Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Santiago en 1850: James Melville Gilliss, un astrónomo norteamericano en Chile.
Santiago en 1850: James Melville Gilliss, un astrónomo norteamericano en Chile.
Santiago en 1850: James Melville Gilliss, un astrónomo norteamericano en Chile.
Libro electrónico251 páginas3 horas

Santiago en 1850: James Melville Gilliss, un astrónomo norteamericano en Chile.

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

No exenta de aquel espíritu decimonónico que bregaba entre el interés por el conocimiento y la búsqueda de aventuras, la obra que presentamos es la descripción más acabada de Santiago del siglo XIX.
Sustentada en la capacidad de observación y en el rigor de un científico, pero sensible además al paisaje, a las gentes y a la ciudad como un hecho urbano, la descripción de Santiago realizada por el astrónomo norteamericano James Melville Gilliss asoma hoy como una verdadera guía culta que no solo aporta una imagen más viva de la ciudad de entonces, sino que nos trae de vuelta una cierta idea de mundo.
Santiago en 1850. Un astrónomo norteamericano en Chile nos regala, en efecto, un retrato ejemplar de la capital de Chile, pero de cuando Chile recién comenzaba a ser Chile; y este es un pequeño detalle que no debemos soslayar, pues, para decirlo de una sola vez y en pocas palabras, es una parte fundamental de nuestra herencia cultural, que en esta edición, va acompañada del plano de Santiago de 1850, las plantas de los edificios más significativos de la época, y de algunos encuadres tomados de la vista panorámica que el mismo Gilliss solicitó realizar a uno de sus asistentes.
IdiomaEspañol
EditorialEdiciones UC
Fecha de lanzamiento15 ago 2021
ISBN9789561429383
Santiago en 1850: James Melville Gilliss, un astrónomo norteamericano en Chile.

Relacionado con Santiago en 1850

Libros electrónicos relacionados

Arquitectura para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para Santiago en 1850

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Santiago en 1850 - Germán Hidalgo Hermosilla

    Con el patrocinio de la Escuela de Arquitectura y la Facultad de Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

    EDICIONES UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE

    Vicerrectoría de Comunicaciones y Extensión Cultural

    Av. Libertador Bernardo O’Higgins 390, Santiago, Chile

    editorialedicionesuc@uc.cl

    www.ediciones.uc.cl

    SANTIAGO EN 1850.

    James Melville Gilliss, un astrónomo norteamericano en Chile

    Editor: Germán Hidalgo Hermosilla

    © Inscripción Nº 2021-A-7286

    Derechos reservados

    Marzo 2022

    ISBN 978-956-14-2937-6

    ISBN digital 978-956-14-2938-3

    Dirección de diseño: Diego Andrade

    Dirección de arte: Salvador Verdejo

    Producción: versión productora gráfica SpA

    Dibujos planimétricos FONDECYT 1150308:

    Plano de Santiago 1850: Ítalo Cordano, Diego González y Nicolás Verdejo

    Plantas de casos: Diego González

    Plantas de edificios: Diego González

    Diagramación digital: ebooks Patagonia

    www.ebookspatagonia.com

    info@ebookspatagonia.com

    CIP – Pontificia Universidad Católica de Chile

    Gilliss, J.M. (James Melville), 1811-1865, autor.

    Santiago en 1850 : James Melville Gilliss un astrónomo norteamericano en Chile; Germán Hidalgo Hermosilla, editor.

    1. Gilliss, J.M. (James Melville), 1811-1865.

    2. Santiago (Chile) – Descripciones y viajes – Siglo 19.

    3. Desarrollo Urbano – Chile – Santiago – Historia – 1850.

    I. t.

    II. Hidalgo Hermosilla, Germán, editor.

    2021 983.315 + DDC23 RDA

    Hay, pues, en lo profundo, un hálito de optimismo, de ingenua confianza en la riqueza de los hechos urbanos (urbanos en sentido genérico, sin acepción de modelos impuestos). Una confianza que nace seguramente de la misma mirada fervorosa con la que el sabio astrónomo escudriña el firmamento.

    Manuel de Sola-Morales, De cosas urbanas.

    Índice

    AGRADECIMIENTOS

    PRESENTACIÓN

    RESEÑA BIOGRÁFICA DE GILLISS

    PLANO DE SANTIAGO DE 1850

    Proyecto Fondecyt Nro. 1150308.

    Santiago 1850: la capital antes de su modernización. La mirada urbana de la Expedición Naval Astronómica norteamericana de James Melville Gilliss (2015-2018)

    SANTIAGO

    James Melville Gilliss

    Agradecimientos

    La publicación de este libro ha sido posible gracias el aporte de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo de Chile, ANID, que a través de su programa FONDECYT financió el proyecto de investigación N° 1150308, Santiago 1850: la capital antes de su modernización. La mirada urbana de la expedición naval astronómica norteamericana de J. M. Gilliss, el que fue patrocinado por la Pontificia Universidad Católica de Chile y en su representación quisiera agradecer al decano de la Facultad de Arquitectura Diseño y Estudios Urbanos, Mario Ubilla; al director de la Escuela de Arquitectura, Luis Eduardo Bresciani; y al subdirector de Investigación y Desarrollo, Pedro Alonso, quienes han apoyado mi trabajo y han contribuido en el financiamiento de esta publicación. La Universidad de Chile, fue la otra institución patrocinante, ya que tres de los co-investigadores del proyecto formaban parte del cuerpo académico de su Facultad de Arquitectura y Urbanismo.

    Quisiera reconocer también a mis colegas y co-investigadores, José Rosas y Wren Strabucchi, con quienes he mantenido por más de doce años una línea de investigación sobre cartografías históricas de Santiago. Junto a ellos, a los co-investigadores Rodrigo Booth, Catalina Valdés, Amarí Pelioswki y Christian Saavedra, y los colaboradores internacionales, Steven J. Dick, Charlotte Bigg y Felipe Correa, quienes amablemente asistieron a nuestros foros de discusión. Steven J. Dick, historiador de la NASA, nos recibió en Washington y nos permitió conocer el Observatorio Naval, donde pudimos acercarnos un poco más a la figura de James Melville Gilliss, recorriendo la hermosa biblioteca que lleva su nombre y donde se conservan sus libros. Otros importantes investigadores, como José Ignacio González, José Maza, Claudio Gutiérrez, Hugo Palmarola, Hernán Rodríguez y Pedro Correa, contribuyeron con el proyecto, ya sea asistiendo a los seminarios, o con sus valiosos comentarios y consejos.

    El plano de Santiago de 1850 no se habría podido realizar sin el paciente trabajo de Diego González, Ítalo Cordano, Nicolás Verdejo y Magdalena Montalbán, ayudantes de investigación, que aportaron inestimables horas de trabajo. Rodney Strabucchi, además de traducir el texto de Gilliss, se involucró personalmente en interesantes pesquisas sobre el personaje, que aún sigue desarrollando. En la Mapoteca de la Biblioteca Nacional siempre contamos con la atenta atención de su directora, Ana María Quiroz, quien nos facilitó valiosos materiales de trabajo. Del mismo modo, siempre recibimos la amable atención del personal del Archivo Fotográfico del Museo Histórico Nacional, que nos ha permitido publicar algunos de sus registros. Por último, no puedo cerrar estas notas sin referirme al interés de Ediciones UC por publicar este libro, y agradecer particularmente a su directora, María Angélica Zegers, por acoger este proyecto y hacerlo propio.

    Presentación

    *

    Germán Hidalgo Hermosilla

    El libro que presentamos –Santiago en 1850. Un astrónomo nortemaricano en Chile–, contiene una traducción anotada e ilustrada del capítulo

    VIII

    del primer tomo de The U.S. Naval Astronomical Expedition to the Southern Hemisphere during the years 1849-50-51-52, obra que el astrónomo norteamericano James Melville Gilliss (1811-1865) publicó en Washington en 1855i.

    Se trata, por tanto, de un texto arrancado de una obra mayor, que nos obliga a explicar la decisión de publicarlo por separado, como, así mismo, a explicar su sentido en la actualidad. La obra en cuestión es el primer tomo del informe que Gilliss redactó para dar cuenta de los resultados de la expedición astronómica que lo trajo al Hemisferio Surii, con el fin de realizar un experimento que involucraba a varias naciones, entre ellas, naturalmente, a Chileiii. Justamente, este primer tomo estaba destinado a explicar lo que era entonces esta joven república de América del Sur. En este punto, ya podemos identificar una primera razón que justifica, plenamente, el rescate de este texto y su difusióniv.

    Para realizar esta obra, Gilliss se vio en la necesidad de acudir a distintas fuentes, y de reunir, en el más breve plazo posible, la mayor cantidad de información sobre Chile. Y en esto tuvo la mayor de las suertes, ya que en ese mismo momento, por iniciativa del gobierno del presidente Bulnes, se estaban realizando importantes estudios y relevamientos del territorio nacional. Estudios y relevamientos que el astrónomo no dudó en incorporar en su obra, anticipándose en varios años a la publicación de los trabajos originales. Como se podrá imaginar, el resultado fue, si se puede decir así, el compendio más acabado sobre Chile escrito hasta entonces, con materiales frescos, producidos por las mentes más brillantes que había en el país, y con las más adelantadas tecnologías. Gilliss se contactó entonces con el geógrafo Amado Pissis, con el agrónomo Luigi Sada di Carlo, y con los sabios Claudio Gay e Ignacio Domeyko, por citar solo a los más renombradosv. Con algunos de ellos, incluso, Gilliss se relacionó estrechamente y por bastante tiempo, profundizando en sus intereses científicos y naturalistasvi. Además de esto, y a pesar de que su trabajo le obligaba a estar permanentemente en el observatorio astronómico, instalado con la ayuda del gobierno en el cerro Santa Lucía, Gilliss circuló por los más importantes cenáculos de la capital, ya fueran estos intelectuales, científicos o sociales, pues también asistió a las tertulias que organizaba la connotada artista Isidora Zegers.

    Pero lo fundamental de toda esta historia es que, dentro de todos estos logros de la publicación, se encuentra la descripción más acabada de Santiago de siglo

    XIX

    , sustentada en el rigor y en la capacidad de observación propia de un científico, pero sensible, además, al paisaje, a las gentes y a la ciudad misma, como hecho urbanovii.

    Por tanto, si al extraer esta pieza de su contexto, de algún modo trastocamos su sentido original, lo hacemos premeditadamente y pensando en los aspectos positivos que se derivan de aquello. En efecto, envuelto en tan amplia y pormenorizada descripción de Chile, el capítulo sobre Santiago pasa inadvertido, inmerso en un mar de referencias y situaciones destinadas a informar sobre un determinado estado de cosas. Al presentarla por separado, en cambio, la descripción de Gilliss cobra una inusitada autonomía y se transforma en un texto que ilumina con mayor fuerza la posibilidad de comprender la ciudad de entonces y, a través de ella, la del presenteviii. Si se nos permite utilizar la expresión, ella asoma como una verdadera guía culta de Santiago de mediados del siglo

    XIX

    , que no solo aporta con una imagen más detallada y completa de la ciudad de entonces, sino que, además, nos hace presente el espíritu de toda una época. No es necesario recordar que aquella fue, precisamente, la época en que se abrieron las fronteras y se hicieron más frecuentes los viajes transoceánicosix. Es la época en que despuntará la figura del turista y, junto a él, la guía de viaje, cuyo importante papel en la actualidad ha declinado con la aparición de Wikipedia, Google Maps y tantas otras fuentes de información electrónica.

    No exenta de aquel espíritu decimonónico, que bregaba entre el interés por el conocimiento y la búsqueda de aventuras, la traducción que presentamos va acompañada de un plano de Santiago de 1850, y de algunos encuadres sacados de la vista panorámica que el mismo Gilliss solicitó realizar a uno de sus asistentesx. Con la introducción de estos nuevos componentes, proponemos una lectura compuesta por tres hilos narrativos independientes, pero interconectados entre sí: el de la traducción del texto de Gilliss; el de los lugares señalados en el texto, pero situados de acuerdo a sus específicas coordenadas espaciales; y el de las imágenes, correspondientes a aquellos hechos urbanos observados por el astrónomo, en las condiciones en que aparentemente se encontraban en aquella época. No obstante, estos elementos gráficos no deben entenderse como meras ilustraciones, complementarias al texto, sino como narraciones visuales, con valor en sí mismas. Se podrán ensayar, así, correlatos y comparaciones, que permitirán someter a escrutinio la veracidad de sus contenidos. El lector atento, muy pronto podrá reconocer cómo algunas de las descripciones que realiza Gilliss encuentran su símil en la vista panorámica; como, por ejemplo, cuando describe el templo y convento de la Merced. Indudablemente, en este caso, se trata de un hecho urbano que por su proximidad al cerro, Gilliss tenía bajo un estricto control visual, y que, por cómo lo describe, lo dominaba en todos sus detalles. Sin embargo, este no es el único caso en que se podrá encontrar este tipo de calces, diríamos, casi perfectos, entre imágenes y palabras.

    Dispuesto así, al modo de una guía culta de nuestro Santiago decimonónico, el texto de Gilliss se reorienta, y junto con ello, reorienta su público objetivo. En relación a esto último, cabe preguntarse: ¿a quién se dirigía Gilliss con su relato, particularmente con su descripción de Santiago? ¿Al Congreso de los Estados Unidos, que había financiado la expedición, y a quien debía por lo tanto rendir cuentas, institución que, además, y de seguro, tenía mucho interés en Chile, que había alcanzado entonces una notoria hegemonía sobre el Pacífico? ¿Al mundo en general, que, según el mismo Gilliss pensaba, debía ser informado sobre la capital de una nación que surgía en uno de los confines más apartados del orbe? ¿O, más bien, miraba hacia el futuro, y se dirigía a nosotros, herederos de la ciudad que visitó y en la que permaneció por, nada menos, que tres años?

    Como fuere, su franco y a veces desenfadado retrato de Santiago ha envejecido bien, deviniendo en una preciosa pieza literaria que, además de informarnos, nos educa. En efecto, porque prácticamente no ha existido autor interesado en Santiago que para documentarse no haya bajado a beber de sus fuentesxi. Y es que, seguramente, la franqueza de su prosa, de alguna manera, ha sido considerada como prenda de garantía y veracidad. Sin embargo, aquí se quiere destacar una cualidad del texto que va mucho más allá de su mera condición de fuente verídica y confiable. En primer lugar, el texto de Gilliss nos educa, porque nos enseña a confiar en el poder de la mirada; y esto, no solo porque se trata de una mirada adiestrada en la observación científica. Mucho de lo que Gilliss dice sobre Santiago, lo dice porque simplemente lo vio, porque asistió a los hechos, porque fue testigo, y porque además supo documentar las impresiones que obtuvo a través de la mirada. La mirada, pues, entendida como capacidad; como aquel invaluable don que, a fin de cuentas, le iba a permitir que dedicara su vida a escudriñar el universo.

    Y, por último, el texto de Gilliss nos debiera interesar porque, como ya hemos dicho, nos regala un retrato ejemplar de la capital de Chile, pero de cuando Chile recién comenzaba a ser Chile; y este es un pequeño detalle que, evidentemente, no podemos soslayar. En síntesis, y para concluir diciéndolo de una sola vez y en pocas palabras, porque la obra que presentamos es una parte fundamental de nuestra herencia culturalxii. Es el modo más simple y claro que he encontrado para referirme a lo que se suele entender por patrimonio, expresión tan recurrente en los últimos tiempos, pero que, por este mismo insistente e indiscriminado uso, ya no comunica mucho.

    * * *

    Desde lo alto del cerro Santa Lucía, el astrónomo James Melville Gilliss gozó del privilegio de contemplar el valle de Santiago, aún rústico, abarcándolo en toda su amplitud, día tras día, mientras duró la expedición y habitó en el cerro. Como resultado de esta insistente y rutinaria actividad, llegó a comprender y valorar la exuberancia de su geografía, y a juzgar por las notas que dejó, su aprecio por la capital fue genuino.

    La describió con rigor y precisión, pero no por ello sin sensibilidad, e incluso con ciertas dosis de poesía. Retrató el perfil chato y blanquecino de la ciudad, cuya disminuida presencia contrastó con la imponencia de la cordillera. El valle lo consideró árido, pedregoso y, por donde se lo mirara, desolador. Registró el ir y venir de los habitantes. Reparó en cómo desaparecían repentinamente con el calor del mediodía, pero para reaparecer totalmente renovados al atardecer. Lo conmovió la imagen nocturna de la ciudad, iluminada por cientos de faroles, que comparó con la bóveda estrellada. Consideró el paseo de la Alameda como el lugar más bello de la capital; muy superior a cuantos había conocido. Mereció un comentario especial, el murmullo del agua, que bajaba a saltos desde la cordillera, y que al llegar a la ciudad era conducida por sendas acequias hasta el paseo.

    Encaramado en su reducto, Gilliss vio patios, vio claustros, vio cuarteles, y en el silencio de la noche oyó, o imaginó, el escurrir de las aguas por las acequias; como también se hartó de los vociferantes cánticos de vendedores y serenos; vio desplegarse, seguramente, la vida al interior de las casas, y reflexionó sobre los monótonos rituales citadinos. Desde del cerro, todo lo tuvo a la vista y a la mano, y lo registró o lo guardó en su memoria.

    Y por si fuera poco, todo aquello quiso dejarlo representado en una sola imagen. Una imagen total, capaz de mostrar de un solo golpe de vista una cierta idea de mundo.

    Es curioso y notable, a la vez, cómo junto con el desarrollo de la capacidad de ver, es decir, junto con el desarrollo de la capacidad de enmarcar y descifrar con la mirada aquello que nos interesa, se desarrolle simultáneamente el medio capaz de representar esa mirada. Probablemente, no llegaremos nunca a saber qué es lo que se origina primero, si la forma de ver o la forma en que esta se representa; aunque algunos ya hayan avanzado que la pintura es la escuela de la mirada. Como tampoco sabremos, a ciencia cierta, ni cuándo ni cómo Gilliss concibió la idea de realizar una vista panorámica de Santiago. Pero lo cierto es que, en el primer tomo de su obra, incluyó la vista panorámica más completa y exacta que se haya hecho de Santiago en el siglo

    XIX

    , o quizás

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1