Gadol En Busca De La Verdad: El Descenso
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Gadol no le tema a nada ni a nadie pues se deca que era cuidado por Dios mismo. Seguro, sabio y valiente, enfrentaba la muerte para defender al dbil. No importaba donde vea la necesidad, l estaba ah para ayudar. Pero sbitamente, su vida tom un rumbo imprevisto; lo tena todo, pero ahora apenas tiene vida. Tena una familia grande y envidiada por todos, pero la muerte los sobrecogi inesperada y cruelmente. Tena riquezas, pero ahora solo tiene un pedazo de tela para cubrir su desnudez. Tena salud, pero ahora el dolor de la enfermedad lo atormenta. Coma de los mejores manjares, pero ahora el polvo es su alimento. Lo nico que desea es la muerte, pero la muerte huye de l.
Qu pas?, qu hice mal?, cul fue mi error?, se pregunta incansablemente, mas las respuestas no llegan.
Gadol viva bajo la Ley, bajo una mentira que lo esclavizaba y destrua. Ratla, un cruel ser sobrenatural, encontr cmo atacarlo y quitarle todo. Unos amigos inesperados se quedaron con Gadol cuando todos lo abandonaron, y lo acompaaron en su Bsqueda de la Verdad, la cual pensaba le librara de todo su tormento.
En este primer libro que cuenta la vida Gadol, inspirado en un personaje de la antigedad, el autor crea un universo que ilustra un sistema mental en el que todos estamos sometidos, el cual rige nuestras vidas, y gua nuestra forma de actuar y sentir.
La aventura contenida en este libro puede que termine siendo tu propia aventura!
Jean Paul Echegaray
Jean Paul Echegaray regresó a su país Perú después de culminar sus estudios en Teología en California, para hacer lo que siempre estuvo en su corazón: ayudar a otras personas. Se casó con Cecilia, amiga desde su juventud, con quien tuvo a sus dos hijos Juan Esteban y Juan Pablo. Estuvo involucrado como consejero y maestro por nueve años en la iglesia en la que todavía asiste, pero ahora ha decido ayudar a otros mediante el escribir. Con este, su primer libro, Jean Paul está convencido que ayudará a muchos con el cautivador y fascinante mensaje ilustrado en él.
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Gadol En Busca De La Verdad - Jean Paul Echegaray
GADOL EN BUSCA
DE LA VERDAD
El Descenso
Jean Paul Echegaray
25383.pngDerechos reservados © 2017 Jean Paul Echegaray.
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida por cualquier medio, gráfico, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopias, grabación o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de información sin el permiso por escrito del editor excepto en el caso de citas breves en artículos y reseñas críticas.
Esta es una obra de ficción. Todos los personajes, nombres, incidentes, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia.
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ISBN: 978-1-5127-7013-1 (tapa blanda)
ISBN: 978-1-5127-7015-5 (tapa dura)
ISBN: 978-1-5127-7014-8 (libro electrónico)
Número de Control de la Biblioteca del Congreso: 2016921360
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Ciertas imágenes de archivo © Thinkstock.
Fecha de revisión de WestBow Press: 03/01/2017
INDICE
Capítulo 1 La Grandeza de Gadol
Capítulo 2 Y, ¿qué es lo que queremos?
Capítulo 3 ¡Estamos hartos!
Capítulo 4 Esto hacía cada vez
Capítulo 5 La Reunión Celestial
Capítulo 6 Hace muchos años atrás
Capítulo 7 ¡Él será mi Dios!
Capítulo 8 Ratla prepara su primer ataque contra Gadol
Capítulo 9 ¡Muerte al consentido de Abduti!
Capítulo 10 Ratla ataca a Gadol
Capítulo 11 Una pesadilla hecha realidad
Capítulo 12 Él dio y Él quitó
Capítulo 13 La Segunda Reunión Celestial
Capítulo 14 El Horror
Capítulo 15 ¡Maldícelo esposo mío!
Cecilia, mi amorcito, este libro te lo
dedico a ti. Estoy tan agradecido que estés a mi lado a pesar de conocerme. Tu amor, aceptación, alegría, sencillez y amistad son mis motores e inspiración. Estoy feliz de correr esta carrera contigo a mi lado. Te amo.
CAPÍTULO 1
LA GRANDEZA DE GADOL
«Maldito el día que nací. ¡Maldito sea! Maldito ese momento cuando se dijo de mí: «¡Es un niño!» Que Dios se olvide de ese día. Que sea sombrío, que nunca haya luz alumbrándolo. Que una horrible y perpetua niebla se apodere de él. Que siempre le sea de noche. Oscuridad eterna, sombras, terror, desdicha, soledad, sin canciones ni festejo de ningún tipo. Ojalá nunca hubiera existido ese día por cuanto no cerró las puertas del vientre donde yo estaba, dándome la entrada a la miseria.»
Este era el clamor desesperado de un hombre que lo tuvo todo y que apenas quedó con vida. Tuvo una familia grande y envidiada por todos, pero la muerte la sobrecogió inesperada y cruelmente. Tuvo riquezas, pero sólo le quedó un pedazo de tela para cubrir su desnudez. Tuvo el respeto de todos, pero de la noche a la mañana su reputación se volvió leyenda y él quedó como el loco del pueblo. Tuvo salud, pero solo le quedó el dolor de la enfermedad para atormentarlo. Tuvo amigos, pero fue olvidado. Comió de los mejores manjares, pero al final el polvo fue su alimento. Lo único que deseaba era la muerte, ¡rogaba por ella!, pero la muerte huía de él.
Su nombre era Gadol.
«¿Qué pasó?» Era la pregunta que atormentaba su cabeza. «¿Qué hice mal? ¿Dónde me equivoqué? ¿Cuál fue mi pecado?» Eran preguntas que constantemente se hacía pero cuyas respuestas no venían. A falta de ellas, la amargura y la desesperación cobraron fuerza levantando alrededor de él murallas que se volvieron su prisión. Una prisión de un solo prisionero. Una prisión mental. Una prisión dónde él era el carcelero y el encarcelado, el torturador y el torturado, el dueño y el esclavo.
Para poder entender lo que le pasó a Gadol, si es que es posible entenderlo, tenemos que remontarnos a su lugar y época, muy diferentes a lo que ahora conocemos pero al mismo tiempo muy similares. La ropa que se vestía, la comida que se comía, las casas en donde se vivía, la economía, los medios de transporte y comunicación, entre otras cosas exteriores eran muy diferentes a la forma en que vivimos hoy en día, pero el corazón humano era el mismo, con los mismos deseos, sueños y expectativas, las mismas desilusiones y amarguras, el mismo deseo de venganza y recompensa, el mismo amor y el mismo odio. Esas cosas no cambian con el pasar de las generaciones. Simplemente se disfrazan diferentemente.
Era una época donde la realidad y la fantasía encontraban un punto en común. Donde la magia todavía no era ciencia y lo imposible todavía no era alcanzado.
Si tuvieras la oportunidad de vivir en esos días, sentirías la sensación de haber ya vivido lo mismo. Si eres aventurero estarías expectante de experimentar el cazar tu propia comida, disfrutar una fogata de noche en el campo, montar a caballo, escuchar de los intentos de los valientes, o quizás locos, por capturar al poderoso Natavel y vivir un sin número de episodios sacados de un libro de aventura y fantasía. También estaría en ti, muy en el fondo, la sensación de esto me es familiar. Y, si has estado pensando que me refiero a la reencarnación, te contesto de una vez: ¡No, te equivocas! Me refiero a que es el mismo espíritu en el que se vive hoy en día, la misma mentalidad. Estamos sujetos a la misma norma, viviendo bajo la misma Ley que rige nuestra conducta, nuestra forma actuar y sentir y determina la paz en la que nos encontramos o la ausencia de ella.
Vivimos bajo esa Ley. Gadol vivía bajo esa Ley. Toda la humanidad vive bajo esa Ley. No somos conscientes de ella, pero está ahí. Nos atormenta y nos hace felices. Nos da alegrías y tristezas. Nos anima y desanima. Nos da libertad y nos esclaviza. Ojalá fuese que esa Ley produjera en nosotros más cosas buenas que cosas malas. Pero no es así. Ojalá fuese que aunque sea lo positivo equiparase a lo negativo. Pero tampoco es así. La verdad es que esa Ley ha traído más destrucción que bendición, más lágrimas que sonrisas, más muerte que vida.
Así que, ¿quién era Gadol? Bueno, lo primero que tengo para contar de Gadol es que no era cualquier persona. Se podría decir que era la persona más grande entre los orientales, es decir, la más influyente, la más importante. Aquella a la que más personas hacían referencia. ¡No había nadie como él en ese entonces! Si lo comparamos con otras personas, podríamos decir que simplemente Gadol era perfecto. Oh, sí, no había nadie como él.
Se decía que Gadol era cuidado por Dios mismo, a tal punto que no le temía a nada ni a nadie. Sin llegar a ser un busca problemas, problemas no le faltaban; quizás porque cuando uno quiere ser bueno, los malos se levantan. No importaba de dónde veía la necesidad, Gadol estaba ahí para ayudar. Fuera anciano, huérfano, rico, pobre, hombre o mujer, si Gadol podía ayudar, ayudaba.
Confiado, seguro, valiente, como si supiera lo que iba a suceder, como si estuviese seguro de ser el consentido de Dios, Gadol enfrentaba al fuerte para defender al débil, al corrupto para defender al inocente, inclusive al lobo para defender al cordero. Se hizo así de muchos enemigos, pero de más amigos y admiradores. Muchos conspiraban contra él, pero más oraban por su seguridad, por su salud y por muchos años más de vida.
Gadol era un referente de sabiduría. ¡Quién te crees que eres! ¿Gadol?, se le decía al sabiondo. ¿Quién creen que soy? ¿Gadol? decía el que se le apabullaba con preguntas. Sin haber estudiado todas las materias y mucho menos llegar a ser un erudito, respuestas llenas de sabiduría no faltaban de la boca de Gadol. El sentido común, la prudencia y la sensatez eran la sazón de sus palabras. La paz y la justicia, su meta.
Gadol sabía qué y cómo responderle tanto al sabio como al necio, al rico como al pobre, al cliente como al mercader, al rey como al desconocido, al juez como al acusado, al libre como al preso. Todos salían satisfechos y con el deseo de conversar más con Gadol. Sobrepasaba las expectativas del que lo llegaba a conocer y llenaba de curiosidad y asombro al que no lo conocía.
En los negocios era el mejor. A pesar de haber comenzado desde abajo, llegó a crecer tanto que prácticamente la economía de esas tierras dependía de él.
Llegó a ser un referente en el comercio. Si Gadol invierte, yo invierto, era común escuchar. Parecía que tenía la habilidad de ver el futuro porque se adelantaba a la situación, invertía aparentemente a lo inseguro, en temporadas que nadie más lo haría y, contra todo pronóstico, cosechaba al ciento por uno ante la mirada de asombro de todos.
Fue así que levantó una vasta fortuna. Poseía muchas tierras, miles de cabeza de ganado, cientos de criados y piedras preciosas por montones. Pero aun así no dejó que las cosas lo poseyeran a él. Gadol entendió que era bendecido para bendecir a otros, que era sólo una canal, un medio de la Divinidad para poder dar a aquellos menos afortunados. El sabía que había llegado al mundo sin nada y que nada podrá llevarse cuando dejara este mundo. Entendió que la acumulación no es un fin en sí y que las cosas son para gastarlas en este mundo con los demás.
Gadol era generoso y desprendido. Es por eso que el pobre acudía a él confiado, el huérfano y el desamparado encontraban un padre en él y las viudas y los menos afortunados podían respirar tranquilos, sabiendo que Gadol no cerraba las manos ni volteaba su rostro ante su necesidad.
La confianza y el respeto de todos no fueron un regalo para Gadol, sino un premio, una recompensa a su estilo de vida, la paga bien merecida para un corazón por los demás. Cuando lo veían caminar por la plaza pública se pasaban la voz, corrían hacia él para mirarlo, con la esperanza de poder escucharlo. Los jóvenes le cedían el camino, los mayores lo saludaban primero y las personas con autoridad callaban ante su presencia.
Gadol sabía convertir su mano extendida en puño y técnicas no le faltaban, porque a pesar de ser un amante de la paz sabía pelear, defenderse y defender a otros cuando era necesario porque se dio cuenta de que la paz se encuentra del otro lado del conflicto.
Gadol sabía que una vida sin peleas era una vida sin logros. No perseguía las riñas pero tampoco se escondía de ellas cuando sabía que eran inevitables y lamentablemente, en ocasiones, necesarias. Hay muchos débiles, muchas mujeres y numerosos niños que le agradecen a Gadol haber estado preparado y presente en el momento y en el lugar correcto y también hay que decirlo, ¡muchos guardianes del orden contentos de que Gadol les haya ahorrado mucho trabajo!
Gadol era poseedor de una encantadora personalidad. Oh, pero si piensas que me refiero a que todas las mujeres lo deseaban como esposo, ¡estás en lo cierto porque eso era una verdad! Pero al mismo tiempo estás equivocado porque no me refiero solo a ello. Gadol encantaba, con su personalidad, tanto a mujeres como a hombres. Era una persona con la que a todos les gustaba conversar. Siempre era ameno, daba interesantes opiniones, alegraba con una chispa de ocurrencia. Mostraba mucha humildad y autenticidad tanto con el rico como con el pobre, con el poderoso como con el necesitado, con el erudito como con el menos versado. Si alguien conversaba con Gadol terminaba levantado y animado porque él sabía hacer que la otra persona fuera el centro de la conversación y no él mismo. Estoy seguro que tú también hubieras tenido la misma sensación si hubieras conversado con él.
Sin lugar a dudas y por donde quieras mirarlo, Gadol era grande.
Y, ¿qué hay acerca del amor?, puede ser que te estés preguntando. Bueno, teniendo la oportunidad de ser un don Juan y en una cultura donde era normal la poligamia quizás por no haber sido descubierto todavía el valor de la mujer, Gadol, como buen amante de los desafíos, pensó que sería todo un reto hacer feliz solo a una mujer.
Todos los hombres presumían de las muchas esposas que podían mantener pero Gadol no era como los demás ni quería serlo y además en el pasado vio de cerca el producto de la infidelidad. Ser como todos no es ser especial y Gadol se sentía especial. Gadol no veía trofeos que presumir en las mujeres. Las veía de manera diferente. Como compañeras, como amigas, como seres humanos tan iguales como los hombres, pero al mismo tiempo tan diferentes. Gadol se propuso hacer feliz a sólo una mujer el resto de su vida, y a eso apuntó.
Cuando todavía no era conocido y trabajaba como uno más en el puerto del pueblo, Gadol le propuso matrimonio a Abarim, quien fue cautivada