Elogio del demonio
()
Información de este libro electrónico
Lee más de Eusebio Ruvalcaba
Cuentos para leer en navidad Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones52 Tips para escribir claro y entendible Calificación: 4 de 5 estrellas4/596 grados Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa tumba del alacrán Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDejar huella: Perros de papel, de la memoria, de la imaginación Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Gusanos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUna mosca devastada y deprimida sobreviviendo en un hilo de sangre Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPocos son los elegidos perros del mal Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Relacionado con Elogio del demonio
Libros electrónicos relacionados
Dormir en tierra Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesElogio del demonio Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Gusanos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesBoca diminuta Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTreinta decasilabos descalzos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl lenguaje es una fuente de malos entendidos. 101 literatos del mundo hispano Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUna mosca devastada y deprimida sobreviviendo en un hilo de sangre Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDiez relatos, diez miradas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl arte de mentir Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesNina Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTransa poética Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesÁngeles, putas, santos y mártires Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl Zarco Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSombras detrás de la ventana: Cuentos reunidos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Barbarismos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La voz perdida Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl enemigo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones28 poemas minimalistas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa palabra sagrada. Antología Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Paraíplos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTodo este silencio Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Nostalgia de la muerte Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Laberintos y tigres Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Antología general de la poesía mexicana: Poesía del México actual. De la segunda mitad del siglo XX a nuestros días Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSilabario del camino: Poesía reunida 1973-2014 Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Palabra el cuerpo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuentos de horror (Golden Deer Classics) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesObras escogidas: Poesía, autobiografía, ensayo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesÚltima función Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPoética para acosadores: Nueve cuentos de violencia, locura y soledad Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Relatos cortos para usted
Colección de Gustavo Adolfo Bécquer: Clásicos de la literatura Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Colección de Edgar Allan Poe: Clásicos de la literatura Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Las cosas que perdimos en el fuego Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Vamos a tener sexo juntos - Historias de sexo: Historias eróticas Novela erótica Romance erótico sin censura español Calificación: 3 de 5 estrellas3/5El llano en llamas Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El gallo de oro y otros relatos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Donantes de sueño Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Cómo besa: Serie Contrato con un multimillonario, #1 Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Hechizos de pasión, amor y magia Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El profeta Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Me encanta el sexo - mujeres hermosas y eroticas calientes: Kinky historias eróticas Calificación: 3 de 5 estrellas3/5El psicólogo en casa Calificación: 4 de 5 estrellas4/5¿Buscando sexo? - novela erótica: Historias de sexo español sin censura erotismo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Cuentos de León Tolstoi: Clásicos de la literatura Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos peligros de fumar en la cama Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Cuentos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El reino de los cielos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Cuentos de Canterbury: Clásicos de la literatura Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Hombres duros y sexo duro - Romance gay: Historias-gay sin censura español Calificación: 4 de 5 estrellas4/5EL GATO NEGRO Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El señor presidente Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Selección de relatos de horror de Edgar Allan Poe Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El Caballero Carmelo y otros cuentos Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Hasta la locura, hasta la muerte Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos divagantes Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El césped Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El diablo en la botella (Un clásico de terror) ( AtoZ Classics ) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Cuentos de horror Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La paciencia del agua sobre cada piedra Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Cuentos de la selva Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Comentarios para Elogio del demonio
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
Elogio del demonio - Eusebio Ruvalcaba
Elogio del demonio
EditorialElogio del demonio (2021)
Eusebio Ruvalcaba
D.R. © Editorial Lectorum S.A. de C.V. (2013)
D.R. © Editorial Cõ
Leemos Contigo Editorial S.A.S. de C.V.
edicion@editorialco.com
Cõeditor digital
Edición: Enero 2021
D. R. © Portada e interiores: Daniel Moreno Imágenes de portada e interiores: Shutterstock.com
D.R. © Diseño de Portada: Ana Gabriela León
Prohibida la reproducción parcial o total sin la autorización escrita del editor.
Índice
.
Un regalo para Joachin
Elogio del demonio
70 florines
La Pietà
Oídos
En los aposentos reales
Berlioz
Un cuarteto sin nombre
Trágica dulzura
En las estepas Canadienses
Bajo el mando de la nieve nórdica
Temperamento
La partitura sagrada
Más allá de la música
El Apolo Húngaro
Padre e hijo
Dante Michelangelo Benvenuto Ferruccio Busoni
La plegaria
La mosca
La pasión de un violinista
Episodio en la vida de una cortesana
Gottfried Bach
En el negocio del señor Dvořák
La música
Un niño en Notre-Dame
Historia de una noche
Tenso como la cuerda de un violín
Ujier a la puerta
María Schumann
Stalin
Urdimbre musical
Aritmo de blues
El Estorbante
Zum Roten Igel
.
Smilovits
Un lector equis
Tuve el impulso de arrodillarme
.
Ayúdame por medio de la literatura
Schubert
Para mi hija Érika Coral, con quien comparto el amor
por la música y el asombro por la palabra escrita.
Para mi hijo León Ricardo, violinista.
Para mi hijo Alonso, escritor.
El autor agradece el apoyo
del Sistema Nacional de Creadores del Conaculta
Un regalo para Joachin
Por enésima vez, Johannes Brahms arrojó al cesto de la basura la partitura de su concierto para violín y orquesta.
Que no quedara satisfecho no era lo más grave.
Desde que concibió el bosquejo original, lo primero que había hecho fue enviárselo a su amigo Joseph Joachim. Confiaba ciegamente en la opinión del esclarecido violinista. Más que en la de cualquier otro músico —incluida Klara Schumann, a quien también solía consultar—, sin importar de quién se trataba. Y no era para menos. Joseph Joachim era uno de los violinistas favoritos de público y crítica. Más o menos de la misma edad que él mismo, lo admiraba hasta la devoción. En muchos sentidos eran afines. Reservados y discretos, enemigos de la vulgaridad en cualquiera de sus manifestaciones, solteros empedernidos —aunque a la postre Joachim contraería matrimonio con una soprano ilustre—, propensos a la lectura de poesía y en general a las bellas artes, los dos eran bien parecidos y admirados por las mujeres. Pero ninguno estaba dispuesto a dar su brazo a torcer —libre pero solitario
, se hacía llamar Joachim; libre pero alegre
, le gustaba a Brahms que le dijesen.
Era el primer concierto para violín que surgiera de la pluma de Brahms. Le preocupaba enormemente, lo mismo porque estaría dedicado a su amigo, que porque aún pesaba en su corazón el fracaso que había sido el estreno de su primer concierto para piano, veinte años antes, en 1859 —justo el año que Joachim fundara su cuarteto de cuerdas y que bautizaría como Cuarteto Joachim. El público lo había silbado y arrojado cojines al escenario. Lo habían insultado en la prensa, y él había logrado mantenerse impertérrito. Y contra lo que sus allegados temían —que se sumiera en la depresión más profunda, o de plano en la amargura devastadora—, no aconteció. Al día siguiente estaba como cualquier cosa. Había aprendido la lección: hacer su mejor esfuerzo y no esperar nada de nadie. No en balde le había escrito a su admirada Klara Schumann, siempre en el tono socarrón que lo caracterizaba: Mi concierto fue muy bien. Tuve dos ensayos. Habrán llegado por ahí rumores de que fue un fracaso total: hubo el más absoluto silencio en los ensayos, y en la audición (donde sólo tres personas aplaudieron) fue incluso silbado. Disfruté bastante de la música restante y no pensé demasiado en mi concierto, pues nada de aquello me impresionó
. Otra faceta de la personalidad brahmsiana veía la luz. Esta vez en el corazón mismo de la sabiduría. Humana y musical.
Así que ante la partitura en blanco, se planteó una vez más el desarrollo de la obra. Jamás improvisaba una nota. Nunca se daba el lujo de que —como le sucedía a muchos compositores— el azar decidiera por él. Las melodías no le venían estrictamente de la improvisación —o de la introspección—, sino de ese bagaje musical que yacía en su cabeza. Cientos de melodías de extracción popular, miles de notas que había oído desde niño, lo mismo en sus travesías por la ciudad de Hamburgo que en sus escasos paseos por los alrededores, bullían como si se estuvieran cocinando en una olla de aceite hirviendo. Puso la música en el atril del piano y se sentó a tocar. Primero una nota y luego otra, le darían la pauta para arrancar. Siempre era lo mismo. No principiaba a partir de lo que su cerebro le dictara sino de la sonoridad. Que para él era la materia prima de su trabajo. No las ideas, sino los sonidos de las ideas. Ése era su precepto. Seguir siempre la orden de la música, no de sus conceptos.
Vino a su mente la expresión de Joachim con su Guarnerius al hombro. Todo lo hacía ver como sólo un gran maestro podía serlo.
Dejó la pluma en el tintero de plata que le habían obsequiado las chicas de un coro femenino que lo admiraba por encima de todas las cosas. ¿Cómo se llamaban? Las empezó a recordar una por una. Como si les pasara lista. Primero el nombre, luego el rostro, enseguida el apellido y por último la voz. Pero ya estaba distrayéndose una vez más. ¿Dónde estaba su poder de concentración, que todos ponderaban como excepcional? Dejó la pluma, cerró los ojos y tomó aire. Barrió su mente de impurezas, Joachim incluido. Y prosiguió su trabajo una vez más, ahora sí en definitiva.
Elogio del demonio
Para Coral
Paganini cargó por encima de él a su hijo recién nacido. El niño lanzó un grito que se escuchó hasta más allá de las habitaciones reales. Favorito de la nobleza, no faltó quien le ofreciera habitación y servicios médicos dignos de un soberano. Paganini aceptó. Siempre estaba de acuerdo en recibir cualquier dádiva que proviniese de la clase encumbrada. Ganaba dinero a montones —con Liszt, era el intérprete mejor pagado de la historia, además de su propio empresario—, pero le gustaba extender la mano y apretarla con los billetes bien aferrados.
Ahora se encontraba en el palacio de la condesa Francesca de Fiutti, de quien varios se disputaban sus favores. Pero ella no veía a ningún otro más que a Niccolo Paganini. Precedido de una fama sólo comparable a la de Rossini, se contaban de Paganini atribuciones demoniacas. Que si había hecho un pacto con el diablo —había quien aseguraba haberlo visto ensayar sus famosos Caprichos con Satán deteniéndole el arco—; que si su enorme y desorbitada melena ocultaba dos cuernos nacientes; que si hablaba un idioma extraño e ininteligible, sólo para unos cuantos sectarios; que si un rabo le brotaba de la espalda.
Mientras su esposa (ella y la condesa se soportaban cordialmente) lo miraba subyugada —aunque nadie podría decir si por el violinista o por su bebé—, la mente de Paganini era un marasmo. Se preguntaba qué nombre ponerle al niño. En primer término, que hubiese sido varón ya era para él harto significativo. Él había sido un niño golpeado. Sin el menor ápice de piedad, su padre solía golpearlo cada vez que daba una nota falsa. Como había acontecido con otros padres de niños músicos, quería ver en su hijo a un Mozart, que encima de todo lo sacara de pobre. Su padre había sido así con él, pero él no lo sería con su hijo. Nunca. Y sin embargo, encontró un parecido notable entre su hijo y su violín. Si a los violines se les ponía nombre, por qué no a su hijo. Un nombre de violín.
Tenía al niño bien afianzado con sus largas y enflaquecidas manos. Lo admiraba como acostumbraba admirar un violín. Ningún detalle pasaba inadvertido para él. Lo mismo se detenía en el barniz que en el remate, en las efes que en la encordadura. Y entonces se ponía al hombro aquel instrumento y tocaba. Cuántos violines había mandado al diablo porque no correspondían al precio.
En tanto el recién nacido no dejaba de llorar, su vista recorría cada parte del cuerpo de su hijo: la hinchazón de sus rasgos por el esfuerzo al pasar por el canal de parto; lo escaso de su pelo, pegado a la cabecita; el aroma de su aliento; su lengua, perfecta y de color rosado; lo diminuto de su nariz, como un pellizquito sobre la cara; la