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Proyecto de incertidumbre: Pensar los mitos en la obra de María Zambrano
Proyecto de incertidumbre: Pensar los mitos en la obra de María Zambrano
Proyecto de incertidumbre: Pensar los mitos en la obra de María Zambrano
Libro electrónico266 páginas4 horas

Proyecto de incertidumbre: Pensar los mitos en la obra de María Zambrano

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María Zambrano (1904-1991) sigue ofreciendonos fuentes de reflexión apremiantes. Escrita durante buena parte del siglo XX, su obra da cuenta de un proyecto irrenunciable: sumirse en el vacío, asimilarlo, acogerlo, y después, si es posible, hablar desde él. Los mitos c
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 dic 2021
ISBN9786078500536
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    Proyecto de incertidumbre - María Carrillo Espinosa

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    COLECCIÓN INVESTIGACIONES

    PROYECTO DE INCERTIDUMBRE.

    PENSAR LOS MITOS EN LA OBRA

    DE MARÍA ZAMBRANO

    María Carrillo Espinosa

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    FICHA CATALOGRÁFICA DE LA VERSIÓN IMPRESA

    Primera edición en formato impreso: 2017

    Primera edición en formato digital: 2017

    © Todos los textos son propiedad de los autores

    D.R. © El Colegio de San Luis

    Parque de Macul 155

    Fracc. Colinas del Parque,

    San Luis Potosí, S.L.P., 78299

    www.colsan.edu.mx

    ISBN edición impresa: 978-607-8500-36-9

    E-ISBN edición digital: 978-607-8500-53-6

    Diseño de portada: Natalia Rojas Nieto

    Conversión a Epub: Sigma Servicios Editoriales

    Impreso y hecho en México

    Presentación

    Los hombres que están siempre de vuelta en todas las cosas

    son los que no han ido nunca a ninguna parte.

    Porque ya es mucho ir; volver, nadie ha vuelto...

    Juan de Mairena

    ¿Es posible imaginar en la incertidumbre una forma de pensamiento o, más aún, una forma de vida? Si bien la época actual apuesta por la pluralidad y la disolución de certezas, el vacío y las dudas siguen ahí. Renunciar a lo establecido y aceptar la disgregación de lo reconocible no agota las inquietudes más urgentes. La noción de pertenencia, el ajuste de cuentas con la memoria o simplemente la vuelta a un instante de paz se han convertido en espacios ajenos. Conquistarlos exige la apropiación de lo incierto, pero no como simple conocimiento, sino como un saber resultado de la experiencia. En palabras de María Zambrano, haría falta reconocerse en aquella esperanza que nada espera, que se alimenta de su propia incertidumbre.¹ Escrita a lo largo de buena parte del siglo xx, la obra de la pensadora andaluza sigue ofreciéndonos fuentes de reflexión apremiantes. Tanto por elección intelectual como por circunstancias biográficas ––ajenas a la libertad––, su escritura da cuenta de un proyecto irrenunciable: sumirse en el vacío, asimilarlo, acogerlo, y después, si es posible, hablar desde él.

    Por elección intelectual me refiero a la decisión de continuar con la tradición filosófica española. La falta de ortodoxia en esta escuela, punto clave del pensamiento orteguiano, forjó las bases de la escritura de Zambrano. Sus primeras influencias ­––Ortega, Xavier Zubiri, Unamuno y Machado­–– se caracterizaron por la búsqueda de formas híbridas. La obra de estos autores integra la poesía, la narración y el ensayo literario en textos de carácter plenamente argumentativo, esperando de la escritura de creación, o del poetizar, la trascendencia de las formas establecidas por el proceder reflexivo, en especial la lógica y la metafísica. Machado, por su parte, siempre defendió lo fragmentario por encima de la noción de sistema (el totalitarismo filosófico). En el fragmento se origina el pensamiento poético y del poema surge, en algunas ocasiones, un saber especial acerca de lo efímero y lo heterogéneo. Decía en Juan de Mairena:

    El pensamiento poético, que quiere ser creador, no realiza ecuaciones, sino diferencias esenciales, irreductibles; sólo en contacto con lo otro, real o aparente, puede ser fecundo. Al pensamiento lógico o matemático, que es pensamiento homogeneizador, a última hora pensar de la nada, se opone el pensamiento poético, esencialmente heterogeneizador.²

    A esta tradición filosófica, consagrada a la fragilidad del instante, también pertenecen los aforismos de Nietzsche y los fragmentos de Heráclito. Ambos, de gran importancia para Zambrano y cuyo conocimiento se dio a partir de sus referentes en España.³ Es relevante este matiz porque serán retomados por la andaluza como filósofos-poetas y se destacará el componente literario de su obra en las traducciones españolas. De este modo, la escritura zambraniana obedece a dos inquietudes iniciales: la visión poco ortodoxa de la filosofía y el rescate de la creación literaria como fuente epistemológica. Se explica, así, que desde los textos más tempranos esté presente el lenguaje literario: se plantea la posibilidad de que la literatura pueda albergar formas expresivas de mayor agilidad que aquellas ofrecidas en los métodos filosóficos. Lo cual también explica la búsqueda de una expresión propia ––con imágenes y metáforas, si bien un poco torpes al inicio–– prueba de la renuncia al pensamiento lógico-racional.

    Esto, por lo que respecta la tradición antimetafísica a la que la autora decidió sumarse. Ahora bien, junto con el camino intelectual está el camino personal que da un sustento distintivo a su obra. Del errar del pensamiento al errar de la propia morada. Su trayectoria se encuentra entre fragmentos: España, Chile, México, Cuba, Puerto Rico, Italia, Francia, Suiza. Como bien se sabe, Zambrano salió exiliada de España en 1939. Después de una breve estancia en Francia, llegó a México bajo la protección que en aquella época el presidente Lázaro Cárdenas diera a los intelectuales españoles. Originalmente se esperaba su incorporación como profesora de filosofía a La Casa de España en México (hoy El Colegio de México); sin embargo, por razones que hasta ahora se desconocen, Zambrano fue trasladada a la Universidad San Nicolás de Hidalgo en la ciudad de Morelia.⁴ Ahí, la autora descubrió la fuerte presencia del modelo socialista. Se encontró con un sector especialmente radical que defendía hasta sus últimas consecuencias el ideal posrevolucionario del Estado laico. A Zambrano le fueron asignados los cursos de Psicología, Sociología e Introducción a la filosofía. La parte más importante de los tres debía ser la historia de las doctrinas socialistas. Esto era por completo ajeno a su formación y sus intereses, por lo que ella decidió diseñar su propio plan de estudios. Se compondría de temas como: Origen de la razón moderna al final de la escolástica, La divinidad y sus pruebas, entre otros.⁵ Asimismo, en esa universidad publicó el artículo Nietzsche y la soledad enamorada, el cual consistía en una original asociación en los terrenos de la mística entre Nietzsche y el mito griego de Dionisos que, dicho sea de paso, dejaba completamente de lado cualquier implicación política derivada de la mala lectura del filósofo de Basilea. Aquí uno de los fragmentos más representativos de ese artículo:

    La gran fuerza atractiva de Nietzsche está en que pasó por el mundo arrancando máscaras. Amante de la verdad, descorriendo velos que hubo que rasgar muchas veces con toda violencia, con obstinada ironía. Arrancando máscaras y creándolas. Máscara de algo que un pudor excesivo no le dejaba mostrar, máscara de su desesperación.

    Este texto en alabanza de Nietzsche, junto con su programa de estudios orientado hacia la religiosidad, propició reacciones negativas. En una carta a Cosío Villegas, Zambrano contaba sus desavenencias con algunos elementos del personal académico:

    He recibido un escrito bajo el título Coqueteando con el materialismo (de un señor que no conozco y que creo es profesor de Física en la Universidad), en que me dice una porción de cosas, la primera que la Ley de la Universidad es el materialismo monista y que esto es un dogma, cosa que repite varias veces. […] No sé en realidad qué me quiere decir; quizá tenga relación con una clase en que hablé a los alumnos ligeramente de la imagen actual del mundo físico y les recomendé que leyeran alguna obra de popularización de la Teoría de la Relatividad. Lo que me preocupa únicamente es que ese señor pertenezca a la Universidad.

    Queda claro que el pensamiento de Zambrano era incompatible con la ideología abiertamente socialista de la Universidad. Después de este incidente, ella continuó con sus proyectos académicos. A finales del curso, en diciembre de 1939 viajó a Cuba para hacer unas conferencias y ya no volvió más a México. En febrero recibió una advertencia de Cosío Villegas para volver de inmediato a retomar sus cursos en Morelia, pero se negó, diciendo además que ella nunca había tenido un contrato formal en México. Al mes siguiente la Universidad Michoacana le notificó que se había cancelado su puesto.

    Describimos con detalle este paso por México al considerarlo la muestra más representativa de la mezcla de mala recepción y mala suerte que acompañó el errar de la pensadora andaluza. De Cuba salió al enterarse de la muerte de su madre en París y de las torturas de que su hermana fue víctima. Pasó una temporada en Roma, en condiciones bastante precarias. En 1964 logró mudarse en La Pièce-Crozet una ciudad minúscula en el Jura francés. En México le ofrecieron la Cátedra de Metafísica que ocupaba García Bacca en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de México, de Cuba recibió una invitación de Fidel Castro, e incluso Agustín Andreu le ofreció volver junto con él a España, pero ella se negó a estas posibilidades y eligió la casita en el bosque como un refugio que obedecía, tal vez, al cansancio de una vida errante.⁸ Muy mayor y debilitada, se trasladó a Ginebra por un breve periodo, y finalmente volvió a Madrid en 1984. La vuelta, como se deja entrever en los artículos reunidos en Las palabras de regreso, no borró los años de exilio.⁹ Su pensamiento se construyó desde y para la incertidumbre. Las cajas que la acompañaron de regreso a España, llenas de documentos desordenados ––borradores de primeras versiones, inéditos, cartas––, hoy se encuentran en la Fundación María Zambrano en Vélez, Málaga.¹⁰ Dan cuenta de una escritura que tiende sus hilos hacia los momentos de crisis y que habla desvergonzada de ese instante en el que se ha perdido todo. El único camino es hacer memoria, imaginar y escribir.

    En esta pérdida de certezas juegan un papel determinante los mitos o, más ampliamente, el pensamiento mítico. Aparecen a lo largo de toda su trayectoria como una fuente de conocimiento indispensable para la época actual. No obstante, nos preguntamos si en el horror de la guerra (la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial) hay un espacio para pensar en Orfeo, Dionisios, Atenea… Parecerían fuera de contexto. Una evasión de las circunstancias actuales. Nada más lejos del pensamiento de Zambrano, cargado de motivaciones éticas. Baste recordar este fragmento de la conferencia dictada en La Casa de España en México en 1939:

    Entramos ya aquí en el laberinto de la vida española, en su ardiente atmósfera, en los peligrosos enigmas. Y perdonadme, que si para vosotros no tenga el tema el interés de vida o muerte que tiene para quien os habla y para todo español, os lo haya ofrecido sin embargo.¹¹

    Podemos pensar entonces que en los mitos hay algo más que su valor estético o erudito. Nuestra hipótesis tiene que ver justamente con el carácter incierto de su estructura. El pensamiento mítico explica el mundo fuera del rigor científico. No ofrece precisiones, sino sugerencias o imágenes por ser recreadas. En esta disposición está su interés para la creación literaria, pues si bien conducen a una noción de origen o de un tiempo pasado, no marcan el fin de su interpretación. En los mitos el futuro siempre es apertura. En la recreación de sus figuras está en juego el descenso armonioso a los infiernos (colectivos e individuales) de un Orfeo o el cambio de máscaras de Dionisos, posibilidad de metamorfosis que no se agota sino en la muerte. Cabría aclarar que esta actividad hermenéutica no se mueve por una nostalgia del pasado, ni por el anhelo de recuperar un paraíso perdido. Nos habla, más bien, de la imperiosa necesidad de voltear hacia lo indeterminado.

    En el ensayo Mitos y fantasmas: la pintura (fechado en 1959), Zambrano decía del pensamiento mítico: El mito es el sueño que tiende a cobrar realidad.¹² La frase nos habla del origen lejano de las figuras míticas y de la posibilidad de rescatarlas en los confines del mundo onírico, asociado con lo irracional, lo desconocido y, sobre todo, con aquello que se manifiesta de manera fragmentaria. Los mitos vuelven al presente, cobran realidad, una vez que se reconstruyen sus signos fragmentarios, lo cual implica dos momentos: uno de interpretación de los mitos y otro de su recreación. Sin embargo, la mediación del sueño relativiza el proceso negando tanto la existencia de una estructura preestablecida como la expectativa de un resultado lógico.

    La tradición hermenéutica a su alrededor deriva en un amplio espectro de variantes. Es difícil ubicar a Zambrano dentro de alguna corriente en especial. Según la época, los mitos han sido estudiados de distintas maneras: tópicos culturales en el Renacimiento, medio de aproximación al conocimiento originario en el Romanticismo, alternativa frente al pensamiento sistemático en la época moderna. Hay diferentes escuelas de mitografía: la estructuralista, la psicoanalítica, la simbolista.¹³ Y esto, sin contar con el hecho de que las recreaciones literarias y filosóficas pueden ser muy distintas de un autor a otro, como en Freud y Nietzsche, por pensar en dos autores citados directamente por Zambrano.

    Esto no quiere decir que el proceso de interpretación y recreación de los mitos sea totalmente arbitrario. Antes que en los mitos como unidades aisladas, hay que centrarse en el pensamiento mítico que pone en marcha este trabajo por medio de dos acciones fundamentales: explicar y recrear. La hermenéutica frente a las figuras míticas es irrenunciable, y más si se toma en cuenta que la función originaria de los mitos era explicar un fenómeno o una situación real. Lo más interesante aquí es que se trata de un proceso de interpretación basado en referentes que se aceptan inequívocamente como ficticios. Tal y como lo hacía notar Elémire Zolla, de gran importancia en la última época de Zambrano, la ficción de los mitos no es despreciable como fuente de conocimiento, en tanto que no consiste en aproximaciones imprecisas o contradictorias. Al contrario, la mitología guarda su propia lógica, tan válida que sigue siendo vigente. Para Zolla:

    El mito no es un conocimiento discursivo difuminado y vago o ambiguo, sino una relación entre órdenes de cosas opuestas, que también se puede dar de forma matemática.¹⁴

    La lógica de los mitos es diferente porque se aleja del tiempo histórico y de la sucesión lineal de acontecimientos. Los mitos contienen en sí mismos la posibilidad de volver a ser y esto hace que su temporalidad sea cíclica, formada por la actualización del pasado en el presente y la vuelta hacia el pasado en busca del origen. Se establece así un dinamismo que representa la posibilidad de encontrar una relación diferente con el lenguaje: de ahí su asociación originaria con la poesía. En palabras de Zolla, constituye una unidad que concilia los conceptos abstractos y las imágenes:

    Los pueblos, en el tiempo en que creaban sus mitos, se encontraban en situaciones poéticas, y por tanto llevaban a la conciencia lo que era en ello más íntimo y profundo, no ya bajo forma de pensamiento, sino de fisionomía, sin separar los conceptos abstractos universales de las imágenes concretas.¹⁵

    El resultado de este acercamiento a los mitos es su recreación. Cabe recordar que su construcción inicial, dispuesta para manifestarse cíclicamente, incluía la participación ritual en sus historias, como en los ritos órficos y dionisiacos. Para muchos, esta participación ritual ha sido indispensable en la comprensión del pensamiento mítico. Decía Roger Callois en El mito y el hombre: Al margen del rito, el mito pierde, si no su razón de ser, cuando menos lo mejor de su poder de exaltación, su capacidad de ser vivido,¹⁶ porque aun si los rituales han desaparecido, al recordarlos se pone en marcha el propio proceso creativo, que en otros autores, en los que se incluye Zambrano, se relaciona directamente con el lenguaje poético. Cuando la participación en rituales se desplaza hacia los terrenos de la creación literaria, la interpretación de los mitos pone en marcha la creación de nuevas imágenes, convirtiéndose en una forma poético-reflexiva de asir el entorno.

    Creo que hay dos formas de asumir esta dinámica de creación a partir del pensamiento mítico: como renovación temporal de una imagen o como manifestación de una estructura subyacente. Es decir, creación en el tiempo o renovación de arquetipos. Una postura arquetípica, como la de Gilbert Durand, define el mito como un sistema dinámico de símbolos, de arquetipos y de esquemas, sistema dinámico que, bajo el impulso de un esquema, tiende a componerse en relato,¹⁷ mientras que un enfoque sobre la temporalidad y la poesía, como el de Octavio Paz, ve en los mitos unidades más complejas. Dice Paz que el mito contiene a la vida humana en su totalidad: por medio del ritmo actualiza un pasado arquetípico, es decir, un pasado que potencialmente es un futuro dispuesto a encarnar en un presente.¹⁸ En el caso de Paz, los arquetipos son parte de un movimiento cíclico y no una fuente estática generadora de imágenes. Es pronto para afirmar en cuál de las dos posibilidades se encuentra Zambrano: si en la renovación temporal o en la reconstrucción de estructuras arquetípicas, pero valdría la pena dejar esta pregunta abierta a lo largo de la lectura de sus textos.

    Un breve panorama de los mitos en su obra muestra tres grupos: la recreación de los dioses griegos: Cronos, Eros, Orfeo, Dionisos, Apolo, Afrodita, Atenea, Medusa; la inclusión de los personajes del cristianismo: Job y Cristo; y la invención de mitos de la época moderna. Estas figuras nunca aparecen de forma aislada, sino que se entrelazan entre sí y se extienden hacia otros temas definiéndose por semejanzas y diferencias. El pensamiento mítico no se limita a los momentos en que los mitos se citan de manera directa, deriva en otros rasgos centrales de la obra de Zambrano, especialmente en las reflexiones metaestéticas. Dicha composición y puesta en marcha aparece especialmente en la recopilación de textos de la primera época, Hacia un saber sobre el alma; la reunión de ensayos sobre un mismo tema en El hombre y lo divino de la época intermedia; la obra atípica en muchos sentidos, La tumba de Antígona; y de la última época, la reunión fragmentaria de Claros del bosque.¹⁹

    A continuación se presentarán estas cuatro muestras de la obra de Zambrano. Con la intención de comprenderlas en su especificidad, se comentarán brevemente aspectos relativos a la escritura y recepción de cada libro. Se concederá la mayor atención a las recreaciones literarias de los mitos, destacando su vinculación con lo incierto y marcando su efecto en las nociones estéticas de la autora.

    1. Rupturas y primeros pasos

    Hacia un saber sobre el alma muestra el proceso de romper con el mundo intelectual de origen y comenzar lentamente a idear uno propio. Más allá del conocido desacuerdo con Ortega en la visión epistemológica de la mística, en este libro lleva una importancia especial la renuncia a la formación filosófica de la autora, especialmente al pensamiento lógico-aristotélico. La crítica al proceder del filósofo, presente en todo el libro, obedece a un conflicto con su propia escritura. Es una crítica que parte de las posibles ventajas que darían las certezas kantianas. Como en las tentaciones de los místicos, hay una seducción por las formas fijas que debe ser vencida. El resultado es una batalla al interior de su escritura. Hay un ir y venir entre las certezas y la incertidumbre hasta la apuesta final por el fragmentarismo que, como veremos más adelante, se articula con pequeñas unidades móviles e inacabadas.

    El libro se publicó en la editorial Losada en 1950 dentro de la colección Biblioteca Filosófica, que en aquel momento dirigía Francisco Romero; la edición incluía cinco reseñas y once ensayos publicados con anterioridad. Llevaba como objetivo mostrar el inicio de la trayectoria de la autora, que para este momento comenzaba a consolidarse. Además de la colaboración en revistas prestigiosas como Hora de España, Taller, Sur, Orígenes, entre otras, Zambrano contaba con los libros Filosofía y poesía y Poesía y pensamiento en la vida española que le habían merecido el reconocimiento de la comunidad intelectual de Hispanoamérica. Prueba de esto es la invitación misma a publicar en la editorial argentina por parte de Francisco Romero, que se mantenía en contacto con ella desde 1939.²⁰ Este libro se compone de textos tempranos, pero elegidos con cierta distancia, que hace relevante detenerse en los criterios de selección mencionados en la Advertencia, tales como la fecha de composición de los textos, el orden de presentación en el libro y los temas tratados.

    Por lo que respecta a las fechas de composición de los textos, lo primero que salta a la vista es que Zambrano quiso acotar el periodo de composición a un lapso de diez años. El ensayo más tardío, La destrucción de la filosofía en Nietzsche, apareció en febrero de 1945 en El Hijo Pródigo, aunque se dice que todos provienen de entre 1933 y 1944. Otro detalle en la cronología es el vacío entre el inicio de la Guerra Civil en 1936 y el exilio de Zambrano, que comenzó en enero de 1939. La intención de esto fue marcar el contraste entre el antes y el

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