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Las 10 objeciones más comunes al cristianismo
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Libro electrónico296 páginas5 horas

Las 10 objeciones más comunes al cristianismo

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Información de este libro electrónico

La sociedad actual tiene un gran número de objeciones y preocupaciones con respecto al cristianismo. La gente tiene preguntas difíciles acerca de la fe, que necesitan respuestas sólidas. Alex McFarland, un apologista experimentado, está listo para explorar 10 objeciones comunes al cristianismo al ofrecer respuestas directas que den confianza y comprensión.  Los cristianos tendrán respuestas eficaces de sus creencias, y estarán dispuestos a defender su fe y su visión del mundo.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento25 feb 2014
ISBN9781621368878
Las 10 objeciones más comunes al cristianismo
Autor

Alex McFarland

Alex McFarland is a speaker, author, and advocate for Christian apologetics and host of the radio program Exploring the Word.

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    Las 10 objeciones más comunes al cristianismo - Alex McFarland

    La mayoría de los productos de Casa Creación están disponibles a un precio con descuento en cantidades de mayoreo para promociones de ventas, ofertas especiales, levantar fondos y atender necesidades educativas. Para más información, escriba a Casa Creación, 600 Rinehart Road, Lake Mary, Florida, 32746; o llame al teléfono (407) 333-7117 en Estados Unidos.

    Las 10 objeciones más comunes al cristianismo

    por Alex McFarland

    Publicado por Casa Creación

    Una compañía de Charisma Media

    600 Rinehart Road

    Lake Mary, Florida 32746

    www.casacreacion.com

    No se autoriza la reproducción de este libro ni de partes del mismo en forma alguna, ni tampoco que sea archivado en un sistema o transmitido de manera alguna ni por ningún medio –electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otro– sin permiso previo escrito de la casa editora, con excepción de lo previsto por las leyes de derechos de autor en los Estados Unidos de América.

    A menos que se indique lo contrario, todos los textos bíblicos han sido tomados de la versión Reina-Valera, de la Santa Biblia, revisión 1960. Usado con permiso.

    Copyright © 2008 por Casa Creación

    Todos los derechos reservados

    © Copyright 2007 by Alex McFarland

    Originally published in the USA by Regal Books,

    A Division of Gospel Light Publications, Inc.

    Ventura, CA 93006 U.S.A.

    All rights reserved

    Traducido por Luis Nahum Sáez

    Diseño interior por: Grupo Nivel Uno, Inc.

    Library of Congress Control Number: 2008921135

    ISBN: 978-1-59979-126-5

    E-ISBN: 978-1-62136-887-8

    Este libro está dedicado con amor,

    oraciones y mucho aprecio a:

    Marianne K. Hering,

    Tom Neven

    y al personal de

    Ministerios para Adolescentes

    de Enfoque a la Familia

    Contenido

    AGRADECIMIENTOS

    PRÓLOGO

    Por Lee srobel

    PREFACIO

    Una pista para aquellos que buscan

    INTRODUCCIÓN

    Las preguntas de la vida

    Objeción núm. 1: Dios no es real

    Objeción núm. 2: La creación es un mito

    Objeción núm. 3: La Biblia no es completamente auténtica

    Objeción núm. 4: La Biblia no es completamente exacta

    Objeción núm. 5: Jesús sólo fue un hombre

    Objeción núm. 6: Jesús no es el único camino al cielo

    Objeción núm. 7: Un Dios amoroso no enviaría gente al infierno

    Objeción núm. 8: La gente es básicamente buena

    Objeción núm. 9: Todos los cristianos son hipócritas

    Objeción núm. 10: Un Dios misericordioso no permitiría el sufrimiento

    Conclusión: Termine la búsqueda, inicie el recorrido

    Apéndice I: ¿Que has decidido creer qué?

    Apéndice II:Guía de estudio apologético de 12 semanas

    Notas

    AGRADECIMIENTOS

    Las siguientes personas no sólo han ayudado a convertir este libro en una realidad, sino que también han moldeado mi vida profundamente.

    Gracias especiales al estupendo equipo que forma Gospel Light/ Regal Publishing. Esto incluye a Bill Grieg III, Alex Field, Mark Weising, Kim Bangs, Josh Talbot, Rob Williams y Marlene Baer, para nombrar a algunos. El editor teológico Bayard Taylor también merece una mención especial por su discernimiento y asistencia. Doy gracias al Señor por cada uno de ustedes.

    A Warren Smith, periodista excepcional, hermano y amigo, que me ayudó a darle forma y claridad a este trabajo. su ayuda editorial fue de vital importancia en las etapas finales de este libro. Te agradezco tu ayuda.

    Mi profundo aprecio al doctor Norman Geisler, cuyos libros sobre apologética cambiaron la trayectoria de mi vida desde 1985 hasta hoy. Gracias también al dinámico profesorado, personal y estudiantes de la institución que él fundó: Seminario Evangélico del Sur y la Escuela para Graduados de Apologética Veritas. Cuando el doctor Geisler y la Directiva de SES/Veritas me pidieron que asumiera la presidencia, mi esposa y yo fuimos recibidos con los brazos abiertos. Especial reconocimiento le debo también a la señora Barbara Geisler, Bob y Lynn Westra, y a Christina Woodside. ¡Qué gran bendición y ayuda son todos ustedes!

    Especial gratitud debo a varios amigos que —cual mentores— me han dado ánimo e inspiración continuamente. Entre ellos están: Lee Strobel, que gentilmente tomó tiempo para escribir el prólogo; Mark Mittelberg, que es un modelo a seguir en la evangelización basada en la apologética; el doctor Gary R. Habermas que, además de ser experto en resurrección de Cristo, es un modelo a imitar, amigo y alentador continuo; Mike Licona, cuyo ideal por la verdad sólo es igualado por su gran corazón por la gente; Jon Robberson y el personal de Spirit West Coast: es honroso ser parte del trabajo que están haciendo por Cristo; el audaz y brillante personal de la Academia Wheatstone y su líder, Brian Nick; John Mark Reynolds, Ph.D., de la Universidad de Biola (si Edison no hubiera inventado la bombilla eléctrica, no se preocupen, John Mark Reynolds habría provisto suficiente iluminación); y el doctor Harold Willmington, que es la personificación de lo que significa saber, amar y vivir la Biblia. Por último, extiendo mis calurosas gracias al que fuera mi profesor y maestro de Escuela Dominical, doctor Elmer Towns, que gentilmente me recomendó con Bill Grieg III y Gospel Light/Regal.

    Gracias muy, muy especiales, a mi esposa, Angie. Ella hace tanto por el Salvador y por mí, su esposo. Contribuyó muchísimo a la terminación de este libro y también a mi mejoramiento. Finalmente, estoy agradecido por la Biblia, que por veinte años ha sido mi amiga constante. Por sobre todo, estoy agradecido al Señor Jesucristo, que me amó y se dio a sí mismo por mí.

    PRÓLOGO

    Soy escéptico por naturaleza, lo que tal vez explique por qué estudié periodismo y leyes, y trabajé como reportero y editor legal del periódico The Chicago Tribune. A una edad temprana, mi escepticismo me condujo al ateísmo. Aun cuando nunca dediqué tiempo a examinar detalladamente la evidencia, me imaginé que era ridículo creer en un Creador amoroso y todo poderoso. Mi opinión era que Dios no creó a las personas, sino que estas lo crearon a Él por su propio temor a la muerte.

    La conversión de mi agnóstica esposa al cristianismo y los positivos cambios subsecuentes en su carácter y sus valores, me inspiraron a embarcarme en una investigación seria acerca de las afirmaciones del cristianismo. Todo tipo de pregunta bloqueaba mi camino: ¿Resiste la Biblia el escrutinio? ¿No desaprueba la evolución la necesidad de un Creador? ¿No son arrogantes los cristianos cuando afirman que Jesús es el único medio para ir al cielo? ¿Y qué acerca de los temas de la maldad y el infierno, y la hipocresía que veía tan a menudo entre los cristianos? Estas son preguntas legítimas que merecen respuestas concluyentes e intuitivas. Y eso es lo que mi amigo Alex McFarland brinda en este nuevo excelente recurso.

    He llegado a confiar en Alex como defensor inteligente, apasionado y persuasivo del cristianismo. Su misión en la vida es ayudar a los buscadores de lo espiritual a hallar respuestas satisfactorias a los puntos difíciles que obstaculizan su camino hacia Dios. La misión de Alex es también ayudar a los cristianos a expresar mejor la evidencia que sustenta su fe ante sus amigos, vecinos, colegas y familiares. Así que, esté investigando el cristianismo por primera vez o sea un cristiano que se cuestione cómo responder a las objeciones que sus amigos escépticos presentan, usted va a obtener un asesoramiento valioso en el nuevo libro de Alex.

    En cuanto a mí, traté de mantenerme receptivo estudiándolo todo, desde la cosmología y la genética hasta la arqueología y la historia antigua. Mi conclusión fue que un gran número de descubrimientos en media docena de disciplinas científicas por los últimos cincuenta años apuntan poderosamente a la existencia de un Creador. Además encontré que hay razones históricamente convincentes para creer que el Nuevo Testamento describe con exactitud a Jesús de Nazaret como el incomparable Hijo de Dios que probó su divinidad levantándose de entre los muertos. Basado en la evidencia, me convertí en un seguidor de Jesús; y desde entonces he vivido la aventura más increíble y satisfactoria de mi vida.

    ¿Quién sabe qué le espera a usted? Comience su aventura en este momento, pasando la página y considerando el fundamento basado en hechos reales que sostiene al cristianismo. Espero que decida desde el inicio ir donde la evidencia le lleve, aunque sea a la asombrosa conclusión de que Jesús es quien afirmaba ser.

    Lee Strobel

    Autor de El caso del Creador y El caso de Cristo

    PREFACIO

    Una pista para aquellos que buscan

    Estuve en la prisión hace algunos años. La cárcel del Condado de Guilford, unos cien kilómetros al norte de Charlotte, Carolina del Norte. Apenas a una cuadra del lugar donde el tiroteo del Clan Nazi de 1979 dejó una huella de sangre.

    Bueno, no era exactamente yo el que estaba encarcelado. Estaba predicando allí una helada mañana sabatina en un corredor lleno de prisioneros. Algunos estaban recostados sobre el metal interior de sus celdas, otros tenían permiso para andar en el área común. Unos estaban sentados en sillas o en el suelo; otros, parados al fondo. Pero todos, en aquella memorable mañana, estaban cautivados por las palabras de un joven predicador.

    Después del sermón y de una breve sesión de preguntas y respuestas, pregunté si a alguno le gustaría orar conmigo para pedirle a Jesús que entrara en su vida. Para mi asombro, virtualmente cada una de aquellas manos se alzaron. Oré con todos y después saludé a la mayoría de ellos. Pero, mientras los iba saludando, noté a uno que estaba parado en la parte de atrás, que movía sus ojos rápidamente de mí hacia el suelo y del suelo hacia mí. Y supe que tenía algo que decirme.

    —Predicador, quiero saber algo —dijo nerviosamente después que al fin se me acercó—. ¿Cuán bueno cree que debe ser un hombre para ir al cielo?

    Sus ojos hablaban por él. Esa era su última esperanza.

    —¿Cómo piensa que alguien pueda saber si va a ir al cielo cuando muera? —preguntó otra vez.

    —No importa lo que yo piense —respondí—. Pero voy a decirte lo que la Biblia declara al respecto.

    —¿Cuánto es suficientemente bueno? —preguntó.

    —Bueno, ir al cielo no tiene nada que ver con ser bueno.

    Una mirada desconcertante apareció en su rostro.

    —La Biblia dice que para ir al cielo tienes que ser justo. La justicia es como la pureza absoluta, la perfección inmaculada… ¿sabes?, como la santidad. Para ir al cielo, tienes que ser más que bueno; tienes que ser tan santo como Jesús. Eso es justicia, y la Biblia dice que la justicia es la prueba determinante de Dios para cualquiera que vaya a entrar al cielo.

    —Oh… —dijo desvaneciéndose con una mirada de desesperanza total.

    —¡Sí, es correcto! —afirmé.

    Comencé a explicarle que la evaluación que la Biblia hace de los humanos es que somos pecadores. Que el principio de Dios es la justicia, pero nosotros no somos justos. No tenemos justicia, ni podemos ganárnosla. Así que Dios la da, como regalo, a todos aquellos que reciban a Cristo en fe.

    Cuando mis palabras tocaron el punto vulnerable del prisionero, ocurrió un cambio en su comportamiento. Él quería estar listo para la vida después de la muerte. Después de orar para recibir a Cristo, su apariencia cambió por completo. Fue como si le hubieran quitado un gran peso de encima. Pudo respirar de nuevo.

    ¿Por qué ese cambio dramático? ¿Por qué ese vuelco repentino que transformó una vida de la desesperanza a la confianza? Todo fue consecuencia de una explicación, una razón para creer.

    Ese hombre necesitaba a alguien que le ayudara explicándole la verdad, no simplemente otra noción superflua. Y sólo tomó unas pocas palabras.

    Entre a su propio riesgo

    Puede ser que haya escogido este libro por una de varias razones. Quizás usted, como el prisionero que conocí, simplemente necesite unas cuantas palabras que lo ayuden a lo largo del camino. Tal vez se encuentre a menudo en medio de conversaciones acaloradas con personas no cristianas luchando por defender su fe y está esperando que este libro pueda darle la munición para su próxima batalla intelectual. Quizás no esté seguro de lo que cree y simplemente esté revisando algunas razones por las que este asunto de Jesús pudiera ser verdad. O tal vez sea un inquebrantable ateo interesado en ver cuán ridículos son los argumentos del «otro lado». Cualquiera sea su razón para escoger esta obra, necesito advertirle algo antes de que se sumerja en ella: Este libro puede ser fatal.

    No intento ser melodramático ni de aumentar la importancia de este libro. Pero, en esencia, trata directamente con los asuntos del alma; por lo que es esencial que revise su motivación antes de proseguir. Vamos a estar tratando con algunos de los temas centrales que tienen que ver con creer en Dios y lo que significa ser cristiano. Y cada vez que usted lidia con esos temas, trata con Dios mismo y con nuestra profunda capacidad de aceptarlo o rechazarlo.

    Si halla difícil hasta creer que hay un Dios y si su motivo es buscar sinceramente razones intelectuales que puedan revelar su existencia, ¡maravilloso! Espero que este libro pueda retar tanto su mente como su corazón. Si está lleno de preguntas acerca de quién es Dios y de cómo hacer que signifique algo en un mundo que parece tan opuesto a lo que Él dice que es, aun mejor. Las preguntas son bienvenidas. Créame, Dios es suficientemente grande para tratar con sus cuestionamientos. A Él no le intimida la profundidad de su escrutinio.

    Pero, si lo que quiere es refutar a Dios, si su propósito —al leer este libro— es simplemente reforzar sus defensas en contra de Él; si está determinado a creer que ninguna verdad será suficiente; si está sentado a la mesa del ajedrez intelectual pensando que tiene a Dios arrinconado y lo está desafiando a un partido… sepa que está advertido. La verdad sea dicha, es posible que se sienta peor después que lo lea.

    ¿Por qué tanto drama?, se preguntará. Porque esto no es una simple gimnasia mental. Estoy a favor de la discusión intelectual. Me gusta afilar mi mente con la mejor de ellas. Pero, puesto de manera sencilla, este libro pudiera muy bien conducirlo a su salvación o sellar su condenación. Es el tiempo de elegir su propia aventura. No estamos tratando aquí simplemente con el poder mental… estamos lidiando con el alma.

    Hola, mi nombre es Alex

    Hay un elemento fascinante que aparece cada vez que tratamos con Dios. Él es el gran conector de la mente y el corazón. De una vez, puede cautivarle con el pensamiento más profundo y la emoción más penetrante.

    Eso es exactamente lo que me sucedió. Fui criado en la iglesia gran parte del comienzo de mi vida. En realidad, iba a una de las congregaciones más antiguas e históricas en mi estado natal de Carolina del Norte. Como generaciones previas de McFarlands, asistí a la Iglesia Presbiteriana Buffalo, en Greensboro, ahora tiene 250 años. (Impresionante, ¿verdad?) Allí aprendí bastante acerca de Dios, la Biblia, Jesús y el cristianismo. Pero, no fue sino hasta estar en la universidad a mitad de los años 1980 que entré en una relación personal con Jesucristo.

    Me invitaron a un grupo de estudio bíblico que se llevaba a cabo los lunes por la noche en una iglesia cercana. No quería ir, pero allí iba a estar una joven en la que estaba interesado, así que decidí aparecerme por allá. En realidad, parecía inútil escuchar a un tipo hablar acerca de la Biblia por una hora. ¿Qué más necesitaba saber? Después de todo, mi iglesia estaba en el registro nacional de lugares históricos. (¿Mencioné cuán antigua era?) Yo había sido religioso toda mi vida. ¿Qué podría ofrecerle realmente una iglesia desconocida, de obreros, a un tipo de la parte alta de la ciudad como yo?

    Como el apóstol Pablo, tuve una experiencia como la suya camino a Damasco. No fue sino hasta la tercera vez que fui al estudio bíblico pero, aun así, me hizo una jugada. Sí, yo conocía acerca de Dios. Tenía una tonelada de datos guardados en mi cabeza para cualquier momento en que alguien quisiera hablar de «religión», y hasta creía los datos que tenía memorizados. Pero, antes de ese verano de 1985, nunca tuve una relación personal con Cristo.

    Todo eso cambió. ¡Y drásticamente! Después de pedirle que se hiciera el Señor de mi vida, me parecía insuficiente lo que adoraba, lo que escudriñaba de la Biblia y lo que hablaba de Cristo. En realidad, no podía parar de hablar de Él con todos los que conocía. Dos días después de tener esa clase de fe, fui con un compañero universitario a hablarle a una multitud de personas que se habían congregado en un parque. Era el lugar fuera del campo universitario donde los estudiantes se reunían para beber y parrandear. Mi amigo también era un nuevo cristiano, y queríamos compartir el evangelio con los otros universitarios que se reunían allí.

    Nunca olvidaré la escena: Tres jóvenes estaban sentados alrededor de una mesa de picnic, pasándose un cigarrillo de marihuana. Mi amigo y yo hablábamos torpemente, tratando de persuadir a aquellos muchachos de que necesitaban a Cristo para que perdonara sus pecados. ¿Ves lo que quiero decir?, dijo mi amigo. Esa cerveza y esa droga que tienen allí, eso es pecado. ¡Sólo Cristo puede perdonar el pecado!

    Aquello no salió muy bien.

    Yo estudio filosofía y no creo que haya Dios, dijo un estudiante. Otro de los muchachos pasó el hachís al vecino y me miró directamente. Mi profesor de antropología dice que Jesucristo nunca existió. ¿Cómo se supone que voy a creer en un tipo que nunca existió realmente?

    Mi amigo y yo quedamos atascados. Hubo un silencio embarazoso mientras intercambiamos miradas. Un tercer tipo dijo: Está bien, hablamos acerca de esto en mi clase de ética. Moral, reglas, pecado, lo que sea, hombre… es diferente para cada cultura. Correcto, incorrecto, bueno, malo… viene siendo lo mismo.

    Los otros dos estudiantes miraban de atrás hacia delante, de su amigo a nosotros, esperando oír quién respondería primero. El pecado es un concepto que la gente religiosa desarrolló para poder controlar a otros, añadió el tipo.

    Yo tenía que decir algo. Chicos, sé que hay respuestas. En este momento no tengo todas las de esas preguntas, pero volveré con ellas. Sin embargo, les diré esto: ¡El evangelio es real y todos ustedes necesitan a Cristo! Mientras nos alejamos me sentí completamente derrotado. En realidad, sentí como si les debiera una disculpa. Así que regresé, vacilé y tartamudeé: Lo siento por no estar realmente preparado para decirles lo que les vine a decir.

    Ellos se rieron mientras me iba por segunda vez.

    Tú eres la inspiración

    Más que fallarles a los muchachos, sentí que le fallé a Dios. Desperdicié la oportunidad de compartir sus buenas nuevas. Desanimado esa noche en casa, hojeé la Biblia. Me encontré un versículo que no había visto antes, uno que estaba a punto de marcar el curso para el resto de mi vida. Era 1 Pedro 3:15: Más bien, honren en su corazón a Cristo como Señor. Estén siempre preparados para responder a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes (NVI). Al día siguiente fui a la librería cristiana más cercana, sin haber puesto nunca antes un pie en una de ellas. ¿Hay libros acerca de cómo responder preguntas que la gente plantea en cuanto a Dios o la Biblia?, pregunté con diligencia al hombre del mostrador. "Usted sabe, cualquier obra, aunque sea sobre objeciones que la gente hace en contra del cristianismo".

    Si hubo alguna vez un momento providencial en mi vida, fue ese. Oh, usted está hablando de apologética, respondió el hombre. Y me llevó a un estante de libros de autores cuyos nombres jamás había oído: C.S. Lewis, Francis Schaeffer, Chuck Colson. Para un muchacho de veintiún años que sólo tenía tres días en la fe, aquellos autores lucían muy complicados.

    Los que más me cautivaron fueron los libros de un hombre llamado Josh McDowell, que había escrito dos volúmenes de Evidencia que exige un veredicto, así que los compré. Se leen como una deposición legal y eran tan complejos como los otros libros, pero de alguna manera me atrajeron esos volúmenes cargados de citas. También compre su libro Más que un Carpintero, que leí y volví a leer hasta que se estaba literalmente desbaratando. En seis meses había comprado varias docenas de libros apologéticos y estaba visitando la Librería Cristiana Nuevos Horizontes cada dos semanas, enterrándome en las obras de gente como A.B. Bruce, B.B. Warfield, Charles Hodge, James Orr, C.S. Lewis y G.K. Chesterton. En un año ordené y compré más de cien libros. Más importante aun, estaba obteniendo las herramientas para explicarles mis creencias a otros estudiantes en el campo universitario.

    Con el tiempo, me transferí a Liberty University en Lynchburg, Virginia, donde obtuve un grado de maestría en Pensamiento Cristiano y Apologética bajo una de las figuras más influyentes de la apologética cristiana moderna, el doctor Norman Geisler. Después de escribir una pieza en el periódico local acerca de la Navidad, las iglesias comenzaron a invitarme para hablar de

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