La ironía romántica: Un motor estético de emancipación social
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AUTORES QUE COLABORAN EN ESTE EBOOK: Rosa Benéitez Andrés, Ana Carrasco-Conde, Germán Garrido Miñambres, Domingo Hernández, Clara Ramas San Miguel, Nuria Sánchez Madrid y Alberto Santamaría.
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La ironía romántica - Ana Carrasco-Conde
Siglo XXI / Ciencias Sociales / Filosofía y Pensamiento
Ana Carrasco-Conde,
Germán Garrido Miñambres
y Nuria Sánchez Madrid (eds.)
LA IRONÍA ROMÁNTICA. Un motor estético de emancipación social
Es La ironía es mucho más que una figura literaria que trasciende lo literal para jugar con lo equívoco. Es un instrumento para superar, rebasar y desbordar lo que una sociedad entiende como límite. La ironía romántica nace de una actitud vital que busca subvertir el sentido común y cancelar la autoridad de lo normativo en un ejercicio de libertad subjetiva, en el que creación y aniquilación se confunden. Por ello, lo irónico se acerca a lo procesual, pero también y peligrosamente a lo indeterminado, donde la multiplicación de sentidos amenaza con la desorientación estética y política. ¿Cómo compatibilizar la proliferación de ambigüedades y realidades dentro de la contemporaneidad capitalista, donde la confusión y la opacidad son especialmente rentables? ¿Cómo podemos trasladar la potencia emancipadora de la ironía al presente sin apretar más los grilletes que nos atenazan?
La ironía romántica no solo tiene como objetivo ubicar este fenómeno en su contexto histórico, filosófico y artístico para comprender su sustrato y fundamento, sino que analiza tanto sus estribaciones románticas como las principales líneas de su recepción contemporánea. Nuria Sánchez Madrid, Ana Carrasco-Conde y Germán Garrido Miñambres, junto a otros prestigiosos filósofos, rastrean las huellas del Romanticismo como marco de resistencia frente a la lógica que gobierna nuestro presente, reivindicando este motor estético.
Ana Carrasco Conde es Doctora Europea en Filosofía con una tesis escrita entre Madrid (UAM) y Múnich (LMU München). Es profesora de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid e investigadora invitada de la Schelling-Kommission de la Academia de las Ciencias de Baviera. Ha recibido el premio internacional de investigación Julián Sanz del Río 2012 por sus trabajos sobre idealismo alemán (otorgado por el DAAD y la Fundación Universidad.es). Dirige la revista Kritisches Journal 2.0. Interesada investigar las zonas de sombra de la razón, su trabajo de transita entre Jonia y Jena. Especialista en filosofía alemana del xix-xx y romanticismo, se ha dedicado también a la filosofía antigua, la filosofía de la historia y la historia conceptual. Desarrolla sus líneas de investigación en torno a dos grandes bloques: por un lado el problema del mal, el terror, la destrucción de la identidad y las teorías de la subjetivación; y, por otro, el problema de la memoria y el recuerdo, la catástrofe, la construcción de la historia y el impacto de estos elementos en la ciudad. Ha coordinado los volúmenes El fondo de la historia. Estudios sobre Idealismo y Romanticismo (Dykinson, 2013) y La ciudad reflejada. Memoria e identidades urbanas (Díaz&Pons, 2016). Es autora en este sello editorial de Infierno horizontal. Sobre la destrucción del Yo (2012) y de La limpidez del mal. El mal y la historia en la filosofía de F.W.J. Schelling (2013).
Germán Garrido Miñambres es profesor titular de filología alemana en la Universidad Complutense de Madrid. Sus ámbitos de investigación son el Romanticismo, la poética comparada, y las relaciones entre filosofía y literatura. Además de múltiples artículos sobre estas materias, ha publicado una monografía sobre la novela corta alemana (2009), una edición de los textos sobre teatro de Peter Szondi (2011) y una antología de textos programáticos de la literatura española (2011). Ha traducido autores como Joseph von Eichendorff o Friedrich Schlegel. Es autor de Entre el organismo y el artefacto. Una poética kantiana (2020) y editor de los Cuadernos literarios de Friedrich Schlegel (2021).
Nuria Sánchez Madrid es Licenciada en Filosofía y en Filología clásica y Doctora en Filosofía. Imparte docencia en las Facultades de Filosofía, Filología y Geografía e Historia de la UCM desde el 2000, desde 2008 como profesor contratado doctor. Especialista en pensamiento alemán clásico, en pensamiento contemporáneo, en historia de la filosofía griega y en historia de las ideas políticas, con especial atención a Kant, Aristóteles y Hannah Arendt. Es miembro externo del Centro de Filosofia de la Universidade de Lisboa, del Instituto de Filosofia de la Univ. de Oporto y del Grupo de Ética y Filosofía Política de la UFRN (Brasil). Cuenta con numerosas estancias como profesora e investigadora invitada en Brasil, Alemania, Turquía, Francia, Portugal e Italia, así como con 200 publicaciones, ediciones y traducciones. Ha sido Vicedecana de Estudiantes y Relaciones Internacionales de la Facultad de Filosofía de la UCM, colabora con distintas agencias de evaluación nacionales e internacionales. Es miembro de la Comisión de Investigación de la REF.
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ISBN: 9788432320576
Logo_ministerio_con_texto_para_digitalizacionLogo_plan_de_recuperacion_para_digitalizacionÍndice
INTRODUCCIÓN
PRIMERA PARTE EXPLORANDO LA IRONÍA EN FRIEDRICH SCHLEGEL
I. (IM)POTENCIA DE LA IRONÍA ROMÁNTICA
IRONÍA Y ESTETIZACIÓN DEL MUNDO
POTENCIA Y RAÍZ INFINITAS
LA IRONÍA DESPUÉS DE TODO
II. LA IRONÍA COMO EXCESO POÉ(LÍ)TICO
El (des)acuerdo
LOS DESEOS
EL MÉTODO
LOS EXCESOS
III. DISTANCIA IRÓNICA Y VULNERABILIDAD NORMATIVA. FRIEDRICH SCHLEGEL COMO CRÍTICO INMANENTE DE LA SOCIEDAD
La cara oculta del lenguaje. La fábrica de la distinción y del consenso social
SCHLEGEL COMO CRÍTICO INMANENTE DE LA SOCIEDAD
«MERELY CULTURAL?». LA IDENTIDAD DE GÉNERO Y LA TRANSFORMACIÓN SOCIAL EN SCHLEGEL
SEGUNDA PARTE VARIACIONES ROMÁNTICAS DE LA IRONÍA Y RECEPCIÓN CONTEMPORÁNEA
IV. LA HAZAÑA IRÓNICA (Y EL ZARPAZO DE UN GATO) EN EL TEATRO PARABÁTICO DE LUDWIG TIECK
LA HAZAÑA IRÓNICA
LA IRONÍA EN EL GATO CON BOTAS
LA HAZAÑA DEL GATO
CONCLUSIONES. EL ZARPAZO IRÓNICO
V. UN CUENTO FRANCO-ALEMÁN. HEINE Y MARX EN 1843
EL NACIMIENTO DE LOS ANALES FRANCO-ALEMANES
HEINE. IRONÍA, CRÍTICA Y LÍRICA
EL JOVEN MARX. LA NADA DEL CONCEPTO
EL DESGARRO QUE VIENE. UN BALANCE
VI. INTENSIDADES ROMÁNTICAS Y PROYECCIONES POÉTICAS EN KARL MARX
INTRODUCCIÓN. ¿UN FRENHOFER MARXISTA?
UN TRIÁNGULO. MARX, POESÍA Y ROMANTICISMO
CARTA AL PADRE: NOVIEMBRE DE 1837
MARX Y SUS PROYECCIONES ROMÁNTICAS
EL PROGRESISMO CAPITALISTA Y EL HOMBRE TOTAL
CIERRE
VII. GESTIONAR LA INCERTIDUMBRE O LAS PERVERSIONES DE LA VAGUEDAD. LA IRONÍA Y SUS ADVERSARIOS
DE MUERTES Y REENCARNACIONES. LA URGENCIA VITAL
IRONÍA PETIMETRA
UN SECRETO DISTINGUIDO
CONCLUSIÓN. A MODO DE SÍNTESIS
PARA LEER A FRIEDRICH SCHLEGEL
BIBLIOGRAFÍA COMENTADA
SOBRE LOS AUTORES
INTRODUCCIÓN
La fortuna que ha corrido la ironía en el discurso estético, pero también ético y político, de la contemporaneidad no está exenta de controversia. Linda Hutcheson hace de ella el recurso posmoderno por antonomasia, oponiéndose así a Fredric Jameson, quien entiende la ironía como recurso propio de una Modernidad ya periclitada (Jameson, 1991: 259). Esta diferencia de parecer enlaza con la que ambos autores sostienen respecto a la comicidad y la parodia posmodernas: mientras Hutcheson les atribuye un inequívoco potencial crítico (Hutcheson, 2014: 72), Jameson las enmarca en su visión del pastiche (Jameson, 1991: 44). Hutcheson apoya su defensa de una Posmodernidad crítica en autores como Richard Rorty, quien aprecia en la ironía una interrogación poética del orden político. A medio camino entre la postura de Hutcheson y la de Jameson se sitúa un conocido ensayo de Foster Wallace E unibus pluram. Televisión y narrativa americana. Wallace reconoce en su tiempo una hipertrofia irónica, un excedente de autoconciencia que el lenguaje publicitario ha hecho suyo, bloqueando toda genuina forma de interacción (Wallace, 1993: 181-184). De este modo, coincide, por un lado, con Jameson en su rechazo de la ironía, pero, por el otro, también con Hutcheson al identificar ironía y Posmodernidad. Wallace, Rorty, Jameson y Hutcheson no son cuatro nombres cualesquiera del posmodernismo, sino algunos de sus protagonistas más destacados. Sus discrepancias en torno a la ironía dan cuenta del alcance que este concepto posee para elaborar un diagnóstico lúdico del presente, así como de sus múltiples implicaciones ideológicas. La ironía equivale indistintamente a la impugnación de una realidad dada (Hutcheson, Rorty), a su falsa reconciliación (Jameson) y a su cínica mercantilización (Wallace); la ironía une y escinde, aprisiona y libera, anticipa y conserva. Se plantea pues de antemano como una noción escasamente operativa por su variedad de acepciones. No es de extrañar que Terry Eagleton (1997: 31) viera precisamente el libro de Rorty Contingencia, ironía y solidaridad como muestra de una noción demasiado laxa a la vez que demasiado elitista de ideología.
La ironía romántica, una pieza clave de la racionalidad contemporánea, aunque ninguno de los autores mencionados se detenga centralmente en ella, presenta de entrada una ambivalencia similar. Como muestran las contribuciones recogidas en este volumen, la teoría de Schlegel ha servido para fundamentar indistintamente la reflexión crítica, la inhibición política, el cuestionamiento de dogmas, o la estetización de la existencia. Para evitar que esta dispersión de sentidos termine privando también a la ironía romántica de un contenido específico, conviene empezar recordando su origen y trayectoria. Oficialmente, la ironía romántica nace en verano de 1797, cuando Friedrich Schlegel publica en la revista Lyceum für schöne Kunst una colección de 127 fragmentos, a los que seguirá el año siguiente los que escribe para la revista Athenaeum. Sin embargo, ni en los fragmentos del Lyceum ni en el resto de alusiones que incluye su obra publicada o póstuma, habla Schlegel en realidad de «ironía romántica». Se trata de una denominación acuñada por la crítica posterior, del mismo modo que el grupo de Jena debió esperar un tiempo para ser identificado como la vanguardia del Romanticismo. En las afiladas críticas de la Estética, Hegel se refiere todavía a ellos como los autores de la ironía, reservando el término «romántico» para el arte cristiano o posclásico. El célebre fragmento 108 del Lyceum menciona pues simplemente la ironía, entendiendo por tal una singular traslación al presente de la ironía socrática. Como señala Ernst Behler (1997: 10), responsable de la edición crítica de Schlegel, esa traslación se inscribe en un proyecto más amplio que persigue una reinterpretación de la cultura clásica desde la moderna. Se trata de un proyecto que Schlegel anticipa ya en la introducción a Sobre el estudio de la poesía griega, donde plantea una nueva forma de aproximación a lo griego; si hasta entonces el canon de la Antigüedad había marcado un modelo incuestionable de perfección (Winckelmann), Schlegel aventura la posibilidad de que lo moderno no manifieste tanto una decadencia respecto a lo clásico como una alternativa más conforme a un tiempo donde el valor de lo bello ha sido sustituido por el de lo interesante. Los poetas clásicos no merecen la misma apreciación en su contexto de procedencia que en el de la Modernidad hespérica. Y lo mismo sucede con la filosofía de Platón y la principal herramienta dialéctica de sus diálogos; la ironía deja de ser el procedimiento que desenmascara falsas premisas conduciendo paulatinamente al conocimiento hacia la verdad para convertirse más bien en la «forma de lo paradójico», como se lee en el fragmento 48 de Lyceum (Schlegel, 1995: 54).
Cuando afirma que la ironía oscila entre lo condicionado y lo incondicionado, entre lo comunicable y lo incomunicable, entre lo libre y lo reglado, Schlegel está traduciendo el método socrático al contexto del giro copernicano provocado por la crítica kantiana. Como Nietzsche con la tragedia clásica, como Heidegger con el propio Nietzsche, Schlegel no malinterpreta su objeto de estudio, asume deliberadamente una reinterpretación acorde con los intereses de su época. Esos intereses son bastante más complejos e intrincados de lo que a menudo se piensa y no pueden resumirse ni en una revuelta irracional contra los valores de la Ilustración ni en una lectura más o menos atropellada de Fichte. En cualquier caso, Schlegel se sirve de la ironía para entablar un diálogo con sus contemporáneos que reivindica el valor de la polémica y, desde luego, sobrepasa el terreno de las disputas académicas. La irreverencia de la ironía romántica no radica solo en su sistemática interrogación de toda instancia autorial, sino también en su capacidad para incidir en lo nimio y cotidiano, en las relaciones interpersonales y los usos sociales. Así, en Lucinde reconocemos tanto la apología de la polémica como la mezcla de ámbitos discursivos. Schlegel plantea en su novela controversias filosóficas que son a la vez éticas y sociales; lo solemne alterna con lo grotesco, lo grave con lo obsceno, lo serio con lo humorístico… La porosidad de la ironía romántica, su disposición a calar en las prácticas y los pareceres de su tiempo, es, por tanto, algo que está ya inequívocamente presente en la propuesta original de Schlegel.
Los «enemigos de la ironía», que durante el siglo siguiente arremeten contra la teoría de Schlegel (Hegel, Heine, Kierkegaard o Carl Schmitt), confirman la tendencia a contemplarla como un sismógrafo de problemas morales o políticos propias de su época. Se teme de la ironía su capacidad para alterar el sano funcionamiento de la razón, introduciendo en ella el virus paralizante de un juicio desligado del obrar. Para sus críticos, la ironía inmoviliza al sujeto en una indecisión permanente al poner en duda el valor de toda elección. El ironista sería un ser disfuncional, tan invalidado para el gobierno de sí mismo como para una interacción productiva con sus semejantes. Contradiciendo su supuesta vocación transgresora, la ironía termina sometiéndose entonces al sentir común dominante creando individuos ociosos, dóciles, melancólicos o débiles de carácter. Para estos autores se establece así una extraña afinidad entre el irónico y el filisteo burgués al que los románticos pretendían oponerse. La negación de toda certeza redunda en una actitud oportunista y un primado del tedio vital sobre el resto de los afectos. Estos diagnósticos difieren en muchos aspectos, pero coinciden en interpretar la ironía como patología contemporánea que en Hegel apunta más a la incapacidad filosófica y en Carl Schmitt a la connivencia con el liberalismo burgués. En lo que a Marx se refiere, aunque el compañero de Heine en Berlín no se pronunciara al respecto, los hegelianos de izquierdas como Arnold Ruge abundan en las tesis de los antiirónicos. En concreto, el manifiesto aparecido en los Anuarios de Halle entre 1839 y 1840 ataca la ironía romántica como renuncia al mundo y como huero subjetivismo (Bohrer, 2017: 219). Esta postura anticipa la crítica política habitual del marxismo al Romanticismo que encontramos en autores posteriores. Como muestran algunas aportaciones del presente volumen, ello no excluye una aproximación a la ironía romántica en clave marxista que tenga en cuenta su potencial crítico. Valga como un brevísimo apunte de posibles desarrollos de esta línea de lectura el trabajo que el marxista analítico estadounidense, Erik Olin Wright, ha dedicado a la construcción de utopías reales –véase la homónima obra publicada por Akal en 2014– en las sociedades neoliberales a las que pertenecemos. Es precisamente la ironía el factor que permite advertir en este discurso las fisuras y quiebras por las que los cuerpos sociales manifiestan su disidencia frente al ideal de una racionalidad exhaustivamente troquelada por la lógica extractivista. En este sentido, nos parece que Olin Wright procede a una revisión irónica de la hegemonía capitalista, de la que procede un catálogo de resistencias activas cuyos motores pueden ser más o menos rupturistas, intersticiales y simbióticos para generar otros espacios prometedores de producción, consumo, deliberación y cooperación sociales.
El testimonio que ofrecen los autores del siglo xix sobre la ironía romántica es, tal como se aprecia, mayoritariamente hostil. El siglo siguiente verá surgir algunas importantes revalorizaciones de la ironía romántica que están lejos de poner fin a la reserva crítica. La tesis doctoral de Walter Benjamin sobre la crítica del arte romántica abrió una vía alternativa en la interpretación del primer Romanticismo. Contra el parecer de sus predecesores, para Benjamin la ironía romántica obedece a la voluntad de habilitar una instancia autorreflexiva en la obra de arte. Benjamin desliga así la ironía del talante subjetivo del artista para vincularla a la forma de la obra, donde desempeña una labor crítica sosteniendo indefinidamente la tensión entre lo particular y lo infinito. Con el precedente de Benjamin, el postestructuralismo de la década de los setenta vuelve sobre el Romanticismo para encontrar en la ironía una expresión de la equivalencia entre poesía y filosofía. Debemos sobre todo a Paul de Man una serie de influyentes trabajos donde la ironía descubre el subterfugio retórico de la metafísica tradicional. Siguiendo los pasos de Nietzsche, De Man ve en la ironía de Schlegel una dislocación del pensamiento logocéntrico: sin un significado único de referencia, el lenguaje desata una reacción en cadena que le hace saltar indefinidamente de significante en significante. Como la máquina derridiana productora de sentidos, la ironía se entrega así a la inercia asociativa de las palabras. De Man exalta el alcance destructivo de esta «parábasis permanente», pero no resulta difícil apreciar cómo la plena equivalencia de los sentidos que atraviesa la ironía supone su plena indiferenciación y conlleva, por tanto, la amenaza de inmovilismo nihilista que advertían los adversarios de la ironía.
A partir de estos precedentes podemos empezar a interrogarnos por la pervivencia de la ironía romántica. En su fundamental texto Sobre la incomprensibilidad, aparecido en el último número de la revista Athenaeum, Schlegel achaca la escasa aceptación que habían encontrado sus fragmentos previos a una incapacidad de los lectores para apreciar su intención irónica. Hay que preguntarse entonces si nuestra comprensión de la ironía romántica es tan deficiente como la de los lectores del Athenaeum o, simplemente, qué comprensión de la ironía es la que puede continuar resultando hoy válida. Durante mucho tiempo la recepción de la ironía romántica estuvo sujeta a una interpretación demasiado estrecha del primer Romanticismo como para hacer justicia a su alcance crítico y transformador. La ironía entendida como negatividad infinita, como renuncia al mundo, como indiferencia, apatía o como simple oportunismo traduce en diferentes versiones la misma identificación del Romanticismo con una subjetividad enfermiza. A este respecto el trabajo pionero de Benjamin y la crítica especializada de las últimas décadas han contribuido decisivamente a reubicar la propuesta filosófica de la Frühromantik. Sobre la incomprensibilidad es tal vez el mejor testimonio de que el puente de la ironía no está tendido hacia la nada. La verdad última resulta inalcanzable porque el ser humano es limitado y el camino a recorrer infinito, pero eso no excluye ni la voluntad de comunicación ni la de entendimiento. No es desde luego esta la lectura que hace De Man de Sobre la incomprensibilidad. Si nos preguntamos qué es lo que está totalmente ausente de esa lectura la respuesta es, precisamente, la comunidad conformadora de sentido tan cara a la simfilosofía [Symphilosophie] romántica. De Man ignora por completo la dinámica reconfiguradora de identidades que genera la relación del individuo con su entorno. La asunción inmediata de la ironía romántica que propone resulta por ello en un constructivismo irreal, donde los tropos de la imaginación parecen ofrecerse al individuo para una incondicionada puesta en escena de sí mismo: la ironía asimilada a la mercadotecnia capitalista que horrorizaría al malogrado Foster Wallace.
Las contribuciones del volumen no pasan por alto la complejidad intrínseca de la ironía en su inserción cultural contemporánea, sino que, suministrando una hermenéutica de las posiciones que han alertado de los riesgos de esta actitud ante las normas, exploran precisamente las consecuencias de su ejercicio que consiguen revelar el carácter artificioso de todos los códigos y estructuras de la eticidad hegeliana, apuntando por tanto a que otro mundo es posible. Hemos decidido distribuir los capítulos en dos partes con el propósito de ordenar al máximo la naturaleza de los enfoques. En la primera se recogen estudios que enfocan de manera central la elaboración de la ironía en la obra de Friedrich Schlegel. El primer grupo de trabajos, Explorando la ironía en Friedrich Schlegel, comienza con el de Germán Garrido Miñambres –(Im)potencia de la ironía romántica–. El capítulo despliega un panorama amplio de la fortuna e infortunios padecidos por el dispositivo irónico del menor de los Schlegel, en el que se dialoga de manera preferente con una especialista como Juliane Rebentisch y se preconiza una tercera vía que escape tanto a los excesos de la condena de la ironía por parte del Idealismo de Hegel como al encomio de la ironía como operador de semantización infinita llevado a cabo por la deconstrucción. Con este fin, Garrido procede a contextualizar filosófica y poéticamente la ironía schlegeliana como condición de la extracción de un diagnóstico creíble de su alcance crítico con respecto de las formas de opresión y la violencia ética que operan a nivel social.
Por su parte, Rosa Benéitez Andrés sostiene en su trabajo La ironía como exceso poé(lí)tico que el joven Friedrich Schlegel entiende la ironía como un procedimiento o actitud, que se nutre de la indeterminación, la ambigüedad y lo procesual, frente a la comprensión tradicional de este fenómeno como un tropo retórico. A la luz de esta aproximación, la ironía mostraría, con su apego a la inutilidad del hiato y la suspensión de los significados, una potente actitud de resistencia frente a valores imperantes en las formas de socialización de carácter utilitarista fomentadas por la Modernidad capitalista en expansión a comienzos del siglo xix, desplegando un excedente de energías, de sentido y de tiempo incómodo para las disciplinas de control de la existencia contemporánea. Cierra esta sección la contribución de Nuria Sánchez Madrid –Distancia irónica y vulnerabilidad normativa. Friedrich Schlegel como crítico inmanente de la sociedad–, que enfoca la ambivalencia de la ironía en Schlegel, sin olvidar el alcance crítico procedente del sometimiento de la normatividad vigente en las diferentes esferas de la vida al criterio prioritario de su credibilidad para la subjetividad. Este estudio interpreta la propuesta irónica de Schlegel a la luz de una suerte de continuación del proyecto crítico kantiano, en los términos de la «crítica inmanente» preconizada por Robert Caner-Liese, de modo que las dimensiones implicadas en la eticidad hegeliana se entiendan desde su conexión con el deseo individual y colectivo de los pueblos.
En la segunda parte del volumen, titulada Variaciones románticas de la ironía y recepciones contemporáneas, se recogen análisis y enfoques que atienden, por un lado, a formulaciones de la ironía parcialmente diferentes de la propuesta de F. Schlegel, como es el caso de la desplegada en sus obras por el literato e hispanista Ludwig Tieck. Por otro, los ensayos reunidos en esta sección exploran las afinidades metodológicas que intelectuales como Heinrich