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La Tierra Parecía Temblar: Hombre En Guerra: La Tofana Di Rozes, Castelletto Y La Forcella Fontananegra 1915-1917
La Tierra Parecía Temblar: Hombre En Guerra: La Tofana Di Rozes, Castelletto Y La Forcella Fontananegra 1915-1917
La Tierra Parecía Temblar: Hombre En Guerra: La Tofana Di Rozes, Castelletto Y La Forcella Fontananegra 1915-1917
Libro electrónico382 páginas5 horas

La Tierra Parecía Temblar: Hombre En Guerra: La Tofana Di Rozes, Castelletto Y La Forcella Fontananegra 1915-1917

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Las historias personales de más de 20 "héroes" que desempeñaron un destacado papel durante la construcción, diseño y explosión de la mayor mina de la Primera Guerra Mundial en los Dolomitas,  sobre la localidad de Cortina d'Ampezzo.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento2 mar 2021
ISBN9781071589229
La Tierra Parecía Temblar: Hombre En Guerra: La Tofana Di Rozes, Castelletto Y La Forcella Fontananegra 1915-1917

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    La Tierra Parecía Temblar - Enrico Varagnolo

    1915-1917

    ENRICO VARAGNOLO

    LA TIERRA PARECÍA TEMBLAR

    Hombre en guerra: la Tofana di Rozes,

    Castelletto y La Forcella[1] Fontananegra 1915-1917

    ––––––––

    ––––––––

    Associazione Storica Cimeetrincee

    Associazione Nazionale Combattenti e Reduci (sezione di Monopoli)

    Istituto del Nastro Azzurro fra Combattenti Decorati al Valor Militare

    Centenario della Prima Guerra Mondiale

    Portada:

    El Castelletto visto desde las posiciones austriacas en el Val Travenanzes

    (Ejército italiano - Museo del 7º Regimiento de Alpinos)

    ––––––––

    Allí están todos, despedazados, heroicos, los Caídos en las cimas y en los pasos del Cadore: los Alpinos, y los soldados de infantería que subieron a los Alpes: y, en una muerte que iguala, tampoco hay ya enemigos. Nadie habla, ya que no hay palabra más grande que el silencio en las montañas.

    Renzo Boccardi (Hombres contra montañas)

    Agradecimientos

    A Franco Licini por las historias de casi todos los protagonistas, a Alessandro Allegri por las informaciones sobre los lugares, a Simone Astolfi por algunos datos sobre los Alpinos del 7°, a Daniele Girardini por su juicio antes de la publicación, a Giuseppe Fusco por la historia de Giuseppe Esio, a Paolo Policchi por la historia de Aldo Ventani, a Beppe Ronco por el testimonio de su abuelo, a Emanuele Marchi por la ayuda con el alemán, a Francesco Quaglio por la fotografía del General Cantore, a Elisa Fiorelli por las fotografías de su archivo, a Pietro Pipoli por las fotografías de su archivo, a Rudy Michielin (Grafiche Antiga) por la fotografía de Eugenio Tissi, a Dario Fontanive y a Grafica Sanvitese por la fotografía de Domenico De Rocco, a la ANA (Associazione Nazionale Alpini) de Stradella por la fotografía de Gaetano Comolli, a Walter Riml para la fotografía de Hans Schneeberger, a Marco Barbieri por el uso de los mapas, al Museo Central del Resurgimiento en Roma, al Museo del 7º Regimiento de Alpinos Belluno, a la biblioteca del CAI (Club Alpino Italiano) en Turín, al profesor Antonio Bini por sus sugerencias, Leonardo Varagnolo por su constante presencia, a Erica Parma por sus consejos, apoyo... y a todo lo demás, que no está en este libro.

    Al utilizar material sujeto a derechos de autor, siempre se ha tratado de localizar a los propietarios legítimos de cada imagen para solicitarles permiso. Sin embargo, cuando esto no ha sido posible y si alguien cree que sus derechos legítimos han sido violados, nos disculpamos y solicitamos que se contacte con nosotros para poder resolver un asunto, sin duda, no deseado.

    Los mapas contemporáneos fueron cedidos amablemente por:

    http://www.webmapp.it/

    Índice

    Introducción

    El conquistador - Paul Grohmann

    La guerra llega a las Tofane

    El Refugio Wolf-Glanvell

    El Refugio Tofana

    Val Travenanzes

    Principales episodios de la guerra

    El ataque de junio de 1915

    El ataque de julio de 1915

    La reconquista austriaca del valle

    Col dei Bos

    Principales episodios de la guerra

    Los ataques de junio de 1915

    El ataque de julio de 1915

    Protagonistas

    Uno de los primeros caídos – Gaetano Comolli

    El diablo de las Tofane – Angelo Schiocchet

    Forcella Fontananegra

    Principales episodios de la guerra

    Los ataques de julio y agosto de 1915

    La caída definitiva, julio de 1916

    El flanco izquierdo: Tre Dita

    El flanco derecho: Némesis

    Protagonistas

    La primera pluma cortada y los 60 jäger

    Diez liras y una gaseosa – Luigi Reverberi

    El multi condecorado – Carlo Rossi

    El alpinista – Gino Carugati

    El misionero –Domenico de Rocco

    Cima Tofana

    Principales episodios de la guerra

    La ocupación austriaca

    La conquista italiana

    Protagonistas

    El segundo en la cima – Max Stark

    El Voluntario – Dazio De Faveri

    Castelletto

    Principales episodios de la guerra

    La amenaza

    Las últimas intentonas

    Protagonistas

    El partisano – Luigi Masini

    La chimenea – Ugo Ottolenghi di Vallepiana

    La mina del Castelletto

    Principales episodios de la guerra

    La reorganización invernal

    La construcción

    La explosión

    Protagonistas

    El ideador  – Giuseppe Tarditi

    El proyectista – Eugenio Tissi

    El defensor – Hans Schneeberger

    Un minador – Romano De Martin

    La logística – Domenico Dall'O

    El primero – Serafino Bortoli 

    El pilar – Giovanni Piovesana

    Sasso Misterioso

    Principales episodios de guerra

    La leyenda

    Los nuevos objetivos y las nuevas posiciones después de la mina

    El desastre del Belluno

    Protagonistas

    El comandante – Augusto Baccon

    El origen del misterio – Attilio Carrera

    El fuego amigo – Michele Fortini

    En el nombre del padre – Valerio Bellati

    Un Hijo de la Providencia – Giuseppe Esio

    El último de los héroes – Aldo Ventani

    Epílogo

    Cronología básica

    Mapas

    Fotografías

    Bibliografía

    ––––––––

    Introducción

    Hay varias cimas de los Dolomitas que pueden aspirar a ser indicadas como símbolo de la Primera Guerra Mundial: las Tre Cime de Lavaredo por la desconcertante belleza de sus paisajes circundantes, el Col di Lana y el Monte Piana por el inmenso valor y el extremo sacrificio de las tropas que lucharon allí, el Popera por el heroísmo y la audacia de las proezas alpinas que allí tuvieron lugar. Pero la montaña a la que he querido dedicar este libro es otra; desde lo alto de sus 3.225 metros de altura domina la cuenca de Cortina d'Ampezzo y, aunque es la más baja de un grupo de tres, es la que tiene las paredes verticales que fascinan a la mayoría de turistas y escaladores. Es la Tofana di Rozes, el escenario natural en el que explotó la mina más potente de toda la guerra en los Dolomitas: 35.000 kilogramos de explosivo fueron detonados a las 3:30 de la mañana del 11 de julio de 1916 para desalojar a los austriacos de las posiciones del Castelletto, liberando así la salida sur del Val Travenanzes. Ese valle es también el símbolo del holocausto de todo un batallón de soldados alpinos (la gran mayoría nativos del Véneto), el batallón Belluno. En las trágicas jornadas de finales de julio de 1916 este batallón, junto con los batallones gemelos Monte Pelmo y Monte Antelao y más soldados de infantería y alpinos, se lanzó al asalto tratando de aprovechar los efectos producidos por la explosión de la mina del Castelletto, pero el resultado fue muy distinto de lo previsto, y las pérdidas fueron elevadísimas. Pero la Tofana di Rozes es también la primera montaña en la que yo hice cima, a la asombrosa edad de tres años y medio; lo admito, no lo hice todo yo solo, sino que estuve, muy a menudo, en los brazos de mi padre, que me educó de inmediato en la belleza y el respeto por la montaña. Quizás también por esta razón, el primer libro que leí sobre la guerra en el frente de los Dolomitas fue el de Burtscher, Guerra nelle Tofane, en la traducción italiana de 1984, editado por Lint. Por todas estas. razones decidí dedicar un libro a esta maravillosa montaña, pero más que al monte en sí, o a los acontecimientos que tuvieron lugar en ella, he querido intentar narrar las historias de los hombres que fueron protagonistas de aquellos acontecimientos, porque es justo recordar a los hombres antes que a las batallas, a los individuos antes que a los ejércitos.

    La división de los capítulos del libro está hecha sobre una base geográfica, más que temporal, salvo la introducción y el final. Esto se debe a que he preferido narrar las gestas de los individuos, vinculándolas al contexto ambiental específico en el que se desarrollaron los hechos. Para ayudar a la comprensión del curso de los acontecimientos, he añadido al final un capítulo relativo a la cronología. No se profundiza en el tratamiento de los acontecimientos bélicos, pero espero que sea lo suficiente para hacer comprender el curso general de las operaciones bélicas, y así dejar más espacio a las historias de sus protagonistas individuales. Encontraréis muchas historias de gente sencilla, trabajadores, labradores, carpinteros, mineros, padres e hijos, casados y solteros. Algunos de ellos son muy conocidos y han tenido la oportunidad de vivir, incluso después de la Primera Guerra Mundial, contribuyendo posteriormente a la historia de Italia. Otros dejaron sus jóvenes vidas sobre las rocas de los Dolomitas, o en algún campo de prisioneros, olvidados durante años por un Estado que, durante los últimos 100 años, no ha sido capaz de darles el debido reconocimiento a sus inmensos sacrificios. Estos son los hombres que hicieron la historia del frente de los Dolomitas, estos son los hombres a los que queremos honrar, también en nombre de todos aquellos otros que nunca serán recordados, o cuya historia nunca será contada.

    El conquistador - Paul Grohmann

    Sábado 19 de septiembre de 1857: un naturalista y alpinista irlandés, Sir John Ball[2], es el primero en escalar un pico de los Dolomitas, alcanzando los 3.168 metros del Monte Pelmo. En Austria, un alpinista de diecinueve años que, un par de años atrás, había escalado el Grossglockner, acababa de vislumbrar en la distancia desde la Cima dei Colli Alti, esa maravilla de picos de los Dolomitas, y se quedó tan impresionado que se prometió a sí mismo escalarlos y conquistarlos todos. De hecho, unos años después dirá: Cuando desde las cumbres de los Tauri (Tauern en alemán), que había atravesado hasta entonces, vislumbré hacia el sur unas formas de ensueño, sobre las que, incluso el mejor libro daba muy poca información de un mundo montañoso, desde muchos puntos de vista aún velado por el misterio, decidí marchar a los Dolomitas y trabajar allí. Tanto como para merecerse placas y monumentos, vías y caminos dedicados a él. Se trata de Paul Grohmann, nacido en Viena el 12 de junio de 1838. Su familia es originaria de Sajonia; su padre Reinhold es un conocido y respetado médico, especialista en la lucha contra la peste, y Paul, junto a sus dos hermanas, puede permitirse vivir de forma bastante acomodada, sin tener ninguna preocupación económica. Hasta 1866 se le permite matricularse en la facultad de derecho sin tener que trabajar para continuar sus estudios, pero sus pasiones le condujeron, a menudo, a otros intereses, sobre todo, la montaña. Todo comienza en 1853, cuando un amigo lo invitó a pasar unas vacaciones en la zona de Gailtal en la Alta Carintia. Apenas tiene quince años cuando hace escalada en los Alpes Cárnicos, en la zona del Monte Peralba, pero sus primeras experiencias alpinas son bastante complicadas, sobre todo en lo que se refiere al equipo. El mismo Grohmann cuenta que, en 1855, realizó su primera excursión a un glaciar sin borceguíes y sin bastón de montaña. A menudo, debido a su corta edad y a su gran entusiasmo, será comparado con otro joven alpinista alemán, Georg Winkler, conocido como el meteoro, que murió en 1888 con sólo 19 años de edad en Suiza, en el Weisshorn, mientras intentaba, en solitario, superar su difícil cara oeste. En agosto de 1862, Paul pasó sólo unos pocos días en los Dolomitas, pero fueron más que suficiente para ir a Rocca Pietore y conocer a Pellegrino Pellegrini, uno de los primeros guías de montaña. Quiere alcanzar la cumbre de la Marmolada, la Reina de los Dolomitas. Su mayor ambición es ver su nombre escrito en el libro de las primeras conquistas, ¡y a cualquier precio! Lamentablemente no lo logra; de hecho, se ve obligado a detenerse en Punta Rocca, a cota 3.309 metros mientras que la cima de Punta Penia es 34 metros más alta, pero no desiste por ello, y de hecho la conquista se llevará a cabo un par de años después, acompañado, esta vez, por Angelo y Fulgenzio Dimai. El 19 de noviembre Grohmann, junto a otros dos estudiantes universitarios, fundó el Club Alpino Austríaco (Österreichischer Alpenverein, ÖAV), segunda asociación de montañismo de la historia, después del Club Alpino Inglés de Ball. En el primer año, sin embargo, sólo reúnen a 20 miembros. Al año siguiente parte de nuevo hacia los Dolomitas, con un plan, cuando menos, ambicioso; entre 1863 y 1869 Grohmann logra escalar, por vez primera, muchas cumbres de los Dolomitas, entre ellos las Tofane di Mezzo y de Rozes, el Sorapiss, el Antelao, el Cristallo, los Tre Scarperi y la Cima Grande di Lavaredo. Por tal motivo, a veces es recordado como el Cristóbal Colón de los Dolomitas, por su insaciable sed de exploración y de conquista. El 29 de agosto de 1864 sube a la Tofana di Rozes junto a otras tres leyendas del alpinismo de los Dolomitas de finales del siglo XIX, Santo Siorpaes, cazador y Landstürmer[3], Angelo Dimai llamado Deo, guardabosques y guardia de caza, y Francesco Lacedelli, llamado Checco da Meleres (por el nombre de la aldea de Cortina en la que vive), relojero que ya tiene cumplidos los sesenta y seis años, pero en el que Grohmann tiene una estima y confianza ilimitadas. La historia de la aventura en las Tofane, y otras, se publicó en 1877 en un libro titulado Wanderungen in den Dolomiten (Excursiones por los Dolomitas).

    Desde Cortina pasamos de nuevo por el Boite, y a través de Meleres y Pocol llegamos a los prados de Cian Zoppè, de donde se puede ver perfectamente la gran depresión entre los dos picos, cubierta de grava y escombros. Durante un buen rato avanzamos por un sendero verde, hasta que al final de la vegetación llegamos al extremo de las grandiosas, pero también penosas graveras. Quien quiera darse cuenta de la degradación de la montaña puede detenerse aquí, en el límite entre los últimos signos de la vida vegetal y el desierto rocoso; también aquí se puede disfrutar de la extraordinaria vista de las montañas de Ampezzo. Dejamos a la derecha la gran cascajera de grava que habíamos subido el año pasado y tomamos la que está a mano izquierda. Es mejor y conduce en media hora a otra cuenca que lleva directamente a Fontana Negra, un paso que permite descender del alto Val Travenanzes a la cabaña del pastor, que también sirve a los cazadores de rebecos. Desde el estrecho desfiladero podíamos observar el profundo Val Travenanzes sobre el que caen las espantosas paredes de las Tofane, que tienen delante, por la otra parte del valle, en dirección a Fanes, el Monte Cavallo. Desde Ampezzo hasta aquí, se pueden calcular de 2 horas y tres cuartos a 3 horas. Nuestra meta se distinguía a la izquierda, muy lejana; franjas de nieve cubrían las laderas moderadamente empinadas. Después de haber alcanzado la cresta de la montaña, de unos treinta metros de ancho, y siguiéndola, llegamos a la cima en hora y media. Esta vez el ascenso fue mucho más divertido porque a Checco y a mí se nos unieron, voluntarios, Angelo Dimai y Santo Siorpaes, también de Ampezzo. Para mostrar mejor el camino a los numerosos visitantes que vendrían después de nosotros, se erigió un mojón de piedras mayor que el de la otra cima que está frente a nosotros, y escalada en 1863. No me entretendré en describir los innumerables picos que se pueden ver desde allí arriba. Pero un detalle de este inmenso panorama circular quedará para siempre grabado en mi memoria: los temibles y escarpados acantilados de las otras dos Tofane, tan cercanos, y entre estas, a lo lejos, la punta extrema de la Croda Rossa d'Ampezzo, de un color rojo sangre, impresionante por el contraste con las grises paredes de piedra caliza de las Tofane. La subida de la Forcella de Fontana Negra desde Travenanzes no es aconsejable, porque la ruta es mucho más larga que desde Pocol y la subida por la Grava es mucho peor. La de Rozes es la más fácil de las tres Tofane.

    Con toda seguridad, los cuatro excursionistas no se imaginan que, medio siglo más tarde, la fácil ascensión que realizaron sería objeto de la atención de dos ejércitos beligerantes, que intentarán conquistar la cumbre y las laderas de esa montaña con todos los medios para asegurar su dominio sobre el Val Travenanzes de allí abajo. En 1875, usando la experiencia adquirida durante sus excursiones, Grohmann publica el "Karte der Dolomit Alpen a escala 1:100.000. Sin embargo, mientras tanto, sus hazañas alpinas cesan al verse agotado el patrimonio paterno tras la grave crisis económica de 1873 (declaró a un amigo que había perdido hasta 100.000 florines de la noche a la mañana). Pero los últimos años de su vida los pasó en una modesta habitación de Viena, siempre con gran dignidad y recibiendo muchos honores por sus memorables hazañas alpinas. A pesar de todo, con las ascensiones de Grohmann comenzó la temporada dorada de la Perla de los Dolomitas" del Imperio Austro-Húngaro, que ve a montañeros experimentados y a excursionistas más modestos, pero igualmente entusiastas que vienen de todos los países para admirar las maravillosas vistas de los valles y escalar los picos recién conquistados por los pioneros del alpinismo moderno. Primero, el desarrollo del turismo de montaña, y más tarde, del turismo más popular, hará de Cortina d'Ampezzo uno de los lugares más famosos y renombrados de toda la cadena alpina. El alpinismo ya no será una experiencia reservada a unos pocos, sino que se convertirá en un deporte con miles de practicantes. Los 20 miembros del Club Alpino Austríaco del año de su fundación llegarán a ser 100.000 en vísperas de la guerra, pero Grohmann ya había muerto, el 31 de julio de 1908, de un edema pulmonar en su Viena antes de ver el extraordinario éxito de su criatura, que hoy en día cuenta con unos 400.000 miembros. El municipio de Cortina d'Ampezzo le dedicó una calle en pleno centro en 1963, con motivo del centenario de la conquista de la Tofana di Mezzo. Además, también se le dedicó la Alta Vía Núm. 4, que parte de San Candido y termina en Pieve di Cadore, pasando por los grupos de los Dolomitas conquistados por Grohmann: Tre Scarperi, Tre Cime di Lavaredo, Cadini di Misurina, Sorapiss y Antelao.

    ––––––––

    La guerra llega a las Tofane

    Desde el estallido del conflicto en 1914, Austria sintió la necesidad de defenderse de Italia, un aliado que siempre se había considerado poco fiable y demasiado sensible a los llamamientos de la Triple Entente[4] que podía atraer al recién establecido Reino de Italia con la promesa de Trento y Trieste, los únicos territorios que aún faltaban en el diseño del Risorgimento de la Italia Unida. En realidad, ya en 1908, cuando Italia todavía era firmemente aliada de Austria-Hungría, el jefe del Estado Mayor austríaco von Hötzendorf había propuesto aprovechar las dificultades italianas tras el terremoto de Messina para una acción militar. La propuesta se volvió a presentar tras la intervención italiana en Libia, pero, en ambas ocasiones, el Emperador lo rechazó. Así que, en 1914, mientras las tropas austriacas se movían contra Rusia y Serbia, comienza a plantearse la nada despreciable cuestión de la defensa de la frontera sur. La defensa del Tirol fue asignada al teniente general von Können-Horak y dividida en Rayons (Secciones o Sectores): el Rayon V, desde el Passo[5] Pordoi hasta el Monte Peralba, fue confiado al coronel Ludwig Pengov, comandante del 1er Batallón de Fortezza y los dos Abschnitt (subsectores) 9 y 10 del Rayon, respectivamente, a los capitanes Anders y Caravenna de los Landesschützen[6]. A partir de agosto de 1914, se procede al equipamiento de las fortificaciones a lo largo de la frontera y el coronel Pengov recibe el encargo de realizar los estudios necesarios para la preparación de una línea de defensa en los Dolomitas. Dicha línea de defensa tenía que cumplir tres requisitos básicos, a saber:

    • que esté lo más cerca posible de la frontera del Estado;

    • que se base en las fortificaciones y barreras ya edificadas alrededor de 1880 que son, de sudoeste a noreste: La Corte y Ruàz (Col di Lana), Tre Sassi (passo Falzarego), Pratopiazza y Landro (Carbonin), Haideck y Mitterberg (Montecroce Comelico);

    • que sea continua.

    Sin embargo, Pengov tiene que lidiar con los rusos, el Frente Oriental y la relativa escasez de hombres y materiales, por lo que no es posible establecer una línea continua, como en las peticiones originales del Cuartel General de Defensa del Tirol. Pengov tiene que conformarse con lo que tiene a su disposición y, como buen pragmático, obra en consecuencia. En noviembre de 1914, reuniendo a unos mil guardias de ferrocarril, formó el 165º Batallón Landstürm, que formaría el núcleo central de la defensa de todo el sector. En el transcurso de una reunión con el general alemán Krafft von Dellmensingen, es el propio Horak quien retrata la situación de la defensa del Tirol como muy delicada. "Estamos en vísperas de una invasión italiana. Hemos construido una débil línea de defensa en la frontera, pero no tenemos hombres para defenderla [...] Todas nuestras tropas están en el frente oriental y por el momento no podemos retirarlas. Hemos convocado a los Standschützen, pero no podemos predecir lo que pasará si los italianos nos atacan enérgicamente. Tampoco debemos olvidar que los batallones de Landstürm están formados por soldados declarados no aptos para el servicio, o veteranos a los que hemos entregado un fusil por pura necesidad, pero no podemos confiar mucho en su aguante. Durante el invierno, se realizan costosos trabajos para mantener libres de nieve los pasos, para construir depósitos y espacios sanitarias. Sin embargo, la zona de las Tofane se ha mantenido al margen de esta frenética actividad. Los baluartes de los extremos ya se han establecido: al sur el Fuerte de Tre Sassi con el Sasso di Stria, al norte el casi-fuerte" de Son Pauses y el Val di Fanes. Con la excepción del macizo de Lagazuoi, que debe incluirse necesariamente en la línea, la decisión crucial es si se pasa esta línea a través del grupo de las Tofane o de Fanis – Vallon Bianco. Las consideraciones que conducen a la segunda opción son, fundamentalmente, dos. La primera es de orden logístico: las Tofane tienen, en general, rutas de acceso muy difíciles e incómodas, por lo que llevar suministros y hombres a lo largo de esa línea sería costoso y complicado para un ejército que ya tenía una grave penuria de medios y hombres. La segunda, en cambio, es de orden práctico: desde mucho antes del comienzo del conflicto con Italia, los habitantes de Cortina d'Ampezzo, ya por aquel entonces reconocida por sus alojamientos turísticos de las que extrae la mayor parte de su riqueza y fama internacional, han estado presionando a las autoridades y a mandos militares austríacos para que su población no se encuentre, justamente, en primera línea de fuego.

    Fotografía 2 - Incendio en una aldea de Cortina (Archivo de Enrico Varagnolo)

    En este sentido, la opinión de Burtscher[7] resulta clara y lapidaria: Si la línea de defensa hubiera unido las Tofane con la Forcella de Fiorenza y el Col Rosà, Cortina se habría visto reducida, inevitablemente, a un montón de gravas y escombros. Y esto se debe a que los italianos habrían tenido que partir de Cortina para llegar a las montañas desde las que los austriacos habrían tenido que bombardear a los atacantes, causando daños a los edificios y a las vías de comunicación. Pero la elección no puede ser forzosamente tan clara. De hecho, no es concebible dejar a los italianos posiciones preciosas como la Forcella de Travenanzes, la Cima Falzarego, el Col dei Bos y el Castelletto que dominan la ruta al Passo Falzarego, y los collados que constituyen el acceso meridional al Val Travenanzes. También hay dos puntos de apoyo fundamentales en la zona que tampoco pueden dejarse a los italianos, puesto que constituyen puntos de observación privilegiados, así como posibles refugios para pequeñas guarniciones. Se trata del refugio Wolf-Glanvell en el Val Travenanzes y el refugio Tofana cerca de la Forcella de Fontananegra. La línea trazada asume, por lo tanto, una configuración según la cual hay una línea defensiva sólida y casi continua de fácil acceso, frente a la cual hay algunas trincheras y puestos de avanzada no conectados entre sí, con el único propósito de frenar en lo posible la penetración de las tropas italianas (Mapa 1). Esta disposición, sin embargo, no resulta del completo agrado de algunos mandos austriacos; Burtscher sostiene que: De esta manera, esto condujo a una desafortunada e híbrida situación. Las alturas dominantes, es decir las Tofane, quedaron a merced del enemigo, y al mismo tiempo, se defendieron el valle y los pasos. Esto perjudicó mucho a la defensa de este sector e indudablemente, si se hubiera permanecido fiel a la línea planeada inicialmente, se habrían evitado numerosas y amargas pérdidas, creando un sector de defensa más tranquilo. Así en cambio, su favorable situación incitó a los italianos a lanzar continuos ataques, y, por otra parte, nuestros mandos ya no podían decidirse por abandonar esas posiciones, después de que los principales asaltos habían sido rechazados y algunos puntos, en particular el Castelletto, habían demostrado ser de una extraordinaria eficacia e importancia. Pero ese no es el único parecer contrario. Igualmente, el comandante del Deutches Alpenkorps (DAK), el general Krafft von Dellmensingen, es del mismo parecer y se lamenta, en numerosas ocasiones en su diario de la obstinación austro-húngara por querer seguir defendiendo el Val Travenanzes. El 13 de junio, después de los primeros ataques italianos, escribe: Desde mi punto de vista, será extremadamente difícil conservar de manera duradera la línea [...] Goiginger me ha informado que cree que la posesión del valle está totalmente asegurada, y por tanto no tiene intención de renunciar a ella. De nuevo el 10 de julio, cuando los ataques italianos comienzan a ser apremiantes, observa preocupado que el enemigo no ignora la debilidad de la posición y ahora ya penetra por todos lados. Sin embargo, sus ideas están contenidas en las declaraciones del 26 de julio, cuando con rabia afirma que el amenazado valle se traga, cada día, un número creciente de tropas [...] Con fuerzas mucho menores y mucho menos esfuerzo, podríamos haber retenido la cadena del Fanis. El juicio del austríaco Burtscher encaja perfectamente en cuanto al fondo: No obstante, si se tiene en cuenta la escasa influencia de este tramo de frente de alta montaña sobre la marcha de una guerra mundial, parece oportuno, por tanto, ahorrar fuerzas en dichos sectores, llegándose a la conclusión de que habría sido mucho mejor renunciar al Val Travenanzes y abandonarlo, sin dudarlo, en manos del enemigo. El único que está convencido de que este dispositivo es efectivo y debe mantenerse es el mariscal de campo Ludwig Goiginger, quien, desde principios de junio, ha estado al mando de la División Pustertal, encargada de defender el Rayon V de la Defensa del Tirol. Seguramente, su firme convicción fue, en cierto modo, ayudada por la prudencia italiana al enfrentarse al frente de los Dolomitas, especialmente en el primer mes y medio de guerra. De hecho, el despliegue inicial de las tropas austriacas en el sector es realmente reducido, por no decir irrisorio. En el Val Travenanzes están desplegados los Standschützen del batallón Silz (4 compañías, procedentes respectivamente de las ciudades de Silz, Oetz, Umhausen y Haiming) a las órdenes del mayor Praxmarer, a los que se une a principios de junio un pelotón del III Regimiento Landesschützen formado por 107 hombres bajo el mando del sargento mayor Klapeer[8]. La distribución de fuerzas en los puntos avanzados era la siguiente:

    • en la Forcella Travenanzes; 2 oficiales, 6 suboficiales y 54 hombres

    • en el Col dei Bos: 1 oficial, 5 suboficiales y 25 hombres

    • en el Castelletto: 1 suboficial con 8 hombres

    • en la Forcella Fontananegra: 1 oficial, 6 suboficiales y 35 hombres

    • en la entrada a Val Travenanzes (a 1.780 m. de altitud): 1 oficial, 8 suboficiales y 26  hombres.

    completamente desguarnecido hasta la salida del Val di Fanes, donde se encuentra la mitad de la 2ª compañía del 165º Batallón Landstürm bajo las órdenes del teniente Höpperger. La densidad de las tropas es tan baja que es posible enumerar los hombres de la guarnición en las diferentes posiciones que llevan su nombre. "Entre las rocas situadas inmediatamente al sur de la cascada estaba la Andreas-Hofer-Wand, que los tiroleses habían adaptado para su defensa, bajo la dirección del suboficial Kirchmayer; más arriba estaban los Schwabenköpfe (cabezas de los suabos), macizos rocosos en los que los hombres de Vorarlberg, con el suboficial Aberer, los jefes de patrulla Konzett, Neyer y otros más, cumplían con sus obligaciones. El sargento Flügel, cazador y tirador, ocupaba el puesto Flügel con un par de sus camaradas en el Vallon Bianco; el suboficial Fuchs vigilaba, al otro lado del valle, al Becchei, desde la pared Fuchs, en la dirección contraria, hacia la Forcella Fiorenza. La hondonada Zünd estaba al mando del suboficial Zünd, mientras que los vieneses se habían construido una sólida trinchera en el Wiener Wald". A esto se añade el hecho de que el transporte de todos los materiales es responsabilidad de las mismas tropas que están preparando las posiciones: comida, municiones,

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