Quién iba a decir que el proyecto más acariciado por Diego Rivera –para el cual se destinaron parte de los terrenos del Museo Anahuacalli– se convertiría, a más de medio siglo de su fallecimiento, en la manzana de la discordia de quienes debieron garantizar su cabal cumplimiento.
Y no es un cuento de manzanas envenenadas, sino una trama de ambiciones e intereses políticos y económicos, que derivó en la salida de Hilda Trujillo de la dirección de los Museos Anahuacalli Diego Rivera y Frida Kahlo Casa Azul, y en la conclusión precipitada de la obra propuesta por el pintor para levantar la Ciudad de las Artes.
A dos años de su salida –no cese ni renuncia–, la promotora cultural se decide a narrar a Proceso sus vivencias en torno a los hechos que rodearon la construcción del sueño riveriano, a cargo del arquitecto Mauricio Rocha, así como sus últimos años de trabajo al frente de los museos administrados a través de un fideicomiso dispuesto por el mismo Rivera en el Banco de México (Banxico), a mediados del siglo XX, de cuya acta constitutiva este semanario tiene copia.
En octubre de 2020 se supo a través de las redes sociales sobre la salida de Trujillo, pero ella prefirió no dar entrevistas, tampoco explicó las razones el director general