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Los desterrados
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Libro electrónico132 páginas3 horas

Los desterrados

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Los desterrados (1926), una colección de ocho cuentos ambientados en la selva misionera, es una prueba del dominio de Quiroga sobre la forma breve. La clara intención unitaria que se percibe en las narraciones dota de mayor consistencia a la obra y representa un gran logro literario.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 ago 2022
ISBN9789505568918
Los desterrados

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    Los desterrados - Horacio Quiroga

    Imagen de portada

    Índice de contenido

    Portada

    Portadilla

    Legales

    Prólogo, por Juan José Burzi

    LOS DESTERRADOS

    EL AMBIENTE

    El regreso de Anaconda

    LOS TIPOS

    Los desterrados

    Van-Houten

    Tacuara-Mansión

    El hombre muerto

    El techo de incienso

    La cámara oscura

    Los destiladores de naranja

    © 2022, RCP S.A.

    Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna, ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopias, sin permiso previo del editor y/o autor.

    ISBN 978-950-556-891-8

    Primera edición en formato digital: julio de 2022

    Versión: 1.0

    Digitalización: Proyecto 451

    Hecho el depósito que marca la ley 11.723

    Diseño y diagramación del interior y de tapa: Pablo Alarcón | Cerúleo

    Un libro imprescindible es aquel cuya influencia es capaz de sortear el paso del tiempo desde su aparición y publicación. Es imprescindible porque ha persistido, incluso a pesar de las diferencias culturales y la diversidad de contextos lectores.

    Imprescindibles Galerna parte de esta premisa. Se trata de una colección cuyo propósito es acercar al lector algunos de los grandes clásicos de la literatura y el ensayo, tanto nacionales como universales. Más allá de sus características particulares, los libros de esta colección anticiparon, en el momento de su publicación, temas o formas que ocupan un lugar destacado en el presente. De allí que resulte imprescindible su lectura y asegurada su vigencia.

    Prólogo, por Juan José Burzi

    Los desterrados como proyecto

    En 1926, año en que Roberto Arlt publicó El juguete rabioso (un relato de iniciación y traición que transcurre en la urbe) y Ricardo Güiraldes Don Segundo Sombra (un exponente de la literatura gauchesca), Horacio Quiroga volvía a situar sus ficciones en la tierra indómita de Misiones (vale recordar que durante su vida vivió varios períodos en esa provincia) y publicaba el libro de cuentos Los desterrados. Todos estos relatos fueron escritos entre 1919 y 1925, y publicados anteriormente en diferentes medios (el diario La Nación, las revistas El Hogar, Plus Ultra, Caras y Caretas, Atlántida). Sin embargo, a pesar de las diversas épocas y fuentes, Los desterrados no es un rejunte de cuentos destinados a conformar un libro, sino que es una de las obras más sólidas y compactas de Quiroga.

    Teniendo en cuenta las fechas de publicación de los relatos, se puede trazar un recorrido imaginario en la concepción del libro Los desterrados. Con la intención de no exceder el espacio de un prólogo, señalaré dos características al respecto: Los desterrados es el segundo cuento del libro, pero el último en haber sido escrito (1925). Junto a ese dato, es necesario tener en cuenta que en ese cuento hay una prominencia de historias contadas en algunas líneas, algunas de las cuales funcionan como anécdotas breves (el bandolero Fitz Patrick, el Cacique Pedrito) y otras funcionan como adelantos de los demás cuentos: se narra cómo llegó Juan Brown (protagonista de Tacuara-Mansión) a Misiones, se revela el final terrible del Dr. Else (historia que se retoma y amplía en Los destiladores de naranja) y se adelanta la relación fatal del químico Rivet con el alcohol (tratada en "Tacuara-Mansión").

    O sea, nos es lícito aseverar que, con la totalidad de los relatos escritos, Quiroga escribe estos pequeños adelantos en el principio de Los desterrados con la intención de lograr un efecto unificador para el resto del libro.

    Por otro lado, dejando de lado el cuento Los desterrados, cuya acción principal sucede antes que el resto de los cuentos, una propuesta de orden de lectura cronológico sería: La cámara oscura (séptimo relato), El techo de incienso (sexto relato), Los destiladores de naranja (octavo relato) y "Tacuara-Mansión" (cuarto relato del volumen). En todos estos cuentos los personajes se entrecruzan, cumplen diferentes funciones, o simplemente son aludidos.

    El resto de los cuentos (El regreso de Anaconda, Van-Houten, El hombre muerto) funcionan como historias unitarias, sin conexión directa con las ya aludidas, pero que trasncurren también en Misiones (a veces incluso en un mismo pueblo) y en un clima salvaje y amenazante.

    Soledad, perdición y muerte en Los desterrados

    A medida que se avanza con la lectura del libro, se hacen evidentes algunos rasgos en común: la condición de soledad y el estado de perdición en el que terminan los personajes y, finalmente, la muerte, que es protagonista en todos los cuentos.

    Si por ejemplo tomamos El regreso de Anaconda, que es el primer relato, veremos cómo Anaconda convoca a los demás habitantes de la selva para proponer una alianza contra el hombre. Así se dan uniones impensadas, como la de los tucanes con los monos y las serpientes. Sin embargo, Anaconda tiene su propio plan y, aun actuando en conjunto, lo suyo es la soledad. Incluso se aísla de sus aliados cuando encuentra en una balsa que flota a la deriva el cuerpo de un hombre moribundo. Esta decisión será, en definitiva, la causa de su perdición.

    En Los desterrados los personajes de la trama principal del relato son el negro João Pedro y Tirafogo, dos ancianos brasileros que, antes de morir, quieren regresar a su tierra natal. Paradójicamente, habían huído del Brasil para evitar la esclavitud. En Argentina tuvieron diferentes enfrentamientos con la ley, sus vidas fueron violentas y marginales y por eso su regreso es también una especie de huída. Cada uno, desde su individualidad, se hace compañía ante las dificultades que la naturaleza salvaje les presenta, pero a la hora de morir, lo hacen en la más profunda soledad.

    Van-Houten, el protagonista del relato homónimo, es otro solitario. Un trabajador de la extracción minera belga que nadie sabe por qué fue a parar a Misiones. Parece no tener nada que perder; de hecho, en una parte del cuento se alude a él como lo-que-queda-de-Van-Houten, dado que perdió un ojo, una oreja y tres dedos. Afecto a la bebida, encuentra su destino navegando solo y borracho en el río Paraná.

    En Tacuara-Mansión, el tercer relato, son dos los solitarios: Juan Brown, un criollo con antepasados británicos que viajó por un par de horas a Iviraromí para ver las ruinas y terminó quedándose por quince años, sin ninguna razón de peso, solamente por desidia, y Santiago Rivet, un químico francés que, luego de trabajar en Tucumán, encalla en el pueblo en carácter de despojo humano. La relación de estos dos personajes es silenciosa, y su único nexo es el alcohol. Adicción que llevará a una muerte absurda a uno de ellos.

    El hombre muerto presenta una variante en cuanto a la personalidad del protagonista: es un trabajador, no un autoexiliado ni un prófugo. Sin embargo, eso no lo salva de encontrar la muerte en la más perfecta soledad y de una forma banal.

    En El techo de incienso, el protagonista, Orgaz, es también un solitario. Un juez de paz que si bien se daba con la gente del pueblo, ponía siempre una barrera de hielo que lo separaba del resto. Obsesionado con reparar el techo de madera que defectuosamente había construído en su hogar, Orgaz traslada su oficina a su casa, lejos del pueblo. Su aislamiento resulta casi absoluto. Se pierde en su obsesión por el techo, a tal punto que descuida su trabajo. Situación anómala que es descubierta por un inspector del Registro Civil. Este es el único relato donde la muerte no se hace presente.

    La cámara oscura es el relato más sombrío del libro. El protagonista es un fotógrafo que, de manera casual, visita en su lecho de enfermo al juez Malaquías y presencia su muerte. Solo ellos dos están en la habitación. Luego se le encarga retratar el cadáver del juez. Cuando vaya a revelar la foto, será la segunda vez en que enfrentará, esta vez en la cámara oscura de revelado, el semblante de Malaquías, que tanta impresión le había causado.

    El último relato del libro es Los destiladores de naranja. El protagonista es el Dr. Else, un biólogo sueco que fue contratado en Paraguay para ayudar en el progreso del país, y que, ya viejo y acabado, se muda a Misiones. Es contactado por el manco, ayudante del ya nombrado químico Rivet, para que lo auxilie en la destilación de naranjas. El Dr. Else aporta poca ayuda y mucha confusión. Perdido en su solitario mundo de alcohol y aparente locura, repite constantemente: Yo no entiendo de esto. El Dr. Else termina encerrado en sus propias alucinaciones alcohólicas y confundiendo a su hija con una rata.

    Como es evidente en el breve repaso de todas estas historias, los personajes del libro son protagonistas pasivos de su propia soledad, y a veces

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