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Historia y Futuro de 2 Partidos
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Historia y Futuro de 2 Partidos

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LA HISTORIA DE AMERICA LATINA en el último medio siglo es un “drama en tres actos”. Primer acto: dictaduras derrotan a la izquierda armada en el terreno militar. Segundo acto: regresa la democracia, y el fin del comunismo soviético, coincide con una década de “economías de libre mercado” (los años ‘90) Tercer acto: los antiguos guerrilleros toman el poder en casi todos los países.

¿Qué paso?

En el primer mundo no fue muy diferente: la guerra fría termina con Margaret Thatcher y Ronald Reagan saneando las economías anglosajonas, cae el Muro de Berlín, copando con el “Imperio del Mal”. Pero, apenas salen los “Neoliberales” de la escena, aparece súbitamente un horroroso imperio del mal (segunda edición) y tras el una (crisis económica global que aún no concluye, lo cual como otras veces, ha llevado nuevamente a Ias izquierdas al poder.

Este libro, reúne algunas de las piezas del rompecabezas. En torno a dos de los muchos hilos conductores para develar la trama. Nos referimos a las historias paralelas de los partidos Republicano en los Estados Unidos y Acción Democrática en Venezuela, ¿partidos políticos? ¿No están los partidos entre los peores villanos de la película? SI!. Es lo que vemos a diario, con guión escrito por los promotores de aquella “dictadura del relativismo”, cuya denuncia más fuerte y valiente la hizo el Papa Benedicto XVI, hoy retirado.

El autor le invita a ver esta “película” para entender que es lo que pasa.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento18 nov 2013
ISBN9781311080929
Historia y Futuro de 2 Partidos
Autor

Julio Camino

Julio Camino comes from a political family and since his youth was a member of a major political party in Venezuela. Julio Camino was a member of the Venezuelan Congress and a leader in the International Parliamentarian Organization. He has Executive Branch and private sector experience in Venezuela. In journalism he has worked for major mass media outlets in Venezuela and abroad. The author has been focusing on the American issues for a long time. Julio Camino (1950), venezolano nacido en Maturín, edo. Monagas. Internacionalista, periodista y columnista, ex Congresista y militante del Partido Acción Democrática desde su juventud.

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    Historia y Futuro de 2 Partidos - Julio Camino

    La Escuela Austríaca de Economía

    ¿Qué tienen en común todos los buenos profesionales antes mencionados, que sí fueron capaces de prever y advertir sobre la crisis, y de hecho lo hicieron? Están bien informados, como puede estarlo Ud. mismo también, amable lector, si tiene la paciencia para seguir hasta el final de este mismo libro que ha comenzado a leer. ¿Y de dónde saca su buena información e inspiración toda esta gente? De los periódicos, pero analiza los sucesos desde una certera corriente de pensamiento, la Escuela Austríaca de Economía, y que ¡oh casualidad! no es precisamente la que se enseña en las Facultades de Economía de las Universidades, incluso de las más renombradas y acreditadas del mundo entero, como la London School of Economics. Sobre Universidades e instituciones tan famosas vale la pena preguntar, ¿acreditadas por quiénes, y de qué manera..? Ese es otro tema, sobre el que Ud. mismo tendrá luz, al comprender eso que los economistas austríacos comprenden, y no así los demás: las razones de la crisis. Y sus remedios.

    Hay una corriente de pensamiento que interpreta correctamente las crisis económicas y permite anticiparlas: la Escuela Austríaca.

    La Escuela Austríaca de Economía, o también Escuela de Viena, no se llama así porque se practique en Austria, sino porque sus fundadores y primeros cultores, a fines del s. XIX y comienzos del XX, fueron los economistas vieneses Karl Menger, Friedrich von Wieser, Eugen Böhm- Bawerk, Ludwig von Mises, y Friedrich von Hayek, Premio Nobel de Economía 1974. Para estudiar la Economía, y las empresas y acciones humanas en general, se oponen al empleo de los métodos experimentales y matemáticos, propios de las ciencias naturales. Y prefieren los métodos axiomáticos y lógico-deductivos, que consideran más adecuados a las características de su objeto propio: la acción humana; o sea el comportamiento humano individual y social, que en lo básico y esencial siempre es el mismo, en todas las épocas y lugares. Por ello, las leyes universales de la Economía son siempre las mismas, y tienen más que ver con la lógica y el sentido común que con montañas de cifras estadísticas, complicadas curvas y ecuaciones. Pero por esta razón, la escuela Austríaca es objeto de descrédito entre los economistas más renombrados, aduciendo que sus resultados no proceden de métodos empíricos, y por ende no son científicos.

    El Profesor español Jesús Huerta de Soto, máximo exponente de la Escuela Austríaca de Economía en el mundo de habla hispana.

    Sin embargo demuestran ser verdaderos. Hay una única prueba de la verdad, y esa es la realidad. La realidad de los diagnósticos y de los pronósticos y remedios. Y la realidad palpable es que sólo los economistas formados en esta Escuela han sido capaces de prever con mucha anticipación la crisis actual, y sus catastróficos resultados. Y sólo ellos tienen las soluciones verdaderas; es decir: reales.

    Ciclos económicos: auges, crisis y recesiones

    Con frecuencia en la economía se suceden ciclos, caracterizados típicamente por una fase de auge o bonanza, con mucha actividad económica, aunque acompañada de inflación de precios. A esta fase o etapa sigue, tarde o temprano, una posterior fase de crisis, y luego recesión y desempleo. Todas las izquierdas y los críticos del capitalismo le encuentran culpable, y abogan por planificación y control de la economía por los Gobiernos, para remediar los fallos del mercado.

    La Escuela Austríaca en cambio, señala en primer lugar que mal puede culparse al capitalismo, ya que las tasas de interés, que son el precio del capital, se determinan hoy en día por el Estado, al igual que la oferta monetaria, y no por el libre juego de la oferta y la demanda. Lo propio ocurre con los salarios, que son el precio del trabajo, y con muchas otras de las así llamadas variables económicas fundamentales. Así que no puede acusarse al Capitalismo, pues no lo hay.

    Los economistas austríacos encuentran la explicación en la multiplicación artificial del dinero, que hacen los Bancos Centrales, y en la expansión del crédito, de modo igualmente artificial, producida por los bancos privados, con el sistema de mantener en reserva sólo una fracción (encaje) de todos los depósitos. A su vez los Gobiernos y sus Bancos Centrales manipulan a la baja las tasas de interés, tras una política de crédito barato. Así se da una enorme explosión crediticia, que no es respaldada por ahorro voluntario previo de la gente. Por cierto, la idea de un banco central no es del capitalismo liberal; es el Punto 5 del Programa del Manifiesto Comunista de 1848, firmado por Marx y Engels.

    El caso es que en la primera fase de este proceso, el circulante adicional incrementa los precios, y las grandes facilidades de crédito otorgadas a los empresarios, les llevan a invertir en proyectos y planes de negocios que en el papel lucen rentables, sólo por la ilusión creada por los bajos intereses y los altos precios. Es un caso de burbuja en las inversiones.

    Pero toda burbuja encuentra su alfiler, tarde o temprano. Porque ocurre que no hay bienes de capital suficientes para tantas inversiones, y por ello sus precios se disparan hacia la estratósfera. En algún momento, Gobiernos y Bancos Centrales se ven obligados a admitir la realidad, y

    poner fin a su alocada emisión de medios de pagos sólo fiduciarios, es decir, basados en la pura confianza (fiducia), sin respaldo real alguno. Y cuando las realidades golpean a la puerta de las fantasías, las tasas de interés artificialmente bajas se acomodan en su verdadero nivel, real o de mercado, muy superior al establecido por los Bancos Centrales, dada la escasez de bienes de capital.

    Este corte del flujo de crédito barato, hace que aquellas inversiones que parecían ser rentables con altos precios e intereses inflados, ahora demuestran no serlo, y abruptamente la crisis estalla: todo el castillo de naipes se desmorona, y se efectúa la natural liquidación de las inversiones erróneamente inducidas, porque no hay más remedio, y así se genera el paro.

    Sin embargo, la crisis es simplemente resultado de la dolorosa pero necesaria corrección de las inversiones equivocadas. Y puede ser el comienzo de la recuperación: para ello, bastaría con que los Gobiernos no intervengan (laissez-faire: dejar hacer), y permitiesen a los empresarios y a todos los factores de la producción (capital y trabajo) enmendar sus errores, bien sea reestructurando todos los proyectos emprendidos, o procediendo a su liquidación y posterior sustitución, por otros planes más realistas.

    Pero esa sana política de no intervención requeriría, por lo pronto, una flexibilización del mercado laboral, cosa a la que no están dispuestos los sindicatos ni los políticos. Lo que hacen los congresistas y círculos gubernamentales es exactamente lo contrario de lo indicado por la Escuela Austríaca: más dinero y más crédito. Esto significa que administran mayores dosis de los mismos virus causantes de la enfermedad, como si fuesen remedios auténticos. A las crisis, les suceden entonces las recesiones o depresiones y el desempleo.

    En 2004 se predijo la crisis de los bienes raíces

    Los economistas de la Escuela Austríaca acertaron en predecir la crisis. Advirtieron sobre los efectos que traerían la expansión irresponsable del crédito por parte del Fed, y la erosión en los estándares de otorgamiento crediticio. Uno de ellos es Mark Thornton, del Instituto Ludwig von Mises. Ya en un artículo publicado en 2004 advirtió sobre lo ficticio e insostenible del alza de los precios en los bienes raíces, y las desastrosas consecuencias que dicha burbuja tendría. En medio de la fiesta ante el incremento de los precios de las viviendas, Thornton indicó lo siguiente:

    Los signos de una nueva era en materia de vivienda están en todas partes. La construcción de viviendas se está dando a un ritmo récord. Nuevos y más altos precios inmobiliarios se están viendo en todo el país, especialmente en las dos costas Este y Oeste. Estos precios de auge en la vivienda, y los tipos de interés más bajo, permiten a los propietarios de viviendas a refinanciar sus hipotecas a fin de reducir su pago mensual ¡y aumentar sus gastos! Un gerente de préstamos de un banco me dijo alborozado: ¡Es casi demasiado bueno para ser verdad!

    De hecho, sí, es demasiado bueno para ser verdad. Porque hay algo que los profetas de los nuevos precios para las viviendas y el auge de la construcción no nos dicen: que otras veces los mercados inmobiliarios han experimentado ciclos similares en el pasado, y que los períodos descritos como los nuevos paradigmas, son seguidos por períodos de angustia en los mercados inmobiliarios, incluyendo las liquidaciones con ejecución hipotecaria, las quiebras y los fracasos de los bancos.

    Era 2004. Thornton mencionó el caso de Japón: en los ‘80 hubo por allá una burbuja en la Bolsa, similar a la de los EEUU en los ‘90. Cuando la burbuja bursátil explotó, los precios de los bienes raíces siguieron subiendo casi 6 años, y después cayeron violentamente. ¿Qué causó la burbuja de los bienes raíces en el Japón? Las acciones de las autoridades monetarias, con tasas de interés artificialmente bajas para tratar de revertir la tendencia bajista de la Bolsa. Y eso mismo ocurrió en EEUU después del reventón de la burbuja de la Bolsa en 2001, con el Empuje de Greenspan en las tasas de interés (en inglés: Greenspan Put, por Alan Greenspan, a la sazón Presidente del Fed).

    Thornton procedió a hacer la siguiente predicción (año 2004):

    Han pasado tres años desde la caída del mercado de valores de EE.UU. El Sr. Greenspan ha dicho que las tasas de interés pronto podrían revertir su curso, y de hecho las tasas a largo plazo ya están más altas. Pero mayores tasas de interés deben dictar un cambio en el mercado de la vivienda, exponiendo las falacias del nuevo paradigma, incluyendo que el auge de la vivienda ayudó a tapar la inflación de precios. Por desgracia, esta exposición va a dolerles a los propietarios de viviendas. Pero el problema más grande podría ser para los contribuyentes estadounidenses, a quienes con su dinero de impuestos podría obligarse a rescatar a los bancos y a los garantes de hipotecas que han alentado irresponsables prácticas de préstamo, patrocinados por el Gobierno.

    Welfare corporativo no es capitalismo

    Los bancos y los garantes de hipotecas no son los únicos empresarios que piden dinero al Gobierno cuando las políticas de dinero fácil muestran su aspecto sombrío. En Noviembre de 2008 vimos por la TV a los Presidentes de las compañías Chrysler, Ford y General Motors abogando por sus rescates financieros en el solemne recinto del Congreso de EEUU. Acudieron allí los llamados gigantes de la industria automotor en plan de pedigüeños, como si fuesen ancianos pobres o desempleados, madres solteras sin viviendas, o dañados por las drogas o el alcohol. Y es que las facilidades financieras son como las drogas o el alcohol: crean adicción, y general dependencia.

    Lo único que les faltaba a estos magnates para parecerse a los agitadores de izquierda, fueron unos cuantos cientos de manifestantes enarbolando pancartas y gritando consignas, a las puertas del Parlamento y a la vista de la prensa. Quizá a alguno de ellos se le ocurrió la idea, y pensó en hacerse acompañar por obreros de sus plantas, vistiendo el overall azul para su papel en esta puesta en escena. Tal vez algún asesor le disuadió.

    El caso es que Alan Mullaly (de la Ford), Robert Nardelli (de la Chrysler) y Richard Wagoner (de la General Motors), comparecieron los tres ante el Comité Bancario del Senado de EE.UU., preocupados y compungidos los rostros, diciendo necesitar U$S 25.000 millones más para evitar la quiebra. De otro modo, la liquidez de Chrysler podría caer por debajo del nivel requerido para poder asegurar nuestras actividades normales, indicó Nardelli en su declaración. A su turno al micrófono, Mullaly, Presidente de la Ford, advirtió que la quiebra de uno de nuestros competidores tendría un efecto devastador sobre el conjunto de los constructores, manufactura de equipos y concesionarios. Y Richard Wagoner, de GM, dijo que los problemas de su empresa obedecen a la crisis financiera global, que restringió severamente el crédito y redujo las ventas al menor nivel desde la II Guerra Mundial.

    Los Presidentes habían solicitado a los congresistas duplicar la ayuda a la industria automovilística, después de aprobada una primera partida de U$S 25.000 millones en Septiembre de ese mismo 2008. El Congreso les Puso un plazo para que presenten un plan como condición para recibir parte del dinero, de un paquete total de U$S 700.000 millones.

    Nada nuevo. En el año anterior, 2007, el Instituto Cato presentó el Policy Analysis No. 592, firmado por Stephen Slivinski, su Director de Estudios sobre el Presupuesto Fiscal. Se titula The Corporate Welfare State: How the Federal Government Subsidizes U.S. Businesses (El Estado de Bienestar Corporativo: Cómo el Gobierno Federal subsidia las a las empresas). En su estudio, Slivinski muestra que el Gobierno Federal gastó U$S 92 mil millones en 2006 para subsidios, directos e indirectos, a muchas y diversas empresas y entidades del sector privado corporativo. El bienestar corporativo se define como cualquier programa de Gasto Federal que provee pagos o beneficios y ventajas únicas a las empresas o industrias específicas. Su definición de subsidios es algo más amplia que la que usa la Oficina de Análisis Económico del Departamento de Comercio, que calculó en U$S 57 mil millones los subsidios directos a los negocios en 2005.

    Los beneficiarios elegibles, administradores, y lobbystas (cabilderos: traficantes de influencia), partidarios acérrimos todos de estos programas, los justifican como reparaciones por algún fallo de mercado. Pero fallos de mercado no existen, afirman los economistas austríacos; existen fallos de los empresarios, y por supuesto de los Gobiernos. Y en una economía de libre mercado verdadero, sólo los responsables de esos errores pagarían por sus costos, y nadie más. Pero sin embargo en EEUU el Gobierno Federal subvenciona algunas de las mayores empresas: Boeing, Xerox, IBM, Motorola, Dow Chemical, General Electric, y otros. Han recibido millones de dólares en beneficios financiados por los contribuyentes a través de programas como el Programa de Tecnología Avanzada y los del Export-Import Bank.

    ¿De dónde sale el dinero para estas ayudas? De la máquina de imprimir billetes, del crédito fácil, y más tarde o más temprano, del contribuyente. ¿Esto es capitalismo? No, para nada, no es capitalismo. Esto es estatismo en su forma mercantilista, lo que está muerto. No tiene futuro. Al igual que el estatismo en su forma socialista. Sólo hay que enterrarlos.

    El caso de las hipotecas y las viviendas

    La clase media usualmente está de acuerdo con un Gobierno que le regala plata a los pobres, porque no tienen, pero no a los ricos, porque sí tienen; y a menudo hace oír su protesta en tal sentido. Para acallar a la clase media entonces y tenerla calmada, los gobiernos inventan otros trucos de magia financiera, como los de rebajar los intereses por los préstamos hipotecarios, alentando a la gente a endeudarse por sus viviendas. Pero es algo muy peligroso: no es sostenible.

    Otro economista de la Escuela Austríaca que anticipó los riesgos de la burbuja de bienes raíces en el año 2004 fue Stefan Karlsson, en su artículo America´s Unsustainable Boom (El Auge no sostenible de EE.UU.), sobre el gran riesgo que es para la economía americana la combinación de la desaparición del ahorro con el alza de los precios de los bienes raíces:

    El sector que más amenaza a la economía es el de la vivienda, con gastos y endeudamientos a niveles insostenibles. La tasa de ahorro de los hogares en la década de 1980 estaba en más del 10 % de la renta nacional disponible; y ahora es de sólo un 1 %, lo cual es una marca récord por lo baja, y es de hecho algo menor que cuando la burbuja bursátil estaba en su pico. Y al mismo tiempo que la tasa de ahorro ha caído, la deuda por las viviendas ha venido aumentando de manera constante, de un 65 % de la renta disponible a principios de los ’80, al 80 % en los ’90, al 95 % en el años 2000, y al 114% en el segundo trimestre de este año 2004. En particular, la deuda hipotecaria ha crecido demasiado rápido: se ha duplicado en relación con la renta disponible desde principios de 1980, desde poco más del 40 % hasta el 85 % en la actualidad.

    Karlsson remataba su párrafo de este modo:

    Bajo nivel de ahorro y alto nivel de deuda significa una sola cosa: riesgo sustancial de una brusca caída en el sector vivienda. Terminaba recordando que tras el desplome de las punto.com en 2000-01, las políticas del Fed no nos evitaron una grave recesión económica, como se dice alegremente, sino que apenas la pospusieron; y la prueba es que ahora la tenemos (2004).

    El veneno, el vómito y el estómago

    ¿Por qué sólo los economistas identificados y familiarizados con la teoría austríaca predijeron la crisis financiera? Porque son los únicos que saben que el ciclo económico no es típico del capitalismo, ni resultado del libre mercado. Es la consecuencia de las intervenciones estatales, sea inspiradas en Keynes (por el lado de los impuestos fiscales), o sea inspiradas en Milton Friedman, de la Escuela de Chicago (por el lado monetario). Ellas causan que los recursos privados, por la fuerza o no, se dirijan a inversiones donde no son tan productivas. Estas equivocadas o malas inversiones eventualmente se hacen insostenibles, y requieren de una crisis para ser advertidas e identificadas correctamente y corregidas; y como los Gobiernos insisten en aplicar remedios equivocados, requieren luego de una recesión. En esto, los austríacos confrontan las ideas de Keynes, pero también las de Friedman.

    Robert Murphy es otro economista austríaco que acertó. Es autor del libro The Politically Incorrect Guide to Capitalism (Guía políticamente incorrecta del Capitalismo). En Noviembre de 2008, escribió An Open Letter to Gary Becker on Depressions (Carta Abierta a Gary Becker sobre las depresiones).

    Murphy le dijo lo siguiente a Gary Becker, prominente profesor del monetarismo de la Escuela de Chicago, cuyo más eminente representante fuera Milton Friedman:

    La Escuela Austríaca de Economía no acepta el punto de vista de que el ciclo económico es una característica normal del capitalismo, mantenido incluso por algunos de los defensores más famosos del libre mercado, como Friedman. Para Ludwig von Mises y sus discípulos, el ciclo económico es una consecuencia no deseada del control gubernamental en los sistemas monetario y bancario. Los bancos centrales en todo el mundo empujan la tasa de interés por debajo de su nivel natural, inyectando nuevo dinero en el sistema financiero.

    Este estímulo, del todo artificial, pone en marcha una fase de auge, que es insostenible, y una prosperidad meramente ilusoria. En la inevitable fase posterior de recesión, se corrigen las malas inversiones antes realizadas, y los recursos se reasignan. Eso no es malo, es parte del proceso de recuperación: los empresarios hacen lo mejor que pueden, dentro de la insostenible situación creada en la fase previa. Por eso las recesiones no son malas; constituyen el reconocimiento de los errores anteriores, cuando los empresarios fueron engañados por las señales de precios distorsionadas, producto de las intervenciones de la Reserva Federal.

    Aclaremos que la Escuela de Chicago es asociada popularmente con el libre mercado porque es cierto que Friedman fue un acérrimo libremercadista… excepto en materia de dinero, banca y crédito. La corriente monetarista friedmanita defiende el control estatal de la moneda y el crédito.

    Robert Murphy terminaba con una poco elegante pero ilustrativa metáfora:

    Las prescripciones de política de la mayoría de los economistas son perjudiciales. Estas medidas contracíclicas tratar de evitar que la recesión siga su curso normal, apuntalando a las empresas insolventes, y evitando flexibilizar el mercado laboral. Estas acciones sólo prolongan la agonía, y aseguran que los recursos se sigan malgastando, pese a que sin embargo y de su cuenta, la economía trata de ir a una configuración sostenible. Para adoptar una metáfora biológica: a nadie le gusta el vómito; pero si Ud. ha ingerido veneno, es bueno vomitar. ¿Qué diría Ud. si los médicos dirigieran sus esfuerzos para adormecer sus reflejos, a fin de que asiente el veneno en su estómago?

    ¿Y qué papel han jugado los partidos políticos en esta crisis?

    Ninguno. Los partidos políticos constituyen las herramientas de gobierno popular, por definición misma de lo que es una democracia representativa. Se supone que los diferentes partidos encarnan las aspiraciones populares de bienestar y progreso.

    ¿Cómo? ¿De qué modo los partidos traducen la voluntad popular? Desde antiguo existen distintas interpretaciones doctrinarias de las realidades económicas, sociales y políticas, vulgarmente llamadas ideologías, que inspiran diferentes líneas de políticas públicas, sean conservadoras, nacionalistas, liberales clásicas, socialistas, comunistas, cristianas o católicas, y un largo etcétera. Cuando la opinión pública se fracciona en muchas corrientes, surge un sistema de múltiples partidos, como en Europa continental; y en caso de ser sólo dos, como en el mundo anglosajón, una a favor de las intervenciones gubernamentales en la economía y la vida privada, y otra en contra, entonces se perfila el sistema de dos partidos. De todos modos, la gente puede escoger.

    Pero, ¿qué pasa cuando los partidos se parecen todos uno a otro ideológicamente, como gotas de agua? ¿Qué pasa cuando no se distinguen diferencias? O sea: cuando abrazan todos indistintamente los mismos diagnósticos y las mismas propuestas de política, cada uno enfatizando sólo que sus líderes más destacados sí son suficientemente honestos y capaces, y que esas propuestas sí van a dar buen resultado con sólo votarles a ellos, y no a los candidatos contrarios.

    Pasa que los partidos abandonan su función más importante: servir de guías alternativos en la política, con propuestas diferentes y opuestos cursos de acción. Desde mediados del s. XX aproximadamente, esto es lo que ha pasado con el estatismo: que se ha hecho la doctrina común a todos los partidos, y las diferencias ideológicas tienden a borrarse y desaparecer. Pero entonces ya la gente no puede escoger entre una tendencia y otra u otras contrarias; esto es, no puede hacer elecciones claras, nítidas e informadas por un rumbo u otro en la vida nacional. Y como la democracia se basa y funda precisamente en elecciones populares, es la misma democracia la que queda de esta manera totalmente desvirtuada, y en riesgo de desaparecer.

    La crisis financiera exigía que en cada país hubiese un partido que recogiese las banderas de la Escuela Austríaca, e impulsase las soluciones verdaderas. Pero no los hubo. Ni los hay.

    Un capitalista candidato a Senador, y una elección que deja una lección

    Peter Schiff es otro economista de la Escuela Austríaca. Es comentarista de negocios, y administrador de diversas carteras de inversiones. Comenzó su carrera la Compañía Shearson Lehman, después de lo cual se unió a Euro Pacific Capital, una empresa de consultoría financiera e inversiones, con oficinas en Nueva York, Palm Beach y Los Ángeles, así como una sede en Westport, Connecticut.

    En el año 2000, Peter Schiff se convirtió en Presidente de Euro Pacific Capital, empresa que maneja el dinero de más de 10.000 inversionistas, grandes, medianos y pequeños. Invierte en empresas cuyas acciones se encuentran de momento en un precio menor al valor de sus activos y en relación a su flujo esperado de ingresos a futuro. Schiff también valoriza en gran medida productos como el oro, cuyo valor tiende a aumentar ante la continua debilidad de las economías y la inflación esperada.

    Schiff ha escrito varios libros sobre cómo hacer inversiones en las malas condiciones económicas presentes, y en el contexto de las aún peores políticas en curso por parte del Gobierno de EEUU y países occidentales, supuestamente encaminadas a mejorarlas. Uno de los más populares es Crash Proof: How to Profit From the Coming Economic Collapse (A prueba de Crisis: Cómo aprovechar el colapso inminente), del año 2007. Explica que los inversionistas más avisados, inspirados en la Escuela Astríaca, pueden ganar mucho dinero con los ciclos, simplemente porque saben cuándo y por qué las acciones, los bonos, los productos, los servicios y sus precios van a bajar o van a subir.

    Schiff también aparece a menudo en varios canales de noticias por cable y de negocios, incluyendo CNBC News, Fox y MSN BC, con comentarios sobre asuntos financieros y económicos. Lo notables es que en 2006, Schiff predijo con exactitud la crisis inmobiliaria e hipotecaria que comenzó en 2007, causa de una grave recesión en el mercado inmobiliario de EE.UU. A su juicio, las relajadas políticas y normas de los bancos para sus préstamos, y el uso generalizado e imprudente de tarjetas de crédito para financiar el consumo, se cuentan entre las causantes de la muy grave recesión general que explotó en 2008, y que en su opinión no ha terminado. Y que de seguir en el rumbo que llevan los Gobiernos, continuará todavía irresuelta por muchos años.

    En 2010, Peter Schiff aspiró a un escaño en el Senado de los EE.UU. como representante de su natal Connecticutt. Durante muchos años, el disputado fue el asiento del Demócrata Chris Dodd, senador que como Presidente del Comité sobre Banca, Vivienda y Asuntos Urbanos de su Cámara, ayudó mucho a la mala política gubernamental en materia de finanzas y economía en EEUU.

    Pero en las primarias republicanas de Agosto, los jefes del partido en Connecticutt prefierieron a alguien no-tan-extremista y más próximo al centro; y Schiff perdió frente a Linda McMahon, quien por supuesto encarnaba mejor las aspiraciones del votante medio y no-tan- ideológico. No obstante en las elecciones generales, Linda McMahon a su vez perdió frente al Demócrata Richard Blumenthal, el perfecto liberal (o sea: de izquierda, en EEUU).

    Esta elección nos deja una valiosa lección: para ganarle a un socialista, lo último a que debe aspirarse es a parecerse a él, porque habiendo original, ¿quién quiere copias?

    Alemania, República de Weimar, y otra lección

    La súbita y masiva popularidad del nazismo en la Alemania de la Ia. Posguerra Mundial fue un producto de la grave crisis, con hiperinflación, quiebras y paro, que se conoce como La Gran Depresión del año 1929, y que afectó a todos los países, porque todos seguían el mismo sistema.

    En Alemania, la emisión de dinero de papel y sin respaldo oro, le había servido al gobierno socialista democrático de la República de Weimar para pagar las multimillonarias reparaciones de guerra a las grandes potencias vencedoras con billetes devaluados, pero cuando la brusca devaluación del marco alemán fue inocultable, a comienzos de 1922, se exigió al Gobierno de Alemania el pago en recursos naturales: madera, carbón, trigo, etc. Y con el fracaso de las conferencias internacionales sobre las reparaciones de guerra ese año, la inflación se disparó, convirtiéndose en hiperinflación, y el tipo de cambio aumentó hasta los 8 mil marcos por U$S dólar en Diciembre de 1922.

    El exceso de circulante causó una rápida depreciación del dinero a lo largo de ese año 1922: el índice del costo de la vida pasó de 41 a 685, es decir, se multiplicó 16 veces. Los precios de los artículos de consumo popular aumentaban bruscamente en pocos días, tornando inservible el dinero emitido por las autoridades gubernamentales en Berlín. La población que dependía de un salario se vio en gravísimas dificultades, pues los precios de los alimentos y servicios básicos aumentaban de precio en cuestión de semanas y días, haciendo imposible el ahorro.

    La hiper-inflación causó la ruina de miles de ahorristas que habían invertido su dinero depositándolo en los bancos, quedando a salvo tan sólo la minoría de personas que poseía bienes en joyas de metal precioso, inmuebles, o valores similares. Gran parte de la clase media alemana sufría a mares. Para muchos, era peor que la guerra. En Berlín, Hamburgo, o Múnich, y en las zonas industriales como la Cuenca del Ruhr, se dio una gran escasez de alimentos, con altos precios para los pocos que había. Muchos comerciantes y productores agrícolas rechazaban el dinero devaluado que se les ofrecía. Y mientras tanto, aumentaba el paro en forma al parecer indetenible: el número de desocupados llegó a los 6 millones en 1932. Con esos votos, ese mismo año, Adolfo Hitler tomó el poder con su partido

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