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Nuevos diálogos y reflexiones sobre psicoanálisis
Nuevos diálogos y reflexiones sobre psicoanálisis
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Libro electrónico313 páginas4 horas

Nuevos diálogos y reflexiones sobre psicoanálisis

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Escribe Ricardo Avenburg al comienzo de su libro: "Concepciones diferentes no suponen una guerra sino un intercambio de conceptos que, esté uno de acuerdo con ellos o no, invitan a pensar. Creo que una característica de mis trabajos es que no tiendo a bajar línea". Y al dialogar con Strachey escribe: "Yo no sé si interpreto o no, hago lo que me sale, mi trabajo es sucio, sólo me¬tiéndose en el barro uno puede descubrir la riqueza de la vida".
Así, sin bajar línea y metiéndose en el barro de la vida, dialoga con Jacques Lacan [Sobre el Trieb de Freud y el deseo del psicoanalista], con Donald Winnicott [La capacidad de estar solo], con Karl Abraham [Discusión al trabajo "Comienzos y desarrollo del amor objetal"], con Sabina Spielrein [La destrucción como causa del devenir], con James Strachey [La naturaleza de la acción terapéutica del psicoanálisis], con Ernst Jones [Para rescatar al simbolismo del olvido], y con otros maestros del psicoanálisis como Pichon Rivière o teóricos como Eduardo Grünner. Además desarrolla sus propias ideas sobre temas esenciales del psicoanálisis y de la vida, reflexionando sobre su relación con el psicoanálisis, los sueños, la adolescencia, la identidad, la intimidad, el narcisismo, la libido, el encuadre, la técnica y muchas cuestiones más.
Y agrega Avenburg una experiencia de lo que aprendió viviendo: "No perder la capacidad de juego. No jugar en el sentido común de jugar sino el placer de jugar, el placer de jugar con los concep¬tos, el placer de jugar libremente en el nivel teórico y por supuesto el juego con los pacientes".
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 mar 2021
ISBN9789871678877
Nuevos diálogos y reflexiones sobre psicoanálisis

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    Nuevos diálogos y reflexiones sobre psicoanálisis - Ricardo Avenburg

    Cubierta

    Ricardo Avenburg

    Nuevos diálogos y reflexiones sobre psicoanálisis

    PRIMERA EDICIÓN

    Ediciones Biebel

    Avenburg, Ricardo

    Nuevos diálogos y reflexiones psicoanalíticas / Ricardo Avenburg. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Biebel, 2017.

    Libro digital, EPUB

    Archivo Digital: descarga

    ISBN 978-987-1678-87-7

    1. Psicoanálisis. I. Título

    CDD 150.195

    Edición en formato digital: agosto de 2017

    © Ricardo Avenburg

    © Ediciones Biebel con Sociedad Argentina de Psicoanálisis, 2008

    Ediciones BIEBEL

    J. J. Biedma 1005, Buenos Aires

    Tels. (54-11) 4582-3878 • (54-11) 4585-4018

    info@edicionesbiebel.com.ar / edicionesbiebel@yahoo.com.ar

    Realización de tapa: Ramiro Pazo

    ISBN 978-987-1678-22-8

    Conversión a formato digital: Libresque

    Palabras introductorias

    Este libro es una compilación de trabajos no publicados en mis otros libros, algunos recientes, como las conversaciones con algunos maestros del psicoanálisis, otros más antiguos, pero que no siguen una secuencia definida, de modo que pueden ser leídos cada uno independientemente de los demás.

    Un defecto mío que tendré que corregir (el tiempo que me queda) es el de no poner la fecha en que escribo cada trabajo (algunos sí la tienen) pero creo que cada trabajo tiene un valor en sí mismo. ¿Y cuál es el valor? El que pueda sugerir niveles de diálogo, lo que implica que concepciones diferentes no suponen una guerra sino un intercambio de conceptos que, esté uno de acuerdo con ellos o no, invita a pensar. Creo que una característica de mis trabajos es que no tiendo a bajar línea sino que son invitaciones para que el lector (o los lectores) vengan a jugar conmigo en tanto que mi juego no les sea aburrido (cosa que puede pasar y que es lícito que pase). Los temas que aquí desarrollo son muchos, de modo que tienen la posibilidad de elegir.

    Y si lo leen en su totalidad, que sean bienvenidos.

    Ricardo Avenburg

    La naturaleza de la acción terapéutica

    del psicoanálisis

    ¹

    [COMENTARIO AL TRABAJO DE JAMES STRACHEY]

    La naturaleza de la acción terapéutica del psicoanálisis está dada, según Strachey, por la creación de un Superyó auxiliar; la creación de este Superyó auxiliar es consecuencia de la interpretación mutativa. Este Superyó auxiliar crea las condiciones para que se dé el proceso analítico, el cual condiciona la transformación del Superyó cruel de las fantasías arcaicas del neurótico, las que se constituyeron por el predominio de objetos malos introyectados, es decir, cargados de impulsos destructivos. El analista se convierte en representante de un Superyó más benigno, acorde con la realidad, diferente también de los objetos buenos de las fantasías arcaicas. El analista con su intervención rompe, a través de la interpretación mutativa, el círculo vicioso de proyecciones e introyecciones cada vez más persecutorias: el primer paso de la interpretación mutativa es el señalar y hacer consciente el impulso del Ello emergente en ese momento y que se despliega en la transferencia, siendo el segundo paso (o fase) señalar el objeto arcaico al cual se refiere dicho impulso, permitiendo así que se diferencie el objeto arcaico del analista como objeto real actual.

    Es evidente y explícita la influencia del pensamiento kleiniano en este trabajo, que es un esfuerzo por determinar la acción terapéutica de la interpretación. La interpretación transferencial es la mutativa por excelencia, ya que únicamente en la transferencia puede ser detectado el punto de urgencia del impulso del Ello del que se trata; sin embargo puede haber interpretaciones no transferenciales que preparen el camino para la interpretación transferencial. También es posible que haya otros procedimientos no interpretativos que ejerzan un efecto mutativo aunque menos controlado, es decir, que hagan surgir el impulso del Ello pero de un modo no dosificado, lo cual interferiría en el cumplimiento de la segunda fase de la interpretación mutativa, la revelación del objeto arcaico al que dicho impulso se dirige.

    Este procedimiento apunta a un cambio: ¿cuál es ese cambio? Es decir, ¿cuál es la naturaleza terapéutica del psicoanálisis? Aparentemente el cambio se produce en el Superyó: este sería menos cruel así como más permisivo en relación a los impulsos del Ello. Al mismo tiempo el Yo va diferenciando sus objetos arcaicos de los reales, lo que implicaría cambios en el Yo, supongo que a través de la introyección de la figura del analista como objeto real. En síntesis, a través de un Superyó más benigno, un Yo que admita con más laxitud los impulsos del Ello y que se afirme en el principio de realidad. La segunda fase de la interpretación mutativa es aquella en la cual el paciente se percata (becomes aware) de que su impulso está dirigido hacia un objeto arcaico de la fantasía y no hacia uno real. En la segunda fase de una interpretación completa… el sentido de realidad del paciente juega un rol crucial: puesto que el resultado exitoso de esta fase depende de su capacidad… de distinguir entre su objeto de fantasía y el analista real (traducción mía).

    Sintetizo el pensamiento de Strachey y me parece claro, tal vez demasiado simplista: todo resulta en la introyección del analista como figura real y, si quiero desarrollar el tema, siento que volvería a repetir lo mismo: un paciente sometido… ¿al principio del placer o a los objetos malos internos?

    El sentido de realidad aparece más bien en oposición a los objetos malos internos que al principio del placer. ¿Qué pasa con aquellos impulsos que son placer para un sistema y displacer para el otro? Los objetos de estos impulsos, ¿son malos o buenos? Pero ¿malos para quién? Por supuesto que para el paciente, pero ¿para qué sistema del paciente? Y para el analista ¿son buenos o malos? Se supone que el analista es neutral, pero del trabajo de Strachey se desprende que si son objetos arcaicos de la fantasía son por eso mismo malos, y, aunque en sí fuesen objetos buenos, son malos porque no se adecuan a la realidad. Luego de la interpretación mutativa ¿qué pasa con los objetos arcaicos de la fantasía? No lo dice explícitamente, pero pareciera que, en el mejor de los casos quedarán en la fantasía pero separados de la realidad. Pero el principio de realidad es, por lo menos según Freud, el mismo principio del placer pero modificado con miras a satisfacerse en la realidad a través de la acción específica; Strachey, en cambio, plantea que al ser introyectados los objetos de la realidad, en particular el analista, los objetos malos son contrarrestados y el Superyó se vuelve más benigno. Pero esta introyección en el Superyó, ese Superyó auxiliar sustituyendo a los objetos malos de la fantasía ¿no estará ocupando el lugar de objetos del deseo, objetos libidinales que son evaluados como malos por la censura, incluso por la censura ejercida por ese Superyó más benigno? La diferencia entre el Superyó maligno del neurótico y el Superyó auxiliar más benigno resulta ser una diferencia puramente cuantitativa (mayor o menor dosis de maldad o bondad) cuando lo que se requiere es una reversión cualitativa entre los sistemas de placer y displacer, que lo que es placer libidinal y ha devenido en angustia recupere su carácter placentero (por supuesto que sometido a la judicación consciente) y que la angustia se dirija a los peligros reales (externos o internos).

    ¿QUIÉN DETERMINA LO QUE ES REAL Y LO QUE ES IRREAL?

    Los objetos arcaicos fantaseados, que corresponden a las fantasías inconscientes reprimidas, encierran no sólo expresiones de deseos, sino también aspectos de la historia del sujeto relativa a dichos deseos y, por regresión, encierran dentro de sí pensamientos preconscientes reprimidos (reflexiones, juicios) al mismo tiempo que perspectivas de la realidad no sólo histórica, sino también actual: al ser calificados como simplemente irreales quedan dejados de lado (reprimidos) importantes sectores de la personalidad del paciente. Se levantan ciertas represiones con este Superyó más benigno, pero con esta aparente simplificación de la teoría (todo depende de romper el círculo vicioso creado por la maldad de los objetos) esta concepción se afirma en un reforzamiento de la censura.

    Más allá de este resultado que, como creo haber mostrado, es una reversión (una regresión) del sentido del psicoanálisis que continúa dominante hoy en día, no se puede negar que este trabajo es, por parte de Strachey, un esfuerzo honesto (con las limitaciones dadas por las categorías que manejaba) por tratar de entender la naturaleza de la acción terapéutica del psicoanálisis. Escrito en 1934, reconozco en este artículo al psicoanálisis que me enseñaron a mí. Una pregunta que uno puede hacerse ante este trabajo: ¿es una descripción, o, más aún, una conceptualización de cómo se trabaja, o cómo Strachey trabajaba en psicoanálisis, o es una normativa de cómo se ha de trabajar y cómo debe ser una interpretación para que se produzca un cambio? Creo que es un poco de ambas cosas, que en la intención de Strachey predominó el intento de conceptualización y que poco a poco fue deviniendo en una normativa: la interpretación debe ser transferencial, debe ser dada en el punto de urgencia, la pregunta provoca consecuencias indeseables, tal vez éste sea el punto de partida de una sacralización de la interpretación que creó y sigue creando en los analistas ese malestar en el trabajo clínico, esta mala conciencia de no estar dando la interpretación correcta en el punto de urgencia, esa competencia en las reuniones clínicas sobre quién hace mejores interpretaciones, fenómenos estos que todos conocemos. Me llevó años desprenderme de esta concepción del análisis y hace ya mucho años que creo haberme desprendido de ella, mi trabajo no tiene la limpieza postulada en este trabajo, yo no sé si interpreto o no, hago lo que me sale, mi trabajo es sucio, sólo metiéndose en el barro uno puede descubrir la riqueza de la vida, pero reconociendo al misma tiempo la multideterminación y la multidimensionalidad de los hechos, no simplificando ni esquematizando la teoría, sino tratando de incluir en ella la diversidad de los fenómenos y, en nuestro caso en particular, la estructura compleja del aparato psíquico que va más allá del juego de proyección e introyección en el interjuego de objetos malos y buenos.

    ¹ El artículo de James Strachey fue extraído de Psychoanalytic clinical interpretation, Louis Paul, editor. The Free Press of Glencoe, 1963. Buenos Aires, 2002.

    La destrucción como causa del devenir

    [CONVERSACIÓN CON SABINA SPIELREIN]

    En la procreación se produce la unión de la célula femenina con la masculina. Por lo tanto cada célula se destruye como unidad y del producto de la destrucción nace la nueva vida.

    Las sensaciones defensivas como la angustia y el asco […] son sensaciones que corresponden al componente destructivo del instinto sexual.

    Consideraciones de psicología individual:

    Un acontecimiento tiene para nosotros una connotación afectiva sólo si logra suscitar en nosotros una vivencia de connotación afectiva experimentada precedentemente y que está oculta en el inconsciente.

    […] el curso de los pensamientos adaptado al presente se asimila a las ‘experiencias’ acumuladas en varias generaciones […] En la conciencia la expresión está adaptada al sentido del presente y por lo tanto se diferencia con respecto a su origen.

    Ricardo Avenburg: Retoma el nivel biológico:

    Sabina Spielrein: […] toda partícula de nuestro ser añora a transformarse regresivamente en el propio origen, del cual nace el nuevo devenir.

    R.A.: Tenemos la tendencia a la destrucción que parece vincularse en lo psicológico, y también en nuestro ser (no sé a qué nivel se refiere, parece ser un universal), con una tendencia a la regresión a su situación original (experiencias acumuladas en varias generaciones). Pasa a la sexualidad:

    S.S.: […] las zonas erógenas del niño inocente, en el adulto se transforman consciente o inconscientemente, en fuentes de la búsqueda de ganancia de placer sexual.

    R.A.: El niño inocente: ¿no hay sexualidad infantil? Hay placer.

    S.S.: […] en las fuentes de placer de la infancia hallamos el germen del placer sexual del adulto.

    R.A.: ¿Cuáles son las fuentes de placer de la infancia?

    S.S.: […] con un poco de buena voluntad, se podría hacer derivar todo, con la misma legitimidad, del instinto de alimentación.

    Freud no se preocupa por definir qué es la situación placentera y cómo nace. Él parte del estado en que la sensación de placer ya está presente.

    R.A.: No sé el grado de conocimiento que se tendría de la obra de Freud hacia 1912, pero entiendo que la relación del displacer con el aumento de tensión instintiva y el placer con la descarga, así como la relación del placer ante todo con la alucinación ya estaban presentes en La interpretación de los sueños. Por supuesto que el instinto de la alimentación está vinculado a las sensaciones de placer y displacer, pero lo que parece desconocer S.S. (al igual que Jung) es la existencia de la sexualidad infantil, sí hay fuentes de placer de la infancia que son el germen del placer sexual del adulto.

    S.S.: […] considero que Freud tiene razón cuando plantea que la tendencia a alcanzar el placer y eliminar el displacer es la base de todas las producciones psíquicas. […] ¿acaso no hay en nosotros fuerzas instintivas que, indiferentes al bienestar o al malestar del Yo, ponen en movimiento nuestro contenido psíquico?. […] el deseo de autolesión, la alegría en el dolor, es absolutamente incomprensible si consideramos la vida del Yo que sólo desea sentir placer.

    Cuanto más nos acercamos al pensamiento consciente, tanto más diferenciadas se hacen nuestras representaciones.

    R.A.: Se particularizan.

    S.S.: […] y cuanto más profundamente penetramos en el inconsciente, tanto más genéricas y típicas se hacen las mismas.

    R.A.: Al penetrar en las profundidades del inconsciente nos introducimos en la psiquis de la especie.

    S.S.: La psiquis de la especie quiere convertir en típica e impersonal a la representación del Yo y ese Yo profundo se transforma en un nosotros. Con la reducción de las sensaciones de placer y de displacer desaparece la vida psíquica […] desaparece la necesidad de diferenciación y realización de deseos personales […] se observa la asimilación (es decir la disolución) de las representaciones diferenciadas del Yo con las representaciones que pueblos enteros han creado, es decir la transformación en representaciones de la especie típicas muy antiguas.

    […] la psiquis de la especie quiere asimilar a la reciente psiquis del Yo, mientras que el Yo […] tiene tendencia a la autoconservación en la forma presente (fuerza de inercia). Entonces la psiquis de la especie, al negar al Yo actual, justamente lo recrea, porque la partícula del Yo que estaba sumergida resurge más rica que nunca revestida bajo la forma de nuevas representaciones.

    Junto al deseo de inercia, existe en nosotros un deseo de transformación, y eso significa que un contenido individual de representación debe disolverse en un material análogo que deriva de tiempos pasados […] ¿Qué significa esta disolución para la partícula del Yo sino la muerte? Puede suceder que ésta regrese en una forma nueva y tal vez más hermosa, pero no se trata de la misma partícula del Yo sino de otro que nació a expensas de esa partícula.

    […] si este producto de la diferenciación llega a la psiquis de otro individuo, se produce una nueva retro-transformación […] las palabras son símbolos… una forma universalmente humana y comprensible […] es decir quitarles la impronta personal.

    Con las palabras se pasa de la comprensión a la simpatía y […] cuando se trata de individuos de distinto sexo, crece al punto de desear entregarse totalmente (el Yo entero). Esta fase del instinto de reproducción (transformación) que es la más peligrosa para el Yo, está acompañada de sensaciones placenteras, porque se produce la disolución en el semejante amado (= en el amor).

    R.A.: En resumen enfatiza, en el ser humano, biopsíquico, su componente de destrucción como regresión que lleva a la disolución del ser, o de partículas del ser. Lo que aparece como el Yo inconsciente es la presencia, en cada uno de nosotros, del psiquismo de la especie, que nos universaliza pero que nos disuelve como individuos. Y es a partir de la destrucción, por ejemplo de las células germinales en el acto sexual, que se produce una nueva vida o la revitalización de la especie.

    No hay referencia al tema de la sexualidad infantil ni por supuesto, al conflicto neurótico entre el Yo y aquélla, tampoco mención alguna al complejo de Edipo, temas que hacen a la esencia de lo que para Freud es el psicoanálisis.

    S.S.: En el caso del neurótico las representaciones de destrucción superan las del devenir.

    R.A.: ¿Es un carácter que define a las neurosis o es un rasgo accesorio de las mismas?

    El amor particular tiende a diluirse en el amor universal (y bisexual). Todo apunta a la fusión, destrucción y recreación (si lo entiendo bien).

    Para rescatar al simbolismo del olvido

    ¹

    [COMENTARIO A ERNEST JONES]

    INTRODUCCIÓN

    A partir de la lectura de textos escritos por psicoanalistas de la primera generación así como de los primeros psicoanalistas argentinos (Garma, por ejemplo) me llamó la atención la frecuencia del uso de interpretaciones simbólicas así como la desaparición del tema del simbolismo en el psicoanálisis actual, por lo menos en los trabajos con los que yo tengo contacto. Veo que tampoco se lo utiliza en la clínica. La interpretación simbólica fue muy usada por M. Klein (por ej., la referencia a la fantasía de las heces, penes y niños en el interior del cuerpo materno), por lo que recuerdo no tanto por sus discípulos, siendo luego remozada por Meltzer. Como no estoy actualmente en contacto con analistas kleinianos y más con analistas seguidores de Kohut, Winnicott y franceses contemporáneos (además, por supuesto, de posiciones personales), el tema del simbolismo desapareció para mí. ¿De qué modo lo incluyo, si es que lo hago? Prefiero reflexionar sobre este tema tras haberlo tratado de analizar y en particular de definirlo.

    Para ello he tomado como base el trabajo de E. Jones, de 1916, La teoría del simbolismo,² que me parece que desarrolla de un modo exhaustivo este tema desde el punto de vista del psicoanálisis. Si bien hago alguna incursión en el campo del simbolismo en el arte y en el de la filosofía (o más bien antropología), mi interés está centrado en el tema del simbolismo en psicoanálisis tal como lo trataron Freud y sus discípulos.

    Al principio de su trabajo, comenta Jones:

    ... si la palabra simbolismo es tomada en su sentido más amplio, el tema parece comprender casi todo el desarrollo de la civilización [...] El progreso de la mente humana, si se la considera genéticamente, puede verse que consiste [...] por un lado en la extensión o transferencia de interés y comprensión desde ideas más tempranas, más simples y más primitivas, etc. a ideas más difíciles y complejas, que en un sentido son continuaciones de las primeras y que las simbolizan; y por otro lado del constante desenmascarar de simbolismos previos, el reconocimiento de que éstos, aunque pensados previamente como literalmente verdaderos, eran realmente sólo aspectos o representaciones de la verdad, los únicos de los cuales nuestras mentes, por razones ya sea afectivas o intelectuales, eran en ese momento capaces.

    Me parece que en este contexto más general el término simbolismo coincide con los diferentes sistemas de huellas mnémicas que Freud desarrolla en el Capítulo VII de La interpretación de los sueños. Una diferencia, al menos en la formulación, es que Jones habla de ideas en lugar de sistema de ideas o huellas mnémicas: una idea tiene sentido en tanto esté incluída en un sistema. Llama la atención la expresión desenmascarar: como si las ideas más simples y primitivas presupusieran a la vez una máscara. Más allá de estas reflexiones, en este caso la formación de símbolos equivaldría a la formación del aparato psíquico en general y toda idea es símbolo de otra anterior en dicha formación.

    Un símbolo es representativo o sustituto de alguna otra idea de la que en el contexto deriva una significación secundaria no inherente en sí misma. Es importante notar que el flujo de significación es desde la idea primaria a la secundaria, al símbolo, de modo que típicamente una idea más esencial es simbolizada por una menos esencial.

    ¿Por qué es más esencial la idea primaria, la simbolizada? Las secundarias, siendo más abstractas, deberían abarcar aspectos más esenciales que las primarias, más primitivas; a menos que Jones considere a las secundarias menos esenciales en tanto se desarrollen a partir de significaciones secundarias. Pero aquí es importante destacar que el símbolo lo es a partir de otra idea y no, por ejemplo, de una parte del cuerpo, por ej. el pene o las heces: la primaria es la idea que se tiene del pene o de las heces (o del padre, etcétera).

    Representa al elemento primario por tener algo en común con él.

    Un símbolo se caracteriza por ser sensorial y concreto mientras que la idea representada puede ser relativamente abstracta y compleja. De este modo el símbolo tiende a ser más corto y condensado que la idea representada.

    Pero antes dijo, identificando el simbolismo con el progreso de la civilización, que las ideas más tempranas, más simples y más primitivas transfieren su interés y comprensión a ideas más difíciles y complejas, que en cierto sentido son continuaciones de las primeras y que las simbolizan.

    Modos simbólicos de pensamiento son los más primitivos, tanto ontogénica como filogenéticamente y representan una reversión a algún estadío más simple y temprano del desarrollo mental.

    Enfatiza el carácter primario y más elemental del símbolo, supongo que ligado a lo sensorial y concreto, también acá en contraposición a lo más difícil y complejo de las ideas-símbolos en su definición general.

    En su uso más frecuente un símbolo es una expresión manifiesta para una idea que está más o menos oculta, secreta o mantenida en reserva. En su forma más típica la persona que emplea el símbolo no es siquiera consciente de lo que realmente representa.

    El carácter de lo oculto no está necesariamente incluido en la definición más general.

    Los símbolos se asemejan al chiste en cuanto que se realizan espontáneamente, automáticamente y, en el sentido más amplio del término, inconscientemente.

    En resumen: un símbolo es una relación entre dos ideas, la primaria o simbolizada y la secundaria o el símbolo. Por lo tanto un símbolo no representa directamente una situación, un hecho, un objeto material o una parte del cuerpo, sino que representa una idea que a su vez representa (¿por qué no simboliza?) hechos materiales o experiencias concretas.

    Trataré de comparar las características de ambas ideas:

    Las caracterizaciones son confusas y contradictorias. Creo que insensiblemente pasa de una caracterización muy general del simbolismo como expresión del desarrollo mental a una más específica, influida en parte por el psicoanálisis, con una oscilación entre caminos regresivos y progresivos entre las ideas primarias y secundarias.

    Todo esto se refiere a una utilización más general del término símbolo; pero, según Jones, el verdadero simbolismo tiene una significación más precisa:

    "[...] el verdadero simbolismo, en sentido estricto, deberá distinguirse de otras formas de

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