Tormenta sostenida

Por Andrea Springs

Todas las canciones hablan de ti.

La primera canción nunca se olvida. Se guarda en un rincón, apartada, sin interferir en tu vida, hasta que, de nuevo y por pura casualidad, vuelves a escucharla; y te hace sonreír y se te atragantan los recuerdos y personas asociadas a ella.

La música tiene el poder de hacer sentir. Esto lo descubrí hace años, cuando la niña que fui se subía al pequeño escenario cada Navidad. Lo que no sabía es que, con el tiempo, la música me salvaría de nuevo.

Hace tiempo que necesito escribir lo que mi voz no es capaz de pronunciar, las tormentas que todos llevamos y unos son capaces de verbalizar y otros, como yo, necesitamos escribirlas para sostenernos.

En este libro te empaparás del agua salada que rodea mi vida que, como el mar Cantábrico, la primera impresión es un témpano de hielo, pero solo hace falta quedarse un rato para desmontar la coraza.

• Idioma: Español
• Editorial: Caligrama
• Fecha de lanzamiento: 4 feb 2019
• ISBN: 9788417669409

Andrea Springs

Cántabra durante mis veinticuatro primaveras. Mi carácter es del mar, del verde, de la lluvia y del norte, muy del norte. Siempre supe que quería dedicarme a ayudar a las personas y, por eso, me dedico a la fisioterapia. Poder ayudar a alguien con tus propias manos es una sensación indescriptible. Lo que no explican en la universidad es cómo salvarse uno mismo. Por eso escribo, para salvarme, por necesidad emocional.

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Prólogo

Aquí, una figura con peso en el arte de escribir debería enumerar cada una de las razones por las cuales escoger estas páginas es la mejor elección de vuestra vida. Debería también explicar cómo mi vida ha esculpido mi carácter y la música que me hace sentir. Pero no. Esto no es un prólogo de esos. Aquí me voy a abrir en canal y os voy a mostrar el fondo de mi pozo, el blanco de la sábana de mis fantasmas y las facciones hiperrealistas de mis monstruos.

***

Difícil, tan difícil que duele, que ahoga y no deja rastro, tan difícil que te lleva por delante, te arrastra y la resaca te deja en medio de todo. Un remolino, ciclón o tornado que te arranca y te aísla, que te separa de la realidad, de esa verdad que está al otro lado del espejo, un reflejo que te devuelve lo que no quieres ver, lo que no deseas.

Allí estás tú, delante, enfrente y de cara a algo que te hace daño, pero no lo puedes evitar, porque es superior a ti, porque te acompaña todos los días, todos los momentos. Y tú no eres más que el lugar del accidente, ese lugar que ha perdido vida, donde solo crece la mala hierba, porque lo bello no tiene cabida.

Porque sí, todo está dentro, y no, nadie lo entiende, porque ni tú entiendes cuando empezó, dónde está el comienzo de esto que gira y gira sin parar, que avanza y evoluciona. Te agachas y todo sale, no tiene cabida, mejor dicho, no quieres que tenga cabida o que se estanque alrededor, no quieres que te acompañe. Y todo tiene un porqué. No quieres que te decida, que te maneje, no quieres, no, pero el resultado es todo lo contrario, porque al final pasa a ser lo más importante, lo que te define en la soledad hace que nadie te conozca ni reconozca, vives en una mentira, en una imagen improvisada.

Llega el momento indicado y lo ves, ves lo que has vivido, dónde te has sumergido y, aun así, no puedes escapar. No eres la única persona, hay mil testimonios parecidos, no iguales, nunca serán iguales, nunca serás tú la de enfrente, ni lo tienes que ser, simplemente llegará algo que te quite la venda y te dejarás llevar, y lo más importante, ayudar. Cógelo a tiempo, pero no te agarres a ello, suéltalo y déjalo escapar, volar, déjate llevar a la orilla, porque desde ahí podrás ver el resto con perspectiva, verás la realidad, y vivirás, por fin,