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Memorias y libelos del 15M
Memorias y libelos del 15M
Memorias y libelos del 15M
Libro electrónico381 páginas5 horas

Memorias y libelos del 15M

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Una crónica muy personal del año en que se tomaron las calles y plazas, escrita desde el año en que menos nos han dejado hacerlo

"Uno no sabe si reír o llorar ante la expectativa de que el 15M celebre su décimo aniversario en este periodo coronavírico, en el cual las calles están yermas y los espacios públicos abandonados. La facilidad y a la vez dificultad de escribir sobre el 15M radica en que es el primer movimiento social masivamente asambleario que ha tenido nuestro país desde que existe la Web 2.0. El libro que yo quisiera leer sobre los quincemeros debería entresacar las perlas filosóficas de ese océano de datos, unificando en un relato coherente y poético la información que hoy está dispersa y olvidada en cientos de páginas wiki con enlaces rotos. Pero este no es ese libro...
Ninguna obra puede agotar el tema de los indignados, igual que ninguna voz puede monopolizar una asamblea. Tiene que ser el conjunto de obras y voces lo que recomponga el rostro proteico y contradictorio del 15M. Eso solo será posible si cada uno habla desde su 15M personal, desde ese diosecillo familiar al que adora o maldice desde hace diez años, sin pretender arrogarse la Verdad con mayúscula sobre los quincemeros, pero también sin guardarse nada en el tintero.
Por esa razón me he aventurado a escribir estos recuerdos en estrictísima primera persona confesional. Escrito de memoria, revolviendo lo personal con lo colectivo, saboteando mi propia reputación, ganándome el desprecio tanto de los amigos como de los enemigos del 15M, mosqueando a quienes aparecen con su nombre y apellido, este no es el libro que querría leer, sino el que puedo y debo escribir: una crónica íntima del año en que más salí a la calle, escrita desde el año en que menos me han dejado hacerlo".
IdiomaEspañol
EditorialArpa
Fecha de lanzamiento10 mar 2021
ISBN9788417623876
Memorias y libelos del 15M

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    Memorias y libelos del 15M - Ernesto Castro

    Illustration

    Ernesto Castro Córdoba (Madrid, 1990) está acreditado como profesor contratado doctor por ANECA y ha dado clase de Filosofía en la Universidad de Zaragoza y en la Complutense de Madrid. Ha escrito y publicado los ensayos El trap: Filosofía millennial para la crisis en España (2019), Realismo poscontinental: Ontología y epistemología para el siglo XXI (2020), Ética, estética y política: Ensayos (y errores) de un metaindignado (2020) y Otro palo al agua: Textos de crítica cultural (2020). Además, tiene un canal de YouTube con más de 70.000 suscriptores al que sube sus clases, conferencias y entrevistas, reuniendo a figuras tan variopintas como Íñigo Errejón, Antonio Escohotado, Yung Beef o un silencio que dura diez horas.

    «Uno no sabe si reír o llorar ante la expectativa de que el 15M celebre su décimo aniversario en este periodo coronavírico, en el cual las calles están yermas y los espacios públicos abandonados. La facilidad y a la vez dificultad de escribir sobre el 15M radica en que es el primer movimiento social masivamente asambleario que ha tenido nuestro país desde que existe la Web 2.0. El libro que yo quisiera leer sobre los quincemeros debería entresacar las perlas filosóficas de ese océano de datos, unificando en un relato coherente y poético la información que hoy está dispersa y olvidada en cientos de páginas wiki con enlaces rotos. Pero este no es ese libro…

    Ninguna obra puede agotar el tema de los indignados, igual que ninguna voz puede monopolizar una asamblea. Tiene que ser el conjunto de obras y voces lo que recomponga el rostro proteico y contradictorio del 15M. Eso solo será posible si cada uno habla desde su 15M personal, desde ese diosecillo familiar al que adora o maldice desde hace diez años, sin pretender arrogarse la Verdad con mayúscula sobre los quincemeros, pero también sin guardarse nada en el tintero.

    Por esa razón me he aventurado a escribir estos recuerdos en estrictísima primera persona confesional. Escrito de memoria, revolviendo lo personal con lo colectivo, saboteando mi propia reputación, ganándome el desprecio tanto de los amigos como de los enemigos del 15M, mosqueando a quienes aparecen con su nombre y apellido, este no es el libro que querría leer, sino el que puedo y debo escribir: una crónica íntima del año en que más salí a la calle, escrita desde el año en que menos me han dejado hacerlo».

    #memorias #filosofía

    #sociología #15M #indignados

    MEMORIAS Y LIBELOS DEL 15M

    Ernesto Castro

    MEMORIAS Y LIBELOS DEL 15M

    Illustration

    © del texto: Ernesto Castro, 2021

    © de esta edición: Arpa & Alfil Editores, S. L.

    Primera edición: marzo de 2021

    ISBN: 978-84-17623-87-6

    Diseño de colección: Enric Jardí

    Diseño de cubierta: Anna Juvé

    Maquetación: Àngel Daniel

    Corrección gramatical: Andrés Pérez Miguel

    Corrección estilística: Luna Miguel

    Producción del ePub: booqlab

    Un fragmento de este libro fue publicado en la editorial

    Alpha Decay bajo el título Contra la postmodernidad

    Arpa

    Manila, 65

    08034 Barcelona

    arpaeditores.com

    Reservados todos los derechos.

    Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida por ningún medio sin permiso del editor.

    SUMARIO

    MEMORIAS

    LIBELOS

    Contra la postmodernidad

    Lo indignante de Stéphane Hessel

    La crisis del privatismo civil

    Once reseñas antiposmodernas

    MEMORIAS

    A las dormidas y a las despiertas

    Junto con la palabra habríamos perdido incluso la memoria si fuésemos tan capaces de olvidar como de callarnos.

    TÁCITO

    Nunca he hablado de otra cosa que de mí mismo. Como lo hacía desde dentro, nunca se ha entendido del todo.

    ALAIN ROBBE-GRILLET

    Como escritor, soy un genio de una clase un tanto particular: ni más ni menos, absolutamente sin autoridad y, por eso, continuamente abocado a anularme a mí mismo, para no convertirme en una autoridad para nadie.

    SØREN KIERKEGAARD

    1

    —Nos han robado el iPod.

    La música se para. Y los cuerpos con ella. Solo los perros siguen excitados. Y las llamas crujiendo sobre los adoquines. Es ya de noche, estamos al aire libre. La contaminación no deja ver. Una farola prende a media luz. Se intuyen los perfiles de edificios cercanos. Un reloj, una fuente y un madroño. Una doble joroba, ¿o quizá un pez? Es ya en invierno, estamos abrigados. Hace frío, pero las papeletas al fuego dan calor.

    Paula vuelve a decir:

    —Nos han robado el iPod.

    Nos encontramos en la madrugada del 21 de noviembre de 2011, el Partido Popular ha ganado las elecciones generales en España con casi once millones de votos, el 44 % de los sufragios emitidos, consiguiendo una mayoría absoluta en el Congreso y el Senado como no se había visto desde las aplastantes victorias del Partido Socialista Obrero Español a inicios de los años ochenta, con 186 congresistas y 136 senadores, que permitirán que el recién electo presidente Mariano Rajoy aplique las medidas de recorte del gasto público y de reestructuración de la economía que exige la Unión Europea, y a Paula le han robado el iPod.

    Cristina no la ha oído.

    —¿Qué nos han robado?

    —El iPod.

    —¿Alguien de aquí?

    —¿De dónde, si no?

    Miro a mi alrededor. El ladrón está entre nosotros. Delante de mí se encuentra Rocío. No puede haber sido ella. Es una de las organizadoras de la reunión. A mi izquierda hay un tipo con rastas, riñonera y pantalones cagados. Tampoco. Tiene los dedos demasiado liados enrollándose un porro y acariciando a su perro como para hurtar nada. A mi derecha, unas chicas que hasta hace un momento bailaban; revolvían sus cabellos color rosa flúor, azul neón o verde césped; se enganchaban mutuamente los piercings de la lengua. Imposible que hayan sido ellas. Ya no bailan, tienen cara de lunes y los brazos cruzados, como si al cortarles el rollo se les hubiera denegado un derecho constitucional básico. Ahora que no suena la música, oigo a mis espaldas unas frases en inglés. Me doy la vuelta y veo un círculo de guiris con gafas de carey, pantalones pitillo, camisas de leñador, barbas de talibán y unas gorras que pretenden ser ingeniosas pero solo son de marca cara. Escuchándolos con atención advierto que, salvo uno de ellos, todos los demás son madrileños. Están compitiendo por ver quién ha ido a un instituto más bilingüe, más privado, con más clases de refuerzo. Ni se me ocurre pensar que hayan sido ellos. ¿Para qué quiere un iPod quien ya posee un iPhone?

    Me siento como en aquella escena de Uno de los nuestros, de Martin Scorsese. La escena de la boda. El novio mafioso y la novia ingenua están dando los primeros pasitos del baile nupcial cuando ella se acuerda del bolso con los donativos de los invitados. Nadie lo está vigilando. Él la tranquiliza. Nadie de aquí va a robarnos. A fin de cuentas, todos somos de la Cosa Nostra. Del mismo modo, ¿quién de aquí va a robarnos el iPod? ¿Quién va a dejarnos sin banda sonora? ¿Acaso no somos todos de los de abajo? ¿Acaso no somos el 99 %? ¿Acaso El pueblo / unido / jamás será vencido?

    —La que lo haya robado, que lo devuelva —rompe el silencio Rocío, en un lenguaje tan amenazador como inclusivo—. Y que no se preocupe, que nosotras no nos chivamos a la madera.

    El auditorio se agita en una risa tan histérica como liberadora. Por descontado que no avisarán a la policía. Por descontado que no lo denunciarán en comisaría. Por descontado que no llamarán al 091. ¿A quién se le ha podido pasar por la cabeza? Estamos en una concentración no autorizada por el gobierno, cuyo único fin es quemar papeletas y danzar alrededor de ellas, convocada por el grupo de Acción Directa del 15M, que lleva un mes okupando un hotel en ruinas en el centro de Madrid. «Bailaré sobre tus urnas»: estamos en una de esas fechas que nunca se mencionarán en las crónicas oficiales del movimiento, hasta el punto de que la mayoría de sus participantes negará incluso haber oído mencionar su existencia. «Bailaré sobre tus urnas» no solo rompe con la legalidad vigente, sino también con el discurso de legitimidad de los indignados, cuya buena imagen pública descansa sobre sus convicciones parlamentarias y su carácter no violento. Pero las chicas de Acción Directa no creen en los parlamentos ni rehúyen la violencia. Y aquí no recurro a eufemismos políticamente correctos: me refiero a ellas en femenino porque todos los miembros que conozco de ese grupúsculo anarquista son mujeres. Algunas han hablado ya. Otras hablarán más adelante.

    —¡Si no hay música, no hay hogueras de San Rajoy! —exclamó Marta mientras extinguía las papeletas crujientes y cenicientas bajo sus botas, clausurando también mi mutilado recuerdo de aquella noche.

    ¿Y dónde pasó eso?, os preguntaréis. ¿Dónde sucedió esa «quema neonazi»? ¿Dónde se produjo ese «atropello a la democracia»? ¿Dónde tuvo lugar esa «alteración del orden público»? ¿Dónde, esos «exaltados que son una minoría en el 15M»? ¿Dónde, ese «caso aislado que no representa al movimiento»? ¿Dónde, el robo del iPod?

    ¿Pues dónde va a ser?

    2

    «Una pedrada en la Puerta del Sol mueve ondas concéntricas en toda la laguna de España», escribió Ramón Gómez de la Serna en su Elucidario de Madrid. Nuestra historia demuestra hasta qué punto tenía razón. En Sol se grita un lema, y ya es un «¡Trágala, tirano!». Se reprime a unos escolares, y ya es una Gloriosa. Se ataca a un político, y ya es un Lerroux o un Canalejas. La del Sol es una de las puertas más antiguas de Madrid; todas sus construcciones, salvo una, son del siglo XIX. En esa época se demolieron sus dos edificios históricos cardinales, el Convento de San Felipe y la Iglesia del Buen Suceso, en cuyo foso yacían los mártires del motín de Esquilache y del 2 de mayo, para erigir hoteles sobre sus ruinas. Sol se volvió de sopetón un sitio laico, consagrado en exclusiva a la religión del turismo. Rodeada por edificios burgueses decimonónicos de los cuales solo queda la fachada, reconvertidos en bollerías, casas de empeño y Apple Store, en esa plaza no hay otro monumento que la propia plaza, cuya última reforma es de hace una década. Su planta actual es obra de Isabel II, pero la estatua ecuestre que se halla en su centro, fundida en 1994, es de Carlos III. El símbolo de la ciudad, la estatua del Oso y el Madroño, instalada en los años sesenta, ha mudado más veces de localización que el anuncio luminoso de Tío Pepe. De la fuente que allí hubo durante tres siglos, simbolizando ocasionalmente al imperio español, solo queda una chica semidesnuda de mármol, que según unos representa a Venus, según otros a Diana, y según otros a la fe católica: la Mariblanca, de la cual hay tres o cuatro copias distintas; la que se expone en Sol no es la original. De hecho, el único edificio original y originario de esa plaza es la Real Casa de Correos, donde se han pregonado el comienzo y el final de todas las repúblicas españolas, con casi la misma gente aplaudiendo de la misma forma. Esa fue la sede de la Dirección General de Seguridad durante el franquismo, igual que hoy lo es del gobierno de la Comunidad de Madrid. Allí se torturaba entonces como ahora se tañen las campanas en fin de año. Dentro se daban las hostias como afuera nos dan las uvas.

    En una frase: Sol es la historia de nuestro país liofilizada en un puntito geográfico. Allí se encuentra el kilómetro cero de la nación, a pesar de que ninguna de las vías que surgen de la plaza empalme con el sistema radial de autopistas españolas. Las calles Montera, Carmen y Preciados dan a la Gran Vía; Arenal y Mayor, al Palacio Real; Alcalá y San Jerónimo, al paseo del Prado; Carretas, Comercio y Espoz y Mina, a tomar por culo. Con la pintura y el Parlamento al este, los reyes al oeste, el consumismo al norte y los inmigrantes al sur, la Puerta del Sol es la verdadera y única plaza central de Madrid; y eso que no se llama «plaza» sino «puerta». ¿Eso significa que se abre, que se entorna y que se cierra? Ya lo dijo Antonio Flores a mediados del siglo XIX:

    Si en vez de llamarse Puerta del Sol se dejara llamar Plaza de la Ociosidad, nadie extrañaría que fuese el verdadero postigo de todos los vicios; pero los holgazanes que la habitan dan una gran prueba del tesón con que ejercen su oficio llamándola Puerta del Sol, porque así indican que su pereza es tanta que ni aun para tomar el sol se dan el trabajo de pasar más allá de la puerta.

    Ahora en serio: el origen de su nombre es muy discutible. Según unos, se remonta al levantamiento en 1520 de las Comunidades de Castilla contra Carlos V, las cuales erigieron allí una fortificación adornada con relieves solares. Cuando el emperador aplastó la revuelta, «este castillo y puerta se derribó para ensanchar y desenfadar a tan principal salida», tal y como nos narra un cronista de la época. No hace falta decir que para la heráldica del 15M sería fantástico que esa etimología fuera cierta. Así se podría filiar a los comuneros con los indignados, a la Casa de Austria con la Troika europea, a las libertades castellanas con Democracia Real Ya. Por desgracia, tenemos evidencia de que a finales del siglo XV ya era frecuente la expresión «Puerta del Sol» para referirse a la salida más al este del municipio, justo por donde sale el sol.

    Los acampados en la plaza aquel 15 de mayo pudieron comprobar ese origen etimológico con sus propios cuerpos, al ver cómo, después de tumbarse unas pocas horas al raso, con unos cartones, unas mantas y unos sacos de dormir prestados, amanecía en Sol a las siete en punto. Ante sus ojos se desplegó la carne curada del cielo de Madrid: una loncha de embutido azul, con sus infiltraciones de grasa blanquiamarilla, vetas y venas de luz que poco a poco se entreveraban con las nubes, hasta obtener un marmoleo idóneo. Luego se cortaron dos grandes tajos lumínicos a lo largo de Alcalá y San Jerónimo, iluminando al Oso y el Madroño junto a esa salida de Renfe con forma de pez o doble joroba de cristal. Probablemente fueron los resplandores emitidos por esa boca de Cercanías los que desvelaron a Acampada Sol aquel felicísimo día.

    Quienes no disfrutaron de las uvas de la aurora tuvieron que conformarse con las hostias de la ira. Me refiero a las detenciones que se efectuaron al término de aquella manifestación del 15/05/11. Al llegar a la plaza del Callao, unos exaltados-que-eran-una-minoría se sentaron en la calzada e intentaron cortar el tráfico de la Gran Vía. Entonces intervinieron los antidisturbios y se produjeron casos-aislados-que-no-les-representaban (incendios de papeleras, roturas de escaparates, lanzamientos de botellas…). Hubo veinte detenidos, de los cuales quince dijeron haber sido maltratados por la policía. En uno de los casos, el agente le estampó [presuntamente] la cabeza al manifestante contra el asiento del furgón mientras le susurraba [presuntamente] al oído: «¡Llevar rastas es de guarros!».

    Seis de los detenidos fueron liberados a la mañana siguiente. A los otros catorce se les acusó de alteración del orden público, desacato a la autoridad y destrucción de bienes ajenos. La Fiscalía pidió penas de cárcel con una duración promedio entre los dieciocho meses y los seis años a la sombra. El juicio se alargó durante ocho años, hasta que en febrero de 2019 el magistrado competente consideró que la propia lentitud de la justicia era un atenuante del delito y conmutó el tiempo entre rejas por una multa que, a lo sumo, llegaba a los 180 pavos. No está mal, pasar de siete décadas en prisión a 4500 euros a pachas entre todos, aunque tuvieran que abonarlos de su propio bolsillo, pues para entonces ya nadie se acordaba de los 14 del 15M. Toda España estaba ocupada por la desmemoria…

    ¿Toda?

    ¡No! Una manifestación convocada por irreductibles quincemeros resiste todavía y siempre a la amnesia. Y la vida no es fácil para las guarniciones de políticos en los reducidos partidos de Unidas Podemos, Más Madrid, Madrid en Pie y Ciudadanos. Nos encontramos en la tarde del día cuatro del mes de diciembre del año dos mil dieciocho después de Cristo. Nuestros valientes y aguerridos quincemeros se han concentrado en Sol para protestar contra la apropiación de la memoria histórica indignada a manos de la «nueva política» de izquierdas. Contra los pérfidos y melifluos concejales de Ahora Madrid exclaman: «¡La lucha está en las calles, / no en el ayuntamiento!». Contra los sibilinos y cobistas diputados de Podemos recuerdan: «¡Que no, / que no, / que no nos representan!». Contra el infame e injusto olvido de los 14 exigen: «¡Libertad, / libertad: / detenidas por luchar!».

    ¿Qué está pasando exactamente? La alcaldesa Manuela Carmena ha apurado hasta su último semestre en el puesto para instalar una placa en conmemoración del fenómeno sociopolítico que la aupó a la alcaldía. «El pueblo de Madrid, en reconocimiento al movimiento 15M, que tuvo su origen en esta Puerta del Sol: Dormíamos, despertamos», reza aún hoy esa placa tan justa como intempestiva. Situada en el número 10 de aquella plaza, en su esquina con la calle Preciados, sobre un escaparate de El Corte Inglés que por Navidad exhibe una decoración compuesta por coronas de flores eléctricas, es evidente que esa placa sella la tumba, el cenotafio del 15M.

    Debajo de esa instalación funeraria se halla Íñigo Errejón —hasta ahora, diputado autonómico de Podemos; en dos meses, tránsfuga al partido recién montado por la alcaldesa— prestando declaraciones para los periodistas del Grupo PRISA. Detrás de él, un anuncio de zapatillas «California Originals». Se trata de una joint venture entre Vans y Disney —igualitos que Errejón y Carmena— para celebrar los noventa años de existencia de Mickey Mouse. Demasiados cumpleaños en tan poco espacio.

    Pero a finales de 2018 no solo cumplían años Mickey Mouse y el 15M, sino también —éramos pocos y parió la abuela— la carta magna española. Esa misma tarde, a pocos bloques de distancia de Sol, en la plaza de la Villa, antigua sede del Ayuntamiento de Madrid, se clavaba otra placa, conmemorando las cuatro décadas de la Constitución del 78. Tenía todo el sentido del mundo que se clavase entonces, pues cuarenta y ocho horas después se festejaba el puente de nuestra ley fundamental, y ya se sabe cuán difícil es que los políticos hagan su trabajo —inaugurar movidas— en día festivo. Lo que no tenía ningún sentido es que, habiendo tantas fechas asociadas con el movimiento de los indignados (15M, 25S, 19J, 22M, 15O…), se eligiera un día tan soso como el 4 de diciembre. ¡El 4D! Para eso, haberlo puesto en 4K.

    (Shout out para El Alfa, Darell y Noriel).

    Pero ¿qué ocurrió el 04/12/18? Ni idea. Lo que sí sé es que dos días antes el PSOE perdió sus primeras elecciones autonómicas andaluzas desde que hay ¿democracia? en España. Después de cuatro décadas de socialdemocracia ininterrumpida, la Junta de Andalucía pasó a manos de un gobierno de coalición compuesto por el «trifachito» PP, Cs y VOX. Pese a haber existido ya durante un quinquenio, esas fueron las primeras elecciones en que VOX obtuvo algún escaño, alzándose con el 10 % de los votos y 17 diputados. Ahora nos explicamos por qué Carmena se dio tanta PRISA en ponerle una velita al 15M. El Cid muerto de la indignación tenía que subirse de nuevo a su caballo para combatir a un espectro que recorría España: el espectro del neofranquismo y sus gigantes —¡que no, que son molinos, Sancho!— de la alt right, importada desde la otra orilla del Charco para luchar contra los independentistas catalanes y las feministas de la cuarta o quinta ola (ya he perdido la cuenta). Se esperaba una batalla formidable, the most ambitious crossover, digno de las Navas de Tolosa, la batalla del Ebro o Pedro y el lobo. Resultado: en las segundas elecciones generales de 2019, VOX obtuvo el 15 % de los votos y 52 diputados. Se convirtió en el tercer partido más votado, con casi veinte congresistas más que todas las coaliciones y confluencias y sucursales y fachadas de Podemos juntas. Era evidente que la pata incorrupta de ese Cid no estaba tan incorrupta como se pintaba, sino más bien podridita.

    Con todo y con eso, tiene gracia que la fecha elegida para solemnizar al 15M se encontrase a la misma distancia temporal del Día de la Constitución y de la primera victoria electoral de VOX, pues es en ese punto medio, en esa equidistancia entre el Régimen del 78 y el espectro del neofranquismo donde se sitúa hoy la herencia de los indignados. Resulta irónico que un movimiento social cuyas consecuencias más palpables a medio plazo fueron finiquitar el bipartidismo ℗℗$0€ y «vacunar a Estepaís contra la extrema derecha», según el tópico podemita, cumpla diez años cuando España previsiblemente se encamina hacia un sistema político tripartidista donde el tercero en discordia es —¡sorpresa!— la extrema derecha. Uno no sabe si reír o llorar ante la expectativa de que el 15M celebre su décimo aniversario en este periodo coronavírico, en el cual las calles están yermas y los espacios públicos abandonados, pero no a causa de la represión estatal o de la indiferencia consumista, sino porque el contacto carnal con los otros entraña un serio peligro de muerte. En 2011 ocupamos las plazas; en 2021, ¿confinados en casa?

    3

    En este contexto pandémico, celeste y voxero, los brindis que se hagan en nombre de los indignados serán cualquier cosa salvo inocentes. Es algo que ha ocurrido con todas las memorias históricas de todos los periodos históricos. El cincuenta aniversario de la Primera Guerra Mundial se conmemoró durante la década de 1960, en un contexto antibelicista y antiautoritario —en una palabra: hippie— fuertemente influido por el movimiento de descolonización, cuyo adversario número uno era la OTAN. Medio siglo después, en 2014-2018, el recuerdo de la Gran Guerra se utilizó para enaltecer la pax mercatoria que había cosechado la Unión Europea, la cual estaba entonces cerrando sus fronteras ante los refugiados sirios y defendiendo su pertenencia a la OTAN contra el órdago a chicas de Donald Trump. De igual forma, el primer centenario de la Revolución francesa se instrumentalizó para justificar la existencia de otra-república-más-en-Francia; su segundo centenario, en cambio, sirvió para enmarcar la caída de la Unión Soviética. En 1889, Robespierre era un hombre de Estado; en 1989, un déspota sangriento. No en balde, las efemérides artístico-políticas se han convertido en el nuevo calendario de herejes y santos.

    Algo similar ha sucedido con las conmemoraciones del 15M. Sus dos primeros cumpleaños se festejaron en el contexto de una movilización social en defensa de la sanidad y la educación públicas que, si bien no habían emergido desde las acampadas de 2011, sí que secundaban el espíritu de los indignados. Esos dos primeros años hubo concentraciones multitudinarias en Sol e, incluso, tímidos esfuerzos de vivaquear en la plaza por parte de los nostálgicos, los fundamentalistas y los domingueros. En el tercer y cuarto año, por el contrario, la marea verde (de la educación) y la marea blanca (de la sanidad) ya estaban desarticuladas. Dichos aniversarios acontecieron en el marco de las primeras campañas electorales europeas, municipales y autonómicas en las que Podemos se postuló como partido heredero del 15M. Pero no fue hasta el año siguiente, con Manuela Carmena en Madrid y Ada Colau en Barcelona, que las sedicientes «alcaldías del cambio» trataron de apropiarse de la memoria histórica quincemera. A partir de esa fecha, aunque todavía se celebran concentraciones por su santo en Sol, cada vez más marginales, ritualísticas y paleográficas, el nombre de los indignados solo ha saltado a los medios de comunicación para referirse a movimientos ideológicos de derechas. Se ha invocado en repetidas ocasiones al «15M facha» para designar a fenómenos sociales tan variopintos como el despliegue de banderas rojigualdas en los balcones de todo el país (en contestación al referendo independentista catalán de 2017) o las manifestaciones ilegales contra los confinamientos decretados para detener la propagación de la Covid-19 durante 2020.

    La fecha clave en esta modificación infinitesimal de la memoria histórica indignada es el quinto aniversario, en mayo de 2016. Ello se muestra en las entrevistas que hizo el cineasta Stéphane M. Grueso a los sedicientes «protagonistas» del 15M. A finales de 2011, Grueso entrevistó a una treintena de quincemeros, entre los cuales se encontraban algunos nombres frecuentes del activismo de izquierdas madrileño, pero también anónimos que habían escalado milagrosamente dentro de la pirámide asamblearia de Acampada Sol y se presentaban en las entrevistas con su nombre de pila o apodo (Zulo, Karry, Marta, Lidia, Ayelén…). Los vídeos resultantes, colgados en internet como archivo para un documental sobre el 15M dirigido de manera totalmente cooperativa, tal vez sea el testimonio más auténtico que nos queda del primer año del movimiento. Un lustro más tarde, Grueso se propuso entrevistar de nuevo a las mismas personas, para ver cómo había variado su recuerdo y su vivencia de la indignación. Pero ya no trabajaba de manera independiente y asamblearia, sino al servicio de elDiario.es, un medio digital abierto, entre otros, por uno de sus entrevistados: el «periodista humano» Juanlu Sánchez.

    Siendo juez y parte, ignoramos si por una indicación del periódico, o por problemas de espacio y tiempo, o por inviabilidad de dar con ellos, el caso es que, en el especial que dedicó dicho medio a dicho aniversario, no comparecieron esos Zulos, esos Karries, esas Martas, esas Lidias, esas Ayelenes… De los apenas ocho entrevistados, tres de ellos sentaban sus reales en el Ayuntamiento o en la Asamblea de Madrid, y dos curraban para elDiario. Los demás eran una hacktivista que entonces vivía en Alemania; el CEO de Weblogs SL, que se había mudado a Estados Unidos; y una parada que años después encontraría empleo en el periódico —también alternativo— El Salto. Parecen los personajes de un chiste malo. «Tres periodistas alternativos, un CEO estadounidense y una hacktivista alemana entran en un bar y se topan con tres concejales/diputados de la nueva política de izquierdas. Y hete aquí que les dicen: Claro que sí, que sí nos representáis, cómo no nos vais a representar, por supuesto que sí, no hace falta decirlo».

    Tronchante.

    En esas entrevistas se ve cómo los mismos que en 2011 decían que el 15M no ha de conformarse en un partido, en 2016 dicen que Más Madrid o Unidos Podemos son la continuación electoral de los indignados; los mismos que en 2011 decían que los medios de comunicación tradicionales manipulan los datos y que la información libre se halla en Twitter, en 2016 dicen que en elDiario hay transparencia y que las redes sociales están ahítas de posverdades de extrema derecha. Lo peor de todo es que tienen razón. En 2011, los quincemeros no podían, aunque quisieran, presentarse a las elecciones; su propia estructura asamblearia se lo hubiera impedido. En 2016, por el contrario, si la herencia del 15M era algo más que un desfile anual de yayoflautas, ello se debía a las nuevas formaciones políticas de izquierdas. Asimismo, es un hecho que las redes sociales han rezumado más fake news durante la segunda mitad de los años diez que en el lustro inmediatamente previo. Por último, a nadie se le escapa que los nuevos periódicos alternativos son transparentes: en cada artículo que publican se ve de qué pie cojean. Con esos precedentes, me echo a temblar cuando pienso en los fastos del 15 de mayo de 2021. Unos aprovecharán la efeméride para consumir análisis sociopolíticos de sobremesa que confirmen sus prejuicios sobre lo mucho que hay que denunciar/respaldar al actual gobierno de coalición de izquierdas por romper/seguir con el espíritu del 15M. Otros, en cambio, se abrirán a nuevos datos y reflexiones sobre un movimiento que, por suerte o por desgracia, ha marcado la historia española reciente. Este libro pretende ofrecer bastante de lo segundo; pero también, inevitablemente, un poquito de lo primero; y hasta algo de un tercero visceral que no destriparé aquí.

    Siguiendo el modelo de todos los escritores que aprecio, yo también he dicho varias veces que solo procuro escribir los libros que querría leer pero que, por la razón que sea, a nadie se le ha ocurrido ese propósito antes que a mí. Este no es el caso. El libro que yo querría leer sobre los indignados es una novela microhistórica sobre las distintas acampadas que surgieron a lo largo de 2011. Se han publicado incontables ensayos y algún que otro libro de ficción sobre el 15M, pero en todos ellos la narración se ha circunscrito a Madrid, con un párrafo o un capítulo dedicado, si eso, a Barcelona. Cuando no es así, las obras que han

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