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El nacimiento de la Banca en América Latina.: Finanzas y política en el siglo XIX
El nacimiento de la Banca en América Latina.: Finanzas y política en el siglo XIX
El nacimiento de la Banca en América Latina.: Finanzas y política en el siglo XIX
Libro electrónico685 páginas9 horas

El nacimiento de la Banca en América Latina.: Finanzas y política en el siglo XIX

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Este libro analiza la génesis de la banca en las naciones que alcanzaron mayor nivel de desarrollo económico durante el siglo XIX en América Latina. Sus páginas responden un conjunto de interrogantes fundamentales: ¿Cuál fue el legado de los complejos sistemas de crédito del régimen colonial? ¿Cuándo se crearon los primeros bancos en Latinoamérica
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento17 feb 2022
ISBN9786075644790
El nacimiento de la Banca en América Latina.: Finanzas y política en el siglo XIX

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    El nacimiento de la Banca en América Latina. - Carlos Marichal

    INTRODUCCIÓN

    Hoy en día todos los países de América Latina cuentan con sistemas bancarios modernos aunque de tamaños diferentes y características diversas. En las principales ciudades de la región el poder de los bancos se proyecta de manera cada vez más formidable a través de sus enormes rascacielos de acero y de cristal en imponentes avenidas y plazas financieras. Constituyen una parte esencial de cada economía ya que son, en verdad, piezas clave del capitalismo contemporáneo por su papel ubicuo en los mercados, en las empresas y en la vida cotidiana. Tocan directamente a la mayoría de la población económicamente activa a través del manejo de cuentas corrientes, créditos hipotecarios, tarjetas de crédito, cajeros automáticos y toda la parafernalia de las finanzas modernas. Además, los bancos vinculan a las naciones y sus economías con el nuevo universo de la economía globalizada.

    Debemos reconocer, sin embargo, que la modernización financiera en Latinoamérica data de una época reciente. Tradicionalmente, la mayor parte de la población —en especial los sectores populares—no participaba muy activamente en las operaciones bancarias ni en las bolsas ni en el sector de seguros. Durante el primer siglo después de la Independencia, en la mayoría de los países latinoamericanos era poco frecuente el uso de instrumentos tan comunes ya en Europa o en los Estados Unidos como los cheques bancarios, lo cual nos habla de la escasa penetración de prácticas financieras modernas, situación que no cambiaría mucho hasta la segunda mitad del siglo XX. En la actualidad, todo esto se transforma velozmente merced al internet y a las nuevas tecnologías bancarias, con impactos muy diversos que tienen, a su vez, profundas implicaciones no sólo económicas sino también sociales y políticas, algunas positivas y otras negativas. En cualquier caso, el hecho de que las finanzas hayan alcanzado una importancia y un peso tan notables en las economías contemporáneas obliga a preguntarse sobre sus antecedentes y su desarrollo, que han sido desiguales y con diferencias por país y periodo histórico.

    Una de los interrogantes más inquietantes dentro de la historia económica latinoamericana se refiere a la tardanza en la creación de bancos y mercados de capitales en esta vasta región. De acuerdo con la mayoría de los estudios recientes, no fue hasta principios del siglo XX que pudo consolidarse una banca con características modernas en los países mayores.¹ Pero: ¿qué ocurrió en el siglo XIX? En este libro se analiza la génesis de la banca en aquellas regiones y naciones del subcontinente que fueron alcanzando un mayor nivel de desarrollo económico; para ello revisamos fases sucesivas y cambios en el funcionamiento de los sistemas de crédito a través de los procesos —algo disparejos— de ampliación de los mercados financieros. Un importante dilema consiste en determinar si la tardanza en el despegue de la banca comercial e hipotecaria en Latinoamérica fue consecuencia o, alternativamente, causa del lento desarrollo capitalista que caracterizó a la mayor parte de la zona en los decenios que siguieron a la Independencia. Sin duda, se trata de una inquietud clave alrededor de la cual gira el presente libro, pero incita además a proponer preguntas adicionales y puntuales que conforman el esqueleto de los sucesivos capítulos.

    Algunas de las principales interrogantes planteadas de manera recurrente en los cinco capítulos que siguen son: ¿Cuál fue el legado de los complejos sistemas de crédito del régimen colonial? ¿Cuándo se crearon los primeros bancos en Latinoamérica y que características tenían? ¿Por qué tardaron tanto en desarrollarse y por qué fueron, con frecuencia, altamente inestables? ¿Qué relación existió entre la temprana banca y los procesos de formación de los Estados en la región? ¿Cuáles fueron los modelos de organización bancaria y de sus marcos institucionales? ¿Fueron dominantes los ejemplos europeos o norteamericanos, o pueden identificarse desarrollos singulares y propios en Latinoamérica? ¿Cuáles fueron los principales debates políticos sobre banca libre o banca pública en el siglo XIX? ¿Cuándo estallaron los primeros pánicos bancarios y qué nos dicen acerca del temprano capitalismo en la región?

    En el caso latinoamericano dichas preguntas aún no están resueltas, si bien en tiempos recientes se han publicado investigaciones que aportan nueva información e hipótesis importantes, en general, sobre casos particulares.² Al respecto, el presente libro tiene entre sus objetivos proponer una especie de estado de la cuestión a partir de una síntesis comparativa de los estudios publicados sobre el desarrollo de los sistemas de crédito y el despegue de la banca en la región latinoamericana en el siglo XIX. Acaso esto pueda proporcionar una visión de conjunto sobre la evolución bancaria y financiera que incluya simultáneamente un acercamiento a los paralelos y/o contrastes entre diferentes casos nacionales y periodos. Al mismo tiempo, el enfoque comparado obliga a referirse a diversas experiencias extrarregionales que son relevantes para situar los temas e interrogantes adelantados dentro del contexto de la vasta historiografía internacional sobre banca y finanzas. Una exploración de dicha problemática en clave comparativa requiere construir un mapa cronológico y analítico de los principales cambios que experimentaron los sistemas financieros en América Latina a través del tiempo. Por ello, en los capítulos que componen este volumen se intenta presentar una narración histórica del orígen y despegue de la banca en varios países durante el siglo XIX, que persigue varios objetivos complementarios y entrecruzados, tanto empíricos como analíticos.

    Este libro arranca a partir de un enfoque heterodoxo y novedoso en tanto que explora el contrapunto entre las continuidades y los cambios en los sistemas de crédito vigentes en la época colonial y aquellos que caracterizaron la época independiente. En el primer capítulo se examina el legado del crédito colonial en la América española y en el Brasil, temas que ya cuentan con una bibliografía amplia —aunque no suficientemente conocida— que reseñamos para enfatizar sus contribuciones más originales. A partir de una revisión de esta rica literatura histórica puede alcanzarse una comprensión más clara de los sistemas crediticios que constituían la savia esencial de la circulación y la propiedad en las economías coloniales, pero también de las poscoloniales.

    En el segundo capítulo, se revisan los cambios en los sistemas monetarios y crediticios desde las independencias y durante los decenios de 1820-1850, prestando una atención especial a una serie de tempranos experimentos bancarios en la época, los cuales estuvieron estrechamente ligados a los primeros esfuerzos por crear Estados nacionales. Esto permite indagar sobre la problemática de la modernización financiera y su relación con la modernización política, sin duda temas harto debatibles. La evidencia histórica que presentamos indica que los mercados crediticios coloniales sufrieron algunos cambios importantes después de la Independencia, pero sin que se produjera una profunda transformación la cual solamente vendría más tarde con la creación de un amplio número de bancos comerciales e hipotecarios, de nuevos marcos institucionales y normativas financieras y mercantiles, así como el uso de novedosos instrumentos monetarios, de crédito y de inversión.

    En el tercer capítulo se analiza el verdadero despegue de la banca en Latinoamérica, que tuvo lugar a partir de mediados del siglo XIX, fenómeno que confirmamos al constatar la fundación de casi un centenar de bancos, grandes y chicos, en unos seis países entre 1850 y 1873. Ésta es una cifra nada despreciable que no ha sido tomada en cuenta por la historiografía previa. Además, en el texto se demuestra que la mayor parte de estas empresas fueron fundadas a partir de capitales locales y con el apoyo de diversos gobiernos, obligando a modificar la tradicional hipótesis sobre el papel pionero de los bancos extranjeros en la región, que no rebasaron el número de seis en este periodo y, además, eran relativamente pequeños en comparación con buen número de las mayores entidades bancarias nativas.

    A partir de estas experiencias, el cuarto capítulo explora los debates político/ideológicos sobre la banca libre a mediados del siglo XIX desde una perspectiva comparativa, y evoca la influencia de modelos y marcos institucionales de Europa y los Estados Unidos que fueron especialmente influyentes en la región. Dichas discusiones, así como el proceso de reformas legislativas y normativas, nos hablan de una incipiente modernización del andamiaje de los mercados financieros en Latinoamérica. Es más, el creciente dinamismo de las primeras generaciones de bancos comerciales e hipotecarios, así como de otras empresas financieras como las primeras compañías de seguros y las primitivas bolsas de capitales en cinco o seis países (con economías especialmente dinámicas), apunta a aspectos importantes del despegue capitalista en la época. No obstante, este proceso estuvo sujeto a importantes tensiones que eran características de cualquier economía decimonónica. Por ello el último capítulo puntualiza las características más destacadas de los primeros pánicos y crisis bancarias de la historia latinoamericana, que estallaron en distintos momentos y lugares entre 1857 y 1880.

    Al proponer un marco histórico/comparativo se busca identificar algunas de las grandes interrogantes que resultan pertinentes para estimular nuevas investigaciones. Pero, de inicio, conviene preguntarse: ¿por qué el tema del nacimiento y desarrollo de la banca ha sido tan largo tiempo ignorado en la mayor parte de los estudios históricos latinoamericanos? En los últimos decenios se han publicado excelentes trabajos de síntesis de la historia económica latinoamericana, los cuales se han centrado en la reconstrucción de las tendencias del comercio externo e interno, del transporte y la producción agrícola e industrial, aunque cabe señalar que apenas prestan atención al papel de la banca y de las finanzas en la evolución económica a largo plazo.³ Esta ausencia es sorprendente, sin duda, y nos parece que merece ser debatida y resuelta. En efecto, la escasa atención dedicada a la evolución bancaria y financiera en trabajos generales de historia de la región sugiere que existe una gran oportunidad para realizar más estudios sobre la temática pero, además, evoca la posibilidad de repensar aspectos absolutamente cruciales de la historia del capitalismo temprano en Latinoamérica. Es más, nuestro argumento es que debe promoverse una atención más sistemática en torno a la historia financiera en tanto ofrece numerosas claves para entender los procesos de desarrollo (y subdesarrollo) económico en el largo plazo.

    Pero también resulta muy importante subrayar el desafío de explicar los entrelazamientos entre la política y las finanzas, que requiere un debate interdisciplinario. Por ello el presente libro convoca a un mayor diálogo entre los especialistas en historia política con los historiadores económicos. Nos parece de especial relevancia el análisis de las trayectorias de las finanzas ya que éstas establecen los límites de lo posible en la acción política: en épocas de bonanza se amplían los márgenes de dicha acción, mientras que en épocas de crisis o recesión se limitan de manera dramática. Al mismo tiempo, es perfectamente claro que en cualquier época los gobiernos pueden moldear las políticas financieras y bancarias de manera muy significativa, dependiendo de la coyuntura. De allí que sea conveniente prestar una atención particular tanto a los cambios en los marcos institucionales como al desempeño de aquellos actores clave —políticos, banqueros, empresarios e inversores— que siempre han ejercido un papel preponderante en la formulación e implementación de las finanzas.

    Toda historia comparada presenta numerosos retos y, ciertamente, la exploración de los orígenes y temprana trayectoria de la banca en América Latina no es la excepción. Al contrario, el tema es harto problemático porque las fuentes de información están dispersas y muchas veces son difíciles de localizar; al respecto, debe tenerse en cuenta que, hasta fechas recientes, la información cuantitativa disponible sobre el sector crediticio, bancario y financiero en el siglo XIX había sido escasa o difícil de encontrar, e incluso opaca. Por ello, son de tanta importancia los trabajos pioneros sobre la historia financiera latinoamericana realizados por varias docenas de historiadores y economistas durante los últimos 30 años, los cuales han permitido la reconstrucción de gran número de series estadísticas a partir de diversas fuentes, incluyendo informes anuales (publicados por los bancos antiguos y que se han conservado), así como una multitud de documentos publicados por distintos departamentos gubernamentales y por la prensa periódica en el primer siglo después de las independencias. Al mismo tiempo, hay que tener en cuenta que numerosos especialistas en historia empresarial han proporcionado cada vez más información cualitativa y cuantitativa sobre la historia de los primeros bancos y las flamantes sociedades anónimas en la extensa geografía latinoamericana a lo largo del siglo XIX, que fue el crisol de los inicios del capitalismo en la región. A partir de esa labor se ha publicado una amplia gama de estudios puntuales que permiten comenzar a entender aspectos fundamentales de la temprana historia financiera latinoamericana. El presente libro abreva en esta bibliografía, cada vez más abundante, la cual también nos remite a una vasta gama de materiales muy ricos para nuevos y futuros estudios sobre esta temática —que incluyen los debates parlamentarios sobre bancos, la discusión en la prensa de la época sobre diferentes proyectos bancarios y una abundante literatura latinoamericana de folletos y libros clásicos sobre finanzas— frecuentemente olvidada.

    Con objeto de facilitar el acceso a la literatura secundaria y a las fuentes documentales hemos construido una página web de referencia, que sirve de complemento a este libro, la cual está abierta para su consulta por cualquier persona interesada y tiene el próposito de vincular a los investigadores de la historia financiera latinoamericana. En dicha página hay enlaces a más de dos centenares de estudios publicados (muchos en línea) por muy diversos autores sobre la historia bancaria de diferentes países latinoamericanos, así como una amplia base de datos con varios centenares de series de estadísticas históricas (en formato de tablas descargables). A su vez, allí se proporciona una bibliografía muy amplia, así como una serie de pequeñas guías sobre archivos y fuentes para la historia bancaria y financiera latinoamericana.⁴ En todo caso, para facilitar el acercamiento a lectores de diferentes procedencias, el texto del presente libro se ha escrito con el menor uso posible de tecnicismos económicos, en un esfuerzo por aclarar la vinculación entre los temas financieros analizados y las respectivas coyunturas políticas en los periodos históricos que revisamos.

    GRANDES DEBATES: ¿CAPITALISMO TARDÍO O LENTO EN LATINOAMÉRICA EN EL siglo XIX?

    Quizá la mayor interrogante que subyace a este libro consiste en preguntarse acerca de la relación entre el capitalismo tardío y el lento desarrollo financiero en Latinoamérica durante el siglo XIX como un campo promisorio de exploración en clave histórica y comparada. Numerosos economistas e historiadores económicos han argumentado que países como Holanda y Gran Bretaña —que experimentaron tempranas revoluciones financieras, antes o durante la primera industrialización— disfrutaron de un desarrollo económico rápido en gran medida por efecto del establecimiento de sistemas y mercados monetarios y financieros integrados y eficientes, así como por una amplia disponibilidad de crédito y capitales para todo tipo de empresas.⁵ Más recientemente, una escuela norteamericana de investigadores, liderada por Richard Sylla y Peter Rousseau, ha argumentado de manera convincente que la explosiva expansión bancaria y financiera en los Estados Unidos desde la década de 1790, habría de asegurar un crecimiento económico sin parangón para ese país a lo largo del siglo XIX.⁶

    Todo esto viene a apuntalar los planteamientos teóricos de economistas que han sostenido que la modernización bancaria y de los mercados de capitales alienta directamente las tasas de crecimiento económico.⁷ Uno de los pioneros de la historia financiera moderna, el gran economista Raymond Goldsmith, insistió en que no podía concebirse al desarrollo financiero simplemente como auxiliar de los procesos de transformación económica en los últimos dos siglos sino, en muchas ocasiones, como promotor clave de cambios y verdadero acelerador de los mismos.⁸ Sus observaciones se basaron en extensos estudios de historia financiera comparada que ratificaban las hipótesis de Alexander Gerschenkron y Rondo Cameron sobre la importancia clave de los bancos en los avances económicos en la Europa del siglo XIX, para mencionar solamente a dos de los primeros fundadores de este campo de estudio.⁹ Más recientemente, Howard Bodenhorn ha revisado la singular y extraordinaria historia bancaria de los Estados Unidos para discutir en qué medida la temprana creación de centenares y luego de millares de bancos en ese país durante el siglo XIX habría de impulsar el espectacular desarrollo económico estadounidense.¹⁰ En lo que se refiere a modelos teóricos, Bodenhorn se apoya fundamentalmente en los trabajos señeros de Edward Shaw y Ronald McKinnon quienes argumentaron que, en determinadas circunstancias históricas, los bancos podían anticipar y promover la expansión y diversificación económica.¹¹

    A la inversa, puede postularse que en aquellos países con tasas de crecimiento más lentas, probablemente existieron importantes obstáculos para el desarrollo de mercados financieros modernos, ágiles, y profundos.¹² En este libro nos preguntamos si esta hipótesis es válida para Latinoamérica, aunque debe quedar claro que una respuesta contundente va a requerir muchas más investigaciones futuras por otros estudiosos para poder resolver lo que es un complejo dilema. Por otra parte, en el texto que sigue también se cuestiona si las propias dificultades financieras que experimentaron las sociedades latinoamericanas en el siglo XIX no sólo se ligaron con desiguales trayectorias económicas y empresariales, sino también con dificultades para llevar a cabo reformas políticas que contribuyeran a la modernización y estabilidad financiera. Después del derrumbe colonial y la desarticulación parcial del complejo sistema colonial de crédito, la mayor parte de los países y economías del subcontinente enfrentaron numerosos obstáculos políticos y militares que dificultaron la reconstrucción y modernización de sus mercados crediticios y financieros. Violentas mudanzas políticas, numerosas invasiones militares extranjeras y guerras civiles fueron sinónimo de un lento crecimiento económico y perjudicaron tanto la conformación de nuevas redes de crédito como el despegue de sistemas bancarios y la formación de mercados capitales domésticos. En suma, finanzas y política estuvieron siempre estrechamente imbricadas y sin duda ejercieron influencias poderosas y recíprocas, como se intenta demostrar en los cinco capítulos de esta obra.

    Las tasas de crecimiento relativamente bajas en Latinoamérica durante los primeros tres cuartos del siglo XIX suelen considerarse una consecuencia de la herencia colonial o de la multitud de guerras internas y externas en el periodo. Las hipótesis que se han adelantado para explicar este atraso relativo son muchas: historiadores económicos como Victor Bulmer Thomas, John Coatsworth y Enrique Cárdenas han descrito el medio siglo entre 1820 y 1870 en términos de una larga depresión debido en buena medida a la escasa diversificación y volumen de las exportaciones;¹³ otros investigadores como Daron Acemoglu y James Robinson, así como Stanley Engerman y Kenneth Sokoloff, han propuesto un modelo institucional más general que enfatiza el peso de la herencia colonial en el desempeño económico decimonónico.¹⁴ Buen número de estos mismos problemas y debates son recogidos de manera penetrante en el gran trabajo¹⁵ de síntesis preparado por Luis Bértola y José Antonio Ocampo sobre la historia económica de América Latina en el largo plazo. Su acercamiento histórico/metodológico revela la utilidad de comparaciones internacionales para determinar cuán rápido o lento resultó ser el desarrollo de las economías latinoamericanas, problema que actualmente atrae la atención de una nueva escuela de historiadores de la economía global. La divergencia en tasas de crecimiento (durante buena parte del siglo XIX) entre países con mayor o menor rapidez en su desarrollo se recoge en las estimaciones de Bértola y Ocampo, quienes afirman que el resultado agregado (para el conjunto latinoamericano entre 1820 y 1870) parece ser pobre: el producto interno bruto (PIB) per cápita crece a un ritmo de 0.2% anual.¹⁶ Esto contrasta, por ejemplo, con tasas de crecimiento mucho más altas en los Estados Unidos o en la Europa del norte durante el siglo XIX.

    Una interpretación asaz diferente proviene de la pluma del historiador económico español Leandro Prados de la Escosura, quien ha realizado varios trabajos importantes de reconstrucción de las estimaciones de tasas de crecimiento en el largo plazo de un amplio número de naciones con base en cálculos de producto per cápita. De acuerdo con sus estudios, puede deducirse que los países de mayor crecimiento en Latinoamérica durante el periodo 1820-1870 podrían haber alcanzado un crecimiento anual de 0.4% del PIB per cápita, lo cual lo lleva a concluir que en esa época varias de las economías latinoamericanas exhibían tasas de expansión económica relativamente similares a las de los países mediterráneos, en particular de España, Portugal o Italia, que experimentaron sendas de crecimiento más lentas que las de la Europa del centro-norte y los Estados Unidos. Antes de 1880 los contrastes resultan notorios al considerar los promedios de aumento del PIB per cápita de aproximadamente 2% anual en los Estados Unidos a lo largo del siglo XIX y de cerca de 1.4% por año del PIB per cápita en los seis países de más rápida expansión económica en la Europa occidental.¹⁷

    En suma, estas aproximaciones preliminares indican que la región latinoamericana se caracterizó por un capitalismo lento en la mayor parte de sus países durante los tres primeros cuartos del siglo XIX. En cambio, la historiografía económica ha demostrado que después 1880 se produjo una fuerte aceleración del crecimiento económico en buena parte de la región, por lo que a finales de la centuria se observa una convergencia entre las tasas de crecimiento de los países de América Latina y las naciones económicamente más avanzadas. En pocas palabras, la reflexión sobre los grados de atraso necesariamente debe matizarse en función de distintos periodos, así como de una amplia gama de factores adicionales. Y, precisamente por ello puede sugerirse que cualquier comparación demasiado simple con la economía de crecimiento más rápido del mundo en el siglo XIX —que era la de los Estados Unidos— puede convertirse pronto en un simple estudio de contrastes.

    Curiosamente, a pesar del creciente esfuerzo por cuantificar y proponer una visión de conjunto sobre las trayectorias de las economías latinoamericanas, la mayoría de los autores que hemos mencionado no hacen hincapié en los factores financieros que podrían haber influido en el lento crecimiento económico poscolonial. Esto resulta bastante sorprendente, pues muchos estudios acerca de los procesos de Independencia señalan que algunos de los principales obstáculos que complicaron la construcción de gobiernos estables y solventes en Latinoamérica incluyeron la fragilidad monetaria, las crisis fiscales y la insolvencia financiera de la mayoría de los nuevos Estados. A su vez, esta fragilidad no pudo sino ejercer una influencia negativa sobre el desempeño económico y político a más largo plazo durante el siglo XIX. En resumen, en este libro, argumentamos que hay que considerar la posibilidad de que el subdesarrollo financiero haya influido en el atraso relativo de las naciones latinoamericanas en el siglo XIX, aunque es claro que hasta que no se realicen un mayor número de estudios de caso y se construyan bases cuantitativas más sólidas de la historia financiera regional, dicha propuesta será aún difícil de probar de manera definitiva.

    DEBATES SOBRE INSTITUCIONES Y POLÍTICA EN LA HISTORIA BANCARIA LATINOAMERICANA

    Si bien la historia del fisco, la banca, la moneda y las finanzas, en general, tiende a incorporarse cada vez más en la nueva historia económica de Latinoamérica, lo cierto es que los estudios de historia política suelen dejar de lado las finanzas, aun cuando éstas condicionan de manera decisiva las estrategias y las decisiones políticas. Por ello, otro gran reto para explorar la temática abordada por el presente libro se refiere al análisis de las vinculaciones entre historia financiera e historia política, especialmente en coyunturas clave. En el estudio de la relación entre política y finanzas, es esencial tener en cuenta las aportaciones de las escuelas de interpretación institucional, las cuales pueden distinguirse esencialmente entre dos. En primer lugar, hay que considerar los trabajos y fuentes clásicas (publicados en la región desde el último tercio del siglo XIX) sobre la evolución del marco legal de las finanzas en América Latina, dado que revelan la existencia de un interés de larga data por parte de abogados y juristas en la región por documentar leyes, normas y códigos, tradición que lamentablemente hoy ha sido casi olvidada a pesar de su prosapia.¹⁸ En segundo lugar, es necesario prestar atención a los caminos promisorios de investigación y debate que se han abierto a partir del desarrollo de dos campos de estudio: el de la historia económica neo/institucional y aquel bautizado como law and finance.

    Una forma de abordar dicha problemática para explorar la transcendencia del marco legal y normativo ha sido aquella promovida por los integrantes de la escuela de historiadores económicos que se identifican como promotores de un enfoque neoinstitucional, en tanto abogan por la necesidad de estudiar factores institucionales en la evolución de las finanzas y la política en cada país. En concreto, plantean la necesidad de estudiar la influencia específica de los respectivos gobiernos y legislaturas en la formulación de los tempranos experimentos bancarios después de mediados de siglo XIX, especialmente en el caso de aquellas entidades que recibieron privilegios de emisión o de manejo de aspectos clave de las finanzas públicas. Esta interpretación ha sido puesta sobre la mesa por el polémico libro de Stephen Haber y Charles Calomiris, Fragile by Design: The Political Origins of Banking Crises.¹⁹ En este extenso trabajo los autores afirman que para entender el origen y la trayectoria histórica de cualquier sistema bancario —ellos estudian Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Brasil y México— es esencial prestar atención particular a los contratos de concesión. Argumentan que las concesiones casi siempre se establecen con base en negociaciones entre grupos de poder (élites económicas) y gobiernos (élites políticas), que los autores definen en términos de lo que llaman el juego de las negociaciones bancarias (game of bank bargains). De acuerdo con este modelo, los resultados de las negociaciones primigenias influyen de manera determinante en el marco institucional y operativo de los tempranos bancos y sistemas bancarios en su conjunto y, en general, durante largo tiempo.

    Es claro que la interpretación de Haber y Calomiris enfatiza el peso de lo que se ha denominado path dependency, que resulta pertinente para el caso latinoamericano en tanto los gobiernos casi siempre han ejercido una gran influencia en este tipo de negociaciones. Pero al mismo tiempo es factible cuestionar la validez absoluta de dicho enfoque, dado que algunas de las características más notorias de la historia decimonónica latinoamericana fueron los cambios y las discontinuidades. Por ello, queda claro que se requiere mucho más trabajo para identificar y analizar las coyunturas clave de reformas financieras, así como las condiciones de los contratos de concesiones bancarias, tanto de los mayores bancos nacionales como de los regionales y los extranjeros. De la misma manera se precisa un mayor número de investigaciones sobre los cambios en los marcos normativos financieros para vislumbrar tanto la génesis como la evolución de la más temprana regulación bancaria en los distintos países latinoamericanos.

    Un problema complementario —que evoca dicho enfoque—consiste en saber si las nuevas instituciones monetarias y financieras se establecieron primero o si, al contrario, fueron los mercados los que provocaron cambios en la normativa para el funcionamiento de la organización económica y empresarial. En pocas palabras: ¿las leyes precedieron a los bancos? O, alternativamente, ¿fue la creación de bancos la que generó una necesaria revisión de normas y leyes? La teoría de la economía institucional sostiene que la innovación de marcos normativos y legales en finanzas tiene lugar porque los actores económicos suelen buscar formas de reducir los costos de transacción. Dicho de otra manera, los actores económicos desean obtener beneficios de la interacción económica al menor costo de transacción posible. Según Acemoglu, Johnson y Robinson se pueden dividir los costos de transacción en tres categorías: 1) los que aumentan la movilidad del capital, 2) aquellos que reducen los costos de información; y 3) aquellos que distribuyen el riesgo.²⁰ Estas tres categorías son importantes para el análisis de determinados casos históricos revisados en nuestro texto, aunque debe subrayarse que se necesitarán muchos más trabajos para ahondar en esta temática esencial para evaluar el grado de modernización bancaria y financiera alcanzados en los diferentes países latinoamericanos. Al respecto, Luis Zegarra ha argumentado de manera convincente que no fueron en absoluto uniformes los marcos institucionales establecidos en diferentes naciones, ni tuvieron impactos necesariamente similares en la formación de los bancos y sus modelos de operación.²¹

    En paralelo, cabe sugerir que ningún marco institucional garantizaba el éxito económico y financiero ni tampoco era enteramente responsable por un fracaso. Así lo demuestran los incisivos trabajos de Aldo Mussachio sobre el despegue de los mercados de capitales en Brasil a finales del siglo XIX. En este caso, el autor sostiene que no es conveniente aplicar los esquemas deterministas que caracterizan una parte de la literatura sobre derecho y finanzas (law and finance), en especial la que llega a sostener la supuesta superioridad de aquellas sociedades con tradición de derecho común de raigambre anglosajona. De allí que resulta altamente debatible el argumento que sostiene que en el desarrollo de sus sistemas financieros, las naciones de derecho civil (a la francesa y latinoamericana) dificultaban las innovaciones institucionales en los negocios, pues la evidencia histórica no lo ha corroborado.²² La discusión está abierta, pero necesariamente requiere una exploración histórica más a fondo.

    Más allá de los análisis que enfatizan la importancia de los marcos institucionales y legales en la evolución de los tempranos sistemas bancarios y financieros en el siglo XIX, también es necesario prestar mucha atención a la propia historia política de los países latinoamericanos y la utilidad de recuperar y analizar los debates y luchas políticas sobre las propuestas de reformas de carácter financiero y bancario durante el siglo XIX. En este sentido, coincidimos con el historiador Jeremy Adelman cuando argumenta a favor de la necesidad de establecer un vínculo y un diálogo más estrecho entre las narrativas sobre la formación de los Estados en Latinoamérica y aquellas que se centran en la formación de mercados y economías.²³ El mismo autor señala también que debe evitarse una visión excesivamente determinista (path dependency) en los estudios sobre cambios institucionales que pueden ser considerados responsables del éxito o fracaso en la gestión de las finanzas públicas y privadas. Por ejemplo, sin dejar de valorar positivamente las hipótesis de la abundante literatura histórica y teórica que ha centrado la atención en los vínculos entre la consolidación de gobiernos parlamentarios y el nacimiento de mercados y sistemas financieros modernos en Europa y los Estados Unidos, también es cierto que no siempre hay que seguirlos al pie de la letra, pues los contextos y coyunturas fueron diversos en otras regiones del mundo.²⁴ El propio Adelman argumenta que las instituciones no son fijas o estables, sino que se articulan constantemente a través de la proyección y la praxis de múltiples actores en la sociedad. Y añade que el estudio de la historia de diferentes países latinoamericanos después de la Independencia permite percibir que los arreglos cambiantes en la organización local de las políticas fiscales y financieras dependían de múltiples factores: contextos históricos específicos, las ideas de las élites regionales sobre tales cuestiones y la influencia de diversos modelos institucionales que a menudo también podían modificarse a través del tiempo.²⁵

    En consonancia con estas corrientes de interpretación interdisciplinaria, hemos elegido Finanzas y política en el siglo XIX como subtítulo del presente libro en tanto que uno de nuestros argumentos principales es que en cualquier época de la historia moderna las finanzas establecen potencialidades pero también los límites de la acción política. En efecto, la historia latinoamericana es especialmente ilustrativa de esta disyuntiva, en particular en épocas de crisis políticas y financieras sincrónicas como se ha confirmado una y otra vez a lo largo de los siglos XIX y XX. Por ende, sugerimos que el estudio de las finanzas y de las trayectorias de la banca debe ocupar un mayor lugar en la historia política latinoamericana con el fin de mejor entender la relación recíproca entre finanzas y política, tanto en el corto como en el largo plazo.

    EL DESPEGUE DE LOS ESTUDIOS DE HISTORIA BANCARIA Y FINANCIERA EN AMÉRICA LATINA

    En los últimos años se ha avanzado sustancialmente en la publicación de libros, monografías y ensayos sobre la historia del crédito, la banca, la moneda y las finanzas públicas de diversos países latinoamericanos en sus orígenes, pero aún falta mucho trabajo para que se pueda evaluar su verdadera importancia en la génesis y trayectoria del capitalismo en la región. Dado el considerable número de casos nacionales que son relevantes en este vasto y variado espacio geográfico, hemos tenido que seleccionar aquellos que nos parecen más significativos, tanto por ser países en los que hubo mayores cambios y avances en los sistemas financieros como por contar con la mayor abundancia de estudios publicados al respecto. Esto inevitablemente provoca ciertos sesgos, ya que en las páginas que siguen se presta especial atención a la literatura sobre los casos de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, México y Perú, que se acompañan con una menor cantidad de referencias a otras naciones que comienzan a ser beneficiados por estudios de historia financiera.

    En todo caso, lo que intenta cada capítulo de este libro es proporcionar una breve síntesis de ciertos problemas clave de la historia bancaria y financiera regional en el respectivo periodo estudiado, esfuerzo que inevitablemente deberá ser revisado en la medida en que avancen las investigaciones históricas a futuro. No obstante, también debe indicarse que proponemos una serie de modelos interpretativos que pueden ayudar a profundizar el análisis de los paralelos, así como los contrastes entre diferentes experiencias nacionales y regionales en el largo tiempo. De la mayor complejidad es la exploración de los vínculos entre crecimiento económico y desarrollo financiero, lo que obliga a preguntarse sobre la dirección causal del fenómeno del tardío desarrollo de la banca en Latinoamérica. ¿Fue el lento crecimiento económico el factor clave en la tardanza para la creación de bancos? O, alternativamente: ¿fue el subdesarrollo financiero lo que incidió en una expansión económica tardía y desigual? En este sentido conviene saber si un sistema financiero reprimido y pequeño establecía límites a la expansión del crédito y la inversión y perjudicaba al crecimiento. Este tipo de interrogantes son las que plantean trabajos clásicos —que nos parecen relevantes— sobre la relación entre crecimiento económico y desarrollo financiero realizados por economistas destacados como Edward Shaw o Hugh Patrick.²⁶

    Significativamente, dichas inquietudes también se vinculan directamente con los debates abiertos por historiadores económicos de la Europa latina sobre el desarrollo bancario y financiero a mediados del siglo XIX, especialmente pertinentes para comparaciones con América Latina en la misma época. Así lo revelan, por ejemplo, los trabajos clásicos sobre la banca en la España decimonónica de la mano de figuras como Gabriel Tortella, Nicolás Sánchez Albornoz, Pedro Tedde o Carles Sudrià, así como los estudios de la expansión de la banca en Italia entre 1850 y 1875 por Alessandro Polsi, sobre la banca en Portugal por Jaime Reis, o sobre la banca de esa época en Francia por historiadores de la talla de Bertrand Gille, Jean Bouvier, Rondo Cameron, Albert Plessis y, más recientemente, Hubert Bonin, entre otros. De hecho, buen número de las propuestas analíticas de este conjunto de historiadores financieros informa algunas secciones de los capítulos del presente libro y, por consiguiente, retornaremos a ellas en más de una ocasión.

    Los estudios internacionales sirven de contrapunto a la literatura latinoamericana sobre la historia bancaria y financiera de las últimas décadas la cual está entrando por fin en franca ebullición. Cabe volver a enfatizar que dichos trabajos —tanto de investigadores veteranos como de nuevas generaciones— constituyen la fuente esencial del presente libro. La nueva historiografía, rica y diversa, ha sido impulsada por un conjunto importante de estudiosos que han publicado algunos de los primeros trabajos de historia financiera, profundos y metodológicamente avanzados sobre diferentes casos nacionales y locales del siglo XIX, incluyendo la reconstrucción de series monetarias, fiscales y bancarias de largo plazo. Pioneros han sido, en el caso de Argentina, los estudios de Roberto Cortés Conde, Samuel Amaral, Gerry de la Paolera, Alan Taylor, Alejandra Irigoin y Andrés Regalsky; a su vez, en el caso de Colombia, han abierto este campo de trabajo las investigaciones impulsadas por Adolfo Meisel, Miguel Urrutia, Salomón Kalmonowitz y Roberto Junguito, que ahora continúan nuevas generaciones de investigadores como aquellos impulsados por Andrés Álvarez. En México, han sido fundamentales los penetrantes estudios sobre las finanzas y el crédito colonial de Pilar Martínez, Guillermina del Valle, Luis Jáuregui, Ernest Sánchez Santiró o Antonio Ibarra, por mencionar algunos expertos, y los historiadores que han promovido el estudio del crédito y la banca en el siglo XIX, como Leonor Ludlow, Rosa María Meyer, Leticia Gamboa y Mario Cerutti, entre otros. En el Perú destaca la escuela contemporánea de historiadores económicos liderado por Carlos Contreras, sin olvidar las obras señeras de Paul Gootenberg, Heraclio Bonilla, Alfonso Quiroz y las aportaciones más recientes de Alejandro Salinas y Luis Felipe Zegarra.²⁷

    En el caso de Brasil mencionamos aquí, sólo a título de ejemplo, los trabajos pioneros en historia monetaria, financiera y fiscal de Carlos Peláez y Wilson Suzigan, Maria Bárbara Levy, Flavio Saes y Gail Triner, seguidos más recientemente por Angelo Alves Carrara, William Summerhill, Aldo Mussachio, Anne Hanley, Carlos Guimarães, André Villela y Thiago Gambi, por mencionar apenas algunos de los promotores de este amplio campo de estudio. Evidentemente, nuestra brevísima relación de autores no abarca el conjunto del universo de investigadores que han explorado los orígenes de la banca y de las políticas fiscales, financieras y monetarias en los países latinoamericanos. A su vez, como podrá observarse en los diferentes capítulos de este volumen, también se hace referencia a los estudios de historiadores económicos que trabajan sobre la evolución de los bancos de Chile, Costa Rica, Ecuador, Uruguay y países del Caribe en el largo plazo, lo que se constata en las notas, en la larga bibliografía que acompaña nuestro texto y en nuestra página web de referencia.²⁸

    Precisamente, por la complejidad de los factores entrelazados que influyeron en los orígenes y desarrollo de la banca temprana en Latinoamérica, cada capítulo del presente libro revisa las maneras en que fueron cambiando las instituciones monetarias y crediticias en los distintos países latinoamericanos bajo distintas administraciones políticas durante el medio siglo que siguió a la Independencia. Por ello, en las páginas que siguen se presta atención a las formas en que algunos de los principales actores económicos y políticos moldearon los incentivos que se impusieron en las esferas financieras, tanto pública como privada. Al mismo tiempo, con objeto de trazar un panorama que resulte comprensivo, es conveniente adoptar un método que permita visualizar, a la vez, lo general y lo particular. En términos económicos se diría que se trata de combinar una mirada macro con un análisis micro. El resultado es que este libro aspira a presentar un contrapunto entre el análisis de las mudanzas y los procesos de evolución de los sistemas crediticios, monetarios y financieros en distintos países con una descripción sintética de los orígenes y las trayectorias de los principales bancos públicos y privados en un conjunto significativo de países de la región.

    En todo caso, debe tenerse en cuenta que abordar el conjunto de la historia financiera o bancaria de la muy diversa y extensa región latinoamericana constituye un reto muy complicado y, precisamente por ello, el método histórico que adoptamos parte de la utilidad de un enfoque comparativo que esperamos permita establecer tanto paralelos como contrastes en la trayectoria del crédito y la banca en diferentes países de Latinoamérica.²⁹ Subrayamos la importancia de esta perspectiva porque si bien ya existe una variedad considerable de trabajos puntuales publicados acerca del origen y desarrollo de determinados bancos y sistemas bancarios en algunas naciones de la región, también es cierto que es infrecuente encontrar trabajos que comparen dicha experiencia en dos o más países. En este sentido, el presente libro tiene la intención de proponer algunas herramientas nuevas para el futuro análisis comparado de la historia financiera latinoamericana del siglo XIX, partiendo de la tentativa de formular un esquema interpretativo de las principales etapas de la evolución de los sistemas crediticios y bancarios a lo largo del tiempo.

    Uno de los mayores desafíos del presente volumen, por consiguiente, consiste en formular y proponer una periodización general de la historia del crédito y la banca en América Latina durante los tres primeros cuartos del siglo XIX, que permita combinar tendencias a mediano y largo plazos con atención a muy diversas crisis e inflexiones clave, a manera de entender los principales cambios en los sistemas de crédito en la génesis de los primeros bancos, en los marcos institucionales y en las políticas financieras de cada país. Esta propuesta de periodización es la que determina la estructura del libro y, por ello, ofrecemos aquí un resumen apretado de los objetivos de los sucesivos capítulos.

    EL ANTIGUO RÉGIMEN Y EL LEGADO DEL CRÉDITO COLONIAL

    La abundante investigación en historia fiscal, financiera y monetaria hispanoamericana que se ha realizado en los últimos decenios sugiere que la herencia colonial no debe calificarse simplemente en términos negativos. Éste es el tema medular del primer capítulo del presente libro. Recordemos, en este sentido, que el imperio español era el más extenso de la época y que, además, constituyó la más amplia unión monetaria y fiscal en el mundo durante varios siglos. A lo largo de esas centurias, los dominios de España y Portugal en América contribuyeron de manera importante a una temprana globalización monetaria, ya que fueron fuente de más de tres cuartas partes de la plata y el oro producidos en el mundo. Al respecto, cabe observar que dentro de la nueva historia global ya son frecuentes las referencias al papel estratégico que ejercieron la plata hispanoamericana y el oro brasileño en la economía mundo y en los sistemas monetarios en Occidente y Oriente desde el siglo XVI hasta principios del siglo XIX, debido al hecho de que en todas partes la circulación metálica era todavía dominante.

    Pero más allá de subrayar la importancia de los sistemas monetarios coloniales y su proyección global, numerosos trabajos recientes también ponen énfasis en la necesidad de estudiar más a fondo la compleja evolución de los intrincados sistemas crediticios dentro de los regímenes coloniales en la América española y el Brasil. Este tema es cubierto a detalle en nuestro primer capítulo, en el cual también se identifican algunos paralelos y contrastes con la Europa del Antiguo Régimen. En la época tardo/colonial la expansión mercantil y, en particular, el uso cada vez más extensivo de las libranzas y letras de cambio reflejaban una considerable dinámica de los sistemas de crédito, pero también lo ilustraban la creación de bancos de avío de minería en Perú y en México en el siglo XVIII. Igualmente importantes fueron las redes de crédito que alimentaban las instituciones eclesiásticas para propietarios urbanos y rurales en toda la América española y portuguesa, que tuvieron un legado duradero —si bien bastante conflictivo— durante los regímenes liberales posteriores.

    Es por ello que desde el primer capítulo de este libro hacemos hincapié en que los bancos no aparecieron ex nihilo en los países latinoamericanos, sino que resulta obligatorio conocer sus antecedentes históricos, en especial los longevos y complejos sistemas de crédito de la época colonial. Nuestro acercamiento a dicho tema se apoya en la rica historiografía reciente que pone en duda una serie de ideas comunes sobre un supuesto atraso institucional de la economía y de las finanzas durante la Colonia en la América española y en el Brasil. De hecho, durante casi tres siglos existieron sistemas de crédito complejos en toda la región muy similares a los vigentes en la Europa católica, lo que era lógico teniendo en cuenta que estaban sujetos a las monarquías imperiales de España y Portugal cuyas instituciones económicas se replicaron a escala transatlántica con numerosas adaptaciones locales.

    En efecto, el sistema crediticio de esa época correspondía al Estado jurisdiccional con un marco institucional de Antiguo Régimen, en el cual diversas corporaciones tenían jurisdicción propia sobre esferas clave de la actividad económica. A cada uno de estos gremios y corporaciones las monarquías española y la portuguesa concedieron diversos privilegios en el ámbito de su actividad económica, circunstancia que implicaba que el crédito estuviera segmentado y que las tasas de interés fueran relativamente variadas por sector. Como ha señalado de manera muy penetrante el joven historiador colombiano, James V. Torres Moreno:

    En el periodo colonial existieron varios tipos de interés según la clase de institución que otorgara o recibiera el crédito: el crédito eclesiástico, el mercantil, el particular, el de las cajas de comunidad de los pueblos de indios y, finalmente, el de la deuda del virreinato. Naturalmente, los cinco tipos de créditos respondían a reglas del juego diferentes.³⁰

    Pensamos que todo ello puede de ser de interés para ampliar las miradas más teóricas sobre la historia económica colonial como las propuestas de Carlos Sempat Assadourian y de una importante escuela de historiadores afines que han reconstruido con gran detalle el desarrollo y la vitalidad de los mercados internos de la América española y de Brasil, fincados en el entrelazamiento que se dio entre el comercio, las minas, los obrajes y las haciendas a lo largo de tres siglos del régimen colonial.³¹ En este sentido, uno de los objetivos en nuestro primer capítulo consiste en sugerir que los aportes múltiples de los historiadores del crédito y las finanzas también ayudan a entender cómo se entrelazaban los actores económicos y sociales en el complejo mundo colonial, y de qué formas el crédito y las finanzas contribuyeron al desempeño de aquellas economías que manifestaron un mayor dinamismo durante el siglo XVIII —hasta inicios del siglo XIX— y el estallido de las guerras de Independencia.

    LAS INDEPENDENCIAS LATINOAMERICANAS Y LOS TEMPRANOS FRACASOS BANCARIOS

    La evolución accidentada del crédito después de la Independencia es tema del segundo capítulo que subraya el dramático impacto económico de las guerras y sus efectos en la consiguiente debilidad fiscal y financiera de las nuevas naciones. Los sistemas crediticios y fiscales coloniales fueron afectados de manera radical por los intensos conflictos militares y políticos, aunque en algunos casos se logró una recuperación significativa con cierta rapidez e incluso pudo darse el inicio de una balbuceante modernización financiera. Aun así, es forzoso reconocer que en dichas circunstancias no fue extraño que virtualmente todos los primeros experimentos bancarios latinoamericanos, entre 1820 y 1850, resultaran efímeros pese a su originalidad.

    Una de las principales características de la época poscolonial fue la fragmentación monetaria en gran número de países de la región, fenómeno que ha sido resaltado en recientes estudios de Alejandra Irigoin, con fuerza y originalidad.³² Para entender el impacto de los cambios políticos y militares sobre la soberanía y la circulación monetaria en la época es necesario recordar que, en la práctica, no había ninguna autoridad monetaria parecida a las que existen en nuestros días, cuando dicha función la ejercen los bancos centrales. En países con regímenes federales o confederales, como Argentina o México, cada provincia (y su casa de moneda) podía establecer su propio régimen monetario. ¿Cuáles eran los costos de esta fragmentación? No lo sabemos a ciencia cierta, razón por la cual se requieren más investigaciones puntuales sobre el tema, ya que fueron muy significativos.

    Tampoco fue menor el impacto del derrumbe de pilares centrales de la fiscalidad y de las finanzas estatales de la era colonial. La quiebra del imperio español desembocó en la suspensión de pagos sobre las cuantiosas deudas coloniales acumuladas en los diferentes virreinatos y capitanías generales de la América española. De hecho, eso dificultó enormemente la recuperación posterior de los mercados financieros domésticos. A su vez, el debilitamiento de las finanzas de la Iglesia representó otro golpe, posiblemente aún más extenso y profundo, a los mercados crediticios poscoloniales.

    Paradójicamente, los virreinatos de México y Perú, que habían sido los más ricos en la época virreinal, sufrieron en mayor grado las consecuencias de las guerras y el derrumbe del Antiguo Régimen: las fugas de capitales socavaron el crédito y la posibilidad del funcionamiento de mercados de capitales después de establecerse las nuevas repúblicas. Pero éste también fue el caso de Gran Colombia (1821-1831), ya que pese al esfuerzo colosal de Bolívar por forjar un gobierno unificado, las tendencias centrífugas propiciaron también un régimen fiscal y financiero débil y poco integrado, al igual que en el caso del experimento confederal en Centroamérica (1824-1838) o el de la Confederación Argentina, todos ejemplos de la forma en que las trayectorias fiscales y financieras se entrelazaron con la agitada vida política de manera extremadamente compleja.³³ Más afortunados fueron Brasil y Chile, que disfrutaron de regímenes políticos más estables con finanzas públicas más solventes.

    A pesar de los severos impactos de las guerras, también es cierto que hubo algunas continuidades: por ejemplo, el crédito personal siguió vigente y proporcionó recursos a muchos productores y comerciantes, como lo atestiguan los archivos notariales en la mayoría de los países de la región. De la misma manera, siguió practicándose el avío de las minas de metales preciosos en la época independiente, al tiempo que se produjo una temprana (aunque transitoria) inversión extranjera en el sector. Pero, desde el punto de vista de la claridad de normas institucionales y de las expectativas racionales, hay mucho que debatir acerca de los costos económicos de las independencias latinoamericanas.

    El crédito mercantil experimentó mayores cambios, especialmente aquel vinculado con el comercio exterior debido, en primera instancia, al declive de los grandes entrepots mercantiles y financieros como Cádiz y Lisboa, que habían sido anclas europeas del comercio transatlántico durante siglos. Después de 1820 Londres se convirtió con rapidez en el más importante centro mercantil y financiero internacional y punto de referencia para los comerciantes y navieros de todo el mundo atlántico, cuyos negocios ahora comenzaron a girar alrededor del foco de un nuevo sistema de pagos internacionales y de transacciones crediticias en ese gran espacio. Este giro copernicano en las finanzas internacionales influyó de manera importante sobre la actividad mercantil y crediticia en los puertos latinoamericanos, pero debemos tener claro que no explica todas las facetas domésticas de las finanzas de los

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