en los que la decisión es menos clara (Mankiw, 1998: 555). La medida más utilizada para cuantificar el dinero (denominada M-2) en los países con mercados financieros más desarrollados incluye, por lo general, el efectivo, cheques de viaje, depósitos a la vista, depósitos de ahorro, depósitos a plazo de poca cuantía, fondos de inversión en el mercado monetario y otras categorías de menor importancia. Dentro de estos elementos, los depósitos bancarios constituyen —generalmente por gran diferencia— la mayor parte del dinero en circulación. De hecho, contrario a lo que muchos pudieran imaginar, con frecuencia el efectivo es una pequeña parte del total del dinero en circulación. En los países más desarrollados es común que sea solo alrededor de un 10%. Por ejemplo, en los Estados Unidos es 11% y en los países que integran la Unión Europea 9,9% (Federal Reserve, 2018 y BCE, 2018). Este es un dato a recordar, cuando nos adentremos en la lectura de otros capítulos del presente libro, y en particular, aquel donde se explica cómo se crea el dinero en la economía actual.

    Un reflejo de la complejidad de los agregados monetarios y su cuantificación es que en los Estados Unidos existe otra medida, denominada M-3, que era de suponer incluía el total de dinero disponible en ese país y que dejó de informarse públicamente desde el año 2006.

    ¿Cómo surge el dinero?

    El dinero no ha existido desde el origen de la sociedad humana ni se creó como resultado de deliberaciones o acuerdos, sino que se constituyó espontáneamente como parte del desarrollo del proceso de cambio (Marx, 1973: 50). En determinadas fases de la historia, cuando no se producía un excedente que propiciara su intercambio, según las necesidades de cada cual, no había espacio para el dinero; pero una vez consolidada la división del trabajo, era muy reducida la porción de las necesidades de un hombre que podía ser atendida con los productos de su propio trabajo y este satisfacía la mayor parte cambiando el excedente de productos de su propio trabajo, por las cantidades de los productos del trabajo de otros hombres que a él le podían convenir.

    Cuando el excedente de productos era muy limitado, este se podía realizar con cierta facilidad mediante el trueque, simplemente cambiando un producto físico que se poseía y no se necesitaba, por otro que se requería y no se tenía. Pero en la medida que la sociedad humana se desarrollaba y se hacían más numerosos y variados los productos susceptibles de ser intercambiados, el sistema de trueque resultaba más engorroso y la propia vida iba creando la necesidad de encontrar un producto que fuese apreciado por todos y generalmente aceptado a cambio de cualquier otro, que sirviese de medio de cambio.

    Refiriéndose a los orígenes del dinero, Aristóteles explica que la fórmula del trueque era natural porque solamente servía para satisfacer necesidades y agrega:

    A medida que estas relaciones de auxilios mutuos se transformaron, desenvolviéndose mediante la importación de los objetos de que se carecía y la exportación de aquellos que abundaban, la necesidad introdujo el uso de la moneda, porque las cosas indispensables a la vida son naturalmente difíciles de transportar. Se convino en dar y recibir en los cambios una materia que, además de ser útil por sí misma, fuese fácilmente manejable en los usos habituales de la vida; y así se tomaron el hierro, por ejemplo, la plata, u otra sustancia análoga, cuya dimensión y cuyo peso se fijaron desde luego, y después, para evitar la molestia de continuas rectificaciones, se las marcó con un sello particular, que es el signo de su valor. Con la moneda, originada por los primeros cambios indispensables, nació igualmente la venta, otra forma de adquisición excesivamente sencilla en el origen, pero perfeccionada bien pronto por la experiencia, que reveló cómo la circulación de los objetos podía ser origen y fuente de ganancias considerables (Aristóteles, s/f: 23).

    A través de la historia fueron disímiles los productos que realizaron esta función. En las épocas incipientes del intercambio mercantil lo fue el ganado vacuno,¹ en Abisinia era la sal el instrumento corriente de comercio; en las costas de la India se utilizaban las conchas para este propósito; en Newfoundland el bacalao seco; en Virginia, el tabaco; en algunos países las pieles y en Escocia aún en el siglo xviii existía una aldea en que se utilizaban los clavos para este fin (Smith, 1956: 24 y 25).

    1 Sobre el uso del ganado en funciones de dinero, Engels explica que cuando las tribus pastoriles se separaron del resto de los salvajes, encontramos enteramente formadas las condiciones necesarias para el cambio entre los miembros de tribus diferentes y para el desarrollo y consolidación del cambio como una institución regular. "Al principio, el cambio se hizo de tribu a tribu, por mediación de los jefes de las gens; pero cuando los rebaños empezaron poco a poco a ser propiedad privada, el cambio entre individuos fue predominando más y más y acabó por ser la forma única. El principal artículo que las tribus de pastores ofrecían en cambio a sus vecinos era el ganado; este llegó a ser la mercancía que valoraba a todas las demás y se aceptaba con mucho gusto en todas partes a cambio de ellas; en una palabra, el ganado desempeñó las funciones de dinero y sirvió como tal ya en aquella época. Con esa rapidez y precisión se desarrolló desde el comienzo mismo del cambio de mercancías la necesidad de una mercancía que sirviese de dinero" (Engels, 1975: 189-190).

    En nuestra región, los conquistadores españoles quedaron sorprendidos al ver que los habitantes de La Nueva España (México) utilizaban el oro para fabricar adornos y joyas, pero que su moneda era el cacao. El cronista y capellán de origen italiano Pedro Mártir de Anglería cuyos vínculos con Colón y con los monarcas españoles le permitió escribir una minuciosa obra sobre la conquista del Nuevo Mundo, explica en esta que los enviados de Moctezuma ofrecieron a Cortés en Veracruz un vino (Nota: el chocolate) que los reyes y próceres beben y es distinto del que consume el pueblo [...] lo obtienen de ciertas almendras que a ellos les sirven de moneda (Mártir de Anglería: 2018: 16) y en otras partes de su obra, se expresa asombro con respecto a una moneda que puede tomarse de un árbol, el cacao, (al cual denomina como árbol de la moneda) y que no tiene que extraerse de las entrañas de la tierra ni esconderse en estas por avaricia o en momentos de peligros o guerra inminentes. Hace un simpático comentario sobre la utilización del cacao como moneda:

    Ya he dicho que la moneda corriente entre ellos es cierto fruto de unos árboles a que les dan el nombre de cacao. Su utilidad es doble, pues además de servir para el uso indicado, se fabrica con él una bebida. De por sí no es comestible por ser amarguilla, aunque tierna como la almendra mondada, pero triturada se la reserva para dicha fabricación. Echando en agua un poco de ese polvo y revolviéndolo un tanto, resulta un bebida digna de un rey, ¡oh feliz moneda que proporcionas al linaje humano tan deliciosa y útil poción y mantienes a sus poseedores libres de la infernal peste de la avaricia, ya que no se te puede enterrar ni conservar mucho tiempo! (Mártir de Anglería: 2018: 16-17).

    Nos dice además, que Cortés, con su consabida astucia, mantuvo la costumbre de utilizar el cacao como moneda, que percibía los tributos de los caciques en ese producto y con él pagaba los estipendios a los soldados y todos sus gastos, además de utilizarlo como bebida, por supuesto (Mártir de Anglería, 2018: 17-19).

    De forma paulatina, por sus propiedades y, en particular, por su utilidad y durabilidad, los metales fueron imponiéndose por sobre todos los demás productos que se utilizaron eventualmente como dinero. El hierro y el cobre realizaron esta función en distintas épocas y lugares, pero ningún producto ha cumplido de manera tan general, y por tan largo tiempo, las funciones de dinero como el oro y la plata, sobre los cuales trataremos en el próximo capítulo.

    Serían numerosas las informaciones que se pudieran brindar para ilustrar el complejo recorrido del dinero desde la Antigüedad hasta nuestros días, y las interesantes situaciones que se producen asociados al uso de este, aún en la actualidad. Me limitaré a exponer dos ejemplos. El primero, el de la isla de Yap, perteneciente al archipiélago de Micronesia, donde aún en el presente se utiliza como forma de pago grandes discos de piedra caliza. Algunas pueden tener hasta 4 m de diámetro y pesar 15 t. Los habitantes de Yap llegaron hace varios siglos a una isla del archipiélago de Palau situada a 400 millas donde descubrieron una roca que era desconocida para ellos. La extrajeron y la llevaron a Yap, donde las tallaron con una perforación en el centro para pasar un palo por el medio y poder maniobrarlas. Esas piedras llamadas "fei" se encuentran al aire libre, paradas de canto al lado de una carretera o de una casa. Cada "fei" no tiene que hallarse necesariamente en poder del propietario. Cuando se realiza una operación el nuevo dueño se contenta con una declaración formal de cesión. En la actualidad se siguen utilizando para pagar cosas de gran valor como una casa o un terreno, mientras que para las transacciones menores se utilizan dólares o yenes (BCRA, s/f).

    El segundo, el de Somalia, donde el Gobierno no ha emitido papel moneda en los últimos 25 años, lo que ha complicado el funcionamiento de esa economía. Según un artículo de la British Broadcating Corporation (BBC) es usual que los habitantes de este país lleguen a los comercios con un maletín lleno de billetes para comprar productos de distinta naturaleza, pero la gran mayoría de esos billetes huele muy mal y está a punto de desintegrarse. Además, 98% de los que circulan son falsos, de acuerdo al Fondo Monetario Internacional (FMI). La gente los utiliza, pero no fueron impresos por el Banco Central de Somalia. Hay personas que pueden entrar a las tiendas con miles y miles de chelines (la moneda oficial somalí), pero el dependiente no puede contar semejante cantidad de dinero, así que confía en que en el bolso que le entregan está la cantidad que le dicen, lo acepta y entrega los productos. Y es en este contexto que el Gobierno somalí anunció que imprimirá pronto billetes de chelines, por primera vez en más de un cuarto de siglo. La última ocasión en que se emitieron fue antes de 1991, fecha en la cual se inició una guerra civil entre clanes que se prolongó por décadas, durante la cual dejó de funcionar el banco central. La situación empeoró cuando empezaron a circular en el país diferentes monedas, como las que imprimían los clanes rivales, algunos empresarios y el chelín de Somalilandia (un territorio independiente que se separó de Somalia, pero que no es reconocido internacionalmente como un país). El nuevo proceso de emisión cuenta con el aval del FMI y se calcula que su costo será de 70 millones de dólares. La escasez de billetes y el hecho de que solo 2% de los que circulan no son falsificados, ha dado lugar a una economía dolarizada y a un mercado paralelo electrónico. Los dólares que se mueven en el mercado provienen de remesas enviadas por expatriados, ayuda internacional o comercio ganadero. Ese dinero también se utiliza en transferencias realizadas a través de teléfonos celulares. Somalia se ha convertido en un país pionero en ese tipo de transacciones. Estas operaciones equivalen a 1400 millones de dólares, lo que representa aproximadamente 20% del Producto Interno Bruto (PIB). Hay un mecanismo llamado hawala, que funciona de forma similar a empresas como Western Union y que le permite a los somalíes comprar lo que quieran en cualquier establecimiento y pagar con el móvil. En los comercios el valor del producto aparece en una especie de pantalla que hay en el lugar, a través de la cual el dependiente confirma la recepción del dinero. Este sistema se ha fortalecido a lo largo de los últimos diez años porque es práctico y muy conveniente. Las redes de comunicación que permiten el funcionamiento del sistema están en control de empresas privadas en distintos puntos del país (BBC, 2017; SPA, 2018 y CGTN, 2018).

    Dinero mercancía, dinero representativo y dinero fiduciario

    El dinero ha transitado por un proceso histórico, mediante el cual primero fue dinero mercancía, como ya se indicó, bienes con un valor intrínseco como la sal, el pescado, el ganado, los metales preciosos, etc. Con posterioridad fue dinero representativo constituido por papel moneda respaldado por metales preciosos que podía ser convertido por su poseedor en oro y/o plata en cualquier momento que lo deseara. Por último, desde la década de los setenta del pasado siglo, es solo papel moneda sin ningún tipo de respaldo, excepto la disposición legal del Gobierno, de que debe ser aceptado como pago de cualquier bien o servicio y para saldar cualquier deuda, y se le denomina dinero fiduciario. En los textos consultados en idioma español se utiliza indistintamente la denominación "dinero fiat o dinero fiduciario" para referirse al dinero sin respaldo metálico, mientras que en inglés prevalece el término fiat. Por ejemplo, en su sitio web en español el Banco Central Europeo (BCE) expresa:

    La naturaleza del dinero ha evolucionado a lo largo del tiempo. La primera forma de dinero fue el dinero mercancía, es decir, un objeto hecho de un material con valor de mercado, como las monedas de oro. Más adelante, apareció el dinero representativo, que consistía en billetes que podían cambiarse por una determinada cantidad de oro o plata. Las economías modernas, incluida la zona del euro, utilizan el dinero fiduciario, que es la moneda declarada de curso legal y emitida por un banco central, pero que, a diferencia del dinero representativo, no puede convertirse, por ejemplo, en una cantidad fija de oro. Aunque no tiene valor intrínseco —en principio, el papel utilizado para fabricar billetes carece de valor—, se acepta a cambio de bienes y servicios porque los ciudadanos confían en que el banco central mantenga estable el valor de la moneda a lo largo del tiempo. Si los bancos centrales fracasaran en esta tarea, el dinero fiduciario perdería su aceptación general como medio de pago y su atractivo como depósito de valor. El dinero actual también puede existir independientemente de su representación física. Puede registrarse en una cuenta bancaria en forma de apunte electrónico o estar depositado en una cuenta de ahorros. El dinero digital o electrónico es un valor monetario almacenado, por ejemplo, en tarjetas de prepago o teléfonos inteligentes. Y los adeudos directos, los pagos por Internet y las transferencias con tarjetas son formas de pago para las que no se necesita efectivo. Existen incluso nuevas monedas digitales descentralizadas o sistemas de dinero virtual, como Bitcom, que funcionan sin un punto central de control como un banco central y que no se consideran dinero desde una perspectiva legal (BCE, 2017).

    Como puede apreciarse en este texto en idioma español, se refieren a los conceptos dinero representativo y dinero fiduciario; sin embargo, en el texto en inglés, traducen dinero representativo como representative money y dinero fiduciario como fiat money, o sea, que no establecen ninguna diferencia entre fiat y fiduciario, más allá de la correspondiente traducción de un idioma al otro. En el presente libro, se emplean los términos dinero mercancía, dinero representativo y dinero fiduciario, por considerar que son los más claros, los que mejor se ajustan a la esencia del tema y los más utilizados en idioma español (Ver, entre otros: Financial Times, 2018 y labolsa, 2018).

    Funciones del dinero

    Se considera como funciones del dinero aceptadas universalmente las de servir de unidad de cuenta, medio de cambio, y depósito de valor. Hay una cuarta función sobre la cual existen distintos puntos de vista, la de medio de pago, que muchos perciben como parte de su función de medio de cambio.

    Como unidad de cuenta o medida de valor, el dinero permite medir el valor de bienes y servicios de muy diversa naturaleza y compararlos entre sí, al igual que las medidas de peso dan la posibilidad de comparar el peso de artículos muy disímiles. Mediante esta función del dinero, con el auxilio de la contabilidad, se puede llevar a un denominador común y expresar con precisión la actividad de las empresas, conocer y evaluar sus ingresos, sus costos, sus beneficios, la efectividad de sus inversiones, etc., al igual que mediante las cuentas nacionales da la posibilidad de medir los resultados macroeconómicos de un país en términos de su PIB, su presupuesto fiscal, sus agregados monetarios, etcétera.²

    2 Profundizando en los aspectos subyacentes de este tema, Marx señala que no es el dinero el que hace que las mercancías sean conmensurables, sino al revés: por ser todas las mercancías consideradas como valor, trabajo humano materializado, y por tanto, conmensurables de por sí; es por lo que todos sus valores pueden medirse en la misma mercancía específica y esta convertirse en su medida común de valor, o sea, en dinero. El dinero como medida de valor, es la forma o manifestación necesaria de la medida inmanente de valor de las mercancías: el tiempo de trabajo. Afirma que el precio o la forma dinero de las mercancías es una forma distinta de su corporeidad real y tangible, una forma puramente imaginaria y añade que en su función de medida de valor el dinero actúa, por tanto como dinero puramente imaginario o ideal. Al referirnos a estas concepciones marxistas, debemos tener en cuenta que en sus brillantes análisis en El Capital y otras obras, Marx se refiere a relaciones de valor entre las mercancías que le son inherentes pero que no son visibles, pues como bien sabemos en ninguna vidriera una mercancía se cotiza en términos de tiempo de trabajo necesario para su producción, y la expresión en dinero del valor —su precio—, es la que todos conocemos y manejamos en nuestras varias facetas como productores, comerciantes, consumidores, etc. y, por tanto, la que se nos presenta como realidad cotidiana. El propio Marx nos aclara que la forma precio lleva implícita la necesidad de enajenar la mercancía, por lo que detrás de la medida ideal de valores acecha, el dinero contante y sonante. Para quienes quieran profundizar, ver también el capítulo III del tomo 1 de El Capital donde explica porque el dinero no representa directamente el tiempo de trabajo (Marx, 1965: t. 1, 60, 61 y 69).

    En su función de medio de cambio el dinero facilita y agiliza las transacciones y permite que alguien que requiere un bien o un servicio, pueda adquirirlo de inmediato. De no existir el dinero, quien necesitase un bien o un servicio tendrían que pagarlo a su vez con el bien o servicio que produce (trueque) y tendría que dedicar gran tiempo y esfuerzo a encontrar a alguien que tenga lo que él necesita y necesite lo que él tiene. Para cumplir esta función es imprescindible que el dinero tenga ciertos requisitos, entre otros: aceptación general, fácil de reconocer, portar y transportar; debe ser duradero y difícil de falsificar.

    El dinero también cumple la función de depósito de valor, pues no todos gastan sus ingresos monetarios en el mismo momento en que lo reciben y usualmente atesoran una cantidad para atender necesidades futuras.³

    3 Según John Maynard Keynes, existen ocho motivos por los cuales las personas ahorramos: formar una reserva para contingencias imprevistas; proveer para una anticipada relación futura entre el ingreso y las necesidades del individuo y su familia; gozar del interés y la apreciación, es decir, porque un consumo real en fecha futura se prefiera a un consumo inmediato menor; disfrutar de un gasto gradualmente creciente; disfrutar de una sensación de independencia y del poder de hacer cosas; asegurarse de una masse de maneuvre para realizar proyectos especulativos o de negocios; lograr una fortuna y satisfacer la pura avaricia (Keynes, 1984: 102); mientras Marx señalaba que el atesorador sacrifica los placeres de la carne al fetiche del oro, que abraza el evangelio de la abstención, que la laboriosidad, el ahorro y la avaricia son sus virtudes cardinales y el vender mucho y comprar poco el compendio de su ciencia económica (Marx, 1965: t. 1, 96-97). Solo habría que agregar que la pérdida del poder adquisitivo como resultado de la inflación, es su mayor enemigo.

    La función de medio de pago, sobre la cual existen distintos puntos de vista, según ya se indicó, surgió como resultado del desarrollo del comercio y la aparición del crédito que permite que el pago se realice en un momento futuro distinto a aquel en que se ejecuta la transacción de compraventa de la mercancía o el servicio. Un poseedor de mercancías que ya existen las vende, mientras que otro compra como representante del dinero o de un dinero futuro. En este caso el vendedor se convierte en acreedor, el comprador en deudor (Marx, 1965: t. 1, 99). Algunos consideran que esta transacción es simplemente un cambio de mercancías presentes por mercancías futuras y la incluyen dentro de las funciones del dinero como medio de cambio (Mises, s/f: 1.1.18), pero otros creen que en este caso el dinero tiene una nueva función y mediante la separación de venta y pago, se convierte en medio de pago pues ha cesado el fenómenos simultáneo de los equivalentes mercancía y dinero en ambos polos del proceso de venta; el medio de pago entra en circulación pero después que la mercancía ha salido de ella y, por tanto, el dinero ya no media en el proceso, sino que lo concluye independientemente (Hilferding, 1973: 54).

    Los estudiosos de la obra de Marx conocen que este se refiere a una quinta función del dinero como dinero mundial. En Contribución a la crítica de la Economía Política resume la secuencia mediante la cual el oro se convierte en dinero y, franqueando las barreras de la circulación interior, desempeña en el mundo de las mercancías la función de equivalente general y concluye que de este modo llega a ser el dinero mundial (Marx, 1973: 179). En el primer tomo de El Capital expone que el oro y la plata en su papel de dinero mundial funcionan como medio general de pago, como medio general de compra y como materialización social absoluta de la riqueza general (Universal wealth). Su función de medio de pago, para nivelar los saldos internacionales, es la predominante (Marx, 1965: t. 1, 107-108). En el tomo 3 agrega: […] el dinero en su función de medio internacional de pago, es el oro en su corporeidad metálica, como sustancia de valor por si, como masa de valor (Marx, 1965: t. 3, 479).

    Sobre esta cuestión debemos tener presente que en la actualidad las monedas no tienen un respaldo metálico⁴ y que como parte de su estrategia política y económica, los Estados Unidos lanzaron una verdadera cruzada antioro durante la década de los setenta del siglo xx, tratando por todos los medios de consolidar la hegemonía del dólar y de blindarse contra toda posibilidad de que el oro pudiera ocupar nuevamente el centro del SMI. Como culminación de sus acciones, en la reunión del FMI efectuada en Jamaica en 1976, logró imponer la Segunda Enmienda del Acuerdo Constitutivo del FMI, que entró en vigor en 1978, dando así el paso final para despojar al oro de toda función en el SMI.

    4 Aun cuando las monedas carecen actualmente de respaldo metálico, esta palabra sigue usándose como sinónimo de efectivo —premio en metálico, pago en metálico, etc.— y en los diccionarios usualmente se define como dinero amonedado o billetes).

    La citada enmienda excluye la posibilidad de fijar el valor de una moneda tomando el oro como referencia. Sin un país determina establecer una paridad fija de su signo monetario, podría hacerlo vinculándola a los derechos especiales de giro, a otra moneda o a otra unidad de cuenta, pero no al oro.

    5 Los Derechos Especiales de Giro (DEG) son emitidos por el FMI y constituyen un activo de reserva complementario y una unidad de cuenta de esa organización y de algunos organismos internacionales, a lo cual nos referiremos con más detalles en otros capítulos de este libro.

    Asimismo, se decidió que el FMI debía seguir una política dirigida a asegurar que los mercados de oro no estuviesen sujetos a manipulación (léase regulación estatal) y que no se estableciera un precio fijo. O sea, el FMI debería dirigir todos sus esfuerzos a garantizar que el oro tuviese el mismo tratamiento que cualquier otro producto físico, y que no volviese a asumir sus anteriores funciones monetarias. Se abolió cualquier noción de un precio oficial para el oro y se derogó toda obligación de los países miembros de hacer pagos al FMI en oro.

    De manera que en las circunstancias actuales el oro no desempeña funciones monetarias y ha quedado como un producto bursátil más, con la característica peculiar de que es la única mercancía que se acepta como parte de las reservas internacionales de los países,⁶ y en la actualidad representa alrededor del 10% del total de estas a nivel mundial (FMI, 2017).

    6 Se denomina reservas internacionales a los recursos financieros que se encuentran bajo el control de las autoridades monetarias de un país, las cuales están constituidas por divisas libremente convertibles, oro, Derechos Especiales de Giro, distribuidos por el FMI, y la llamada posición en el tramo de reserva en el FMI, que en síntesis representa la suma que un país tiene a su disposición en esa organización. Para cualquier país es necesario contar con reservas internacionales, ya que resulta imposible conocer con precisión si los ingresos de la cuenta corriente de la balanza de pagos serán siempre suficientes para afrontar los egresos; asimismo, no puede saberse con seguridad si en caso de un déficit será posible cubrirlo con un mayor endeudamiento externo o captando inversión extranjera directa, que son los conceptos principales por los cuales se recibe flujos financieros del exterior. Cuando prevalecía el patrón oro, una parte fundamental de estas reservas se mantenía en este metal, a los efectos de hacer frente a los déficit de la cuenta corriente que no podían atenderse por la vía del endeudamiento externo o de la captación de inversión extranjera directa. En la actualidad, alrededor de ٨٧٪ de las reservas internacionales de los países está constituido por divisas de amplia aceptación internacional, como el dólar, el euro, el yen, la libra esterlina y otras; los mencionados activos del FMI 3% y 10% por el oro (FMI, 2017).

    No obstante, el oro es, como lo ha sido históricamente, un depósito de valor al que acuden los inversores sobre todo en los momentos de inestabilidad económica o política.⁷ En la Guerra y La Paz, Tolstói nos cuenta que en la víspera de la llegada de Napoleón a Moscú, el valor de los billetes de banco bajaba de manera incesante, mientras que el del oro subía cada vez más. Lo mismo sucedió cuando Napoleón escapó de su encierro en la isla de Elba en 1815, cuando los soviéticos invadieron Afganistán en 1979, o en muchísimas otras situaciones de peligro e incertidumbre a través de la historia. Más recientemente, en el transcurso de la presente crisis global, tuvo momentos en que llegó a triplicar su precio con respecto a 2006 alcanzando cotas superiores a los 1800 dólares la onza (Tolstói, s/f: 217; Green, 1983: 13; Farchy, 2010 y Goldprices, 2018).

    7 La aceptación del oro es tan universal que, según el interesante libro El Nuevo Mundo del oro del investigador británico Timothy Green, el Gobierno de los Estados Unidos equipaba a sus paracaidistas con kits de oro para ser usados en su fuga y evasión. Por ejemplo, el kit del sudeste asiático contenía una cadena, un medallón, dos monedas y un reloj de pulsera, todo ello de oro. El oro era incluido con propósitos de trueque, según se explica (Green, 1983: 15).

    Capítulo 2

    El advenimiento de las monedas

    El oro y la plata: materia natural del dinero

    Es difícil encontrar una explicación más brillante de las razones por las cuales el oro y la plata fueron desplazando de forma gradual todos los demás productos —incluyendo otros metales como el cobre y el hierro— utilizados como dinero en distintos lugares y épocas, que la que nos ofrece Marx en su obra Contribución a la crítica de la Economía Política en 1859. Explica Marx que la primera condición para que una mercancía haga oficio de medida de valor es que sea capaz de representar diferencias puramente cuantitativas, dando por supuestas la identidad, la homogeneidad de la calidad, y continúa:

    Si evalúo, por ejemplo, todas las mercancías en bueyes, pieles, cereales, etc., tengo que medirlas, en realidad, con el buey medio ideal, la piel media ideal, puesto que entre buey y buey, grano y grano, piel y piel, hay diferencia cualitativa. El oro y la plata por el contrario, como son cuerpos simples, son siempre idénticos a sí mismos e iguales quanta de estos metales representan valores de magnitud idéntica. La otra condición que debe cumplir la mercancía que sirve de equivalente general, y que se deduce directamente de la función de representar diferencias puramente cuantitativas, es que se pueda dividir en partes cualesquiera y volver a reunir estas partes de manera que el dinero contante pueda ser representado también de un modo sensible. El oro y la plata poseen estas cualidades en grado superior.

    En calidad de medio de circulación el oro y la plata ofrecen la ventaja sobre las demás mercancías de que a su peso específico elevado, que representa un peso grande en poco espacio, corresponde su peso específico económico que les permite encerrar mucho tiempo de trabajo, es decir un gran valor de cambio bajo un pequeño volumen. Esto asegura la facilidad del transporte, el paso de una mano a otra y de un país a otro, la facultad de aparecer y desaparecer con igual rapidez; en una palabra, la movilidad material, el sine qua non de la mercancía que debe servir de perpetuum mobile en el proceso de circulación.

    El alto valor específico de los metales preciosos, su duración, su relativa indestructibilidad, su inalterabilidad en el aire —y especialmente en cuanto al oro, su indisolubilidad en los ácidos, excepto en el agua regia— todas estas propiedades naturales hacen de los metales preciosos la materia natural de atesoramiento. […]

    La gran importancia de los metales en general, en el interior del proceso inmediato de producción, está ligada a su función de instrumento de producción. Independientemente de su rareza, la gran maleabilidad del oro y la plata comparados con el hierro y hasta con el cobre (en el estado endurecido en que lo empleaban los antiguos) impide que se les utilice para herramientas y los despoja en una gran medida de la cualidad sobre la cual reposa el valor de uso de los metales en general. Inútiles en el proceso inmediato de producción, no son indispensables como medio de existencia, como objetos de consumo. Pueden entrar en el proceso de circulación social en cualquier cantidad, sin perjudicar a los procesos de la producción y del consumo inmediatos. Su valor de uso individual no está en pugna con su función económica. Por otra parte el oro y la plata no son únicamente objetos negativamente superfluos, es decir, no indispensables, sino que sus cualidades estéticas hacen de ellos la materia natural del lujo, del adorno, de la suntuosidad, de las necesidades de los días de gala; en una palabra, la forma positiva de la superfluidad y de la riqueza.

    […]

    Finalmente la facultad que poseen el oro y la plata de pasar de la forma de moneda a la de lingote, de esta a la de artículos de lujo e inversamente; la ventaja que tienen sobre las demás mercancías de no quedar fijadas en forma de uso una vez dadas, determinadas, hacen de estos metales la materia natural del dinero que perpetuamente debe dar vueltas de una forma determinada a otra (Marx, 1973: 185-188).

    Ocho años más tarde, en el primer tomo de El Capital volvía sobre el tema exponiendo cómo el oro fue adquiriendo la función de equivalente general, suministrando al mundo de las mercancías el material de su expresión de valor

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