De Médicos, Poetas, Locos… Y Los Otros
Por Félix J. Fojo
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De esa intrahistoria no se escriben libros doctos, sesudos, pero sin lugar a dudas entretiene, hace pensar y cralo usted o no, se aprende de ella, ensea, y tal y como hace el vivir con intensidad y placer la vida, da experiencia, o por lo menos eso cree fervientemente el autor.
Vayan entonces, como un divertimento, estas breves vietas intrahistricas de mdicos, pacientes y otros especmenes humanos.
Disfrutmoslas.
Félix J. Fojo
El Dr. Félix J. Fojo nació en La Habana, Cuba, y vive desde hace mucho tiempo entre San Juan de Puerto Rico y La Florida. Es médico, divulgador científico y un apasionado de la Historia y la Literatura. Fue profesor universitario por muchos años y ha escrito varios libros de Medicina y decenas de trabajos científicos publicados en revistas internacionales especializadas. Publica actualmente artículos de opinión y de divulgación en diferentes periódicos y revistas. Colabora permanentemente en la importante revista Galenus, una revista para los médicos de Puerto Rico y las Américas. El Dr. Fojo también ha ganado premios con libros de divulgación para niños y adolescentes. Disfruta asociando la historia de las ciencias y las tecnologías a los acontecimientos históricos del pasado, al devenir social presente y a sus posibilidades y consecuencias futuras.
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De Médicos, Poetas, Locos… Y Los Otros - Félix J. Fojo
Copyright © 2014 por Félix J. Fojo.
Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.: 2014916738
ISBN: Tapa Dura 978-1-4633-9264-2
Tapa Blanda 978-1-4633-9263-5
Libro Electrónico 978-1-4633-9262-8
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.
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Fecha de revisión: 22/09/2014
El texto Bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso. Reina-Valera 1960™ es una marca registrada de la American Bible Society, y puede ser usada solamente bajo licencia.
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686472
Índice
Un comentario, o una explicación, no estoy seguro
1 ¿Y qué fue de los Neanderthales?
2 Unas señoras muy gruesas y muy sexys
3 Enemigo que huye…
4 Ante lo imprevisto, códigos
5 La mala fama de los sacamuelas egipcios
6 Un señor muy gordo con una paciencia muy grande
7 Con el corazón en la mano
8 Cicuta tibia
9 El cuello proconsular de Aulo Vitelio
10 La culpa fue de la manzana
11 Política de altura… y estornudos
12 Viejas, no tan viejas y (relativamente) nuevas enfermedades infecciosas
13 Tres dedos para escribir y todo un cuerpo para sufrir
14 Huyendo de la peste
15 Azincourt, el arco grande y un útil remedio a la disentería
16 Los primeros matasanos que se atrevieron con las Américas
17 El test de Paracelso
18 La joven reina y sus… médicos
19 El sublime arte de acelerar la muerte
20 De cómo hacer famoso, para siempre, a un condenado
21 Ruysch, el morboso… y Pedro el Grande
22 La mano oculta (en la barriga) de Napoleón Bonaparte
23 El estetoscopio y el mal olor
24 ¿Qué realmente mató a Chopin?
25 Los puntillosos papeles del Sr. Pickwick
26 Esa amarga musa verde y la historia del arte
27 Morir de amor… o de una otitis
28 Un pequeño invento que cambio la cirugía
29 ¿Qué recuerda usted de un señor llamado Alzheimer?
30 Egon Schiele y el H1N1
31 El desconcertante bamboleo de George Balanchine
32 La inolvidable voz del ortopeda de Frida Kahlo
33 Dislexia y éxito en la vida
34 Obsesiones extremas. Los hermanos Collyer
35 La dama oculta del ADN
36 Una película maldita
37 Las peripecias forenses del doctor Harvey
38 De Porky Pig al Wii: Una visión cambiante de la obesidad infantil
39 Hamilton Naki, la sonrisa humilde y una duda que persiste
40 Bella dama, raro síndrome
41 Los rostros públicos del SIDA
42 Dietas heterodoxas y personajes pintorescos
43 El exceso de belleza… mata, o casi
44 Cuatro grandes y una enfermedad
45 Esa pobre abuela esclava
46 ¿Es usted, por casualidad, un pequeño profesor?
47 Malcriados y emperadores
48 Ascenso y caída de las grasas hidrogenadas
49 ¡Si tú puedes, por supuesto que yo puedo!
50 Los que saben, y los que hablan, de cocina
CODA CARIBEÑA
51 Una parafilia compleja… y una interpretación muy original
Todos, o casi todos, los personajes que aparecen en estas historias son reales, o por lo menos nacidos de la imaginación desenfrenada de autores de carne y hueso. Los hechos, bueno, los hechos también son en su mayoría reales, algunos lamentables, como las enfermedades, catástrofes y malas acciones humanas, y otros, por el contrario, tan interesantes, o divertidos, que hubiera sido una pena que no lo fueran.
A Wiri, Marco y la revista Galenus
A Mayra Santos Febres
And if you find her poor, Ithaca has not defrauded you.
Whit the great wisdom you have gained, with so much experience,
You must surely have understood by then what Ithacas mean.
Constantine Petrou Kavafis (1863 – 1933)
Traducción del griego al inglés: Rae Dalven
Un comentario, o una explicación, no estoy seguro
La Historia, con H mayúscula, la seria, la de nariz parada y chistera pulcra y bien planchada, la que lucha por ser Ciencia, también con mayúscula, ha debido conformarse, aunque le moleste a los académicos, con pertenecer a las denominadas ciencias blandas
, y como tal sobrevive, pero existe otra historia, esta vez con hachecita minúscula, a la que llaman intrahistoria (otros se refieren a ella con epítetos impublicables), formada por anécdotas, cartas privadas, comentarios, observaciones al paso, opiniones más o menos respetables (la doxa), chismes, chistes, habladurías, libelos, malignas ironías, pintadas en las paredes y cuanta cosa resulta difícil, imposible casi siempre, de ser probada, pero al mismo tiempo, por codearse con el humor, con el morbo, con las pasiones, las que pueden nombrarse y las innombrables, con los pecados capitales, en fin, con la vida misma, puede ser, casi siempre es, fascinante, atrayente, aunque se le niegue en público.
De esa (intra)historia, con minúscula, no se llevan a cabo congresos internacionales, ni se analizan largas y complicadas estadísticas ni se escriben libros profundos, doctos y sesudos, pero entretiene (como la buena chismografía), hace pensar y créalo o no, se aprende de ella, enseña, y, tal y como hace el vivir con intensidad y placer la vida, da experiencia, o por lo menos eso creo.
Hace años comencé a escribir una sección dedicada a la Historia de la Medicina (otra ciencia, la Medicina, un poco blanda ella misma) en la Revista Galenus, la revista médica más importante, y respetable, que se publica en Puerto Rico, pero lo hice con una condición, con un pie forzado que yo mismo me impuse e impuse a los editores, que los acontecimientos médicos y científicos narrados se asociaran, ya veríamos como, con el arte, con el cine, con la música, con las guerras y los guerreros, con los políticos, con los falsificadores, con las razones ocultas, con las meretrices y las santas, en fin, con personajes famosos y de ser posible no muy puros ni muy cuerdos.
Mi arrogante imposición se aceptó, para mí sorpresa, de muy buena gana, y justo en ese momento mi Historia perdió la H, fue relegada a la última página de la revista (cosa que yo también solicité), la sección se bautizó como La torre de Marfil
para alertar de mi desvarío al público (Galenus lo tiene en abundancia, más de 30,000 lectores) y, ¡o, milagro! parece ser que, de alguna manera ignota, una sección tan extraña ganó en seguidores y corresponsales.
Y entonces ocurrió otro milagro.
Una escritora puertorriqueña, escritora con mayúscula, a quien agradezco más arriba su amable entusiasmo, me dijo:
-Esto es un libro, ¿Qué esperas para publicarlo?
Y aquí va.
1
¿Y qué fue de los Neanderthales?
Pues sí, solamente los humanos hubieran podido salvar del exterminio a los dinosaurios.
¿Le parece a usted una afirmación tonta?
Sí y no.
Sí porque no había humanos en aquella época, y no, porque de haberlos habido, sabiendo lo que saben y hacen hoy en día, un vehículo espacial enviado por humanos, claro está, con una carga nuclear a bordo podría haber desviado de su curso el enorme meteorito que supuestamente acabó con esos grandes animales al chocar contra la superficie del planeta.
Pero ni hablar, demasiado tarde (o demasiado temprano) para los pobres e indefensos saurios gigantes, aunque el hecho cierto es que hoy sí estamos en el planeta, y con las bombas nucleares a la mano, es un decir, y listas para lo que sea, dentro y fuera.
Como el problema (en teoría) está resuelto, cambiemos entonces de tema.
¿Cómo es que nosotros, los humanos, llegamos hasta aquí?
Pues verá.
Entre seis y ocho millones de años atrás, cuando ya la vida sobre el planeta Tierra tenía una larguísima historia y habían aparecido y desaparecido decenas de miles, quizás millones, de especies vegetales y animales diferentes, comenzó a moverse, por algunas zonas del Africa oriental, continente aun sin nombre, un pequeño grupo de mamíferos que podían, de vez en cuando, lanzar sin mucho tino alguna piedra y quizás erguirse en las dos patas traseras, no mucho más en realidad.
Los restos que se han encontrado de estos seres son pocos y fragmentarios, y los estudiosos, paleontólogos y antropólogos, les han denominado Ardipithecus (monos que andaban por el suelo). La verdad es que se han encontrado por lo menos cuatro tipos diferentes hasta ahora pero el más común es el susodicho Ardipithecus.
Estos animales, porque animales eran, fueron evolucionando, muy confusamente para nuestros conocimientos actuales (cada nuevo hallazgo de restos, y estos ocurren a menudo, complica, o aclara en alguna medida, el estudio del proceso evolutivo humano), y dieron lugar, por una parte, a los Australopithecus (afarensis, africanus, anamensis, etc.), y por la otra a los denominados Paranthropus, unos seres de mandíbulas muy poderosas y caminar erguido que pueden recordar, de lejos y de espalda, al hombre actual.
Para algunos especialistas los Paranthropus conforman un linaje diferente y no tienen nada que ver con los Australopithecus, para otros sí, e incluso se asegura que los Homo sapiens y los Paranthropus llegaron a coincidir durante varias decenas de siglos, pero no nos compliquemos la vida con estas peleas de científicos. Casi todos los años se hacen nuevos descubrimientos y la genética moderna puede que ponga orden en esta un poco caótica historia.
¿Podrían clonar los genetistas y biólogos moleculares a uno de estos seres?
Quizás algún día, pero esa no es la idea prevaleciente hoy; el meollo del asunto es dejar claros los linajes de todos nuestros antecesores, un árbol genealógico detallado y claro que defina de una vez y por todas quienes fueron nuestros tatarabuelos, idea encomiable que se trastorna cada vez que se descubren los huesos de algún nuevo antepasado.
Un poco el asunto de nunca acabar.
Pero continuemos.
Hace algo menos de dos millones de años aparecen los primeros homos: Homo ergaster, Homo erectus, Homo habilis, Homo antecesor, Homo rudolfensis y algunos otros. Son los seres que han hecho famosa la garganta de Olduvai, en el Africa oriental, como cuna de la humanidad. Todos caminan ya erguidos, poseen cerebros más o menos grandes y fabrican algunos sencillos instrumentos de piedra pero no, no son humanos en el estricto sentido de la palabra e incluso su supuesta habilidad (habilis) ha sido puesta en entredicho, aunque quizás sin razón.
Algunos de ellos han salido de Africa, su lugar de origen, en un proceso que duró decenas de miles de años, y sus restos fosilizados aparecen hoy en diferentes lugares de Asia y Europa.
Otros desaparecen para siempre y unos cuántos evolucionan. Los que evolucionan dan lugar, unos 200,000 años atrás, a dos especies que habrían de convivir por un tiempo, varios miles de años, juntas (no podemos asegurar al cien por ciento si revueltas), y que incluso los primeros investigadores de estos temas habrían de confundir en muchas ocasiones.
Estamos hablando del Homo neanderthalensis y del Homo sapiens.
Los primeros, los Homo neanderthalensis,
La otra especie, los Homo sapiens… pues esos somos nosotros.
¿Qué fue entonces de los Neanderthales?
Lo que ocurrió con los Neanderthales es un misterio.
No tenemos una respuesta científica satisfactoria para esa desaparición tan absoluta y definitiva, y, si dejamos correr la imaginación, cosa a la que los humanos somos bastante proclives, pudiéramos estar en presencia de un thriller histórico (prehistórico más bien) espeluznante pues una de las teorías para explicar el hecho es la del profesor Tzedakis, de la Universidad de Leeds, que plantea la posibilidad de que el Homo sapiens, los Cromañones, o sea, nosotros, hayan (hayamos) llevado a cabo una limpieza étnica total con los Neanderthales.
Así como lo oye, como vulgares genocidas al estilo de Hitler, Pol Pot y los islamistas del EI, pero al completo, sin sobrevivientes ni testigos.
¡Jesús!
Por supuesto, claro, que existen otras explicaciones menos dramáticas.
Enfermedades epidémicas (¿Acaso mediadas por el Homo sapiens, tal y como la viruela, traída por los conquistadores acabó con millones de indígenas americanos?); las glaciaciones muy crudas (cambio climático) que provocaron la disminución, o ausencia, de sus fuentes de alimentos naturales y la pérdida de su entorno; la dilución genética por emparejamientos sucesivos con los Homo sapiens, una posibilidad que atrae mucha prensa debido al morbo que genera, -¿cuánto tenemos nosotros de neandertales?-, pero muy poco probable como causal de su desaparición y, la que parece tener más adeptos en este momento en el campo científico, la endogamia extrema.
¿Cómo funcionaría ese fenómeno?
Las familias que tienen cada vez menos variabilidad genética (excesiva reproducción entre ellas mismas, o sea, endogamia) se enfrentan, a medio y largo plazo, a dos graves problemas: primero a la acumulación, siempre creciente, de defectos y alteraciones genéticas deletéreas, lo que va degradando la calidad de los nuevos productos, y en segundo lugar a la pérdida progresiva de variantes genéticas a las que recurrir para adaptarse a la imparable evolución.
Los Neanderthales, que fueron arrinconándose (¿o arrinconados?) en territorios cada vez más pequeños, sobre todo en el sur de Europa y al final solo en la región de lo que hoy es Gibraltar, desconocían el concepto de tribu o gran grupo humano, su unión era familiar y esa forma social es profundamente endogámica y, si lo miramos sin prejuicios, a la larga autodestructiva.
Esa carencia de hibridación puede haber terminado con ellos (así han acabado millares de especies), lo que no quiere decir que los otros factores anteriormente señalados, incluyendo los cambios climáticos y los choques violentos (y hasta los sexuales) con los Homo sapiens no hayan jugado un papel, una suma de negatividades.
El profesor Svante Paabo, del Instituto Max Planck, en Leipzig, Alemania, ha logrado obtener largas cadenas útiles de ADN del tuétano de un hueso de un Neanderthal hallado en Croacia (existen otros estudios en marcha, incluyendo la decodificación completa del genoma Neanderthal), demostrando, irrefutablemente, dos cosas: primero, la gran endogamia de los neandertales, pero también cierto grado de mezcla genética, posiblemente hasta un 20%, con los Homo sapiens.
Una de cal y otra de arena.
2
Unas señoras muy gruesas y muy sexys
Acerquémonos un poco al arte prehistórico.
Por definición, el arte prehistórico debe incluir todas las formas de creación cultural de los pueblos primitivos: africanos, mesoamericanos, asiáticos, etc. pero eso rebasa con mucho el tema que queremos revisar en esta breve estampa; por tanto, nada más nos vamos a referir muy brevemente a las famosas, y bastante misteriosas en su significado, venus europeas.
Y que quede claro, venus es una forma moderna de llamarlas pues desconocemos como se dirigían (si es que lo hacían) a ellas en aquellos tiempos.
Se trata de figuras talladas en distintos soportes: calcita, piedra serpentina, carbón, terracota, astas de renos, colmillos de mamut (marfil), diversas hematitas, arcilla y otros materiales más o menos comunes que pueden haber incluido la madera, pero no podemos afirmarlo.
Las venus son pequeñas, casi siempre entre 7 y 25 centímetros de alto, aunque se han encontrado algunas, como la denominada Diosa Pez (está en el museo de la Universidad de Belgrado) de 51 centímetros. Invariablemente se trata de mujeres.
Se conocen, y están registradas en museos y universidades, unas 300 venus aunque es posible que algunos coleccionistas privados tengan alguna que otra fuera de circulación (y de registro),