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Colaboradores en el Evangelio
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Libro electrónico110 páginas2 horas

Colaboradores en el Evangelio

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Información de este libro electrónico

Admito que este es un tema controversial. Los roles del hombre y la mujer en estos tiempos han cambiado muchísimo. No cabe dudas de que somos iguales, pero ¿hay alguna diferencia entre hombres y mujeres en cuanto a las funciones de ambos en el ministerio de la iglesia?

En este estudio comenzamos con el propósito de Dios en la creación para los hombres y las mujeres. Descubrimos, además, la manera en que ese propósito se fue desarrollando tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. También examinaremos la práctica de la iglesia primitiva y las enseñanzas del apóstol Pablo sobre este tema.

Es mi deseo poder hacer una evaluación honesta de lo que enseñan las Escrituras y de su aplicación para la iglesia del presente. Espero que sea de bendición, porque sé que será un desafío.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento29 sept 2020
ISBN9781005219499
Colaboradores en el Evangelio
Autor

F. Wayne Mac Leod

F. Wayne Mac Leod was born in Sydney Mines, Nova Scotia, Canada and received his education at Ontario Bible College, University of Waterloo and Ontario Theological Seminary. He was ordained at Hespeler Baptist Church, Cambridge, Ontario in 1991. He and his wife, Diane served as missionaries with the Africa Evangelical Fellowship (now merged with SIM) on the islands of Mauritius and Reunion in the Indian Ocean from 1985-1993 where he was involved in church development and leadership training. He is presently involved in a writing ministry and is a member of Action International Ministries.

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    Colaboradores en el Evangelio - F. Wayne Mac Leod

    Colaboradores en el Evangelio

    Un análisis sobre lo que enseña la Biblia acerca del papel de los hombres y las mujeres en la iglesia

    F. Wayne Mac Leod

    LIGHT TO MY PATH BOOK DISTRIBUTION

    Sydney Mines, Nova Scotia, Canada B1V 1Y5

    Colaboradores en el Evangelio

    Título en Inglés: Partners in the Gospel

    Copyright © 2018 por F. Wayne Mac Leod

    Publicado por Light To My Path Book Distribution, 153 Atlantic Street, Sydney Mines, Nova Scotia, CANADA B1V 1Y5

    Edición Smashwords, Notas de la Licencia

    Se autoriza este libro electrónico solamente para el disfrute personal. No se puede revender este libro electrónico ni regalárselo a otra persona. Si usted deseara compartir este libro con otra persona, por favor compre una copia personal para cada destinatario. Si está leyendo este libro y no lo compró o no lo compró solamente para su uso, entonces por favor, regrese a su vendedor favorito de libros y compre su propia copia. Gracias por respetar el arduo trabajo de este autor.

    Todos los derechos reservados. No puede reproducirse ni transmitirse parte alguna de este libro sin el previo consentimiento por escrito de su autor.

    Traducción al español: David Gomero y Dailys Camejo (Traducciones NaKar)

    Todas las citas bíblicas, a menos que se indique otra versión, han sido tomadas de la Biblia Reina Valera Revisada (1960) (RVR60).

    Índice

    Introducción

    Capítulo 1 – La Creación y la Caída

    Capítulo 2 – La Adoración en el Antiguo Testamento

    Capítulo 3 – Jesús y las Mujeres

    Capítulo 4 - La Iglesia Primitiva

    Capítulo 5 – La Enseñanza de Pablo en 1 Corintios 11

    Capítulo 6 – La Enseñanza de Pablo en 1 Corintios 14

    Capítulo 7 – La Enseñanza de Pablo en 1 Timoteo 2

    Capítulo 8 – Principios para la Aplicación

    Ministerio de Distribución de Libros Light To My Path

    INTRODUCCIÓN

    El papel de las mujeres en el ministerio de la iglesia ha sido un tema que por muchos años ha causado debates acalorados, y muchos libros se han escrito sobre el mismo. Los argumentos para referirse al rol de las mujeres en el ministerio de la iglesia han sido de naturaleza tanto bíblica como social.

    Hay quienes leen los textos bíblicos que abordan este tema y lo interpretan literalmente para todas las culturas y épocas. Otras personas ven estos pasajes aplicados a la cultura del tiempo en el que las mujeres no estaban tan instruidas ni eran tan libres como las de nuestra época. Luego, hay quienes van más allá y dicen que lo que enseña la Biblia sobre este asunto está desactualizado y que ya no es relevante para la iglesia del presente. Permítame desde el mismo comienzo de este estudio decirle cuál es mi posición en cuanto al tema.

    En primer lugar, creo que la Biblia tiene autoridad ante todas las culturas y las épocas. La Biblia no pierde vigencia con el tiempo. Las enseñanzas de Jesús son tan aplicables para nuestros días como lo eran para los apóstoles que las escribieron. En Su Palabra Dios revela Sus propósitos para la iglesia, y nos la ha dado para que nos sirva de guía en los asuntos de doctrina y práctica hasta que Él regrese. Así que, los principios que se enseñan en las Escrituras se aplican a todas las culturas. Ahora, la manera en que esos principios se apliquen puede variar de cultura a cultura, pero se espera que todas las culturas anden en la verdad que enseña la Palabra de Dios. Ella es nuestra autoridad en todos los asuntos que tienen que ver con la doctrina y la vida cristiana. Si queremos entender el papel de las mujeres en el ministerio de la iglesia, debemos recurrir a las enseñanzas de las Escrituras como nuestra regla y autoridad en cuanto a lo que Dios nos pide.

    En segundo lugar, Dios espera que obedezcamos Su Palabra, nos guste o no lo que ella enseña. No podemos escoger lo que queremos obedecer. Permítame serle honesto en esto. Si usted me preguntara qué creo sobre el papel de las mujeres en el ministerio, le podría dar dos respuestas.

    Por una parte le puedo dar mi opinión basado en mi experiencia personal y lo que creo. Podría contarle de mujeres que predican y enseñan tan bien como cualquier hombre que haya conocido. Podría hablarle del impacto increíble que mujeres piadosas han tenido sobre mi vida y mi fe. Pudiera señalarle varios ejemplos de empresas y países que han sido dirigidos por mujeres dotadas y muy capaces. Pudiera decirle que las mujeres y los hombres son iguales delante de Dios. Pudiera recordarle sobre los maravillosos dones que Dios les ha dado a mujeres que necesitan ser usadas en el cuerpo de Cristo.

    Por otra parte, le pudiera llevar directamente a las Escrituras. Pudiéramos sentarnos a debatir sobre las enseñanzas de Pablo y el ejemplo de Jesús. Y, al hacerlo así, puede que me encuentre dentro de un dilema. ¿Lo que enseña Pablo encaja con mi opinión personal? ¿Estoy de acuerdo con él en cuanto a la función de las mujeres en el ministerio? Para ser honesto, hay veces en que encuentro que mi opinión choca con lo que las Escrituras enseñan. ¿Qué debo hacer cuando no me gusta lo que veo en las Escrituras? Después de un cuidadoso examen de su enseñanza, mi obligación, como siervo y seguidor de Jesucristo, es rendirme a ella y aceptar el camino de Dios que es más alto que el mío.

    En tercer lugar, necesitamos darnos cuenta que si queremos interpretar y aplicar las Escrituras correctamente, debemos tomar en cuenta la cultura de la época en que se escribieron. Hay mandamientos y enseñanzas en las Escrituras que solo se nos aplican en principios. Por ejemplo, leemos en Levítico 19:27 que la ley de Dios prohibía afeitarse la barba y las patillas. Ahora, ¿está mal que un hombre se afeite su barba? Ir hasta ese extremo es malinterpretar las Escrituras. Estas leyes fueron escritas en el contexto de prácticas religiosas paganas en tiempos del Antiguo Testamento. Su intención era alejar al pueblo de Dios de imitar las prácticas de esas culturas paganas y evitar que se alejaran de Él. Afeitarse la barba no resultaría hoy una piedra de tropiezo como lo era en la época de Moisés. Ni tampoco se nos demanda tal práctica como creyentes neotestamentarios del presente.

    En nuestro análisis sobre la enseñanza de las Escrituras respecto al papel de las mujeres en el ministerio de la iglesia, tenemos que aplicar los tres principios anteriormente mencionados. Necesitamos tomar la Palabra de Dios al pie de la letra; ella no está desactualizada. Necesitamos comprometernos a obedecer lo que descubramos en la Palabra de Dios, nos guste o no. Y finalmente, necesitamos ser cuidadosos de no malinterpretar el texto bíblico ignorando el contexto cultural en el que fue escrito. Al tener estos principios como pautas, examinemos las enseñanzas de la Biblia sobre tan difícil tema.

    F. Wayne Mac Leod

    CAPÍTULO 1 – LA CREACIÓN Y LA CAÍDA

    La cosmovisión de los apóstoles y los creyentes del Nuevo Testamento estaba arraigada en el Judaísmo y su interpretación de Dios y la creación. Esta es la perspectiva cultural de donde debemos empezar. Génesis 1-3 nos relata la historia de la creación del hombre y la mujer, y nos da algunos detalles claves acerca del propósito de Dios para ellos.

    En Génesis 1 leemos:

    "Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra" (Gn. 1:26-28).

    Este pasaje tiene varios detalles sobre los cuales necesitamos enfatizar.

    En primer lugar, observemos que Dios creó al hombre a Su imagen. La palabra hombre que se usa en este versículo es la palabra hebrea ‘adam’, la cual se refiere no solamente al varón, sino también a los seres humanos cualquiera que sea el sexo. Esto queda claro en el versículo 27 donde dice:

    "Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó" (Gn. 1:27)

    Dicho de una manera más simple, Dios creó un ser humano hembra y un ser humano varón.

    Lo más importante a tener en cuenta en este caso es que, tanto el varón como la hembra, fueron creados a la imagen de Dios. Esto los distinguía de los animales. Ellos compartían por igual esa imagen. Aunque eran biológicamente diferentes, tanto el hombre como la mujer reflejaban la imagen de Dios. Al haber sido creados a esa imagen, ambos debían ser tratados con el respeto y la dignidad que esto implicaba. Tratar indigna e irrespetuosamente a

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