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Henri Bergson Y La Filosofía Perenne, Volumen III de la Filosofía Perenne bajo la lupa de Aldous Huxley
Henri Bergson Y La Filosofía Perenne, Volumen III de la Filosofía Perenne bajo la lupa de Aldous Huxley
Henri Bergson Y La Filosofía Perenne, Volumen III de la Filosofía Perenne bajo la lupa de Aldous Huxley
Libro electrónico369 páginas6 horas

Henri Bergson Y La Filosofía Perenne, Volumen III de la Filosofía Perenne bajo la lupa de Aldous Huxley

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“Henri Bergson y la Filosofía Perenne”, escrito por Carmen Idalia Ortiz-Rivera, es el tercer volumen de su trabajo, “La Filosofía Perenne bajo la lupa de Aldous Huxley; análisis del concepto, exposición de sus ideas”, publicado en el 2020. A ese primer volumen siguió un segundo libro: “Max Scheler y la Filosofía Perenne'', publicado en enero del presente (2021). “H. Bergson y la FP” se suma, en fin, a un trabajo sobre el concepto de Filosofía Perenne (a la luz del análisis de A. Huxley) cuyo fin primordial es destacar el nivel de significación más profundo de dicha filosofía y la presencia de la misma en varios pensadores.
Este libro se deja describir, pues, como una exposición (e interpretación) de la filosofía de la vida de H. Bergson realizada a la luz de la afinidad del pensamiento bergsoniano con la visión de la Filosofía Perenne. Dicha convergencia es lo que intentamos destacar y exhibir.
Tengamos presente que aunque los diversos volúmenes de este trabajo integran realmente una unidad en torno al tema de la Filosofía Perenne, cada libro se puede leer y entender como unidad aislada.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 sept 2021
ISBN9781005598600
Henri Bergson Y La Filosofía Perenne, Volumen III de la Filosofía Perenne bajo la lupa de Aldous Huxley
Autor

Carmen Idalia Ortiz Rivera

Nació en Bayamón, Puerto Rico ___ Estudió filosofía en la facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras, donde terminó el grado de maestría . Ha trabajado como profesora de filosofía a jornada parcial en distintas universidades privadas.

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    Henri Bergson Y La Filosofía Perenne, Volumen III de la Filosofía Perenne bajo la lupa de Aldous Huxley - Carmen Idalia Ortiz Rivera

    Este libro constituye el volumen III de nuestro escrito sobre la Filosofía Perenne --a la luz del análisis de Aldous Huxley-- y su presencia en varios pensadores. En el mismo exponemos (e interpretamos) los aspectos básicos de la filosofía de la vida de Henri Bergson (N.18 de octubre de 1859, París, Francia - M. 4 de enero de 1941, París, Francia) y establecemos la relación entre la visión bergsoniana y la de la Filosofía Perenne (en adelante, FP), expuesta en el primer volumen (La Filosofía Perenne bajo la lupa de Aldous Huxley; análisis del concepto, exposición de sus ideas). A tenor con lo que sostenemos en nuestra reflexión sobre esta última --que el fenómeno de la FP se manifiesta en la esencial convergencia de visión entre formas de pensamiento que presentan diferencias desde el ángulo de la forma externa (toda vez que lo que se intuye sin palabras y desde la misma actitud humana de fondo, es susceptible de expresarse de diversos modos)--, y a tenor, también, con lo que señala Bergson: que lo esencial, lo único valioso en toda filosofía, es la intuición que se expresa en ella, no siendo todo lo demás otra cosa que una mera forma de hablar, nuestro esfuerzo en el presente volumen se dirige a destacar con claridad la intuición que palpita bajo la forma de la filosofía de la vida de Bergson. Con miras a ello, abordamos los siguientes planteamientos del pensador francés: su concepción de la duración, del Aliento (o Impulso) vital como corriente de energía espiritual que atraviesa la materia, con todas sus implicaciones o ideas básicas asociadas ( el origen común de la materia y del espíritu, los seres vivos, pasajero lugar de paso; dos niveles en lo real: el externo y el interno, los cuales se corresponden, respectivamente, con dos acercamientos cognoscitivos: el primero, el del exterior, se vincula con el intelecto; y el segundo, lo interior, con la intuición), su concepto del hombre como éxito de la Vida y lugar en que el espíritu puede retornar a sí mismo, su concepción de la filosofía y su filosofía de la moral y de la religión --su concepción de una moral cerrada y de una moral abierta, así como de una religión estática y una religión dinámica (misticismo), de la sociedad cerrada y la sociedad abierta.

    Es digno de mencionar que la esencial coincidencia de la visión bergsoniana con la de la FP se presenta, en buena medida, bajo la forma de la afinidad del pensamiento bergsoniano con ciertas versiones orientales de aquella. Esta notable afinidad explica la respuesta de R. Tagore, al preguntársele su opinión sobre el bergsonismo: dijo que hacía mucho tiempo que la India había pasado por tal filosofía, siendo fácil descubrirla en algunos de los viejos sistemas hindúes. (1) Cuando Benrubi toca el tema de las corrientes que prepararon el camino al pensamiento de Bergson, menciona las teosofías de Oriente (entre otras influencias). (2) Aquí destacamos esta específica afinidad usando como punto de referencia el texto hindú Los Aforismos de la Yoga, de Patanjali. (3)

    Como ya lo indicamos, la realización de nuestra tarea envuelve, una vez más, dos momentos. Primero exponemos los aspectos de la filosofía bergsoniana que nos interesa destacar, y luego establecemos la relación entre la visión de Bergson y la de la FP. En esta tarea, y con el fin de exhibir la convergencia, citamos pasajes de Aldous Huxley, de otros exponentes de la FP y (por supuesto) de Bergson.

    En la exposición de su pensamiento, comenzamos con el tema del método --el procedimiento de Bergson (primer capítulo). Luego (segundo capítulo) abordamos su metafísica de la vida. En el tercer capítulo nos ocupamos del tema del instinto y la inteligencia. En el cuarto nos enfocamos en la inteligencia desde el ángulo de su cabal expresión en el hombre: sus frutos (la visión de mundo del sentido común y la de la ciencia), su vínculo esencial, como facultad al servicio de la adaptación, con la percepción y con el lenguaje; y la descripción de mundo producto del enfoque de la conciencia en dicha facultad. En el capítulo V, abundamos sobre la intuición y su contraste con el análisis, así como sobre la intuición como base de la coincidencia con el Impulso vital. Y en el sexto y último capítulo, nos ocupamos de la continuidad del pensamiento bergsoniano en la filosofía de la moral y de la religión que el filósofo francés nos presenta en su última obra, Las dos Fuentes de la Moral y la Religión, publicada en el año 1932. El libro concluye con un epílogo.

    En cada uno de los volúmenes previos (el I, La Filosofía Perenne bajo la lupa de Aldous Huxley; análisis del concepto, exposición de sus ideas); el II, Max Scheler y la Filosofía Perenne), incluimos un relato filosófico. Este tercer volumen contiene dos: El segundo nivel y Su majestad Tecnología, o elocuente reflejo de la encrucijada (los encuentran luego de la bibliografía). Una vez más, se trata de relatos en los que destacamos la visión de la FP.

    Notas de la Introducción

    1. Benrubi, J., Bergson. Estudio sobre su doctrina, p. 14.

    2. Ibíd.

    3. El libro The Intuition of Zen and Bergson, de Minoru Yamaguchi (Tokio: Herder Agency Enderle Bookstore, 1969, primera edición), relaciona la intuición bergsoniana con el Zen.

    Capítulo I

    El procedimiento de Bergson

    1. Lugar de Bergson en el pensamiento filosófico contemporáneo. La búsqueda de una base empírica a lo largo de toda su obra

    ¿Qué representa Bergson en el pensamiento filosófico contemporáneo? Se trata, sin lugar a dudas, de uno de los filósofos que más ha contribuido a la revitalización de la metafísica (lo que, dicho sea de paso, lo suma al conjunto de los pensadores cuya visión evidencia o ejemplifica la contundente verdad de las palabras de Kant: las ramas de la metafísica se podrán podar, pero sus raíces jamás extirpar). Su pensamiento constituye una drástica reacción contra el intelectualismo y el cientificismo predominantes en su momento -- una sólida refutación de los planteamientos antimetafísicos básicos del positivismo. (1) Como visión que afirma el insustituible rol de la intuición en la metafísica, el bergsonismo explica ad nauseam, con esmerada claridad, el error de fondo de todo dogmatismo (tanto científico como filosófico) en tanto que indiscutible vicio del intelectualismo --línea de argumentación que lleva al pensador a cifrar la raíz de las harto conocidas discrepancias y antinomias que han marcado la historia de la filosofía en un error de método: en el intento de alcanzar el conocimiento último, desinteresado, esencial, de la realidad, con una facultad --la inteligencia-- cuya inherente función práctica (al servicio de la adaptación del hombre como ser orgánico) la incapacita de entrada, como veremos, para ello.

    Nada extraño, entonces, que la fuerza del soporte que le aporta a la metafísica derive del hecho de que él no concibe a la filosofía ni como un sistema, obra de un solo pensador, ni, mucho menos, como una disciplina condenada, por su misma naturaleza, a carecer de base empírica, sino a la inversa: como la prolongación y extensión, en una labor de conjunto, de los atisbos revelados por la intuición (de su pensamiento se desprende, efectivamente, la idea de una filosofía perenne) sobre la base de los puntos de convergencia de conjuntos de hechos diversos. Como señala José Manuel Santiago Melian: En consecuencia, consideraremos a Bergson como el filósofo que redescubrió el espíritu, pero intentando mantener la positividad de los hechos, integrando la metafísica en el campo de la experiencia objetiva. (2) Es evidente que para el pensador francés, la actividad filosófica debe realizarse sobre un doble fundamento: en primer lugar, sobre la base de la clara distinción entre el objeto y el órgano de la ciencia --la materia y la inteligencia, respectivamente--, y el objeto y el órgano de la filosofía (cuyo objeto según Bergson es el espíritu, la Vida, y su órgano la intuición); y en segundo lugar, sobre la base del testimonio de la experiencia --de un vasto número de hechos de diversa índole (colocado ese concepto, el de experiencia, en la justa perspectiva, es decir: ampliado hasta para la misma ciencia; liberado del reduccionista sentido dogmático en que lo emplea el positivismo y, en general, toda visión basada en el reconocimiento unilateral del intelecto, en menosprecio de la intuición). Como señala:

    Si la inteligencia está de acuerdo con la materia y la intuición con la vida, será preciso estrujar una y otra para extraer de ellas la quintaesencia de su objeto; la metafísica quedará, pues, subordinada a la teoría del conocimiento. Pero, por otra parte, si la conciencia se ha escindido de ese modo en intuición e inteligencia, es debido a la necesidad de aplicarse a la materia y seguir, al mismo tiempo, la corriente de la vida. El desdoblamiento de la conciencia se atendría así a la doble forma de lo real, y la teoría del conocimiento debería subordinarse a la metafísica. En verdad, cada una de estas dos investigaciones conduce a la otra, forman un círculo, y el círculo no puede tener por centro más que el estudio empírico de la evolución. (3)

    Esa vocación, con el importante y destinado legado que escondía, fue lo que a todas luces se insinuó desde temprano, cuando Bergson dudó entre dedicarse a las ciencias y a las letras, y su vida de estudioso fue una constante superación del supuesto dilema, dominando letras y ciencias. (4) Tengamos presente que hablamos de un filósofo ...que poseía una erudición vastísima y que conocía admirablemente el actual estado de la ciencia (5); que... ha estudiado profundamente las diferentes ramas de la biología y en especial de la fisiología y de la patología humanas, lo que, de por sí, da cuenta de su marcado interés en ...subrayar la importancia que da al estudio de los hechos brutos, en sí, desprovistos de toda consideración teórica. (6) En síntesis: que la singular significación de Bergson como pensador contemporáneo estriba, no solo en el lugar que, como buen conocedor de las ciencias positivas, le reconoce a la intuición y a la metafísica frente al predominio rampante de la mente concreta, intelectual, en Occidente; no solo, tampoco, en lo que alcanza a aprehender con dicha facultad (el interior de sí mismo y de la realidad: algo que cuaja en una indiscutible versión de la Filosofía Perenne), sino en haber empleado el arma con la que los enemigos de la metafísica (en un momento dificilísimo para esta) han pretendido destruirla, a saber: los hechos; el irrefutable testimonio de la experiencia, con la amplitud de visión que por definición le corresponde a la filosofía como conocimiento directo y absoluto de la quintaesencia de la realidad.

    Desde el ángulo filosófico, empero, lo más importante en la superación del mencionado conflicto que menciona Benrubi se encuentra en el hito que marca la intuición de la duración en el pensamiento bergsoniano --la metafísica experiencia, como la llama Pedro Chacón F. (7), que lleva al conocedor de ciencias y letras a dedicar todo su esfuerzo filosófico a combatir los errores del intelectualismo (tan evidentes justamente en las ciencias positivas, aunque también en la psicología y en la misma filosofía). La única cosa dicha, o intentada decir, por este filósofo, como él mismo lo reconoce:

    A mi parecer, toda exposición de mi punto de vista los deformará en su conjunto y los expondrá, por ello mismo, a multitud de objeciones, si no se coloca en primer lugar y se vuelve sin cesar a lo que yo considero el centro mismo de la doctrina: la intuición de la duración. La representación de una multiplicidad de penetración recíproca, completamente diferente de la multiplicidad numérica --la representación de una duración heterogénea, cualitativa, creadora-- es el punto del que he partido y al que he constantemente retornado" (8)

    Dicha cruzada filosófica la asume desde la premisa por excelencia de su visión, fundamentada en la mencionada, decisiva intuición de la duración: la existencia de dos lados o aspectos en la realidad: el interno y el externo; espíritu y materia; vida y forma. En adelante, Bergson no se cansará de destacar que constituye un craso error abordar los problemas metafísicos con el intelecto --facultad producida por la vida en calidad de instrumento para la adaptación del hombre como mero y efímero ser orgánico abocado, como todos los demás, a la necesidad de adaptarse para sobrevivir. Facultad que, justamente por eso, al volverse hacia la conciencia, inevitablemente la distorsiona, haciéndola entrar en los cuadros en que habitualmente ubica a la materia. (9) Pero el conocimiento desinteresado de la quintaesencia de la realidad, quintaesencia cuyo develamiento comienza, como lo insinúa el mandato délfico, con la aprehensión del fondo del propio ser, no puede alcanzarse con una facultad producida por la vida como medio para la adaptación, pues ese vínculo con la utilidad práctica, con el interés dominante que representa la sobrevivencia (interés que en el ser autoconsciente se traduce en representación de mundo), la incapacita para la aleteia.

    Para la comprensión del meollo de la metafísica bergsoniana (la intuición de la duración, base de su lucha contra el intelectualismo, de la idea del Impulso vital como fundamento de la evolución orgánica, de su concepto del hombre y de su concepción de la moral y de la religión), resultan relevantes algunas reveladoras expresiones un tanto ocasionales del pensador. ¿A qué reveladoras afirmaciones de Bergson nos referimos? En primer lugar, hablamos de su señalamiento, en el sentido de que un verdadero filósofo solo ha dicho --o mejor, intentado decir-- una sola cosa (planteamiento cuyo significado --a tono con la FP-- equivale en lo esencial a sus expresiones, previamente comentadas: que lo único relevante y valioso en toda filosofía es la intuición que expresa (que corre a través de su cuerpo), no siendo todo lo restante más que una mera forma de hablar). Y en segundo lugar, nos referimos a sus palabras: Mis libros han sido siempre la expresión de un descontento, de una protesta. Hubiera podido escribir muchos otros, pero no escribí más que para protestar contra lo que me parecía falso (10) --palabras que Pedro Chacón F. relaciona con una previa, igualmente importante afirmación de Bergson (cuyo significado va en la misma dirección) al comentarlas en un artículo; dice en su ensayo Pedro Chacón F.:

    Con esta confesión Bergson no hace sino reconocer en sí mismo lo que, con ocasión del Congreso de Filosofía de Bolonia en 1911, afirmara acerca de los filósofos en general: en sus teorías, lo más permanente y también lo más originario es aquello a lo que se oponen. Todo filosofar se constituye frente a'' o contra, y queda definido por sus oposiciones. (11)

    Puesto que hemos hablado de la significación del pensamiento bergsoniano, y puesto que en este escrito abordamos dicho pensamiento a la luz de su afinidad con la FP, queremos comentar de paso lo que nos parece el legado de Bergson desde la perspectiva de esta última. Desde el ángulo de la FP, dicho legado se deja resumir en los siguientes términos: imaginemos un Patanjali (nombre del autor de Los Aforismos de la Yoga) contemporáneo, tratando de evocar la intuición del interior de la realidad en aquellos científicos y filósofos académicos occidentales dogmáticamente adictos al intelecto y a los análisis de la mente concreta --por esa misma razón, muy apegados a la metodología científico positivista y, en esa misma medida, hondamente prejuiciados contra la metafísica. Ese Patanjali imaginado es Bergson. Una vez más, en este contexto resultan comprensibles las palabras de R. Tagore, ya citadas (expresadas cuando alguien le preguntó su opinión sobre el bergsonismo).

    Este Patanjali reviste las ideas básicas de la FP (también denominada Sabiduría Antigua) adaptándolas a las exigencias y necesidades de la mentalidad occidental, es decir: fundamentándolas en la convergencia de líneas de hechos (hechos: algo tan caro para esa mente) sobre la base de la ubicación del concepto de experiencia en la perspectiva correcta (algo que necesita esta mentalidad). (12) Así --mediante esta clarificación que amplía el concepto de experiencia y el asociado de experimentación conforme a los dos aspectos básicos de la realidad (el externo y el interno)--, Bergson contribuye a eliminar los prejuicios, tanto contra una experiencia científica ampliada, capaz de abrir el espacio para la ciencia psíquica, como contra la intuición como método por excelencia de la filosofía y contra la existencia misma de la metafísica. De ello resulta, no solo un iluminador deslinde entre los terrenos de la ciencia y de la filosofía que reivindica a esta frente a los intentos de reducirla a una mera generalización de los resultados de la ciencia; de ello resulta, también, una clara visión --que apunta hacia la síntesis.-- de la debida relación entre la filosofía y la teoría del conocimiento, la filosofía y la ciencia, la metafísica y el misticismo, la metafísica, la psicología, la biología, la cosmología, la ética y la filosofía de la religión. En fin: que en su iluminadora versión de la F P adaptada a la mente occidental, Bergson destaca la realidad de un lado interno en el universo manifestado, además del aspecto externo, el común origen de ambos y los dos correspondientes acercamientos cognoscitivos, relacionados con estas dos caras de lo real: el del intelecto (aspecto externo) y el de la intuición (aspecto interno). No solo fusiona, así, el Occidente con el Oriente (la mente concreta con la intuición), sino que, dilucidando el propósito de la existencia como parte de una evolución no meramente planetaria sino cósmica y el punto de desarrollo alcanzado por la humanidad, amplía considerablemente la visión y arroja luz sobre el inmediato porvenir.

    Dicho lo anterior sobre la significación del pensamiento de Bergson y su legado, nos ha parecido adecuado proseguir con una breve consideración del método, aspecto que en Bergson, es inseparable de su peculiar batalla filosófica --indesligable de su cruzada contra los errores del intelectualismo en todas sus formas (de lo que Benrubi llama las opiniones negativas del filósofo, refiriéndose con dicha expresión a la lucha de Bergson ...contra los múltiples aspectos del positivismo empirista y del intelectualismo). (13) Conscientes, empero, de que esto --el abordamiento del tema del procedimiento de Bergson-- no puede realizarse sin hacer referencia a sus convicciones filosóficas básicas (a su filosofía de la duración y de la vida), toda vez que en él se encuentran en íntima conexión su visión de la evolución vital y la teoría del conocimiento, en este primer capítulo nos limitaremos a explicar, de manera general, el lugar de la intuición en su filosofía, su concepto de líneas de hechos y el meollo de su crítica, tanto a la explicación mecanicista de la evolución, como a la que ofrece la teoría de las causas finales. Este último aspecto envolverá un resumen, tanto del planteamiento básico de las dos concepciones como de la crítica de Bergson a ambas. La exposición de los argumentos con los que pretende refutar ambos puntos de vista incluirá, por supuesto, un resumen de su propia posición.

    Es preciso aclarar que un abordaje más exhaustivo del tema de la intuición lo haremos en los próximos capítulos, en los cuales el mismo será considerado conjuntamente con los temas del instinto, la inteligencia, la ciencia y la filosofía. Cerramos, pues, el presente capítulo con una breve reflexión en torno al procedimiento bergsoniano.

    2. La intuición en Bergson; el concepto de líneas de hechos

    A lo largo de la historia de la filosofía, diversos pensadores han cifrado el método de esta en la intuición, concebida, en general, como el acceso a un conocimiento inmediato, directo, que trasciende la mente analítica (el entendimiento; las facultades intelectuales) y al lenguaje mismo (en clara convergencia con la FP, en la que dicha idea representa, como lo destacamos en el primer volumen, un postulado medular, esencialmente vinculado con su núcleo: la afirmación de la existencia de la divina, inefable Base del universo, de la inmanencia de esta en el hombre y del conocimiento intuitivo o unitivo como proceso radicalmente transformador, cuyo logro exige el estricto cumplimiento de condiciones específicas, que se resumen perfectamente en la expresión morir para el yo (o para lo conocido). En el segundo volumen de esta obra, tuvimos la ocasión de examinar el pensamiento de Max Scheler --uno de los filósofos que entran en ese grupo general al que estamos refiriéndonos. El nombre del filósofo francés que nos ocupa en el presente volumen (Henri Bergson) se encuentra (como es harto conocido) también en el mismo conjunto, siendo el lugar especial que ocupa en este lo que, dicho sea de paso, le ganó la calificación de filosofo de la intuición.

    A propósito de dicha caracterización, cabe preguntarse: ¿a qué responde la misma? ¿Es realmente especial o singular la posición de Bergson entre los pensadores intuitivos? A nuestro entender, la calificación es acertada --por más que el autor de La Evolución Creadora no sea ni el único ni el primer pensador que ha empleado la intuición--, por las siguientes razones: en primer lugar, por tratarse del pensador que claramente rebasa su propia filosofía como forma cristalizada y sistema cerrado, al plantear que lo único valioso y perdurable en toda filosofía es la intuición que palpita y se expresa en la misma, no siendo todo lo demás, como tantas veces lo aclara al cabo de algunas de sus explicaciones, otra cosa que una mera forma de hablar; en segundo lugar, en virtud de la contundencia, la claridad y la simplicidad con que deslinda los dos aspectos básicos de la realidad sobre la base de su directa (intuitiva) experiencia de la duración: de un lado, el aspecto externo: la materia; y del otro, el aspecto interno. El espíritu. En ese contexto, y con la misma simplicidad, distingue también las dos facultades humanas que, desde el ángulo del conocimiento, se vinculan respectivamente con estos: la inteligencia (órgano de la ciencia, con la materia) y la intuición (órgano de la filosofía, con el espíritu). Con ello, Bergson saca a relucir también (a tenor con el mandato délfico y con la FP) la singularidad del hombre, el microcosmos, en la evolución, en tanto que éxito de la Vida --como el punto en que la conciencia vence el obstáculo que en las restantes vías la ha detenido en una u otra forma; punto desde el cual el espíritu puede retornar a sí mismo tras perderse, por así decirlo, en la identificación con la forma, el mero lugar de paso. En tercer lugar, porque Bergson ve con claridad, en cabal acuerdo con la FP, que el desarrollo de la intuición nos exige el más arduo esfuerzo concebible, asociado a una específica actitud humana de fondo; cuarto, por el valiente llamado bergsoniano a la intuición del lector a través de la marcada tendencia a insinuar yendo más allá de lo que expresa o mediante ello. (14) Y por último: la calificación de filósofo de la intuición es atinada, porque para Bergson, la intuición, como retorno del espíritu a sí mismo al fin, es la vida misma.

    La metafísica bergsoniana de la vida cifra la esencia de la evolución (tanto en nuestro planeta como en la totalidad del universo) en la lucha del Impulso vital, concebido como una pura corriente de energía espiritual, contra la resistencia que enfrenta al atravesar la materia bruta. Bergson fue llevado, pues, a este evolucionismo --que pretende rebasar tanto al mecanicismo como a la concepción clásica de la finalidad, doctrinas que en el fondo, o más allá de la oposición entre ambas, descansan sobre un mismo principio y surgen de la misma incapacidad-- por dos factores. Como se desprende de lo expuesto, se trata, en primer lugar, del método intuitivo; y segundo, de los estudios sistemáticos de ciertos hechos de índole diversa (biológicos, psicológicos, fisiológicos, histológicos, históricos, paleontológicos, místicos, entre otros). Fue, en efecto, la mirada intuitiva lo que le reveló la idea, ya mencionada, que representa el soporte por excelencia de su filosofía: la concepción de la duración --de la continuidad indivisible, ininterrumpida, irreversible e imprevisible del cambio en nuestra vida psíquica como multiplicidad heterogénea, en la que todo se compenetra (la experiencia, en fin, de la duración de dicha multiplicidad en mutua compenetración, en la que el pasado forma cuerpo con el presente y se prolonga en el porvenir; de la continua maduración como creación de lo absolutamente novedoso, sustancia de la vida, esencia de la evolución, y su corolario: el tiempo real, en el que el pasado forma cuerpo con el presente y el porvenir equivale a lo novedoso, es esa duración de la conciencia y de los seres. En otras palabras, que la duración, como quintaesencia del espíritu que atraviesa y emplea la materia en tanto que exigencia de creatividad y libertad siempre en aumento, es para Bergson el meollo del tiempo real).

    La mirada de la intuición le revela también al filósofo el punto de convergencia de distintas líneas de hechos --ese punto de convergencia cuya búsqueda constituye la característica distintiva del procedimiento investigativo bergsoniano, desde la convicción de que a través de tales conjuntos de líneas de experiencias y hechos, es posible alcanzar un nivel de probabilidad destilador de certeza.

    (15 ) Entre dichos conjuntos cabe destacar: el de los hechos que ponen de manifiesto la relación esencial entre espíritu y conciencia (quien dice espíritu dice, ante todo, conciencia (16 ); los que evidencian la relación entre conciencia y memoria; el de los que apuntan a la relación entre la movilidad de un ser vivo y su nivel de conciencia; y el de los que revelan la presencia de un mismo mecanismo u órgano ( el ojo, por ejemplo) en líneas de evolución divergentes y muy diferentes.

    De dicho procedimiento investigativo emerge un pensamiento que reúne en su melódica unidad una rara combinación de cualidades: es, por un lado, profundamente metafísico (no solo pretende develar el misterio recóndito detrás de la vida, sino que realmente nos invita a fusionarnos con el dinámico principio de esta) y, al mismo tiempo, posee un soporte extremadamente firme en hechos brutos específicos (cualidad que se expresa también en el hecho de que la pisada firme sobre el terreno de experiencias y hechos brutos, no obstruye, o entra en contradicción, con la firme disposición bergsoniana a canalizar la hondura de lo intuido mediante insinuaciones --mediante el acto frecuente de sugerir y decir mucho más de lo que expresa, en lo que a todas luces representa un llamado a la intuición del lector); es, desde un punto de vista, complejo, pero al mismo tiempo extremadamente simple: análogo al órgano de la visión, órgano que encierra el contraste entre una complejidad inimaginable y una función harto simple. Este último contraste (complejidad y simplicidad) resulta comprensible, si se toma en consideración que lo único de valor y perdurable en toda filosofía --según Bergson, la intuición, como antes lo mencionamos: la única cosa dicha por todo verdadero filósofo--, se deja reducir en su caso a algo tan sencillo como dos o tres ideas básicas. Lo demás --la complejidad de la doctrina como tal--, solo representa el intento de hacer visible esa intuición a la mirada del intelecto: como él mismo lo aclara tantas veces, pues, una mera forma de hablar. Por lo demás, la abundancia de metáforas y de analogías en la exposición pone de manifiesto la intrínseca dificultad de tal esfuerzo.

    ¿Qué le dicen a Bergson esos puntos de convergencia que logra descubrir entre diversas líneas de hechos? Lo convencen, ante todo, de que la esencia del mundo vital y, por ende, de la evolución orgánica, es inexplicable por causas fisicoquímicas, por ser la movilidad de los fenómenos vitales análoga a la duración de la conciencia (lo vital, en fin,

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