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Levítico
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Libro electrónico216 páginas8 horas

Levítico

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¿Has leído la Biblia y sentido que tienes dificultades para comprender lo que dice?

¿Las enseñanzas de la Biblia parecen demasiado alejadas de la vida cotidiana?
Pocas cosas son probadamente eficaces para expandir nuestros corazones y mentes, acercándonos Dios de la manera que lo hacen la reflexión tranquila y el estudio de la Biblia. Él nos dio esta revelación de sí mismo en sesenta y seis libros. Los libros de esta serie abrirán la Biblia entera en una forma práctica y fácil de entender. Más que una ayuda al estudio, los libros de esta serie están diseñados para ayudar a los lectores a ver lo que Dios revela sobre sí mismo en la Biblia.

Ud puede utilizar este libro en el culto personal y el tiempo de estudio. Las cuestiones a considerar y puntos para la oración al final de cada capítulo hacen que cada libro sea pertinente para la vida diaria y buenos iniciadores del debate en grupos de estudio bíblico. Al meditar sobre el mensaje de cada libro, usted encontrará su corazón y la mente concentrados en la adoración a Dios.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 nov 2021
ISBN9781005577292
Levítico
Autor

F. Wayne Mac Leod

F. Wayne Mac Leod was born in Sydney Mines, Nova Scotia, Canada and received his education at Ontario Bible College, University of Waterloo and Ontario Theological Seminary. He was ordained at Hespeler Baptist Church, Cambridge, Ontario in 1991. He and his wife, Diane served as missionaries with the Africa Evangelical Fellowship (now merged with SIM) on the islands of Mauritius and Reunion in the Indian Ocean from 1985-1993 where he was involved in church development and leadership training. He is presently involved in a writing ministry and is a member of Action International Ministries.

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    Levítico - F. Wayne Mac Leod

    El libro de Levítico es importante por muchos motivos. En primer lugar nos hace valorar más la obra que nuestro Señor Jesús vino a hacer. Los sacrificios del Antiguo Testamento anticiparon la obra del Señor Jesús en la cruz. A través de estos sacrificios veterotestamentarios podemos aprender más sobre la obra de nuestro Señor.

    En segundo lugar, las leyes del libro de Levítico nos enseñan lo que Dios espera de Su pueblo. Es cierto que la cruz de Cristo cambió las cosas radicalmente, pero aún quedan muchas cosas por aprender de las reglas y las leyes de Dios en lo concerniente al estilo de vida que Él exige que tengan todos los que le pertenecen.

    Por último, las regulaciones que se hallan en el libro de Levítico nos enseñan acerca de Dios. A medida que vamos conociendo cuáles son Sus requisitos, vamos también vislumbrando aspectos de Su carácter. Comprendemos mejor quién es Dios, y llegamos a conocer las cosas que nos impiden disfrutar de una comunión con Él. Todo este conocimiento debería servir para fomentar una comunión más íntima con Dios.

    El libro de Levítico es fundamental dentro de las Escrituras. El objetivo de este estudio, y el reto para mí como su autor, es ayudar al lector a comprender mejor el carácter de Dios y a alcanzar un conocimiento más profundo de Sus propósitos. Espero que este estudio se convierta en una herramienta útil para aproximar más a cada lector a su Señor y para hacer que cada cristiano valore mucho más profundamente el sacrificio que Dios ha hecho por nosotros a través de la persona del Señor Jesús.

    F. Wayne Mac Leod

    INTRODUCCIÓN

    Autor:

    Tradicionalmente se ha considerado que Moisés es el autor del libro de Levítico. Aunque el libro no lo diga explícitamente, es obvio que las leyes que están registradas en él fueron dadas a Moisés directamente por el Señor. La frase habló Jehová a Moisés se repite a menudo en Levítico. Tanto Jesús como los apóstoles se referían a las leyes y regulaciones del Antiguo Testamento llamándolas, la ley de Moisés (ver Lc. 2:22, Hch. 13:39, 1 Co. 9:9, He. 10:28). Es posible que Moisés tuviese un asistente que escribiese las palabras que el Señor le daba, pero las leyes y regulaciones que se hallan en este libro fueron reveladas directamente a Moisés para su pueblo.

    Trasfondo:

    Israel ya había sido liberado de su esclavitud en la tierra de Egipto. Cuando salieron de Egipto, ellos ya eran un pueblo cuyas gentes no estaban muy bien relacionadas entre sí, y no tenían leyes ni conocimiento sobre su Dios. Habían sido influenciados por la religión de Egipto. No tenían sacerdotes, ni Escrituras que les guiaran en el camino del Dios de sus padres. No conocían los requisitos divinos ni conocían a su Dios.

    Cuando los israelitas estaban acampados alrededor del Monte Sinaí, el Señor le habló a Moisés y le reveló cuáles eran Sus requisitos en cuanto a adoración y conducta. Él instruyó a Su pueblo en lo concerniente al tipo de sacrificio que debía aportar y cómo debía vivir como pueblo Suyo. Les enseñó a los israelitas la diferencia entre lo limpio y lo inmundo, entre lo puro y lo santo, y les mostró lo que debían hacer cuando hallaban inmundicias en medio de ellos.

    La santidad es un tema central en este libro. Dios había llamado a Su pueblo a ser santo, como Él es Santo. (Ver Lv. 11:44, 45; 19:2; 20:7, 26; 21:6). La santidad de la que hablaba el Señor en el libro de Levítico abarcaba cada aspecto de la vida. Tanto la higiene física, como la conducta sexual, la actitud del corazón, la fidelidad espiritual, las relaciones sociales o el respeto por el medioambiente están incluidos en la definición de santidad que el Señor brinda en este libro.

    La importancia de estos libros en la actualidad:

    El libro de Levítico es importante debido a lo que nos enseña sobre los requisitos divinos del Antiguo Testamento para los creyentes. Aunque gracias a la muerte y resurrección del Señor Jesús ya no estemos bajo la ley mosaica, el libro de Levítico nos enseña que la verdadera santidad tiene que ver con todos los aspectos de la vida. Levítico nos enseña que los cristianos de domingo simplemente no existen. Esto significa que Dios espera que vivamos nuestra relación con Él en nuestro centro de trabajo o en la privacidad de nuestro hogar, cada día de la semana. A Dios le preocupan los pensamientos de nuestras mentes, las actitudes de nuestros corazones, la forma en la que tratamos a nuestros empleados, a nuestros familiares o al medioambiente. La santidad verdadera tiene que ver con todo cuanto hacemos como seguidores de Dios.

    El libro de Levítico también nos enseña sobre la justicia de Dios. Ante Él somos responsables de nuestras acciones. Todos los pecados debían ser castigados o cubiertos por la sangre de un sacrificio. Ni el pecado, ni la inmundicia, ni la impureza podían ser ignorados. Dios exigía que Su pueblo viviera según Sus normas, y si no, que se atuviera a las consecuencias de sus acciones. Levítico habla con poder sobre la justicia y sobre la paga del pecado. En el libro existen secciones dedicadas a las maldiciones divinas que caen sobre aquellos que caminan en desobediencia. El pecado es un obstáculo para nuestra relación con Dios. Levítico nos habla a los que vivimos en estos tiempos acerca de la barrera que constituye el pecado, y nos muestra que éste no se puede ignorar si deseamos conocer a Dios y andar en Sus caminos.

    En todo el libro de Levítico también vemos la compasión y el perdón de Dios. No es posible leer el libro sin ver el enorme esfuerzo que el Señor hizo para cubrir cada ofensa que Su pueblo cometía. La provisión de sacrificios para el perdón de pecados nos muestra que el Señor no había renunciado a Su pueblo. Su amor por ellos era tan grande que deseaba perdonarlos y sanarlos a ellos y a su tierra. Todos esos sacrificios hablan de la maravillosa gracia divina, así como de la paciencia que Dios tiene con Su pueblo, pues Él le ha provisto una forma de alcanzar el perdón. Estos sacrificios también hablan de la obra aún mayor que hizo el Señor Jesús por todos aquellos que aceptan el sacrificio que Él hizo a favor de ellos para el perdón de sus pecados.

    1 - LA OFRENDA DEL HOLOCAUSTO

    Leer Levítico 1:1-17

    Al comenzar este estudio, vemos que Dios le habla a Moisés en el tabernáculo de reunión. A medida que hablaban ese día, Dios le fue dando instrucciones a Moisés acerca de los distintos tipos de sacrificios que los judíos debían hacer (v. 2). Los requisitos para estos sacrificios y ofrendas provenían directamente de Dios. Las palabras y regulaciones que este libro contiene no tienen un origen humano, sino divino. Aunque Moisés habló estas palabras y las escribió para el pueblo, el verdadero autor de este libro es Dios. Estos fueron los requisitos que Él le dio a Su pueblo.

    En el libro de Levítico, en los capítulos del 1 al 7, podemos ver que existían cinco tipos diferentes de ofrendas que los judíos podían ofrecerle al Señor su Dios; el holocausto (la ofrenda quemada, NTV) (Lv. 1), la ofrenda de grano o cereal (Lv. 2), la ofrenda de paz o de comunión (Lv. 3), la ofrenda por el pecado (Lv. 4:1-5:13), y la ofrenda por la culpa (Lv. 5:14-6:17). En este capítulo examinaremos lo que Dios le dijo a Moisés acerca de la ofrenda del holocausto.

    El animal que se ofrecía como holocausto debía ser un macho del ganado que no tuviese defectos (v. 3). Aquí hay tres aspectos importantes a analizar.

    En primer lugar, el animal debía ser del ganado. Esto significaba que a la persona que ofrecería el sacrificio tenía que costarle algo. No se podía ofrecer un animal salvaje que se hubiese capturado. El único animal que Dios aceptaba era uno que la persona hubiese criado. Vemos que David había comprendido esto cuando alguien intentó darle como regalo bueyes para ofrecer holocausto (2 Samuel 24:22-24). Veamos las palabras que él le dijo a Arauna en este pasaje:

    "Y Arauna dijo a David: Tome y ofrezca mi señor el rey lo que bien le pareciere; he aquí bueyes para el holocausto, y los trillos y los yugos de los bueyes para leña. Todo esto, oh rey, Arauna lo da al rey. Luego dijo Arauna al rey: Jehová tu Dios te sea propicio. Y el rey dijo a Arauna: No, sino por precio te lo compraré; porque no ofreceré a Jehová mi Dios holocaustos que no me cuesten nada. Entonces David compró la era y los bueyes por cincuenta siclos de plata".

    Dios espera que nuestras ofrendas nos cuesten algo. Recordemos que Él ofreció a Su Hijo por nosotros a un alto precio. Aunque la salvación es un regalo gratuito que Dios nos da, el hecho de vivir en una relación correcta con Él puede ser costoso. Jesús esperaba que sus discípulos tomasen su cruz y le siguieran.

    "Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame". (Mt. 16:24)

    La vida sacrificial no es una opción, era un requisito que todo hombre o mujer de Israel debía cumplir. Dios le había enseñado a Moisés que los holocaustos que se traían al altar de Israel debían ofrecerse como verdaderos sacrificios de Su pueblo. Él espera de nosotros hoy un mismo corazón y sentir.

    El segundo requisito de los holocaustos era que no podían tener defectos. El Señor esperaba que Su pueblo le trajese de lo mejor que tenía. Ellos debían llevar sus ofrendas ante Dios su Señor. El hecho de ofrecer un animal enfermo o herido que ya ellos no podían utilizar se consideraba un insulto. Su Dios merecía lo mejor de ellos. Y lo sigue mereciendo.

    El tercer requisito que hallamos en el versículo 3 era que el animal fuese macho y sin ningún defecto. Tenemos que recordar que estos sacrificios simbolizaban el futuro sacrificio que vendría. Analicemos la frase, macho y sin defectos. El Señor Jesús vino a la tierra en forma de hombre. Vivió una vida perfecta y murió cual cordero sacrificial por nuestros pecados. El sacrificio de ese animal en el altar anticipaba la llegada del momento en el que un hombre perfecto vendría a ofrecer Su vida como sacrificio por nuestros pecados.

    Percatémonos también de que en los versículos del 3 al 4 se nos dice que la ofrenda debía llevarse al tabernáculo. La persona que llevaba la ofrenda debía poner las manos en la cabeza del animal para que ésta fuese aceptada en nombre suyo para ofrecer expiación por él. Al poner sus manos en la cabeza del animal, el adorador se identificaba con el sacrificio que debía hacerse. Simbólicamente él transfería su culpa al animal que sería sacrificado en lugar suyo. En realidad esta es una descripción bien poderosa de lo que el Señor Jesús hizo por nosotros. Él llevó nuestros pecados sobre Sí mismo y dio Su vida como sacrificio para que nosotros pudiésemos ser perdonados y restaurados, y así volver a tener una relación correcta con el Padre.

    Si el animal a ofrecer era un becerro, debía ser degollado, y los hijos de Aarón debían tomar la sangre y rociarla alrededor sobre el altar (v. 5). El becerro muerto entonces debía ser desollado y dividido en piezas (v. 6). Aarón y sus hijos debían entonces preparar un fuego sobre el altar y componer las piezas que habían sido divididas en el altar. En esta forma específica de ofrenda, todo debía ser quemado, incluidas la cabeza y la grosura (v. 8). Los intestinos y las piernas debían ser lavados con agua, posiblemente para retirar cualquier excremento o inmundicia antes de que la ofrenda fuese quemada. Cuando todos los requisitos se cumplían, el aroma de la ofrenda se elevaba hasta Dios cual olor grato (v. 9). En otras palabras, Él aceptaba la ofrenda.

    Percatémonos de que el aroma de este sacrificio constituía un olor grato delante del Señor. Esto nos dice que el Señor se deleita en nuestros sacrificios. Aunque le debemos todo a Dios, Él no ignora los sacrificios que hacemos por Él. De hecho, nuestros servicios y ofrendas hacen que Su corazón se regocije. Verdaderamente esto me resulta bastante asombroso. ¿Por qué se deleita Dios cuando le entregamos lo que Él ya merece y posee? Es porque Él ve la actitud de mi corazón y el amor con el cual le entrego mi ofrenda, y se siente complacido.

    El holocausto no tenía que ser un becerro. También podía ser una oveja o una cabra (v. 10). Si era una oveja o cabra debía ser macho y sin defecto. Se degollaba en el lado norte del altar. Como mismo ocurría con el becerro, los hijos de Aarón debían tomar la sangre del sacrificio y rociarla contra los lados del altar (v. 11). La oveja o la cabra era cortada en pedazos después, los intestinos y piernas se lavaban para eliminar cualquier impureza, y la cabeza, la grosura y todas las piezas se quemaban como ofrenda al Señor.

    El tercer tipo de animal que se le podía ofrecer como holocausto era una tórtola o un palomino. En Israel podía haber individuos que no poseían becerros ni ovejas para sacrificar delante del Señor. Estas personas podían entonces llevar una tórtola o un palomino. Si la ofrenda que se llevaba al Señor era un ave, el sacerdote debía llevarla al altar, quitarle la cabeza, hendirla por las alas (v. 17) y quemarla encima del altar. Su sangre y buche debían eliminarse, y echarse junto al altar, hacia el oriente, en el lugar donde se guardaban las cenizas de las ofrendas (v. 16).

    Percatémonos de que esta pequeña ofrenda también se elevaba hasta Dios con olor grato (v. 17). Dios se complacería tanto con la ofrenda de una pequeña tórtola como con la ofrenda de un becerro. El tamaño del presente no era lo más importante para Dios. Para Él lo que más importaba era que la ofrenda que Él había ordenado se ofreciera con un corazón agradable delante de Él.

    Cierto día Jesús estaba en el templo, observando a los que allí echaban sus ofrendas en el arca. El libro de Marcos registra la conversación que Jesús tuvo con Sus discípulos en esa ocasión.

    "Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos ricos echaban mucho. Y vino una viuda pobre, y echó dos blancas, o sea un cuadrante. Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca; porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento". (Mr. 12:41-44)

    Jesús vio el sacrificio de la viuda pobre ese día, y éste le dio más regocijo que las grandes cantidades de dinero que los ricos ofrecían. El Señor había tenido en cuenta a las personas de todas las clases sociales dentro de la sociedad. Tanto los ricos como los pobres podían, de igual manera, brindarle gozo al corazón de Dios. Dios había tomado medidas para que todos pudiesen traer ofrendas y conocer el perdón y la aceptación de Dios.

    Dios no ve a las personas como las vemos nosotros. A Él no le interesa cuánto dinero tengamos ni cuán influyentes seamos en la sociedad. Para Él las grandes ofrendas no valen más que las pequeñas. Él ve el corazón, y se regocija con los presentes que se traen ante Su presencia.

    Concluiré con otra afirmación sobre los holocaustos. Este era el único

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