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Cultura y sociedad en Chile: Nuevas miradas a los siglos XVI, XVII y XVIII
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Libro electrónico448 páginas5 horas

Cultura y sociedad en Chile: Nuevas miradas a los siglos XVI, XVII y XVIII

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El libro ofrece a los lectores una reflexión actualizada inmersa en la historia cultural del Chile de los siglos XVI, XVII y XVIII. En esta obra se estudia el contacto inicial entre españoles e indígenas en Chile y Tucumán, profundizando en temas de gran vigencia, tales como la alimentación y la sobrevivencia humanas, la violencia y la resistencia indígena en procesos de migraciones, como sucedió en el Cono Sur americano a mediados de la decimosexta centuria.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 jun 2022
ISBN9789561126633
Cultura y sociedad en Chile: Nuevas miradas a los siglos XVI, XVII y XVIII

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    Cultura y sociedad en Chile - Luz María Méndez Beltrán

    LA SOBREVIVENCIA Y LA ALIMENTACIÓN DE LOS ESPAÑOLES E INDÍGENAS EN LOS INICIOS DE LA CONQUISTA DE CHILE Y TUCUMÁN, SIGLO XVI

    Creo que así fue Pedro de Valdivia del pintor español Ignacio Zuloaga y Zabaleta, 1940, se encuentra en el salón Pedro de Valdivia del Palacio de La Moneda en Santiago de Chile. La representación del gobernador montando su corcel llegando al valle del Mapocho, al pie de la cordillera de los Andes, junto con el letrado y el sacerdote, simbolizan los tres poderes del dominio hispano en el Chile del siglo

    XVI

    .

    Por ser la conquista del territorio de Chile el último tramo de la expansión hispana hacia el sur del continente americano, de una extensa jornada de viajes jalonados en etapas por media centuria, se podría interpretar falsamente que se hizo en circunstancias favorables y rápidas para los españoles.

    Por el contrario, la historiografía chilena siempre ha considerado en forma certera que hubo grandes dificultades para la instalación y permanencia de los hispanos, resaltando las circunstancias heroicas por las cuales pasaron los integrantes de las expediciones de Diego de Almagro en 1536 y de Pedro de Valdivia en 1540, al ingresar y establecerse en Chile.

    El primero volvió desalentado a Perú sin haber encontrado las riquezas que su espíritu ambicioso esperaba hallar y con un grupo de hombres en estado miserable, carentes de vestuario, a quienes ya se les denominó en la época como la gente de Chile, apelativo con que se nomina a nuestro pueblo desde entonces⁵. A Valdivia los indios le asaltaron y quemaron el incipiente poblado que había trazado en el valle del río Mapocho, destruyendo gran parte de la riqueza material de que disponían esos españoles, en el aciago día 11 de septiembre de 1541.

    El objetivo de este estudio es profundizar más en las dificultades de la sobrevivencia humana cuando se originan migraciones. Tal como sucede hoy en Medio Oriente y en América, la sobrevivencia de los hombres, mujeres y niños en busca de nuevos espacios territoriales, en una época esencialmente agraria como era aquella, son temas de gran interés para la reflexión histórica. Ya sea por sus ambiciones personales u otros variados intereses, o gracias a las dificultades que enfrentaron en su vida, y cualquiera que hayan sido los factores que motivaron el desplazamiento por extensos territorios, siempre en esos españoles era dominante la búsqueda de mejores condiciones de vida y de riquezas materiales, razones que los impulsaban a esos cambios.

    Intentamos conocer en los hechos cómo sobrevivieron los españoles a las dificultades extremas que enfrentaron, pero sin detenernos en profundidad en lo bélico como tradicionalmente se ha hecho, sino profundizar nuestra mirada, con atención y fineza, en los detalles del vestuario y la alimentación, pues carentes de abrigo en estas heladas y cambiantes áreas climáticas y sin comida básica no se puede vivir, ya que la muerte sobreviene rápidamente, como sucedió a muchos españoles de entonces.

    Aunque de igual manera debemos considerar la contraparte de este proceso, es decir, conocer cómo los enfrentaron los antiguos habitantes, los naturales de la tierra, pues a la confrontación bélica inicial suceden la búsqueda y el ocultamiento de la comida y de sus bienes materiales.

    Los años son largos y la naturaleza es escuálida en estos territorios del sur de América, en el centro de Chile, de clima mediterráneo seco, cuyos frutos son anuales por los extensos meses de frío invernal, a diferencia de los ubérrimos trópicos que generan alimentación continua todo el año.

    Los factores como el clima y la naturaleza no se pueden obviar en un tema como este; también es importante considerar la cantidad de personas que conforma el grupo de expedicionarios, puesto que a mayor tamaño de la hueste más demanda de alimentos se genera y más presión provocaba a los grupos indígenas locales. Así, a la disputa por la tierra, sus recursos mineros como el oro y la plata, se sumaba la apremiante necesidad de obtención y defensa de los alimentos. Y sobre todo la sobrevivencia humana en un medio muy hostil.

    LA SOBREVIVENCIA EN LA EXPEDICIÓN DE DIEGO DE ALMAGRO EN 1535-1537

    La síntesis que presentamos a continuación se ha construido gracias a los estudios previos de Benjamín Vicuña Mackenna, Diego Barros Arana, Armando de Ramón Folch y Sergio Villalobos Rivera, citados en la bibliografía.

    La expedición del adelantado Diego de Almagro es la primera organizada por los españoles orientada a la exploración de las lejanas tierras de Chile, situadas al sur del Tahuantinsuyo incaico. Comienza el viaje de este conquistador desde el Cuzco, el 3 de julio de 1535, con cincuenta soldados y unos pocos indios de servicio, agregándosele en el camino muchos otros expedicionarios e indígenas yanaconas. Los historiadores calculan que partió de Perú un total de 531 hombres considerando los que salieron por tierra y por mar. De ellos, 44 fallecieron en el camino entre Cuzco y Aconcagua, llegando a Chile 487 y regresando a Perú 485, pues dos murieron en el camino de regreso entre Aconcagua y Arequipa. Otro cálculo de Tomás Thayer Ojeda considera que fueron 510 hombres los que vinieron a Chile, y, en opinión de Armando de Ramón, la cifra es ajustada a 500 soldados. A ellos se agregaba un número indeterminado de indios auxiliares y negros esclavos, que otros historiadores calculan en unos 1.000 individuos⁶.

    En busca de Chile. La expedición de Diego de Almagro saliendo del Cuzco. Cuadro al óleo de Pedro Subercaseaux, 1907. Club de la Unión, Santiago de Chile.

    El costo del financiamiento de esta expedición, según datos de su hijo Diego de Almagro el Mozo, fue de unos 500.000 pesos oro, y según el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, el doble o triple de esa suma. La conformaba un ejército bien equipado, con guías, intérpretes y peritos; llevaba carpinteros, herreros y dos fraguas, más gente de todos los oficios. Tan bien organizada estuvo esta expedición que se la conoció en la época como la Flor de las Indias, pues fue el ejército mejor equipado que se viera en el continente en la época⁷.

    Salió Diego de Almagro del pueblo de Tupiza a principios de enero de 1536 por el camino de la sierra oriental, siguiendo la ruta del río Jujuy, llegando a Chicoana situado al occidente de la actual ciudad de Salta, tierra abundante en alimentos, donde encuentra una seria oposición por parte de los indígenas. Almagro, al frente de 40 hombres armados intenta abatirlos y sufre la pérdida de su propio caballo con gran riesgo de su vida. En esa localidad se le reúnen otros conquistadores y emprende una nueva incursión contra los naturales, logrando acopiar dos mil fanegas de maíz… que compraron muy caras con la sangre de españoles. La estadía allí fue de dos meses y agregó bastimentos a su ejército: el ganado que les quedó cargado de maíz, aunque estaba muy flaco y cansado⁸.

    Siguiendo luego hacia el sur llegaron al río Guachipas, que venía con mucho caudal por los deshielos. Almagro temerariamente ordenó cruzarlo, tarea que demoró un día y que fue un desastre porque se perdió la mayor parte del ganado y del maíz recolectados y a la vez la merma importante del servicio, ya que muchos indios huyeron al amparo del desorden y de la confusión. Debido a ello su hueste tuvo que viajar sin alimentos, cogiendo productos de la tierra, tales como algarrobas y raíces, y para peor tuvo que enfrentar a los bravos indios calchaquíes, que le mataron un español y dejaron heridos a otros cuatro. En pequeños caseríos del camino encontraron acopiadas más algarrobas, con las que hicieron miel y pan, más el maíz y ganado que quedaba, repartiendo raciones iguales a cada expedicionario.

    Prosiguiendo el viaje a través del valle de Santa María y Sierras de Quilmes hacia el suroeste, llegaron a Laguna Blanca, en la cual encuentran médanos y campos salinos, hasta arribar muy fatigados y extenuados por la falta de alimentos al pie de la cordillera de los Andes. La travesía de la cordillera fue sin duda el tramo más difícil y costoso en vidas humanas para este grupo de expedicionarios: cruzaron por una desierta meseta en Atacama a unos 4.000 metros de altura, con una vegetación casi inexistente, sin leña para encender fogatas, sin agua porque el camino trepaba por cordones de cerros sembrados de rocas afiladas que lastimaban los pies de los caminantes y de las bestias, donde tuvieron que soportar, además, los vientos gélidos del oeste que hielan en la noche y congelan los seres vivos y a las escasas aguas del sector. A todos esos inconvenientes se agregó la inadecuada ropa de algodón que vestían los negros esclavos y los indios auxiliares, más la falta de calzado. Igualmente las herraduras de los caballos, a falta de hierro y hechas de cobre por su blandura, no resistían la extrema rugosidad del suelo.

    Los testigos presenciales de esta expedición dejaron testimonio de las muchas muertes de españoles, indígenas y negros en la cordillera. Diferentes versiones dicen que perdieron entre 30 a 50 caballos en una sola noche; los cronistas difieren en el número de indios, uno dice que 800, otro calcula 5.000, y otro avanza a 10.000. Respecto al número de españoles no está claro, pero se calcula que llegaron a Copiapó solo 242 de ellos, bajando por la quebrada de Paipote⁹.

    En el valle de Copiapó esta expedición se repuso bastante, procurando la mejoría de los enfermos, porque muchos perdieron sus extremidades o parte de ellas o quedaron medio ciegos por congelamiento. Allí se aprovisionaron de maíz y carne de los auquénidos propios de la región andina, vale decir, de llamas, guanacos y vicuñas.

    Pronto los indios confabularon una rebelión para asesinar y quemar las habitaciones donde se alojaban los conquistadores. Enterado Almagro de esto, apresó a 30 caciques de los valles de Coquimbo y de Huasco, y los hizo quemar vivos. A pesar de esa desgracia, los indios del sector aún amenazaron con otras estratagemas a los indios auxiliares, consiguiendo que estos abandonaran en masa la expedición.

    Ya en Coquimbo, por mayo de 1536, los españoles se detuvieron un tiempo para recoger maíz y reunir ganado, y poco más al sur lograron contactar una de las naves que habían enviado con provisiones, la que traía hierro, ropas, armas y otros artículos necesarios, que les permitieron suplir la falta de vestuario y armamento, pues todos sus bagajes se habían perdido en la cordillera. Al continuar hacia el sur ya era invierno, y en el paso de las serranías los azotó una inclemente tormenta de lluvia y nieve que duró tres días, la cual pasaron a la intemperie hasta que finalizó.

    Arribados al valle de Aconcagua, los caciques le hicieron buena recepción gracias a las gestiones del español Gonzalo Calvo Barrientos, que allí vivía, quien los convenció que no los enfrentaran. Así y todo el indio Felipillo logró que estos huyeran dejando abandonados los pueblos. El cruel Almagro envió entonces una expedición en búsqueda de su intérprete, al que encontraron en una fortificación, un pucará situado muy al interior del valle, donde enfrentaron a los indios y luego lo apresaron, y a vista de todos lo descuartizaron, dejando su destrozado cuerpo esparcido en el camino para ejemplo del que se rebelara.

    Luego del alzamiento los caciques regresaron e informaron al Adelantado que la tierra era pobre y que mientras más al sur se desplazaran más inhabitable y fría era. No logrando que desistiera de su empresa, Diego de Almagro recorrió personalmente las provincias de Valparaíso y Santiago, y parte de su ejército llegó a sostener en el sur una dura batalla, llamada Reinohuelén, en las cercanías del río Itata, con los indios de guerra, posteriormente nominados por el poeta Alonso de Ercilla y Zúñiga como araucanos.

    La alimentación de este grupo de expedicionarios se basó en maíz tostado y carne de los animales propios de la tierra, o de sus mismas cabalgaduras, pero también muchas veces comieron semillas de las especies que encontraron en los caminos, como las algarrobas, e incluso debieron contentarse con raíces y yerbas del campo¹⁰.

    Al desistir de la conquista de Chile, Diego de Almagro decidió regresar por el camino que cruzaba el desierto de Atacama, el del despoblado del norte, para lo cual dispuso que se acopiara bastante maíz en Aconcagua y en Copiapó. El Adelantado se fue antes con treinta soldados a caballo haciendo el viaje en 15 días hasta Copiapó.

    Era septiembre de 1536 cuando allí recibió los despachos reales que le nombraban Gobernador de la Nueva Toledo, espacio geográfico situado al norte del Desierto de Atacama, correspondiente a la región de Tarapacá actual¹¹.

    Para realizar las jornadas, Almagro se informó por los caciques de la realidad del camino, en el sentido que era sumamente seco y que se disponía cada cierto trecho de unos pequeños manantiales que llamaban jagüeyes y permitían beber una mal oliente agua para unas diez personas y sus animales. Antes de iniciar la travesía hizo confeccionar vasijas de barro y calabazas, y unos zaques u odres de cuero de las patas de las llamas, para transportar el agua, y sobre todo el oro que había logrado reunir. Y entonces precisó que las jornadas de viaje debían ser de tres o cuatro leguas, vale decir entre 33 y 44 kilómetros, para que pudieran resistir los hombres y las bestias.

    En octubre de 1536 iniciaron el viaje con el fin de cruzar el desierto 407 hombres en total, ninguno murió en el viaje, pues avanzaron en grupos con yanaconas y ganados, de modo que de donde unos partían por la mañana, venían a hacer noche otros, pero sí lamentaron la pérdida de 30 caballos y algunos indios de servicio¹². La hueste llegó finalmente a la localidad de San Pedro de Atacama, donde les esperaba un par de españoles que habían viajado primero, así enfrentando a los indios en una fortaleza o pucará, con maña lograron encontrar alimentos y descansar por 18 días. En el mes de noviembre continuaron el viaje con la misma modalidad hacia el norte, cruzando Tarapacá donde sufren los fuertes calores en el día y las bajas temperaturas en la noche, oscilaciones climáticas propias del desierto. En Pica encontraron cadáveres de españoles asesinados por los indígenas, con sus cuerpos desmembrados y los sesos sembrados en las paredes y dejándolas con su sangre manchadas. Allí confirmó Almagro las noticias sobre una gran sublevación indígena en Perú. A principios de 1537 esta expedición llegaba a Arequipa, dando por finalizado el viaje de regreso, donde lamentaron la muerte de dos de ellos, uno en Atacama a manos de los indios, y el otro ahogado en un río en Arequipa.

    A esta gesta siguieron después las guerras civiles en Perú entre pizarristas y almagristas, siendo derrotados estos últimos y capturado su jefe Diego de Almagro, a quien su enemigo Hernando Pizarro aplicó la pena de garrote en prisión.

    SOBREVIVENCIA Y DIFICULTADES DE ALIMENTACIÓN EN LA HUESTE DE PEDRO DE VALDIVIA EN SU VIAJE Y EN LOS AÑOS INICIALES EN CHILE, 1540-1545

    Similares problemas por la escasez de comida y pérdidas humanas enfrentaron durante su viaje a Chile los conquistadores que acompañaban a Pedro de Valdivia. Este los resume cuando le escribe a Hernando Pizarro, expresando que salió del Cuzco en enero de 1540, pasando por terrenos despoblados e indios no domados, antes muy desvergonzados y animados contra cristianos, pues ya la expedición de Almagro los había indispuesto. Continúa señalando que ese viaje fue muy largo, porque la táctica de los indios fue ocultar los alimentos, como muy bien lo anota: tardé en el camino once meses, y fue tanto tiempo por el trabajo [de] buscar las comidas, que nos las tenían escondidas de manera que el diablo no las hallara, hasta llegar al valle de Aconcagua, que el Adelantado Diego de Almagro nominó valle de Chille. Enseguida relata las pérdidas humanas y los desertores:

    dos o tres que me mataron los indios en guazábaras en Copayapo y por el camino, y otros tantos caballos y algunas piezas de servicio [negros] y indios de carga, y de estos fueron cuarenta, aunque en el valle de Coquimbo se me huyeron y quedaron, por temer el hambre de adelante, viendo la que allí habían pasado, más de cuatrocientas piezas de yanaconas y indios y quedarónnos otras tantas¹³.

    También explica Pedro de Valdivia que por un indio que tomó prisionero en el camino conoció la oposición empleada por el Inca Manco a través de mensajeros, para lograr que los españoles desistieran, explicando muy bien esas tácticas de la resistencia indígena, las cuales consistían en esconder el oro y sobre todo:

    quemasen las comidas, ropas y lo que tenían. Cumpliéronlo tan al pie de la letra, que las ovejas que tenían se comieron y arrancaron todos los algodonales y quemaron la lana, no se doliendo de sus propias carnes, que por sólo que los viésemos no tener nada se quedaron desnudos quemando la propia ropa dellas; y que por temor de las sementeras, que dende a tres meses se cogían, y creyendo éramos más cristianos, nos servieron cuatro u cinco meses bien¹⁴.

    Enseguida Pedro de Valdivia expresa muy bien la necesidad de juntar comida y, pues considerando que los indios se podían rebelar, anota que andaba vigilante y había tomado la precaución de encerrar comida, y metí tanta que bastaba para nos sustentar dos años, porque había grandes simenteras, que es esta tierra fertilísima de comida, porque si algo hiciese(n) no faltase al soldado de comer, porque con esto hacen la guerra¹⁵.

    La cita es muy indicadora: primero sugiere que probablemente había mucha población indígena en el valle porque eran extensos los sembradíos y que además hubo buenas cosechas, por lo cual hicieron bodegas para guardar una gran cantidad de granos, y, por otra parte, que a los soldados españoles les interesaba hacer la guerra para comer bien.

    Pero esos meses de bonanza poco sirvieron pues la tierra se alzó, se juntaron los indios en dos bandos y los atacaron. Valdivia sale de la ciudad con noventa hombres y la deja defendida por Alonso de Monroe con cincuenta y tres. El segundo bando indígena ataca, calcula con ocho a diez mil indios, con el adverso resultado de que estos: mataron cuatro cristianos y veinte y tres caballos, y queman toda la ciudad sin dejar una sola estaca, y cuanta comida teníamos, que no quedamos todos más de con las armas y andrajos viejos¹⁶.

    Es así como perdieron todo lo que tenían, la ciudad entera y la comida, por lo cual ordenó a todos los conquistadores que trabajaran en reedificarla con ayuda de los anaconcillas, empleando sus esfuerzos:

    en sembrar y criar como en la primera edad, con un poco de maíz que sacamos a fuerza de brazos, y dos almuerzas de trigo, y salvamos dos cochinillas y un porquezuelo, y una gallina y un pollo; y el primer año se cogeron de trigo doce hanegas, con que nos hemos cimentado. Luego se me traslució el trabajo que había de tener en esta tierra por la falta de herraje, armas y caballos¹⁷.

    Sobrevivieron los españoles con grandes dificultades. La resistencia indígena se expresó en que los indios se negaron a sembrar para expulsarlos, y les hicieron la guerra hasta las puertas de las casas, quemándoles las siembras durante dos años con la intención que se fueran. Valdivia, para mantener la permanencia hispana, hizo construir un cercado o fuerte para proteger la ciudad reconstruida, en tamaño de un estado y medio de alto (1,70 metros) y seiscientos pies en cuatro (200 metros por lado) donde se emplearon 200.000 adobes, con el fin de protegerse ellos, sus piezas o indios de servicio y sus niños en las ocho manzanas de viviendas que quedaron encerradas.

    En otra carta vuelve al mismo tema diciendo:

    en estos trabajos perseveramos los dos años dichos, y el primero sembramos hasta dos almuerzas de trigo que hallamos buenas entre obra de media hanega que nos quemaron los indios y habíamos traído para sementarnos; y de aquellas dos almuerzas se cogieron aquél año doce hanegas, que parece los quiso Dios dar así, e con aquéllas nos sementamos, e cogimos el otro al pie de dos mil, e con una cochinilla y un porquezuelo, que todos los demás nos mataron los indios, multiplicamos en aquellos dos años; e una pollita e un pollo, qestos salvó una dueña que con nosotros estaba, se ha multiplicado gran cantidad de ganado y gallinas¹⁸.

    Pasado ese crucial periodo el mismo Valdivia, en 1545, calcula que hacia fines del año se podrían cosechar en Santiago y sus alrededores entre diez y doce mil fanegas de trigo y una enorme cantidad de maíz, que ya han logrado producir entre ocho y diez mil cabezas de puercos, y tantas gallinas como yerbas, las que se criaban en abundancia tanto en verano como en invierno¹⁹.

    En otras palabras, desde esa fecha en adelante nunca faltará un buen abastecimiento alimenticio a los pobladores de Chile central porque los sostenidos trabajos agrícolas emprendidos por los naturales y los españoles proveyeron, en adelante, una gran diversidad de productos agrarios, así en vegetales como en animales. Todos los cronistas e informantes del siglo

    XVI

    destacan la ubérrima riqueza del campo chileno, donde pudieron reproducirse con facilidad tanto los animales como los frutales, cereales y hortalizas que ingresaron los españoles a Chile, a la vez que se mantenía la plantación de otros originarios del sur del continente americano.

    LA SOBREVIVENCIA DE LOS ESPAÑOLES QUE FUNDARON LA CIUDAD DE SANTIAGO DEL ESTERO Y SU CRUCIAL APOYO PARA ABASTECER OTRAS CIUDADES EN TUCUMÁN, SALTA Y JUJUY, 1550-1585

    Luego de producida la batalla de Xaquixaguana en Perú, donde se enfrentaron las fuerzas del Presidente de la Audiencia La Gasca en representación del Rey contra las fuerzas rebeldes de Gonzalo Pizarro, aquel mandó un contingente de conquistadores y soldados al mando del capitán Juan Núñez de Prado, vencedor en la jornada a fundar una ciudad en Tucumán, que denominaron Santiago del Estero en el territorio de los indios lules.

    Este grupo, después de resistir dos años el constante asedio de los indígenas y sin el apoyo de sacerdotes, y de recibir los sacramentos, pasó muchas penalidades y hambrunas. Se dispone del testimonio de Alonso Abad, que fue vecino fundador y procurador de esa ciudad, para apreciar la experiencia extrema de sobrevivencia de ese grupo de españoles. Señala que vivieron penosamente

    comiendo cigarras, langostas, yerbas, raíces, cardones, pieles de animales y otras cosas silvestres muriéndose de hambre y sed, vistiéndose [con] cueros de venados crudos y otras ramas y yerbas y padeciendo mucho cansancio, derramando mucha sangre a costa de las vidas de los conquistadores y soldados que vinieron... al principio de la fundación los hallaron pobres y desventurados que no tenían con que cubrir sus carnes, sino con pelos y plumas de avestruces que eran las vestiduras que tenían los dichos conquistadores porque no hallaron socorro en la tierra ni aparejos en los indios para suplir las necesidades... se vestían de cueros e sacaban una cabuya a manera de esparto de unos cardones y espinos a puro trabajo de manos de que hilándolos hacían camisas que podía servir de silicio todo lo cual se hizo e padeció sin desamparar esta ciudad... e por no permitir que los lules que es una gente salteadora y belicosa no les cobrasen y destruyesen porque los tenían acorralados y metidos en pucaranes y fuertes, quitándoles y talándoles las heredades y chácaras que tenían de maíz, quinua y zapallo, que es el principal sustento que tenían²⁰.

    Cuando ya no podían resistir a los naturales despacharon a cinco hombres al Reino de Chile en busca de sacerdotes y ayuda, estos fueron los capitanes Hernán Mejías Miraval, Bartolomé de Mansilla, Nicolás de Gárnica, Pedro Cáceres y Rodrigo de Quiroga, quienes, cruzando tierras ásperas y fragosas, resistieron constantes asaltos indígenas, y después de muchos meses volvieron con la ayuda espiritual de sacerdotes, y otra muy necesaria de: semillas de trigo, cebada y otras cosas de Castilla e algodón, siendo este último imprescindible para confeccionar la vestimenta de los indios de paz, que consistía principalmente en mantas y camisetas.

    En los años siguientes Santiago del Estero sobrevivió y aumentó su economía gracias a los cultivos de trigo, cebada y viñas y otros productos. Cuando los conquistadores lograron descubrir los caminos que conducían a Chile y Perú, trasladaron ganado mayor y menor para su subsistencia²¹.

    Posteriormente entró otro importante grupo de conquistadores, tanto de españoles libres como de soldados, al mando de Juan Pérez de Zurita, que se dirigió a la zona habitada por los indios diaguitas y pobló en el valle de Quinibil la ciudad de Londres, en Calchaquí la ciudad de Córdoba, y en Tucumán la ciudad de Cañete. Los vecinos de Santiago del Estero con su trabajo agrícola y ganado fueron el sostén económico de la conquista, los documentos de la época lo refrendan así: muchos caballos, yeguas, ganado de ovejas y cabras y otros bastimentos de comida y peltrechos de guerra e los dichos conquistadores las ayudaron a poblar e sustentar con sus personas, armas y caballos, a su costa e minción sin rehusar en cosa de las que se ofrecían en las dichas conquistas e pacificaciones peleando contra los naturales…. Otro testigo, Juan García, vecino de San Miguel de Tucumán, de paso entonces en Santiago del Estero, declaró: por vista de ojos a todo ello así en el sembrar de las dichas semillas como plantar las dichas plantas e arboledas frutales de Castilla y hacer heredades de ello, como en los socorros de vecinos e soldados que esta ciudad envió al dicho capitán Juan Pérez de Zurita e población, e conquista e sustento de las dichas tres ciudades²².

    Posteriormente llegó desde Chile otro grupo al mando de Francisco de Aguirre, quien con gente que traía y otra que salió de Santiago del Estero, se dirigió al valle de Calchaquí a poblar a unas veinte y cinco leguas, la ciudad de San Miguel de Tucumán, que se sustentó con la ayuda de los vecinos de Santiago del Estero. Posteriormente, ese mismo gobernador fue a descubrir Conlara y Comechigones descansando en el esfuerzo de esos mismos vecinos y conquistadores, y después se pobló la ciudad de Talavera, entre Salta y la Provincia del Esteco, saliendo de esa misma ciudad mucha gente con ganados, bastimentos, aderezos y peltrechos que les han ayudado a sustentar, conquistar y poblar.

    Por 1585, señala el documento, ya estaban muy bien establecidas las ciudades de Santiago del Estero, la de Córdoba en los Comechigones y la de Lerma en el valle de Salta. Expresa que la conquista de

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