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La ternera
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Libro electrónico82 páginas1 hora

La ternera

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La historia de los abusos a una menor narrada con una extraordinaria fuerza literaria. Un libro incómodo y necesario. 

Un solo gesto bastó para hacer de ella una ternera. Pequeña, tanto que no sabe que ha sido colocada en un lugar que no le corresponde. Abismo en sus ojos de mar y la mirada llena de estupor. Su casa se ha convertido  en un sin lugar. La casa vecina −la casa amiga− ha hecho de ella una carne de primera vez, sin tener edad para ello. Ahora ya todo es soledad. 

La ternera hace de la contención un recurso afilado para narrar una realidad que nadie quiere ver, la de un abuso. Habla del dolor y la vergüenza, de la culpa impuesta y del silencio como forma de resistencia. Un libro de una altura literaria que ineludiblemente nos toca. Un libro incómodo, duro y al mismo tiempo lleno de ternura.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 ene 2021
ISBN9788433942180
La ternera
Autor

Aurora Freijo Corbeira

Aurora Freijo Corbeira (Madrid, 1965) es traductora, editora y profesora de filosofía. Ha publicado el libro de filosofía para niños Cuidado, Sócrates se acerca y los ensayos filosóficos Perdidos para la literatura y Tanta luz. Pasolini. En Anagrama ha publicado las novelas La ternera y Cuerpo vítreo. Traductora de Ensayos de Teodicea de G. W. Leibniz y El sueño del centauro. Conversaciones con Pier Paolo Pasolini de Jean Duflot, ha participado en el programa Puerta de la Cultura, de la Universidad Carlos III de Madrid, y en el ciclo Los lunes, al Círculo, del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Colaboradora en medios como Bollettino Filosofico, Quaderns de Versàlia, Ápeiron, Tres en suma y Letras Lacanianas, actualmente escribe en la sección «Tribuna» del diario El País y dirige la editorial Las migas también son pan.

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    La ternera - Aurora Freijo Corbeira

    Índice

    Portada

    Quieta

    La cuerda de pita

    La liebre

    Rosado

    No le ve la gracia

    Se la van a comer

    Hurí sin edén

    El pájaro no canta

    La madre

    Como el mar

    El círculo

    El 4.º piso

    La casa de la carne

    El sitio del frigorífico

    La entrega

    La cartera en su hombro

    Doce baldosas

    El baño inútil

    Rojo corazón

    La lana no abriga

    De primera

    La respiración corretea

    La Lali

    Para que el peso no sea tan

    El cordón

    Naranja

    Blanco

    Canta la carne

    Un calor

    La vergüenza

    Ya no hay lugar

    Tac-tac

    No era el sapo

    Cara de cerdo

    La distancia de rescate

    El corazón mechado

    Silogismos de herbívora

    La bestia

    El cielo del paladar

    Noche en el monte pelado

    Es lo natural

    Sentarse sobre su sexo

    Tomasín

    Nadar

    Que no la haga inepta para vivir

    El secreto

    La otra madre

    Una virgen

    Por corazón

    Nuca de visón

    Cabeza de azotea

    Sinécdoque

    La vaca reina

    La risa

    Para qué este sacrificio mío

    La muerte en la nuca

    Causa-efecto

    Una intemperie

    Color carne

    La vaca tuerta

    Poner y quitar

    Cada lengua tiene su modo de decir

    La soledad huesuda

    La niña que es

    La galga

    Un trozo de mi corazón

    Astrágalos

    Blanca

    Agradecimientos

    Créditos

    A Paco

    Pues muertos están los ángeles [...]

    PAUL CELAN,

    Amapola y memoria

    ¿Quién, si yo gritara, me oiría

    desde las jerarquías de los ángeles?

    RAINER MARIA RILKE,

    Elegías de Duino

    QUIETA

    Quieta, piensa, si es que es un pensamiento, que no le importaría morirse. Tampoco no morir. No parece funcionar en su cabeza el silogismo disyuntivo, al menos en este asunto. Le es algo indiferente, pero tal vez muerta dolería menos. Si se la llevase el viento o si no despertara, nada cambiaría demasiado, pero descansaría. Le asoman a la cabeza las hortensias azules de su madre y las flores celestes de su pared.

    Inexplicablemente, desoídos sus lamentos, amanece de nuevo con la rutina brutal. El ancla que es su pantalón bajado hasta las rodillas en esas tardes ya no se separará de sus pies durante años, quizá nunca.

    ¿Qué interminable conversación hay entre todos ellos que impide que la vean? Su padre mira a su madre, su madre mira a su hermana, los dos miran a su hermano recién nacido. Allí se paran todos los ojos. Puede quedarse dormida sobre el suelo sin que nadie lo note. No es divertido, aunque la madre crea que el desorden engrandece y aligera. Toda ella es un sinsentido.

    Puede volver a casa con la falda del revés y nadie repara en ello. ¿Cómo no darse cuenta de lo que sucede en una falda de cinco años? No piensa comer. No va a abrir la boca: ni para comer, ni para hablar. Bien cerrada. Toda ella cerrada, en lo que pueda.

    Qué sordera de casa. De acuerdo: si se trata de tener secretos, habrá que tenerlos.

    Otra vez huele mal en la escalera. Todos los chicos se ríen del asunto; es repugnante. Es el olor del 3.º B. Ahí vive el zapatero. Se tapa la nariz porque lo hacen todos los demás. Sin embargo no es lo único putrefacto, bien lo sabe ella, y de nada vale taparse la nariz. Ni no respirar.

    Bien lo sabe ella.

    LA CUERDA DE PITA

    El padre se reía de aquel vecino flaco y desmadejado porque en lugar de un cinturón se ajustaba el pantalón con una cuerda de pita. De pita; a ella le hacía gracia esa expresión de resonancias de gallina. La risa de su padre no era franca sino algo cobarde, enredada, gallega al fin y al cabo. Reía igual cuando hablaba de unos perros de su pueblo de niño, perros emaciados, como galgos sin cuidados, cuya extrema delgadez, decía, les hacía caminar juntos para formar una pobre unidad que permitiese resistir la soledad

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