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Alta cultura descafeinada: Situacionismo low cost y otras escenas del arte en el cambio de siglo
Alta cultura descafeinada: Situacionismo low cost y otras escenas del arte en el cambio de siglo
Alta cultura descafeinada: Situacionismo low cost y otras escenas del arte en el cambio de siglo
Libro electrónico212 páginas3 horas

Alta cultura descafeinada: Situacionismo low cost y otras escenas del arte en el cambio de siglo

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¿Cómo es posible que el neoliberalismo y sus instituciones se apliquen afanosamente en propagar un arte social y participativo, un arte creativo y original, incluso un arte crítico? El activismo cultural del neoliberalismo es inagotable y el arte contemporáneo es un lugar idóneo para entender cómo funciona.

Alta cultura descafeinada indaga desde una perspectiva crítica en la despolitización del arte en las últimas décadas. Ofrece una crítica directa a esos procesos destinados a recuperar y reinsertar prácticas en otro tiempo disidentes y que, sin embargo, se nos presentan hoy como yermas, inocuas y descafeinadas de consenso. Si el neoliberalismo carece de centro, si se mueve tanto dentro como fuera de las instituciones, es porque posee la virtud de fagocitar y nutrirse hábilmente de cuanto lo rodea, incluso de aquello que está destinado a cuestionarlo. Alberto Santamaría analiza la despolitización de la vanguardia en el arte de ese activismo cultural neoliberal que nos rodea y nos urge a reubicar la cultura como herramienta emancipadora en la batalla ideológica.
IdiomaEspañol
EditorialSiglo XXI
Fecha de lanzamiento16 abr 2019
ISBN9788432319464
Alta cultura descafeinada: Situacionismo low cost y otras escenas del arte en el cambio de siglo

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    Alta cultura descafeinada - Alberto Santamaría

    Siglo XXI / Serie Filosofía y pensamiento

    Alberto Santamaría

    Alta cultura descafeinada

    Situacionismo low cost y otras escenas del arte en el cambio de siglo

    ¿Cómo es posible que el neoliberalismo y sus instituciones se apliquen afanosamente en propagar un arte social y participativo, un arte creativo y original, incluso un arte crítico? El activismo cultural del neoliberalismo es inagotable y el arte contemporáneo es un lugar idóneo para entender cómo funciona.

    Alta cultura descafeinada indaga desde una perspectiva crítica en la despolitización del arte en las últimas décadas. Ofrece una crítica directa a esos procesos destinados a recuperar y reinsertar prácticas en otro tiempo disidentes y que, sin embargo, se nos presentan hoy como yermas, inocuas y descafeinadas de consenso. Si el neoliberalismo carece de centro, si se mueve tanto dentro como fuera de las instituciones, es porque posee la virtud de fagocitar y nutrirse hábilmente de cuanto lo rodea, incluso de aquello que está destinado a cuestionarlo. Alberto Santamaría analiza la despolitización de la vanguardia en el arte de ese activismo cultural neoliberal que nos rodea y nos urge a reubicar la cultura como herramienta emancipadora en la batalla ideológica.

    «Alberto Santamaría tiene un talento arrollador para rescatar las cuestiones del limbo académico y convertirlas en desafíos urgentes.»

    CÉSAR RENDUELES, EL PAÍS

    «Alberto Santamaría nos muestra cómo se ha vaciado de contenido y desprovisto de capacidad crítica la cultura.»

    LAURA BARRACHINA, EFECTO DOPPLER, RADIO 3

    «El filósofo Alberto Santamaría se ha ganado el respeto general: nos presenta una sólida investigación que invita a pensar sobre la ideología escondida detrás de los movimientos artísticos y culturales.»

    VÍCTOR LENORE, EL CONFIDENCIAL

    Alberto Santamaría es doctor en Filosofía y profesor de Teoría del arte en la Facultad de Bellas artes de la Universidad de Salamanca. Es autor de diversos ensayos e investigaciones, entre los que destacan La vida me sienta mal. Argumentos a favor del arte romántico previos a su triunfo (2015), Paradojas de lo cool. Arte, literatura, política (2016), Arte (es) propaganda. Reflexiones sobre arte e ideología (2016) y, más recientemente, En los límites de lo posible. Política, cultura y capitalismo afectivo (2018).

    Diseño de portada

    RAG

    Motivo de cubierta

    Antonio Huelva Guerrero

    Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

    Nota editorial:

    Para la correcta visualización de este ebook se recomienda no cambiar la tipografía original.

    Nota a la edición digital:

    Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

    © Alberto Santamaría, 2019

    © Siglo XXI de España Editores, S. A., 2019

    Sector Foresta, 1

    28760 Tres Cantos

    Madrid - España

    Tel.: 918 061 996

    Fax: 918 044 028

    www.sigloxxieditores.com

    ISBN: 978-84-323-1946-4

    Solo los tontos se lamentan aún de la decadencia de la crítica. El momento de esta hace ya mucho que pasó. La crítica consiste en adoptar una distancia adecuada y, por lo tanto, se corresponde con un mundo concebido en términos de perspectiva y de proyección en el que era posible adoptar un punto de vista. Ahora, sin embargo, la sociedad se ve presionada por las cosas desde demasiado cerca.

    Walter Benjamin

    Naturalmente, los museos trabajan en las torres de marfil de la conciencia. Declarar ese hecho tan obvio, no obstante, no es una acusación de conducta desviada. El posicionamiento intelectual y moral de una institución se vuelve débil solo si pretende estar libre de prejuicios ideológicos. Y una institución tal debe ser puesta en duda si rehúsa reconocer que opera bajo coacciones derivadas de sus fuentes de financiación y la autoridad a la cual ha de presentar informe.

    Hans Haacke

    Fabricas una escultura y es algo excitante, y está en una exposición, y la miras, y simplemente dices, «guau».

    Damien Hirst

    DIARIO. 2 DÍAS EN MADRID

    Nuevo prólogo

    Es 27 de febrero de 2019. El movimiento frente a las puertas del recinto ferial es lento y pesado a primera hora de la tarde. Mientras camino por el exterior buscando un lugar donde poder tomar algo y sentarme, un joven trajeado y mal afeitado me entrega, con un gracioso gesto automático, un tríptico de un color azul-hoja-parroquial que me llama la atención. Sobre nuestra cabeza hay un conjunto de indicaciones de diverso tipo y un rótulo que se impone al resto: Tecnova Piscinas 2019, posiblemente la feria del sector más importante del país. Leo el texto: la feria proporciona «al amplio colectivo de profesionales de la piscina, gestores de piscinas y centros acuáticos y responsables del canal de distribución, la más completa panorámica de esta industria». Al mismo tiempo, justo frente a Tecnova Piscinas se celebra, como cada año, C&R. Climatización y refrigeración, una feria con un número mayor de visitantes y una importante proyección internacional. Según me dice un tipo, mientras accedo, es la cita comercial más importante de los sectores del aire acondicionado, calefacción, ventilación y frío industrial y comercial, que muestra el avance de una industria fuertemente marcada por su capacidad de innovación tecnológica. Lo repite, como una oración religiosa, lentamente. Lo repite. Se lo vuelve a repetir a un grupo de nórdicos que camina justo detrás de mí. Entro en ambos recintos. No entiendo demasiado del tema, pero la gente es amable, sonríe y me ofrecen bolígrafos, llaveros y algo que presumo que es un abridor, pero no lo sé con seguridad. Los potenciales visitantes de estas ferias son los mismos: empresarios y clientes que comulgan alrededor de un negocio no demasiado estable. Hay catálogos, precios, negociaciones sin rodeos, se escucha la música del dinero y se siente su olor. Doy una vuelta más, y salgo rodeado de regalos y sonriente. El ambiente es extrañamente festivo. Con retraso llego entonces a mi destino, justo al lado de Tecnova Piscinas. Ahí está ARCO 2019. He quedado para una entrevista en el espacio que Radio 3 tiene para realizar allí su programación. Ifema es un universo que busca su antropólogo. Lo maravilloso de Ifema no está en las ferias (algo vulgar, por cierto), sino en lo que sucede en ese largo pasillo que, como un intestino, deglute todo lo que por allí aparece. Es la metáfora del mercado. Acaba de publicarse la primera edición de este libro, Alta cultura descafeinada, y Laura Barrachina me entrevista para Efecto Doppler. Aprovecho para dar una vuelta antes de comenzar la conversación. No cabe duda de que ARCO es un modelo desde el cual es fácil comprender el marco cultural y político en el que estamos. Al igual que las piscinas, al igual que los aires acondicionados, en ARCO tenemos cosas, cosas a las cuales, sin embargo, les otorgamos una función cultural superior y que por lo tanto poseen un elemento mistérico que las muta en algo más que cosas. Decimos: el arte no es una mercancía más. Y con esta afirmación, no obstante, lo que decimos es que, por un lado, es una mercancía y, por el otro que, sin embargo, a diferencia del último modelo tecnológico de aire acondicionado, el arte se nos da como un elemento que supera ese carácter de simple mercancía. Es algo más. Pero ARCO es una feria en la que se compra y se vende, fundamentalmente. Es decir, el papel de un mercado y un coleccionismo perdido es lo esencial. En la entrevista hablamos de esto. Si uno pasea por ARCO no verá precios, ni le regalarán bolígrafos ni la gente será tan amable. Dudo mucho que en Tecnova Piscinas o en C&R. Climatización y refrigeración haya una zona VIP, con sus propias actividades, diálogos, elitismo idiota, etc. Para ARCO es esencial este modelo de distinción (y eso que estoy convencido de que en la zona VIP más de una vez han hablado de Bourdieu). Escucho a los responsables de ARCO. En realidad, parecen sinceros cuando dicen que la idea es que el arte contemporáneo se democratice, que cualquiera pueda disfrutar de ello. El discurso (naíf y desnortado) es que la cultura sea un espacio para el crecimiento de la sociedad. Lo que sorprende es que las entradas para ARCO cuesten 40 euros (sí, 40 euros más de lo que me costó entrar en la feria de piscinas y de aire acondicionado). La cultura embellece el mercado, lo dulcifica, y al mismo tiempo, ese mercado tiene la capacidad de absorber todo movimiento que genere disenso. La Alta cultura descafeinada funciona así: usando una forma de cultura (mercado) como elemento que empuja hacia la despolitización de toda posibilidad crítica del arte. Malusando una metáfora, podemos traer estas palabras que Marx escribe al inicio de El capital: «Perseo se envolvía en un manto de niebla para perseguir a los monstruos. Nosotros nos tapamos con nuestro embozo de niebla los oídos y los ojos para no ver ni oír las monstruosidades y poder negarlas». Así funciona el tema.

    Es 28 de febrero de 2019. Hotel Liabeny, Madrid, 10:00 de la mañana. Con motivo de la presentación de Alta cultura descafeinada he quedado con un periodista de El País en el hall del hotel para una entrevista y un par de fotos. Todos llegamos con puntualidad. El salón posee un extraño magnetismo: su mobiliario y disposición no son fácilmente descriptibles. En la entrevista hablo de todo esto, pero incido en un ejemplo evidente: el banco Santander y la Fundación Botín. Toda la trama sobre la creatividad, emociones, arte, etc., no es más que una forma de vaciar de cualquier fuerza crítica y transformadora socialmente a esos conceptos. Algo sobre lo que me extendí en En los límites de lo posible. Toda su obsesión por la educación revolucionaria, por los afectos, etc., no es más que la escenificación de su necesidad de dominar un espacio que fatalmente se les escapa. Nunca podrá ser (jamás) un banco herramienta cultural de nada, al contrario. La entrevista nunca llegó a publicarse. Y posiblemente el periodista (autónomo) no llegó a cobrar.

    Si no recuerdo mal esos días también me preguntaron por algo que no está explícitamente en el libro pero que ha aparecido recurrentemente cuando he presentado el libro: el Street art y su impacto. Y tan solo se me ocurre una cosa: el coeficiente de despolitización, algo que descubrí en una conversación con mis estudiantes de Bellas Artes. Este coeficiente nos dice que cuanto más conservador sea un ayuntamiento, más Street art tendrán las paredes de esa ciudad. Es un axioma que no falla. La derecha (y el mercado en su forma actual) ha aprendido que este fenómeno es altamente interesante: da una pátina de modernidad, al tiempo que puedes controlar cada imagen, mientras el artista parece sentirse realizado en cuanto «decorador de exteriores». Soy injusto con los artistas, lo sé. Y no todo es así. Pero ¿por qué no jugar a replantear algunas posiciones?

    Este libro tan solo pretende abrir un debate, tal vez microscópico, pero que considero oportuno: la necesidad de repensar ciertos lugares sociales del artista o el olvido real de lo social por su parte. La incomodidad del artista en el cuerpo de lo social apunta hacia una cierta patología cultural: no me interesa lo social –dicen– ya que lo social no se interesa por mí como artista. Así se plantea el tema para buena parte del arte actual. Pero también ocurre de otro modo (que se enmarca bajo el mismo fenómeno): me interesa lo social como artista en cuanto lo social encaja en lo que necesito para ser situado en el vientre de la institución artística. Ambas piezas encajan en el puzle, y el neoliberalismo (ferozmente activista en lo cultural) sabe sacar partido, sin duda. Ese puzle genera una desactivación progresiva del arte, quedando su rostro y función como mero entretenimiento. No obstante, como alguien dijo, en tanto que entretenimiento el arte contemporáneo es, seamos sinceros, muy poco entretenido.

    Salamanca, 3 de enero de 2020

    Una nota previa

    CARA A

    La escena inicial de este libro tal vez requiera de cierta espesura descriptiva. Estamos en un palacio y es julio de 2016. La mañana comienza con una densa luz que tiñe con delicadeza los acantilados que rodean esta lujosa arquitectura de comienzos del siglo XX. Los rayos de sol atraviesan los viejos y nobles ventanales del que fuera el lugar de vacaciones de la familia real española. Mientras accedo al palacio trato de orientarme y de recordar por qué estoy aquí. Entonces me detengo y observo. La gente a mi alrededor sonríe mostrando, en su mayoría, una reluciente dentadura. ¿Quién es toda esa gente? ¿Por qué estamos aquí? La respuesta es sencilla: arte contemporáneo. En realidad son los momentos previos al inicio de un congreso veraniego donde se reúnen durante unos días, junto a la playa, algunos de los coleccionistas y economistas del arte más importantes del momento. Se desplazan de un lado al otro, conversan animada y despreocupadamente mientras el resto del público toma asiento. Hago exactamente lo mismo, me siento. En ese instante, a mi lado, de pie, un tipo vestido impecable y con cierto gesto de superioridad dice a su interlocutora, una joven tostada y elegantemente vestida: «La verdad es que no sé por qué hemos tenido tanto éxito». Ríen. Se enseñan los dientes amablemente como animales afortunados. Se trata del director de la Fundación Banco Santander y frente a él, tal vez, una coleccionista. Los escucho en silencio, sentado en una silla justo a la entrada. Es cierto. El salón de baile, donde se realiza el curso de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) sobre coleccionismo está, a las 10:00 de la mañana de un 18 de julio, a rebosar de personas y personajes del mundo del arte. ¿Mundo del arte? Escribo estas palabras y enseguida siento un irresistible deseo de borrarlas. Escribo mejor: mundillo del arte. Después escribo campo artístico. Lo borro. Luego lo vuelvo a escribir todo de nuevo. Se arremolinan impacientes algunos de los participantes en el pasillo antes de comenzar. La estética del corrillo previo a una ponencia merecería un estudio aparte. Palabras banales. Gestos. Abrazos de compromiso. Un centenar de personas se reúnen durante estos días bajo el título Coleccionismo, apreciación y valor del arte contemporáneo. Un recorrido por los actuales circuitos del arte. El público lo compone una densa trama de galeristas, banqueros, empresarios-coleccionistas y artistas. Durante los días que dura el curso se desarrolla, en paralelo, una feria de arte; una de esas ferias menores que, sin embargo, logra concitar a cierto espectador interesado. En cualquier caso, ¿por qué hay tanto público?, ¿la alianza entre arte y mercado resulta tan atractiva? Seguro que sí. Pero ¿qué impulsa a alguien a coleccionar? Y, por otro lado, ¿cuál es el papel del coleccionismo y del coleccionista hoy?, ¿por qué el neoliberal es un tipo amablemente interesado en el arte supuestamente más «vanguardista»? Estas son solo algunas de las preguntas.

    Al entrar en el Palacio de la Magdalena uno tiene una sensación extraña. Como si tras de sí caminase un fantasma; uno que se respira, que se huele, que se piensa. Pero sobre todo un fantasma que seguro lee La Razón ya que sobre todas las mesas del palacio reposa un taco de ese periódico, que todo el mundo lee a lo largo del día, acariciándolo, hojeándolo, como si fuese un mapa sentimental del presente. La UIMP es, en fin, una especie de nave espacial que alguien ha abandonado allá arriba, para que algunos seres piensen que lo que allí hacen y dicen afecta al mundo, un mundo que –aparentemente– late ajeno. Miradas ceñudas, sonrisas amables, estudiantes esforzados e inteligentes, sacerdotes, políticos, se cruzan por los pasillos haciendo crujir las viejas maderas de un suelo que inevitablemente se hunde.

    La sala donde se desarrolla el curso está llena. Apenas hay sitios libres. Tras las oportunas presentaciones iniciales se escucha un sonoro aplauso dedicado a la Fundación Banco Santander, que financia el curso y, por

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