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Luz de viento
Luz de viento
Luz de viento
Libro electrónico146 páginas50 minutos

Luz de viento

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En tanto poeta, José Homero ha decidido privilegiar el sentido de la vista: sus poemas son construcciones imaginales que al desplegarse reconstruyen un mundo de valores alterados y febriles. En su obra hay una conexión directa entre el poema que ocupa la página y el soplo de la inquietud que se apodera de la conciencia del lector. Sus versos están inscritos en la mejor tradición de las vanguardias hispánicas: su mundo es hostil y es otro, pero siempre regresa al nuestro. Creador de vena decididamente terrestre, mira al mundo como una serie de casualidades que, de pronto, pueden prodigarnos una gota de belleza gracias al conjuro del poema.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 nov 2013
ISBN9786071616852
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    Luz de viento - José Homero

    Mexico

    I

    UNA MAÑANA concluye de súbito el verano.

    Amanece más tarde y la mañana no es de oro sino azul,

    un azul sedimentado por las entrañas de la tierra,

    y un hervidero de hojas comienza a murmurar

    carcomidas por la oruga del otoño.

    El mundo entero arde con una desazón insoportable.

    Quemadas hojas

    se desprenden del calendario vencido

    planean

    moribundas falenas

        en la lengua bífida del aire

    caen en tierra

    la negra tierra convertida en tumba,

    de miríadas de cacerolitas

    membranas que mis pies trituran

    apenas si escuchándose

    el crujido

    DE NIÑOS solían cegar pájaros cerca del pantano

    He visto

        los cadáveres de esas aves

      en los tendederos

    batiendo el aire

      con sus yertas alas

    cuando

      el viento entra por sus picos

    y con un silbo sale de sus cuerpos

        por el ano

    cierta vez

    cuando el silfo del norte nos impele a refugiarnos

    en el seno de vuestras mujeres

        levantando el pezón con la cautela

    de quien gira

       el pomo de un

    veneno

    escuché

    ese siseo

    delicuescente

        cerrando

    lo mejor que pude

        procedí a retirarme

    aprisa                                            Había

     en sus pupilas

           el vuelo torpe

        de esas

      aves

    CRUZA la multitud el invisible puente

    que separa una orilla de la otra.

    Raudos los cuerpos

    en sí protegen

        su abandono.

    Siembra la ciudad un ejército de

    hachas

    resguardan las riberas

    cavan fosos

    terraplenes afirman

    en sus trampas quedan

    sombrías chochas

    Húmeda espesura del asfalto

    el viento de los autos estremece

    Hojas

    miríada de frutos

    en la tenue agitación

    de los sentidos

    … y el guiño cómplice de astros

    Hay quien halla indicios

    o recuerda espasmos en las vísceras

    Desolados cielos

        soles tan distantes

    Los ojos repiten ese movimiento

    No hay espejos

      No yace No palpita el espacio contra el suelo

    Formas que son eco de las cosas

    ligero error de refracción

      en la candente noche augusta

       la impresión virada

      (el verde) (el rojo)

    para causar la imagen de vida

    de exacta dimensión

    [Asalto]

    Cada rostro se persigue

    espera

      la señal

    que signos de comercio augurasen

    Parvo conjuro el de la seca sangre

      en el alambre un gorrión empavesado

    En las pupilas

    tus cenizas

    en la pétrea efigie

    de los antepasados

    la palpitación de los fantasmas

    la vacilante llama que proyecta contra las artesonadas

    bóvedas de esta calle

    murciélagos o pámpanos

    conduciendo mis legiones

    a extraña ínsula de Angustia

    ahí nos esperaban ya las tropas en número de trescientos

    A Rafael Antúnez

    El hopalita

    Lo vieron descender de un navío sin banderas

    Era el único

    y sus sandalias hollaron

    el arenoso cuerpo de la ciudad en el crepúsculo

    lo vieron los estudiantes deprimidos

    persiguiendo sombras en los árboles

    lo oyeron los borrachos

    echando suertes

    con un mozo de bar en plena aurora

    y al escuchar la acerada pálida pulida aguda púa

    chirriando en la herrumbrada

    ropa del guerrero

    los ancianos atrancaron los postigos

    sin saber que así brillamos

    sin máscara

    sin más cara

    que la luna zarpando

      entre las nubes

    Pasaje nocturno

    CALLES

    Calles donde aguardaba que volviese

    confuso entre los troncos, oculto de las luces

    bamboleantes de miradas indiscretas.

    Calles donde mi cuerpo carecía de sombra

    y mi nariz remontaba hacia el nido sexo del almendro

    Calles donde dudé en llamarla

       aunque undívaga entre álamos huyera

    temiendo que la antigua gota de la luna

      con mi cantar de grillo vibrante guijarro en el brocal

         del sueño

    se desprendiera

    Calles donde mis hojas eran labios en los árboles

    múrices estrellas las yemas de mis ojos

    y mi torso se dilataba en las

    aguas del torso de los truenos

      cuando mis manos cercaban tu cintura

    y la noche me cubría

    en un aceite dulce

    HUMORES

    Todo lo que el silencio

    hace huir de las cosas:

    el vaho del deseo,

    el sudor de la tierra,

    la fragancia sin nombre de la piel.

          X. VILLAURRUTIA

    Anchos labios de las hojas del hule

    los cirros giran con levedad de ola

    plumas orquídeas pueriles voces de los glifos

    que tremoles hurgan en los muslos mustios

    de la noche.

    Las temblorosas bombillas en los pórticos

    perros son temerosos de la sombra.

    Otros ángulos la ciudad definen.

    Las calles respiran

      al cierzo enárcanse

    de los cuerpos

    Los novios encuentran sus recodos

    se guarecen en los puentes anidan en columpios

    son aves

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