De Belén Al Reino

Por Felipe Chavarro y J. R. Miller

Buscamos la gloria de la vida de Jesús en los años de su madurez. Entonces realizó grandes milagros, revelando su poder divino. Luego pronunció sus maravillosas palabras que han conmovido al mundo con su influencia de bendición. Luego anduvo haciendo el bien, mostrando el amor de Dios en toda su vida común, y en su cruz. No nos dirigimos a la infancia de Jesús en busca de revelaciones sobrenaturales. Los Evangelios apócrifos tienen sus leyendas de prodigios infantiles, pero no las aceptamos y nos cuidamos de decir que Jesús no realizó ningún milagro ni mostró ninguna revelación de la divinidad hasta que fue ungido con el Espíritu Santo.

Sin embargo, en ninguna parte de la vida de Jesucristo hay realmente mayor gloria que su nacimiento. Nada mostró más amor por el mundo que su condescendencia para nacer. Diríamos que el corazón del Evangelio fue la cruz, pero el primer acto de redención fue la Encarnación, cuando el Hijo de Dios se despojó de sus atributos divinos y entró en la vida humana en toda la debilidad y utilidad de la infancia. En su revelación de amor y gracia, la cuna de Jesús es tan maravillosa como su cruz.

Es imposible resumir las bendiciones de esta santa infancia. Maravilloso ha sido el ministerio incluso de las imágenes del niño Jesús. Donde se conoce la historia del nacimiento de Cristo, el mundo se convierte en un lugar más seguro para todos los niños; los corazones son más apacibles y verdaderos, y el aire es más dulce donde se cuenta el mensaje de la Navidad.

• Idioma: Español
• Editorial: FELIPE CHAVARRO POLANÍA INC
• Fecha de lanzamiento: 29 may 2022
• ISBN: 9798201627249

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El Evangelio de la Infancia

Buscamos la gloria de la vida de Jesús en los años de su madurez. Entonces realizó grandes milagros, revelando su poder divino. Luego pronunció sus maravillosas palabras que han conmovido al mundo con su influencia de bendición. Luego anduvo haciendo el bien, mostrando el amor de Dios en toda su vida común, y en su cruz. No nos dirigimos a la infancia de Jesús en busca de revelaciones sobrenaturales. Los Evangelios apócrifos tienen sus leyendas de prodigios infantiles, pero no las aceptamos y nos cuidamos de decir que Jesús no realizó ningún milagro ni mostró ninguna revelación de la divinidad hasta que fue ungido con el Espíritu Santo.

Sin embargo, en ninguna parte de la vida de Jesucristo hay realmente mayor gloria que su nacimiento. Nada mostró más amor por el mundo que su condescendencia para nacer. Diríamos que el corazón del Evangelio fue la cruz, pero el primer acto de redención fue la Encarnación, cuando el Hijo de Dios se despojó de sus atributos divinos y entró en la vida humana en toda la debilidad y utilidad de la infancia. En su revelación de amor y gracia, la cuna de Jesús es tan maravillosa como su cruz.

Es imposible resumir las bendiciones de esta santa infancia. Maravilloso ha sido el ministerio incluso de las imágenes del niño Jesús. Donde se conoce la historia del nacimiento de Cristo, el mundo se convierte en un lugar más seguro para todos los niños; los corazones son más apacibles y verdaderos, y el aire es más dulce donde se cuenta el mensaje de la Navidad.

Deberíamos aprender a reverenciar la infancia. El hogar al que ha llegado un bebé es un lugar sagrado. Los padres que no comprenden la bendición que ha llegado a ellos en su pequeño, se pierden una revelación tan gloriosa como la zarza ardiente, ante la cual se le pidió a Moisés que se quitara los zapatos.

La venida de Jesucristo

Nos asombra la extraña acogida que tuvo Jesús en este mundo. Habríamos pensado que sería recibido con entusiasmo. Pero llegó casi sin ser observado. Unos humildes pastores, al enterarse por una visión angélica de lo que había sucedido, entraron a ver al maravilloso Niño. Pero eso fue todo. El gran acontecimiento no causó ninguna conmoción en Jerusalén. Los suyos no lo recibieron.

Pero un día Jerusalén se sobresaltó con la llegada de una delegación de sabios del lejano Oriente. Hablaban de un Rey que había nacido en el país de los judíos. Ni Herodes ni los gobernantes pensaron en tal acontecimiento en su medio. El mundo no reconoce su verdadera realeza.

La tradición dice que fueron reyes los que vinieron. Ciertamente eran hombres reflexivos, reverentes, devotos, buscadores sinceros de lo que es bueno y verdadero. Eran hombres de carácter; también eran ricos, pues venían cargados de tesoros de oro, incienso y mirra. Sin embargo, se inclinaron ante este Niño Rey, al que encontraron en circunstancias humildes, dándole el más alto honor, y poniendo sus regalos a sus pies. Sin embargo, ni siquiera este incidente causó una impresión duradera. La gente era indiferente. Ninguno de ellos siguió a los Magos para adorar a su Rey. El único resultado fue la tragedia de Belén: la matanza de los niños pequeños en la celosa conspiración de Herodes para destruir al Rey recién nacido.

Así es siempre. Jesús divide a los hombres. Muchos se apartan de la gloria de su vida con indiferencia. Le ignoran. Se ríen de la adoración de sus amigos y de su fe en Él. No ven la belleza en Él.

Sin embargo, siempre hay quienes ven en Jesús al Rey de la gloria. Se sienten atraídos