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Fauna silvestre de México: Aspectos históricos de su gestión y conservación
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Libro electrónico288 páginas6 horas

Fauna silvestre de México: Aspectos históricos de su gestión y conservación

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En México, la fauna silvestre impulsó el establecimiento y desarrollo de las civilizaciones prehispánicas. La gran diversidad de especies y la abundancia de sus poblaciones motivaron a que a partir de la época colonial, se considerara que la fauna era inagotable, lo que propició el proceso histórico de su sobreexplotación. Esta obra documenta, en diferentes periodos de la historia de México, las acciones en torno a la conservación de la fauna silvestre, con el propósito fundamental de servir de fuente de análisis para avanzar en la revaloración de la fauna mexicana como recurso renovable, componente de la biodiversidad y capital natural del país.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento18 nov 2014
ISBN9786071624871
Fauna silvestre de México: Aspectos históricos de su gestión y conservación

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    Fauna silvestre de México - Óscar Gustavo Retana Guiascón

    jaguar.

    I. INTRODUCCIÓN

    EN LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD la naturaleza ha puesto retos a la supervivencia del hombre; así, desde los primeros tiempos tuvo que enfrentar las inclemencias climáticas y aprender a utilizar los recursos del medio que le permitieran subsistir. En este contexto la vida silvestre ha estado íntimamente ligada a la del hombre, y ha desempeñado un papel trascendental para su desarrollo social y económico. La relación se gesta desde los primeros homínidos, quienes se alimentaban de vertebrados pequeños, huevos de aves e invertebrados, además de hierbas, raíces y frutos que recolectaban. En el afán de asegurar un mayor éxito en la cacería y recolección mejoraron sus herramientas, lo que, aunado al dominio del fuego y al paulatino desarrollo de una comunicación más eficiente, permitió la ubicación de los sitios productores de alimento, asegurando su aprovisionamiento y el transporte a sus refugios. Esto fue condicionando la colaboración y la valoración de las ventajas que representaba el hecho de asociarse y dividir el trabajo entre hombres y mujeres para alcanzar la supervivencia. De esta manera se formaron las primeras hordas nómadas, en las que la organización social y el desarrollo de la economía se basaron en el sistema de caza y recolección de especies silvestres de fauna y flora, que constituyeron la principal fuente de sustento. A juzgar por el contenido de muchas de las decoraciones pictóricas descubiertas en cuevas y abrigos rocosos (figura I.1), así como por la construcción de tótems dedicados a los animales que consideraban sus protectores (figura I.2), estas bandas de cazadores-recolectores dependían totalmente de aquel entorno geográfico y natural, por lo que la apropiación y el uso de la fauna silvestre se relacionó con la asociación de propiedades divinas, mágicas o agoreras, trasladando ese mundo fantástico a la creación misma del hombre y de la naturaleza. Fue así como las primeras regulaciones en el uso de los animales silvestres se desarrollaron posiblemente en un sentido mágico-religioso (Cabrero, 1981; Miro, 1981; Fisher, 1982).

    FIGURA I.1. Pinturas rupestres de cazadores-recolectores. Sierra de San Francisco, Baja California, México (foto de Javier Cruz Díaz Castorena).

    Ante la búsqueda constante por mejorar sus oportunidades de sobrevivencia y reproducción, estas incipientes sociedades iniciarían el proceso de conocer mejor su entorno natural por medio de la transmisión de información esencial. Gracias a ésta diseñaron estrategias que les permitieron aprovechar más ampliamente las especies y los productos de la vida silvestre para alimentación, abrigo, calzado, morada, herramientas, transporte y almacenaje. Esta nueva forma de vivir se vio favorecida por el periodo interglaciar, que produjo un clima más templado y húmedo, con cambios paulatinos en la composición de la fauna y la flora. Se desarrollaron los primeros bosques, y con éstos la evolución de una mayor diversidad de especies animales. Este ambiente más estable a lo largo del ciclo anual ocasionó que los nuevos herbívoros ya no realizaran grandes migraciones, lo que permitió la permanencia de los grupos humanos en un mismo sitio y favoreció el desarrollo de un mejor conocimiento de la fauna y de las plantas comestibles que crecían en la zona (Sillen, 1994; Arsuaga et al., 2000).

    FIGURA I.2. Representación de un tótem, palabra ojibwa que significa él es de mi parentela; su construcción forma parte del sistema religioso-social que relaciona al hombre con los animales.

    Las nuevas condiciones ambientales propiciaron que el hombre comenzara a elegir ciertos animales y plantas (entre las que se hallaban los cereales silvestres), lo que, a lo largo de miles de años, favoreció la domesticación vegetal y la sedentarización humana. De este modo, aprendió a seleccionar y cultivar plantas, así como a criar animales, surgiendo así las primeras comunidades humanas que progresaron al desarrollar un sistema de producción de alimentos que permitió mantener densidades de población más elevadas que la economía cinegética-recolectora. La agricultura hizo posible que el hombre gestara los cambios hacia una nueva estructura social y económica fundamentada en la propiedad privada y en los derechos de apropiación de los recursos naturales, en donde los grupos más fuertes y mejor organizados controlarían el uso de la vida silvestre a través del intercambio y el comercio, utilizándola incluso como objeto de poder y veneración (Moore, 1995; Lorius, 2000).

    La consolidación del modelo de desarrollo económico-agrícola hace aproximadamente 10 000 años instauró la revolución técnica más decisiva de la humanidad: puso la naturaleza a su servicio mediante el avance progresivo de la racionalidad y el lenguaje, motores seleccionados por la evolución biológica que conducirían a la especie hacia su hominización, así como a su humanización por el proceso de la evolución cultural. Se pasó del mythos al desarrollo del logos humano, pues se perdió el miedo a la naturaleza; la antigua relación de dependencia y de mera adaptación pasiva fue sustituida por el dominio humano sobre el medio natural, phisis, y con éste inicia el polis, es decir, el territorio del hombre y para el hombre (Falk, 1986; Cubillas, 1992).

    Ésta fue la etapa en la historia de la humanidad en que se apuntala el parteaguas de una nueva relación activa y transformadora del medio ambiente y los recursos naturales, los cuales comenzarían a ser devorados por las amibas agropecuaria, urbanista e industrial, hambrientas por mantener el crecimiento económico de las primeras grandes civilizaciones humanas que sólo se ocuparon de explotar los recursos hasta el punto de alcanzar una condición tan deteriorada que causaría su declinación y colapso.

    En la actualidad hay evidencias de que podemos estar repitiendo los mismos errores de sobreexplotación de los recursos y degradación del medio ambiente, incluso a una escala mucho mayor, poniendo en peligro a muchas especies y sus hábitat naturales. Por décadas, esta circunstancia ha llevado al cuestionamiento de cómo permitir el desarrollo socioeconómico sin destruir el medio ambiente natural. De esta controversia surgió el esquema de la sustentabilidad, que plantea el modelo del desarrollo sostenible como la vía idónea para lograr un crecimiento económico suficiente para resolver el problema de la pobreza, pero sin ocasionar una crisis ambiental, logrando así un bienestar humano y un bienestar ecológico (figura I.3).

    Teniendo en cuenta lo anterior, el propósito central de este trabajo fue analizar la evolución y el progreso de la gestión de la fauna silvestre en México, con el fin de evaluar los logros y avances orientados a favorecer su utilización sostenible como recurso natural renovable, así como determinar el papel que puede desempeñar en el desarrollo económico del país. Asimismo, se establecen las prioridades de gestión de acuerdo con las condiciones y tendencias que han determinado la situación actual del estado de conservación de la fauna silvestre y la diversidad biológica en general de nuestro país, teniendo como meta principal desarrollar y consolidar un sistema de gestión integral que permita el mantenimiento y la continuidad de sus bienes y servicios ambientales a largo plazo, así como de sus oportunidades en potencia. En síntesis, la gestión adecuada de este valioso recurso biótico y capital natural no sólo garantizará su renovabilidad, sino que además podrá proporcionar insumos necesarios que contribuyan al bienestar ecológico, social y económico de nuestro país (Keyfitz, 1994; Murillo, 2001; Zalles, 2001).

    FIGURA I.3. Esquema que muestra la interrelación de los tres ámbitos fundamentales que intervienen en el modelo del desarrollo sustentable (ilustración de Erick López Retana).

    II. CRÓNICA DE UN DESASTRE ANUNCIADO

    II.1. CAPITAL NATURAL DE MÉXICO: RIQUEZA EMPOBRECIDA

    LOS GRAVES PROBLEMAS MEDIOAMBIENTALES que hoy día nos aquejan, como la destrucción de la capa de ozono, el efecto invernadero, la contaminación del suelo, el aire y el agua, la desertización, la deforestación y la desaparición de especies animales y vegetales han afectado a nuestro planeta, y son consecuencia de los modelos económicos y tecnológicos que se han fundamentado en las acciones de agotar, degradar y derrochar el capital natural del planeta (Seoánez y Angulo, 1999). Estos problemas, de acuerdo con Homer-Dixon et al. (1993), se agravan día a día por tres principales fuentes de degradación, que son producto de las acciones humanas y que pueden aparecer aisladas o en combinación; éstas son:

    1. Descenso en la cantidad y en la calidad de los recursos . Sucede cuando éstos son usados a una tasa superior a su capacidad de renovación (por ejemplo, los bosques o la fauna silvestre), y ocasiona que se viva de los recursos y no de sus intereses o de los beneficios que pueden proporcionar.

    2. Crecimiento de la población . Hace que los recursos se repartan cada vez entre más gente, reduciendo la cantidad disponible por persona.

    3. Acceso inadecuado y desigual a los recursos o al medio ambiente . Los derechos de propiedad se concentran en un sector, conduciendo al resto de la población a la escasez y a la pobreza.

    En México, estas tres fuentes de degradación de los recursos bióticos se han mantenido por mucho tiempo, lo que ha provocado un deterioro constante de su riqueza natural. Una de sus principales manifestaciones ha sido la tala inmoderada de árboles, de bosques y selvas, que ha ocasionado una de las tasas de deforestación más elevadas en todo el mundo. Entre las principales causas de esta explotación irracional se ubica la explosión demográfica y la pobreza, pues la gente sin recursos y sin tierras se ve obligada a talar para sobrevivir.

    Las distintas metodologías empleadas calculan una tasa de deforestación anual de 370 000 a 1.5 millones de hectáreas (ha), de tal modo que a la fecha México ha perdido más de la tercera parte de sus bosques y selvas. Esta cifra podría estar subestimada, ya que no hay un acuerdo sobre la tasa real de deforestación en el país, pues según las cifras presentadas en los cuadros II.1 y II.2, en 1995 quedaban 55.3 millones de hectáreas de bosques, que de acuerdo con la tasa más baja de deforestación calculada de 300 000 ha/año registrada de 1990 a 1995, en menos de 150 años podría perderse toda la superficie forestal de nuestra nación. Este periodo podría ser más corto, ya que no se conoce con exactitud cuál es la superficie real de bosques y selvas, entre otros tipos de vegetación. Por ejemplo, datos de distintas fuentes refieren para el año de 1998 una superficie de selva perennifolia conservada que iba de cinco millones a once millones de hectáreas (Semarnap, 1999). Igualmente, se informa que en 1910 existían 20 millones de hectáreas de selvas altas, y para 1990 quedaban menos de dos millones de hectáreas, es decir, se había destruido 90% de esta riqueza. Esta cifra concuerda con los estudios realizados por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); en ellos se informa que en los últimos 40 años en México se ha perdido 90% de sus selvas altas y, que de seguir esta tendencia, en 58 años desaparecerán todos los bosques tropicales mexicanos, y con éstos, más de 6 000 especies vegetales (figura II.1).

    CUADRO II.1. Variaciones de la superficie forestal del territorio mexicano, 1950-1995

    FUENTE: FAO, 2001, cambios netos registrados en los bosques.

    INEGI, 2003, http://www.inegi.gob.mx

    SARH, Compendio Estadístico de la Producción Forestal, 1989-1993.

    Semarnap, Anuario Estadístico de la Producción Forestal, 1998.

    CUADRO II.2. Tendencias de deforestación para 1990 y 2000, según los datos proyectados al año base de 1980

    FUENTE: FAO y SARH, 1990, Evaluación Mundial de Recursos Forestales.

    Cabe señalar que de 1980 a 1990 la tasa de deforestación disminuyó debido a la baja rentabilidad agropecuaria provocada por la apertura comercial, por lo que se abandonaron terrenos, además de que concluyeron los programas de desmonte y se desalentó el cambio de uso del suelo. Otro factor que contribuyó a esta declinación fue que las zonas con potencial agropecuario, o ya fueron desmontadas, o son inaccesibles, o se encuentran en altitudes extremas (FAO, 1990). De acuerdo con Arizpe y Carabias (1992), históricamente las principales causas de pérdida de cubierta vegetal han sido el desmonte con fines agrícolas y ganaderos, el sobrepastoreo y la extracción de leña para combustible, así como los incendios provocados para la práctica ganadera, actividad que ocupa casi 50% del territorio y es la causa que ocasiona 60% de la pérdida del bosque tropical de México (figura II.2).

    Actualmente México enfrenta una grave problemática socioambiental, que en parte ha sido ocasionada por la adopción del modelo agrícola de la Revolución Verde. Según éste, se garantizaba la obtención de los niveles más altos de productividad y rentabilidad agropecuaria, con lo cual se abatiría el problema del hambre en nuestro país. Este modelo, aunado al impulso de una ganadería de capital y tecnología intensivas, con la aplicación de programas agropecuarios y forestales que hicieron uso de una transferencia de tecnología inapropiada, obsoleta y altamente contaminadora, ocasionaron desigualdad social y destrucción ambiental, y sus únicos beneficiarios fueron las corporaciones agroindustriales de gran capital y las empresas patronales rurales. También contribuyeron la aplicación de agroquímicos prohibidos en los países desarrollados, la sobreexplotación acuífera, el avance acelerado de la urbanización, el crecimiento industrial sin restricciones y la falta de una disposición fiscal adecuada para los residuos urbanos, agrícolas e industriales. Fue así como la agricultura y la ganadería, a la par que otras actividades industriales, tuvieron cambios sin precedentes en la pérdida de calidad de alimentos, en la esterilización, la compactación y la erosión de suelos, en la contaminación del agua, en la multiplicación de plagas y en la devastación forestal, con la consecuente pérdida de múltiples especies de fauna. Esta condición hizo que nuestro país se colocara como el segundo lugar del mundo en pérdida forestal (después de Brasil), y más de 2 000 especies de su fauna y flora se ubicaron en alguna categoría de riesgo de extinción (Menezes, 1995; Conabio, 1998).

    FIGURA II.1. Imagen que muestra la deforestación de la selva alta en la región de la Chinantla, norte de Oaxaca, para la apertura de tierras de cultivo y potreros (foto de Óscar Retana, 1995).

    FIGURA II.2. Imagen que muestra la práctica ganadera en la región de la Chinantla, norte de Oaxaca, una de las principales actividades de deterioro y destrucción de las selvas de México (foto de Óscar Retana, 1995).

    Cualesquiera que sean las cifras, la situación resulta alarmante ya que la deforestación es un proceso que afecta de manera negativa la estructura y el funcionamiento de los ecosistemas, ocasionando modificaciones en los ciclos hídricos y cambios regionales de los regímenes de temperatura y precipitación. Esto favorece el calentamiento global, la disminución en el secuestro de bióxido de carbono, la fragmentación de ecosistemas, lo que a su vez afecta las relaciones bióticas y abióticas entre las comunidades faunísticas y pone en riesgo la viabilidad de sus poblaciones para adaptarse a las condiciones cambiantes de espacio y disponibilidad de recursos. De igual modo, la presión poblacional, la expansión de la agricultura y la cría de ganado dentro de ecosistemas naturales se están incrementando rápidamente en el país, conduciendo al deterioro progresivo y a la pérdida de hábitat naturales, con lo cual se pone en peligro la sobrevivencia de muchas especies silvestres de fauna. Los indicadores más claros de este daño son la extinción de especies y el aumento en el número de especies amenazadas (cuadro II.3).

    CUADRO II.3. Especies de fauna silvestre de México en peligro de extinción

    FUENTE:INE/Semarnap, Programa de conservación de la vida silvestre y diversificación productiva del sector rural, México, 1997.

    A pesar de esta lamentable y grave situación, actualmente México es una de las naciones con mayor biodiversidad en todo el mundo, ya que la actual riqueza biológica que alberga su territorio lo ubica, nada menos, como uno de los doce países (Australia, Brasil, China, Colombia, Ecuador, los Estados Unidos, India, Indonesia, Madagascar, Perú, República Democrática del Congo y México) en donde se encuentra 70% de la biodiversidad total del planeta. De acuerdo con Mittermeier y Goettsch (1992), México ocupa el primer lugar mundial en cuanto al número de especies reptiles (717), el cuarto lugar en anfibios (282), el segundo lugar en mamíferos (491), el décimosegundo lugar en aves (1 150), y posiblemente el cuarto lugar en angiospermas, con más de 25 000 especies descritas (cuadro II.4).

    Esta gran riqueza faunística de México, como bien se sabe, es producto de la influencia de las biotas neártica y neotropical que se entrecruzan en nuestro país, lo que, aunado a su compleja topografía y mosaico geológico, así como a la gran variedad de climas, han producido más de 30 tipos de ecosistemas que van desde la selva alta y manglares hasta los impresionantes desiertos del altiplano norteño, donde habitan más de 900 especies endémicas de vertebrados. Asimismo, en el centro-sur del país se ubica una de las 25 áreas conocidas en inglés como hotspots, que son de alta importancia para la conservación de la biodiversidad, pues albergan entre 30 y 40% de la biodiversidad mundial, y su área conjunta representa sólo 1.4% de la superficie terrestre del planeta (figura II.3; véase el pliego a color).

    CUADRO II.4. Países con mayor diversidad de vertebrados y plantas angiospermas

    México también es muy rico en aguas continentales y marinas, pues cuenta con una zona económica exclusiva de más de tres millones de km², con 357 800 km² de plataforma continental, 2.9 millones de hectáreas de aguas interiores y una extensión litoral aproximada de 11 500 km. Todo este capital

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