Dionisio. El Niño del Tren del Norte
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Dionisio. El Niño del Tren del Norte - Paulina Rocío Del Moral González
Índice de contenido
Portada
Portadilla
Poema
Página Legal
Título
Dedicatoria
Perfil de Dionisio
Introducción
El relato de Dionisio
portada.jpgDIONISIO
EL NIÑO DEL TREN DEL NORTE
Paulina Rocío del Moral González
24845.jpgTengo en todo mi ser, donde me obliga
algo a callar mi doloroso grito,
una inmensa fatiga: la fatiga
del peso abrumador del infinito.
La gran angustia, el espantoso duelo,
de haber nacido, por destino arcano,
para volar sin tregua en todo el cielo
y recorrer sin rumbo todo océano.
–Juan Ramón Molina, poeta hondureño
DIONISIO, EL NIÑO DEL TREN DEL NORTE
Primera edición: febrero, 2015
D.R. © 2014, Comunicación e Información, S.A. de C.V.
Fresas 13, Colonia del Valle, delegación Benito Juárez,
C.P. 03100, México, D.F.
D. R. © Paulina Rocío del Moral González.
Fotoarte portada, diseño y formación: Juan Ricardo Robles de Haro
Coordinación editorial: Alejandro Pérez Utrera
Cuidado de la edición: Hugo Martínez Téllez
edicionesproceso@proceso.com.mx
Queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía, el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares de la misma mediante alquiler o préstamo públicos.
ISBN: 978-607-7876-10-6
Impreso en México / Printed in Mexico
23736.jpgDIONISIO
¹
EL NIÑO DEL
TREN DEL NORTE
²
Paulina Rocío del Moral González
1 Se ha utilizado un seudónimo para proteger la identidad del protagonista.
2 La historia de Dionisio fue recabada como parte del proyecto Testimonios de niños trabajadores dentro y fuera de la calle
realizado en Torreón, Coahuila, patrocinado por el Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Coahuila (hoy Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico de Coahuila de Zaragoza), el Instituto Coahuilense de Cultura (hoy Secretaría de Cultura del Estado de Coahuila de Zaragoza) y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, en el área de Proyectos Culturales y Artísticos en torno a la Cultura Infantil, en su versión de junio de 1999 a mayo de 2000.
Dedicado a todos los niños y niñas que soportan
el peso abrumador de lo infinito.
Perfil de Dionisio
23724.jpgOficios: Jornalero en las cosechas de café, tabaco, plátano y sandía; pizcador de maíz y frijol; cazador; cargador de balsas; pescador; vendedor de tamales, cocos, sandías y pescados; empacador pesquero; mesero de cantina; ordeñador; niñero; barrendero; basurero; voceador; cargador y bodeguero.
Recluido en la Residencia Juvenil para Menores Infractores de Torreón, Coahuila, México, por portación de arma blanca (cuchillo).
Edad: 14 años.
Iniciación al trabajo: A los ocho años.
Escolaridad: Primero de primaria. Escuela Juan Ramón Molina.
Ocupación de la madre: Ama de casa.
Residencia familiar: Vivió con su padre y madrastra, sus tíos y su abuela.
Ocupación del padre: Trailero. Padrastro: dato no registrado.
Hermanos: Una hermana, un hermano fallecido y dos medios hermanos.
Pasatiempos: Tener novia, ir al parque, al deslizadero, jugar a las escondidas.
Observación: Dionisio declara tener su domicilio en Puerto Barrios Izabal, Guatemala, C. A.
Año: 2001.
Introducción
Este libro presenta el relato de Dionisio, un niño migrante hondureño detenido en Torreón, Coahuila, en 2001 y recluido en la Residencia Juvenil para Menores Infractores de esa ciudad, en espera de ser deportado a Guatemala, ¹ desde donde dos años antes había cruzado a México para abordar un tren hacia la frontera mexicano-estadunidense. Dionisio tenía la ilusión de ser adoptado en Estados Unidos y asistir a la escuela.
El menor, quien tenía ocho años cuando comenzó a trabajar y 12 cuando cruzó el Suchiate, fue uno de los primeros niños centroamericanos en viajar sin compañía de un familiar en esa máquina de trasiego inhumano hoy conocida como La Bestia. Su migración individual fue el signo inadvertido de una profunda crisis social precariamente atendida por los gobiernos de Centroamérica, debacle cuyo origen estructural se deriva de un modelo económico neoliberal que agrava la desigualdad económica. Esta crisis latente hace erupción en el plano internacional en 2014 con el éxodo de miles de niños centroamericanos en lo que se configura como el conflicto humanitario más intenso vivido en la frontera México-Estados Unidos.
El testimonio de Dionisio –un menor obligado por las circunstancias a ser adulto e incursionar en actividades riesgosas–, es prueba viva de los problemas de la pauperización de la infancia latinoamericana, sobre todo la rural, caldo de cultivo de la migración infantil sur-norte. Su historia, rica en datos laborales y culturales sobre diversos ámbitos geográficos de Honduras y Guatemala, da cuenta de las circunstancias difíciles que muchos niños como él han sufrido desde fines del siglo XX y principios del XXI, acosados por la violencia económica y social derivada de conflictos armados en el istmo centroamericano. A este panorama se suman la epidemia de VIH/sida heredada de la ocupación militar en la región, las catástrofes naturales –en particular la devastación dejada por el huracán Mitch en 1998–, así como las amenazas constantes de explotación laboral, sexual, el pandillerismo y, más recientemente, la expansión del crimen organizado en Centroamérica.
En 1999, cuando Dionisio abandona su vivienda rural para tirarse a la vagancia
, como él mismo afirma, Honduras tenía 6 millones 535 mil 344 habitantes y era la nación más pobre de América Latina, con 79.7% de la población viviendo en pobreza, y 56.8% en la indigencia o pobreza extrema; los índices eran más elevados en el área rural, con 86.3% de pobreza y 68.0% de pobreza extrema.² Como bien relata mi entrevistado, su familia no siempre disponía de alimento o lo tenía en muy poca cantidad. Del mismo modo que un hogar disfuncional expulsa a sus niños a la calle, un país con un precario o nulo Índice de Desarrollo Humano³ arroja a sus habitantes fuera de sus fronteras. Con excepción de Costa Rica y Panamá que cuentan con economías relativamente estables, el resto de las naciones centroamericanas –Guatemala, Belice, El Salvador, Honduras y Nicaragua– padece el flagelo de la pobreza y sus efectos concomitantes, lo cual las convierte en generadoras de menores trabajadores, callejerizados y expulsoras de migrantes. Ahora bien, ¿cuál era la situación económica en Honduras en el año en que Dionisio fue detenido y cuál ha sido su evolución hasta 2014? Simultáneamente es posible responder a la pregunta ¿cuáles son las condiciones sociales que obligan a los niños a emigrar de Centroamérica?
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) señala que en 2001 Honduras era uno de los países con menor inversión social por habitante en la región: 77 dólares por persona contra un promedio de 495 dólares para América Latina.⁴ Un análisis de 2004 del Banco Mundial (BM) destaca la correlación del nivel de crecimiento económico en Honduras con el bajo nivel educativo. Honduras aparece junto con Haití, Guatemala y Bolivia en la clasificación de los países que no han llegado en ninguna década entre 1960 y 2000 a relaciones mutuamente potenciadoras entre crecimiento económico e inversión en capital humano. En América Latina en general y en Honduras en particular, persisten altos niveles de inequidad que vienen reproduciéndose a través de los siglos: la pobreza se transmite entre generaciones
señala el BM, y agrega que la de América Latina y el Caribe es la región más desigual del mundo, ya que: El 10% más rico de los habitantes recibe entre el 40% y el 47% del ingreso total en la mayor parte de las sociedades latinoamericanas, mientras que el 20% más pobre sólo recibe entre el 2% y el 4%. En Estados Unidos, el 10% más rico recibe el 31%, y en Italia, el 27%
.⁵
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) hondureño, en 2001 el índice de pobreza en el área rural era de 76.71%, del cual 67.18% es extrema y 9.53% relativa. En cifras concretas se traduce a un total de 2 millones 580 mil 129 personas pobres, de las cuales 2 millones 259 mil 599 lo son en grado extremo y 320 mil 531 relativo⁶. Para 2010 la misma fuente señala 71.6% de personas en pobreza, de las cuales 60.2% son extremas y 11.4% relativas; en cifras equivale a 3 millones 133 mil 250 personas pobres, de las cuales 2 millones 635 mil 614 son de grado extremo y 497 mil 636 relativo.⁷ Por pobreza relativa se entiende aquellos hogares cuyo ingreso es menor al costo de la canasta básica, mientras que la pobreza extrema designa a los hogares con un ingreso per cápita inferior al costo de la canasta de alimentos.
INE-Unicef indica que en 2009 la población de niñas y niños menores de 18 años en Honduras era de 3.4 millones, de los cuales 2.5 millones de niñas y niños estaban en situación de pobreza, es decir 72.1% del total infantil nacional. De este porcentaje, 62.1% habitaba en hogares rurales y 37.9% en urbanos.⁸
En el estudio Pobreza infantil en América Latina y el Caribe, realizado entre 2008 y 2009 por la Cepal y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), se consigna que dos de cada tres niños y niñas hondureños viven en situación de pobreza, o sea que carecen de por lo menos uno de sus derechos básicos: agua potable, nutrición, salud, vivienda, educación, servicios sanitarios aceptables o información. El mismo documento indica que la pobreza extrema es mucho mayor en este país, y afecta a casi tres de cada diez menores de 18 años, es decir, a 29.2% frente a 17.9% de toda Latinoamérica. Honduras ostenta las cifras más altas de indigencia infantil en América Latina y el Caribe, ya que 53% de infantes vive en hogares donde los ingresos no alcanzan para cubrir las necesidades nutricionales de la familia. El análisis revela que la pobreza extrema infantil es mayor en las zonas rurales que en las urbanas (38.8 frente a 9.3%), y también superior entre los niños indígenas (36.1%) que en los que no lo son (17.6%).⁹ El estudio mide múltiples dimensiones de la pobreza infantil en América Latina y el Caribe, en relación con los derechos prescritos por la Convención sobre los Derechos del Niño.
En 2010, según el INE, 21.5% de la población en Honduras vivía con un dólar diario o menos y el porcentaje empeoraba en el área rural, con 34.7%. Ello a pesar de que la Meta 1 de los Objetivos de Desarrollo del Milenio es reducir a la mitad, entre 1990 y 2015 el porcentaje de personas cuyos ingresos sean inferiores a 1 dólar por día
. El informe del Unicef 2012 señala que en los últimos 8 años (2001-2009), la pobreza bajó en 4.9 puntos porcentuales (pp), es decir 0.6 pp por año. Por su parte, la pobreza extrema, se redujo en 7.8 pp, es decir casi 1 pp por año. En 2009 el 58.8% de los hogares vivían en una situación de pobreza y el 36.4% en condiciones de pobreza extrema
(INE, 2009).¹⁰
Las consecuencias más graves de la pobreza son la desnutrición infantil y la vulnerabilidad hacia las enfermedades. Según el Unicef, Honduras ha logrado avances importantes en la reducción de la desnutrición infantil.