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Trece cuadras y un muerto: THRILLER, #1
Trece cuadras y un muerto: THRILLER, #1
Trece cuadras y un muerto: THRILLER, #1
Libro electrónico139 páginas2 horas

Trece cuadras y un muerto: THRILLER, #1

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13 cuadras y un muerto

 

Marca un antes y un después en la obra de su autor, Robert S. McGraw, siendo la publicación de sus dos tomos de relatos, un claro y decisivo crecimiento como cuentista de terror. 

 

Inspirado por los clásicos del género, de quienes se ha declarado un ferviente admirador, desarrolla una narrativa con tintes góticos, pero moderna, sin la extensa prosa que caracterizaba la literatura de los siglos XVIII y principios del XIX, haciéndola más digerible para el público actual, pero conservando la fuerza, la estructura y el halo de misterio que la hace tan atractiva.


En ambos tomos, el autor nos regala un total de dieciocho relatos de terror. El miedo, los celos, la envidia, la soledad y la locura, son los protagonistas de estas historias, arrancadas de los más profundos y oscuros rincones de la naturaleza humana. Nos enfrenta a los demonios que todos podemos llevar en nuestras conciencias, mostrando que, cuando el mal se manifiesta en determinadas circunstancias, nadie está exento de cometer un crimen.


El hotel "Colosus", cuyo pomposo nombre se lo debía a la desorbitada imaginación de su creador Edgar P. Chasse, disfrutó de unos pocos años de gloria cuando por allá, en los años ochenta, se convirtió en el centro nocturno preferido de la clase media de la ciudad. Luego vino la expansión territorial de la metrópolis y la parte antigua quedó perdida en el olvido, igual que su hotel insigne.

 

En las convivencias tan estresantes, expresadas aquí en multiples situaciones, complicadas y complejas, y donde se forman grandes alianzas de amor y entendimiento, del mismo modo surgen grandes odios de dolor y resentimientos.

 

No podía ser de otra manera, así que Robert S. McGraw te mantendrá atado a tu butaca, mientras calcomes tusd uñas y destripas tus entrañas con risas sombrías a la vez que te harán un constante seguidor de su estilo único, abrazante, terrorífico y a la vez encantador, cuando se lo propone, claro está.

Robert S. McGraw 

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento9 ago 2022
ISBN9798201784829
Trece cuadras y un muerto: THRILLER, #1
Autor

Robert S. McGraw

Nació el tres de febrero de 1973. Fue el hijo menor de cinco hermanos.  Desde niño, tanto él como sus hermanos, sufrieron un constante abuso psicológico que, de no ser por la postura firme de la madre y el amor que les dio como contraparte al abuso, habría sido imposible superar.  Se interesó en la lectura y escribió algunos cuentos y poesías que nunca trascendieron. Al terminar estudios de bachiller entró al ejército por tres años, donde se desempeñó como francotirador.  Diferentes empleos hasta que fue a prisión por robar en una casa, luego de una larga relación con las drogas y malas compañías.  Allí retomó la lectura, leyendo más de 300 libros en cinco años y reencontrándose con su antigua pasión de escribir.  Al salir, deja todo atrás y trabajó en empleos mal remunerados debido a su historial delictivo, por lo que renunció a sus planes de escribir por no disponer de tiempo y por la falta de recursos.  Se casa en 2005 y ese mismo año nace su hija Laureen. En el 2012 su madre enferma y se encarga de su cuidado las 24 horas del día, allí escribe en su celular pequeñas historias de terror que luego se convertirían en su "Huellas de sangre".  Ayudado y alentado por su hermano y un amigo, comienza a tomarse en serio la literatura y escribe su primera novela "La lluvia de sus ojos", seguida de otras dos y varias antologías de relatos. Su madre fallece en 2021 y a partir de ese instante se da a conocer en el mundo de las letras con sus trabajos, casi siempre impregnados de misterio y terror, su versatilidad le permite moverse entre casi cualquier género, desde la comedia hasta la ciencia ficción, pasando por la aventura épica y el policíaco. La vida y los lugares en que estuvo, le ha llevado a tener una visión profunda y particular de la naturaleza humana, y su amplia cultura literaria nutrió su talento con los clásicos, lo cual se refleja en la calidad de su prosa. Mantiene un perfil bajo, alejado lo más posible de los medios y redes sociales para concentrarse en su trabajo y entregar a su creciente público lo mejor de su talento.

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    Trece cuadras y un muerto - Robert S. McGraw

    13 cuadras

    y un muerto

    Robert S. McGraw

    Tabla de Contenidos :

    PROLOGO

    LA HABITACIÓN MALDITA

    DOCE CUADRAS Y UN MUERTO

    EL PUENTE MÁS LARGO

    JUNTOS PARA SIEMPRE

    HOME RUN

    TESORO

    LA ESCUPE HUESOS

    POTRO JIMÉNEZ

    FOLLETO AL PARAÍSO

    PRÓLOGO

    "13 cuadras y un muerto" , marca un antes y un después en la obra de su autor, Robert S. McGraw, siendo la publicación de sus dos tomos de relatos, un claro y decisivo crecimiento como cuentista de terror.

    Inspirado por los clásicos del género, de quienes se ha declarado un ferviente admirador, desarrolla una narrativa con tintes góticos, pero moderna, sin la extensa prosa que caracterizaba la literatura de los siglos XVIII y principios del XIX, haciéndola más digerible para el público actual, pero conservando la fuerza, la estructura y el halo de misterio que la hace tan atractiva.

    En ambos tomos, el autor nos regala un total de dieciocho relatos de terror. El miedo, los celos, la envidia, la soledad y la locura, son los protagonistas de estas historias, arrancadas de los más profundos y oscuros rincones de la naturaleza humana. Nos enfrenta a los demonios que todos podemos llevar en nuestras conciencias, mostrando que, cuando el mal se manifiesta en determinadas circunstancias, nadie está exento de cometer un crimen.

    LA HABITACIÓN MALDITA

    El hotel Colosus, cuyo pomposo nombre se lo debía a la desorbitada imaginación de su creador Edgar P. Chasse, disfrutó de unos pocos años de gloria cuando por allá, en los años ochenta, se convirtió en el centro nocturno preferido de la clase media de la ciudad. Luego vino la expansión territorial de la metrópolis y la parte antigua quedó perdida en el olvido, igual que su hotel insigne.

    Poco a poco fue dejando de ser rentable y para poder subsistir se fueron deshaciendo del personal innecesario. Así, los pocos inquilinos que todavía se hospedaban en el lugar por disímiles razones tenían que cargar su propio equipaje, tocar ellos mismos el botón en la pizarra del ascensor, del piso deseado y bajar hasta el restaurante bar de la acera de enfrente si deseaban algo a deshoras. La otrora horda de botones, ascensoristas, camareras y mayordomos, fue desapareciendo hasta dejar solo a dos empleados, la recepcionista y el conserje. Ella era una mujer de mediana edad, regordeta y algo sucia, que tomaba un baño cada dos o tres días con la consiguiente degradación de su imagen personal. El conserje era un hombre alto y huesudo, encorvado por el paso del tiempo y por el trabajo y hablaba algo enredado por un accidente en su juventud donde perdió parte de la lengua. A pesar de su delgadez era muy fuerte, pues desde pequeño no hizo otra cosa que ganarse la vida con sus manos.

    Él limpiaba el primer piso del hotel, que era el único que alquilaban desde hacía tres años y lavaba las sábanas si se ensuciaban mucho. También sacudía las alfombras cada dos o tres meses y las cortinas cuando se acordaba. Las otras tres plantas permanecían cerradas, a la espera de tiempos mejores o a merced de un milagro.

    Algunos interesados estuvieron a punto de comprarlo, pero el infortunio quiso que todos los planes se cortaran de una manera u otra. El caso era que se mantenía a duras penas, con parejas que lo usaban como lugar de citas discretas, hombres que botaban de sus casas, universitarios y viajantes de paso o personas cuyos recursos no le permitían algo más decoroso.

    Aun así, mantenía vivo algo de su pasado triunfal; la arquitectura gótica de su fachada, los ventanales de cristal tallado y una entrada majestuosa entre otros detalles.

    Era cierto que todo el conjunto se cubría por capas de hollín año tras año y que los excrementos de las aves formaban bellas manchas blanquecinas en los salientes de las paredes, pero no había mucha diferencia entre el hotel y las casas del lugar, por lo que esos inconvenientes podían pasar desapercibidos si los clientes no se fijaban mucho en las nimiedades, como era exactamente el caso de los que iban allí. Una vez adentro, todavía era agradable si eras miope y no podías ver las telarañas que colgaban a ocho metros del piso en todas las direcciones.

    Algo curioso y quizás el único detalle que hacía a este hotel digno de mención en alguna conversación casual entre vecinos y la razón por la que de vez en vez aparecía en el diario local e incluso en periódicos importantes, era el hecho de que guardaba un oscuro y nefasto récord, nunca igualado ni siquiera por los mejores hoteles del país. Era demasiado común que personas de todo tipo, vinieran desde los lugares más insospechados a alojarse el último día de sus vidas en el pent-house del hotel para luego lanzarse al vacío desde la habitación mil trecientos trece.

    Era la única pieza que se mantenía activa aparte de los cuartos de la primera planta y aunque la policía había tratado de convencerlos de que lo cerraran, nada podían hacer contra la decisión del dueño, el hijo del señor Edgar Chasse, quien no visitaba su propiedad hacía más de cinco años.

    Siempre contestaba a las cartas de las autoridades con breves misivas donde exponía su derecho de rentar las habitaciones de su hotel a quien quisiera pagar por ellas y el respeto por el libre albedrío de aquellas almas que deciden acabar con sus vidas. La lógica de sus argumentos era que, si no lo hacían desde el último piso del hotel, siempre se podrían lanzar al río o delante de un tren con el mismo resultado.

    Así que él no era el responsable de los actos suicidas de los demás, con lo que el asunto quedaba zanjado y todo regresaba a la normalidad, hasta que alguien rentaba la fatídica habitación y a la mañana siguiente los paramédicos tenían que despegarlo del pavimento. Toda esa tradición de muerte y horror no fue fruto de la espontaneidad de los huéspedes, sino que venía de tiempo atrás, cuando el famoso cantante de rock, Mike Truck, después de meterse en las venas una cantidad exagerada de metanfetamina, se lanzó desde el balcón a los brazos de una imaginaria multitud que le aclamaba.

    Al parecer los fanáticos decidieron jugarle una broma pesada y se apartaron en el momento preciso en que caía y su humanidad fue a parar a la acera del edificio, salpicando de sangre un auto que pasaba en ese momento. Como consecuencia de tal acto, al propietario del coche le pagaron una cantidad de dinero absurda por su vehículo, con el fin de exhibirlo en el museo del Rock, junto a la figura de cera del célebre cantante y suicida y el Pent-house se hizo famoso entre los fans del músico, quienes se gastaban sus ahorros para tener en primera persona, la última vista de la estrella antes de morir.

    Al caer el hotel en decadencia, el asunto se fue olvidando; pero los curiosos y turistas todavía querían ir a la habitación, por lo que siguió abierta al público a un precio mucho más asequible y la historia se hubiese diluido en el tiempo si un acto igual de trágico no hubiese tenido lugar años después.

    Una mañana entró al hotel un hombre sin equipaje y pidió hospedarse en la famosa habitación del Señor Mike, como le decían sus seguidores, pero solo por una noche. Pagó en efectivo y encargó la misma comida que el cantante pidió en su día.

    Un excéntrico más, pensó cada uno de los pocos empleados que quedaban, aunque todavía funcionaban todos los pisos; pero a la misma hora del antiguo suceso, una gritería fuera del edificio llamó la atención del ballet y luego un señor entró muy agitado y gritando:

    ―¡Se ha lanzado un hombre desde el último piso!

    Esta vez no salpicó ningún auto, pero cayó encima de una pobre mujer que se dirigía al trabajo temprano y la mató al momento; suficiente para que todos los transeúntes que pasaban por allí en el futuro, prefirieran bajar de la acera y arriesgarse a tomar la calle por varios metros, mirando hacia arriba casi siempre por la posible lluvia de humanos. Tampoco pasó inadvertido para la prensa, quien le dio una gran cobertura. 

    Ese fue el inicio de una leyenda urbana y, como para locuras sobran los locos, sucedió que más de un suicida escogió la misma manera de morir desde el mismo lugar, tradición que se mantuvo hasta la época en que solo quedaban dos empleados en el hotel y se alquilaba únicamente la primera planta y el Pent-house. Lo curioso fue que, mientras más se hundía el inmueble, más personas se lanzaban al vacío, llegando a cerrarse el tránsito, tanto de autos como de personas en el tramo de calle donde caían los cuerpos.

    Como promedio, cada semana al menos un lunático terminaba su vida por esa vía, convirtiéndose en algo así como un show. Docenas de entusiastas de todo tipo acampaban cerca del lugar esperando el próximo salto. Había reporteros, historiadores, psicólogos, bomberos, médicos, paramédicos, cineastas, fotógrafos, esotéricos, curiosos, amantes de lo bizarro o simples enfermos mentales que se excitaban cuando las cabezas explotaban en el pavimento, recubierto con una capa de serrín para absorber la sangre de los cadáveres.

    A veces la habitación era ocupada por simples turistas o, en el peor de los casos, por bromistas que se asomaban al balcón y hasta simulaban lanzarse desde allí. Entonces una turba se concentraba en la calle y algunos pedían que no lo hicieran, que pensaran mejor las cosas.

    Sin embargo, la gran mayoría pedía a gritos que se tiraran, que era lo mejor que les podía pasar. Luego de un tiempo, la policía llegaba y los bromistas desaparecían y todo regresaba a la normalidad. Los que se mataban preferían hacerlo sin llamar mucho la atención, aunque como todo en la vida, había sus excepciones.

    Claro que, para mucha gente interesada solo en la noticia, era exasperante esperar por días a la expectativa del suceso, por lo que algunos reporteros encontraron la mejor manera de ahorrarse tiempo esperando alrededor del hotel y se pusieron en contacto directamente con las dos

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